Disclaimer: Todo lo relacionado con Harry Potter pertenece, por desgracia, a J. K. Rowling. Lo queer, de su fandom más combativo.


1993

Al verlo, el primer impulso de Sirius es el de salir del local, pero sus pies se desplazan por su cuenta y lo dirigen hacia adelante al mismo tiempo que Remus se pone en pie, acercándolo a él. Al menos, hasta que el puñetazo que Remus dirige a su mandíbula detiene su avance, derribándolo más por la sorpresa que por la fuerza. Es la primera vez desde que se conocen que este lo golpea en serio. De hecho, es la primera vez en su vida que Sirius ve a Remus siendo violento.

Se queda en el suelo, aturdido, frotándose la mandíbula y maldiciéndose por no haberse marchado, por haber venido, por haberse acercado a Remus en lugar de alejarse de él de una vez por todas y dejarlo vivir su vida sin más interferencias. Hay poca gente en Las tres escobas, pero todo el mundo está levantándose, escandalizado, y las sillas chirrían al ser arrastradas sobre el suelo. Madame Rosmerta, que por fin lo ha reconocido, ahoga un chillido de sorpresa.

Sirius no se mueve cuando Remus salva la distancia que los separa con una zancada. No va a pelear con él. No lo haría jamás. Pero Remus, en lugar de seguir golpeándolo, le tiende la mano con una mueca de disculpa en los labios apretados y los ojos de color avellana observándolo con una afabilidad que contrasta con el dolor que todavía siente en la cara. Sirius duda, pero Remus no aparta la mano.

La acepta.

Remus tira de él, ayudándolo a ponerse en pie. No lo suelta cuando Sirius trastabilla y tampoco cuando lo atrae más cerca, tan cerca que puede oler el discreto aroma a perfume varonil que emana su antiguo amigo en contraste con el suyo, que sólo porta el olor a polvo y cerrado de Grimmauld Place, y lo estrecha entre sus brazos con fuerza durante varios segundos, tantos que a Sirius le da tiempo a sobreponerse a su desconcierto y devolverle el abrazo, abrumado por la emoción de tenerlo así, tan cerca, una vez más.

—En realidad, me preguntaba cuánto tardarías en presentarte aquí, Padfoot —dice, con cierta sorna en el tono de voz, y rompe el abrazo, que a Sirius ahora se le antoja efímero. Luego ayuda a recoger una de las sillas que Sirius ha tirado en su caída y se dirige a la dueña del establecimiento, que los observa, atónita—. Está bien, Rosmerta. Siento mucho el escándalo. No debería haberme dejado llevar por un impulso así, pero le aseguro que todo está bien. ¿Sería posible servirnos un chocolate caliente? Creo que servirá mejor para encauzar los ánimos.

«Padfoot».

Sirius parpadea, con los ojos húmedos. Se ha sentido perdido, desde que salió de la cárcel. Mejor dicho, desde que entró a ella. Desde que despertó en el asfalto, caliente por el incendio, aquella fatídica mañana de noviembre, pocos días antes de su cumpleaños. Los recuerdos anteriores pertenecen a otra vida, a otra persona, otro Sirius Black que no es él. Sólo la determinación por encontrar a Harry, por verlo, por beberse su parecido con James y, quizá, recuperar la sensación de ser él mismo, le ha dado un objetivo temporal. Pero no es hasta que Remus lo ha golpeado, abrazado y llamado por su antiguo apodo que se ha sentido él de nuevo, de la punta de los dedos de los pies hasta el último de los cuarteados cabellos de su cabeza. Por primera vez en más de una década, siente algo parecido a regresar a un hogar.

—No fui yo quien cogió la moto, Moony.

Las palabras salen de sus labios en un borbotón, aún de pie ahí, en medio del salón, sin terminar de creerse que Remus lo haya abrazado e ignorando el gesto cortés de este, que le indica cuál era la mesa en la que estaba sentado. De pronto, siente la urgencia de disculparse, de reparar su error. Los recuerdos de todas las veces que ha tenido que hacerlo en el pasado regresan, desde el más nimio «lo siento» a solicitar la absolución de Remus por ser imprudente, conflictivo y desconsiderado, incluso con sus amigos.

