- ¿De verdad así va a ser el resto de la vida de nuestro jefe? – preguntó Nobunaga Phinks y Shizuku, refiriendose a la cada vez más agónica y precaria vida de su jefe.
Eran media noche y llovía un poco. Nobunaga, Phinks y Shizuku habían salido a la farmacia a comprar medicamentos, gasas y equipo médico para Chrollo, así como otra ronda de complementos vitamínicos y suplementos alimenticios para tratar de que este no siguiera perdiendo peso.
- No creo. Esta clase de enfermedades suelen empeorar. Lo más probable es que este sea solo el principio del fin. – contestó Shizuku seriamente.
- Pfff… no seas tan pesimista Shizuku. Quizá al jefe le queden más días buenos en el futuro. Además, quizá alguien logre desarrollar alguna cura y nuestro jefe se recupere. Si salió con vida del Continente Obscuro, seguro saldra vivo de esto. – dijo Phinks tratando de animar a sus compañeros.
- No creo. Fue así como murio mi hermana, poco a poco su estado de salud fue empeorando, gritaba todo el día y lloraba, pero al final ella quedo tan debil que no podía ni gritar, solo temblaba y lloraba cuando estaba despierta. – contestó Shizuku seriamente.
Phinks y Nobunaga tragaron saliva al escuchar las palabras de Shizuku. Sabían que lo que decía era verdad, la condición de Chrollo estaba condenada a empeorar poco a poco, sin embargo, a su manera Nobunaga y Phinks elegían aferrarse a la esperanza, de que tal vez Chrollo de una u otra manera no sufriría tanto.
- Lo siento mucho Shizuku. – susurró Phinks.
- No importa. Eso paso hace años. Además, al menos nuestro jefe tiene nuestra ayuda para sentirse mejor. – contestó la mujer sin voltear a ver a los ojos de Phinks.
- ¿De verdad vale la pena vivir así? – preguntó Nobunaga.
- Es de la única forma en la que puede vivir nuestro jefe ahora. – contestó Phinks seriamente.
- Lo se, pero no creo que sea lo correcto. – comentó Nobunaga con tristeza.
- ¿Qué estas insinuando? – interrogó Phinks desconcertado por lo que había dicho Nobunaga.
Nobunaga tragó saliva y respiró hondamente.
- ¿Recuerdas la película Million Dollar Baby? – preguntó Nobunaga a Phinks.
Phinks recordaba muy vagamente esa película, sabía que era de las favoritas de Bonolenov, pues hablaba de box y recordaba haberla visto junto a el y Feitan en un DVD robado, muy poco antes del suceso de las hormigas quimeras. No recordaba mucho de la película en si, sin embargo, aún tenía grabada en su mente la escena en la cual el personaje interpretado por Clint Eastwood mataba de una sobredosis al personaje de Hilary Swank, después de que esta hubiera quedado quadriplégica y sin animos para vivir. ¿Acaso Nobunaga quería aplicarle la eutanasia a Chrollo?
- Espero por todos los dioses que no estes pensando lo que creo que estas pensando. – dijo Phinks sombríamente.
Nobunaga volvió a inhalar con fuerza, sintiendo como las lágrimas se le acomulaban en los ojos.
- No creo que sea justo mantenerlo así. El tiene que saber que tiene la elección sobre su vida y que nosotros lo apoyaremos si decide irse. – contestó Nobunaga.
- Yo no doy muertes de misericordia. Si mato a alguien tiene que darme una pelea para que lo mate. Además, esta contra las reglas que los miembros de la Araña peleen, mucho más si eso resulta en la muerte de otro miembro. – dijo Phinks indignado con la propuesta de Nobunaga.
- Phinks, esto no es una pelea o asesinato a sangre fría. Esto es la opción a la cual recurren quienes ya no tienen más opciones. Si lo llegaramos a hacer, sería de acuerdo a sus condiciones y de la manera menos dolorosa posible. Moriría sin dolor y rodeado de sus seres queridos. Posiblemente estaría dormido y ni siquiera se daría cuenta.
- ¿Y que no sienta dolor lo hace una mejor muerte? ¡Un asesinato es un asesinato! ¡Que este debíl y enfermo no justifica nada, yo no te dejaré que lastimes a nuestro líder! – gritó Phinks tirando al suelo las bolsas de la farmacia que cargaba consgio.
- ¡Puta madre, Phinks! ¡Ya suenas como los veganos y los providas que protestan a cada rato en la tele! ¡Yo jamás lastimaría a mi mejor amigo! – respondió Nobunaga.
