ADVERTENCIA: Como siempre, NUNCA confíen en mí como escritora. Hoy estoy escribiendo esto y mañana se puede ir al hiatus. Hoy puede tener coherencia y mañana ser un mero disparate. Conmigo nunca se sabe, tomen todo con pinzas y lean sin expectativas para evitarse un mal rato.
Aunque este fanfic está basado en el manga (pues en el anime, Pegasus nunca muere) y se sitúa en lo canon, lo considero mi pan de cada día: Universo Alterno (AU). Sigue el formato de One Punch Man, Artificial y Gozaburo: fanfics de pocos capítulos con tramas no muy extensas o elaboradas cuyo único fin es el estirar las piernas y reposar un momento de los otros fanfics que sí son de muchos capítulos con tramas muy extansas y elaboradas.
Sospechoso #1: Seto Kaiba
—Seto Kaiba. 25 de octubre, Escorpio, 16 años (1), 65 kilogramos, 1'86 de altura, presidente ejecutivo de la Corporación Kaiba por herencia familiar tras el fallecimiento de Gozaburo Kaiba— el detective Yako Tenma prestó especial atención a la mueca con que Seto arrugó la nariz al nombrar el difunto, como si hubiera olfateado algún hedor y tratara de contener el asco que le producía—... duelista profesional y hermano excepcional según los reportes de la asistente social, aunque, si me lo pregunta, no le concederán la custodia legal y completa de Mokuba Kaiba mientras no cumpla la mayoría de edad.
— ¡¿Puede terminar este circo de una maldita vez?! — El registro vocal del joven heredero hizo eco entre las paredes del cuarto de interrogatorios, ascenso en decibel que coincidió con el sonoro golpe de su mano empuñada contra la mesa, justo antes de ponerse de pie—. ¡Tengo asuntos más importantes que atender!
—Estoy de acuerdo con usted, joven Kaiba: el tiempo apremia. —El detective, que en el segundo anterior leía el expediente caminando de una esquina a otra, lo depositó en la mesa. Contrario al muchacho de pelo castaño, tomó asiento en la silla frente a él—. Pero, supongo que no le importa que remita a su asistente social el reporte de cómo invadió la propiedad privada del señor Pegasus J. Crawford y amenazó, pistola en mano, a todo el personal de seguridad.
Seto supo al instante hacia qué diana iba dirigido ese dardo. Mordió sus labios, devolviéndose a la silla del interrogado con el mismo arrojo con el que había estampado su puño. En virtud de su imagen como empresario reputado y favorito entre los niños, la asistente social limitaba sus visitas a una vez por mes y aprobaba que fuera el tutor de Mokuba aun cuando él era otro menor de edad. Esa concesión, sin embargo, no era equivalente a la custodia legal ni le ampararía si un juez del tribunal de familia lo consideraba una mala influencia para su hermano. Al igual que en el orfanato, correrían el riesgo de que les separaran.
Estar en ese cuarto de interrogatorios, de por sí, salpicaba su inmaculado historial, pero desafiar a los castrenses cuando aparecieron en su corporación con la carta citatoria en mano, incurría en el desacato, infracción a la ley de mayor envergadura.
— ¡Pegasus secuestró a mi hermano! —Puede que hubiera enflaquecido su porte, mas conservaría el tono áspero de su voz—. ¿Qué esperaban? ¿Que al llegar a su mansión me sentara con él a tomar una copa de vino y ver sus estúpidas caricaturas?
—Suficiente motivación para asesinarlo, ¿no le parece?
Seto había estudiado los acápites de la ley, el malnacido de Gozaburo le obligó a memorizarlos a cambio de no hacerle comer en el piso como el perro que insinuaba que era mientras tenía el maldito collar, de modo que sabía cuál era el propósito de todo ese teatro: una confesión.
Incluso ese cuartucho, con sus estrechas paredes en gris, con aquel panel de cristal que oscurecía la visión de adentro hacia afuera y la lámpara colgando del techo que iluminaba la mesa y los dos mobiliarios enfrentados; tenía la función de ejercer presión psicológica en el acusado, provocar en él una sensación de asfixia donde confesar era la única manera de recuperar el aliento.
Una confesión ahorraba recursos, reducía los tiempos de trabajo y finiquitaba la deuda moral que ese organismo tenía con la sociedad: hallar el culpable.
