Si fuera por Micro, nunca se bañaría en las noches. Le molestaba tener el pelo mojado y usar el secador solo empeoraba las cosas.
Pero ese sábado era una ocasión especial. Al fin iría a una fiesta acompañada de Lemon, donde esperaba deslumbrarla en la pista de baile.
Tuvo que sobrevivir a las rigurosas clases de Sunny. La jovencita no se guardó ninguna palabra y siempre lo reprimía por sus errores, como no mantener contacto visual o bajar la mano más de lo necesario. Tras una semana practicando, el muchacho estaba listo para bailar, o al menos para no hacer el ridículo.
Se terminaba de cepillar los dientes, cuando escuchó unos toquecitos en la puerta.
—¡Pase! —exclamó y Sunny entró en el baño.
—¿Qué tal? —preguntó Micro mostrando su ropa.
Vestía una camisa negra decorada con puntos blancos, acompañados de vaqueros azules y un par de zapatillas negras con una banda albina en la base.
La dama asintió.
—Supongo que llevas todo —le dijo.
—Billetera, celular y dinero extra para cualquier imprevisto.
—Bien, ahora dime lo que planeas hacer.
—Solo disfrutar la velada con Lemon. Las fiestas no son nada más que citas con música fuerte.
—Y qué más.
—Debo besarla.
—Pero antes…
—Seducirla.
—De qué maneras…
Micro guardó silencio. Sabía lo que Sunny quería oír, pero lo evitó solo para juguetear un rato. Cuando se le acabaron las excusas, finalmente respondió:
—Bailando.
—Bien dicho —dijo palmeandole la cabeza—. No por nada pasé toda la semana enseñandote.
—¿Y qué hay de toda TÚ tarea que deberé hacer?
—Detalles, detalles. Ahora depende de tí encantar a Lemon —le guardó un particular sobre en la camisa—. Impresiónala y tal vez ella si te deje cosechar sus frutas.
Con esa frase se retiró dejando al chico rojo como tomate. Por alguna razón le encantaba avergonzar a Micro.
«Debe ser por lo fácil de manipular».
Micro llegó a la morada de Pinkie Pie tras un viaje de una hora. Era una casa antigua, de estilo colonial y con un patio kilométrico que llegaba hasta el bosque.
—Sé lo que piensas —dijo una voz a su lado—. Deberíamos jugar airsoft en este terreno.
—¿Para que te dé una paliza al igual que la última vez? —respondió chocando el puño con Wiz Kid— Y ¿qué haces afuera?
—Te esperaba. Vel quiere verte.
Dicho esto, guió al informático hacía una fogata algo alejada de la casa. Ahí se encontraba Velvet Sky junto a Sandalwood, Flash Sentry, Bon Bon y su inseparable amiga Lyra.
—Hola Mic. ¿Cómo estás, con frío?
—Un poco —respondió extrañado. Velvet nunca es tan gentil, al menos que quisiera algo.
—Ten, bebe esto —Le acercó una taza con una sustancia parecida al café.
Micro estaba a punto de beberlo, cuando el etílico aroma masajeó su nariz. Arrugó el rostro por mero reflejo a la par que alejaba la taza.
—¿Acaso nunca has bebido? —comentó Velvet entre risas, mientras Lyra recibía 20 dólares de Flash.
—¡No! —dijo estupefacto— Y para qué lo necesito.
—Porque aún recuerdo cómo te costaba coquetear.
—Eso fue hace mucho tiempo.
—Lo sé, y sé que has cambiado y todo eso, pero sigues siendo ese niño tímido que me ayudaba en matemáticas. Con esto. —señaló la taza—. Podrás dejar de lado todos esos complejos que tienes cada vez que hablas con Lemon.
—Eso no pasará.
—Puede ser, pero... ¿te arriesgarías?
Micro miraba dubitativo la taza.
—Recuerda que no serás el único que quiera coquetear con Lemon.
Esas palabras alarmaron al informático. Recordó su fallida cita en el cine y como la peliverde no dudó en chatear con Royal Pin.
Agarró la taza con ambas manos, y le dió un pequeño sorbo que escupió al no estar acostumbrado.
—Lo siento... —dijo con un hilo de voz.
