Capítulo Cuatro ‒ El ritual

Durante la noche, Harry no podía dormir porque más que su madre lo intentará. Zosma no se apartó de su lado en ningún momento a pesar de lo exhausta que se veía y los ojos agotados. Harry deseaba desesperadamente dormir, estaba agotado, mágicamente inestable y con el cuerpo adolorido, sin embargo, su propia magia no podía calmarse a pesar del agotamiento. Lo único que podía hacer en estos momentos era aguantar los sollozos que amenazaban con salir de sus regordetes labios.

Cada cierto tiempo, podía escuchar la puerta abrirse y sentir a alguien cerca suyo. Tenía la ligera sospecha en su padre, aunque no estaba completamente seguro, debido a las cantidades de magia diferentes que azotababan la casa. Llevaba meses de nacido y aunque el tiempo era voluble para alguien que llevaba casi dos siglos viviendo entre universos y fracasos constantes, todavía no había rastro de signos familiares más que las palabras de sus padres.

Harry sabía que tenía más familia a parte de la cercana. Hasta ahora, su madre mencionó a sus abuelos maternos y su padre mencionaba bastante a su abuelo paterno y un tío, Menkar balbuceaba mucho sobre algunos primos y la Muerte habló en plural cuando se refería a los Peverell. Él mismo sintió muchas firmas mágicas familiares cuando sufrió su ataque. Tenía la ligera sospecha que todo era debido a la magia familiar y al uso frecuente de las flores que siempre estaban a su alrededor además de haber escuchado a su padre mencionar brevemente como él no tenía tanto trabajo para pasar tiempo con la adquisición más reciente de la familia.

El resto de la noche pasó sin incidentes ni indicios de otro ataque. Harry solamente estaba acompañado por los suaves sollozos de su madre entre minutos y la brisa helada que recorría su habitación, dicho aire le recordaba un poco a la risa maniaca y poco usada de la Muerte. Harry temía lo que significaba que la Deidad estaría rondando por el mundo mortal, siempre era un símbolo de la muerte inminente.

A la mañana siguiente, Harry fue puesto bajo mucha observación de su madre quien no se le despegaba en ningún momento, temerosa de otra convulsión que pudiera afectarle. Se sentía como porcelana y demasiado débil como para quejarse audiblemente sobre la paranoia de su madre. Los oídos le zumbaban y las extremidades se sentían como toneladas de concreto. Era la primera vez que estaba consciente de su salud después de un ataque de ese calibre.

No hubo señales de su padre ni de su hermano. Por lo poco que alcanzó a escuchar de los susurros de su madre, su padre estaba trabajando en el ritual que utilizarían en sí mismo y su hermano estaba de vista con unos primos. Harry no había conocido a sus primos, tíos o abuelos que definitivamente sabía que había. Se sentía un poco molesto y triste por eso, aunque estaba seguro de que ese sentimiento estaba nublando por su edad.

Harry estuvo entrando y saliendo del reino de los sueños, su mente vagaba cuando su cuerpo se encontraba pesado del estrés. Sin embargo, no encontré el descanso que tanto deseaba sino momentos de reflexionar y pensar sobre su situación en estos momentos.

Durante todos estos meses, él podría ser en cuerpo una niña, pero su esencia, su espíritu era el de un niño. Eso había sido durante casi dos siglos y nunca pensó en la posibilidad de cambiar eso a corto plazo. Ahora su vida corría peligro y la de este universo también. Después de varias vidas y fracasos continuos, Harry desarrolló una antipatía hacia el universo que residía, en el fondo de su mente y corazón pensaba en que no valía la pena encariñarse con nadie ni con nada debido a las posibilidades de fracaso. Amaba a sus amigos ya la gente que estaba a su alrededor, sin embargo, nunca podría amarlos con todo su corazón después de su primera vida.

La única persona que albergaba su corazón sin importar los años o las vidas que pasaba, era Sirius. La única figura paterna que pudo conseguir durante todo su crecimiento. Aquel que le ayudó, aconsejó y confió siempre que tuviera la oportunidad de realizar su rol de padrino. Sirius demostró durante todas sus vidas, que siempre permanecería a su lado sin importar cuan trastornado, herido y desconfiado este. Durante los buenos o los malos momentos, en donde él se parecía menos a James Potter y más en Harry, en donde él era un Heredero y no un don nadie, en los momentos en donde perdió la cordura y se volvió el verdadero villano con toda la magia Negra y los abismos de la magia oscura. Sirius siempre estuvo ahí.

