FELINETTE NOVEMBER
- 2023 -
"Siempre fuiste tú"
Capitulo 12: Descanso
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Cuando el Congreso llegó a su fin, y premiaron a las exposiciones más brillantes, Emma Fathom descubrió que tendría suficiente tiempo libre para tomarse un descanso científico. Y así, poder visitar de nuevo la panadería en Rue Caulaincourt.
El último paso para empezar a ser una turista británica en París , era la foto conmemorativa del Congreso. Más de 200 matemáticos de todo el mundo se encaramaron en medio de los escalones de la entrada principal, generando revuelo y risas ensordecedoras. Emma no pudo evitar hacerse a un lado, aferrando fuertemente su bolso, apretando los dientes y rogando que los tapones no se le cayeran de los oídos.
Louis iba en camino hacia su grupo de colegas de la Sorbona, cuando vio que Emma se quedaba rezagada. Ni siquiera tuvo que pensar, su propio cuerpo reaccionó quedándose a su lado, lejos del gentío.
Esperó hasta el último segundo, los fotógrafos pidieron silencio para lograr enfocar sus objetivos y en ese instante, Louis Agreste cogió de la mano a la doctora Fathom y la arrastró casi en volandas, hasta una esquina del escalón más abajo de la escalera.
La abrazó por los hombros y la observó unos segundos, mientras hablaba sin voz.
- Sonríe, Emma. Mira a la cámara.-
Y Emma sencillamente, obedeció.
Fue una sonrisa circunstancial y bastante extraña. Era una sonrisa practicada.
"¿Sabes Emma?, los seres humanos vivimos en sociedad, nos rodeamos de personas, quieras o no, es parte de nuestro naturaleza. Estamos intrínsecamente diseñados para vivir en grupo. "
Su madre siempre le enseñaba algo cada día. Le explicaba de la amistad, de la primavera, de porqué uno llora cuando se pincha el dedo, del porqué necesitamos un abrazo. Especialmente, para Marinette Dupain-Cheng le era primordial, que Emma supiera desenvolverse en sociedad. En cualquier momento, de cualquier manera.
- ¡Todos en silencio, mirada al frente, sin moverse! -
"Conversar, saludar, presentarse, dar las gracias, todo eso forma parte de vivir en sociedad. Y una sonrisa, Emma, aunque no quieras darla, es importantísima. Es un gesto alegre y tranquilo, capaz de trasformar un rostro triste en uno cálido."
Cuando su padre llegaba a casa. O su abuela volvía de viaje. Emma debía recibirlos junto a su madre. Sonrientes, o cansadas, pero estaban ahí. Marinette al inicio, estiraba con sus dedos la comisura de los labios de Emma, enseñándole el movimiento físico requerido para ese gesto. Lo dejó de hacer cuando Emma pudo contraer y estirar la boca reproduciendo una sonrisa algo torcida y actuada pero amable, al fin y al cabo.
"Muy bien, Emma."- le susurraba su padre al oído. - "Eres la chica más bella del mundo. La más lista. La más buena."
Su padre la abrazaba, le daba un par de besos, la giraba en el aire varias veces y luego le acariciaba los bucles de su pelo. Y muchas veces, cuando su padre le decía todas esas cosas, ella no tenía que forzar su sonrisa, porque le nacía todo tan natural..."
Y aunque, en ocasiones, la sonrisa le saliera trabajada y bastante calculada, Emma era capaz de salir bien en las fotos.
Louis también miró al frente, complacido porque Emma no iba a perderse esa foto. Sonrió con intensidad, enseñando los dientes, como siempre hacía. A él nadie le había enseñado a sonreír, simplemente lo supo. Descubrió que en la vida, es mejor reír que llorar...y él había llorado tanto, y cuando lo hacía, nadie había venido a verle. Las lágrimas que nadie secó, el auxilio que nadie le dio, el abrazo que lo abrigaría de su frío interior. Todas estas cosas habían sido etiquetadas por Louis como algo negativo, y en consecuencia, no quería que nadie las tuviese. Porque él sabía todo lo que podía doler.
