N/A: regresé con 2 capítulos más.
Sentí que me quedaron un poco largos (o no se, tal vez me equivoco) pero sentí que era justo y necesario jeje n_n solo me queda agradecerles por el apoyo en la historia y espero que les siga agradando.
Mortos: Agradezco tus reviews y el apoyo, gracias por estar aquí y espero no defraudar tus expectativas, te mando un fuerte abrazo a la distancia!
Meredith: Sisi ya sabes amiga, tenía esta historia desde hace mucho y pues me animé a subirla, ojalá te guste mucho, planeo subir más de ellos pronto n_n te mando un abrazote!
Cronos Targaryen: Gracias por leerme y agradezco tus opiniones y consejos, sin duda los tomaré en cuenta ya que veo que eres experto en este ship jeje pronto quizá le dé una releída a la historia a ver qué puedo mejorar! Gracias y un abrazo!
Besos y abrazos para todos, los dejo con estos dos capítulos.
XoXo
Kyo llegó corriendo al templo que buscaba y se inmiscuyó lentamente entre todas las habitaciones de este.
Al estar ahí, no pudo evitar sentir un fuerte golpe de nostalgia azotar su cuerpo como si él ya hubiera estado ahí en el pasado.
Entonces, un recuerdo extraño empezó a aparecer en su memoria.
Taiyō No Kami había observado lo que ese Dios les había hecho a la pareja de enamorados. El Dios de la galaxia despotricó un grito desgarrador al darse cuenta de lo que había hecho.
–¡GAAAAAAHHHHH! - gritaba Ginga No Kami al sentirse arrepentido por haberle quitado la vida a la mujer que amaba. Se tomó por la cabeza desesperado y se estiró el cabello intentando controlar su ira.
El Dios del sol sólo pudo salir de ahí e ir en busca del oráculo.
Llegó al santuario y se inclinó haciendo una reverencia ante el oráculo y el Dios del universo, después, procedió a contarles lo que había presenciado.
–Amo del universo, yo… he visto cómo su hijo despojaba de la vida al Dios de la luna y a la Diosa de las estrellas y la luz – comunicó.
El oráculo sujetaba su libro mientras sentía una mala energía recorriendo su cuerpo. En el libro del destino empezó a dibujarse el final de Ginga No Kami.
El Dios del universo dio un golpe a la gran mesa que tenía frente a él, estaba enojado con su hijo por haber traicionado su confianza, esta vez no le podía dar otra oportunidad.
Con sus poderes sobrenaturales hizo aparecer a su hijo frente a él para juzgarlo como era debido.
–¿Qué haz hecho? – lo reprendió mirándolo severamente.
–Padre… – musitó –Yo… ¡no sé por qué ella no podía ser para mi! Soy tu hijo… ¡MERECÍA MÁS QUE ESE DIOS! – dijo eso último alzando la voz nuevamente.
–No puedes contrariar un mandato divino, ahora el futuro que te espera es desalentador para ti – comunicó el Dios del universo.
–El libro divino ha elegido tu destino – señaló el oráculo –Deberás ser desterrado y tendrás derecho a regresar a la vida sólo una vez cada mil años, en el mes de Octubre que fue cuando cometiste tu falta. Eso será por el resto de la eternidad – finalizó su sentencia.
–N-no… no pueden hacerme esto, soy el amo de la galaxia, debo hacerme cargo – intentó convencerlos de retractarse.
–¡Y siendo el amo de la galaxia despojaste de la vida a dos de los pilares más importantes! – lo miró severamente su padre.
Después, apuntó su dedo índice hacia él y con dolor en sus ojos sólo pudo hacer cumplir con los mandatos del destino, desterrando de su reino a Ginga No Kami.
–¡JURO QUE ME VENGARÉ! – fue lo único que alcanzó a gritar el desterrado Dios antes de desaparecer completamente.
Taiyō No Kami observaba la escena conmocionado, no sabía cómo reaccionar tras ver eso. Debía admitir que le impactó mucho ver como desterraban a ese Dios.