- ¡Sin vergüenza, hace menos de un minuto decías que querías darle una muerte sin dolor! ¿Cómo putas explicas eso? – gritó Phinks.
- ¡Yo no quiero que nuesto jefe muera! Pero tampoco quiero que siga sufriendo sin sentido. – gritó Nobunaga llorando.
- ¿Y si lo matas y al día siguiente encuentran la cura? ¿Dime si eso pasara su muerte no habría sido inútil? – interrogó Phinks furioso.
- ¡Tu y yo sabemos que no va a haber ninguna maldita cura! ¡Nuestro jefe merece tener una muerte digna!– gritó Nobunaga.
- ¡El merece tener una vida digna! ¿No vez el esfuerzo que hacemos para que viva dignamente? ¿Quieres mandar todo eso al carajo?
- ¡El merece tener la opción de morir sin dolor al menos! Si tu quieres morir lleno de llagas putrefactas, alucinando, usando pañales de adulto y vomitando cada que comes, adelante. ¡Nosotros respetaremos tu voluntad de que quedes como vegetal desangrandose en tus últimos putos días! Pero no te atrevas a que esa sea la única opción para nuestro jefe. – gritó Nobunaga soltando también las bolsas de la farmacia que cargaba consigo.
Shizuku tragó saliva al ver la furiosa discusción de sus compañeros. Ambos hombres estaban en posición defensiva, casi como si estuvieran preparandose para pelear a puño limpio el uno contra el otro. Ella jamás los había visto así, o al menos, jamás los había visto actuar así con otro miembro de la Brigada Fantasma. Tenía que intervenir antes que fuera muy tarde.
- Recuerden que no se permite pelear. – dijo Shizuku seriamente- Si quieren yo tengo una moneda en mi bolsillo, la podemos sacar y así ustedes puedan… - pero antes de que Shizuku terminara de dar su sugerencia, Phinks la abofeteó violentamente, rompiendo sus lentes en el proceso.
- ¡Chingados! ¡Ese cabrón quiere matar a nuestro jefe y tu quieres que resolvamos las cosas con moneditas! ¡Chinga tu madre, pinche puta retrasada! – gritó Phinks a Shizuku, quien se encontraba paralizada del miedo al sentir tal violencia de parte de un hombre en el cual había confiado por tanto tiempo.
- ¡Pinche maricón! ¡Ahora resulta que golpeas mujeres! – gruñó Nobunaga, mientras se acercaba a socorrer a Shizuku.
Shizuku no dejaba de temblar. Odiaba que Nobunaga y Phinks usaran palabras tan vulgares y agresivas. Ella sabía que nada bueno podía salir de eso.
- ¿A quien llamaste maricón? – gritó Phinks aún más furioso. De todos los insultos que pudo haber escogido Nobunaga ese había sido por mucho uno de los más hirietes. Cualquier insulto que fuera contra la hombría o la sexualidad de Phinks era una invitación a la muerte.
- ¡Por favor! ¡No discutan! ¡Tenemos que llegar a casa a dejarle las cosas a Machi! – dijo Shizuku, tratando inútilmente de apaciguar a ambos hombres.
- ¡A ti te dije maricón cabrón! ¡Y no es porque te gusten los hombres ni nada de eso! ¡Es porque eres un pinche cobarde y no puedes enfrentar la vida! ¡Crees que tienes poder sobre la vida de otros y cada que te recuerdan que no tienes poder tu solo te enojas y golpeas paredes como el puto cobarde que eres! – escupió Nobunaga parandose frente a Phinks como si fuera a enfrentarlo en una pelea de box.
Pronto Nobunaga se arrepintió de las vulgaridades que había dicho contra Phinks. El sabía que había tocado varias fibras sensibles en Phinks al llamarlo cobarde de esa forma tan vulgar, baja y hasta cierto punto homofóbica, sin embargo era muy tarde para arrepentirse. Un gancho directo al estomago estuvo a punto de tumbarlo, por lo que Nobunaga no tuvo más remedio que bloquear el golpe y contraatacar a Phinks también, rompiendole algunas costillas al instante. Phinks, cargado de ira y adrenalina no se detuvo ante los golpes de Nobunaga, procediendo a golpearlo en la cara, rompiendo su nariz y mandíbula al instante.
- ¡Phinks, Nobunaga, detenganse! ¡Recuerda las reglas! – chillo Shizuku desesperada al ver a la pelea, sin embargo sus plegarias fueron ignoradas.
