Disclaimer: Todo lo relacionado con Harry Potter pertenece, por desgracia, a J. K. Rowling. Lo queer, de su fandom más combativo.

Trigger Warnings: Un personaje se ha suicidado fuera de escena. Hay una descripción explícita de cómo lo ha hecho.


1993

El entierro de Peter Pettigrew es un tormentoso día de principios de verano. Es pronto para las tremendas tronadas, más ruidosas que húmedas, de las bochornosas tardes estivales, pero parece que el clima tiene un singular sentido del humor y ha decidido adornar el funeral con truenos graves que retumban largamente en la distancia, gruesas gotas de agua que golpean con fuerza y mojan la ropa ligera que llevan los escasos asistentes a la ceremonia y algún que otro cegador relámpago en el horizonte que ilumina las nubes plomizas que cubren el cielo.

Hay muy poca gente y se arremolinan, con paraguas negros abiertos para protegerse del incipiente chaparrón, junto a la tumba abierta, al lado de la cual descansa el féretro. Un pastor religioso oficia el funeral. La madre de Peter está en la primera fila, llorando desconsolada y sostenida por una mujer de su edad y un sorprendente parecido a ella, probablemente su hermana. El padre, serio, tiene la mirada perdida. Ha visto a Remus y Sirius, que se han quedado a una distancia prudencial para no incomodar a nadie, pero no ha dicho nada ni se ha dirigido a ellos más allá de lanzarles una mirada hostil y llena de dolor. No hay reporteros en el responso, para alivio de Sirius. Ha sido una provechosa casualidad que se esté alojando en Hogsmeade, pues ha podido ver en la televisión algunos periodistas apostados frente a Grimmauld Place a la espera de abordarlo para carroñar alguna declaración.

Si bien ni Sirius ni Remus habían querido imaginar los detalles más escabrosos, las escuetas informaciones de los telediarios habían sido suficientes para elucubrar qué había ocurrido realmente. Tampoco ha sido necesario asaltar la oficina de un conserje para obtener la información, como hacían en sus tiempos de estudiantes en Hogwarts, pues la información ha corrido entre los asistentes al entierro en un rumor poco discreto. Peter fue encontrado en su celda, muerto. Se había suicidado con la ayuda de la parte inferior de su uniforme carcelario y los barrotes del pequeño ventanuco de la puerta blindada. Nadie se explicaba la prolongada ausencia de vigilancia, más allá de la profunda antipatía que los guardias sentían hacia él, aunque Remus había señalado con acidez que el número de funcionarios seguía siendo tan escaso como para no precisar mala fe por parte de nadie.

—No me siento culpable —murmura Sirius, haciendo caso omiso a la letanía del pastor que llega hasta ellos, ininteligible por la distancia—. Pero me habría gustado que las cosas fuesen de otra manera. Ahora comprendo por qué fuiste a hablar con él. —El rumor que habían escuchado, entre primos Pettigrew especialmente morbosos, decía que se había enterado de la liberación de Black y eso le había hecho tomar conciencia de que le esperaban veinte años en prisión. Probablemente, hasta ese momento, había esperado algún tipo de circunstancia que le permitiese librarse de nuevo.

—Me temo que no quedaba nada del chico valiente e inteligente que conocimos —niega Remus, con tristeza—. El Wormtail que yo conocí hace veinte años no nos habría dejado tirados en un castigo.

—La vida no es Hogwarts y la cárcel no es un aula de detenciones —dice Sirius. Luego se vuelve hacia su amigo, temiendo haber sido demasiado franco, pero este asiente para sí mismo, de acuerdo con su afirmación. Ha sido él quien ha querido venir y Sirius se ha ofrecido a acompañarlo de inmediato. En Hogsmeade no tiene mucho más que hacer que en Grimmauld Place, pero no se ha dejado llevar por la espiral de autodestrucción que lo invadió allí gracias a la expectativa de ver a Remus de forma regular.