—Pero sí fue como si la cogiese yo, porque te prometí que no lo haría. Sé que tú te referías a que no condujese, pero yo preferí creer a Wormtail, creer que podía salirme con la mía, siempre creía que podía hacerlo y tú siempre decías que no podía ser y… —Se interrumpe, con la voz rompiéndosele en la garganta. Hacía años que no hablaba tanto tiempo seguido, que no decía lo que le estaba corroyendo en su interior. No hablaba en un tono así, de súplica, desde la que él creyó que iba a ser la peor cagada de su vida, y reconocerse en aquel imprudente adolescente escoció como había escocido en ese momento—. Lo siento. Lo siento mucho, Moony.

—Será mejor que nos sentemos —contesta Remus, apretando los labios en otra mueca, ahora de resignación, mirándose la mano con la que lo ha golpeado, que empieza a inflamarse—. Me parece que tenemos muchas cosas que aclarar.

Ninguno toca las tazas de chocolate caliente que Rosmerta les deja en la mesa, una elección muy característica de Remus incluso aunque estén al final de la primavera. Sirius se empapa de la presencia de Remus, del contraste entre este que está delante de él y el que subyace en sus recuerdos. Lamentablemente, le recuerda más al Remus que vio por última vez, en el juicio: ojeras marcadas bajo los ojos, pómulos afilados por la delgadez y una palidez que hace destacar sus ojos de color avellana.

Esos no han cambiado ni un ápice en todos estos años. Ni siquiera en la forma compasiva con la que lo observa, con la expresión de suspicacia con la que lo miraba aquel adolescente que sabía adivinar sus intenciones siempre, incluso antes de que el propio Sirius supiese qué iba a hacer.

—Te ves bien —dice, con un graznido, al cabo de unos minutos de un silencio que no es incómodo, porque los recuerdos que lo abruman lo impiden. Los ojos de color avellana de Remus chispean y luego resopla de risa con una carcajada que no alcanza sus ojos. A Sirius siempre se le dio bien mentir cuando le interesaba hacerlo, pero jamás consiguió engañar a Remus. Quizá porque nunca lo intentaba en serio.

—Han sido unas semanas… intensas. Desde que nos enteramos de lo de Peter… —Lo llama Peter, no Wormtail, y Sirius se pregunta si él también ha dejado de ser Padfoot todos estos años. Hasta hace unos minutos, ni siquiera había pensado que pudiera volver a serlo algún día, que pudiera recuperar la parte de su vida que era Remus, la única persona que creía que quedaba viva para llamarlo así.

Remus le cuenta que está dando clase en Hogwarts como profesor suplente. De Física. Sirius lo escucha, emocionado, tratando de completar en su mente todo el proceso que lo ha llevado hasta ese punto, todos los acontecimientos importantes de la vida de Remus que se ha perdido, de esa vida que para él se detuvo en una casa destrozada de Godric's Hollow, un montón de cadáveres en el asfalto y una celda de Azkaban.

—Dumbledore siempre tuvo fama de excéntrico, pero desde luego no se puede decir que no haya sido justo al reconocer el talento —musita Sirius, tras escuchar cómo Remus consiguió el puesto, apenas unos años atrás.

—No estaría tan seguro. —Remus mira a su alrededor, cerciorándose de que nadie está prestándoles atención. O no la suficiente como para oírle hablar—. Creo que él es… como nosotros. Bueno, como yo, más bien. —«Gay», comprende Sirius, que no se sorprende, aunque nunca había pensado en el director Dumbledore, un solterón eterno, de esa forma.

—Eso explicaría algunas cosas. —Remus se encoge de hombros, quitándole importancia—. La misma condición que entonces, imagino.

—Que nadie lo sepa. Una información que ha quedado estrictamente entre Dumbledore, Poppy y Snape. Y yo mismo, claro.

—¿Snape? ¿Está aquí? —pregunta Sirius, estupefacto. Un débil eco del viejo odio resuena en su interior. El nombre lo ha hecho reaccionar antes incluso que el de la enfermera que veinte años atrás ya estaba en su puesto.

—Él imparte Química.

