N/A: He aquí el segundo cap. subido el día de hoy. Ya en el que sigue se viene la acción y pues falta poco para el desenlace n_n
Espero que lo disfruten y nos leemos próximamente.
Besos y abrazos XoXo
Un mes después...
El mes de Octubre estaba empezando, las hojas caídas de los árboles decoraban el panorama grisáceo, el sol con su luz naranja regalaba destellos coloridos a las hojas que aún estaban en sus ramas.
Iori y Athena habían hecho su conexión más fuerte en ese tiempo que habían pasado juntos. Los dos habían iniciado un tipo de romance a escondidas de los demás, especialmente de Kyo pues Athena sabía que eso provocaría un problema entre los tres, lo cual no era viable.
[…]
Esa tarde, Athena y Iori habían ido a entrenar al templo, a solas.
Los dos habían planeado una velada especial juntos, por lo tanto, antes de ir al templo habían pasado al centro comercial a comprar algunas cosas, entre ellas una botella de vino, algunos aperitivos y una que otra cosa más.
Al terminar el entrenamiento, los dos se dieron cuenta de que empezaba a anochecer, entonces Iori se aproximó a encender las antorchas que iluminaban el jardín y Athena encendió algunas velas dentro del templo.
Una vez que Iori ingresó al templo también, se encontró con Athena husmeando un poco dentro del closet, entonces se acercó a ella para ver que era lo que le parecía tan interesante.
–¿Qué tanto miras?, ¿qué te tiene tan entretenida? – le preguntó al acercarse y poner una mano sobre su hombro.
Ella se dio la vuelta con él y le enseñó un par de conjuntos tradicionales japoneses: unas Yukatas. Una de ellas era totalmente blanca, la otra era azul obscuro y tenía el símbolo de la luna en la espalda.
–Mira, ¿no son bonitas? – sonrió mientras sus ojos brillaban al mostrarle a Iori lo que había encontrado.
–Si, son… interesantes – respondió él.
Athena bajo la mirada mientras parecía estar pensando algo, después volvió a mirarlo, esta vez sus mejillas empezaban a sonrojarse levemente.
–¿Podríamos usarlas? – preguntó con una voz suave y dulce.
Iori la miró, notó esa sonrisa radiante, sus mejillas ruborizadas y es mirada que parecía estar esperando algo. No era capaz de negarse y romper sus ilusiones.
Suspiró suavemente antes de responder.
–Bien, dame eso – ordenó al mismo tiempo que extendía su mano y recibía el atuendo de las manos de Athena. Ella había entendido su respuesta como un sí.
–¡Gracias, gracias! Iré a cambiarme entonces… ya vuelvo – exclamó entusiasmada al mismo tiempo que salía rápidamente de la habitación y se dirigía a otra para empezar a cambiarse de ropa.
Iori se quedó mirando las prendas en sus manos mientras pensaba. Una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios al pensar en lo feliz qué su respuesta hizo a esa chica, realmente la consideraba alguien especial.
Sin darle más vueltas en su cabeza empezó a vestirse y pasados unos minutos salió de la habitación buscando a Athena.
Caminó un poco hasta llegar a la sala principal, ahí la encontró observándose en un espejo, mirándose en todos los ángulos posibles con esa Yukata puesta. Se veía hermosa.
Athena miró a Iori por el espejo mientras se acercaba, así que se dió la vuelta para tenerlo de frente.
–Ah… Iori… – lo tomó de ambas manos mientras lo miraba a los ojos –Luces muy bien vestido así – sonrió mientras sus mejillas se ruborizaban.
–Tu también – respondió él sintiendo un calor subir a su rostro.
Sus miradas se encontraban sincronizadas en ese momento, parecían estar hablando por telepatía aunque realmente eran sus corazones quienes hablaban, el silencio era cómodo pues sus miradas parecían decirse todo lo que necesitaban.
