Los personajes de Saint Seiya son propiedad de Masami Kurumada y Chimaki Kuori.


Como todos los días, Aldebarán se mantuvo concentrado en su trabajo. Iba de un lado al otro en el Zoológico, hablaba con sus compañeros, recibía las órdenes de Kaiser y las ejecutaba con éxito, vigilaba a los animales, se aseguraba de que todo estuviera en orden e ignoraba las miradas de sospecha que le daba Shaina.

Alguna vez la mujer le preguntó directamente si ocurría algo malo con él, puesto que parecía que su carácter bonachón se había diluido de un día para el otro, sin saber si esos cambios eran buenos o malos, puesto que a pesar de que su afabilidad se había atenuado, seguía siendo el mismo hombre trabajador de siempre. Aldebarán no supo decirle qué estaba ocurriendo, se sentía el mismo de siempre, sólo que sin la misma energía de antes.

También estaba el conflicto que lo atravesaba: no saber a dónde pertenecía.

Después del golpe, el confundido Aldebarán había buscado un grupo al cual pertenecer en esos agradables motociclistas que se reunían en el bar de la señora Calvera. Se unió a ellos, aprendió a conducir una moto, consiguió una chaqueta, pasó algunos fines de semana por las carreteras y se retiró del grupo después de pasar un mes con ellos.

De nuevo solo, Aldebarán se dedicó a buscar algo que pudiera hacer, algún grupo de personas a las que pudiera unirse. Así fue como le preguntó a Shaina sobre sus amigos, intentando averiguar cómo eran sus amistades.

Ella, extrañada, le contó que la mayoría de las personas con las que hablaba eran hombres.

—... inútiles, torpes, sin cerebro, flojos… —comentó— ¿Por qué preguntas?

La breve descripción de ellos removió algo en el inconsciente de Aldebarán, como si justo esas fueran las características que buscaba en un nuevo grupo de amigos, por lo que le preguntó a Shaina si podía reunirse con ella y los suyos alguna vez.

Así fue como al segundo mes y medio de haber cambiado terminó con Shaina y sus amigos. La experiencia fue por demás interesante, a algunos de ellos ya los conocía, mientras que otros se convirtieron en personajes inolvidables con quienes podía pasar un buen rato de diversión. Lamentablemente, les faltaba algo. Aldebarán no sabía que era, pero cada vez que los veía sentía que había algo en ellos que no podía magnificar la experiencia.

Al no ser suficientes, Aldebarán decidió que continuaría con su búsqueda por su cuenta. Estaba convencido de que lograría encontrar aquello que le faltaba, aquello, o aquellos, que le harían sentir que su vida estaba completa.

En los siguientes meses estuvo en varios grupos y clubes, todos destinados a distintas actividades, todos incumpliendo su objetivo de hacerlo sentir parte de una comunidad. Sin embargo, justo cuando pensaba en rendirse, encontró un grupo que parecía reunirse todos los miércoles para hacer algo que denominaban "actividades muy sociales destinadas a que los socios socialicen entre sí".

La vaga descripción logró despertar su interés, lo suficiente para presentarse el miércoles siguiente, después de contactar con el líder del grupo. Llegando a la reunión con quince minutos de anticipación, Aldebarán se detuvo cuando presintió que ya había estado en ese lugar; las calles, las casas e incluso los vecinos se le hacían terriblemente conocidos, cosa que se asentó cuando tocó el timbre de la casa en la que eran las reuniones y le abrió un chico de aspecto afeminado que lo recibió con una sonrisa, como si lo hubiera estado esperando desde mucho antes de comenzar a escribirse.

—Aldebarán —lo saludó—. Soy Afrodita, el dueño y señor de este club social.

—¡Espera un momento! —desde dentro de la casa, una voz grave interrumpió las presentaciones. De pronto, la puerta se abrió por completo, dejando ver a un peliazul—. ¿Quién te nombró el amo y señor de este club?

—Es el jefe el primero que haya regresado.

—Por consenso general el jefe es el mayor.

—Eso era antes, las reglas han cambiado.

Aldebarán observó el intercambio de palabras en silencio, sin comprender por qué esa infantil pelea le resultaba tan familiar. Vio que los dos hombres se enfrascaban en un estira y afloja que culminó cuando Afrodita rodó los ojos y se metió a la casa, rindiéndose.

—Hola, soy Kanon, el amo y señor de este lugar —saludó el hombre que quedó, intercambiando un amistoso y varonil apretón de manos—. Adelante, Alde, deja te presento a los demás.

