Disclaimer: Todo lo relacionado con Harry Potter pertenece, por desgracia, a J. K. Rowling. Lo queer, de su fandom más combativo.

Trigger warning: Referencias a sexo explícito. Un personaje expresa sutilmente ideaciones suicidas. Drama, en general.


1996, 1997 y 1998

Remus no acude a ver a Harry a Hogsmeade en la primera excursión tras Año Nuevo de su quinto curso. Draco, Ron y Hermione, que ya cursan su quinto año, preguntan por él, extrañados. Tanto Harry como Sirius contaban con su presencia, no les ha avisado de lo contrario. Un extraño malestar lo invade y al final cambia el billete de tren para regresar antes a casa, impaciente durante las largas horas que este tarda en llegar a Londres. El teléfono está sonando con insistencia cuando entra en Grimmauld Place y Sirius se tira sobre él para descolgar. Al otro lado de la línea, Dorcas suspira aliviada al oír su voz. Lleva todo el día llamando cada hora, tratando de localizarlo.

Menos de una hora después, Sirius irrumpe en el hospital que Dorcas le ha indicado. Remus, con una mascarilla de oxígeno, una vía en la sangradura y tan cansado que apenas sí se entera de que ha llegado, reposa sobre la cama de una habitación impoluta y blanca. A su lado, Marlene le sostiene una mano y le enjuga la frente con un paño húmedo para aliviarle la fiebre.

—Lleva enfermo desde Navidad. No parecía más que un resfriado leve, nada que pareciera preocupante, pero ha empeorado repentinamente y decidimos que era mejor traerlo a Londres —le informa en voz baja—. Voy abajo, a tomarme un café.

—Gracias, Marlene —musita Sirius, agradecido de que haya cuidado de Remus. No se le ocurren mejores manos en las que dejarle.

En Hogwarts hubo un tiempo en el que McKinnon no le caía bien, pero ha comprendido que su yo adolescente tenía miedo de que esa afinidad que tenía con Remus, con quien charlaba en la biblioteca y estudiaba en ocasiones, interfiriese en su conexión con él. Ahora, en cambio, sabe que es una amiga leal y valiente, que ha puesto el cuerpo por muchas personas y que su vida, si bien no ha sido menos dura, ha sido más agradable gracias a estar rodeada de grandes amistades, como Remus, y de su pareja, Dorcas. Sirius se pregunta, al verla salir de la habitación, cansada, pero elegante sobre sus tacones y enfundada en un discreto vestido de color oscuro, cuántas personas más había en Hogwarts como ellos. Como Remus, como Marlene, como Dorcas, como él. Constreñidos por armarios y normas sociales que no les ajustaban, que les asfixiaban. Sirius había decidido desafiar a su familia desde bien temprano, pero haber podido hacerlo también había sido, en cierto modo, un privilegio. Y no lo habría conseguido sin todas las personas de las que se había rodeado.

«Personas que han acabado pagando sus buenas acciones con destinos funestos», piensa con amargura.

Lo primero que hace cuando Marlene regresa a la habitación, es llamar a Las Tres Escobas para dejar un recado Harry e informarle de la situación y tranquilizarlo, pero Madame Rosmerta le pide que espere, que se pondrá él mismo al teléfono. Tanto Harry como sus tres amigos se han escapado del colegio para poder llamar a Grimmauld Place y la casualidad ha querido que siguieran allí. Sirius oye las respiraciones aliviadas de los cuatro sobre el auricular cuando les asegura que Remus está en tratamiento y que se pondrá bien, y los imagina con las cabezas pegadas, tratando de atisbar el sonido del minúsculo altavoz.

Se queda esa noche en el hospital. Cuando tiene que ir a trabajar, se turna con Marlene para cuidarlo y que nunca esté solo. Los días que Remus puede respirar mejor, entre él y Marlene le cuentan a Sirius anécdotas de los tiempos que se perdió por estar en Azkaban, breves vistazos al desarrollo de su amistad. Eso lleva a que Remus relate, sin dejar de buscar con la mirada la aprobación de Marlene, que refrenda sus palabras con asentimientos, y con la nostalgia que sólo el paso del tiempo permite, resaltando los buenos recuerdos y adornando los más negativos, cómo apoyaron la huelga minera de Onllwyn.