–Va-vamos a la mesa, Iori – murmuró Athena mientras lo tomaba de la mano y lo dirigía a la pequeña mesa kotatsu de la sala.
Al llegar los dos tomaron asiento en el suelo sobre el tatami.
Iori empezó a servir un poco de vino en sus copas mientras los dos observaban los aperitivos ya servidos en la mesa: había uvas, trozos de queso cortados en pequeños cuadritos, galletas saladas y también dulces, ni siquiera sabían por dónde empezar.
–Empecemos por brindar un poco – sugirió Iori –Hemos estado entrenando todo un mes, pronto se acerca una batalla difícil – dijo él.
Los dos tomaron sus copas y las unieron provocando que el vidrio hiciera un pequeño ruido.
–Entonces brindo por que esa batalla pueda concluir satisfactoriamente – añadió ella.
Los dos bebieron el vino de sus copas e hicieron ambos un ligero gesto al sentir este un poco fuerte. Después Athena continuó con algo que también quería decir.
–También… brindaré por qué tú y yo estemos juntos para siempre – musitó Athena con apenas un hilo de voz, Iori la notó un poco triste y ya sospechaba él por qué.
Unas lágrimas empezaron a correr por las mejillas de Athena y el pelirrojo se las limpió suavemente con la mano.
–No llores - susurró al verla en ese estado.
–¿Recuerdas lo que Kyo nos contó?, que al momento de derrotar a ese Dios… nosotros olvidaremos todo lo ocurrido – bajó la mirada mientras lo decía, sus lágrimas seguían fluyendo ahora con más rapidez.
Iori no supo que decir, sólo pudo observarla esperando que se tranquilizara, a él también le parecía difícil pensar en eso.
–¿Crees que también nos olvidemos de lo que hemos pasado juntos? – preguntó ella mirándolo de forma suplicante, siendo sincera, quería un no como respuesta.
–No digas tonterías – fue lo único que él pudo responder; intentaba reprimir el hecho de que también le dolía.
Athena alcanzó a notar un poco de tristeza en su mirada, sólo pudo abrazarlo y sentir como entre los dos compartían el mismo sentimiento al pensar en lo que pasaría. Era injusto.
Tras ese abrazó los dos volvieron a mirarse a los ojos, Iori sujetó la cabeza de Athena impidiendo que apartara la mirada, quería verla, quería grabarse ese rostro tanto como pudiera, como si haciendo eso pudiera librarse de lo que la profecía decretaba.
Ella acercó su rostro aún más al de él hasta chocar sus frentes, las puntas de sus narices empezaron a rozarse y después sus labios. Se masajeaban con suavidad y con dulzura, lentamente como si el tiempo fuera infinito.
Sus lenguas con sabor a vino tinto empezaron a buscarse para jugar por unos momentos, peleaban por obtener el control, se deslizaban acariciándose entre sí, sintiendo esa suavidad y ese calor que los envolvía.
Los dos se levantaron y poco a poco empezaron a caminar a la habitación. Se tropezaban un poco al no querer dejar de besarse, sus espaldas chocaban con las paredes al caminar.
Al llegar a la habitación, Iori deslizó sus manos por la cintura de Athena, las llevó hasta su espalda y lentamente desanudaba el moño de su Yukata. El lazo se soltó y empezó a caer de repente.
Después de eso, él empezó a quitarle la ropa. La tela de sus prendas empezó a resbalarse lentamente por sus hombros, recorriendo su cuerpo hasta caer completamente en el suelo. Dejó de besar sus labios solo para poder apreciar su cuerpo semidesnudo; todo en ella era perfecto. Sin poder resistirse sé apoderó de su cuello con besos dulces y apasionados mientras le arrancaba el sostén con desesperación.
–Mmhm, si… si… – suspiraba ella sintiendo los besos que Iori depositaba en su cuello, mientras tanto con sus manos temblorosas despojaba de sus prendas a su amante también.
