N/A: Segundo capítulo del día de hoy, como siempre espero que lo disfruten y se aceptan tomatazos!

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Taiyō no Kami; el Dios del sol, se encontraba teniendo una batalla amistosa con su rival, el Dios de la luna.

Los dos tenían una especie de rivalidad centrada en el respeto y la superación, aún así, seguían colaborando juntos cuando una amenaza externa lo ameritaba.

Finalizaron su pequeño duelo y los dos se sentaron en el pasto, en ese sitio oscuro frente al santuario del Dios del sol.

Mientras descansaban, una joven se acercó a ellos caminando tímidamente sin estar completamente segura en si acercarse o no. Finalmente se decidió y aceleró su caminar, al llegar a donde ellos estaban se sentó junto al Dios de la luna.

Los dos se dieron un corto beso ante la mirada atónita del Dios del sol. Él no lo quería admitir, pero había sentido un poco de envidia hacia su rival. La joven mujer era hermosa, ella llevaba una bonita tiara con el símbolo de la estrella. Tsuki No Kami era muy afortunado en tener a alguien como ella a su lado.

–Amado Tsuki… – murmuró ella mientras lo tomaba de las manos –También, usted, Taiyō No Kami, todos han sido convocados a la celebración de hoy en él santuario Shinsei – comunicó la chica.

–Ah, ya recuerdo… hoy darán la bienvenida nuevamente a Ginga no Kami, ¿no es así? – preguntó el Dios del sol.

–Así es – ella sonrió –Los grandes pilares esperan que todos podamos asistir, entonces, por favor no falten – pidió amablemente.

Los dos estuvieron de acuerdo y empezaron a prepararse para la celebración que se llevaría a cabo.

Algunas horas más tarde:

Todos estaban en la celebración dando la bienvenida al Dios de la galaxia que había sido desterrado hace años con ayuda del Dios de la luna y el Dios del sol.

Taiyō No Kami estaba sentado en el suelo frente a una pequeña mesa mientras veía a todos tener una convivencia amena. Él no estaba agusto, no entendía por qué le habían dado otra oportunidad a ese Dios después de la codicia que lo había cegado, aún así, no había nada que hacer, esa decisión venía de los altos mandos.

Ginga No Kami hizo su aparición y apenas entró al lugar su mirada se posó sobre una hermosa mujer, Hikari No Megami. Él sintió como esa codicia se encendía nuevamente dentro de su ser… la quería, deseaba tenerla a toda costa. Su mirada se centró ahora en aquel Dios que la acompañaba, era el Dios de la luna, aquel que alguna vez lo había desterrado, la ira no cabía dentro de sí.

Él se acercó a esa bella Diosa y le ofreció su mano mientras la observaba con ojos de deseo.

–¿Aceptaría acompañarme a brindar a mi mesa? – invitó a la joven mujer.

Ella hizo una reverencia mostrando respeto, pero no le cedió su mano, no lo quería acompañar.

–Agradezco la invitación, Ginga No Kami, pero estoy comprometida, temo que mi respuesta es un no – respondió ella con educación.

Él sonrió al verla y escuchar su respuesta, no sabía por qué pero su manera de ser lo atraía incluso más que su físico.

–Mi bella Diosa, disculpe la insistencia, pero es tan solo una tradición compartir un brindis con el festejado en una celebración, no estaría faltándole el respeto a su prometido – insistió.

–Reitero, mi respuesta es un no, discúlpeme pero mis valores no me permiten aceptarlo, desde este momento yo pertenezco a Tsuki No Kami, mi prometido – contestó ella con firmeza.

Después de esa respuesta, ella tomó el brazo de su prometido y los dos empezaron a caminar hacia otra parte. Ginga No Kami estaba sorprendido, emocionado, no se había molestado en absoluto sino que ahora deseaba más a esa mujer, una profunda obsesión se había encendido dentro de su alma.


Kyo despertó de su sueño por la madrugada, sudaba y transpiraba debido a lo intenso que había sido sentir eso tan real. No entendía por qué había soñado a Iori y Athena siendo una pareja, tampoco por qué todos eran Dioses y no sabía quién era ese extraño hombre a quien llamaban "Ginga No Kami".

No entendía nada, pero definitivamente había sido un sueño desagradable, casi que se podía considerar una pesadilla.

–Que estúpido sueño – masculló entre dientes al intentar volverse a dormir.

[…]

Al empezar la mañana, Iori y Athena paseaban por un camino rural y boscoso, iban en búsqueda de Chizuru para preguntarle por algo de información sobre esos sueños que habían tenido últimamente, también tenían la esperanza de que ella supiera algo sobre ese templo.

