Capítulo 3
-Venga Ka que te ves preciosa
Por mucho que Melo me lo decía no me sentía preciosa. Honestamente, y sin ánimos de presumir, era hermosa, si. Cabello extremadamente liso, largo hasta un poco más debajo de las caderas y tan azabache como la noche misma. Mis ojos, aunque negros, eran profundos y parecían misteriosos; también tenía unos labios carnosos, rosados, llamativos y ni hablar de mi figura.
Mi madre estaba obsesionada con la belleza física por lo que desde muy temprano me había obligado a hacer dietas y a entrenar al menos unas dos horas al día. Con mi metro setenta de estatura llamaba la atención, mi cuerpo estaba torneado y para colmo había heredado las interminables piernas de mi abuela. Si, toda una belleza.
Sin embargo, no me sentía preciosa. Para mí la belleza tenía más que ver con lo sentimental a con lo físico y, honestamente, sentimentalmente estaba hecha un desastre y cualquiera que tuviera la decencia de indagar en mi ojos podría notarlo. Sin embargo, nadie lo hacía.
Volví a mirarme en el espejo. Esa noche llevaba un vestido beige de diseñador, corto adelante y con una larga cola que se arrastraba en la parte de atrás. El corte de corazón resaltaba mi busto y dejaba al descubierto la piel de leche de mis hombros. Era un vestido sencillo, pero elegante. Sin adornos, liso, de satén, lo único que llamaba la atención era la cola.
Por otro lado, mi cabello estaba finamente recogido en un moño a la altura de mi cuello. Si por mi fuera lo hubiese dejado suelto, sin embargo mi prometido insistía en que el cabello suelto restaba elegancia a cualquier dama. Tremenda estupidez.
El maquillaje también era sencillo, un poco de polvo y pintalabios nude, Melo ha insistido en delinear mis ojos por lo que al final he accedido.
Por último, las únicas joyas que llevo son unos pendientes de diamante que cuelgan en mis orejas. Y por supuesto, el flamante anillo de compromiso.
-Tu también te ves preciosa Melo
Mi amiga llevaba un vestido verde esmeralda que resaltaba el rojo de su cabello. Melo era una chica agradable, dulce, fiel creyente en el amor.
A pesar de que se trataba de una heredera, el hecho de que fuese la segunda hija le dio cierta libertad. Aunque tenía responsabilidades, podía comer lo que quisiera, salir con quién quisiera y hacer lo que quisiera, siempre y cuando no dañara el apellido de su familia.
Medía alrededor de un metro sesenta y cinco y no era la típica joven delgada. Al contrario, tenía sus cuántos kilos de más, sin embargo, no le restaban belleza alguna. Melo tenía una piel tan blanca y suave como la de un bebé, sus cabellos rojizos, largos y con ondas en las puntas llamaban la atención al igual que sus ojos del mismísimo color del café.
Sin embargo, lo que le daba a esta mujer el verdadero valor de su existencia era el carácter tan dulce que se gastaba. Tenía un corazón tan enorme y tan puro que incluso a veces me daba envidia.
Un par de golpes en la puerta me sacaron de mis pensamientos.
-Es hora de bajar Kagome. Ah, hola Melo.
Harold entro a la habitación y me observo como buscando algún desperfecto en la imagen que tenía delante. Melo lo saludo y salió dejándonos solos. De repente me sentí pequeña y escudriñada.
-Bien, te ves elegante, aunque creo que te has pasado con el delineado. No importa, ya no hay tiempo de quitarlo. Vamos.
Tome el brazo que me extendía y comenzamos a caminar rumbo al salón principal. Cuando llegamos a las escaleras la música se detuvo, la gente se arremolino y espero a que el ahora General bajara para poder felicitarlo.
A su lado me sentía como un adorno. Una bonita pieza que presumía del brazo, caminando de aquí para allá, saludando a personas que ni siquiera reconocía. Era una marioneta y creo que solo yo estaba consciente de ello. Bueno, yo y por supuesto Harold que solo me llamaba cuando necesitaba hacerse notar.
Al pie de la escalera pude ver al tumulto de familias a las que debíamos saludar, entre ellas la familia de Inu. Al evento habían asistido la crema y nata del país y, por supuesto, ellos estaban incluidos.
Cuando Inuyasha me noto sentí su mirada. Una intensa mirada que me recorría desde la cabeza hasta la punta de los zapatos.
-Buenas noches señor Akman. Señora Akman.
-Buenas noches Harold, felicidades por tu ascenso. Ah, y también felicidades por tu compromiso.
El bufido de su hijo hizo que el señor Akman lo mirara de manera desaprobatoria.
