Era hora del almuerzo en la preparatoria de Cristal. Los estudiantes llenaron el casino tras el resonar de la campana. Uno a uno van recibiendo su comida, para después sentarse en una de las tantas mesas asignadas acompañados de sus mejores amigos. Y ahora te preguntarás ¿mesas asignadas por quién? pues por nada más que su clase social.
Delante del comedor, donde el sol era insoportable, se sentaban los jóvenes menos agraciados, quienes lograron entrar a la prestigiosa secundaria por medio de una beca. En el centro estaba la gente normal, la que no destacaba. Y en el mejor lugar del comedor, donde el aire acondicionado los templaba, se sentaban los jóvenes más populares y adinerados. Deportistas, futuros empresarios o hijos de algunos estaban almorzando en la zona más exclusiva del casino.
A esa área reservada se dirigía Lemon. Ocupó la mesa justo al lado de la ventana y comenzó a almorzar sin esperar al resto de las chicas. La segunda en llegar fue Sunny, quien no traía almuerzo ni tampoco su mochila.
—¡Hola, Lemon! ¿cómo estuvo tu fin de semana? —preguntó robando la manzana de Zest.
—Bien, tuve prácticas de bolos y después fuimos a comer sushi ¿Y el tuyo?
—No tanto. Discord no aceptó mi tarea y casi rompo la computadora de Micro.
—Oh no.
—Y eso no es lo peor —le dio un mordisco a la manzana—. Cómo Micro Chips es tan buen hermano, me invitó a salir. Fuimos a ver un comediante en el centro comercial. Francisco, Fran, no recuerdo su nombre.
Se detuvo a morder la manzana y ver el rostro de Lemon. Se notaba nerviosa.
—Después de la función buscamos algún puesto para comer. Una comida de verdad y no esos burdos helados que tanto te agrada.
—Y a qué local f-fueron.
—Pensaba llevarlo a comer sushi, pero hubo un percance que nos quitó el apetito —aplastó la manzana— ¿Adivina cual?
A este punto, Lemon estaba aterrada, mucho más que cuando la asaltaron después de una fiesta. Trató de levantarse y huir, pero fue bruscamente sentada por Sunny.
—¡Escúchame bien esposa trofeo de cuarta clase! Tienes suerte que esté a una falta de ser expulsada o ahora mismo te obligaría a comer toda tu vida con una bombilla. Pero no te preocupes —soltó a Lemon—, en unas semanas terminará la escuela y te podré usar como saco de boxeo.
El resto de las chicas aparecieron antes de que Lemon pudiera responder. Rápidamente Sunny cambió su temple, fingiendo que nada había pasado.
La señorita Flare llegó a su hogar tras un rápido viaje a la pizzería de Jerry. Subió al segundo piso y se adentró en la habitación de Micro Chips. El cuarto estaba desordenado, con la ropa esparcida, el escritorio revuelto y la marca de un puñetazo contra la pared.
—Parece que has aprendido mis malas costumbres —Sunny bromeó. No hubo respuesta.
«Esto me sabe a deja vú», pensó.
Se sentó en la cama y le dio una lastimera mirada. Ha estado deprimido desde que vió a Lemon ponerle los cuernos. No iba a clases y pasaba todo el día escuchando música triste.
Esta vez sonaba un melancólico piano, acompañado de un alarido femenino. De vez en cuando, la voz era reemplazada por un coro esperanzado, que indicaba que todo iba a mejorar y que existía una razón para admirar el mañana. Pero tan pronto como llegaba el acorde, desaparecía. No alcanzaba a desarrollarse. La alegre energía se desvanecía y retornaba otra vez la melancólica voz femenina.
—La canción de Gatsu —Leyó la dama en el microcomponente— Es una bella pieza, ¿no crees?
Tampoco hubo respuesta.
—Traje pizza, la de Jerry. Tiene queso mozzarella traído de Francia y su espectacular salsa de tomate. Según él, es una receta familiar que ha pasado de generación en generación, pero su novia dice todo lo contrario, que encontró la receta en un periodico.
Sunny volvió a mirarlo. El muchacho seguía con la vista perdida y los ojos enrojecidos por tanto llorar. Al ver que nada funcionaba, Sunny se fue del cuarto con la esperanza de animarlo más adelante.
Cerró la puerta con delicadeza, pensando que todo era su culpa. Hace tiempo había notado la química entre Lemon y Royal Pin. Pasaban casi todas las clases conversando y eran los primeros en llegar a las prácticas de bolos. A pesar de ser tan unidos, nunca se convirtieron en pareja, tal vez porque no querían arruinar la amistad. Fuese como fuese, la fiesta de Pinkie Pie fue la oportunidad perfecta para iniciar un amorío, ya que Sunny se llevó a Micro Chips temprano.
«Si no lo hubiese recogido, tal vez esto nunca sucedería —se dijo—. O si me hubiera llevado también a Lemon. Por Lauren, pude decirle a Laurel que llegamos tarde porque la dejamos en su casa. Pero no lo hice y ahora Micro tiene el corazón roto, y todo por mi culpa».
Sunny sacudió la cabeza al notar que se ahogaba en un vaso de agua.
«Recuerda: Actúa hoy, lamenta mañana».
Caminó en círculos en la pieza, pensando que hacer para ayudarlo. La respuesta llegó cuando miró el calendario, con la fecha de hoy marcada.