Iori empezó a retroceder con ella entre sus brazos y se sentó en el borde de la cama. Con un movimiento hábil le bajó las bragas rozando su piel con los nudillos causando que ella sintiera un escalofrío recorrer su cuerpo, luego la hizo sentarse de frente en su regazo.
–Mírame Athena – la sujetó del rostro con ambas manos –No te olvidaría, no vuelvas a decir semejante estupidez – le dijo con un tono de voz firme pero dulce.
Athena solo pudo asentir mientras sus mejillas se ponían rojas y unas pequeñas lágrimas empezaban a asomarse por sus ojos. Unos segundos después sintió como Iori la levantaba y poco a poco empezaba a apoderarse de ella, al principio lentamente pero de un momento a otro se introdujo de lleno en su interior causando un gemido incontenible por parte de ella.
–¡Aaah! – gimió ante la repentina invasión, también sintió como con ese grito desahogaba un poco esa tristeza que quería apoderarse de su corazón.
Iori no pudo evitar besarla mientras sus caderas empezaban a moverse perdiéndose en la calidez de su intimidad. Con sus manos también levantaba un poco el trasero de Athena para después dejarlo caer mientras se introducía dentro de ella.
–Mmm… mmhm… – los suspiros de ella quedaba ahogados en sus bocas por los besos que compartían.
Conforme el ritmo se hacía más frenético, Iori se dejó caer de espaldas en la cama atrayéndola hacia él mientras seguían besándose. Athena continuaba moviéndose mientras sus labios se perdían en un profundo beso interminable y sus brazos se aferraban a sus cuerpos que transpiraban por la pasión de ese momento de intimidad.
–Mmm… mmhm – intentaba hablar ella mientras se besaban, se apartó de sus labios solo por unos segundos –Ah… mmm… I-Iori.. y-yo… ah… yo…ah… mmhm t-te amo – susurró entre pequeños suspiros.
Iori se sorprendió por esa confesión, ¿de verdad lo amaba?. Él también empezó a pensar lo que sentía por ella… Durante todo ese mes habían hecho más fuertes sus lazos, pero nunca se preguntó qué era lo que él sentía.
Mientras sus estocadas seguían él la tomó nuevamente para besarla. Sus labios se unían una y otra vez de forma frenética y desesperada, mientras sentía el cuerpo de ella sobre el suyo y abría sus ojos levemente para mirarla, se dio cuenta de que no quería perderla, no quería olvidarla, ella era especial. Definitivamente la quería… la amaba. Sin dudarlo más dejó por un segundo sus labios solo para responder.
–También te amo… – y volvió a apoderarse de esos labios que lo volvían completamente loco.
Sus besos se volvían cada vez más profundos, dejando un delgado hilo de saliva uniendo sus bocas cada vez que se separaban.
Athena movía suavemente sus caderas a la par que él lo hacía, sus perfectos senos se sentían rebotando sobre el pecho del pelirrojo. Él puso sus ojos en blanco al sentir como empezaba a correrse dentro de Athena y ella sentía como estaba a punto de llegar al orgasmo.
–Ahh… ah… si… si… – gemía ella al mismo tiempo que se incorporaba quedando sentada sobre él y continuaba dando sentones sobre su excitación hasta sentir que también tocaba el cielo. Mordió sus labios al sentir como su mente se perdía y su visión se volvía borrosa.
Al terminar, los dos acabaron rendidos en la cama, uno al lado del otro, mientras estaban así continuaban compartiendo besos dulces y lentos, sintiendo como su corazón latía con fuerza por todas las emociones que estaban sintiendo en ese momento.
.
"Sólo para poder tocarnos.
Sólo para poder pensar en aquella felicidad.
Me siento pleno por dentro.
Incluso si nos separamos por un momento
Esto se convertirá en un vínculo que jamás desaparecerá"
.
Los dos miraron las pulseras que compartían, símbolos intercambiados que profesaban su pertenencia al otro.