Al entrar a la casa, Aldebarán tuvo un flashazo. Ya sabía de dónde conocía a esas personas, por qué sentía tanta familiaridad con ellos. Eran los sujetos que habían aceptado dejar de ser sus amigos, todos tan diferentes y sin una razón concreta para llamarse sus amigos; pero ahí estaban, al parecer fingiendo que esa era la primera vez que se veían.

Kanon le presentó a todos los presentes, quienes se veían un poco diferentes comparados con la última vez que los vio; estaban Aioria, Mū, Camus, Shaka y esa chica extraña llamada Dysnomia que lo miraba aburrida.

—... entonces… —dijo después de las presentaciones— La descripción vaga de su club llamó mi atención, pero no he entendido del todo qué es lo que hacen con exactitud.

—Bueno, nosotros… —Kanon infló ligeramente las mejillas y miró a todos los presentes, buscando algo de apoyo.

—Oh, no, eres el amo y señor, tú resuelves esto solito —dijo Afrodita con los brazos cruzados.

—Este club se dedica a hablar. Nos dedicamos a compartir ideas interesantes sobre cualquier cosa —después de varios segundos, y un gruñido, Kanon finalmente reveló el tema del grupo. A Aldebarán la idea le resultó llamativa, pero no sabía si lo suficiente como para hacer que se quedara—. Bien, doy por iniciada la sesión del día de hoy, ustedes tres, tema de conversación, ahora.

Kanon señaló el sofá en el que estaban sentados Camus, Shaka y Dysnomia, quienes le dieron una mirada fulminante, cada uno a su maniática forma. El trío se quedó en silencio, intercambiado miradas entre ellos, hasta que Camus entrecerró los ojos y dijo algo que venía rondando su mente desde hacía meses atrás, de cuando tenía más alcohol en la sangre que una botella de vodka.

—¿De verdad Better Than You Better Than Me no es de Judas Priest?

—Sí —respondió Dysnomia, ligeramente extrañada. De todas las cosas que podían decirle, no esperaba eso—. Aunque en lo personal me gusta más la versión de Priest, nadie supera a Rob, obvio.

—Nadie —afirmó Shaka, completamente de acuerdo.

—Pero… esa fue la canción por la que los llevaron a juicio.

—Sí, es bastante divertido en realidad.

—¿Divertido? —preguntó Afrodita, mirando a Shaka con los ojos entrecerrados.

—Sí —afirmó Dysnomia, sonriendo—. Imagina que haces el cover de una canción que te gusta y en lugar de que algún desubicado te acuse de plagio, te acusan de lavarle el cerebro a niños con problemas mentales.

—Ustedes tienen un sentido del humor muy retorcido —observó Mū casi en un susurro que fue escuchado por todos.

—Gracias —agradecieron ambos a la vez.

Aldebarán miró el intercambio en silencio. Lentamente se sentó en uno de los sofás, al lado de Afrodita, y miró cómo la conversación se desarrollaba. Nunca había escuchado que algún club social se dedicara sólo a charlar, pero lo encontró entretenido y estimulante.

Es más, de repente, mientras veía a Camus y Aioria reír de algo dicho por Mū, pensó que ahí era donde pertenecía. Ahí, con esa gente que discutía sobre música, asesinos seriales, los buenos modales y juegos de mesa.

Tan cómodo se sintió, que cuando se percató de lo bien que se la pasaba sintió algo de temor. Era demasiado perfecto para ser cierto.

—Entonces, ¿nos vemos la próxima semana, Alde?

Al escuchar a Kanon detrás de él cuando se preparaba para irse, Aldebarán lo miró en silencio. Quería y no quería regresar.

—Yo te llamaré —terminó por contestar, sintiendo de inmediato la necesidad de agregar—. Es que a veces el trabajo es repentino y no tengo un horario fijo…

Kanon no le creyó, pero asintió con una sonrisa y dejó que el hombre se fuera. Apenas la puerta se cerró, miró hacia la sala con el ceño fruncido, provocando que todos los jóvenes se encogieran en su lugar.

—Espero que estén felices, lo han asustado.

—¿Nosotros? ¿Pero, cómo? —preguntó Aioria, ofendido.

—No lo sé, yo supongo que pudo haber sido algo sobre su aburrida charla melómana —dijo mirando a Camus—, o su palabrería sobre qué asesino serial es más atractivo—continuó, ahora mirando con acusación a Dysnomia —, o su diatriba sobre los juegos de mesa —pasó a Aioria solo por un breve momento antes de mirar a los tres restantes, uno por uno, mientras continuaba—, o como les siguieron la corriente.

