Disclaimer: Crepúsculo es de Stephenie Meyer, la historia de LyricalKris, la traducción es mía con el debido permiso de la autora.

Disclaimer: Twilight belongs to Stephenie Meyer, this story is from LyricalKris, I'm just translating with the permission of the author.

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El aire se sentía diferente, fresco e incómodo, cuando Edward regresó al día siguiente.

Bella trató de decirse a sí misma que estaba imaginando cosas. Había estado hablando por teléfono con su asesor cuando él llegó a trabajar, y cuando colgó el teléfono, él estaba inmerso en su trabajo, con expresión seria y sus ojos sólo para la madera. Era un profesional. Sólo porque tuvieron algunos momentos íntimos y divertidos no significaba que fueran amigos.

¿Qué tenían los pequeños enamoramientos que hacían que personas de otro modo racionales se volvieran un poco aparatosas? La atracción era normal y podía resultar molesta por sí sola cuando pillaba desprevenida. A veces, simplemente había algo en alguien que llamaba la atención y, cuando sucedía, la reacción era inevitable en algunos casos. Quizás tartamudear un poco. Tal vez toparse con un letrero en la calle como si la vida fuera una caricatura, pero de todos modos, era un momento fugaz.

Los enamoramientos eran otra cosa completamente irritante.

Cuando Bella era una adolescente, una vez vio a su serio y firme padre convertirse en un niño sonrojado y risueño frente a la gerente del banco, Janet Stanley. Bella casi había muerto de vergüenza ajena cuando él comenzó a contar los chistes más absurdamente malos. Cuando le preguntó a su padre si le gustaba Janet (gustarle, gustarle), él puso los ojos en blanco.

Es solo un enamoramiento tonto ―le respondió.

Simplemente sucedía a veces. Te obsesionabas con una persona sin ninguna razón en particular. Charlie no quiso hacer nada con esa fijación hacia Janet. Simplemente la dejó seguir su curso, y luego... puf. Se fue como si nunca hubiera existido, dejándole sólo con los vagos recuerdos de lo raro que podía llegar a ser cuando tenía un enamoramiento.

Y no era como si los enamoramientos tuvieran algo que ver con el deseo o la atracción. Podían, claro, pero una vez, Bella tuvo una extraña fijación hacia una barista en la cafetería de la universidad. Había algo en la exuberancia y el perverso sentido del humor de esa mujer que hacía sonreír a Bella, y cada vez que veía a la mujer detrás del mostrador, alegraba toda su mañana. Había hablado tan efusivamente de la barista que sus amigos empezaron a preguntarse si estaba pensando en batear para el otro equipo, pero nunca se trató de eso.

Su fijación con Edward era igual.

Claro, en este caso existía cierto nivel de atracción. Era un hombre atractivo, y ¿podría evitarlo si su mente errante y soñadora de vez en cuando lo imaginaba sin camisa, imaginando lo que apostaría que eran unos duros abdominales, con su cinturón de herramientas siguiendo la línea de vello en el abdomen.

Y claro, sabía suficientes hechos tangibles sobre Edward para darle algo de admiración a la brillante persona que le gustaba. Sabía que él era trabajador, ambicioso y educado. Sabía que él podía hacer cosas hermosas con sus manos...

Y esa línea de pensamiento era lo opuesto a útil.

Aun así, pensar en sus manos podría haber sido mejor que fijarse en la extraña energía de la habitación, aunque todavía estaba medio convencida de que lo estaba imaginando. Si pensaba en sus manos fuertes, ásperas y talentosas, tal vez podría dejar de pensar en cómo Paul pudo haberlo insultado en serio y él estaba enojado por eso. O tal vez esos otros días él simplemente estuvo tolerando por cortesía el que ella balbuceara, y la atracción que sentía era unilateral. O tal vez…

Captando un movimiento en su periferia, Bella levantó la cabeza. Ella parpadeó, sorprendida al encontrar a Edward parado al otro extremo de la mesa, con sus ojos puestos en ella.

