Sospechoso #2: Yugi Mutou
La excentricidad de Pegasus J. Crawford fue lo único que Geko Tenma pudo sacar en claro de su sesión de preguntas a Yugi Mutou. En cada respuesta, el torneo quedaba expuesto como la alfombra bajo la cual se escondía la impureza de sus verdaderas intenciones.
—En conclusión, joven Mutou, ¿todo comenzó porque Pegasus "encerró" el alma de su abuelo en una reproductora de video (1)?
—Sé que suena a locura, pero no estoy mintiendo. —Los ojos color amatista exhibían el brillo lustroso de la verdad, complicando el cuestionario al detective que, a diferencia de su gemelo, tendía a ser menos insidioso y más condescendiente, fiel acreedor del principio de la inocencia hasta que se demostrara lo contrario.
—Me pone usted en una situación bastante comprometedora— externó, apoyando los codos sobre la mesa mientras entrelazaba los dedos de sus manos—. Incluso cuando lo beneficiara con la duda, las justificaciones sobrenaturales como las que usted alude solo se prestan para especular que el sospechoso es consciente de su culpabilidad y que su objetivo es pisar el psiquiátrico en vez de la cárcel. De manera que le perjudica más de lo que le favorece.
—Y ese detalle hace que mi inocencia sea evidente: estoy siendo sincero aun cuando la verdad es más perjudicial que favorable.
Geko guardó silencio. Meditabundo, repasó las páginas del expediente de Yugi Mutou en su cabeza. Adolescente ordinario, estudiante de calificaciones promedio, sin antecedentes de comportamiento cuestionable o referencia que significara una pista del carácter violento, pero a la vez pragmático, del presunto asesino. Por el contrario, sus amigos lo defendían a capa y espada como alguien que odiaba la violencia, y al que la timidez no le permitía levantar la mano en clase o aceptar la invitación a jugar en el recreo.
Lo más inquietante de todo era que, si bien su testimonio figuraba ilógico e improbable, los registros del hospital confirmaron que, en el transcurso del torneo, Sugoroku Mutou estuvo interno con el diagnóstico de un aparente coma que, a su vez, coincidía con el que Seto Kaiba había dicho experimentar luego de su derrota contra Pegasus en un duelo. El interés de Crawford por el duelista en ciernes databa de su trato con los Cinco Grandes de la Corporación Kaiba, quienes le habían puesto la condición de recuperar la imagen de la compañía, venciéndolo en un duelo para formalizar la compra de la empresa. Sin embargo, ¿qué perseguía el empresario para llegar al extremo de atentar contra la vida de un anciano? ¿Qué tenía la KC que le volvía objeto de su ambición? El dinero era una causa dudosa, pues Crawford era rico de cuna y pertenecía a la estirpe dueña de un emporio de casinos en Las Vegas, pero la que había destapado Croquet, su mano derecha, no hacía más que convalidar la declaración de Mutou, mas era uno de los aspectos que, para fines de la investigación, no era conveniente informar al sospechoso.
—Por desgracia, una verdad que no puede probarse no le sirve como coartada. —El detective fingió leer los papeles en su ángulo de visión—. En especial, cuando el artefacto registrado en la escena del crimen guarda similitud con el que usted lleva en el cuello.
—Ya le dije que, al término de nuestro duelo, Pegasus afirmó haberlo conseguido en su viaje a Egipto, mientras que el mío fue un regalo del abuelo. Es razonable que ambos artículos compartan las características porque ambos tienen el mismo lugar de origen.
Gekko sonrió, pues había logrado que el sospechoso mordiera su pequeño anzuelo.
—En el cateo a la vivienda se confirmó que era de juguete. Una réplica del original, joven Mutou, una de las que fueron repartidas en la sopa de los cuatro finalistas (2), entre los cuales, por supuesto, usted estaba incluido. — El detective fijó la mirada en sus facciones, atento a la reacción que, de acuerdo a su pronóstico, sería de pánico, mas Yugi en su lugar adoptó una expresión severa y desafiante.