—¡Oye! ¡Tú dijiste que habláramos! —recordó Camus, avergonzado y molesto con Kanon y él mismo. Se suponía que ya no se dejaba llevar tanto por esa clase de cosas, pero con Dysnomia ahí presente, con sus pulseras de Black Sabbath, entre otras bandas, fue imposible.

—De cosas interesantes, cosas que le interesaran a Aldebarán.

—¡Haberlo dicho antes! —exclamó Aioria, rodando los ojos.

—Oye, a mi no me acuses de nada —al verse atacada, Dysnomia cruzó los brazos—. En primer lugar, yo no conozco mucho a Aldebarán….

—Y en segundo lugar deberíamos de preguntarnos qué está haciendo esta aquí —con una expresión de desdén, Afrodita movió su mano hacia Dysnomia, como si señalara cualquier cosa insignificante.

Al escuchar a su amigo, Kanon entrecerró los ojos y asintió. Cuando buscó a sus amigos para la reunión con Aldebarán, encontró a Shaka con Dysnomia afuera del edificio del rubio, hablando demasiado cerca para los estándares de Shaka. Sospechoso, pero ya que no tenía tiempo para indagar sobre el asunto lo dejó pasar y se llevó a ambos, por lo que rápidamente desestimó las acusaciones de Afrodita y comenzó a exigir más planes.

Originalmente no tenía pensado traer a la normalidad a más de sus amigos, tal vez su hermano porque sus inciensos comenzaban a irritarlo. Sin embargo, viendo todos los cambios, Hasgard le había pedido investigar cómo estaba Aldebarán, sólo para confirmar que todo estaba en orden.

Así que Kanon había tenido que investigar y armar un plan, porque aunque en la superficie le habían pedido indagar, lo que en realidad le habían querido decir fue "regrésalo a la normalidad o muere en el intento".

—Quiero que cada uno de ustedes diseñe la idea de un club social, ¿está claro? —dijo al terminar con su regaño.

Todos asintieron a regañadientes y poco a poco comenzaron a irse, hasta que finalmente Kanon se quedó solo en su casa, meditando también su próximo movimiento.

Tuvieron que pasar cinco días hasta que Aldebarán se atrevió a buscar otro grupo; quería comprobar si esa emoción que lo recorrió con el grupo anterior se debió a su charla o por otra cosa, algo más cercano, familiar, casi místico. Su nuevo grupo resultó ser uno de ejercicios. Los hombres se reunían cuatro días a la semana para hacer ejercicio y apoyarse mutuamente en el "camino hacia el cuerpo perfecto". Sonaba interesante; algo que exigiría más de él.

Llegó al lugar, gimnasio, en el que se reunían, con quince minutos de anticipación, esperando poder convivir con los hombres y presentarse antes de comenzar con los extenuantes ejercicios. Emocionado, Aldebarán entró al lugar sólo para ver a Aioria y Afrodita discutiendo por cuál era la mejor forma de empezar a calentar. Al verlos, Aldebarán dio un paso hacia atrás y negó con la cabeza, no podía creerlo, no podían ser ellos, se suponía que ellos tenían un club social de charlas.

—Oh hola, Aldebarán. Me dijeron que ibas a venir hoy… oh, amm… soy Aioros, por cierto, es un placer… ¿Conocerte?

Aioros usaba ropa deportiva roja y tenía la frente adornada por una cinta roja, al estilo de Rambo. Su sonrisa era reluciente y emanaba un aura de confiabilidad y amabilidad que era difícil de ignorar; después de saludarlo Aioros se dedicó a señalarle a sus compañeros deportivos.

Aunque intentó mantenerse en silencio, Aldebarán terminó preguntando por qué el club social de charlas también era un club social de deporte, cosa que Aioros negó. Eran dos clubes completamente diferentes; en el primero él no estaba, y estaba Dysnomia; en el segundo estaba él, y no estaba ella. Completamente diferentes. Aldebarán no le encontró mucho sentido, pero aún así asintió y se unió a ellos.

Levantó pesas con Kanon, corrió en las caminadoras con Aioros, ayudó a Aioria con sus mancuernas, escuchó los consejos de salud de Mū, y se quedó a charlar con Camus, Shaka y Afrodita, quienes no se veían muy interesados en hacer ejercicio, puesto que ni siquiera se habían acercado a alguna máquina.