Ni siquiera aquellos como sus padres, sus abuelos Potter o los antiguos amores de Ginny y Daphne pudieron hacerle sentir unido en cuerpo y alma al universo en que se encontraba. ¿Por qué esto debía ser diferente? Eran simples personas que no tenían relación con él más que de sangre. Sollozó un poco sin poder contenerlo, extrañaba tanto a Sirius a pesar de que él en estos momentos era solo un bebé como ella.

Podía sentir la presión de la magia de la muerte en su mente, constantemente azotando a su cerebro como una especie de regaño por la terquedad que estaba ofreciendo en este mundo. Harry sabía que negarse y morir no era una opción, estaba ansioso por descansar para siempre y que alguien más se ocupara del resto sin embargo la parte terca de su mente se negaba a cambiar a ser una niña durante los años que viviera en este mundo.

Esperaba que estuviera así por al menos unos días más con solo la compañía de su madre a su alrededor. Todo cambio entrando la noche a su ventana cuando su abuela entró por la puerta, una persona que nunca había visto en sus meses de vida.

El cuarto estaba en silencio solo con el fuego rugiendo en la chimenea. Su madre no había usado magia a su alrededor ni siquiera para un hechizo de calentamiento, temerosa en afectar a su hija. Era un calor agradable que le arrullaba suavemente combinado con el olor floral de su madre quien lo mecía. Con los ojos entrecerrados, podía distinguir lo exhausta que se encontraba progenitora; los ojos cansados con bolsas oscuras, la frente mostraban arrugas de la preocupación y los labios constantemente estaban en una posición fruncida, también se encontraba uno o dos tonos más pálidos de lo normal, como un estado enfermizo en vez de saludable.

Harry deseaba decirle que estaba bien y que dudaba volver a sentir un ataque dentro de los próximos días. Últimamente estaba muy consciente de su cuerpo y podía sentir su magia en un estado de tranquilidad casi inquietante, casi como si no existiera por lo que se sabía que no habría ataques pronto. Quería consolar a su madre y exigirle un descanso, pero todo lo que podía hacer era gorgoteos tontos sin control ni coherencia.

-Adelante. ‒dijo su madre con suavidad y la voz ronca por no ingerir ni usarla en todo el día‒. Estoy despierta y Anastasia también.

Las puertas de su habitación se abrieron para revelar a una dama. Harry levantó la mirada con curiosidad ante la extraña adentrándose a su cuarto; Sentí una ligera magia familiar. "Familia" pensó. ¿Una tía? Aunque se veía más grande que su padre por muchos años. Su cabello y ojos era castaño, unos tonos más claros que el de su padre Izar. Tenía arrugas significativas alrededor de los ojos y labios, símbolo de una persona risueña y alegre. Además, su vestimenta mostraba una elegancia dura una diferencia de la suavidad de su madre. Los colores de su vestido eran de un azul oscuro casi negro que contrastaba con la piel pálida. Y era significativamente más robusta que su madre; donde su madre era delgada y alta con una figura delicada y un aura elegante y duro, la mujer extraña era bajita y regordeta, exudaba ternura y confianza. Le grababa ligeramente a Molly Weasley por alguna razón.

‒ Querida, no le haces un favor a nadie si te enfermas. Deberías ir a descansar y recuperar tu energía, sino que pondrás en peligro tu salud y tu propia magia y nadie quiere dos enfermos en un solo mes. Es de mal augurio. ‒Inclusive la voz era alegre, aunque estuviera regañando a su madre‒. Mi hijo me ha dicho que no ha salido en absoluto de esta habitación y como tu suegra y tu segunda madre, debo intervenir para evitar más complicaciones en tu familia.

"Entonces, es mi abuela", pensó Harry viendo a la primera persona de la familia sin contar a sus padres y su hermano. Definitivamente su abuela era una sangre pura por su comportamiento, sin embargo, le extrañaba la actitud alegre. Los sangre pura era en su mayoría aburridos y estirados aunque su abuela no parecía ninguna. Por su forma de hablar, podía asegurar que era inglesa y no una extranjera, pero no tenía ningún rasgo sobresaliente que solía determinar tu familia; los Black tenían el cabello negro y los ojos platinos; los Nott eran de tez ligeramente bronceada, altos y particularmente callados y tranquilos; los Malfoy se distinguían por ser rubios; Parkinson por las facciones robustas y voces chillonas en las mujeres. Así podía continuar con cada una de las familias puristas y no encontraría rasgo alguno que le permitiera distinguir a que familia perteneció a su abuela.