El ataúd desciende por la fosa y un silencio sepulcral invade el cementerio, sólo roto por el estallido de un estruendoso trueno. Remus aprieta los labios y suspira, pero tiene la mirada perdida en el infinito, no en la ceremonia.

—¿Quieres que nos vayamos ya? —Remus asiente, y los dos caminan, con lentitud, hacia el exterior del cementerio—. Gracias.

—Debería dártelas yo a ti.

—No habría venido si no te hubiese acompañado. Una vez más, no habría comprendido lo oportuno de decidir lo correcto hasta que fuese demasiado tarde.

—Esto no es lo correcto. —Sirius levanta las cejas—. Tampoco es lo incorrecto. Sólo es lo que cada uno necesita. Ambos necesitábamos despedirnos de Wormtail, aunque no seamos capaces de perdonar a Peter, por ahora. —Al escucharlo, Sirius comprende que tiene razón. Que, probablemente, llegará un momento de sus vidas en el que echarán de menos al Peter de su juventud y no les dolerá tanto el de la adultez.

—También creo que necesitaba acudir al menos a uno de los entierros —dice Sirius, que durante la ceremonia ha pensado en varias ocasiones en lo doloroso que fue para él no poder despedirse de James, de Lily y de Regulus. Recuperar esto con Peter ha sido, en cierto modo, un alivio.

—En cambio, yo empiezo a pensar que he acudido a demasiados funerales. —Sirius sabe que Remus no lo ha dicho por los amigos que tienen en común, que ha perdido a otras personas, aquellas a las que él ha acompañado en los años de ausencia de Sirius en sus partidas hacia el otro lado del velo que separa la vida de la muerte, pero no puede evitar sentirse dolido.

—Entonces, quizá, deberíamos tomar caminos diferentes. Nunca he sido la mejor compañía para evitar la desgracia. —Sorprendentemente, Remus sonríe, aunque con tristeza, celebrando el humor negro que Sirius emplea para disfrazar su verdadero temor.

—Hasta la muerte puede traer paz, Padfoot. Créeme, lo he visto.

Conoce a Harry por primera vez varios días después. Sirius ha esperado con impaciencia que Remus tratase de conseguir un permiso del director y se ha dirigido directamente a sus tutores, los Dursley, pero estos se han negado rotundamente a que su sobrino establezca cualquier tipo de conexión con un expresidiario. Remus ha tratado de tranquilizarlo, de pedirle paciencia, pero Sirius, espoleado por los comentarios de este acerca de que Harry le ha preguntado por él en varias ocasiones, tratando de averiguar qué concepto tiene su profesor de Sirius Black, ha planificado ir el último día del curso a la estación de Hogsmeade para verlo, aunque sea desde la distancia, montarse en el tren.

Sin embargo, es el propio Harry, digno sucesor de los merodeadores, quien precipita el encuentro. Con la ayuda de sus amigos, escapa de Hogwarts una tarde, un par de días antes de que el curso finalice y todos los alumnos regresen a sus casas, y se planta en Hogsmeade. Sorprendido al verlo en medio de Las Tres Escobas, mirándolo con curiosidad y descaro, Sirius ni siquiera es capaz de preguntarse cómo ha sabido el chico que está ahí.

Tiene casi trece años y es exactamente igual a su padre a esa edad: extremidades desmadejadas por el crecimiento desigual, pelo alborotado y articulaciones huesudas. Pero la mirada y la expresión son de Lily: hermosas e inocentes, con una chispa de sarcasmo, inteligencia y terquedad mezclada con el descaro de los Potter. Los ojos de Sirius, que se ha levantado de la mesa en la que leía el periódico al verlo entrar, esperando en realidad la visita de Remus, que no debería tardar en llegar, se humedecen cuando Harry se acerca con cautela, observándolo con sumo interés.

—Hola, Harry —consigue susurrar con la voz ahogada, al final.

