¡Buenos días! ¡Qué alegre que le sigan la pista a esta historia! Cometo nuevamente que ésta es una adaptación de mi autoría, sin fines de lucro, basada en la historia original de Mizuki e Igarashi. Continuamos…
"UNA VISIÓN DE AMOR"
CAPÍTULO VIII
La fiebre había comenzado por la tarde y a pesar de los esfuerzos del doctor Miller, para su preocupación, no disminuía. Anthony aún no había despertado. Ya para la madrugada, la respiración del muchacho se había acentuado, no era un cuadro alentador. El doctor Miller llamó a un desolado William aparte y le aconsejó prepararse para lo peor. El muchacho había entrado en agonía.
"¡No!", gritó Candy desesperada al haberlos seguido para escuchar de cerca su diagnóstico. "¡No puede ser! ¡No es verdad…!", comenzó a llorar desesperada. William se le acercó para consolarla, aferrándola a su pecho.
"Lo lamento.", dijo un exhausto doctor Miller, viendo a los dos jóvenes llorar desolados. "Creo que sería bueno que mandaran llamar a un sacerdote."
"¡Anthony…!", lloró la pecosa. "¡Anthony mío…!", dijo con angustia. "No puede ser… no puede ser…", lloró aferrándose al alto patriarca. "Por favor no…"
"Lo siento mucho, señorita Britter", dijo el doctor con pena.
El patriarca vio al doctor con desolación, y en ese momento sintió cómo la joven en sus brazos se desvanecía. "¡Candy!". El alto muchacho la sostuvo aún evitando que cayera al piso.
"Colóquela aquí.", dijo el médico acercándose al sillón más amplio de la sala privada de la habitación, viendo a William levantarla en brazos. "¡Enfermera!" la llamó.
De inmediato su asistente dejó de revisar el frasco con suero que habían colocado al paciente y se aproximó al lugar. El doctor comenzó su revisión de la joven, y viendo a William que habiéndose hecho a un lado luego de recostarla, permanecía atrás de ellos, preocupado, el doctor Miller se volvió luego de un momento hacia él. "Ella estará bien, señor William. Nosotros nos encargaremos. ¿Podría salir un momento, por favor?"
"¿Eh?", se sorprendió el patriarca, "Por supuesto.", reaccionó apenado al darse cuenta de que la estaban poniendo cómoda, aflojándole la ropa, frente a él. "Veré lo del sacerdote mientras tanto, doctor", dijo, y con preocupación, el joven Andley abandonó apesadumbrado la habitación, no sin antes dirigir una mirada de dolor hacia su sobrino.
Tras dar la triste noticia a su familia en el salón principal de la mansión, la tía abuela no paraba de llorar, desconsolada, y Stear y Archie creían estar atrapados en una pesadilla de la que no podían despertar, mientras el resto de sus familiares lloraban a su primo. Los señores Britter, que se habían quedado en la casa luego de que William les explicara la razón por la que su hija no abandonaba al inconsciente muchacho - cosa que en su momento generó pena para ambos al saber de su secreto amor por el rubio menor, pero que luego generó, viendo la expresión de William, vergüenza al saber que se habían enterado de su intento de que la aceptasen como prometida, en vez de a su hija fallecida -, eso hizo que ambos esposos se disculparan profusamente con él y con su tía. La Matriarca los escuchó, pero en realidad, en ese momento no tenía cabeza para nada más que no fuera su nieto. Así que dejaron el asunto por la paz.
El padre Joseph, de la capilla del Divino Redentor, del pueblo vecino, llegó a petición de la familia a las cuatro de la mañana. Para entonces Candy ya había despertado y se había cambiado del traje de equitación al vestido menos formal que había usado para el desayuno. Anthony seguía muy mal y ella había insistido en quedarse con él en todo momento. El padre entró a la habitación y en presencia de la familia más cercana, dio los santos óleos al muchacho, en medio de un llanto contenido a su alrededor.