―Oh, hola ―saludó brillantemente.

La comisura de la boca de él subió, pero su sonrisa fue poco más que educada.

―Hola. ―Él cruzó los brazos sobre el pecho y ella no pudo evitar notar la forma en que su camiseta negra abrazaba sus bíceps―. Quería hacerte saber que voy a barnizar los muebles.

La expresión de su rostro debe haber sido algo así como "Uh, duh, ¿qué?" porque él explicó después de unos cuantos latidos.

»Es bastante tóxico; no es bueno respirarlo. Aunque aquí hay suficiente ventilación para que no sea peligroso. Voy a abrir las ventanas para que haya una buena circulación de aire.

―Oh.

Bella estaba procesando lo que él decía, pero estaba distraída por la creciente certeza de que algo era diferente en la forma en que él interactuaba con ella. Tenía una frialdad en su mirada que no había estado allí antes: una rígida formalidad. Estaba siendo profesional, sin ninguna familiaridad.

¿Por qué?

Y de nuevo, ¿eso importaba? Ni siquiera eran amigos, joder.

¿Era maleducado de su parte querer hacerse amiga del tipo que estaba construyendo cosas en su casa? ¿Fue una especie de paso en falso?

―¿Bella?

Sus ojos se posaron en los de él. Al menos no estaba usando "señorita Swan", o peor aún, "señora".

»Tal vez sea mejor si te regresas a la sala. Si no es un problema ―ofreció él.

Bella parpadeó, dolida. Con la misma rapidez, se dijo a sí misma que estaba siendo ridícula. Cualquier persona racional asumiría que no quería respirar vapores tóxicos todo el día. No era como si estuviera tratando de deshacerse de ella.

Así que, trasladó sus cosas a la sala de estar e hizo todo lo posible por concentrarse en su trabajo.

No mucho tiempo después, se encontró acurrucada en una bola, rozándose los hombros.

Hacía un frío tremendo.

Cierto. Todas las ventanas estaban abiertas y los días calurosos finalmente estaban, de manera confiable, más frescos. Hoy hacía casi frío.

Mientras pensaba en encontrar las palabras correctas para el siguiente pasaje de su artículo, Bella miró a su alrededor en busca de una solución. No quería tener que buscar en su armario algo abrigado para ponerse. ¿Por qué nadie en esta casa había puesto una manta sobre el respaldo del sofá? En las películas o en la televisión siempre había una manta o una afgana tendida útilmente sobre un sofá.

―La vida real no tiene gente de vestuario, genio ―murmuró Bella para sí misma, poniéndose de pie de mala gana.

Para su deleite, una mirada alrededor de la habitación resolvió su problema. Una familiar sudadera negra con capucha yacía sobre el brazo del sillón reclinable. La recogió, tratando de recordar de quién era. No era de Jacob. Era demasiado ancha para que la sudadera le quedara bien. Eso dejaba a Paul como segunda opción. Probablemente la olvidó allí el día anterior.

Bueno, ganancia para ella. Quizá ella no lo conociera tan bien, pero estaba bastante segura de que a él no le importaría que ella usara su ropa. Se puso la sudadera con capucha y suspiró satisfecha mientras ésta ahuyentaba el frío de su piel. Su postura tensa se aflojó. Ella respiró profundamente. Olía bien. Esa era otra ventaja.

Mientras se estiraba con ensayada indiferencia, dejó que su mirada vagara hacia la cocina. Su intención era solo dar un vistazo, pero en lugar de eso, se quedó mirando fijamente, tratando de descubrir qué diablos estaba haciendo Edward. Simplemente estaba parado allí, con la cabeza inclinada en ángulo, aparentemente no estaba mirando la barra de café sino la encimera al lado.

Donde gran parte de la colección de tazas de café estaba ordenadamente apilada, esperando ser guardada en los nuevos estantes.

Incluyendo la jodida taza con pezón.