El oráculo miró al Dios del sol y sintió como su destino también empezaba a ser escrito en el libro divino.
–Taiyō No Kami – llamó su atención el oráculo –Debes reencarnar en la Tierra pues ahí hará su aparición el Dios desterrado. Debes guiar al Dios de la luna y a la Diosa de la estrellas y la luz, cuyas almas también han sido enviadas a reencarnar – dictó su destino.
–Yo… acepto mi destino, amo de la sabiduría – hizo una reverencia.
–Te será concedida la espada "Ame No Murakumo" para hacer frente al Dios Desterrado cuando él haga su aparición cada mil años – comunicó.
Después, una espada mística empezó a ser absorbida por el cuerpo del Dios del sol.
El amo del universo comentó algo también.
–Crearé para ustedes un templo en la Tierra. Cuando mi hijo aparezca, nosotros los haremos aparecer en ese templo creando una realidad alterna en la que nosotros, los pilares del universo, podremos tener aún un poco de control. – advirtió.
–He entendido, Amo del Universo, pero debo preguntar, ¿de qué servirá el que ustedes tengan el control en esa realidad? – preguntó confuso el Dios del sol.
–Para poder guiarlos a despertar sus poderes y para desterrar a Ginga No Kami sin que sus vidas normales se vean afectadas. Una vez derrotado, ustedes no recordarán nada de lo sucedido y podrán seguir viviendo con normalidad – explicó el Dios.
–Yo entiendo y acepto mi destino – fue la respuesta de Taiyō No Kami.
El Dios del universo apuntó hacia él con su rayo místico y entonces, el Dios del sol desapareció, materializando entonces el símbolo del sol en el cielo y mandando el alma de este Dios a reencarnar en la Tierra.
Después de esta revelación, Kyo sintió una especie de escalofrío recorrer su cuerpo. Había recordado todo y ahora estaba pisando ese templo que el Dios del universo había creado alguna vez.
Caminó por entre las habitaciones y ahí fue que pudo ver a Iori junto con Athena. Sin darle más vueltas empezó a acercarse a ellos, inspeccionando con una mirada curiosa lo que esos dos hacían.
–¿Hola? – habló Kyo llamando la atención de los dos.
Athena se sobresaltó un poco y miró a Kyo con una sonrisa nerviosa.
–Hola Kyo, ¿qué haces aquí? – preguntó confundida de encontrarse en el mismo lugar con él.
–Fui con Chizuru y ella me dijo que podía encontrar respuestas a todo si venía a este lugar… y tenía razón – confesó.
Iori lo miró con detenimiento, ahora que tenía recuerdos de su otra vida podía ver el reflejo del Dios del sol en él. Athena miró a Iori por unos segundos y después se volvió con Kyo.
–¿Qué respuestas encontraste? – preguntó curiosa.
Al hacer esa pregunta, Kyo empezó a contarles todo lo que había recordado. Todas las revelaciones que tuvo explicaban perfectamente el por qué habían aparecido de repente en ese templo, también por qué estaban empezando a tener sueños extraños.
Tras haber escuchado la historia que Kyo les contó, ahora todo estaba más claro.
En ese momento, los tres entendieron que debían canalizar sus poderes divinos para poder hacerle frente a ese Dios cuya llegada en la Tierra estaba cada vez más cerca.
[…]
Algunas horas después, los tres estaban entrenando en el jardín del templo.
–Vamos Athena, eleva más esas patadas – la animaba Kyo mientras ella intentaba alcanzar con sus pies las manos de él.
–Estoy… cansada – exhaló profundamente mientras continuaba intentando alcanzarlo.
Iori estaba un poco alejado tratando de canalizar esa energía interna que se suponía debía incrementar sus propios poderes. Aún así, de tanto en tanto miraba de reojo a aquellos dos mientras entrenaban juntos, parecía que estuvieran jugando y divirtiéndose.
Algunos minutos después, Athena y Kyo habían incrementado el ritmo de su entrenamiento, golpes y patadas se mezclaban en el aire siendo esquivados hábilmente por los dos.
