Sospechoso #3: Honda Hiroto
—En resumidas cuentas, joven Hiroto, usted se adjudicó la misión de rescate a Mokuba Kaiba, entonces cautivo en el sótano-mazmorra del castillo. Este hecho conforma el testimonio de los hombres de Crawford, en el que refirieron haberlo visto merodeando por la zona.
—Así es— reconoció, manteniendo la postura recta con la que había respondido a las preguntas introductorias del corolario—. Estaba en deuda con él porque me rescató de una de las atracciones del Death-T.
Yako recordó la trasmisión de aquel evento a nivel nacional, de modo que la exposición le pareció una causa probable y un móvil que podía confirmarse. La verdadera cuestión de dudosa moral e incluso motivo de investigación criminal radicaba en la descripción de las condiciones en las que Crawford recluyó al menor en la celda, las cuales fueron rectificadas por el cuerpo de seguridad y el propio Mokuba Kaiba, y que superponía en el joven Hiroto la imagen de un valiente salvador en vez de un sospechoso por asesinato. Su postura impasible, aunada a la sobriedad con la que respondía cada interpolación, no hacía más que cristalizar su inocencia e incrementar el porcentaje de probabilidad a una de las dos vertientes sobre las cuales oscilaba la resolución del caso: que Pegasus se había suicidado. La otra, ponía en la mirilla a Keith Howard, quien había proclamado en más de una ocasión su odio por el magnate y que, en una sorprendente casualidad, era el único participante del torneo con paradero desconocido.
La familia Crawford rechazaba la teoría del suicidio con un argumento de hierro: si Pegasus no había borrado su existencia tras la muerte de Cyndia, era impensable que lo efectuara por la frustración de la derrota. Además, en la pesquisa no se hallaron rastros de sangre en las manos del occiso, y era imposible que estuvieran limpias de haberse utilizado para extraer el ojo de la cuenca por sí mismo y provocar la hemorragia. De manera que financiaron los recursos de la investigación en busca de consuelo por la pérdida de su ser querido. Por ello, el sentido de las preguntas iba dirigido a esclarecer su muerte y no a juzgar sus acciones, porque los intereses de gente muy poderosa e influyente estaban por debajo de la mesa sobre la que ambos tenían las manos apoyadas.
— ¿Y cómo descubrió la ubicación exacta del lugar? — Ese era el único margen de sospecha que le valía un número en la lista de sospechosos, en vista de que aquel sótano-mazmorra del castillo estaba conectado por un pasadizo a la recámara en donde fue hallado el cuerpo de la víctima.
—En la madrugada, seguí a uno de los empleados del castillo, pero fui capturado y encerrado en una de las celdas.
—Esos custodios, más tarde, afirmaron haberle perdido la pista porque fueron atacados por la espalda en la entrada, dejándoles inconscientes e imposibilitados de reconstruir el rostro del atacante.
Por primera vez en todo el cuestionario, el joven Hiroto estiró los parpados en lo que parecía un gesto de sorpresa.
—Fue Bakura Ryo. — Yako entendió el curso lógico de la respuesta, pero, por alguna razón, la percibió con el sonido de una confesión—. Mi amigo, él… Fingió buscar el baño para ayudarme a rescatar a Mokuba.
—Le agradezco su colaboración, joven Hiroto. —La satisfacción de tener el nombre del siguiente sospechoso en la lista plasmó una sonrisa en el detective al momento de ponerse de pie y finalizar la sesión con el apretón de manos en el protocolo—. Puede marcharse a casa, nosotros le avisaremos si su presencia es requerida de nueva cuenta.
Honda emprendió camino a la salida sin deshacer la expresión de pasmo visible en su retina, una que no hizo más que agigantarse al encontrarse con la expresión mortificada de Yugi.
—Honda, él no fue…
El de cabellos tricolor no tuvo que continuar la oración, su amigo ya la había leído en el parecer de su rostro.
— ¡Lo sé, lo sé! — Honda se agarró la cabeza como si temiera que le fuera a estallar—. Pero eso quiere decir que…
Yugi asintió con profundo pesar.
—Haberle ganado aquella partida de RPG no fue suficiente para que desapareciera.