Que Edward estaba sosteniendo.

Con las mejillas ardiendo, Bella se encontró tambaleándose hacia adelante. Ella se detuvo junto a él, abrió la boca y la volvió a cerrar con la misma rapidez.

―Lo siento ―se disculpó Edward, dejando la taza como si le hubiera quemado―. No quise espiar. ―Él no la miró, sino que miró la colección de tazas de café y se frotó la nuca con una mano―. Yo sólo... me acabo de dar cuenta… ―Sacudió la cabeza, y a Bella se le ocurrió que sus mejillas estaban tan rojas como las de ella―. Responde a una pregunta que me ha estado molestando.

―Me viste con esa taza aquel día, hace un tiempo, ¿verdad? ―Ahora era ella frotándose la nuca―. Sí. Sentí... No era mi intención usar esa taza. No estaba pensando. Tengo muerte cerebral antes de tomar café, pero no estaba tratando de hacerte sentir incómodo, a ti o a cualquiera de tus muchachos.

―Es tu casa. Puedes usar cualquier taza de café que quieras en tu propia casa. Simplemente no entendí por qué solo había una.

Bella frunció el ceño.

―¿Una qué? ¿Una taza? Soy glotona por el café, pero ni siquiera yo puedo beber de dos tazas a la vez.

―Correcto, pero no me di cuenta de que era una taza ―musitó. Tan pronto como las palabras salieron de su boca, se estremeció―. Mierda. Quiero decir…

Los ojos de Bella se abrieron como platos cuando sus confusas palabras rápidamente encajaron.

―¿Qué pensaste...? Oh, Dios, maldición, ¿pensaste que era mi seno? Como mi real… ―Bella se cubrió la cara con las manos.

Todo este tiempo, Jake estuvo diciéndole que ella estaba exagerando, cuando en realidad ella estuvo minimizándolo.

Pero luego, repitiendo sus palabras nuevamente, Bella se rió. Era un sonido agudo y maníaco.

―Oh, joder. Oh, no... dijiste que no entendías por qué una… ―Se presionó la mano sobre la boca, tratando de reprimir la risa―. Creías que estaba en la cocina, parada allí junto a la enorme ventana con un pecho afuera.

―Pensé que eras tú la mamá de la bebé. Eso… bueno, eso sucede. Mi hermano, Emmett, y su esposa tienen muchos hijos. No es nada que no haya visto antes, pero no… tan al natural.

Bella solo chilló, escondiéndose detrás de sus manos. Ella apretó los labios, intentando no volver a reírse.

Nuevamente fracasó.

Pero luego él se rió entre dientes.

Y ella se rió entre dientes.

Y él se carcajeó.

Y luego ambos estaban ligeramente doblados por la cintura, la mano de él en el hombro de ella, la de ella en la encimera, mientras ambos aullaban de risa.

―Jesús, y yo estaba parada allí, justo al lado de Jacob también ―gorjeó Bella cuando pudo hablar de nuevo―. Debes haber tenido tantas preguntas.

Por alguna razón, eso pareció hacer que Edward dejara de reír al instante.

―Eso no es de mi incumbencia. Con quien…

Se detuvo mientras se enderezaba y finalmente, finalmente, la miró. Él inclinó la cabeza, sus ojos donde su mano yacía sobre el hombro de ella, sobre el suéter de Paul. Lentamente, retiró la mano.

Cuando la miró, sus ojos eran todo menos fríos. Había algo eléctrico en ellos y el aire parecía cargado de ello.

Pasó un segundo, luego dos, antes de que hablara.

»Necesito… ―Se aclaró la garganta y dio un paso atrás. Sus palabras salieron bajas, casi ásperas―. Necesito algunas cosas. Estaré… ―Dejó escapar un suspiro―. El lunes. Todo debería estar terminado el lunes.

Agarró su bolso del suelo y se fue antes de que Bella pudiera entender qué diablos acababa de pasar.