—Siempre se os dio bien. Y Lily debería haber estado ahí también, habría sido una profesora de Literatura Inglesa maravillosa —dice Sirius, no muy consciente de que este pensamiento ha abandonado sus labios hasta que Remus se entristece, recordando a su amiga—. Lo siento mucho, Moony. No quería matarlos, yo…

—Tú no los mataste. —Sirius parpadea, antes de darse cuenta de que Remus se está refiriendo a James y Lily—. Ni siquiera estabas allí.

—Debería haber estado allí, convenciéndolos de salir a pedir golosinas con Harry. Era Halloween…

—Pero no estabas allí.

—Sí estaba en esa moto. —Esta vez, Remus aprieta los labios y agacha la cabeza.

—Fue un error —dice, hablando pausadamente—. No creo que nadie piense que no has pagado lo suficiente ese error. Ni siquiera yo —añade, al levantar la mirada—. No cuando pones esa mirada de perrito desvalido.

—Yo no hago eso —protesta Sirius. Es sorprendente lo fácil que resulta conversar con Remus, incluso años después y sintiéndose culpable—. Lo sabías, entonces. Que había salido de la cárcel.

—Salió en los periódicos que iban a absolverte hace semanas. En la televisión el caso estuvo un par de días en todos los programas y tertulias cuando encontraron a Peter y todos coincidían que ni siquiera el hecho de que te hubieras declarado responsable en su momento impediría que salieses.

—Sigo siendo responsable.

—No puedo absolverte de eso, Padfoot. —Remus suspira, apesadumbrado. Sirius asiente, entristecido—. Pero tampoco voy a decir «te lo dije».

—Eso nunca fue contigo —dice. Está a punto de preguntarle por qué. Por qué está ahí sentado, tranquilamente, como si se hubiesen reencontrado tras haber perdido el contacto al salir del colegio en lugar de por una serie de malas decisiones que habían destrozado sus vidas—. Antes has dicho que esperabas que viniese por aquí.

—Era obvio. Eres un superviviente nato. Siempre lo has sido. Sobreviviste a tu familia, a tu exilio materno y has sobrevivido a Azkaban. Era cuestión de tiempo que te rehicieses y acabases descubriendo dónde estaba Harry.

—Está aquí. —No era una pregunta.

—Por supuesto. James y Lily dejaron pagada su matrícula. Ni siquiera ese odioso imbécil de Vernon Dursley habría podido evitar que viniese a estudiar a Hogwarts.

—¿Vive con ellos?

—Sólo durante los veranos, hasta que cumpla la mayoría de edad. —Sirius está a punto de preguntarle por qué no se hizo cargo él de Harry, por qué lo dejó con esa familia que no tenía contacto con Lily, pero no lo hace. Remus lleva un traje prolijamente limpio, pero que tiene aspecto de tener varios años y un intenso uso diario, pues está desgastado y rozado e incluso tiene algún botón disonante, con un color levemente diferente. No necesita preguntar para saber que no han sido años fáciles para él, mucho menos para criar a un niño en condiciones. Aun así, Remus contesta su pregunta no formulada—: Hogwarts ha sido mi primer trabajo estable.

—Joder… —Remus hace un gesto leve de resignación, y Sirius se plantea que probablemente no haya sido más fácil lidiar con la vida fuera de la cárcel de lo que ha sido para él dentro. Sin embargo, al hablar de Harry, se le habían iluminado los ojos de color avellana y Sirius quiere saber más al respecto—. ¿Cómo es?

—¿Físicamente? Igual que su padre.

—Eso ya lo sé —dice Sirius, impaciente—. Vi su foto en el informativo y luego en el periódico. Es idéntico a Prongs, lleva hasta el pelo igual de despeinado.

—Bueno, tiene una cicatriz en la frente que Prongs no tenía. Lo golpeó un cascote en la explosión. Fue más aparatoso que peligroso, pero le dejó una marca para toda la vida. Y tiene los ojos verdes, los…

—Ojos de su madre —completa Sirius, de nuevo con los ojos empañados en lágrimas.

