La Muerte tenía un extraño sentido del humor.

Harry obtuvo todo lo que deseo durante nueve vidas, sin embargo, el hecho de nacer como una niña le provocaba un sinfín de sentimientos encontrados que luchaban constantemente en su interior como si fuera una tormenta. Lo peor de todo, era no saber si el cambio era bueno o malo y el hecho de ser un bebé que no podía controlar su intestino o los cambios de humor, que no pudiera hablar ni caminar estaba creando mucha tensión en su mente. Una de las razones por la que estaba luchando diario contra el cambio era la cuestión de los recuerdos y la memoria. Cuando transmigraba de un cuerpo a otro, tendía a recordar absolutamente todo y actuaba mucho más independiente de lo normal; en este estado, Harry debería ser capaz de controlar sus cambios de humor, el hambre y el momento de ir al baño y el problema actual es la adopción de todas las formas de un recién nacido tanto físicas como psicológicas.

La memoria le fallaba la mayor parte del tiempo y, al parecer, solo podía recordar cierta información e imágenes importantes para un crecimiento sano, tales como: sus padres, su hermano, algunas cosas que pasaban en el día o recuerdos de objetos. Algo que asustaba especialmente a Harry era su magia. Tantas vidas usando magia que podía tener un férreo control de su magia como si fuese respirar, cuando era niño tenía sus limitaciones debido a su núcleo mágico no desarrollado, sin embargo, durante su etapa de bebé podía realizar magia sin varita sin problema cosa que actualmente en este nuevo cuerpo se estaba complicando demasiado. No tenía control de nada ni de su propio cuerpo, la magia no actuaba ni siquiera como magia accidental; prácticamente parecía que no existiese. No recordaba haber hecho magia accidental en sus meses de nacido y eso estaba tocando sus nervios más de lo que le gustaría.

No solo era respecto a magia, memoria, comida sino también el cambio de humor que tendía a provocarle una rabieta muy bonita ‒palabras de sus padres, no de él‒. Dormía, comía, iba al baño y volvía a dormir. El único lado positivo eran pocas las ocasiones en que lloraba, era un niño ‒niña‒ muy tranquilo.

Por otro lado, Harry Potter ‒ahora Anastasia Peverell‒ tenía una familia que siempre soñó y adora con toda su alma.

Las familias sangre pura tendían a ser muy serias y frías entre los miembros, eso no negaba el amor y el cariño entre ellos, aunque rara vez había una muestra de afecto y eso solo tendía a realizarse entre las madres y los hijos. Era algo que había visto múltiples ocasiones a lo largo de sus vidas con los Malfoy, los Nott, algunas veces los Greengrass, los Longbottom o los Black, en esa situación Walburga odiaba a sus hijos y Orión a veces los amaba.

Su nueva familia no era así. Izar y Zosma Peverell hacían llorar su alma cada vez que interactuaban con él.

Su madre era la representación de una dama perfecta, dicho puesto siempre se lo llevaba Daphne Greengrass. Vestida pulcramente con hermosos vestidos de seda de acromántula y cabello de unicornio en colores pasteles, la cantidad justa de joyas y el cabello recogido en un elegante peinado la mayoría de las veces. Personalmente, a Harry le gustaba más cuando lo tenía suelto, le gustaba tocarlo y jugar con ese cabello negro ondulado. Una mujer del hogar y daba esa aura de nobleza; la mayoría del tiempo la pasaba en la casa con él, arrullándole o cantándole cuentos en una lengua que no conocía en lo que parecía ser la biblioteca u oficina personal. A ella le gustaba el té muy fuerte y leer, es una persona que se cultiva constantemente de conocimiento, las pocas veces que ella salía siempre era para visitar a su círculo de amigos o sus abuelos, Harry aún no podía creer que tuviera abuelos. También se encargaba de la administración de la casa, los elfos domésticos y de algunas inversiones que heredó.

Sus abuelos, se enteró, eran de la rama principal de un linaje noble polaco-lituano y su primer ancestro con magia adoptó las costumbres mágicas e hizo desaparecer la familia del mundo muggle y convertirla en la realeza dentro del mundo mágico. Actualmente son una de las familias más ricas del norte y este de Europa y una de las quince familias nacidas directamente de la nobleza en todo el mundo mágico. Harry pensaba que no conocería ninguna mujer que actuara tan elegante y aristócrata comparable con Daphne Greengrass o Narcisa Malfoy, su madre le calló la boca.