Al concluir la extremaunción y el padre quitarse su estola y besarla, con el frasquito de aceite bendecido aún en su mano.
"Quiero casarme…", se escuchó en el silencio de la habitación.
Los presentes se sorprendieron, mirando a la triste muchacha rubia, nuevamente hincada junto al afiebrado joven.
"Quiero casarme con él, padre.", dijo una compungida pecosa, viendo al sacerdote desde su posición hincada, sosteniendo la mano de Anthony.
"Pero ¿qué dices, hija?", le dijo el sacerdote, sorprendido.
"Padre, le pido por favor que me permita un matrimonio in extremis", dijo la joven con súplica. "¡Por favor! Quiero ser su esposa, tal como le prometí." Y volviéndose hacia su amado, sin apartar su mirada del rostro del agitado muchacho, susurró, "No permitiré que lo último que le haya prometido sea una mentira-", su voz se quebró en esto último.
"Eso no puede hacerse, hija.", dijo su madre que estaba presente hasta atrás junto a su esposo, aproximándose a ella.
"¡Sí se puede, madre!", dijo la pecosa cambiando su expresión de dolor a una de decisión. Y poniéndose de pie, vio a todos los presentes en la habitación con convicción. "Anthony me propuso matrimonio. Yo acepté la noche que fuimos juntos a ver un eclipse de luna y una inesperada lluvia de estrellas en su colina favorita. Tengo derecho a casarme con él. ¡Yo lo amo!", dijo con lágrimas derramándose. "Es lo que ambos queríamos. Lo que él quería. Yo lo amo…", dijo con dolor, "…y quiero cumplir su última voluntad.", afirmó.
Todos guardaron silencio, confundidos unos, contrariados otros, escuchándole. Incluso la tía abuela había dejado de llorar.
"¿Doctor?", dijo entonces la rubia, viendo al galeno junto al patriarca. "Doctor…", repitió ella con súplica. "Por favor…"
El doctor Miller se le quedó viendo a la dolida joven, comprendiendo su petición, y asintiendo, se volvió hacia la señora Elroy y a William Albert, "Señora Andley, señor Andley", y viendo a la familia de la joven, "Señor y Señora Britter.", dijo sorprendiendo a los presentes, "¿Podría hablarles un momento a solas?"
"Por supuesto, doctor.", dijo la Matriarca, a nombre suyo y de su sobrino, que asintió.
"Claro, doctor Miller", dijo un desconcertado Robert Britter. La Matriarca dirigió el camino fuera de la habitación, dejando a un Archie, Stear y tío David confundidos, y siguiendo por el pasillo, abrió la puerta de la habitación más cercana, haciendo entrar al pequeño grupo en la habitación de su sobrino Archie.
"Díganos, doctor.", dijo el Patriarca ahora con seriedad, mientras el señor Britter aseguraba la privacidad de su conversación cerrando la puerta tras de sí. "¿Usted cree que lo que pide Candy es lo más conveniente?", inquirió preocupado.
"La señorita Britter me pidió que la ayudara con respecto a este asunto, señor Andley. Verán, tendremos que hacer algunas pruebas más, pero… es casi seguro decir que la joven Britter se encuentra encinta."
Sus cuatro interlocutores casi que se fueron de espaldas.
"¡¿Está embarazada?!", preguntó incrédula la Matriarca, llevando su mano a su corazón, quien fue la primera en reaccionar ante la noticia. William todavía estaba con la boca abierta e inmóvil, al igual que los padres de la joven.
"Tras el desmayo de la jovencita Britter, le hicimos algunas consultas al ella despertar", continuó explicando el médico. "Tras su auscultación y compartirnos algunos síntomas que ha tenido recientemente, pudimos percatarnos de su situación." El doctor miró al joven William y al padre. "Por ser de naturaleza privada, simplemente me limitaré a decir que ambos jóvenes no pensaron que tuviese consecuencias, ya que, en su momento, el acto no se consumó. La joven Britter me aseguró que no fue algo planificado, pero ambos ya se habían comprometido entre ellos, y, bueno, por eso se lo guardaron para sí."
