Sospechoso #4: Ryo Bakura
—Muy bien, joven Bakura, ¿podría explicar por qué los custodios del sótano-mazmorra en el castillo testificaron verle paseando por los alrededores? ¿Cómo fue a parar usted en esa ala de la propiedad? — Yako procuró acentuar las preguntas de manera que su voz se impusiera hostil y severa, pero el uso de las tildes no supuso ningún cambio en los ademanes de Ryo, que solo atinó a mostrar una sonrisa avergonzada mientras se rascaba la mejilla.
—La verdad es que yo mentí a los custodios— dijo, como si fuera un niño confesando su travesura—. No podía dormir, así que pensé visitar a Yugi para charlar un rato y llamar al sueño, pero en su lugar, vi a Honda siguiendo a uno de los subordinados de Pegasus. Me preocupé mucho por él, de modo que opté por unirme a seguirlos. Al percatarme de que lo habían capturado, fingí que me había perdido buscando el baño.
—En consecuencia, y en cuanto se le presentó la oportunidad, les atacó por la espalda con el fin de liberar al joven Hiroto y participar en el rescate de Mokuba Kaiba. —Le tentó Geko. A diferencia de los sospechosos anteriores, los hermanos gemelos, de pelo verduzco y ojos claros, decidieron llevar a cabo el interrogatorio de manera conjunta.
—Así es, por favor acepten mis más sentidas disculpas— se inclinó en una reverencia—, pero no vi otra opción para rescatar a mis amigos.
Los detectives compartieron la mirada, si bien aquella anécdota podía tratarse de un complot entre Hiroto y Bakura, cierto era que también formaba una coartada.
—En cierta ocasión, Mokuba Kaiba mencionó que sus amigos esperaban que usted se integrara al grupo antes de abordar el helicóptero, ¿qué estuvo haciendo durante ese tiempo?
—Buscaba algún bote u otro medio de transporte que nos sirviera para abandonar la isla, esa era nuestra mayor preocupación después del torneo.
La actitud de Ryo era tan aniñada y cordial como lo diáfano de su mirada y tan parecida a una absurda repetición de sus encuentros anteriores, que los detectives, ya cansados de la misma fórmula, alzaron el banderín blanco y le permitieron marcharse sin mayores cuestionamientos. Ryo no era participante del torneo, tenía una coartada y, al igual que su séquito de amigos, no había ninguna prueba que lo señalara como perpetrador, solo elementos circunstanciales.
Con la privacidad del cuarto disponible, los gemelos empezaron a sopesar el cuerpo del reporte final de la investigación.
—Seto Kaiba es el sospechoso que más me despierta suspicacia— confesó Yako—. Piénsalo, hermano, él resultó ser el más afectado en todo este embrollo: amenazan con quitarle la compañía, le secuestran al hermano y lo vuelven a vencer en un duelo. Además, su último proyecto, me refiero al Death-T, es una prueba fehaciente de su interés particular por el concepto de la muerte. Ah, ¿y ya mencioné que su padre adoptivo se auto-eliminó lanzándose por la ventana del edificio principal de la KC?
—Todo suena muy coherente y llamativo, pero, sin pruebas, es como construir un castillo de arena sabiendo que una ola del mar se aproxima a volverlo espuma —reconoció Geko—, aunque, si de sospechosos favoritos hablamos, el repentino cambio de actitud en Yugi Mutou y el hecho de que su pendiente se parezca a la réplica de juguete que se halló frente al cuerpo, también me hace ruido.
— ¿Entonces, qué sugieres, hermano?
Geko absorbió todo el aire que le cupo en el pecho, lo retuvo por unos breves segundos y lo volvió a dejar salir en un suspiro derrotado.
—Todo parece indicar que Keith Howard es el verdadero asesino—. Pese al bufido de su hermano, a la vista desilusionado, continuó sentando las bases que justificaban su afirmación—. Pegasus humilló a Keith en público en el campeonato del año pasado. Es una versión oficial que Howard se refugió en el alcohol y las drogas para sobrellevar el daño en su reputación, y que para mantener su nueva mala vida se volvió un cazarrecompensas. Su móvil para participar del torneo no está confirmado, pero queda implícito, Keith quería venganza por el orgullo que Pegasus pisoteó frente a una multitud de televidentes, pero perder contra un novato como Jonouchi Katsuya y ver truncado su camino, lo enloqueció por completo. Le arrancó el artefacto a Pegasus porque, al ser un cazarrecompensas, lo vislumbró como un botín, y a la sangre que emanaba de la cuenca como la victoria que le había sido arrebatada. De súbito, se dio a la fuga, pues sabía que su culpabilidad sería evidente.
—Todo suena muy coherente y llamativo— repitió, esta vez, Yako—, pero estaríamos acusando a un civil que tiene derecho a defenderse, ¿no sería una violación a la ley formalizar la acusación sin escuchar su testimonio y sin leerle los derechos? Que yo sepa, tú eres el primer defensor del principio de la inocencia hasta que se demuestre lo contrario.
—Y, por ese mismo principio, no tenemos más opción que descartar a la pandilla de Mutuo y centrarnos en la búsqueda de Keith Howard, por mucho que Seto Kaiba te caiga como un puñado de nueces en el estómago (1)— Su gemelo le sacó la lengua por haber hecho referencia de sus alergias—. ¿Te parece si presentamos la nueva línea de investigación ante la familia Crawford?
—Eres un aguafiestas, pero también eres mi hermano, así que no es como si me quedara de otra.
Y mientras los detectives planificaban la nueva estrategia de investigación con el nombre de Keith Howard en el encabezado del expediente, Ryo se despedía de Yugi y Honda en la terminal del bus con la misma sonrisa grácil de sus días en la escuela, nadaba entre los pasajeros hasta llegar a la parada a una calle de su casa, abría la puerta sin prisa, se metía en el cuarto de baño y, en el espejo, admiraba el reflejo de la curva retorcida en la que se había convertido su sonrisa. El espejo servía de puerta al espacio donde se guardaban los cepillos y las pastas dentales, y tras abrirlo, el Ojo del Milenio emitió un puntito de luz en su interior.
Lo tomó entre sus dedos para en lo sucesivo dar una lamida al rastro de sangre que había quedado de la cuenca desollada, y el sabor inundando sus papilas le propició tal éxtasis que sus carcajadas rebotaron en las paredes como el eco de una sonrisa maligna que brotaba desde las entrañas del averno.
(1)Los gemelos Tenma aparecen en el manga de Yu-Gi-Oh! R, pero este dato NO es canon, es mera invención mía.
(*) En el manga, se deja implícito que Keith también muere, ya que no se le vuelve a ver en toda la serie hasta Yu-Gi-Oh! R.
¡MILLONES DE GRACIAS POR LEERME!