Su padre, Izar Peverell, era el hombre más amable y amoroso que pudo haber conocido muy lejos de otros hombres que había conocido en su vida como Hagrid, Remus o el propio Arthur Weasley. Le dolía el corazón cada vez que le veía el amor en sus ojos y la sonrisa tranquila y orgullosa que le daba cuando le tocaba cargarle. Era un hombre muy atractivo siempre vestido pulcramente como un buen sangre pura la mayoría del tiempo y otras veces, una ropa más modesta cuando se encontraba en casa sin salir a los negocios. Siempre estaba presente en su vida al menos dos veces al día a menos que esté en un viaje de increíble urgencia ya que, al parecer, tenía que estar obligatoriamente en casa durante casi dos meses por el asunto de que tiene un bebé recién nacido y algo relacionado con la magia familiar. A Harry le gustaba jugar mucho con la barba recortada de su padre y a él le encantaba hacerle cosquillas en la cara.

También sabía que la familia de su padre era muy extensa, cosa que le provocó pucheros, tenía abuelos vivos, un montón de tíos abuelos tanto de la rama principal de Peverell como las ramas secundarias y un montón de primos también ya que era él era la primera mujer de la generación. Por desgracia, aún no se les permitía visitarlo cosa que le hacía llorar cada vez que lo recordaba. Deseaba ver a su nueva familia, aunque él fuera una mujer.

Harry veía los juguetes volar en su cuarto en un equilibrio tranquilo y suave que lo adormecía poco a poco. Su madre le estaba acariciando el mechón de cabello que tenía y tarareaba una canción de cuna para dormirlo ya que era hora de la siesta. Su habitación, por lo que podía distinguir, sin meter la visión de un bebé ya que todo se parecía mucho más grande de volumen de lo que parecía, era gigantesca. Nunca había visto una habitación tan grande, definitivamente era más grande que el propio cuarto de Sirius como Heredero y era casi del mismo tamaño que el cuarto de los Señores Black. No entendía el por qué un bebé necesitaba un cuarto tan grande, aunque sabía que el cuarto sería para él hasta que se casara (Harry no quería pensar en una boda, muchas gracias), todavía lo sentía excesivo.

‒ ¡Bebé! ‒La paz que sentía fue arruinada por una voz igual de pequeña pero excesivamente llena de energía. Harry abrió los ojos con un puchero marcando sus labios a expensas de la risa modesta y divertida de su madre, su mirada se dirigió a la puerta cerrada esperando a ser abierta mientras escuchaba el sonido de unos pies corriendo con un solo propósito: hacer caos. ‒ ¡Hermana, no te duermas todavía!

Las puertas fueron abiertas por su padre quien tenía una sonrisa igual de divertida y le dio paso a una bola de energía de cabello negro alborotado de un metro con diez centímetros que se hace llamar "hermano mayor".

‒ ¡Bebé! ¿Cómo estás? ¿Ya vas a jugar conmigo? ¡Qué bonita cara haces cuando te enojas!

Si Harry fuera un bebé normal, probablemente ya estaría a punto de llorar por todo el escándalo que estaba haciendo su hermano por interrumpirle su siesta, pero estaba tan feliz de que viniera a verle que siempre se reía. Reír provocaba que su hermano le diera la sonrisa más grande y llena de dientes que le enamoraba e inundaba su corazón de cariño.

Menkar Peverell, su hermano mayor por cinco años era el niño más hiperactivo que pudo conocer. No es que conociera muchos niños, pero ni siquiera los compañeros del jardín de niños eran tan hiperactivos como él.

Tanto Harry como Menkar sacaron las características aristócratas de su madre. El cabello negro y piel blanca demostraban su pertenencia a la familia de Zosma, lo único que tenían en similar con su padre era el apellido, aunque él ‒según esto‒ se parecía mucho a su bisabuela María Greengrass y los ojos que siempre cumplían el requisito de la magia Peverell. El Dios Thanatos los bendijo con unos ojos que facilitaban la creación de rituales para el uso de la nigromancia y las artes del ocultismo. Los ojos estaban impregnados en magia pura que fluía por el nervio óptico y provocaban un cambio de color en el iris: transformaba el color de nacimiento a un dorado conforme pasan los años. El color nunca se daba completo, solamente los Maestros de la Muerte pueden obtener el color en su totalidad cuando ejerzan el papel o utilicen la magia de la Deidad o los integrantes mágicamente más poderosos. El dorado se asentaba cuando el susodicho alcanzaba la mayoría de edad.