Mientras caminaban los dos iban conversando…

–Me encanta como luce el paisaje por estas fechas, las hojas de los arboles empiezan caer – comentó Athena mientras observaba atentamente los alrededores.

Iori también miraba con atención el paisaje lleno de árboles cuyas hojas empezaban a ponerse naranjas ante la llegada del otoño. No sabía explicar por qué, pero sentía una fuerte nostalgia y melancolía al ver el entorno con esos colores otoñales. Algo dentro de él lo hacía sentir que en otra vida, en esa época del año, había experimentado una profunda tristeza que continuaba persiguiéndolo.

–No exageres, todo se ve aburrido por estas fechas – respondió Iori intentando ocultar esa nostalgia que lo azotaba sin explicación alguna.

Athena reflexionó esa respuesta por unos segundos.

–¿Sabes algo? – susurró ella mientras continuaba mirando el paisaje al caminar –Yo… siento como un dolor en el pecho inexplicable… como un vacío – intentó expresar su sentir.

–¿Cómo? ¿Te sientes mal? – volteó a verla.

Ella negó con la cabeza ante la pregunta.

–No me refiero a eso, quiero decir… esta época del año me encantaba, pero ahora no puedo evitar sentir un vacío en mi corazón al mirar el paisaje de otoño, ¿no te pasa? – preguntó finalmente.

Iori no pudo evitar sorprenderse, pues ella había explicado exactamente lo que él sentía.

–En realidad, si – respondió con sinceridad.

–¿Eh? ¿De verdad? – lo miró ella sorprendida mientras caminaba.

Debido a la distracción, Athena pisó una roca sin darse cuenta y empezó a tambalearse a punto de caer. Iori la sujetó de la mano pero no pudo hacer nada y cayeron los dos al césped; él sobre ella.

–¿Estás bien? – preguntó Iori mientras hacía fuerza con sus brazos para no aplastarla.

–S-si… estoy bien – musitó ella.

Los dos se miraron a los ojos por unos segundos y recordaron cómo sus labios habían compartido un apasionado beso el día anterior.

Athena se mojó los labios y miró a Iori esperando que él se acercara, quería sentirlo otra vez.

–Iori… – susurró Athena mientras sus ojos se entrecerraban –Me gusta estar contigo…

Él no supo que contestar, su corazón empezó a acelerarse al mirar sus ojos y sus labios húmedos. Debía admitir que ese beso que habían compartido había sido fantástico, siendo sincero él deseaba más de ella. Además de eso, le parecía extraño pero agradable sentir esa calidez que ella le brindaba.

Sin responder nada él hizo a un lado su largo fleco y acarició su mejilla sonrojada. Sus labios lo estaban tentando.

–Iori… – susurró ella una vez más.

–¿Mmm?

–Tú… ¿cumpliste lo que me juraste ayer?– preguntó sin dar más explicaciones. Iori no entendía a qué se refería ella.

–¿De que hablas? – la miró extrañado.

–De que… no terminarías enamorándote de mí después de besarme – sonrió divertida al mismo tiempo que sus mejillas tomaban un color más intenso.

Él se acercó a su oído para susurrarle la respuesta a esa pregunta.

–Claro que lo cumplí, no me hagas demostrártelo otra vez – después de esas palabras él mordió suavemente el lóbulo de su oreja.

–Ahh… mmm – externó ella pequeños suspiros –D-demuéstramelo de nuevo… – musitó mientras empezaba a sentir una pequeña corriente eléctrica que la recorría completamente.

Iori la miró a los ojos y sintió como si su mirada fuese una clase de imán que lo atraía, lo hacía acercarse poco a poco. Finalmente se dejó vencer por ese magnetismo uniendo sus labios con los de ella.

En ese momento tenía demasiadas emociones encontradas: esa profunda nostalgia que se había apoderado de él repentinamente y por otra parte, un sentimiento dulce y cálido que lo envolvía al besar los labios de Athena, de alguna manera esto último hacía desaparecer cualquier sentimiento de nostalgia y melancolía que pudiera existir en él.

.

"Sólo para tomar un respiro.

Sólo para compartir el mismo dolor

Poco a poco me di cuenta de este amor

Que reúne la felicidad."

.

Al terminar el beso los dos se incorporaron nuevamente y empezaron a caminar en dirección al templo de Chizuru como lo habían planeado desde un principio.

Al llegar, la sacerdotisa los recibió y los hizo pasar a la sala principal del templo.

Entraron quitándose los zapatos y pisaron con sus pies descalzos el tatami en el suelo.

Se sentaron en él, frente a una pequeña mesa kotatsu y Chizuru se sentó frente a ellos.