De un momento a otro, Athena realizó una patada giratoria dando una vuelta hacia atrás intentando golpear a Kyo, pero un mal cálculo provocó que empezara a perder el equilibrio y el castaño tuvo que apresurarse y sujetarla por detrás en el momento que parecía que iba a caer de espaldas.
–Más cuidado, señorita – sonrió Kyo mientras la tenía sujeta con ambas manos –Ha sido suficiente entrenamiento por hoy.
Athena lo miró de reojo sin apartarse del agarre de sus manos. También sonrió.
–Estoy de acuerdo, creo que ha sido suficiente… ¿deberíamos irnos a casa? – empezó a incorporarse separándose lentamente de él.
–Nos podemos quedar aquí en el templo, ¿qué te parece?, suena interesante ¿no? - le preguntó mientras se acercaba a tomar su brazo y miró atentamente la pulsera en su muñeca.
–Si, el lugar es lindo – ella sonrió mientras notaba como Kyo inspeccionaba la pulsera que llevaba puesta.
–Hmm… ¿por qué una luna? Athena, creo que las estrellas van mejor contigo – dijo él al mismo tiempo que miraba a Iori por el rabillo del ojo y sonreía de forma arrogante.
Iori estaba hecho un mar de rabia hasta ese punto, pero se quedó a ver qué más sucedía.
–¿De verdad?, yo pienso que es linda – musitó Athena mientras miraba su pulsera.
–Nah, insisto que las estrellas van mejor contigo, así como la que llevas en tu diadema– miró la pequeña estrella en la cabeza de Athena y la tocó con sus dedos, después pasó su mano a retirar hacia un lado los mechones de cabello que caían sobre sus mejillas.
Iori no resistió más ver eso y decidió entrar al templo. Más tarde Athena y Kyo entraron también y esa noche los tres se quedaron en ese lugar.
Más entrada la madrugada, Athena se levantó al no poder dormir. Salió al jardín del templo y empezó a caminar dispuesta a tomar un poco de aire fresco. Miró la puerta Torii que le daba un aspecto místico a ese lugar junto con la luz de la luna llena que iluminaba el cielo nocturno.
Al caminar un poco más notó que Iori también estaba ahí, el pelirrojo se encontraba frente a un árbol alto mientras veía la luna en el cielo. Sin pensarlo dos veces Athena se acercó a él.
…
–¿Tampoco podías dormir? – preguntó ella al encontrarse cerca.
Iori la miró de reojo y se tardó unos segundos en responder a su pregunta.
–¿Qué haces tú aquí?, deberías ir a meterte en la habitación con el imbécil de Kusanagi – masculló entre dientes.
–¿Eh?, pero… – ella se quedó sorprendida al notar a Iori un poco molesto –¿Acaso estás celoso?.
–Haha, ¿celoso?, ¿crees que sentiría celos hacia una maldita niña insignificante como tú? – exclamó con voz sarcástica.
Athena continuó observándolo, inspeccionando esa repentina molestia en él, era evidente que estaba celoso pero jamás lo admitiría.
–Tienes razón – susurró ella –¿por qué tendrías celos si no sientes nada por mi?, tal vez si debería ir y meterme en la habitación con Kyo – se dió la vuelta para irse.
Al escuchar esas palabras Iori la jaló de la mano y la azotó de espaldas contra el árbol. No había usado mucha fuerza pero si la suficiente como para que Athena se quedara sin aliento por unos segundos incluso haciendo caer unas cuantas hojas secas sobre sus cabezas.
–Quiero verte entrar en la maldita habitación con él, sólo atrévete a hacerlo y te juro que los mataré a los dos – exclamó apretando los dientes con evidente molestia.
Athena se quedó sin palabras por unos segundos tras escuchar esa advertencia, no se había asustado en lo absoluto, sino que al contrario, empezó a sentir algo encenderse dentro de su pecho. Miró a Iori de manera profunda mientras sentía calor subir por sus mejillas.
–¿Lo harías? – colocó las manos en su pecho y lentamente las fue subiendo sin despegarse ni un milímetro hasta llegar a su cuello y rodearlo con sus brazos –Entonces hazlo… mátame – lo retó.