Él sostenía a la mujer que amaba entre sus brazos mientras acariciaba su cabello. Ella empezó a quedarse dormida poco a poco al igual que él, esa noche los dos se quedaron en el templo.
[…]
A la mañana siguiente, Athena empezó su día con una maravillosa idea.
–Iori… Iori… – susurraba a su lado en la cama haciendo que el pelirrojo abriera los ojos.
–¿Qué pasa?, ¿qué hora es? – abría lentamente los ojos, sintiendo la brillante luz del sol entrar por la ventana –Déjame dormir un poco más – pidió él.
–Iori, escucha – susurró Athena una vez más poniéndose en cuclillas al lado de él –Vamos a jugarle en contra al destino, si quiere que olvidemos todo, nosotros podemos crear recuerdos para no hacerlo – sonrió.
Iori se quitó la almohada que recién se había echado a la cara para mirar a Athena con curiosidad.
–¿Recuerdos?, ¿de qué hablas? – preguntó.
–Hablo de fotografías – mostró la cámara instantánea que sostenía entre sus manos. Iori ni siquiera sabía de dónde la había sacado.
[…]
Momentos después, los dos se encontraban afuera, en el jardín del templo.
–Athena, no soy bueno para las fotos – confesó Iori.
–No importa, sólo nosotros las veremos… realmente deseo intentarlo, Iori… – lo miró suplicante.
El pelirrojo suspiró, no tenía el corazón para negarle eso.
–Está bien, está bien… ¿dónde quieres tomar las fotos? – preguntó cediendo a su petición.
Athena sonrió triunfante y buscó con la mirada un buen lugar. Ahí fue que lo encontró… el lugar perfecto.
En medio de un montón de arbustos de rosas se encontraba un pequeño hueco, el lugar estaba bajo un hermoso árbol con hojas ya secas por el otoño. Athena tomó a Iori de la mano y lo hizo dirigirse con ella hasta el centro de ese lugar, donde sólo unos cuantos rayos de sol pasaban por entre las hojas naranjas de ese árbol.
–Este será el lugar, Iori… quiero tomarnos muchas fotos aquí – lo miró esperanzada. Tenía fe en que esas fotografías pudieran ser la clave para recordar en el momento que su memoria fuese borrada.
–Muy bien – suspiró profundamente, después decidió ayudarla a poner todo en orden –Déjame te ayudo a acomodar el trípode – comunicó.
Los dos empezaron a poner el trípode en un lugar estratégico y encima de él pusieron la cámara. Athena la ajustó con un temporizador de 10 segundos y se pusieron en posiciones para sacar esas fotografías con la cámara instantánea.
Después de algunos minutos ya habían sacado varías fotos, en la mayoría los dos se encontraban abrazados, también había otras donde se besaban. Todas eran hermosas, pero ahí entre todas las fotos, Athena seleccionó una que le pareció especial.
En esa fotografía, Iori estaba detrás suyo rodeando el cuerpo de ella con sus brazos. Athena abrazaba las manos que él tenía sujetándola mientras miraba a la cámara con una sonrisa, él parecía distraído mirando hacia otra parte, pero a ella le encantaba, sentía que esa foto capturaba perfectamente la esencia de los dos.
–Oh… Iori… son hermosas – musitó Athena al mismo tiempo que se sonrojaba mirando todas las fotografías.
Él se acercó a echar un vistazo mientras ella pasaba de una foto a otra entre sus manos.
–Supongo que ahora podemos descansar ¿verdad? – musitó él un poco agotado.
–Claro, regresemos adentro – sugirió ella sonriendo.
Los dos caminaron hacia adentro del templo y una vez en la sala principal Iori se sentó frente al kotatsu.
Athena se aproximó al bolso que llevaba y sacó de él un pequeño cuaderno: su diario.
–Mira, creo que pegaré las fotos aquí, siento que es el lugar más indicado para guardarlas – le mostró el pequeño cuaderno a Iori mientras se aproximaba con él entre sus brazos.