Pese al dolor Nobunaga trató de atinar otro golpe, sin embargo, este fue rápididamente respondido por Phinks, quien lo tiró al suelo y procedió a patearlo y pisotearlo brutalmente. Nobunaga sintió como los huesos ambos brazos y piernas suyas se rompían como si fueran hechos de vidrio, dandose cuenta tardíamente que se había metido con la persona equivocada. Quizá si el hubiera tenido su katana a su lado el combate hubiera ido en su favor. Sin embargo, en el terreno de la fuerza bruta Phinks le superaba por mucho. Nobunaga lloró silenciosamente al darse cuenta como, en menos de diez minutos el y Phinks habían pasado de ser amigos inseparables a estar peleando a muerte. No era justo, que la enfermedad de Chrollo los hubiera orillado a discutir así y menos que ahora estuvieran peleando de tal forma. La Araña no podía perder más miembros, menos aún en peleas internas. Quizá Phinks tenía razón, quizá no era buena idea la eutanasia, o al menos discutirla con alguien que no fuera Chrollo directamente. Quiza aún era tiempo para arrepentirse de sus palabras amargas, disculparse con Phinks y pedir clemencia, quizá Phinks podría recapacitar como siempre que hacía sus berrinches y en unos minutos más estarían de regreso con Chrollo y Machi, platicandoles algun chiste como en los viejos tiempos. Sin embargo, antes de que el pudiese disculparse sintió un dolor increiblemente fuerte en su cabeza y perdió la conciencia por completo: Phinks había aplastado su craneo de un pisotón y ahora restos de sus cesos y cabello se distrbuían a manera de arte abstracto por la calle.
Phinks sintió el extraño placer de aniquilar a alquien molesto, siendo una sensación a la cual, como miembro de la Brigada Fantasma estaba más que familiarizado, sin embargo, rápidamente, aquella sensación sádica fue remplazada por un sentimiento horrible de culpa al darse cuenta de lo que había hecho. Vió su ropa manchada de sangre y sus las zuelas de sus zapatos aún con restos de materia gris de Nobunaga, sintiendo ganas de vomitar al mirar al espadachín tirado en el piso.
Desesperado, Phinks se tumbó al suelo junto al cuerpo de Nobunaga, tratando de localizar algun indicio de respiración o pulso, pero no encontró nada. Nobunaga Hazmada estaba oficialmente muerto. Phinks gritó de horror al darse cuenta de que Nobunaga había sido asesinado, no por el Bastardo de las Cadenas, Hisoka o algún monstruo, sino por uno de sus amigos. Phinks se jaló el cabello desesperado, sin poder contener sus lágrimas y gritos. ¿Ahora que pensaría Chrollo y los demás de lo que había hecho? ¡El mismo le había amputado una pata a la Araña! ¡Y de un miembro fundador a parte!
Phinks dirigió su mirada a Shizuku, quien se encontraba sentada en el piso de la calle llorando con su celular en manos, los ojos empapados de lagrimas y su nariz desbordante de mocos. Phinks tragó saliva, el jamás había visto a Shizuku tan alterada, ni siquiera cuando murió Franklin. Phinks trató de acercarse a ella, pero ella, se arrasrtó lejos de el de forma casi automatica, notandose aterrada de aquel hombre rubio, el cual hacía apenas algunos minutos había sido un buen amigo.
Phinks quiso tratar de acercarse más a Shizuku, pero pronto sintió su cuerpo restringido, casi como si estubiese siendo sujetado por… ¡Hilos!
Phinks volteó atrás, viendo como Machi lo sujetaba con un rostro que mostraba ira pura. Phinks tembló y se tumbó de rodillas, casi como si quisiera pedir piedad a los dioses.
- ¿Qué chingados hiciste? – preguntó Machi furiosa.
- Yo… maté a… Nobunaga. – tartamudeó Phinks asustado.
Phinks pensó que tal vez sería conveniente decirle la causa y explicarle que todo eso había sido un argumento sobre la eutanasia que se salió de control y que el había hecho eso con el fin de proteger a Chrollo de un posible atentado contra su vida y dignidad humana. Sin embargo, por el semblante serio de Machi, era obvio que ella no buscaba explicaciones. Tragó saliva al sentir como los hilos de Machi se tensaban cada vez más, comenzando a sentir dolor.
- Shizuku me mostró lo que hiciste. Lo que ustedes dos hicieron para ser exactos. – dijo Machi con semblante tan colerico como tranquilo.