—Los bisabuelos maternos de Dorcas eran de allí. Dejaron en herencia una casita de campo. La madre de Dorcas era hija única y ella también lo es, así que a su abuela no le importó que se la quedase al salir de Hogwarts. Creo que fue la manera en la que su madre la apoyó.

—El padre de Dorcas la echó de casa —añade Marlene, más feroz y combativa. Recordando la buena conexión que sintió con Dorcas en su breve cita durante la adolescencia, Sirius comprende que tenían más en común de lo que parecía, incluso en aquella época y se pregunta si habrían podido ser amigos de haber salido las cosas de otra manera. Si el futuro habría sido diferente para los dos, para Marlene, para Remus. Para James, Lily y Peter—. Por ser lesbiana. Y por negarse a dejar de salir conmigo. Gracias a esa casa no se quedó en la calle. No fue fácil trasladarnos allí, es un pueblo pequeño y perdido en la mitad de Gales, la gente nos trataba con hostilidad… pero teníamos un pequeño terreno y estábamos dispuestas a aprender a labrarlo.

—Ahora tienen gallinas y conejos —dice Remus, simulando hablar en secreto—. Y un cerdo. En aquella época eran cuatro o cinco rastrojos que apenas daban un puñado de tomates. Tomates que crecieron gracias a la constancia de Marlene. —Cariñosamente, esta se inclina hacia adelante para retirarle un mechón de cabello de la frente.

Sirius comprende perfectamente qué les impulsó a plantarse frente al comité de huelga y ofrecerles sus exiguos ingresos. Colaborar en la caja de resistencia era un sacrificio que no tenían capacidad para asumir, pero el pueblo tenía que mostrarse unido. Además, si algo aprendieron rápido tanto Sirius como Remus, como Dorcas y Marlene, igual que hará Harry en un futuro, es que la supervivencia cuando no eres como todos los demás, cuando no encajas en lo que consideran la normalidad, en lo deseable, es que la supervivencia depende de cuidarse unos a otros, de protegerse, defenderse y sostenerse. De poner el cuerpo delante de aquellas personas que no pueden o no se atreven.

De formar familias allí donde la que la sociedad considera correcta falla a sus miembros.

—Somos obreras —dice Marlene, levantando la barbilla con dignidad—. La opresión que nos atraviesa a todas pasa también por ahí. Era natural que nos aliáramos con ellos contra quien nos quería destruir.

Sirius podría pensar que fueron egoístas, que sólo trataban de ganarse a un pueblo hostil a la presencia de unas mujeres forasteras y queer. O que trataban de demostrar que eran moralmente superiores a la hora de hacer lo correcto. Pero sabe a la perfección que no fue así, incluso aunque pudieran presumir de esa superioridad si hubiesen querido. Remus siempre ha estado dispuesto a ayudar a quien fuese necesario y no duda de que las personas de las que se rodeó en aquellos años estaban tan dispuestas como él. Unos años que él mismo define como oscuros y difíciles, peleando por completar sus estudios en una universidad de bajo prestigio a través de becas y préstamos. Años de trabajar codo con codo con Marlene y Dorcas para extraer al menos algo que pudiera alimentarlos de una tierra tozuda y poco apropiada para la agricultura a pequeña escala.

Además, Sirius es consciente de que los Evans pertenecían a esa minería que Thatcher había eliminado de un plumazo, sin transición, sin cuidar a los trabajadores que quedaban desprotegidos, en la calle y hambrientos de un día para otro. Habían fallecido jóvenes, cuando Lily ya estaba en Hogwarts, en fechas muy cercanas. La misma mina que les había permitido criar a sus hijas los había asesinado dolorosa y concienzudamente sin que nadie agradeciese su sacrificio después. No duda de que la nostalgia jugó también un papel importante en su decisión de ayudarlos.

—La cosa es que lo aceptaron. Nosotras comimos de sus guisos, ellos aliñaron sus ensaladas con mis tomates y compartimos los huevos de las gallinas de Dorcas. Remus se acababa de graduar y, como los hijos e hijas de los mineros habían perdido sus becas —A Sirius se le escapa un insulto poco cortés contra Thatcher al oír esta parte—, se dedicó a darles clases privadas para mantener el nivel de sus estudios mientras durase la huelga. Todos lo apreciaban. En Onllwyn siguen llamándolo «el profesor» y gracias a él algunos de esos niños pudieron acceder a estudios universitarios años más tarde.