Los ojos de Menkar eran azules como los de Zosma pero tenían un pequeño casi invisible tinte dorado, los de su padre Izar eran de un color café oscuro que contrastaba perfectamente con el dorado y ella, tenía los ojos verdes que compartía con su abuelo y su bisabuela con los mismo tintes.

Menkar estuvo con él desde el primer momento en que salió de las cuatro paredes donde nació (sospechaba que era una habitación especial dentro de la casa ya que no parecía nada a St Mungos) y siempre intentaba que jugara con él. No podía culparlo, ser bebé era demasiado aburrido. Cuando sus padres no estaban presenten, que era poco frecuente, Menkar siempre estaba ahí y hablaba hasta por los codos de todo y a la vez, de nada. Harry se atraía muy fácilmente a la órbita de su hermano mayor por lo que intentaba contestarle, aunque solo fueran sonidos sin sentido o risas. A ambos les encantaba reír, se dio cuenta, Harry era muy risueño en este cuerpo y no sabía si era porque era un bebé o todas las heridas psicológicas y físicas que había cargado desde hace años, se desvanecieron.

Los cuatro integrantes estuvieron durante mucho tiempo juntos ese día. Ambos padres solamente veían en silencio y enamorados el sonido que daban sus dos hijos como si discutieran a profundidad de un tema muy importante en la vida cuando solamente Menkar intentaba explicar, de una forma muy infantil, como funcionaba la magia mientras que su pequeña bebé le respondía con gorgojeos y risillas. Harry sintió como a su alrededor algo se quebraba suavemente y a lo lejos, podía escuchar un pequeño canto en un idioma que no conocía ni parecía humano, su cuarto se inundó de la magia familiar arrullándole, sintiendo como la conciencia se deslizaba poco a poco a un sueño profundo. El olor florar distinguido y particular que siempre traía su madre fue la pieza final para que Harry se zambullera a un sueño pacífico.

Cuando volvió ha abrir los ojos, su habitación ya no se encontraba presente sino un ambiente forestal y húmedo lo suficientemente oscuro para considerarse tenebroso, aunque Harry lo encontraba pacífico. Estaba acostado en columpio de tela, similar a una hamaca que se mecía con suavidad, arrullándole al mismo tiempo que el canto que escuchó antes de dormir se hacía más fuerte. No supo exactamente cuanto tiempo pasó entre sueños ligeros hasta que la presencia pesada de la Muerte apareció frente a él.

‒ ¿Has disfrutado el regalo, Maestro? ‒Harry afirmó con un sonido de la garganta sin necesidad de usar las vocales‒. Aunque encuentro extraño que aún te refieres a ti mismo como Harry Potter y un hombre.

‒ Eso es lo que yo soy ¿no? ‒abrió un poco el ojo derecho para mirar directamente a la Deidad frente a él‒. Soy Harry Potter.

La Muerte solo rio chirriante, el sonido provocó que la temperatura bajara unos grados y el bosque se oscureciera aún más. Harry hizo una mueca, molesto del sonido y de la perturbación de su paz.

‒ No. Ya no eres Harry Potter. Eres y seguirás siendo mi Maestro hasta el fin de los tiempos a menos que completes la tarea que se te impuso y cumplas con mis condiciones. El nombre con el que vienes es sustancial y voluble, no importa ya que no es tu esencia sino una calificación para diferenciarte de alguien más. Lo que importa en el mundo espiritual, en mi mundo, en tu tarea y manto, es tu esencia, núcleo y alma. No el nombre. Además, al estar negando consciente o inconsciente tu nuevo ser está perjudicando tu magia.

‒ ¿¡Qué!? ‒Harry se levantó del columpio con tal fuerza que estuvo a punto de caerse contra el suelo por la falta de equilibrio‒. ¿¡Por qué!?

‒ Si bien no ocupas el nombre para ser mi Maestro, lo necesitas dentro del mundo mortal. Estás básicamente negando tu existencia y tu esencia, no te sientes unido al nombre Peverell y a sus implicaciones por lo que le esta costando mucho a la magia familiar y a tu propio cuerpo, unirse en uno solo. Que estes aquí presente demuestra mi punto, mientras no aceptes tu destino actual sufrirás constantemente de ataques epilépticos como ustedes los mortales, los llaman. Dentro del mundo mágico no tienen mucho peligro ya que se regulan con magia sin embargo, como estás constantemente rechazándote a ti mismo, la magia no puede actuar de ninguna forma para ayudarte.