—He oído decir que es usted mi padrino —contesta este, con una expresión decidida—. Y mis tíos dicen que los de tu clase sois delincuentes, sólo que al menos el resto, menos psicópatas que tú, tienen la decencia de limitarlo a la corrupción. —Sorprendido, Sirius suelta una carcajada que suena más como un ladrido—. Claro que tío Vernon es imbécil y cree que todo el mundo es un delincuente menos él y Dudley que, si no lo es ya, lo será en un futuro.

A sus casi trece años, se comporta con la insolencia que cabría esperar de alguien que ha descubierto que el mundo puede ser un lugar agradable después de vivir once años en una familia que lo toma como una carga que, por otro lado, no desean soltar. Sirius se pregunta si lo hacen por algún tipo de conciencia religiosa, ya que duda que, partiendo de la descripción que Harry hace de sus tíos, duda que sea altruismo, o si es porque reciben un generoso estipendio del Estado por la orfandad de Harry. Además, este tampoco es pobre. No le ha faltado de nada, al menos material, aunque el chico hace comentarios poco usuales sobre su infancia y las relaciones sociales anteriores a Hogwarts.

En cierto modo, parece haber encontrado su familia en el colegio, en eso es idéntico a Sirius. Y a Remus, que no se sorprende un ápice cuando llega a Las Tres Escobas y los encuentra sentados a la misma mesa, uno hablando con entusiasmo y el otro escuchando con atención antes de intercambiarse los roles. Harry desea saber más de sus padres, de la vida que su padrino perdió doce años atrás y Sirius quiere empaparse del presente, de una vida que se presenta audaz y tan inmortal como él mismo se vio en su día, con todo el futuro posible por delante.

—Ojalá poder llevarte conmigo a vivir a Grimmauld Place, no tendrías que soportar regresar con esos Dursley —dice, en un momento dado, cuando el enésimo comentario casual de Harry al respecto lo enerva sobre manera.

—No seas absurdo, Padfoot —responde Remus, riendo entre dientes. Sirius frunce el ceño, porque tiene razón. Ningún juez en sus cabales le daría la custodia a alguien como ellos, pero Harry se entusiasma con la idea y le pregunta cómo es el viejo caserón de los Black.

—¿La verdad? Inhabitable y un horror abisal —reconoce Sirius, consiguiendo solamente espolear aún más la curiosidad de Harry.

Las horas se le escurren entre los dedos mientras habla con él. Sirius es incapaz de apartar la mirada, orgulloso del chico en el que se ha convertido, deseando no haber sido el epicentro doloroso de tantas desgracias para haber podido disfrutar de su vida de otra manera. Le cuenta cómo le regaló una pequeña moto por su primer cumpleaños que podía impulsar con los pies. Un regalo que divirtió a James y a Lily, quien fingió escandalizarse y lo acusó de adoctrinar a su ahijado. Narra la anécdota sin darse cuenta de los ojos húmedos de Remus, de los suyos propios, con un dolor en el pecho por los años perdidos, por no haber podido cuidar de Harry correctamente y una extraña felicidad por estar ahí ahora, haciendo que los ojos del chaval brillen con información y recuerdos que no poseía.

A pesar de que no ha crecido amado ni mimado, como sí parece haber ocurrido con su primo Dudley, Harry es noble. Quizá por eso mismo. Se parece más a Lily y a Remus que a James y Sirius en su forma de afrontar sus estudios en el colegio, en cómo no se pavonea como si aquello le perteneciese por herencia. Sirius le pregunta por su familia, por la que ha encontrado y formado, eligiéndola, como hicieron ellos. Harry le habla de Ron, hijo de una familia numerosa con un apellido que quiere sonarle, a quien conoció el primer día. De Hermione, una chica brillante, becada como Lily y Remus, de quien se hizo amigo tras salvarse mutuamente de un castigo tras una infracción escolar. Del vínculo especial que comparten. Arruga el ceño, un tanto disgustado, al mencionar, de pasada, el apellido Malfoy, que Sirius sí reconoce.

—Draco Malfoy. ¿Es que lo conoces, Padfoot? —Harry ha pasado a tutearlo una frase después de presentarse y no ha dejado de referirse a él con su apodo de merodeador desde que se lo ha escuchado a Remus.