—Resistimos todo lo que pudimos. Vino más gente a apoyarnos. Gente como nosotros y nosotras.

—Estaba haciéndose por todo el país. Celebramos el Orgullo juntos, mineros, gais y lesbianas. Seguimos siendo pocos, pero seguimos celebrando. —Los ojos de Sirius se empañan, emocionado por la historia. Remus y Marlene siguen hablando. De lo mucho que ha cambiado su vida, de lo bien que viven ellas en esa misma casita, de lo mucho que han aprendido sobre el campo y el ganado, del trabajo duro que realizan a diario para autoabastecer a su pequeña comunidad y de lo felices que son.

Marlene menciona las frecuentes enfermedades de Remus en ese tiempo, el esfuerzo que han hecho por mantenerle sano, en las veces que han tenido que viajar a Londres porque no había hospitales más cercanos que tuviesen personal que tratase personas con SIDA. Habla con naturalidad y cariñosa preocupación, dando unas palmaditas afectuosas a Remus en el hombro mientras lo hace. Sirius piensa, entristecido, en los medicamentos que este no ha podido tomar en todos esos años de dificultades y que quizá ahora le permitirían encontrarse mejor. En que, en este año que ha pasado a su lado, ha tenido la suerte de no percibir el notable deterioro que ahora es incapaz de dejar de ver. De que Hogwarts fue un respiro en su vida y que ahora ha retrocedido varios años en apenas unos meses.

—¿Por qué? —le pregunta una noche que Marlene se ha marchado a dormir a Grimmauld Place para disfrutar de la comodidad de una cama en lugar de un sillón. Remus está desvelado. Este lo mira, divertido por lo críptico de su pregunta. Acaban de tener una conversación, funesta y deprimente, desde el punto de vista de Sirius, acerca del futuro y la vida—. ¿Por qué no me lo dijiste cuando nos volvimos a ver? Todavía queda algo del dinero de mis padres, podríamos…

—No quería preocuparte. Tenía algunos ahorros. Creía… que se podría solucionar poco a poco. Que saldría otro trabajo pronto, aunque no fuese de profesor.

—Habría dado la fortuna de los Black de haber podido, incluso aunque eso hubiese significado regresar al redil de Walburga, para que tuvieras las mejores medicinas —musita Sirius. Jamás, si le hubiesen preguntado quince años atrás, habría esperado oírse decir unas palabras así, pero ahora lo único que desea es poder retroceder en el tiempo y proporcionarle los mejores cuidados posibles.

Tardan casi dos meses en darle el alta. Se pierden dos de las excursiones de Harry a Hogsmeade, pero telefonearse ahora es mucho más fácil y barato y en ese tiempo instalan un teléfono que funciona con monedas en el vestíbulo de Hogwarts. Harry y sus amigos siguen, con preocupación primero y alegría después, el estado y la recuperación de Remus.

Remus y él no regresan a Grimmauld Place, ni tampoco a Onllwyn. La vieja casa se ha vendido pocos días atrás, barata para conseguir el dinero rápido, y Sirius alquila un piso acogedor y luminoso un poco más lejos de King's Cross, pero mucho más asequible por la zona en la que está. Emplea el dinero obtenido en asegurar varias mensualidades, pagar las facturas médicas y los medicamentos de Remus y ahorra todo lo demás para cuando sea necesario emplearlo de nuevo.

Como se propuso, es un piso con dos habitaciones, para acoger a la familia de Remus y que Harry pueda ir en verano a visitarlos si lo desea. Marlene regresa a Onllwyn con Dorcas, sabiéndose permanentemente invitadas a la casa. Sirius no sabe cómo agradecerles a ambas los cuidados que han brindado a Remus en su ausencia, su dedicación durante todos estos años. Marlene no llegó a completar sus estudios de enfermería tras abandonar Hogwarts, pero Sirius sabe que Remus no habría podido tener una cuidadora más afectuosa, dedicada y entregada que ella. Y tampoco sabe cómo agradecer el inmenso amor fraternal que se profesan y del que un día receló estúpidamente.