Harry sentía un entumecimiento recorriendo por todo su cuerpo, en este mismo momento mientras dormía, su pequeño cuerpo estaba teniendo ataques y asustando a toda la familia.

‒ Por supuesto, nunca te percataste por lo mismo, pero siempre hay señales. Tu cuerpo, aunque sea el de un recién nacido, está adaptándose a un alma vieja y eso debería ayudarte a no comportarte tanto como un bebé y más como un niño más serio y con la percepción más amplia pero tu negatividad infantil está prohibiendo el cambio. La memoria no funciona completamente, tu cuerpo no te obedece y los sentimientos son más difíciles de controlar (aunque siempre tuviste problemas para controlarlos) y la magia natural del mundo no está a tu disposición. En este universo, cuando nace un bebé dentro de una familia sangre pura, se realiza un análisis por parte de Gringotts para ver la cantidad mágica que tiene el recién nacido y así prevenir que haya un squib. Tú nacimiento fue muy celebrado y amado por todos mis hijos Peverell ya que eres la primera niña nacida en tres generaciones.

En donde se encontraban, fueron transportados a la escena de su ataque donde su familia estaba afuera de su habitación sin poder escuchar lo que pasaba dentro. Su madre temblaba y lloraba escondida en el pecho de su padre quien intentaba calmarla y a su vez, tranquilizarse, su hermano también estaba presente escondiendo su rostro lleno de lagrimas en el vestido de su madre. Harry podía sentir más presencias dentro de la casa con firmas familiares, hizo la suposición de que el resto de los Peverell estaban presentes. Nunca los había visto, aunque ya tenía varios meses de nacido.

Del otro lado, los curanderos estaban como frenéticos alrededor de su pequeño cuerpo que se retorcía de una forma grotesca y perturbadora que le provocó escalofríos por toda su columna. Su cuerpo no dejaba de convulsionarse y retorcerse, recordó cuando Voldemort le torturo durante su primera vida a los catorce, sintió la bilis subiendo por su garganta ante dicho recuerdo y el actual. Las pequeñas piernas y los brazos se movían sin parar en formas extrañas y dolorosas, los ojos estaban en blanco y la cabeza se sacudía con violencia. Los curanderos no tenían sus varitas e intentaban ayudarle con herramientas muggles.

‒ ¿Ves lo que estás provocándole a tu cuerpo? No eres un squib, tienes mucha magia acumulada que está volátil porque eres terco y no puedes dejar ir un nombre. Y por esa gran cantidad, tu cuerpo no está resistiendo porque se niega a tratamientos y todo lo relacionado con la fuerza vital de los magos. Son diez minutos dolorosos para ti, poco a poco desgastarás el núcleo hasta fracturarlo y luego… bueno, ya sabes lo que sigue.

Muerte. Por décima vez.

Los minutos pasaron con una lentitud que no sintió desde hace años, las convulsiones se comenzaban a desvanecer poco a poco y Harry sentía más sueño, el suelo lo absorbía poco a poco mientras que la Muerte estaba imperturbable a su lado.

‒ Recuerda Maestro, que la Magia te ha dado este regalo especialmente a ti. Si no dejas de aferrarte a un pasado futuro que no existe en este universo, perderás para siempre lo que tanto has deseado. La magia te da un regalo una vez y lo desperdicias, Ella no te volverá a favorecer si continuas así.

Cuando Harry volvió a abrir los ojos, sintió la visión igual de mala como en sus últimas vidas. Su pequeño cuerpo gritaba dolor por todos lados y él, siendo el bebé que era y sin ser capaz de controlar sus emociones, comenzó a llorar. Primero lento y silencioso para luego aumentar hasta transformarse en gritos desgarradores, le provocaba dolor de garganta y hacía dolor su cabeza, sin embargo, no podía detenerse. Era un sentimiento abrumador de dolor, tanto acumulado en un cuerpo tan pequeño. En algún momento, sintió como fue cargado y arrullado por suaves y desesperados tonos dulces, Harry podía distinguir a su nueva madre perfectamente; fue mecido y escuchó atentamente la voz calmante de su madre hasta que empezó a importarle más el canto que el dolor que sentía. También notó como las manos de ella temblaban ligeramente sin provocarle incomodidad o molestia. Está preocupada por mí, fue un pensamiento repetitivo dentro de su mente. Estaba muy ajeno de los sentimientos y dolores de sus padres y su hermano, enfocándose solo en su propia vida e incomodidad en nacer dentro de un cuerpo nuevo y femenino.