La señora Britter comenzó a llorar al igual que la tía abuela. Ambas por razones diferentes.
"¡¿En qué fallé…?!", lloraba la señora Britter volviéndose a los brazos de su sorprendido esposo.
"Querida, cálmate.", reaccionó el señor Britter. "Lo importante es que Candy está bien.", la consolaba quedamente su esposo. "Que el pequeño está bien. Porque lo está, - ¿no es así, doctor? - preguntó el elegante caballero de pronto consternado por su nieto.
"Lo está, señor Britter. A pesar de las circunstancias y de lo inapropiado de que ella cabalgara ayer." Todos se preocuparon al escucharlo.
"Está esperando…", repitió para sí la tía abuela llorando con un pañuelo en sus manos. "Es un milagro… - ¡Mi Anthony tendrá un hijo! -… ¡Bendita locura!", dijo con felicidad.
William que se había quedado de una pieza, se aproximó entonces a su tía y la abrazó intentando mantener su entereza con la noticia, al consolarla. En ese punto ya no sabía ni siquiera qué pensar o qué sentir. Las palabras de su sobrino vinieron entonces a su mente… "¡Nos amamos!," recordó la discusión con su sobrino en su despacho, tan solo la mañana anterior, "¡Candy es mía, tío! ¡Le pese a quien le pese! ¡Y nos marcharemos de aquí si es necesario!" El Patriarca cerró sus ojos con pesar al revalorar el significado de sus palabras.
"Está bien, doctor.", dijo finalmente William Albert. "Nosotros estamos de acuerdo con que se realice." Dijo, haciendo que su tía dejara de llorar en su abrazo.
Los señores Britter se les quedaron viendo, callados. "Solo falta su aprobación.", les dijo el triste patriarca, mirándolos.
El señor Britter vio a los ojos a su rubia esposa cuya mirada de pronto se suavizó, y luego al alto muchacho frente a ellos. "Si ustedes están dispuestos a permitirlo, nosotros estaremos por siempre agradecidos. Claro que estamos de acuerdo", respondió seguro.
"Bien.", dijo William. "Creo que tenemos una boda qué arreglar.", concluyó intentando sonreír. "El contrato matrimonial le pediré a George lo redacte de una vez con fecha de hace un mes, y lo firmaremos tan pronto esté listo."
Quince minutos después, en presencia de toda la familia cercana, tras pedirle al padre Joseph oficiara el santo sacramento, y habiendo William traído desde su habitación las argollas de matrimonio de su hermana y esposo Vincent - padres de Anthony -, la ceremonia comenzó.
Fue una ceremonia corta, pero llena de sentimientos encontrados para todos los presentes. Especialmente para la dolida novia que, sin cambiarse de atuendo, sostenía la mano de su agonizante amor, sentada al borde de su cama, con su corazón destrozado, pero intentando mantener la calma por el bien de su pequeño de mes y medio en su vientre. Porque, aunque tenían aún que confirmarlo, al saber por el médico que posiblemente sería madre, su corazón le confirmó de inmediato, sin lugar a duda, la realidad de esa sospecha. Le habría gustado tanto hacérselo saber a su Anthony con una sonrisa, y no como ahora.
El padre llegó a la parte principal de la ceremonia.
Archie se aproximó y leyó en nombre de su primo, con toda la entereza que pudo encontrar en su corazón, la promesa de matrimonio a nombre de su primo.
"- En nombre de mi primo -", dijo, "Yo, Anthony Brower Andley, te acepto a ti, Candis Rose Britter,… como mi legítima esposa…" Mientras Candy escuchaba, su mirada no se apartaba del rostro de su prometido… sintiendo en su corazón la aceptación de su amado al pronunciar las palabras su primo… al punto en que dichas palabras, en la aterciopelada voz de su príncipe hacían eco en su corazón, a medida que las escuchaba… como si él mismo las pronunciara para ella, "…para amarte y respetarte de hoy en adelante, todos los días de mi vida… hasta que la muerte nos separe.", escuchó a su Anthony concluir.