Al terminar Aldebarán salió silbando una alegre melodía que se detuvo en cuanto se percató de que la había pasado bien con esos sujetos, peor aún, había prometido regresar para la siguiente ronda de ejercicios. No podía creerlo, no podía aceptarlo, ni siquiera sabía por qué se sentía tan cómodo con ellos, como si su lugar fuera a su lado, como si el destino le dijera que con ellos era donde pertenecía.

En negación, buscó otro grupo para unirse, uno muy diferente a los otros dos pacíficos a los que se había unido al principio. Así terminó, en fin de semana, entrando a un bar, buscando su nuevo grupo de amistades. Sorprendentemente, le asombró ver de nuevo a esos hombres, sentados en una mesa mientras discutían acaloradamente; acompañándolos había algunas chicas que parecían haberse percatado de su presencia, puesto que una de ellas, una rubia, se acercó al oído de Camus para susurrarle algo que lo hizo levantar la mirada y alzar la mano.

—¡Aldebarán, estamos aquí! —dijo. Cuando Aldebarán se acercó, sin decir nada, Camus le presentó a todos como si fuera la primera vez que los veía, y después dijo de lo que iba el club—... sólo nos sentamos y bebemos hasta que uno de nosotros se desmaye. Pierde el primero en caer en un coma etílico.

Al escucharlo, Kanon rodó los ojos y fingió una sonrisa cuando Aldebarán volteó a verlo con una seria expresión de desconcierto. Le sorprendió ver que Aldebarán aceptaba las palabras del francés y se sentaba entre Kyoko y Mū, anunciando que él pagaría la primera ronda.

En realidad, después de esa noche, a Kanon le sorprendió ver a Aldebarán entrar a cualquiera de los clubes que se inventaban para atraerlo. En los días siguientes se reunieron para tejer, discutir sobre libros, entrar al club social más exclusivo de la ciudad, intercambiar estilos de ropa, ir a restaurantes a comer y dar críticas sobre los mismos, ver series, viajar a la playa y jugar voleibol, trabajar de a gratis en un orfanato, hacerse peinados extravagantes y entrar a un concurso de miradas.

El gemelo menor sabía que Aldebarán estaba renuente a unirse a ellos, como si no confiara por completo, así que verlo unirse a cada actividad tonta que se les ocurría de último momento le daba esperanzas. Esperanzas que supo no fueron en vano cuando abrió la puerta de su hogar un jueves por la mañana y se encontró de frente con Aldebarán, quien parecía ansioso.

—Estuve pensando… eso que decía el tal Milton, sobre un golpe… jamás lo entendí bien…

—Sí, Milton no sabe dar explicaciones —dijo Kanon, intentando ocultar su sonrisa—. Antes de explicarte cualquier cosa, Aldebarán, creo que debería preguntarte si te sientes cómodo con nosotros.

Aldebarán se quedó en silencio, meditando. Pese a que había tratado de resistirse, había terminado cediendo. Era como si el destino le señalase que ese era el lugar al que pertenecía, no había encontrado a otras personas con las que se sintiera tan relajado como con ellos, pero había encontrado algo interesante; él no encajaba con ellos, no en ese presente, no con esa personalidad. Así había recordado esa charla, la charla del tal Milton, sobre cambios de personalidad y golpes.

Tal vez ellos encajaban porque sus personalidades encajaban; y en el pasado se habían separado porque esas personalidades no lo hacían. Tal vez por eso no sentía que encajaba con ellos, porque su personalidad no iba con la de ellos.

—Creo… —dijo Aldebarán, mirando a Kanon primero dubitativo y después con decisión— Creo que lo suficiente como para atentar contra mi integridad física.

—Igual que todos —confirmó Kanon, sacando rápidamente su celular para enviarle un mensaje a Afrodita.

Le pediría que le llevara el bate.


Comentarios:

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Better Than You Better Than Me es una canción de la banda inglesa Spooky Tooth, publicada en 1969. Judas Priest le hizo un cover en 1978 para su álbum Stained Class; en los noventas Judas Priest fue demandado en Nevada, alegando que su cover tenía mensajes subliminales que incitaban al suicidio, puesto que dos chicos, fans de la banda, habían hecho un pacto para terminar con su vida (uno de ellos falleció y el otro terminó con heridas graves y falleció a los pocos años después). Aunque el lado acusador señaló varias canciones del disco, esta canción en particular fue señalada como el gatillo que orilló a los jóvenes a atentar contra sí mismos. El suceso es sumamente trágico, pero en cuanto a la historia de la canción, es retorcidamente curiosa. Por cierto, este hecho contribuyó, entre otras cosas, a que Rob Halford, el vocalista, dejara la banda dos años después.