Disclaimer: You know the drill.


"Características similares"

Si Momiji era una mujer de caracter serio, regio y hasta algo frío, Kaede era todo lo contrario; Yumi por el otro lado era una mezcla de ambas.

De las tres, la que más había llamado la atención del pelirrojo había sido Kaede, sin embargo. No por su naturaleza amable, ni por su constante sonrisa y mirada de entendimiento, sino porque le resultaba condenadamente familiar.

"¿Dónde la habré visto?" Se preguntó por enésima vez el samurai mientras veía a la miko prepararse para la clase.

Habían pasado 9 días desde su llegada al santuario, pero por más que la analizaba a cada oportunidad que tenía de verla, no conseguía vislumbrar de dónde la conocía. Le resultaba bastante perturbador pues no sólo sentía familiaridad con ella, sino que también le provocaba cierto recelo, como si su subconsciente estuviese un tanto desconfiado de la miko y le obligase a ponerse a la defensiva.

-Kenshin, estás siendo grosero otra vez -le llamó la atención Kaoru.

Estaban sentados en el dojo de entrenamiento. Finalmente tras días de rezos y encargos religiosos, había llegado el momento de que los aprendices practicaran con la espada. El pelirrojo se sentía bastante motivado, había sentido curiosidad desde el inicio por conocer las katas que enseñaban en el templo y si serían tan letales como un estilo normal de kendo. Se sintió aún más intrigado cuando descubrió que Kaede era la maestra a cargo de enseñar a los aprendices.

Pero una vez más, aquel sentimiendo que lo inquietaba lo hacía sentir recelo de la mujer, y no podía evitar el mirarla con cierta desconfianza.

-Lo siento, Kaoru dono. -Se disculpó el chico. -No sé qué es lo que me pasa pero no puedo evitar sentirme inquieto.

La niña lo miró con el seño fruncido y luego cambió su semblante a uno de empatía.

-Tal vez, tenga que ver con la respuesta que estás buscando -sugirió ella tomándole la mano.

El pelirrojo se sintió tranquilo tan pronto ella le dio aquel gesto.

-Tal vez...

-Igualmente, trata de serenarte un poco -Le pidó ella.

La clase empezó justo entonces. Las katas parecían bastante sencillas y su enfoque era más en la defensa que en el ataque. Las demostraciones por parte de Kaede eran elegantes en la forma en que fluían.

-Tenías razón -dijo Kenshin sentado todavía al lado de Kaoru, todavía no había sido su turno -Es más como una danza -sonrió.

...

Y entonces sintió que el mundo se congeló alrededor de él.

La espada de Kaede apuntaba directamente a Kenshin, la punta justo a la altura de su cuello.

...

Kenshin pasó saliva con dificultad. Kaede había cambiado el semblante y parecía estar analizándolo.

-¿Te gustaría tener un duelo conmigo, Himura kun? Así podrás saber exactamente si es una danza o no.

"Esa mirada" Se dijo temblando un poco, pequeños escalofríos que movían recuerdos en su mente.

Mas antes de que pudiera por fin dar con la respuesta, la miko empezó una demostración completa, y entonces sus movimientos se tornaron feroces y letales. El ki que transmitía era potente y pesado, como un manto que los cubría y amenazaba con sepultarlos. Era tan claro que incluso los demás presentes podían darse cuenta de éste. Cuando volvió a terminar, sin embargo, la postura fue la misma que la anterior, pero mucho más amenazante.

-Oye, ¿has notado que Himura kun se pone nervioso siempre en presencia de Kaede sama? -preguntó Yuta a Kago en un murmullo bajo.

Este último asintió.

-Un (sí) Pero es más como si estuviese cuidándose de ella. -Dijo el moreno; sus ojos no perdían detalle de las reacciones del pelirrojo.

Ambos chicos compartieron una mirada antes de cerrar los ojos y considerar en su mente las posibles opciones.

"Mmmm" Musitaron ambos, antes de rendirse.

Mas no eran los únicos que notaban el problema del samurai. Kaoru lo miraba con evidente preocupación, tras compartir espacio con él durante los meses anteriores, resultaba claro para ella, que lo que su compañero sentía era más que simple incomodidad. Y ahora bajo aquel claro desafío...

-Kenshin. -Murmuró.

El samurai por su parte tras considerar sus opciones, acabó por asentir.

-De acuerdo.

La sonrisa de Kaede se extendió en ambas comisuras, se le notaba extasiada. Bajó la espada y retrocedió para permitir el espacio al samurai, quien entró sin problemas en el espacio de duelo; Kago le entregó una de las espadas que usaban para practicar, era casi tan larga como su propia espada, pero el filo era menor.