Phinks tragó saliva al sentir como los hilos de Machi comenzaban a hacerse cada vez más apretados en su mano izquierda concretamente entre sus dedos.
- ¿Qué carajos te hizo pensar que estaba bien matar a un miembro fundador en nuestro peor momento? – interrogó Machi, haciendo que Phinks temblara.
- El… el quería… hacerle la eutanasia… quería matar… a nuestro jefe. Perdoname Machi, no fue mi intención… yo solo quería… - sin embargo antes de que terminara de dar explicaciones sintió como los hilos de Machi le cerzcenaban los dedos, haciendolo gemir de dolor.
- ¡Salvaste a mi esposo y mataste a Nobunaga! ¡Uno de nuestros integrantes más competentes y su posible sucesor de nuestro jefe, Phinks! ¿Te das cuenta que tenemos a un integrante menos con en cual contar para enfrentar al bastardo de las cadenas? – gritó Machi.
- Lo siento… no quería hacerlo… yo quería a Nobu… era mi mejor amigo… el me ayudó mucho cuando paso lo de Feitan… - decía Phinks entre lloriqueos, temblando mientras las lágrimas corrían por su rostro.
- ¡Pues lo hiciste cabrón! ¡Mataste a Nobunaga! ¿Cómo chingados vamos a hacer para salir de esta? – gritó Machi mientras sus hilos partían la palma de la mano de Phinks en dos, haciendolo chillar del dolor.
- Perdón… perdón no soy digno… de ser miembro de la Araña… - Phinks comenzó a hiperventilarse.
El no podía imaginar siquiera como le explicaría a Chrollo lo que había pasado ni como Chrollo reaccionaría. La regla de no pelearse había sido seguida tan al pie de la letra por tantos años que el hecho de que Phinks hubiese matado a otro integrante era algo que ni siquiera Neon Nostrade hubiese podído predecir. Si Chrollo supiera lo que había hecho jamás se lo perdonaría; aunque a decir verdad Phinks reconocía que en ese punto en el que estaba ya no merecía perdón.
- ¡Eso es obvio! ¡Pinche descerebrado! ¡Feitan cometió un error al dejarte ser parte de nosotros! – gritó Machi terminando de amputarle la mano a Phinks, justo a la altura de su reloj, el cual había sido un regalo por parte de Feitan a Phinks.
Phinks no pudo evitar llorar desconsolado, pensando en Feitan. Si Feitan supiera lo que había hecho, el lo hubiera odiado. Más que odiado, lo hubiera destrozado por haber cometido una traición a tal escala. Todos a quienes Phinks amaba y admiraba, tanto vivos como muertos estaban en su contra ahora. Y con justa razón.
Phinks chillo horrorizado esperando a que la tortura de Machi siguiera hasta matarlo, imaginandose que el tendría una muerte tan agónica como la que solían tener los prisioneros de Feitan y llorando al pensar que el iría al rincón más profundo del Tártaro, el cual era solo reservado para los traidores de la peor calaña. Sin embargo, contrario a lo que pensaba los hilos de Machi fueron soltandolo poco a poco, hasta dejarlo libre. Pronto Machi se acercó a el y examinó el brazo donde hacía algunos minutos había estado una mano saludable y ahora no había más que sangre y tejido cortado. Machi no tardó en detener el sangrado de Phinks y coser la herida, dejando un muñón limpio en su lugar. Phinks tembló al no saber exactamente que pasaría con el ahora que aparentemente Machi había decidido aplazar su tortura y ejecución.
- No le diré a Chrollo lo que hiciste, porque no quiero que pase sus últimos días angustiado por culpa de tu impertinencia y la de Nobunaga y no te mataré porque no pienso reducirme a tu nivel. Pero tampoco te dejaré sin castigo. – dijo Machi solemnemente – Tienes prohibido acercarte a nosotros o contactarnos por teléfono bajo cualquier circunstancia o razón, salvo que tu hayas aniquilado a el bastardo de las cadenas y nos entregues su cabeza en una bandeja.
- ¿Tengo que matarlo? – preguntó Phinks sorprendido.
- Si tu tuviste la fuerza para matar a uno de los nuestros, seguro tendrás la fuerza para matarlo a el y si no, al menos ya no tendremos que soportarte o preocuparnos de tu idiotez. Morirás lejos de nuestra vista.
El tono de voz de Machi era más frío de lo usual y bastante aterrador a los oídos de Phinks. Phinks quiso tratar de mirarla a los ojos, sin embargo no se atrevió. Pese a ser mucho más alto y fuerte que Machi, Phinks se sentía autenticamente intimidado por ella y por la autoridad que había adquirido sobre el.