La charla dura unos minutos más y conforme pasaba la discusión Harry notó como la batalla poco a poco iba esfumándose del cuerpo de su madre para darle paso a la resignación. Pareciera como si tuviera el mundo en sus hombros y por fin le estaba pasando factura a su cuerpo y mente. Su abuela solamente sonreía triunfal ante su inminente victoria. A Harry le dio gracia como su abuela podía derribar a su madre con solo unas palabras bien colocadas en el momento exacto. Zosma, derrotada por la terquedad de su suegra, se fue de la habitación y dejó a Harry en los brazos de su abuela alegando su regreso en una hora como mínimo.

Así fue entonces como Harry se quedó en la soledad de su cuarto sostenido por los fuertes brazos, aunque de apariencia frágil de su abuela. Los minutos transcurrieron suavemente y todo lo que se podía escuchar dentro de la habitación era la suave respiración de los dos. Harry no aparto en ningún momento la mirada del rostro de su abuela, intentando memorizar cada detalle con avidez y un toque de desesperación. Por otro lado, su abuela le devolvía la mirada con tranquilidad, permitiendo que su nieta viera y analizara cualquier cosa de su rostro.

Si Martha Crabbe notó la desesperación y la ansiedad con la que su nieta veía cualquier cosa, no demostró nada con un rostro en blanco y una sola sonrisa suave. Casi podía sentir la última y la tristeza por el rostro de su nieta. A pesar de ser la primera vez que ambos se ven, no hubo un llanto ni angustia por la persona desconocida que le cargaba así que María decidió hablarle como un adulto.

-Hola Anastasia. No sabes quién soy yo, pero soy tu abuela, la mamá de tu papá. Mi nombre es Martha y tengo 64 años. ‒habló lento y suave sin apartar sus ojos negros de los verdes de su nieta quien solo parpadeaba como si pudiera comprender todo lo que decía‒. Tienes dos meses desde que llegaste a este mundo y nunca nos hemos visto hasta ahora. Tendrás que perdonarme a mí a todos tus parientes, pero verás, no podía ser posible por la magia familiar.

Ahora, eso era algo que Harry quería saber. No podía comprender que tenía que ver la magia familiar en la reclusión de un recién nacido sin contacto alguno con otra familia. Si Harry fuera un bebé normal ni siquiera le importaría, sin embargo, como un alma vieja anhelaba casi desesperadamente el contacto humano fuera de su familia cercana.

‒ Mira dulzura, aunque no me entiendas intentaré explicártelo. Verás, la magia familiar es como un manto o una capa que envuelve al mago. Le brinda protección y lo reconoce ante cualquier método como parte de la familia, que es digno de llevar la sangre y el apellido Peverell. De la misma forma, la magia familiar ayuda al bebé a prevenir enfermedades y fortalecer un poco su núcleo para evitar que haya bebés squib, también ayuda a obtener los regalos familiares conforme uno va creciendo. La magia familiar está dentro de cada integrante nacido de la familia. Yo no soy una Peverell de nacimiento sino de apellido por lo que la magia funciona de un modo distinto conmigo, sin embargo, tu padre y tu hermano tienen la magia de Peverell y, como son tus familiares más cercanos, ellos son lo que te la brindar. La magia familiar puede obtenerse de dos formas diferentes: la primera es con contacto físico con los miembros de la familia y la segunda forma es con objetos o herramientas particulares que puedan potenciar la magia. Los Peverell, por ejemplo, utilizan una flor amarilla llamada crisantemo; la familia cosecha las flores desde su estado más básico como la semilla y conforme crece, la embullen de magia familiar para ser utilizada dentro de las casas, los bebés, vestimentas, perfumes e incluso infusiones.

Harry escuchaba con atención toda la información nueva que le brindaba su abuela. El término de magia familiar no era del todo desconocido para él, durante sus vidas anteriores la magia familiar estuvo presente en su vida mientras era el Heredero de la familia Black aunque no de la misma forma representada como en este nuevo mundo. La magia familiar que él solía conocer accionaba en un término más básico referente a la protección del integrante, la protección del hogar, algunos rituales familiares y algo más que los emparejaba a todos los miembros. La magia familiar Black es oscura y esta ligada a la trata de secretos mágicos y líneas de sangre, también era dicha magia lo que permitía los dones mágicos. Ejemplo, el don del metamorfogo se pasaba a través de la magia familiar y, como no había sangre nueva para renovar los dones, la magia familiar no consideraba digno a ningún miembro Black para trasmitir el don. Al parecer la magia accionaba de una forma más compleja en este universo que en los anteriores.