"Señorita Britter, repita, por favor, después de mí…", continuó el padre.
"Yo, Candis Rose Britter…", dijo la rubia repitiendo, "te tomo a ti, Anthony Brower Andley, … como mi legítimo esposo," afirmó sin apartar su mirada de su amado, "…para amarte y respetarte de hoy en adelante, … en la riqueza y en la pobreza, en…" se le quebró la voz. "en la salud y en la enfermedad, para amarte, cuidarte y respetarte, todos los días de mi vida… hasta que la muerte nos separe. - O hasta que nos volvamos a encontrar. -" Agregó con voz conmovida.
Todos lloraban a su alrededor, tratando de ser discretos.
"Los anillos.", dijo el padre y William se aproximó para ofrecerlos. El padre los bendijo y tomando Candy el más grande de ellos, lo deslizó entonces en el dedo de la mano izquierda del inconsciente muchacho, "Con este anillo te desposo", dijo la rubia, y tomando el suyo propio, se lo colocó ella misma con un sentimiento indecible en su corazón. "Y con este anillo, te pertenezco", le dijo con adoración. Luego, tomando la mano de él entre las suyas, miró hacia el sacerdote, esperando la bendición final.
"Por el poder investido en mí, los declaro marido y mujer. En el Nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.", concluyó.
"Amén.", dijeron los presentes.
"Muchas bendiciones, hija." Le dijo con una condolida sonrisa el padre Joseph a la triste novia.
"Gracias, padre", le dijo Candy sonriendo melancólica. Los demás se aproximaron a ella y cada uno le dio su felicitación lo mejor que podían, abrazándola, sonriéndole o dándole palabras de ánimo con ternura.
La primera en aproximarse fue la tía abuela, que le sonrió con lágrimas en sus ojos y le dio un fuerte abrazo, que ambas sostuvieron en silencio por unos momentos, reconfortándose mutuamente sin palabras. Al separarse, la afectada dama le sonrió. "Gracias, hija.", le dijo, e inclinándose besó maternamente su frente, haciendo que Candy le sonriera conmovida.
Al apartarse ella, su madre y su padre se acercaron y la abrazaron fuerte, y le recalcaron que siempre estarían allí para ella, y para su pequeño. Candy asintió agradecida, y luego se le aproximó William, junto a sus sobrinos. "Bienvenida a la familia, Candy", le dijo el alto rubio con ternura, abrazándola brevemente.
"Gracias, William."
"Anthony estará muy feliz de saberte su esposa, Candy. Estoy seguro." Le dijo Archie tratando de sonreírle y dándole un abrazo contenido.
Igual lo hizo su hermano, sonriéndole. "Él siempre estuvo totalmente enamorado de ti, Candy", dijo Stear. "Lo supimos desde el primer día que te vio en aquella fiesta", concluyó el inventor con una triste sonrisa. William los miró a ambos en silencio, considerando lo que decían.
"Gracias, muchachos.", dijo una serena Candy. Solo ellos habían estado presentes en la ceremonia.
"Por favor, señora Brower, por qué no se recuesta un momento, ya va a amanecer y no ha dormido nada.", le dijo gentilmente la enfermera que atendía a Anthony, sorprendiendo a todos, menos a Candy por el uso de su nuevo epíteto.
"Gracias, Mallory." Dijo Candy, "pero prefiero quedarme aquí hasta que Anthony despierte."
Todos se miraron con pena entre sí, al escuchar las esperanzas de la rubia.
La tía abuela se acercó a la joven otra vez y la abrazó con cariño, hablándole suavemente. "Yo sé que mi nieto haría lo que fuera por ti, Candy. Aférrate a eso."