—Ya, tranquilo —comentó Velvet dándole unas reconfortantes palmadas en la espalda—. Los tragos fuertes se beben de golpe, no despacio. Ahora procura ser más…
—¿Valiente?
—No era la palabra que buscaba, pero sí.
Esta vez, y con algo más de valor, Micro tragó todo el néctar de golpe. Sintió cómo el licor bajaba por su garganta quemando todo a su paso. Guardó silencio por unos segundos, hasta que el ardor cesó y pudo respirar con normalidad.
—¿Quieres otro? — Velvet preguntó acercando su vaso.
Micro volvió a tragar sin sentir ninguna molestia. Es más, logró percibir un suave sabor a caramelo, condimentado por las maderas de roble, canela y un toque de jengibre.
—¿No te sientes extraño?
—No.
—¿Ni siquiera… por ese beso indirecto?
—Eso explica el rancio sabor.
El pequeño grupo estalló otra vez a carcajadas, mientras Flash recuperaba sus 20 dólares.
El tiempo pasó volando con la charla, a la par que más invitados se sumaban a la fogata. Scribble Dee y Bright Idea llegaron comiendo unos shawarmas que compraron en el camino. Trixie se sumó al rato, arrastrando a Wallflower a la improvisada mesa.
También se sentaron otros compañeros de la escuela que Micro no conocía, pero no tardó en conocer. Le sorprendió cómo jugaban a los mismos videojuegos o pertenecían al mismo clan sin saberlo.
Nuestro joven relataba emocionado una de sus mejores partidas de Starcraft II, cuando unas sedosas manos le taparon la cara.
—Adivina quién soy —dijo una voz juguetona.
—¿Daring Doo? —respondió con la mano en la barbilla.
—Mmm… no.
—¿Isabella Jane?
—Mucho menos, pero te daré una pista. Soy una chica "electrizante".
—¡Ya sé! Eres Thor con falda —bromeó haciendo reír a Lemon.
La peliverde se lanzó a los labios de su amado, sintiendo un particular sabor.
—¿Bebiste?
—No, cómo crees —dijo con media sonrisa.
—Entonces por qué tienes una botella en la mano.
Micro se sorprendió cuando bajó la mirada. Estaba tan distraído charlando que agarró la cerveza de Velvet sin darse cuenta.
—Es para… jugar a la botella —respondió sin pensarlo—. Sí, esperaba que llegaras para preguntarte qué te parece la idea.
—¿Qué me parece la idea? —dijo observando al resto del grupo—. Me parece bien, siempre y cuando pueda traer más jugadores.
El joven asintió y Lemon no tardó en regresar junto a un grupo de estudiantes de la Cristal Prep.
Micro le dio una rápida mirada a todos ellos, Reconociendo a Royal Pin entre el túmulo. Era el capitán del club de bolos y el chico con quien Lemon más conversaba.
Los nuevos participantes se sentaron alrededor de la mesa y permitieron a Chips ser el primero en jugar. Las carcajadas retumbaron, cuando coincidentemente se apuntó a sí mismo.
—Mejor empieza tú —dijo pasándole la botella a Sandalwood.
El galán giró la botella bajo la mirada expectante de casi todas las damas. Era uno de los jóvenes más cotizados de la escuela gracias a su profunda voz, cuerpo tonificado y vasto conocimiento sobre botánica. La botella rodó hasta detenerse frente a una chica de pieles y melenas verdosas.
—No te preocupes, seré delicado —exclamó sosteniendo el mentón de la jardinera.
Wallflower no podía creer cómo acompañando a Trixie lograría besar al chico de sus sueños. Los dos minutos que duró el beso fueron un regalo de Lauren para la dama, tanto que seguía anonadada cuando giró la botella. No volvió a la realidad hasta que Micro Chips se encontraba a centímetros de ella.
—Espera, ¡¿que?! No me besaré con ese perdedor —exclamó sin pensarlo.
Wallflower notó cómo su compañero utilizaba todas sus fuerzas para no responder. Sin decir nada, lo sujetó de las mejillas y le dió el beso.
El espectáculo fue aburrido para los espectadores. Ninguno de los dos movía los labios o se daban caricias con las manos. Solo se limitaron a besarse con el mismo ánimo que uno sorbe su café en el desayuno.
—Lamento haberte dicho perdedor —susurró Wallflower una vez se despegaron.