Remus insiste en retomar sus hábitos y buscar trabajo. Sirius le anima a ello, convencido de que le hará bien, pero comprende que el año que han estado juntos ha sido un espejismo, probablemente alentado por la alegría de Remus ante su trabajo, conocer a Harry y luego recuperar a Sirius. Se consume, cada vez más delgado, delante de sus ojos. Lidia con infecciones y catarros de diversas clases de forma constante. Bromea por las mañanas para ocultar su falta de apetito, diciendo que con tantas pastillas no necesita desayunar nada sólido. Susurra palabras de amor en el oído de Sirius cuando este, complaciendo el deseo de Remus de estar con él, de no alejarse, le hace el amor dulce y suavemente.

Empieza a anotar, mentalmente, las razones de su vida por las que es tan feliz, porque no quiere olvidarlas jamás. Quiere, si tienen que regresar al hospital porque Remus empeora, poder recordarle esos pequeños alicientes de la vida a los que merece la pena regresar, por los que merece la pena esforzarse, tomar medicamentos y seguir viviendo un día más. Que no haya más conversaciones funestas al amparo de la oscuridad en la aséptica habitación de un hospital.

Despertar junto a Remus, en su cama.

Lavarle la espalda en la ducha con una esponja suave.

Hablarle sin parar durante las comidas para distraerle y que coma suficiente cantidad.

Deslizarse en su interior las noches en las que se siente con suficiente energía.

La forma en la que sigue arqueando la espalda cuando llega al orgasmo.

Su sonrisa beatífica cuando lo observa y cree que Sirius no se da cuenta.

Harry, entusiasmado y lleno de juvenil energía y optimismo.

Sus amigos, tan leales y combativos como él, tan dispuestos a cualquier cosa, tan llenos de vida y futuro.

Dorcas y Marlene, que ahora telefonean a diario, charlando unos minutos con Remus antes de exigir el parte médico a Sirius.

Leer juntos el mismo libro. Ver la misma película en la televisión. Ir al cine. Pasear por el barrio en las tardes cálidas de primavera.

Harry los visita en verano, tal y como estaba previsto. Los dos se alegran muchísimo de verlo por primera vez en más de seis meses, pues el estado de Remus ha acabado con sus visitas a Hogsmeade. Aunque pasa la primera semana de vacaciones con sus tíos y su primo, llega a casa con el baúl de Hogwarts, dispuesto a quedarse hasta el día que salga el tren.

Pasa la mayor parte del tiempo con ellos. Con apenas dieciséis años ha crecido más alto que James y sus manos son tan grandes y fuertes como delicadas cuando ayuda a Remus a levantarse del sofá, fingiendo bromas estúpidas. También pasa mucho tiempo con Draco Malfoy, que vive a menos de dos horas en tren y cuyo padre acaba de entrar en prisión por una condena de corrupción. A pesar de ello, el chico ahora parece más tranquilo, más libre, más feliz. Harry y él visitan juntos Swindon, Oxford, Southampton y el propio Londres. El fin de semana que pasan en la ciudad, Remus le ofrece quedarse con ellos y Draco acepta dormir en el sofá un par de noches. También lo visitan Ron y Hermione, que declinan la misma invitación de Remus para quedarse a dormir, pero pasan dos días enteros con ellos y Harry.

—Incluso a pesar de ser unos carcas —le dice Remus, entre risas, cuando se meten en la cama esa noche, contagiados de la juventud y vitalidad de su ahijado y sus amigos.

Harry regresa a Hogwarts y Sirius alquila el otro dormitorio a Tonks. Es une chique no binarie, de talante impetuoso, que han conocido en la marcha del Orgullo de ese año. Tanto a Remus como a él les cayó bien al momento, quizá porque iba a acompañade de su hijo pequeño, que dormía plácidamente colgado de una ingeniosa mochila, a pesar del jaleo que los rodeaba. Se reencontró con elle de casualidad en King's Cross. Estaba colgando anuncios para buscar habitación y le reconoció por el estridente color rosa de su pelo y el pequeño Teddy, que seguía colgado de la mochila, despierto esta vez. No necesitó consultar con Remus cuando comprendió que era difícil encontrar una habitación en alquiler cuando tienes un bebé de un año y te toca elegir entre interpretar el rol de una persona que no eres o presentarte con franqueza y asumir los recelos de la sociedad. Cuando se lo cuenta a Harry, lamentando sinceramente haber llenado tan rápido un dormitorio pensado para él, este le asegura con una carcajada que el sofá es suficiente.