-Este es mi hijo, Inuyasha, será el futuro CEO de nuestra cadena hotelera.
-Es un placer Inuyasha, espero que nos llevemos bien, así podremos hacer negocios.
-No entiendo cómo un militar podría hacer negocios con una cadena hotelera pero vale, está bien, es un placer conocerle.
Harold se echó a reír y los Akman le siguieron, más por salir del paso a por qué el comentario de Inuyasha hubiese sido divertido.
-Bueno joven Akman, es cierto que un militar no tendría como porque hacer negocios con una cadena hotelera. Sin embargo, déjame informarte que soy el director ejecutivo de Future Technology así como el prometido de la futura heredera de T Company por lo que estoy seguro que encontraremos una manera.
Inu levanto su copa en símbolo de brindis y su mirada volvió a posarse en la mía.
-Si es así estoy seguro de que la encontraremos. Eso, claro, si su prometida lo aprueba.
-No tiene nada que aprobar. Si yo lo digo, así será.
Harold me tomo de la cintura y nos dirigió hacia la última familia que nos faltaba por saludar. Unas cuantas palabras y luego el adorno había cumplido su función. Ahora no tenía más que hacer que quedarme sentada en un rincón observando todo lo que pasaba en el gran salón.
-Para ser una chica a la cual le gusta llevar las riendas, me pareció un poco fuera de lugar el comentario de tu prometido.
-Pues para ser un chico al que no le gusta meterse en la vida de los demás bien que te has metido en la mía.
Inuyasha y yo nos mirábamos con fuego en los ojos. Al menos de mi parte ese fuego pretendía quemarlo hasta que no quedara nada de él. Cómo se atrevía a insinuar que no tenía ni voz ni voto delante de mi prometido, bueno, quizas sea cierto, pero odiaba el hecho de que se diera cuenta de que era así.
-Vaya vaya, ni siquiera has levantado la mirada cuando te han tratado de adorno y a mí si que me respondes. Además, parece que me quieres matar, o al menos eso veo en tus ojos.
Su sonrisa ladina me descolocó y por un instante olvide lo que iba a decir, sin embargo fue eso, un instante.
-Él es mi prometido, le debo respeto, en cambio tú, tú no eres nadie. – o eso quería creer
-¿Estás segura? – el verde de sus ojos se intensificó de tal manera que un escalofrío recorrió todo mi cuerpo.
Lentamente se fue acercando hasta posar sus labios muy cerca de mi oído izquierdo. Sentir su respiración tan cerca me provoco cosquillas y aceleró mis latidos.
· ¿Estás segura de que no soy nadie? – fue un susurro lo suficientemente fuerte como para que tan solo yo lo escuchara.
Sus ojos se fijaron en mis labios y yo trague con dolor. Volvió a sonreír, está vez de manera arrogante. Se separó de mi, hizo un gesto de despedida con la cabeza y se retiró.
El resto de la noche paso en un abrir y cerrar de ojos. Recuerdo haber bailado con Harold una o dos piezas, recuerdo una que otra conversación y el hecho de que mi padre estuviera hablando acerca de ponerle fecha a nuestra boda.
Sin embargo, nada saco de mi cabeza el intenso momento que viví con Inuyasha. Juro que no lo entiendo, primero me habla, luego me deja de hablar y ahora esto.
Para colmo, la familia de Bala había llegado un poco tarde, al parecer por negocios, pero llegado al fin. Desde que la rubia entro al salón y diviso a Inuyasha no lo soltó ni un minuto. A dónde fuera que el fuese, ella iba detrás y, aunque yo no iba detrás de él, mi mirada si que lo hacía, fue por eso que pude notar que pasaron el resto de la noche conversando y bailando.
De repente la idea de que ambos se comprometieran paso por mi cabeza. No sé cuál fue mi reacción física pero el mismísimo Harold me preguntó si me encontraba bien pues me veía un poco pálida. Inuyasha y Bala juntos, Bala e Inuyasha juntos. No, imposible. Y no lo decía por los negocios pues la familia de Bala dirigía la mayor cantidad de agencias de turismo en el país, por lo que comprometerse con el heredero de la mayor cadena hotelera no era una mala opción.
Sin embargo, mi cabeza no lo aceptaba. Mi corazón no lo aceptaba. Volví la vista hacia ellos y seguían en medio de la pista, bailaban, se veían tan bien juntos, no, no podia suceder.
Sin darme cuenta, Harold me estaba llevando hacia la familia de Bala, debido al contratiempo no habían podido saludarse como es debido. Justo acabamos de alcanzarlos cuando Bala e Inuyasha llegaron a nuestro lado.