—Y yo decirte que hueles a tierra.
—No lo dijiste.
—Ahora sí —dijo Micro con un guiño.
El informático volvió a su puesto, sin percatarse de la estupefacción de Sandalwood.
—¡Qué diablos fue eso! —exclamó el botánico una vez Chips giró la botella—. Debes darle pasión e intensidad al beso, no solo un sobrio roce de labios, pues ella —señaló a Lemon— no creo que se limite.
Micro observó a su novia, quien se quedó dubitativa.
—Considera... que esta va a ser la única vez que podrás besar a otras sin molestarme —opinó antes de que la botella se detuviera frente a Scribble.
La pelinaranja lucía claramente nerviosa. No solo por besar a Micro, sino por ser el centro de atención. Mientras besaba, sintió un peculiar sabor en la boca de Chips. Una caramelosa fragancia la persuadía a explorar más la boca de su amigo.
El joven abrió los ojos ante la osadía de la dama. Miró con preocupación a Lemon, quien se limitó a girar los ojos y asentir con la cabeza. Con el permiso dado, agarró a Scribble de las orejas (Sí, así de torpe fue) y respondió con la misma intensidad.
El resto del grupo contempló asqueado cómo ambos se besaban de manera poco seductora. Las lenguas gorgoteaban en la boca del otro, moviéndose enajenadas y, por alguna razón, puliendo los dientes de su compañero.
El beso terminó cuando un destello les llamó la atención. Fue el teléfono de Velvet que los fotografió haciendo muecas mientras se besaban.
—Por favor, dime que no beso así —Le susurro a Lemon cuando volvió a su asiento.
—Bien, no te lo diré —respondió con sarcasmo.
El resto de la partida, Micro no prestó mucha atención al juego. Se dedicó más a observar su teléfono o molestar a Bright Idea por tocarle solo hombres. Su buen humor no cambió hasta que Lemon giró la botella y señaló a Royal Pin. Son en estos momentos que agradecía haber pasado tantas horas jugando a Starcraft, mejorando su control de la rabia e impotencia. Puso toda su habilidad en práctica cuando la peliverde se sentó sobre las piernas del muchacho y procedió a besarlo con una pasión nunca antes vista. Joder, hasta la escuchaba gemir de placer.
Rompieron el beso con un sonoro click y Lemon volvió a su puesto, más emocionada que antes.
—¿Todo bien?
—Sí —respondió Chips molesto.
—Vamos, no te pongas celoso, pudo ser peor.
Se limitó a levantar la ceja.
—Pudo haberte apuntado la botella.
Micro sintió un escalofrío recorrer su espalda.
El juego terminó y los participantes se levantaron. La mayoría para seguir "jugando" en privado y el resto guiados por el pegajoso retumbar de la música.
El único que no disfrutaba de la fiesta era Micro. Seguía intrigado por la "amistad" que compartían Lemon y Royal Pin. Había escuchado rumores sobre ambos, de cómo escapaban de clases o cómo se quedaban hasta tarde jugando bolos. Por un tiempo los consideró como meros rumores dichos por lenguas venenosas (Aka, las amigas de Sunny) y no le dio verdadera importancia, hasta que notó lo animada que se encontraba Lemon tras besar al jugador de bolos.
Esperó que se encontraran solos para preguntarle más al respecto, pero… ¿cómo abarcaba el tema?¿Le preguntaba directamente o comenzaba por las ramas? Dentro de su incertidumbre decidió dar un vistazo a la copa. No recordaba cuando había tomado, era lo de menos. En ella se reflejaba un adolecente nervioso y preocupado, temeroso de perder a su primera novia.
—¿Te puedo hacer una pregunta? —preguntó sin mirarle la cara.
—Claro.
—¿Qué hay entre tú y Royal Pin?
—Solo somos buenos amigos —respondió extrañada—. ¿Está todo bien?
Micro guardó silencio.
—Sé cómo te sientes. Yo también estuve celosa cuando besaste a otras chicas, sobretodo a Scribble, pero entendía que era un juego y no debía tomarlo en serio. La pregunta es… ¿por qué tú no?
El muchacho no respondió, no inmediatamente. Se limitó a dar la espalda y mirar las estrellas. En su resplandor encontraba las fuerzas para hablar.