—Técnicamente, es mi sobrino segundo por parte de madre.

—¿En serio? —Harry hace un mohín disgustado—. No se parece en nada a ti.

—Si tiene la sangre de los Malfoy y los Black, no querría que se pareciese a mí, desde luego, no soy un puto fascista.

—Padfoot… —lo advierte Remus, reconviniéndolo suavemente, pero Harry no los está escuchando a ninguno de los dos, despotricando sobre todas las cosas que Malfoy ha dicho o ha hecho.

Así, Sirius se entera de que es el compañero con el que ha tenido una relación turbulenta de rivalidad desde el primer curso, pero que estuvo con él cuando descubrieron a Peter y que desde entonces han dejado de enfrentarse en los pasillos.

—Tampoco ha vuelto a insultarme a mí, ni a Ron o Hermione, desde ese día. Es como… bueno, Hermione dice que a veces, cuando haces una cosa tan importante como auxiliar a alguien en un accidente, hasta tu peor enemigo puede ser tu amigo, pero yo no estoy seguro de que quiera ser su amigo.

—Sigue mi consejo, chico, no merece la pena mezclarse con un Malfoy —dice Sirius, mordaz, recordando que tanto Draco Malfoy como sus padres salían en el tapiz que su madre había encargado justo antes de morir, lo cual indicaba que los tenía en buena estima y esa era una brújula moral que Sirius había aprendido a leer desde su infancia. Por no hablar de que había conocido tanto a su prima Narcissa como al Malfoy estirado con el que se había casado.

—A veces, una amistad puede venir de tu peor rival —dice, en cambio, Remus, en tono soñador—. Ahí tienes a Marlene y Dorcas. Cierto, no llegaste a saber de ellas después de Hogwarts —murmura, un tanto arrepentido de haberlas mencionado, cuando Sirius lo mira, inquisitivo—. Las conociste a ambas. Bueno, a Marlene no la conociste por su nombre, sino por McKinnon. En realidad, lo que intento decir es que a veces las relaciones cambian durante la adolescencia, porque nosotros cambiamos al crecer. Fíjate en tu padre y tu madre.

—El profesor Lupin dice que no se caían bien al principio. —Harry busca la confirmación de Sirius, que asiente, poniendo los ojos en blanco.

—Tu madre no soportaba a tu padre, al menos los primeros cursos de Hogwarts. Aunque he de decir que tenía razón en no hacerlo. Y su apodo —señala a Remus con la cabeza, que suspira, resignado— es Moony.

—Ya lo sabía. Me lo dijo él. Pero también me dijo que no debía usarlo en el colegio. —Sirius lo mira con las cejas levantadas. Es casi como estar con James de nuevo, incitándose mutuamente—. Claro que no estamos en el colegio.

—Padfoot… —Remus lo devuelve a la realidad. Harry no es James. Y sería terriblemente injusto colocar semejante carga sobre sus hombros, así que Sirius asiente, acomodándose para escuchar otra retahíla disgustada de cosas que Draco Malfoy ha dicho o hecho en los últimos años.

Harry se marcha justo antes de la cena y sólo porque Remus le indica lo notoria que sería su ausencia en la mesa de Gryffindor. Se ofrece a acompañarlo de vuelta, pero Harry declina la invitación con desparpajo, argumentando que Ron ha encontrado una poterna casi oculta en el muro del castillo en la parte de los terrenos orientada hacia el lago y que nadie lo verá entrar si se cuela por allí. Remus lo reprende, diciendo que no puede decirle esas cosas a su profesor, pero Harry sonríe con el descaro de James.

—Mañana ya estaremos de vacaciones y no será un problema. Al menos hasta septiembre. —Después se marcha y deja atrás un vendaval de emociones.

Sirius se levanta de la mesa que han ocupado toda la tarde, pensando que Remus también se irá a la cena del castillo, pero este le propone comer juntos y acepta.

—Entonces, ¿dices que Meadowes y McKinnon…? —pregunta, curioso, después de que Rosmerta les sirva unos sándwiches calientes.

