N/A: Hoy publicaré tres capítulos. Espero que sean de su agrado.
Cabe resaltar que esta historia la escribí cuando era una morrita puberta de 15 años (ahora tengo 25) cuando no tenía mucho de conocer KOF y se me ocurrió acoplar la letra de la canción a la historia n_n No aparecerá Orochi o cualquier otro Dios existente aquí, los nombres de los Dioses de mi historia yo los inventé prácticamente jeje Igual, si le dan oportunidad a la historia puede ser que les agrade :)
N/A 2: Agradezco mucho sus reviews, espero seguir leyendo sus opiniones tanto positivas como negativas, al cabo aguanto vara n_n
Besos y abrazos XoXo
"Sólo para poder estar cerca de ti.
Sólo para estar contigo.
Recuerdos distantes vuelven a mi al mismo tiempo.
Aunque son tristes.
Me llenan de calor."
.
Ese lugar lucía obscuro, ella salió del templo e intentó buscar con la mirada a alguien conocido pero, para su sorpresa, se dio cuenta de que no estaba ni siquiera en la Tierra.
Estaba en un bosque denso lleno de árboles de todo tipo, pero sabía que no era la Tierra pues el planeta podía verse a lo lejos así como muchos otros astros alrededor. Pasó por debajo de una puerta Torii perteneciente al tempo sintoísta donde se encontraba ahora.
No había nadie ahí con ella, pero podía escuchar una voz que susurraba. Poco a poco la voz se escuchaba con más claridad.
–Él está a punto de regresar – decía la voz.
–¿Él?, ¿Quién es él? – preguntó Athena mientras giraba su cabeza en todas direcciones intentando encontrar a la persona dueña de esa voz.
–Ginga No Kami – murmuró la voz en medio de toda esa oscuridad – El desterrado Dios regresará como cada mil años, él buscará a los Dioses de la luna y el sol para ejecutar su venganza.
"¿Los Dioses de la luna y el sol?, pero ¿quienes son ellos?" – se preguntaba Athena.
–Busquen el poder dentro de ustedes, sé que podrán derrotarlo una vez más – la voz se escuchaba cada vez más lejos.
–Espera, ¿a quién te refieres con "ustedes"?, ¿qué hay que hacer? – preguntó Athena un poco desesperada, sentía que debía hacer algo pero no entendía qué.
La voz volvía a escucharse susurrando a lo lejos pero sus palabras eran ya ininteligibles.
–Espera… no me dejes, por favor – ella tenía miedo, no quería quedarse sola en ese lugar desconocido, aunque, por alguna razón tenía la sensación de haber estado ahí antes.
Athena despertó en una cama, rodeada de blancas sábanas con un aroma delicioso, parecía una especie de perfume.
No era su casa, no reconocía el lugar. Sus pensamientos la hicieron recordar aquella noche en el templo.
"No otra vez" – pensó desesperada.
No le gustaba esa sensación de incertidumbre al no saber dónde estaba y qué pasaría a continuación.
Se sentó en el borde de la cama e intentó caminar, pero al pisar con su pie derecho sintió un dolor intenso en sus rodillas y en su tobillo derecho.
Apretó los ojos intentando soportar el dolor e iba a esperar un poco para volver a intentarlo una vez más, pero en eso la puerta se abrió y Iori apareció en ese lugar entrando a la habitación.
Los dos se miraron por unos segundos, Athena tenía más dudas ahora, ¿qué hacía Iori en ese lugar?, ¿sería su casa? Y de ser así ¿qué hacía ella ahí?.
–Despertaste – susurró él al verla.
–Iori… ¿qué pasó? – preguntó Athena desconcertada.
Él se sentó a su lado en el borde de la cama, definitivamente ella no recordaba nada y por alguna razón ahora se encontraba transpirando mucho, él tocó su frente y notó que estaba muy caliente.
–Caíste por las escaleras y te traje a mi casa – intentó explicar Iori –Recién llegamos, pero iba a llevarte al hospital ahora para que te atiendan mejor – confesó.
Athena empezó a recordar, su memoria la llevó al recuerdo de la cafetería cuando cayó por las escaleras porque la atravesó de repente un intenso dolor de cabeza y perdió el conocimiento. Pero después también pudo recordar el sueño que acababa de tener, era importante comunicarle a Iori lo que había pasado en él.
–Iori déjalo así, yo estoy bien, es mejor que empecemos a preocuparnos de cosas más importantes – lo miró a los ojos y lo tomó por los hombros –Yo he tenido una revelación – confesó Athena.
–¿Revelación? – preguntó Iori confundido.