Es la mejor decisión que pueden tomar. Remus se vuelca en el cuidado del bebé y, como con las visitas de Harry, Draco, Ron y Hermione, la vitalidad del niño se le contagia. Tonks al principio se siente aturdide y no sabe cómo reaccionar ante sus atenciones, pero la necesidad de hacer entrevistas de trabajo y la perspectiva de que Teddy esté bien cuidado mientras elle está fuera en lugar de cargar con él a todas partes es tentadora y acaba cediendo al cabo de unas semanas. Remus se queda con el niño no sólo mientras su adre busca empleo, también cuando lo encuentra como guardia de seguridad en el Museo Británico, donde su identidad de género ha pasado desapercibida y el color de su pelo ha importado menos que su competencia para trabajar.

El curso pasa tan rápido que Sirius no concibe que haya llegado el momento en que Harry, que ha vuelto a crecer varios centímetros y va acompañado de un igualmente alto y espigado Draco que los observa abrazarse con una tímida sonrisa, se plante con una maleta en la puerta del apartamento dispuesto a disfrutar del verano antes de regresar para su último curso en Hogwarts. Compran un colchón inflable para que Draco pueda quedarse una semana con ellos. Tendrá que regresar a casa de sus padres unas semanas, pero les asegura que volverá antes de que llegue el momento de marcharse a Hogwarts y estará con ellos hasta entonces. Los ojos de Harry brillan, ilusionados, al oírlo. Y se apagan con tristeza cuando se marcha, a pesar de su promesa de regresar. Antes, los cuatro, Tonks, el pequeño Teddy, Dorcas y Marlene, participan en la manifestación del Orgullo de ese año, emocionándose con las lágrimas de Marlene cuando se unen a la columna presidida por una pancarta que incluye en ella, por primera vez, a las personas bisexuales y trans junto a gais y lesbianas. Y jalean cuando, en lo más álgido de la celebración, un impulsivo Harry sujeta la nuca de Draco y le estampa un intenso y desesperado beso en los labios.

—Ya era hora —opinan todes, riéndose, cuando se vuelven hacia ellos, que se han sonrojado, conscientes de súbito de su presencia y de que están en público. Aun así, ninguno suelta la mano del otro durante el resto del recorrido.

Harry se encariña inmediatamente con el pequeño Teddy. En eso se parece a su madre. Y a Remus. No tarda en autoproclamarse su padrino. Tonks, que les ha contado que no hay progenitor alguno en la vida del niño ni lo habrá nunca, se emociona al oírlo. Como James en su juventud, Harry tiene la capacidad de meterse a todo el mundo en el bolsillo y encandilar con su carisma y Tonks no duda ni un segundo en confiarle a su hijo igual que hace con Remus.

La impresionante energía de Teddy hace que el verano se esfume entre animados juegos en el parque infantil del barrio, frescas tardes en una piscina pública y paseos a la luz cálida de los largos crepúsculos estivales. Remus, que se agota con facilidad a pesar de los minuciosos cuidados de Sirius, insiste en seguir el ritmo de Harry y el pequeño. El apartamento se atesta de gente periódicamente con las visitas de Draco, Ron y Hermione y, como Remus no va a Onllwyn en agosto, de Dorcas y Marlene. Nadie, ni siquiera Tonks, que enseguida se hace amigue de todo el mundo, ni Teddy, que está encantadísimo con toda la atención que recibe, se molesta por el espacio repleto de continuo. Las carcajadas, el olor a comida recién cocinada y la alegría inunda todas las estancias del apartamento, disipando cualquier incomodidad por la falta de intimidad, compartir el único cuarto de baño o dormir en el sofá y en colchones inflables en el suelo.