La joven asintió. "Lo sé, señora Andley. Recemos mucho."
La señora Elroy asintió también. "Y ahora llámame tía abuela, porque para mí ahora eres mi nieta."
Candy sonrió triste. "Gracias, tía abuela."
"Será mejor que los dejemos solos un momento.", dijo William. "Además, usted sí debe descansar un poco, tía Elroy. Venga, la acompañaré a su habitación.", insistió el rubio mayor ante sus protestas, pero aceptó que la llevase, porque con la edad sí le estaba afectando el desvelo.
Archie y Stear se despidieron de la rubia y secretamente de su primo, mientras su tío acompañaba a su tía abuela. "Estaremos afuera si nos necesitas, Candy." Le dijo Stear, estrechando amistosamente su mano con cariño.
"Gracias, chicos.", les respondió la pálida pecosa, agradecida.
Veinte minutos después, William regresaba a la habitación. Y tras permitir que el doctor revisara a su sobrino, al apartarse el galeno de él, William Albert se le aproximó. "¿Algún cambio?".
El médico negó. William suspiró, notando que su sobrino seguía respirando con dificultad. Candy que esperaba al pie de la cama también a que el doctor lo revisara, se aproximó nuevamente a su inconsciente esposo.
Al verla, William y el doctor salieron solemnes de la habitación a conversar en privado, para no estresar más a la muchacha.
Al ver que se iban, Candy rodeo el lecho y tomó su lugar entonces junto a Anthony, esta vez sobre la cama, recostándose a su lado, y quedando solo ella y la enfermera presentes. La joven pecosa acarició el pecho de su amado con delicadeza, dejando luego su mano sobre el latido del corazón de su amado.
Ella miraba el querido rostro de su ahora esposo que, aunque demacrado, ella notaba no perdía su expresión de bondad a pesar de todo.
"Mallory…" dijo la pecosa entonces, volviéndose brevemente a la enfermera, que los observaba en silencio desde donde guardaba unos medicamentos que le habían inyectado minutos atrás a Anthony.
"¿Sí, señora?", preguntó la enfermera uniformada de blanco, atenta.
"¿Podrías, por favor, dejarme a solas con mi esposo unos minutos?"
La enfermera dudó al escuchar su petición, pero viendo la expresión de súplica en su verde mirada, con una comprensiva sonrisa asintió. "Iré por un poco más de agua para refrescar al joven. Y por un poco de leche caliente para usted."
"Gracias, Mallory", le sonrió Candy agradecida.
Al escuchar que la puerta se cerraba tras la enfermera, Candis se sentó sobre la cama y aproximó su rostro al de su agonizante esposo y con lágrimas corriendo por sus mejillas, le habló suavemente, acariciando su mejilla. "Anthony… amor mío…" le dijo. "Perdóname… Perdóname, mi amor." Ella le dijo con dolor. "Sabes, hablé con William y le conté toda la verdad, le confesé lo de mi adopción y sobre nosotros. Y él comprendió, mi amor, y el compromiso ya está disuelto. Se lo dije porque sabía que no podía traicionarte, sin importar lo que sufrieran mis padres. No podía, Anthony. Discúlpame por no haberme dado cuenta antes. Te amo, mi príncipe de las rosas, y mi lugar es únicamente a tu lado - o con nadie más. -" le confesó, acariciando su rostro, tiernamente. "Sabes, amor, te tengo una maravillosa noticia… vamos a ser papás," le dijo feliz. "Tú y yo. Aquella maravillosa noche en nuestra colina selló nuestro amor para siempre… No sé exactamente cómo pudo ser, pero el doctor Miller dice que a veces esto sucede. Y quiero que me disculpes por no poder esperar a que despiertes para decírtelo. Además, quiero que sepas… que no pude pensar en pasar un día más alejada de ti. Así que le pedí permiso a tu tío y a mis padres, y… le