–Si, pero no logro comprenderla… había una voz que me advertía sobre un Dios que vendría a buscar venganza, yo siento que debo hacer algo pero…
Mientras ella hablaba, Iori se había quedado muy sorprendido por todo lo que mencionaba acerca de su sueño. No podía ser una coincidencia que los dos hubieran tenido los mismos sueños sobre Dioses y justo después de haber salido de ese templo extraño, algo estaba pasando, pero no sabía que era.
–A ver, a ver, tranquila – la interrumpió él de repente –Fue un sueño, nada más… es lógico que no existen tales Dioses – comentó.
–No podemos saberlo, Iori… – dejó de hablar por un momento pues se sentía desesperada y más al darse cuenta de que él no le creía –por favor, necesito tu apoyo, no puedo hacerlo sola – suplicó.
–¿Mi apoyo para qué?, ¿para encontrarle una secuela a tu pequeña historia de fantasía? – no pudo evitar burlarse un poco.
Athena lo tomó de ambas manos repentinamente y lo miró a los ojos con una mirada profunda pero cálida. Quería que la escuchara, que la entendiera.
El pelirrojo detuvo su pequeña burla en seco al sentir el cálido tacto de las manos de Athena sobre las suyas, miró su rostro y sintió esa calidez con la que ella lo veía, definitivamente era ella la mujer de su sueño. Era el mismo rostro, la misma mirada…
–Quiero tu apoyo para comprender que sucedió esa noche, la razón por la cual estábamos en el templo y también… quiero saber por qué siento una extraña conexión contigo desde ese día – musitó sintiendo algo de vergüenza al confesar eso que le inquietaba, sus mejillas empezaron a ponerse coloradas.
Iori tragó saliva al sentir cómo lo asaltaban los nervios, al estar frente a ella tan cerca era inevitable no sentir como su corazón se aceleraba, además ese sueño estaba empezando a despertar en él un sentimiento muy extraño hacia ella, pero no entendía el por qué.
Él miró sus labios y no pudo evitar recordar cómo la besaba en esas memorias lejanas de alguna otra vida, su corazón clamaba por tocar esos labios, hacerlos suyos. Aún entre sus pensamientos extraños, luchaba por reprimirse y mantenerse en calma por difícil que le pareciera.
–Te diré algo… yo también tuve un sueño – susurró Iori animándose a contarle por fin acerca de ese pequeño secreto.
Athena empezó a sentir una conexión más fuerte ahora que él también se estaba abriendo con ella. Quería escucharlo y que él la escuchara, apoyarse mutuamente en esa situación que los dos compartían.
–¿De que trataba tu sueño?, Iori – le preguntó mirándolo con intriga. Una sonrisa se dibujó en sus labios mientras lo veía.
–Estábamos tú y yo… en otra dimensión o tal vez otro universo… ibas a ser mi esposa – contaba nervioso, incluso girando un poco su cabeza para evitar la mirada de Athena.
–¿D-de verdad?, que hermoso…– susurró ella al escuchar esa bonita historia.
–¿Sabes que es lo más extraño?, es que, no siento que hubiera sido solo un sueño, se siente como si lo hubiera vivido realmente aunque sé que es una estupidez – expresó él.
Athena puso sus manos sobre el pecho de él sintiendo los latidos de su corazón, se sentía atrapada ahora, envuelta en esa calidez que estaba sintiendo al estar a su lado.
–Tu corazón… late con fuerza –dijo ella con un tono de voz suave y profundo. Desde que habían salido del templo aquella vez, por alguna razón, una fuerza divina la hacía sentir que debía estar con él.
Iori la miró a los ojos y sintió como si una especie de magnetismo los atrajera. Los dos sentían como si su corazón fuera a salirse de su pecho por lo rápido de sus latidos, él tragó saliva intentando contenerse, una parte de él se moría por besarla, pero su parte más lógica pensaba que eso no debía ser.
Ambos continuaban acercándose sintiendo una especie de corriente eléctrica recorrer su cuerpo intensamente, era casi imposible resistirse. Además la cercanía de ella era tentadora, él estaba a sólo un paso de sujetar su rostro y empezar a besar sus labios… pero entre toda la confusión, se contuvo.
Iori se puso de pie cortando esa cercanía que había entre los dos y empezó a caminar hacia afuera de la habitación.
–Tienes que descansar Athena, estaré afuera – comentó el para después salir de una vez por todas de la habitación.
Athena se quedó en la cama mirando a la nada, parpadeando lentamente entre la confusión de lo que había estado a punto de pasar.
Iori salió al jardín mientras intentaba poner en orden ese mar de emociones que estaban empezando a surgir en él poco a poco. Jamás creyó poder sentir eso por nadie.