En otoño regresa cierta paz y rutina al apartamento. A la confirmación del síndrome consuntivo de Remus del que Sirius ha sido testigo durante los últimos meses se une el diagnóstico de un linfoma. La palabra «terminal» cae sobre ellos como una losa. Los antibióticos cada vez son más potentes y menos eficaces y Remus se queja de que le agotan más que las propias infecciones. Sirius redobla los esfuerzos en la limpieza de la casa y todes se preocupan de cocinar con una higiene escrupulosa para evitarle problemas estomacales e intestinales. En el hospital público, por primera vez en la vida de Remus, le derivan a un médico que se ha especializado de forma específica en el tratamiento a personas con VIH y SIDA. Les informa de que las manchas de las manos de Remus, que desaparecieron tras su adolescencia y han regresado en el último año, se denominan sarcoma de Kaposi y les comenta la probabilidad de que Sirius lo contraiga también, incluso a pesar del uso de preservativos en sus relaciones sexuales, pues no conocen todos los métodos de transmisión posibles de esa enfermedad en concreto.

—No hay de qué preocuparse. Con un sistema inmune en buenas condiciones, es poco probable que suceda, pero es mi deber informarles de ello. En el caso del señor Lupin, la capacidad de su cuerpo de defenderse está ya muy mermada.

A pesar de la advertencia, Remus no se opone a que Sirius no varíe su rutina íntima, besándolo y acariciándolo como ha hecho siempre, como debería haber hecho toda su vida de no haber sido interrumpida.

Acuerdan no decírselo a Harry, pero no es necesario, Draco adivina en la visita que ambos les hacen en Navidad que Remus ha empeorado y no hay nada que le oculte a su novio. Son las primeras fiestas que Harry no pasa en Hogwarts y que Draco no celebra en Malfoy Manor, decidido a vivir su vida al margen de las opiniones insidiosas de su padre, que ha conseguido la libertad condicional. Sigue teniendo relación con ellos, sobre todo con su madre, que adora a Harry, pero ambos optan por celebrar la Navidad y el Año Nuevo con lo que Harry denomina alegremente «su familia».

—Al fin y al cabo, tengo que mimar a mi ahijado y dejarme mimar por mis padrinos —argumenta al alzar en volandas a Teddy para arrancarle una risotada, incluyendo a Remus una vez más, como si Sirius y él fuesen un viejo matrimonio, y emocionándolos a ambos, que tienen los sentimientos a flor de piel durante esos días difíciles en que la visita de Draco y Harry está contribuyendo a no permitir que las malas noticias se conviertan en un duelo anticipado por la perspectiva del futuro.

—Claro que lo somos —susurra Remus en su oído esa noche, cuando hablan de ello.

Harry y Draco regresan en enero a Hogwarts pero, aunque ambos tratan de aparentar buen humor y talante, esta vez les cuesta muchísimo más. Sirius no necesita decirles que tienen que hacerlo. Ambos se graduarán en apenas unos meses y quieren seguir estudiando, si les es posible. Draco cuenta con el apoyo de su madre, lo cual conlleva el dinero de su padre, incluso a regañadientes; y Harry heredará la fortuna de los Potter en cuanto cumpla la mayoría de edad, así que podrán hacer lo que quieran. Este ha demostrado ser un chico generoso, altruista y humilde y Draco, aunque es más orgulloso y susceptible, no se queda atrás, dispuesto a hacer cualquier cosa por el mismo Harry que en sus primeros años de Hogwarts detestó. El corazón de Sirius se llena de alegría y esperanza al comprender que gracias a ambos a Teddy no le va a faltar nada, igual que Dorcas y Marlene se han desvivido por cuidar a Remus y él sigue cuidando de Tonks, que hace ya meses que pasó de ser una inquilina a formar parte de la familia.

Remus se toma con más calma que Sirius las noticias del médico. Pierde parte de la visión durante el invierno y tienen que tratarle una retinosis, pero se somete a los cuidados médicos sin quejarse por la incomodidad o el cansancio. A Sirius le pesan los años perdidos, el egoísmo juvenil, haber dado por hecho que siempre estarían juntos y no haber previsto nada que paliase los años de ausencia. Que serían eternos. Remus se arrepiente de su enfado y de la decepción. Una noche le confirma que, efectivamente, fue a verlo al hospital, pero Sirius aún no estaba plenamente consciente y él estaba demasiado dolido como para perdonarlo. Sirius lo besa en la frente, los párpados y los labios, y le asegura que el pasado no tiene importancia ahora.

Porque no la tiene.

—Estamos aquí y esto es ahora.