Y él no quería que nadie más sufriese.
Al verlo reir, o hablar con tanta soltura, cualquiera diría que era un hombre feliz y ameno. Sin embargo, sabía que su crianza fue cruel y tensa, desagradable. Con algunos toques de negligencia emocional. Incluso de adulto, Louis no podía recordar si su padre en algún momento le abrazó o le dio un beso.
Emma, en cambio, estaba acostumbrada a ellos.
- ¡Ahora todos juntos , sonrían! -
Emma resistió valientemente aquellos momentos de agobio y molestia debido a los gritos de los fotógrafos. Forzó aún más su sonrisa estudiada, apretando sus puños, controlándose para no sujetarse los oídos ni salir corriendo. Su corazón latía frenético, y el aire se le escapaba de los pulmones, su cuerpo estaba al borde de un colapso.
Fue ahí cuando notó la cálida mano de Louis rozando todo lo ancho de su cintura. La mano de él se cerró despacio sobre el promontorio de su cadera. Emma sintió cosquillas, muy leves, algo ligeras, pero lo suficientemente intensas como para empezar a reír a carcajadas.
Estiró los labios, entreabrió la boca e inhaló profundamente, dispuesta a reír sin voz y en eso...
...Un deslumbrante destello inmortalizó aquel momento.
Y así, entre despedidas , abrazos , ataques de pánico y cosquilleos, se dio fin al Congreso Mundial de Matemáticas.
Ésa sería una foto que Emma colgaría en su salón, y se la enseñaría a sus hijos en los años venideros.
"Ahí estamos, tu padre y yo", les susurraría a sus niños, " fue la primera vez en la que me abrazó frente a tanta gente. Esperó hasta el último segundo por mí. Pero él siempre me esperaría, para todo." .
Sólo que eso Emma Fathom aún no lo sabía.
Lo que sí sabía era que la panadería en Rue Caulaincourt era preciosa.
El olor al pan recién hecho le entró directo adentro, en sus pulmones. La inundó una sensación de bienestar, como si de repente hubiese ya llegado a casa. Quizá sea porque el olor le recordaba a cuando su madre hacía pan casero o croissants. O incluso fuese porque el pan es el primer alimento en el que uno piensa cuando tiene hambre. Lo primero que te sirves en el desayuno. Lo último que dejas en tu cena.
Esperó un buen rato, mientras Louis esperaba para que se desocupase una pequeña mesa donde tomar una pequeña merienda.
Minutos antes, Emma debió confesarle, mediante rapidísimos mensajes escritos en el teléfono, el objetivo lateral de su viaje a París.
- Mi padre le escribió cartas a mi madre. -
Louis aparcó el coche en el primer sitio donde encontró, para leer con calma los mensajes sumamente importantes de la doctora Fathom.
- ¿Cartas de amor? - preguntó él, en voz alta. Se dio cuenta de su error y empezó a murmurar. - Lo siento, ¿eran cartas románticas?¿ o como un diario de viaje? ¿actuales o de hace años? escritas a mano? Una vez leí una novela epistolar, ¿sabes que epistolar significa que es como una correspondencia sostenida entre dos personas.? -
Emma ladeó la cabeza, comprendiendo el ansia innegable de Louis por rellenar el silencio con palabras. Y ella en cambio, llenaba el silencio con miradas esquivas, suspiros prolongados y pensamientos lejanos, sometidos a las leyes de la matemática y la lógica tridimensional.
- De amor, creo. / Aparentemente de antes de casarse/ Pero lo más importante es que mi padre se iba a casar con otra, y mi madre con otro/ al final, como ves, me tuvieron a mí. -
Emma dejó de escribir y contempló la respuesta facial de Louis ante un secreto tan íntimo para ella.
- Vaya, debió ser todo un escándalo eh. -
Emma asintió con la cabeza. Necesitaba decirle más cosas a Louis, explicarle la razon porque la que ella iba otra vez a la direccion que encontró en las cartas. Tuvo algo de temor en contarlo, pero decidió que Louis parecía ser confiable y amable, tranquilo, parlanchín y extrovertido. Suspiró como siempre hacía antes de someterse a un problema difícil de solucionar.