‒ Por supuesto, me negué con dureza ante la negatividad de mi esposo, tu abuelo, en que solo tus padres y tu hermano eran los únicos que podían estar contigo los primeros meses de vida. Necesitas más contacto humano querida y eso no se iba a lograr con solo tres miembros familiares. Puede que seas un bebé pero la socialización ha sido la base del ser humano desde nuestra existencia y negarla es negarte a ti mismo.

Harry no apartaba la mirada de los ojos serenos de su abuela sin darse cuenta de que su propia magia actuaba como catalizador de su sentimiento. Los objetos giraron con fuerza a su alrededor ante las palabras hasta convertirse en un suave baile como si danzaran al ritmo de una triste melodía. Su abuela notó este acto con ternura y cariño, por lo que no hacía daño seguir hablando con su nieta con madurez.

‒ Una presentación no estaría mal. Hola pequeña, mi nombre es Martha Crabble. Esposa de Antares Peverell, madre de Alexios e Izar Peverell y madre adoptiva de Artemisa Peverell. También soy tía abuela de otras ramas secundarias sin embargo no acabaría nunca ante los innumerables tíos y primos que tienes. Tengo tres hermanos más, yo soy la mayor. Un placer conocerte, mi nieta Anastasia Peverell Radziwiłł.

La risa de un bebé llenó la habitación. Los zarcillos de magia gris brillaron y bailaron dentro de toda la habitación expresando la felicidad y maravilla de su poseedor. Felices de conocer un nuevo miembro, un conocimiento negado por su edad y una magia que, si bien se adaptaba a los bebés, Anastasia no era cualquiera. Era un alma vieja. Harry no sintió las mejillas por la gran sonrisa que adornaba su rostro ante tal presentación. La maravilla y el alivio nadaba como agua en un desierto en sus ojos vibrantes. Por primera vez desde que aterrizó en este universo, podía sentir la magia fluir bajo control dentro de su núcleo, como si no fuese más un extraño sino un amigo, un confidente.

El amor barrio su sistema como fuego maldito y suspiro aliviado. Sabía que los actos de su abuelo, sus tíos y su padre no eran para lastimarle. Probablemente también lo hicieron con sus primos mayores y había funcionado a la perfección, sin embargo, al ser un caso especial, este ritual sagrado no podía aplicarse a él ya que, en teoría, no era exactamente un bebé. No tenía sentido odiar a su familia por algo tan banal y fácil de arreglar.

Martha Crabbe era una sangre pura consciente de la importancia del ritual familiar a todos los bebés nacidos dentro de una familia sangre pura. Nunca había demostrado su inconformidad con sus nietos mayores pero la magia los bendijo con una niña, un bebé que todos los Peverell adoraban. En lo más profundo de su corazón sintió incorrecto privarla de amor durante los primeros días de su vida, aunque sabía la razón de aquella seguridad. Desgraciadamente, la bebé Anastasia no parecía adaptarse a la magia tan pura de los Peverell, más bien parecía negarla, rechazarla. No bastaba con el contacto de su padre, su madre y su hermano. Martha sabía que necesitaba la magia de toda la familia para sentirse unida a esta misma. Por esa razón, luchó con uñas y dientes, con unas palabras bien colocadas contra su esposo para actuar.

Molesta por no obtener ningún progreso con que terco de su marido, Martha rechazó la orden directa del antiguo Señor Peverell y se apareció en la mansión de su hijo Izar en Dublín, con la ayuda de sus habilidades de manipulación, engañó a su nieta política para Estar unos momentos con su nieta. No iba a arrepentirse de esa acción y aún menos con la demostración de magia Peverell que mostró su nieta en estos momentos. Tampoco hizo acto de reconocer la figura de su esposo en la entrada de la habitación, reconocerlo sería romper el acto mágico de su nieta y no deseaba eso, por lo que ignoró a Antares para seguir hablando sobre la familia a Anastasia quien parecía extasiada por conocer. a toda la prole.

Harry se despertó abrumado por la magia que sentía a su alrededor. No sabía en qué momento durmió bajo la encantadora y suave voz de su abuela, arrullándole como agua fluyendo en un río. Sus ojos se sentían más pesados de lo habitual y no podía moverse de la posición que se encontraba, el pánico arañó sus sentidos y la garganta se cerró ante la tensión. Un quejido demasiado fuerte azotó sus cuerdas vocales y en un instante el sueño abandonó sus ojos, de la misma forma también desaparecieron las cuerdas invisibles que le impedían el movimiento. Con dificultad, se movió para quedar tumbado sobre su estómago y analizó la extraña habitación en la que se encontraba.