—Para mí son Dorcas y Marlene ahora. —Sirius asiente. Si Remus dice que son Dorcas y Marlene, así será. De Meadowes sólo recuerda un beso experimental y lejano un día de San Valentín que le había confirmado su gusto por las mujeres. De McKinnon, los celos que le provocaba cuando estaba junto a Remus en la biblioteca, antes siquiera de saber qué eran esas cosquillas de su estómago. A juzgar por lo que le cuenta Remus, Dorcas había decidido que los hombres no eran lo suyo—. Creo que no llegaron a tratar una con la otra hasta años después de salir de Hogwarts. Yo retomé el contacto con ellas allá por el 84 y se llevaban a matar. No había manera de que no discutiesen por cualquier tema.

»Una noche, un gilipollas agredió a Marlene. Dorcas estaba allí para defenderla, ya sabes cómo era de combativa. Es cierto que hay cierta magia en vencer un obstáculo con otra persona. En salvarse mutuamente. —Remus lo mira mientras dice eso, y sus ojos de color avellana brillan con la misma intensidad que en los recuerdos juveniles de Sirius al hacerlo—. Se besaron, fruto de la adrenalina. Dorcas se sintió muy confusa, porque ya había descubierto años atrás que los hombres no le gustaban con un tal Sirius Black. —Sirius se ríe, abochornado, al oírlo de forma tan aséptica—. Yo opino que a veces estas cosas cambian con el tiempo, pero ella no es así. La muy idiota trató de alejarse y la tensión entre ambas se pudo cortar con un cuchillo durante días, hasta Marlene un día, desesperada, le gritó y luego salió del armario. Siguen juntas, viven en un cottage apartado en un pueblo del sur de Inglaterra y son felices hasta hoy.

—Me alegro por ellas —asiente Sirius, pensando en por qué Remus le ha contado toda la historia, en lugar de responder someramente a su pregunta. Algo que ha aprendido estos días de su antiguo amigo es que la experiencia como profesor y su trato continuo con el alumnado hacen que, cuando habla, imparta lecciones sin siquiera darse cuenta. O sí se percata de ello y lo hace igualmente.

—Aunque soy consciente de la descripción que ha hecho Harry del chico Malfoy, este no es como Snape para Prongs. Ni tampoco es como su padre, por muy Malfoy que sea su apellido. Créeme, he tenido la desgracia de mantener varias tutorías con Lucius sólo porque una chica de familia obrera de Liverpool saca mejores notas que su hijo. Draco todavía tiene trece años y mucha vida que experimentar, pero en cierto modo me recuerda más a ti.

—Te equivocas. Has oído los insultos que Harry ha mencionado.

—Harry no se queda atrás, créeme. Malfoy tiene que encontrar su propio camino. Ahora quiere agradar a su familia, encajar con ella, hacer lo que se espera de él, pero el traje es incómodo. Tú también llevaste un traje incómodo en su momento, deberías ser capaz de identificarlo en los demás. —Sirius piensa, por un instante, en Regulus. En que, si hubiera tenido tiempo, si no hubiese desaparecido en un momento de revulsión política, quizá habría podido buscar su propio camino, quitarse el traje de ser un Black y los deberes que conllevaba y ser él mismo—. A veces, antes de que alguien entre plenamente en tu vida, necesitas encajar la pieza en el puzle. Darle vueltas. Creo que Harry todavía no ha encontrado la posición exacta para Malfoy en el puzle de su vida y todavía está girando la pieza entre sus dedos, como yo tampoco había encontrado cómo encajaba tu pieza en la mía hasta que te besaste con Dorcas.

—¿Y cómo encaja mi pieza ahora en tu vida, Moony?

—Siempre ha encajado igual, Padfoot. La verdadera pregunta es cómo va a ser el puzle de tu vida a partir de ahora.


Notas:

- Una de las licencias cronológicas que me he permitido es, obviamente, adelantar varios años la muerte de Pettigrew.