Su padre llegó en un momento y del mismo modo, los abrazó a ambos dejando que su magia paternal y Peverell flotara suavemente en la habitación., arrullandole a pesar de que sentía una ligera molestia en su núcleo, producto de su intolerancia al cambio de cuerpo.

‒ ¿Menkar?

‒ Lo he llevado a su habitación y el sanador le dio una dosis diluida de una poción sin sueños. No dejaba de temblar y preguntarme por su hermana así que el médico dijo que era lo mejor en este momento para él.

Su madre asintió. Dejó caer todo su peso en el amplio pecho de su padre, cerró los ojos y lanzó un suspiro tembloroso que sacudió toda la médula de su pequeño cuerpo. Nunca había visto a su madre tan exhausta y adolorida como ahora. Su padre no se inmutó por el peso extra y los guio a ambos a la silla mecedora para que su madre pudiera sentarse.

‒ ¿Cómo fue?

‒ El sanador dijo que este fue el más peligroso y doloroso que ha sufrido hasta ahora y que estuviéramos preparados para que comenzaran a ser mucho peor, más prolongados y dolorosos para ella. ‒su padre le acarició su cabello, una pausa para obtener voluntad para continuar con la charla‒. También dijo que esto era debido a la cantidad de magia que tenía, es demasiada y tiene una pureza gris tan poderosa que su cuerpo no puede seguirle el ritmo.

‒ ¿Hay una razón en particular?

Su padre se encogió un poco de hombros, lucía derrotado y exhausto por todo.

‒ El sanador, mi padre, mis hermanos y yo hemos estado discutiendo sobre esto. Creemos, después de que mi padre la reviso, que el núcleo es el principal problema. Algo, no sabemos que, está impidiendo que su núcleo se acomode a la magia familiar y ancestral, además de repeler su propia magia. Zosma, querida, debo ser franco contigo… si esto continua, nuestra bebé tendrá muchos problemas de salud y eventualmente la Deidad de la Muerte vendrá por su alma.

Su padre lo dijo con suavidad sin necesidad de disfrazar la verdad que tanto temían ambos con su hija. Su madre rompió a llorar en cuanto su padre dijo aquellas palabras, le acercó más a su pecho como si Harry fuera a desaparecer si no lo abrazaba. Los tres se quedaron en esta pequeña burbuja que formaron, como si solo fueran ellos contra el mundo entero o en este caso, contra la terquedad de Harry.

Un pequeño sollozo salió de sus regordetes labios, abrumado por la necesidad de llorar y pedir perdón a sus padres por todos los problemas que ha causado sin cesar. Él quería pedir clemencia y cantar alabanzas, pero, un lado suyo el más terco, estaba decidido a seguir como Harry Potter. Eso era en un pasado, en un presente y en el futuro que dejarlo de lado se sentía erróneo.

‒ ¿Hay algo que se pueda hacer?

‒Padre está revisando en la biblioteca ancestral un ritual. No sabemos si funcionara, pero no perdemos nada con intentarlo. Te prometo que no será doloroso para ella, tendrá contacto con la magia más pura y natural que puede encontrarse en el mundo, es lo más cercano que podemos llevarla hacia un determinado Dios para que muestre misericordia y la ayude en lo que se pueda.

La Wicca era parte de las creencias de los magos británicos, por lo que realizaban ciertos rituales específicos con Dioses de la mitología griega y celta para poder guiarse hacia la Diosa Lunar.

Harry sentía el nudo en su estómago retorcerse y apretarse con tal fuerza, que dieron ganas de vomitar. El ritual que harían, aunque no sabía de su naturaleza, sería aún más fuerte de lo acostumbrado ya que él (¿ella?) era Maestro de la Muerte y la cantidad de magia que contenía en su núcleo, multiplicaría los efectos aún más. La probabilidad que viniera la Diosa Lunar, el Dios griego o la propia Muerte era de un 33.33% y Harry (Anastasia) no esperaba con ansias el momento.