El cuarto estaba iluminado con un fuego ardiente y grande en cada esquina de la sala ritual, el elemento flotaba y se movía a lo largo de todo el lugar, aunque no le quemaba ni sentía calor. Harry estaba colocado justo en una sencilla cuna de plata rodeada de flores crisantemo que estaba rodeada de tres velas de color blanco, gris y negro las cuales estaban prendidas. Los inciensos colocados estratégicamente alrededor de la habitación eran de Mirra, Sándalo y Menta. También había unos más cerca suyo, rodeándolos, los inciensos de ciprés, clavo de olor, canela y artemisa. Algunas hierbas como la guinea, albahaca y la pimienta rodeaban el círculo hecho de gis blanco, encerrándolo. Y, por último, también había cinco puños de sal gruesa.

La ansiedad crecía en su estómago como un furioso huracán, provocándole un fuerte malestar creando espasmos tan fuertes que sacudían su cuerpo. Gimoteo con miedo, notando la soledad en la que se encontraba y su magia comenzó a aparecer; los zarcillos grises se muestran furiosos intentando recopilar cualquier información para ayudar a su mago a salir de la situación tan estresante en la que se encontraba. Afortunadamente, no llegó muy lejos ni destruyó nada ya que la puerta se abrió para demostrar a su padre quien veía a Harry con el rostro preocupado y solemne.

Harry recordó entonces, escuchando a su padre mencionar el ritual para invocar a un Dios o Deidad para ayudar la supuesta enfermedad de Anastasia y poder aceptar la magia de Peverell dentro de su cuerpo y evitar la muerte. "Me metieron mientras estaba dormido" pensaba en un estado de terror. No tuvo tiempo de prepararse mentalmente para la presencia nítida de algún ser divino, esperaba con fuerzas que no empezaran a regañarlo sobre su estupidez; eso levantaría sospechas en todos los que observarían el ritual.

Su padre se arrodilló a la orilla del círculo, sin cruzar, con un cuchillo cortó la palma de su mano y dejó que las gotas de carmín mancharán el suelo. La magia de luz de su padre inundó la habitación al momento en que el Sol se posicionaba en el punto más alto del cielo. Las cartas de la Muerte y la Torre brillaron y las velas resplandecieron, el olor de las hierbas y los inciensos se incrementaron. La magia gris de Harry quedó suspendida en el tiempo y el espacio, el aire se espesó y el silencio reinaba en toda la habitación. Su padre abrió los labios y recitó:

De mi sangre a mi sangre

De mi cuerpo a mi hijo

De mi magia a su magia

La carne de mi carne

Apolo, venerado Dios del Sol

Ven a curar las heridas de mi carne

Ven, Apolo dios gentil

Y escucha mi mensaje urgente

La magia de la habitación crujió. El fuego, antes estático, rugió con fuerza como el león. La sal brillante y las hierbas explotan; las velas se fundieron y el circulo brilló dejando un lapsus de ceguera a todos los presentes. Por unos instantes, no sucedió nada aparte de la magia natural, solo se escuchaba el sonido del fuego y las respiraciones agitadas de su padre y la suya. Harry sintió la piel sensible y sus venas brillaban de gris, como si fuese plata la que fluía y no sangre.

Grieta

El sonido de una aparición estrepitosa e incrementado su volumen al mil, sonó lastimándole los oídos. Gritó ante el dolor ya lo lejos, la risa desquiciada de un hombre rugió. Momentos después, el dolor fue curado y la sensibilidad de su piel fue apaciguada. Con los ojos brevemente cegados, Harry sintió unos brazos agarrándolos sin suavidad y más como un toque burlón.

‒ El pequeño viajero necesita ayuda de un Dios. Que ternura.

La vista volvió a sus ojos y lo primero que notó fue el cabello rojo fuego con rayos amarillos gracias a la luz solar. Una piel pesaba por el sol y con pecas esparcidas por toda la zona libre de ropa. Entonces, notó los ojos de un color azul y un brillo sobrenatural y una sonrisa dentuda casi maníaca. Harry gimió, "Por supuesto deben traer al idiota del Dios Apolo".

‒ Solo porque eres el Maestro de la Deidad de la Muerte no tienes permiso de tratarme tan grosero. Pequeño mortal desagradecido y debilucho.

Definitivamente esto no saldría bien.