- No conozco a mis abuelos / Mi madre nacio y creció en París/ Pero nunca hablamos de ello/ Pensé que habían muerto. -
Louis comprendió a medias, lo que ella quería decirle. La búsqueda de sus abuelos en París, ¿No sería más fácil preguntarle a su madre? Sin embargo, si durante todos estos años, no lo habían hablado en casa, eso significaba que era un tema prohibido. O sencillamente, incómodo.
- Quiero que me ayudes a hablar con ellos.- Emma exhaló, dudando un poco. - Por favor. -
Lentamente Louis miró a Emma a los ojos. Era alta, pero lucía frágil por momentos. Era muy inteligente, pero un ruido de más, podía anular sus pensamientos. A pesar de estar atardeciendo, el clima refrescaba y él pensó que Emma pasaría frío. Se preguntó si a ella le gustaría más el frío o el calor.
- En realidad, me gusta la lluvia/ ¿Podemos volver al tema de mis abuelos? -
Louis dio un respingo, asombrado ¿Lo había dicho en voz alta? La doctora Fathom lo empujaba a la locura. Pero ella valía la pena. Los días a su lado le habían servido para saber muchísimas cosas con respecto a Emma:
La temperatura perfecta del té. Los cascos canceladores de ruido. Los mejores tapones de silicona con perfecto acople al conducto auditivo externo. Los decibelios necesarios para sumergirla en un ataque de pánico. Su desconocimiento sobre París. La supuesta muerte de sus abuelos. Las cartas de amor de su padre a su madre.
Emma era su caja de Pandora.
No dejaba de maravillarlo.
Su amor por ella antes era platónico. En sus ratos libres, se imaginaba millones de historias con ella a su lado. Como si fuera su artista de pop favorita. Ahora, en tan sólo unos días, la amaba entera y completamente. Sabía que sería difícil decirle todo lo que él sentía. Y ni siquiera sabía si sería correspondido. Pero su amor, en vez de decaer, fermentaba como el pan, triplicando su tamaño.
Quería protegerla del mundo.
Quería estar a su lado.
En un par de días, ella se iría a Londres. ¿Qué sería de ellos entonces? ¿Acaso él podría hablarle por teléfono? ¡Pero si ella odiaba el ruido! Incluso con sus padres, ella se escribía. O mandaba vídeos también.
Tal vez él también deba empezar a escribirle.
Le tendría que preguntar su dirección, su código postal. Su nombre completo.
Escribiría libros para que ella los leyese. Le dedicaría poemas. Y si saliese con ella, la llevaría a bailar sin música, tan sólo con el sonido de los latidos de su corazón. Le pondría una flor en su oreja, le acariciaría sus rizos.
La podría citar en un parque, de esos donde los niños jugasen al columpio, de hecho, la montaría en uno de ellos y balancearía a Emma, de atrás hacia delante, por horas por una eternidad, todo el tiempo que ella quisiera.
Sí, le escribiría cartas, poemas, le regalaría flores y tendrían citas, en un parque, en un salón sin gente.
Y por supuesto, que haría de interlocutor y sería su secuaz en todo esta aventura parisina.
Emma valía cada segundo de su tiempo.
Cada día de su vida.
- Sí. - dijo Louis, asintiendo con fuerza, tratando de no lanzarse sobre ella, para abrazarla fuertemente. - Haría lo que fuera por tí, Emma Fathom. Cualquier cosa que tu me pidieras. -
Ella no dijo nada. Un intenso rubor cubrió ambas mejillas. Louis Agreste encendió el coche y volvió a circular en París, rumbo a descubrir el misterio sobre los abuelos de Emma.
Emma no pudo reconocer de inmediato, aquel zumbido que estalló en su vientre, como si millones de mariposas revolotearan dentro suyo. Eran tan molestas, pero mientras no hicieran ruido, Emma podría con ellas.
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Muchas gracias por leer!
Un fuerte abrazo
Lordthunder1000