–Es una buena idea – dijo él estando de acuerdo.
Ella se sentó al lado del pelirrojo frente el kotatsu y empezó a pegar las fotografías con un poco de pegamento. Mientras las veía no podía dejar de desear que ese pequeño plan funcionara.
Después de unos minutos, estaba listo.
–¡Vualá! – exclamó Athena al mirar todas las fotografías pegadas en su diario. No pudo evitar voltearlo con Iori para que él también pudiera verlas –¿No son hermosas? – sonrió ampliamente.
El pelirrojo recorría con la mirada cada una de esas fotografías, algo dentro de él tampoco podía evitar desear que esa idea les pudiera ser útil al perder los recuerdos.
–Lo son, creo que quedaron muy bien – expresó mientras acariciaba suavemente su cabeza, le enternecía verla tan emocionada.
Athena se sintió muy relajada con esas caricias, no pudo evitar mirarlo a los ojos y al cruzarse sus miradas los dos empezaron a dejar de lado el raciocinio. Iori acariciaba la cabeza de Athena y poco a poco iba bajando su mano recorriendo su largo cabello hasta llegar a la cintura, después la atrajo más hacia él mientras sus miradas parecían decirse tantas cosas… sus labios empezaron a rozarse suavemente, presionando un poco más con el pasar de los segundos. Athena puso las manos en su pecho y lentamente las subía hasta rodearlo por el cuello profundizando más ese beso.
En ese momento, Kyo llegó al templo y al encontrarse con esos dos besándose, él no pudo evitar sentirse un poco traicionado por su mejor amiga. Se acercó a ellos con pasos firmes y un rostro disgustado, quería enfrentarlos.
–¡¿Qué demonios están haciendo?! – exclamó el castaño deteniendo sus pasos frente a ellos.
Iori y Athena terminaron el beso sobresaltandose al escuchar esa fuerte voz.
–Kyo… – susurró Athena al verlo tan molesto –¿Que pasa?.
–Eso me preguntó yo, Athena… ¿qué haces besando al imbécil de Yagami?, ¿qué no se supone que eres mi amiga? – la encaró.
–Lo soy, pero nosotros estamos enamorados… por favor no te molestes conmigo Kyo, tengo derecho de ser feliz – lo miró suplicante.
–No digas tonterías, los dos se han dejado llevar por esos estúpidos sueños del pasado, podremos ser la reencarnación de esos Dioses pero ya no es igual – se quejó.
–Te equivocas… es cierto que esos sueños tuvieron algo que ver al principio, pero con el tiempo que hemos pasado juntos nuestra conexión se ha vuelto más fuerte, ahora estamos realmente enamorados – expresó ella al mismo tiempo que se sujetaba del brazo de Iori.
–¡Eso no puede ser! – exclamó Kyo furioso.
Athena y Iori tuvieron un mal presentimiento en ese momento, el pelirrojo se puso enfrente de ella en su impulso de protegerla, entonces Kyo camino hacia él y lo tomó del cuello.
–¿Y que me dices tú?, ¿eh?… ¿también la amas? – lo miró furioso.
–Por supuesto que la amo – respondió Iori sin dudarlo ni por un segundo.
Athena se interpuso entre ellos y los separó. Kyo solo pudo mirarla con dolor en sus ojos, ya no sabía que más hacer.
–Estás tomando tu decisión, Athena – murmuró el castaño al mismo tiempo que se alejaba. Athena creyó entender a lo que se refería, estaba terminando esa amistad.
Ella no se atrevió a decir nada y sólo observó al joven retirarse, pero antes de salir completamente del templo, en un impulso de ira, Kyo encendió las llamas en sus manos y con una media vuelta incendió todas las cosas que se encontraban a su alrededor, entre ellas, unos amuletos de protección colgados en la pared que tenían la siguiente inscripción en ellos:
"銀河の神, 保護 (Ginga no Kami, amuleto de protección)"
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Continuará…