—Se parece a Prongs, pero no es él —dice Remus, mirándolo con compasión—. Sé que cuesta, porque es como si volviese a estar aquí, pero…

—¿Cómo es? —insiste Sirius con avidez, deseoso de saber más, como si la mera existencia de Harry pudiese ser un bálsamo.

—Se parece más a Lily. Ha heredado su talento, sin duda. Es uno de mis mejores alumnos. Pero tampoco es como ella. Es… Harry. Terco como una mula, tan hábil en sus asignaturas favoritas como torpe en las demás. Es inteligente, valiente, impulsivo, tiende a holgazanear y tiene un sentido del humor ácido que puede resultar ofensivo si no lo conoces, eso trae de cabeza a algunos de los profesores.

—Espero que a Snape.

—Sobre todo a Snape. —Remus se ríe y los ojos le brillan con ferocidad.

—Si hace falta cargárselo, dímelo. No se perdería nada en Azkaban —gruñe Sirius. Remus vuelve a reírse, tomándoselo a broma, aunque lo ha dicho medio en serio.

—Harry puede librar sus propias batallas. Y lo hace admirablemente bien, he de decirlo. —Remus se pone serio, mirándolo con intensidad. Sirius no sabe si ha pasado el examen, pero cree que sí cuando vuelve a hablar—. Fue él quien encontró a Peter.

—¿Qué?

—Dices que lo has visto en los informativos. Por el premio a los servicios especiales que le dieron… —Sirius asiente— por descubrir a Peter. —Sirius lo mira, estupefacto—. Me he imaginado que no lo sabías. No estaba seguro, pero…

—Alguien vino a contármelo a la celda, un abogado, creo. No lo de Harry, lo de que habían encontrado a Peter. No sabía que había sido él.

—Lo he deducido al comprender que no has sabido de Harry hasta que lo has visto —dice Remus, inspirando profundamente—. Él y sus amigos estaban en el parque de Hogsmeade. Creo que… discutiendo con otro compañero de Hogwarts. O peleando. Ninguno ha dado detalles a ese respecto. Tuvieron suerte, unos metros más allá de donde se encontraban, un coche se saltó un semáforo a toda velocidad, invadió la acera y se estrelló contra la fuente del parque.

—Otra vez…

—Harry, sus amigos y su compañero auxiliaron a las víctimas, un matrimonio de ancianos que habían caído al suelo al intentar apartarse del coche y al conductor. Yo le di una foto nuestra a Harry al principio del primer curso, después de comentarle que había conocido a sus padres. Esa que nos hicimos los cinco, el día de la boda de Lily y Prongs. —Sirius asiente, recordando ese momento—. ¿Recuerdas la mancha de nacimiento de Peter? Cuando tomamos la foto, los cuatro nos habíamos quitado las corbatas y llevábamos las camisas desabotonadas, así que se le veía claramente. El conductor, un hombre de unos 35 años, entrado en carnes y con una mancha similar, estaba inconsciente. Harry lo auxilió, pero ató cabos más rápido de lo que hubiese podido hacer yo. Cuando la policía se llevó detenido a Peter, corrió al colegio para alertarnos a mí y a Dumbledore. En menos de una hora, habíamos podido comprobar que era Peter Pettigrew. Los análisis de ADN tardaron unos días en confirmarlo.

—Deberían habérselos hecho a su supuesto cadáver. —Al pensar en los días de atrás, en lo que ha dicho Remus sobre su caso saliendo en los informativos de nuevo y en Rosmerta no reconociéndolo, se da cuenta de que la gente, en general, es mala reconociendo el rostro de otras personas y que él ha cambiado mucho respecto a su fotografía de archivo cuando entró en la cárcel.

—Supongo que sí, pero era otro momento, había un culpable claro que señalar y la madre reconoció el cadáver. Ahora la policía tendrá que averiguar a quién enterraron con el nombre de Peter —dice Remus, claramente consternado—. Fui a verlo al calabozo, ¿sabes? Después de que la fiscalía presentase los cargos contra él.

—¿A Peter?