—En primaria, Velvet le dio el primer beso a nuestro grupo de amigos, a todos excepto a mí. Por mucho tiempo traté de convencerla, pero siempre inventaba alguna excusa para no besarme. Lo mismo ocurría con mis compañeras; Se reían de mí, diciendo algo cruel mientras me rechazaban con asco. Pasaron varios años antes de que una mujer deseara besarme, o me encontrara atractivo o quisiera una cita conmigo. —dió un largo suspiro—. Sinceramente, temo perderte y no encontrar a nadie más que desee ser mi novia.
Estaba a punto de dar otro suspiro, cuando sintió unas suaves manos rodearle.
—El hecho que esté aquí, contigo, como tu novia es porque eres el mejor chico que he conocido. Haces lo imposible para hacerme feliz, no dudas en buscar ayuda y te preocupas de corregir tus errores. —Presiona más fuerte— Y si pude ver más allá de las apariencias ¿Qué te hace pensar que ninguna otra chica lo haga?
—Supongo que tienes razón. Sí, tienes razón —pronunció recuperando su confianza—. Creo que me deje llevar por los celos.
—No te preocupes, he salido con chicos que han montado toda una telenovela por cosas más insignificantes. ¿Te acuerdas de Match Point, mi ex? La cosa es que el año pasado estaba comprando junto a unos amigos y…
Luego de una amena charla y algunos mimos bajo el cielo estrellado, los tortolitos volvieron a la pista de baile en el preciso momento que las luces se apaciguaron y la romántica música abarcaba la sala. La canción que sonaba era el reflejo de una juventud más emocionada, más rebelde, pero no menos amorosa. Una de esas baladas que escuchan nuestros padres para rememorar el día que se conocieron.
—Llegamos a tiempo —susurró Lemon.
—Y por eso vengo preparado.
La joven sintió un torbellino de emociones al verlo con la mano estirada y en la otra una flor que combina con su melena. Aceptó con dicha, bajo la envidiosa mirada del resto de las invitadas.
— Y cuanto tiempo practicaste.
—Una semana, más o menos. Llegué a un pequeño acuerdo con Sunny, donde le ayudaba con las tareas a cambio de clases de baile.
—¿Y han servido?
—Descubramoslo —opinó al dar un ligero tirón, incitando a lemon dar una vuelta.
La pareja continuó danzando, anonadados por la compañía del otro, sin percatarse que unos iris rosados los observaba desde el otro lado de la sala.
Para saber qué hacía Sunny en una casa que no era bienvenida ni invitada, debemos retroceder media hora, momento donde admiraba la noche en compañía de su madre.
Desde pequeña, Sunny ha disfrutado de las maravillas del cielo nocturno; como los planetas, las constelaciones y los mitos detrás de los símbolos zodiacales.
Por un tiempo, madre e hija no pudieron practicar la astronomía. Vivir en medio de la centellosa ciudad les impedía disfrutar del cielo nocturno. Pero ahora, en un condominio menos iluminado, podrían apreciar las estrellas en todo su esplendor.
—¿Ya encontraste a alioth? —preguntó Sunny observando la carta estelar.
—Veo a Dubhe, pero aun no encuentro a Alioth —dijo Sunbed— Si no fuera por esa maldita nube —agitó las manos como si pudiera mover la nube.
En ese momento salió Laurel al patio, trayendo bebidas y unos cuantos bocadillos.
—¿Qué hacen? —ordenó saber el militar.
—Vemos las estrellas que componen la osa mayor, cariño.
Laurel asintió. Aprovechó que entregaba los bocadillos a Sunny para pedir/ordenar:
—Necesito que traigas a Micro.
Sunny bajó el libro.
—¿Le pasó algo? —dijo.
—No, pero ya es hora que vuelva.
Sacó su teléfono.
—Recién son las doce de la noche.
—Lo sé y por eso quiero que lo traigas. Según su estado decidiré si vas a las demás fiestas sola o acompañada de Micro.
—¿Y qué tengo que ver? —pregundió perpleja— castiga a Micro si se porta mal, no a mí.
—Te recuerdo que Lemon es tu amiga y tú se lo presentaste. Sin contar que has pasado toda la semana enseñándole a bailar. Por ende, eres responsable de sus acciones.