Ambos contrincantes se ofrecieron sus respectivos respetos y tomaron postura después para comenzar el duelo.

...

Kaede dio un paso al frente, y Kenshin lo tomó como el inicio del duelo. Haciendo uso de su habilidad divina y su enseñanza en las katas batou, desenvainó con rapidez y atacó después de un salto. Aquello fue una sorpresa para los presentes quienes le habían perdido de vista en el primer asalto.

Sin embargo, cuando Kenshin desendió Kaede sonreía.

-¿¡Ah!?

Kenshin cayó al suelo.

Un instante Kaede había estado ahí y al otro se había movido a otro punto.

"¿Lo esquivó?" Se cuestionó mentalmente el pelirrojo. "¿¡Cómo?!

-Mi turno -dijo ella.

-¡AH!

Kenshin apenas y tuvo tiempo de bloquearla.

A partir de ahí fue un duelo en donde la mujer se dedicó a cansar al pobre chico, el samurai se dio cuenta tras un par de golpes desviados que debía salir de tal "danza"; se decidió entonces por otro acercamiento, utilizando su técnica favorita y la que mejor dominaba. Pero aunque ésta dio con su compañera, Kaede fue capaz de bloquear de lleno el golpe. Ambos contrincantes quedaron separados tras este, ella de pie, y él de rodillas en el suelo frente a ella.

-Eres sorprendente Himura kun. -Le dijo ella sonriendo, mostrando la herida -el golpe- que el pelirrojo había conseguido dar en su mano izquierda. -Sin duda eres el alumno de tu maestro. Y como tal, tiendes a dar toda tu fuerza desde el primer golpe.

Tras varias respiraciones profundas, Kenshin finalmente se puso de pie.

Manos a los costados se agachó en una inclinación.

-Agradezco la enseñanza. -Le dijo, pero era evidente que se sentía frustrado.

Kaede volvió a sonreir.

-Cuando gustes.

...

Kenshin no había regresado a su lugar al lado de Kaoru tras su entrenamiento. Por el contrario, se había ido directo a la salida que daba con los jardines. Su compañera había salido tras él tan pronto él había seguido de largo, consiguiendo darle alcance antes de que saliese siquiera a la engawa.

-¿Estás bien? -le preguntó, mano sobre la muñeca de él.

-Un(sí). No te preocupes, Kaoru dono. -Le dijo, sin conseguir mirarla a los ojos, no sabía por qué pero se sentía ofuscado. -Sólo necesito un respiro.

La niña lo entendió, él no diría nada más y ella no lo presionaría.

-Entiendo. ¿Te veré en la cena?

Tal comprensión le hizo sonreír a pesar de su irratación, se sintió aliviado de la respuesta de su compañera y finalmente la miró.

-Ahí estaré. -Prometió.

Kaoru le devolvió la sonrisa.


Kenshin había decidido salir al patio donde el pozo de agua se encontraba. Tan pronto llegó a éste, sacó agua y se lavó el rostro. El encuentro lo había dejado ligeramente conflictuado, no sabía decir por qué, pero cruzar espadas con Kaede se había sentido casi como si estuviese de vuelta en la montaña, peleando contra su maestro; la destreza de la mujer era evidente y formidable, y lo había dejado casi sin aliento. Había necesitado de esos instantes en privado para serenarse.

Fua así que Kago lo encontró. El chokkai había salido bajo instrucción de Yumi, tras notar ambos el intercambio entre el samurai y Kaoru dono. Se notaba la preocupación de ésta última y Kago no había dudado en salir a buscar al chico, consciente hasta cierto punto de lo que éste podría estar sintiendo.

-¿Y? ¿Qué opinas de nuestra maestra de la espada, Kaede sama? -Le preguntó Kago con interés de pie por detrás de él.

-Es sorprendente. -Contestó Kenshin, girándose para quedar de espaldas al pozo, acabó por recargarse en él.

Kago asintió, avanzó hasta el pozo y sacó una cubeta llena.

-Sin duda lo es. Te dejó bastante descolocado según veo. -Le dijo.

El pelirrojo suspiró, sabía por fin a quién le recordaba la miko ahora tras cruzar espadas.

-Me recuerda a shisho. -Confesó el samurai. -Parecen tener hasta la misma forma de moverse.

-Bueno eso es comprensible. -Le dijo Kago, mientras vaciaba el agua de la cubeta del pozo a una más grande.

Kenshin lo consideró.

-Supongo... ambos son maestros de la espada. -Terminó por asentir al fin.

Kago levantó la cubeta y avanzó de regreso al edificio principal.

-Sí, eso también. -Aceptó.

-¿Oro? -Kenshin le miró entonces, por fin fuera de la nube de sus pensamientos.