—A Wormtail. Quería saber por qué lo había hecho. —Remus suspira, triste—. Pero sólo encontré a Peter, después de tantos años. Al verme, suplicó mi clemencia. Dijo que tú le habías convencido para que condujese la moto, que estaba demasiado enajenado por el dolor por lo ocurrido con James y Lily como para pensar con claridad, todavía un poco drogado por la noche anterior. Cuando le respondí que si no había hecho nada malo no había clemencia que mostrar y no tenía por qué haberse escondido, se derrumbó.

»Había huido del lugar del accidente por su propio pie, aturdido, antes de que llegase nadie a socorrer a las víctimas. Eso habría podido entenderlo, Padfoot, te lo juro —murmura Remus, casi para sí mismo—, si luego hubiese regresado. Si lo hubiésemos afrontado juntos, como habíamos hecho siempre. Le dije que podría haber acudido a mí, que yo también había sido amigo suyo. Que tú no lo habrías traicionado como hizo él, dejándolo solo para afrontar las consecuencias. Pero le entró el pánico y acudió a sus padres. Cuando tienes suficiente dinero… —Sirius asiente, no es necesario que Remus le explique que las normas pueden ser un poco más laxas si puedes pagar—. Cambió su identidad. Se hizo algunos retoques. La ansiedad le hizo engordar y eso facilitó que pasase desapercibido, viviendo en la finca de los Pettigrew como el asistente personal del desconsolado cabeza de familia, gestionando sus empresas.

—Su madre declaró en mi juicio —dice Sirius, cabreado.

—Su madre hizo lo que creyó que debía hacer para salvar a su hijo. Para que no pagase las consecuencias de sus actos, más bien. Eran otros tiempos, para bien o para mal.

Sirius respira hondo. Se frota la cara y después las sienes. Está un poco aturdido. Sabía que Peter estaba vivo, por supuesto, y esa noticia en sí había sido chocante cuando se la comunicaron, pero no todos los detalles. No la versión de Peter, contada por el propio Remus.

—No importa —decide, al cabo de unos minutos de silencio en los que Remus también parece inmerso en sus propios y funestos pensamientos—. La responsabilidad sigue siendo mía. Yo tuve que asumir las consecuencias de mis actos, mis palabras y mis silencios. No le habría obligado a entregarse si me lo hubiese pedido. Habría pasado los veinte años en la cárcel por él. Habría sido lo mejor para todos.

—Eso fue exactamente lo que le dije cuando me espetó, cabreado porque no había conseguido convencerme, que si esperaba que hubiese desperdiciado su vida en una prisión pudiendo no hacerlo y que te habrían condenado igual.

—Enterarme de que estaba vivo fue… —confiesa Sirius, recordando las últimas semanas en prisión, con el proceso de liberarlo acelerado. Habían sido convulsas y los recuerdos no son claros, como tantos otros de los últimos doce años—. Al principio sentí alivio, Moony. Alivio. Estaba vivo.

—Peter, quizá. Wormtail, no. —La expresión de Remus se endurece. De los cuatro, siempre ha sido el más amable, el más compasivo y el más empático, así que realmente debió dolerle esa última visita a Peter—. El hombre que vi en el calabozo no era un viejo amigo arrepentido por las malas decisiones que había tomado y por cómo estas habían perjudicado a sus amigos. Era un tipo frustrado porque lo habían pillado y quería suavizar las consecuencias aplazadas durante más de una década.

—¿Eso es lo que viste en mí? ¿Un viejo amigo arrepentido por sus malas decisiones?

—He visto a Padfoot arrepentido y sintiéndose culpable, como tantas veces después de meter la pata hasta el fondo. En realidad, debería haberlo visto antes. Te conocía… Te conozco. Debería haber sabido…

—La moto seguía siendo mía. La decisión de ir inmediatamente a Godric's…

—Sirius, tu mejor amigo acababa de morir y tú tomaste una mala decisión creyéndola prudente porque no tenías suficiente información.

—No necesito tu absolución, por arrepentido que esté.

—Ni yo te la he dado. Pero creo que ya has pagado lo suficiente por ello. —Buscando algo que hacer para disimular el temblor de sus manos, Sirius bebió de su taza. El cacao se había enfriado, pero el sabor le levantó el ánimo. Siempre le había levantado el ánimo comer chocolate junto a Remus, porque era su forma favorita de consolar a alguien triste.