La frase, pronunciada al amparo de la oscuridad en un fútil intento de ánimo, se convierte en el mantra de Remus. A pesar del agotamiento que le invade con cada tarea que emprende, se dedica a ellas con la misma cabezonería con la que los merodeadores han enfrentado cada situación a lo largo de sus vidas.

En la visita de Harry y Draco por las vacaciones de Pascua, justo antes de los exámenes finales, Remus organiza un grupo de estudio en el pequeño apartamento para ayudar a uno a preparar su examen de Física y al segundo con sus problemas de Matemáticas, cuyo aprobado dice necesitar con desesperación. Cuando los chicos regresan a Hogwarts es Teddy quien se sienta en la mesa del salón comedor, divirtiéndose bajo la tutela de Remus y coloreando las fichas que este le presenta como pequeños retos. Tonks, que no ha podido matricular al pequeño en una escuela infantil y ha rechazado el ofrecimiento de Sirius para hacerlo antes de que llegue el verano y pueda comenzar al mismo tiempo que el resto de niños de su edad, asiste atónite a los primeros resultados del pequeño, que enseguida aprende a contar los primeros números y a recitar algunas de las letras con soltura.

Viéndolos estudiar juntos por las mañanas, «igual que Harry y Draco», como presume Teddy en su todavía adorable lengua de trapo, decide que quizá no necesitarán una escuela infantil mientras Remus esté ahí, porque ambos, el niño y él, se hacen mucho bien mutuamente y odiaría separarlos ahora.

Los gritos de Harry unos meses después, cuya voz casi no se entiende a través del teléfono porque detrás de él están chillando Ron, Hermione y Draco, discutiendo y celebrando, algo que a Sirius no le queda muy claro, son lo suficientemente potentes como para que todos los oigan a través del pequeño altavoz del teléfono, a cuyo alrededor se han reunido Tonks, Teddy, Remus y él durante todo el día en espera de la llamada que les comunique los resultados de los exámenes de todos ellos. Aprobados, por supuesto. Con mención de honor en Física para Draco y Harry, que aseguran que es mérito de Remus, por mucho que este insista en su modestia. El chico rubio compite, además, por las mejores notas del curso con Hermione, obteniendo menciones en varias asignaturas más.

—Lo hemos hecho bien, Padfoot —dice Remus esa noche, a oscuras. No se oye nada en el apartamento. Hace horas que Teddy se ha dormido, agotado a causa de la excitación contagiada por los adultos, que han celebrado abriendo una botella de vino, y Tonks tenía turno esa noche, así que están solos. Han hecho el amor, algo cada vez menos frecuente por el agotamiento de Remus, pero Teddy no es el único que se ha llenado de energías esa noche gracias a las buenas noticias—. Hemos formado una familia preciosa.

—Lo hiciste tú, Moony. Siempre fuiste tú. Y ahora Harry, que se parece más a ti, a James y a Lily de lo que se parece a mí, por fortuna, y no parece que mi mal fario sea capaz de alcanzarlo. —Lo piensa sinceramente. Harry tiene un aura de suerte, la que emanan aquellas personas que tienen la habilidad de saber caer de pie y de aprovechar cualquier oportunidad que se le presente, usando su privilegio para ayudar a otros en lugar de para trepar sobre ellos. Y su felicidad no va a ser truncada, como ocurrió con la de quienes le antecedieron, para dicha de Sirius.

Sin embargo, sus palabras no parecen animar a Remus, que se pone serio al escuchar la enésima mención de Sirius a su supuesto hado. Este cree que va a reprenderlo por seguir insistiendo en su existencia menos en broma de lo que desearía, pero no es eso lo siguiente que dice, devastando a Sirius al comprender sus palabras.

—Mi ángel de la muerte —susurra Remus, pronunciando las palabras muy despacio y mirándolo en la oscuridad con sus ojos de color avellana abiertos de par en par, oscuros por las pupilas. Un desagradable escalofrío recorre la espalda de Sirius—. Necesito que seas ese ángel una vez más, Padfoot. Para mí. Que seas mi ángel.


Notas: Muchas notas hoy, este capítulo, aunque más corto que el anterior, tiene mogollón de cosas que decir.