A menos que fuesen cercanos a su maestro y conocieran la forma de pelear y pensar de éste, resultaría algo complicado hacer tal conexión, pero la naturalidad de Kago dejaba en claro que el chico sabía de lo que hablaba.

El moreno por su parte, siguió con su diálogo sin notar el cambio en su compañero, cómo éste lo veía confundido. Le dedicó una mirada por encima del hombro entonces tras notar su silencio. Al ver su expresión, el chokkai se apuró a completar.

-Es normal después de todo, ¿no? Que los hermanos se parezcan entre sí. -Señaló el moreno.

Descolocando de lleno al pelirrojo.

-¿!Oro?! -Exclamó, mientras en su mente gritaba "¡¿Hermanos!?"

-¿No lo sabías? -Kago parpadeó confuso y verdaderamente sorprendido. Y luego comenzó a enumerar razones con los dedos de las manos. -Salta a la vista, tienen casi las mismas facciones, y no digamos el caracter. Kaede sama puede ser la más amable de todas, pero sin duda también es la más altanera. Aquí entre nos, se tiene a sí misma en muy alta estima.

"Esa sonrisa" Pensó Kenshin. "Esa mirada cínica y calculadora" Consideró su mente viendo por fin las semejanzas por lo que eran...

-También está la cuestión del gusto por el sake, lo cual supongo debe de ser de familia. -Continuó Kago, ajeno a Kenshin. -Ya sabes lo que dicen, "tradiciones heredadas de antepasados". No es de extrañarse que sea ella siempre quien prepara el sake que el maestro Hiko siempre consume. Ah?! Himura kun, ¿estás bien?

El pobre samurai había terminado de cuenta con la frente contra la piedra fría del pozo.

-Hermanos... -Gruñó éste por lo bajo.

Kago no pudo más que sonreír comprensivo.


El juego estaba bastante emparejado. Había en el tablero casi la misma cantidad de fichas blancas que de negras, y no quedaba del todo claro quién llevaba la delantera. No ocurría con frecuencia el que ambos maestros tuviesen el tiempo de disfrutar de un juego de shoji mientras disfrutaban de una deliciosa taza de té verde; pero dados los eventos recién ocurridos Kaede no se había podido limitar a no hacer la invitación, mientras que Hiko no había tenido deseos de resistirse, aún menos tras enterarse del enfrentamiento de su discípulo con la sacerdotisa principal de Inari.

-Tu alumno resultó ser alguien con un corazón gentil -le dijo Kaede, mirada serena mientras movía una nueva ficha que casi pone en jaque a su contrincante.

Hiko bufó con una media sonrisa.

-Asumo que siguió ignorante de nuestro parentezco. -Dedujo el hombre, respondiendo con una jugada que salvó la ficha amenazada.

La tarde había caído, el atardecer estaba en todo su esplendor y el calor había comenzado a diluirse en el frío de la noche.

Kaede negó con la cabeza mientras sonreía.

-Es normal. -Le dijo ella. -No culpes al pobre chico por no ver la conexión entre tan triste espécimen y una figura de autoridad celestial. -Bufó, consiguiendo en su siguiente movimiento el terminar la partida con una jugada que Hiko milagrosamente no había previsto.

El hombre elevó una ceja mientras la veía con irritación.

-¿Autoridad celestial? -Cuestionó. Porque no, jamás podría contraatacar a la miko frente a sí con un comentario lascivo.

La tenía en muy alta estima, y la respetaba sobremedida.

Kaede extendió su sonrisa, había un brillo malicioso en su mirada.

-Cualquiera diría que soy bastante divina -le dijo antes de soltar una risa cantarina.

Su compañero negó con la cabeza antes de terminarse su té.

-Si tan sólo te conocieran. -Gruñó él.

Kaede entonces, dejó su mirada fija en el tablero, en las piezas todavía dispuestas y en cómo se podían apreciar otros posibles caminos para haber ganado tal juego. Se notaba en la posición de las fichas de Hiko, que seguía en sus convicciones de un ataque fluido, rápido y certero. La mujer entendió que era así como había sido su relación con su ahora exdiscípulo.

-Fuiste bastante duro con él. -Le reprendió, refiriéndose a Kenshin.

Hiko no lo negó, mas mantuvo su mirada alejada de la de ella.

-Él necesita que lo deje ir. -Contestó tras un breve silencio. -Necesita sufrir en carne propia el error de la ingenuidad con la que ve el mundo.

Kaede lo sopesó un instante antes de suspirar. Comenzó después a recoger las piezas, quedaba claro que no tendrían otra partida pronto.

-De verdad, Seijuuro... Espero que no te arrepientas.


A/N: ¿Sugerencia sobre lo que les gustaría saber de los tres meses que Kenshin estuvo en el santuario?