—Cuidado, detective— dijo, cambiando el gesto por una sonrisa petulante—. La línea que separa la presunción de la acusación suele difuminarse con mucha facilidad.
—No le estoy acusando, joven Mutou. De hacerlo, no estuviera siendo interrogado en este cuarto modesto, sino ante la presencia de un juez— aclaró Geko, esquivo por su cambio radical de actitud—. La presunción es, al preciso, lo que buscamos eliminar sobre usted llevando a cabo estas averiguaciones.
—En efecto— sumó, cruzando las manos en el pecho y meciéndose hacia atrás con el espaldar de la silla—, porque para formalizar una acusación, usted necesita pruebas, y lo que ha mencionado es un elemento circunstancial que, de hecho, pone en la mira a los otros finalistas del torneo.
—Exhibe usted una seguridad tan filosa que intriga, joven Mutou.
—Una de la que solo el inocente puede jactarse, detective.
"O la del asesino que ya se ha asegurado de eliminar las evidencias". Se guardó en el pensamiento, en vista de que la aseveración con respecto a la presunción y la acusación le advirtió a tiempo que sus palabras debían medirse antes de exponerse.
—Siguiendo esa línea, me refiero a la de su inocencia, imagino que no le incomoda repasar qué hizo luego de vencer a Pegasus en el duelo.
—Él se retiró, por lo que nosotros marchamos hacia mi habitación. El castillo es muy amplio, no le puedo especificar si se dirigió a su alcoba o alguna otra ubicación. Todo el tiempo que estuvimos allí, un empleado suyo nos guiaba a través de los pasillos, el mismo empleado que nos tocó a la puerta y me entregó el dinero de la recompensa, él puede testificar que todos mis amigos, así como yo, estábamos en el cuarto la franja de tiempo en la que, según la cronología, Pegasus fue asesinado.
—Eso sí es una coartada, joven Mutou— replicó, en apariencia, satisfecho—. Si Croquet corrobora esta versión, usted queda absuelto de toda sospecha. Mientras tanto, puede volver a su hogar. — Se puso de pie, estrechando al vuelo la mano hacia él—. Gracias por su contribución.
Al momento de corresponderle, Geko tuvo la impresión de que volvía a contactar los ojos color amatista que exhibían el brillo lustroso de la verdad y no un desafío en la mirada, pero le dejó seguir los pasos hacia la puerta sin emitir algún comentario al respecto, hasta que lo vio empuñar el cerrojo.
— Joven Mutou, solo una pregunta más, por favor.
El aludido no volteó a mirarlo, pero Geko interpretó la pausa de sus pasos como una señal de aprobación.
— ¿Qué hizo usted con su réplica del artefacto?
—Lo mismo que todos los participantes: abandonarla en la sopa.
Se marchó sin más, dejando a Geko con el agobio de que aquel caso se estaba volviendo callejón sin salida y, en la otra salida, pero del cuarto, el sospechoso se conectaba en pensamiento con su otro yo.
— ¿Por qué no me dejaste responder la última pregunta, Yugi?
—Porque el detective nos previno: la verdad perjudica más de lo que favorece.
Cuando el espíritu estuvo a punto de cuestionar la respuesta, su mente lo golpeó con el recuerdo de sí mismo entregando la réplica como regalo en la mano de la única persona que podía solucionar el crimen.
—Y estoy seguro de que no fue nuestro amigo quien lo hizo.
(1)En el manga, a diferencia del anime, Pegasus encierra el alma del abuelo en una reproductora de video, Yugi habla con él de vez en cuando.
(2) En el manga, Pegasus introdujo una réplica falsa del Ojo del Milenio en la cena de los participantes. Al destaparse, como si fuera un huevo kinder, los participantes hallaron un papelito con una letra que determinaría el orden de los duelos semifinales.
¡Muchísimas gracias por leerme!