- ¿Qué esperas pendejo? ¡Lárgate! ¡Corre y alejate de nuestra vista! ¡Atrapa a ese bastardo y mátalo! ¡Tal vez solo así pueda tratar de perdonarte! – gritó Machi, haciendo que Phinks corriera como si se tratara de una gacela perseguida por leones.
En el fondo Machi no creía que fuera del todo posible que Phinks matara a el bastardo de las cadenas. Uvogin había sido mucho más fuerte que el y Pakunoda mucho más inteligente y sin embargo, ambos habían caído directo en las trampas de Kurapika. Hasta hace poco, fuera de Chrollo la única manera en la que la Araña hubiera podido hacerle frente a ese tipo hubiera sido mediante un ataque en equipo, finamente coordinado y con ayuda de alguna de las tecnologías que le solían comprar al hermano de Kalluto; sin embargo con la muerte de su espadachín estrella, esa opción estaba al borde de ser descartada. Quizá, Phinks tuviese una remotísima posibilidad de ganarle a Kurapika, aprovechandose de sus problemas físicos que había adquirido tras su estadía en el Continente Obscuro y con el hecho de que Chrollo le había robado su , sin embargo, incluso si lo lograba Machi dudaba que Phinks sobreviviría a dicho combate, o al menos no de forma en la que el pudiera ser útil para la Araña.
Una vez que ella lo perdió de vista se dirigió a Shizuku. Su joven compañera estaba agazapada empapada de lluvia, lagrimas, mocos y hasta orines, pues su miedo y el estrés le habían hecho perder el contró de esfínteres. Machi veía como pese a lo inexpresivo del rostro de Shizuku las lagrimas resbalaban por su cara como si fuera sudor y no hubiera forma de pararlo. En cualquier otra circunstancia su prioridad hubiera sido ayudar a Shizuku a que esta dejara de llorar, sin embargo, en aquel momento no había tiempo de jugar a ser terapeuta.
- Shizuku, aspira el cuerpo de Nobunaga y el brazo de Phinks. No podemos dejar evidencia de los sucesos. – ordenó Machi conteniendo las lágrimas de sus ojos.
En otro lugar y en otro tiempo Nobunaga hubiera recibido un funeral tal como el resto de los miembros caídos de la Brigada Fantasma, despues de todo Nobunaga había sido un buen amigo de Machi, llevando más tiempo de conocerlo a el que a Chrollo y los demás miembros de la Brigada Fantasma, sin embargo, ella no quería atraer la atención de los vecinos. Además en el fondo, la ninja estaba de acuerdo con la posición de Phinks: nadie de la Brigada Fantasma tenía derecho a quitarle la vida a Chrollo, menos aún cuando el no había expresado nunca deseos de ponerle fin a su vida.
- ¿No vamos a enterrarlo o darle algún funeral? ¿O al menos informarle a Chrollo? – preguntó Shizuku sin dejar de llorar.
- No. No le informaremos a nuestro jefe de la muerte de Nobunaga y no le haremos ningún tipo de funeral hasta después de que nuestro jefe halla muerto. – contestó Machi con voz gélida.
- Pero, Machi, Nobu necesita…
- ¿Quieres que te quite tus manos a ti también? – amenazó Machi a Shizuku.
- No… no quiero. – contestó Shizuku intimidada.
- Pues elimina su puto cuerpo y asegurate de que no quede sangre entre las bolsas de la farmacia. Y ya que estás allí limpia tus pantalones, no quiero que llegues como bebé oliendo a orines. – comandó Machi.
Shizuku obedeció en silencio, dejando que Blinky se deshiciera por completo del cuerpo de Nobunaga llorando silenciosamente mientras veía como la Pata Numero 1 de la Araña desaparecía en la boca de Blinky para no regresar jamás.
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¡El capítulo con el que inicio febrero! La verdad no he escrito tanto ni he estado tan activa por cuestiones de salud mental (de allí que la avance a este fanfic tan sombrío y no a los otros), asuntos académicos y el nuevo trabajo que adquirí. Espero de igual forma poder seguir escribiendo, dibujando y haciendo todo lo que me gusta, aunque sea de forma más moderada y lenta.
Guest: Muchas gracias por tus buenos deseos, igual espero que tu sigas adelante y seas muy feliz.
¡Como siempre gracias por los comentarios y visitas, les deseo lo mejor!