- Lo primero de todo. «Estamos aquí y esto es ahora» es una cita de Terry Pratchett que aparece en Dioses menores y en Ronda de noche y forma parte de una corriente filosófica y otra religiosa de su Mundodisco. Significa que hay que centrarse en la tarea presente, la que podemos enfrentar, en el siguiente paso, en lugar de abrumarse con todo lo que queda por hacer. Muy útil para gestionar crisis de ansiedad. La primera vez que esta frase salió en el fic fue en la dedicatoria inicial, por supuesto, pero Sirius está a punto de pronunciarla en el capítulo 10 (1975). Es una de las frases más importantes de mi vida y vertebra gran parte de este fic.

- Sobre la cronología del canon y sus hechos: Es obvio que aquí Teddy es mayor que en el canon, que no es hijo de Remus y que Tonks no es prima de Sirius. Remus debería morir en mayo del 98, y aquí ya hemos llegado a junio de ese año (cuando les dan las notas a los chicos) y sigue vivo. No tuve corazón para robárselo tan pronto al resto de personajes y utilicé, sobre todo, criterios de ritmo en la historia para aplazarlo uno poco más.

- Sobre las huelgas mineras: Son verídicas. Los efectos devastadores de las huelgas en las familias mineras puede verse muy bien en Billy Elliot (2000). Es cierto que Thatcher suspendió las becas de los niños y niñas para presionar a sus padres a abandonar la huelga, entre otras muchas medidas aberrantes que, en esencia, y desde los años 70-80 hasta el 2023, han hecho que el derecho fundamental a la huelga esté completamente menoscabado en Reino Unido. La huelga que narran Remus y Marlene podéis verla en Pride (2014), rodada, precisamente, en Onllwyn (por eso elegí ese pueblo). En ella se narra como activistes queer recaudaron fondos para los mineros en huelga. El Sindicato Nacional los rechazó inicialmente, pero acabaron formando varios grupos de apoyo llamados Lesbians and Gays Support the MIners. Fue histórico. Gracias a ello, en Reino Unido los laboristas empezaron a impulsar leyes proLGBT. La lucha obrera será feminista, racializada, LGTBIQA+ (y, por tanto, transincluyente) y anticapacitista o no será.

- Sobre el Orgullo: He sido cronológicamente inexacto en un par de detalles. Para empezar, no es cierto que en el verano de 1997 la marcha de Londres acogiese explícitamente a las personas trans y a las bisexuales. Fue un año antes, en 1996, y fue la última marcha antes de que el capitalismo fagocitase al Orgullo varios años. Afortunadamente, en muchos países, Reino Unido y España entre ellos, hoy día podemos seguir manifestando nuestro Orgullo crítico sin renunciar al festival orgulloso que nos reivindica. Las personas no binarias han existido siempre, pero la nomenclatura concreta y el uso del lenguaje inclusivo que he utilizado es algo más reciente.

No hay anacronismo en el uso de las palabras 'queer' o 'bisexualidad'. La teoría queer data de 1987 y el manifiesto bisexual de 1990. Las marchas con cabeceras trans ya existían en el 96 y 97. En España, la primera marcha fue en Barcelona, en el 77, y fue dispersada por la policía. La de 1978, en Sevilla, todavía con la represión franquista en pleno funcionamiento, podéis verla muy bien retratada en Te estoy amando locamente (2023). Las siglas LGBT empiezan a utilizarse en 1990, cuando se decide su estructura y posición, cediendo el primer lugar a las mujeres trans y cis lesbianas, valientes que encabezaron el movimiento político y lo articularon al mismo tiempo que cuidaban en los momentos más devastadores de la pandemia del VIH/SIDA en el colectivo gay.

Felices y combatives. Feroces y alegres. Porque existimos y somos.

- El sarcoma de Kaposi, que ya mencioné en otro capítulo, no pretende estar fielmente representado, como dije en su momento. La retinosis es la pérdida de superficie de retina útil para la visión, provocando cegueras parciales. La consunción es cuando el cuerpo colapsa bajo todas las enfermedades oportunistas y se consume lentamente, agotado. Explicaciones que no pretenden ser científicas, como veis, sino literarias.

- «Ninguna buena acción queda sin castigo» es una frase de Billy Wilder, aunque yo se la leí a Pratchett y la asocio con él.