-Oh señor Bondek, está es nuestra hija Bala Cassiani.
-Es un placer señor Bondek – con el digno gesto de una señorita, Bala lo saludo tan cortésmente, tanto, que hasta yo quedé impresionada.
-Él placer es todo mío señorita Cassiani. – digno de un caballero, Harold tomo la mano de Bala y depósito un tierno beso tal y como la sociedad lo exigía.
-Si no es mucho pedir, podría concederle el siguiente baile a mi hija.
-Oh no, padre, su prometida está justo enfrente de nosotros – Bala me observo como quién presume su valía a lo que yo senrei y le devolví el gesto.
-Tranquila querida, un baile no define un compromiso, si Harold desea sacarte a bailar pues puede hacerlo.
Aunque sentí su mirada reprobatoria no me eche para atrás. Por otro lado, Inuyasha me observaba con una sonrisa en sus labios. Si sus ojos hablarán seguro que dirían "bien hecho Kag".
-Muchas gracias señorita Thompson. Sin embargo, es cierto que fui descortés, una dama como usted no debe quedarse sin una pareja con la cual bailar.
-No se preocupe señor Cassiani, para eso estoy yo – Inuyasha me miró como esperando alguna desaprobación de su comentario – Total, un baile no define un compromiso ¿Verdad Kag?
Al ver que había perdido la guerra que no había empezado, tome la mano que me extendía y junto con Harold y Bala nos dirigimos a la pista de baile. Comenzó a sonar un vals por lo que tuvimos que adoptar una posición un poco íntima por así decirlo.
Inuyasha me tomo de la cintura con ambas manos mientras que yo dirigía mis brazos a la altura de su cuello. Lentamente comenzamos a movernos al son de la música.
-Asi que si le puedes responder a tu prometido – comenzó la conversación.
-Nunca he dicho que no pueda, solo que una señorita no debe hacerlo
Por segunda vez en la noche sentí su risa cerca de mi oído y no pude evitar que la piel se me erizará.
-Dime, ¿una señorita no puede responder a su prometido, pero si que puede erizarse en brazos de otro?
Sentí como el color abandonaba mi rostro para luego dar paso a un rojo intenso que se extendía por todo mi cuerpo. Estaba avergonzada.
-Tengo frío – bien hecho Kagome, es la mejor excusa que se te pudo ocurrir.
Sentí como Inuyasha me estrechaba aún más a su cuerpo, tanto que el calor que emanaba de él paso a ser mío.
-¿Y ahora?
No pude responder pues el vals había terminado y Harold apartado de los brazos de Inuyasha. Me arrastró hasta el piso superior y no fui consciente de que estaba en el estudio hasta que ví la chimenea que tantas veces habia visto en mi estancia en esa casa.
-¿Qué sucede?
Harold se movía inquieto de un lado a otro. Pasaba sus manos por entre su cabello, estaba enojado, muy enojado. Su mirada se clavó en mis ojos y por primera vez sentí terror de verdad. Es cierto que muchas veces mencione que le temía, pero quién no le tendría miedo a alguien que se ganó su puesto a pulso de haber aplastado a cualquiera que se atravesará en su camino.
Sin embargo, está vez fue diferente. El miedo era palpable, ya no eran simples suposiciones, estaba furioso y me veía como si quisiera matarme.
-A ver Kagome. ¿Si sabes que está fiesta se está celebrando en honor a mi promoción?
-Por supuesto Harold de q…
-¿Entonces por qué todos disfrutan a excepción de mi prometida? Peor aún, ¿por qué parece que mi prometida está coqueteando con otro justo delante de mi?
-No se de que estás hablando – el color se había ido de mi rostro, de repente sentí náuseas y unas grandes ganas de salir corriendo de la habitación. El aire me faltaba.
-¿Crees que soy estúpido? Se perfectamente como te mira el hijo de los Akman, y hoy querida, he notado como se lo devuelves. Sin embargo, hoy mismo te enseñaré a qué no puedes dejarme mal parado.
-Harold …
La oración quedó en el aire, por un momento deje de respirar. Me había abofeteado. Me abofeteo tan duro que sentí el sabor de la sangre dentro de mi boca. Sin embargo, no pude responder. Estaba tan ensimismada en el momento y en el dolor que olvide hasta como respirar.
Harold compuso su traje de diseñador y salió como si nada. Por mi parte, cuando pude reaccionar, cai de bruces contra el suelo, una mano en mi mejilla y otra en el corazón. Las lágrimas habían comenzado a brotar y nunca en mi vida me había sentido tan humillada.
CONTINUARÁ…