Iori pasó una mano por detrás de su cabeza y la tomó del pelo acercándola más a su rostro. Athena solo pudo soltar un pequeño quejido ante tal acción.
–No juegues con mi paciencia, Athena – la miró a los ojos y ambas miradas parecían empezar a luchar entre sí.
Athena no dijo nada y se acercó aún más, empezó a rozar los labios de él con los suyos. Iori no soltó su cabello sino que al contrario, la sujeto con más fuerza y profundizó más el beso sintiendo como sus labios peleaban entre sí por tener el control.
Minutos después, los dos cortaron el beso y un delgado hilo de saliva parecía unir sus bocas. Sus miradas volvieron a clavarse la una en la otra mientras intentaban recuperar el ritmo normal de su respiración.
–Tu eres mía y lo sabes… haz sido mía desde hace millones de años, en cada una de nuestras vidas pasadas – susurró Iori con un tono de voz profundo y demandante.
–¿Ah si?, pues yo creí que en esta vida no te interesaba en lo absoluto – le dedicó una sonrisa traviesa y con su mirada lo retaba a besarla otra vez.
Él volvió a apoderarse de sus labios, esta vez de una forma más ruda y apasionada. Sus labios se buscaban como si de ello dependiera su vida, sus lenguas empezaron a jugar una especie de batalla en la que una intentaba dominar a la otra, Iori mordió un poco la lengua de Athena y ella soltó un pequeño quejido terminando el beso.
Él aprovechó ese momento para susurrarle algo al oído.
–Deja ya de decir tonterías, no quiero volverte a ver con ese imbécil – su voz era susurrante y profunda, después de eso mordió ligeramente el lóbulo de su oreja.
–Ahh… mmm… no puedes…
Sus palabras se vieron interrumpidas en el momento que Iori tomó sus labios una vez más. Athena emitía pequeños suspiros que quedaban ahogados en sus bocas.
El silencio de la noche sólo era acompañado de los pequeños ruidos provocados por los grillos y las cigarras que cantaban una melodía pacífica, aparte del sonido de sus besos.
Al separarse, Athena lo miró con sus ojos entrecerrados y un rubor intenso en sus mejillas. El corazón de los dos latía con fuerza, golpeaba su pecho como si quisiera huir de ahí en ese momento.
–Oh… Iori… entonces ¿estaremos juntos en esta vida como en nuestras vidas pasadas? – preguntó sintiendo cómo un montón de mariposas revoloteaban en su estómago provocando incluso que se mordiera los labios.
–Tómalo como quieras –respondió.
Y una vez más, la tomó del cabello con rudeza y se apoderó de sus labios besándolos con pasión, con lentitud, sus labios se presionaban con fuerza y las manos de Iori se perdían entre los mechones púrpura del cabello de Athena.
Ella sentía como su mente empezaba a perderse, su mirada se puso borrosa al sentir como ese beso lento se había alargado demasiado, sentía una emoción extraña encenderse en su corazón, no quería que esto terminara.
…
Algunos minutos después, los dos se encontraban sentados en el pasto. Iori tenía la espalda recargada en el tronco del árbol y Athena se encontraba entre sus piernas.
Mientras los dos disfrutaban de su mutua compañía, Athena observó la luna y las estrellas y empezó a sentir una especie de calor en el pecho
–Iori… ¿Tu crees que ellos se amaron demasiado? – preguntó ella mientras sentía el calor de sus brazos rodeándola.
Iori observó el cielo también y entonces entendió a lo que ella se refería.
–Sin duda, yo creo que así fue – respondió con total seguridad.
Sin más palabras, los dos continuaron disfrutando esos momentos juntos mientras disfrutaban de ese cómodo silencio y la luz de la luna y las estrellas que iluminaba ese paisaje otoñal.
.
"Por esos ojos que se apoyan en mi hombro congelado
He encontrado aquello que quiero proteger
El próximo amanecer reuniré los fragmentos que con pesar obtuve
Y se convertirán en luz"
.
~continuará...