pedí a un sacerdote que nos visitó, que nos uniera a ti y a mí en santo matrimonio. ¡Estamos casados, mi amor!", le dijo sonriente, con lágrimas surcando por su bello rostro. "Y te amo, Anthony… ¡te amo!", le dijo. "Y con todo el amor de mi corazón te pido ahora que luches, mi vida. … ¡No me dejes, mi amor! ¡Aférrate a mí!", le suplicó, alcanzando hacia su mano libre, asiéndola hacia ella pero sin lastimarle, cuidando la canalización en su muñeca. "Aférrate a mí y a nuestro pequeño", le dijo, alzando con suavidad su mano acercando su plana pancita para que pudiera tocarla levemente con el dorso de sus dedos. "Ahora estamos unidos, Anthony. Somos una familia, y podemos luchar juntos. - No me dejes, amor. No nos dejes... Te lo suplico, mi vida. No me dejes sola.", se le quebró la voz. "¡No puedo vivir sin ti, Anthony! Tú eres mi corazón. Tú eres mi vida…" La rubia se inclinó con cuidado y besó su cien con suavidad, y tras mirarlo unos segundos más, recostó su cabeza en la almohada junto a él, y contemplándolo, no pudo evitar el comenzar a llorar, por primera vez con desasosiego, sin que nadie más pudiera consolarle, aferrada aún a la tibia mano de su agonizante amor.
Solo una mirada triste la observaba desde la entrada de la habitación. A través de una puerta entreabierta, el joven William se condolía junto con la joven por su sobrino. El patriarca había llegado hacía solo unos momentos a avisarle que el contrato matrimonial ya estaba firmado por ambas familias. Pero podía ver ahora que eso era lo que menos le importaba en aquel instante. Era un momento íntimo entre ambos esposos, del cual había sido testigo en su parte final.
Cuando la rubia finalmente se calmó, se quedó viendo el bello perfil de su apuesto esposo que respiraba aún con agitación, "No me dejes, amor.", le dijo nuevamente con ternura, "te amo.", y estirándose, besó con sentimiento su mejilla, cuidando de no lastimar su hombro inmovilizado, y luego, mientras acariciaba aún con su pulgar el dorso de la mano del muchacho, estando ella otra vez recostada en la almohada, a su lado, su verde mirada lo acarició también, contemplándolo con amor.
William cerró la puerta entonces con cuidado. Y se alejó de allí con un corazón dolido, sabiendo que la imagen de su sobrino en su lecho de muerte y de la triste rubia a su lado, era una imagen de amor y de dolor que permanecería con él para siempre.
Continuará…
¡Gracias por leer!
Gracias por sus comentarios al capítulo anterior. Sé que es un momento difícil, y lo siento. Todas lo amamos.
Gracias querida Mayely león, Anguie, Sharick, Guest 1, Guest 2, Cla1969 (¡Benvenuti a leggere di nuovo!) En español: ¡Bienvenida otra vez a la lectura!; Lisbeth Haruka (¡Bienvenida a la cuasi lectura entonces! Es la primera vez que me citan textualmente. ¡Ji, ji! Te pido paciencia, amiga. Muchas gracias.), Guest 3, Guest 4, y Julie-Andley-00 (¡Hola, Julie! ¡Qué bueno saber de ti! Me tenías preocupada. Te envié un PM para avisarte, pero te agradezco. Cuando puedas, amiga. La historia avanza poco a poco. Espero estés muy bien. ¡Bendiciones!) Gracias a todas y cada una por su apoyo al leer y comentar.
Y gracias a las que leen en silencio también. Como he mencionado en mi historia anterior, ahora el sistema de Fanfic para mí ya no registra ni vistas ni visitantes desde el 16 de septiembre. Tampoco lo hizo en esta nueva historia al iniciarla. Gracias por hacerme sentir acompañada en su desarrollo al saber de ustedes.
Gracias otra vez, y ¡bendiciones!
lemh2001
11 de noviembre de 2023
P.D. Publicaré la continuación mañana por la noche.