–Iori, Athena, ¿Qué los trae por aquí? – preguntó Chizuru con interés y amabilidad.

–Chizuru… nosotros queríamos saber si tienes alguna idea sobre lo qué pasa con nosotros, hemos tenido sueños un poco extraños – comentó Athena.

Una doncella con vestimenta de sacerdotisa entró al lugar dejando sobre el kotatsu tres tazas de té verde; una para cada quien.

–Gracias – dijeron los tres casi al unísono.

–Unos extraños sueños…– musitó Chizuru reflexionando esa información –¿Que han soñado exactamente? – preguntó.

–Verás… – Athena hizo una pequeña pausa mientras intentaba poner en orden la información en su mente –Hemos tenido sueños sobre los Dioses de la luna y el sol, también la Diosa de las estrellas y la luz. He escuchado una voz que me advierte de un enemigo que se acerca a cobrar venganza – intentaba explicar.

Chizuru se quedó estática por unos segundos tras escuchar la historia de Athena.

–¿Algo más? – preguntó intentando tener todas las piezas del rompecabezas en su mente.

–También aparecimos en un templo extraño – complementó Iori –Los sueños empezaron desde esa noche.

Tras haber recibido toda la información que los dos le dieron, Chizuru estaba segura de lo que pasaba.

–Si han tenido esos sueños, lo más seguro es que el alma de esos Dioses haya reencarnado en ustedes y ahora están despertando los recuerdos para vencer a ese Dios desterrado que regresa cada mil años a tomar venganza – comunicó Chizuru –Verán, les contaré una pequeña historia…

La sacerdotisa empezó contarles a los dos la profecía del mes de octubre:

Cuenta la leyenda, que el Dios del Universo; el Dios creador, desterró a su hijo a quien había bautizado como el Dios de la galaxia, quien era encargado de cuidar de esta como si fuera lo más importante en su vida. El Dios de la galaxia; Ginga No Kami, se llenó de codicia y empezó a pedir más, quería más bienes pero no la responsabilidad que estos conllevaban. Al ser negada su petición y en un arranque de ira, Ginga No Kami empezó a destruir aquello que debía cuidar y su padre lo castigó quitándole la mitad de su poder, además, pidió la ayuda de los Dioses del sol y la luna para desterrarlo del reino del universo.

Años después, su padre, siendo un padre amoroso y compasivo le dio otra oportunidad a su hijo de volver a sus reinos, pero en esta ocasión, él se enamoró de una joven Diosa llegando incluso al punto de la obsesión.

Esta Diosa, era la Diosa de las estrellas y la luz; Hikari No Megami, prometida del Dios de la luna; Tsuki No Kami.

Al enterarse de la relación que esta Diosa tenía precisamente con aquel que algún día ayudó a desterrarlo, el corazón de Ginga No Kami se llenó de ira y su obsesión por esa joven se hizo más fuerte.

Según cuenta la leyenda, Ginga No Kami asesinó a ambos Dioses el día de su boda, el día en el que el pacto de su destino había sido sellado para la eternidad.

Al ver lo que su hijo había cometido, su padre volvió a desterrarlo una vez más de su reino. Esta vez, el oráculo escribió en el libro del destino que Ginga No Kami sólo podría regresar a la vida cada mil años en el mes de Octubre; que fue cuando cometió su crimen, aprovechando él esa pequeña oportunidad para vengarse de aquellos que un día lo desterraron y buscando desesperadamente el amor de esa Diosa con la que tanto se obsesionó.

Al finalizar la historia, Athena no pudo evitar que unas lágrimas empezaran a correr por sus mejillas. Imaginar el triste final del Dios de la luna y la Diosa de las estrellas, de alguna manera la hacía sentir una inmensa melancolía.

También le preocupaba el hecho de que Ginga No Kami estuviera a punto de volver, esos recuerdos de un pasado muy lejano estaban despertando en ellos para poder vencer a ese Dios, pero ¿cómo?.

Iori también estaba dándole vuelta a muchas cosas en su cabeza, miró a Chizuru y le externó su duda.

–¿Qué hay que hacer para vencer a ese Dios? – preguntó Iori intrigado.

Athena también miró a Chizuru esperando la respuesta.

–Yo podría decirles con toda certeza, que en el templo donde ustedes despertaron esa noche es donde pueden encontrar todas las respuestas – les comunicó Chizuru.

Iori y Athena se miraron mutuamente teniendo los dos la misma idea. Ahora su próxima misión era volver al templo e intentar buscar las respuestas a todas las dudas que esperaban ser resueltas.

~continuará…