—El motivo es una presunción, mas no un hecho, y nuestro sistema judicial no se basa en las presunciones, sino en los hechos. —La seguridad impresa en el joven de ojos azules frunció el ceño del detective. La edad física de Seto Kaiba era de apenas dieciséis años, pero su coeficiente intelectual le confería el razonamiento de un adulto en etapa de madurez. La inteligencia providencial que le facilitaba dirigir una compañía como la KC cual si fuera un juego de niños, que había deslumbrado de tal modo a la asistente social que le permitía hacerse cargo de su hermano menor y que, incluso ahora, le había dado solidez a un argumento de defensa sin contar con la asesoría legal de un abogado.
—Muy bien, joven Kaiba, vamos a enfocarnos en los hechos— le tomó la palabra—. Y, según los hechos, el cuerpo de Pegasus fue hallado en una habitación que tenía un pasillo conectado al sótano en el que, según usted, fue recluido cual prisionero en un calabozo. ¿Cómo llamaría usted ese hecho, joven Kaiba? ¿Simple coincidencia o elemento circunstancial?
Seto casi se echó a reír en la cara de su inquisidor, pero contuvo la risa a tiempo y, en vez de soltar la carcajada, estribó la espalda en el respaldo de la silla con los brazos cruzados en el pecho.
—Lo llamaría recurso obsoleto, detective— sonrió ponzoñoso—, porque eso es la típica estrategia de hacer que el sospechoso principal se ponga en "el lugar del asesino" para que así revele los detalles que solo el auténtico perpetrador debería saber.
—Bien, entonces no debería suponer ninguna molestia relatar qué hizo mientras estuvo encerrado en esa celda cuyos custodios, más tarde, afirmaron haber sido atacados por la espalda en la entrada, dejándoles inconscientes e imposibilitados de reconstruir el rostro del atacante. —Yako Tenma acercó su cara endurecida al ángulo de luz que irradiaba la lámpara del techo—. ¿Un hombre con el ingenio del que tanto se jacta se limitó a quedarse allí, varado? ¿De veras no hizo ningún intento de escapar? ¿Es ese el mismo que invadió la propiedad a punta de pistola?
Seto borró de inmediato la sonrisa socarrona que tenía por bandera de triunfo. Esa era la verdadera pregunta capciosa de todo el interrogatorio, pues la única explicación lógica era, de hecho, la más ilógica, tanto que, incluso él, se negaba a aceptarla como una verdad absoluta. ¿Jugaría a su favor decir que Pegasus había usado su Ojo del Milenio para encerrar su alma en una carta, y que por ello no era posible que hubiera escapado de la celda?
—La derrota de mi duelo contra Pegasus me sumergió en el mismo estado de trance que me paralizó por todo un año (2)— dijo, con una expresión queda—. Cuando Saruwatari me abrió la puerta de la celda, el asesino ya lo había matado.
—Lo felicito, joven Kaiba. —El detective relajó sus facciones en un gesto desapasionado. Seto le observó sacar un bolígrafo de lo que parecía su bolsillo y anotar algunas líneas en el expediente sobre la mesa—. Si la declaración de Saruwatari coincide con la suya, usted contaría con el arma de los inocentes en un crimen: una coartada. Ahora sí, puede volver a su mansión mientras continúan las investigaciones.
Seto se irguió sin mayor aditivo, no obstante, antes de cruzar la puerta de salida, el detective volvió a llamar su atención. El rostro de perfil se veía iracundo.
—Ah, joven Kaiba, si me lo permite, le recomiendo buscar ayuda profesional. El que las derrotas le provoquen ese estado de trance bien puede ser el síntoma de un trauma o una suerte de estrés postraumático, ¿no le parece?
A ojos de Yako, las facciones de Seto se contorsionaron a tal punto por el enojo que su rostro parecía un globo rojo de helio a punto de estallar, y entonces fue su turno de contener la risa mientras lo veía marchar hacia la salida.
(1) Tanto en el manga como en el anime, Seto tiene 16 años en la saga del Reino de los Duelistas.
(2) En el manga, Seto queda en coma por un año luego de que Yugi/Atem lo derrotara en el Death-T.
¡Muchísimas gracias por leerme!