Sunny suspiró. Era más fácil discutir con una roca que con la lógica de Laurel.
—¿Al menos puedo llevar el descapotable?
Treinta minutos después, Sunny entró a la casa de Pinkie pie, deseando no toparse con la anfitriona o alguna de sus amigas. Ya había tenido conflictos con las mane seven, concretamente cuando Twilight se cambió de escuela y tuvo amigas que la protegieran, pero eso es otra historia.
—¡Sunny! —saludó Velvet, dándole un pequeño susto—. ¿Qué haces aquí?
—Vengo por Micro.
Velvet torció el gesto.
—No me digas que está "estudiando biología".
—No, pero está muy cerca —comentó apuntando al salón.
En el centro se encontraba Micro, muy apegado de su novia, moviendo los pies al compás de la agradable música.
Sunny dedicó un momento para mirar a su hermanastro, apreciando cómo todo el esfuerzo daba sus frutos. De reojo notó a Pinkie Pie mirándola con el ceño fruncido y el teléfono en la mano. Sin perder más tiempo, se acercó al informático, logrando que soltara un largo quejido.
—No me digas que te envía Laurel —dijo Micro con desánimo.
—Así es y... ¿estuviste bebiendo?
—Solo un poco.
Un fuerte facepalm recorrió la sala.
—¿Está todo bien? —pregunto Lemon portando un par de cervezas.
—Si, solo me debo llevar a tu novio.
—Oh... ¿Al menos pueden llevarme a casa?
Sunny vió unas seis siluetas acercarse.
—Lo siento Lemon, vives al otro lado de la ciudad y debo desintoxicarlo antes de llegar a casa.
Dicho esto se retiró, tironeando a Micro hasta el auto.
—¡Pero qué mierda estabas pensando! —opinó Sunny mientras conducía.
—¿Divertirme?
Recibió un golpe en el brazo.
—¿Y eso por qué? —dijo restregándose el hombro.
—¡Por tomar en medio de una fiesta!
Micro la miró extrañado. —Tú has llegado en peores condiciones. Es más, la última vez te tuve que arrastrar hasta la pieza, y para colmo vomitaste sobre la alfombra y no encontraste nada mejor que limpiarte con las sábanas ¿Sabes cuánto tardé en quitar el mal olor?
Sunny no respondió.
—Al menos dime por qué estás tan molesta.
La respuesta tardó en llegar. —Estaba mirando las estrellas con mi madre, la única cosa que hacemos juntas en mucho tiempo.
Ahora es Micro quien guardó silencio.
Ninguno de los dos se dirigió la palabra, hasta que pararon en una hamburguesería. Sunny debía pasar al baño y la experiencia le decía que Micro necesitaba un bocadillo.
—Sunny… —dijo micro con pesar.
—No debes disculparte —comentó Sunny—, no has hecho nada malo.
—Pero interrumpí tu velada con mamá.
—Y yo la tuya con Lemon, así que estamos a mano.
Micro se rascó el cuello.
—Está bien —dijo aclarando la voz— Yo, Sunny Flare, una de las mejores mujeres con la cual tendrás el privilegio de hablar, te disculpa por interrumpir mi sesión de astronomía ¿satisfecho?
—En realidad, no.
Dijo el joven y antes de que Sunny pudiera reaccionar, le dio un abrazo.
—¿Todo bien? —preguntó sorprendida.
—Si, solo me siento cariñoso, no sé por qué.
—Debe ser por el alcohol.
—Puede ser.
Pasaron los segundos y Micro continuaba con el incómodo abrazo.
—... ¿Me puedes soltar?
—Solo dame un momento —dijo sin soltar el apriete.
Sunny lo alejó con delicadeza.
—¿Cuánto bebiste?
—Fue... ron, cerveza, y creo que whisky... ¿O era vodka?
—No lo que bebiste, sino cuanto.
El micro se puso a contar con los dedos, para luego responder levantando los hombros.
—Laurel te va a matar —opinó apoyando sus manos en el rostro. Algo le decía que iba a ser una noche muy larga.
Con este postfacio quisiera agradecer a Un Simple Escritor por ayudarme con la revisión del capítulo. Y a ustedes, lectores, por apoyarme con sus más de 30 reviews. Todas y cada una de sus opiniones me han motivado para seguir escribiendo y mejorando.