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Algunas horas después, él continuaba afuera sentado en una banca, tocando una melodía con su guitarra acústica. En sus piernas tenía las hojas con las canciones que Athena le había dado en esa cafetería.
Mientras tocaba las cuerdas de la guitarra miró al cielo nocturno y recordó su sueño una vez más, específicamente esa escena donde él acarició el rostro de la bella Diosa al preguntarle si se convertirá en su esposa. Esos recuerdos no lo dejaban en paz.
Sin querer, empezó a ponerse en los zapatos del Dios de la luna al imaginar el giro que dio su vida, pasando de estar hundido en la soledad a tener a su lado una compañera que literalmente, había llegado a iluminar su existencia.
Y como si de una profecía se tratase, Athena llegó en ese momento, caminaba hacia él con una radiante sonrisa y esa cálida mirada que parecía acariciarle el corazón. Aún cojeaba un poco, Iori pudo notarlo.
–¿Qué haces aquí?, te dije que descansaras.
Esa pregunta hizo que Athena dejara de sonreír por unos segundos, pero eso no le impidió seguir acercándose a él y sentarse a su lado. Al estar ahí volvió a sonreír mirando el instrumento en las manos de Iori.
–Yo… no quería estar sola – susurró ella.
–¿Qué hay de tus lesiones? – preguntó ahora con interés –¿No puedes usar tus poderes psíquicos para curarte?.
–Lo hice y de hecho si mejoré bastante, pero mi energía se agotó muy pronto, lo seguiré intentando mañana – expresó.
–Como quieras – contestó él.
Sin más, continuó tocando la melodía con el instrumento que sostenía entre sus manos, Athena lo miraba atentamente pero a Iori le extrañaba esa mirada, pues ella no estaba observando sus manos mientras tocaba, sino más bien su rostro.
Empezó a sentirse nervioso una vez más.
–¿Qué tanto me ves? – preguntó causando que Athena volviera a la realidad.
–Ahh yo… sólo te observaba porque siento que nos hemos conocido antes, en otra vida – bajó la mirada avergonzada –No me hagas caso…
–Maldición, con lo difícil que se me hace resistirme y ahora… – frenó sus palabras al darse cuenta de que estaba hablando de más, había externado algo que no quería.
–Oh, Iori… – se mordió un poco la uña de su dedo índice al sentir calor subir a su rostro –¿Acaso estás diciendo que te parezco irresistible? ¿es eso? –sonrió mientras empezaba a sonrojarse.
–Claro que no, no te creas tan especial – gruñó él.
Athena cubrió su boca mientras soltaba pequeñas risitas divertidas.
–¿De qué demonios te ríes? – preguntó él mirando como el rostro de Athena se coloreaba de un rosado brillante.
–Piensas que soy linda, ¿verdad? – lo miró mientras seguía cubriendo su boca nerviosamente.
–Deja de fastidiar y olvida eso que dije – alegó.
–Demasiado tarde, estoy segura de que si me besaras probablemente terminarías enamorándote de mi –continuó riendo de forma divertida mientras lo miraba, tenía ganas de provocarlo un poco.
Iori la sujetó del rostro y su dedo pulgar lentamente se deslizaba hacia su mentón.
–No sucedería, podría besarte las veces que yo quisiera y no sentiría la más mínima pizca de amor hacia ti – respondió intentando lucir confiado.
–No te creo… – ladeó ligeramente su cabeza mientras lo retaba con la mirada, sus mejillas se ponían cada vez más coloradas.
–¿Quieres que te bese y te lo demuestre?– preguntó mientras acariciaba ahora sus labios con el dedo pulgar.
Athena entrecerraba los ojos al sentir esas suaves caricias en sus labios, quería que ahora fueran los labios de él los que la acariciaran.
–Yo… no lo sé – susurró mientras acercaba inconscientemente sus labios entreabiertos a los de él.
Sin más, Iori la sujetó de la cabeza y empezó a presionar fuertemente sus labios contra los de ella. Athena alcanzó a soltar un pequeño gemido ante la repentina acción de sus labios encontrándose en ese beso apasionado. Él la tomó de la cintura acercándola más a su cuerpo mientras ella colocaba las manos en su pecho.
Los dos se besaban con pasión encendiendo una llama dentro de su corazón que marcaba el inicio de una historia escrita por el destino.
.
"Aquel rostro sonriente.
Atravesó mi corazón cuando nos conocimos.
Realmente quiero protegerlo.
Dentro del agonizante dolor
Abracé nuestra débil promesa."
.
~continuará.