—Debimos haberlo tratado mejor.

—¿Te sientes culpable? —Sirius se encoge de hombros—. ¿Incluso después de lo que ha hecho?

—No, no me siento culpable. Pero yo solía estar sobre todo con Prongs y contigo. A veces… me gustaría haber sido otra persona. Alguien que no condene a la muerte y a la desgracia a todos aquellos a los que toca.

—¿Todavía con esas ínfulas? —se burla Remus, sonriendo con nostalgia—. Yo creo que eres otra persona. Yo también soy otra persona. Peter es otra persona. Y, si esto es consecuencia de no haber permitido a Peter tener suficiente confianza como para no huir acobardado o contar con nosotros en lugar de sentirse amenazado, también es culpa mía.

—Eso es absurdo. Tú eras quien mediabas, quien nos mantenías cohesionados en los conflictos.

—¿Te acuerdas del año que dejó de vestirse delante de nosotros? ¿Por qué escogiste el apodo de Wormtail para él?

—No fue nuestro mejor momento.

—No. No lo fue. Yo sabía que no estaba bien, que debería haber hablado, haberte frenado. Pero… quería impresionarte, en cierto modo. Era excitante, por una vez, saber que tenía una carta ganadora en la baza. Estaba experimentando cosas que, hasta ese momento, no me había permitido siquiera imaginar —dice Remus, con los ojos perdidos en el infinito y los recuerdos sumiéndole en la nostalgia—. Regodearse en el pasado, en los quizá y los podría no sirve de nada. Así que sólo queda recordar los momentos felices y aceptar las consecuencias de las decisiones tomadas —añade, levantándose de la mesa y doblando la chaqueta de su traje sobre el brazo, antes de dejar unas pocas monedas en la mesa para pagar la consumición.

—Moony… —Sirius está a punto de rogarle perdón de nuevo y, aunque haya dicho lo contrario justo antes, pedirle la absolución, pero no lo hace. No lo hace porque los ojos de color avellana de Remus brillan con una sonrisa triste, pero sonrisa, al fin y al cabo. Porque lo ha perdonado en cuanto lo ha abrazado al ayudarlo a levantarse del suelo. Antes, incluso. Porque Remus siempre lo ha comprendido mejor que el resto y jamás ha sido capaz de permanecer enfadado con él mucho tiempo. De hecho, está seguro de que será capaz de perdonar a Peter, si este se arrepiente genuinamente, porque eso es lo que hace de Remus una persona tan bella.

—Mañana tengo que supervisar exámenes de los de quinto y evaluar a los de cuarto y sexto. Por la noche tengo guardia de pasillo. Te haré llegar un mensaje aquí para poder verte. —Se detiene y sonríe, llenando el mundo de Sirius—. Y veré si puedo conseguir un permiso de Dumbledore para no venir solo.

Sirius no duerme esa noche. Como un adolescente, se recrea en la imagen de Remus, en los cambios de la juventud a la madurez, en lo preocupante de su deterioro físico y en lo maravilloso de su reencuentro, hasta que una noticia de la televisión de su cuarto, que tiene puesta por la compañía del soniquete a la que se ha acostumbrado en la soledad de Grimmauld Place le llama la atención al oír las palabras «ha aparecido muerto, bajo circunstancias no detalladas, en su celda mientras cumplía la prisión provisional».

Una fotografía del Peter Pettigrew adulto que Sirius no conoció está en pantalla sobre un titular que menciona su propio nombre al hacer referencia al caso Black.


Notas:

- No sé si alguien se lo está preguntando, pero por si acaso: En este universo, ni Quirrell ni Lockhart han dado clases a Harry, porque al ser Lupin el profesor suplente del departamento, es quien se encarga de los cursos inferiores. Esto estaba en algún punto de la narración, pero no sobrevivió a la corrección. Creo que sí hay alguna referencia más adelante al hecho de que Lockhart sí es parte del profesorado. El objetivo de cambiarlo así fue darle a Harry y a Lupin la oportunidad de desarrollar un vínculo real que ya existe cuando Sirius irrumpe en la escena.

- Este reencuentro, que debería darse en junio de 1994, se está dando un año antes, en mayo de 1993.