«¡La feria! Salir un rato le ayudará a superar su lío amoroso. Ahora solo me falta convencerlo ¿Cómo lo hago?»
Golpeó los dedos contra la barbilla. Una idea se le ocurrió y la malicia afloró con una sonrisa.
Micro miraba las nubes del cielo. Era una de las pocas ventajas de tener tragaluz en la habitación. Contemplaba en silencio cómo los nimbos se aglomeraban, ocultaban el sol y amenazaban con fuertes lluvias, al igual que él. De repente, la puerta se abrió de una patada y apareció Sunny toda vestida y arreglada, lista para sacar a Micro de su miseria.
¡Escúchame tú! —exclamó la dama— Me cansé de verte llorar por una mujer que no merece la pena. Así que te bañaras, te pondrás buena ropa y me acompañarás a la feria.
— P-pero.
—¡Pero nada!
Lo arrastró hacia el baño, algo bastante fácil si consideramos el poco peso del muchacho.
—Ahora báñate, que lo necesitas, mientras elijo tu ropa.
Sunny volvió a la habitación del chico y revisó el closet buscando algo que combinara con ella. Una camisa color vino era lo más parecido al tono de su vestido. Lo escogió al igual que unos negros pantalones y el mismo par de zapatillas que utilizaba todos los días.
«Debo hablar con mamá para renovarle el vestuario».
Guardó todo en una bolsa y los lanzó dentro del baño, sin mirar donde caía.
—Supongo que también guardaste unos calzoncillos —opinó desde la ducha.
El silencio, sumado a los rápidos pasos le dijeron que no.
Con el segundo viaje, Sunny ya había vestido a Micro Chips, ahora le faltaba esperar a que saliera del baño. Para matar el tiempo, decidió ser una buena hermana y ordenar el cuarto a la manera Flare. Eso significa hacer una gran bola con todo lo que no esté atornillado al piso y esconderlo bajo la cama, o en su defecto, en el guardarropa.
Estaba haciendo espacio en el mueble, cuando encontró la caja de Sugar Cloud, la fallecida esposa de Laurel.
«No creo que se moleste si...».
Con delicadeza sacó el perfume de la caja. Parecía una esmeralda con sus cortes octagonales. La colonia era de una edición limitada, que fue regalada en el primer aniversario de la pareja. Solo necesitó rociar dos veces para que el perfume aromatizara la ropa. Guardó el perfume, la caja y esperó la llegada de Micro. El muchacho volvió al cuarto no muy feliz por ser sacado de improvisto.
—¿Estás listo? —preguntó Sunny.
—Me falta algo.
—Tu billetera está en el escritorio.
—No me refería a eso.
Sunny sonrió otra vez con malicia y le colocó las gafas. Su ego se infló con el asombro del muchacho, quien miraba anonadado el hermoso rostro de Sunny. No satisfecha, la dama retrocedió unos pasos y con una sexy pose preguntó:
— ¿Cómo me veo?
Sunny lucía un vestido carmesí, acompañado de una chaqueta negra y unos leggins oscuros que resaltaba sus piernas.
—¿Y bien? —volvió a preguntar.
Micro trató de responder, pero solo soltó unos balbuceos.
—Mejor no hables. Timmy ya dijo todo.
Sunny no pudo aguantar las risas ante la metamorfosis de Micro. Pasó de estar cautivado por la belleza a ponerse de mil escarlatas. Chips bajó las manos para tapar la entrepierna y encontró a Timmy aún dormido.
— Lo siento, lo siento. No pude resistirme —Se disculpó Sunny—. Ahora bajemos que mamá nos quiere sacar una foto.
—¿Ella sabe que saldremos?
—Y quién más me daría esto —dijo mostrando un billete de cien dólares.
En el primer piso estaban ambos padres vestidos con elegantes trajes. Sunbed llevaba un largo vestido esmeralda, acompañado de una chaqueta pomposa. Laurel iba a juego con un blazer y pantalones azul oscuro. La futura esposa acomodaba la corbata del militar, a la vez que aconsejaba:
—...Y recuerda: Buffed le encanta recibir halagos, no importa lo falsos que sean, y el hijo de Jerkins seguramente quiera escuchar tus historias de guerra.
Laurel resopló.
—También me gustaría evitarlos, pero fueron los que organizaron la cena de beneficencia. No podemos ignorarlos.
En ese momento, Sunbed divisó a los primogénitos bajar las escaleras.
—Oh, que divino te ves Micro, pareces todo un caballerito. Y tú Sunny, te ves tan maravillosa como siempre.
—De tal palo, tal astilla —respondió la joven, quien no enrojeció con el halago, a diferencia de Micro.
—Ahora que estamos todos, saquemos algunas fotos —comentó Sunbed.
La familia tuvo una sesión de fotos en el patio, donde el atardecer les regalaba un hermoso fondo. Sunny y madre relucieron sus genes fotogénicos saliendo divinas en cada toma. Laurel solo tuvo que tensar los músculos para salir magnífico y Micro… es una historia diferente. Nunca fue muy agraciado contra la cámara, sumado al desánimo que llevaba, hizo que saliera mal en todas las fotos.
—No seas tan cohibido Micro, acércate más a Sunny —comentó Sunbed en la última ronda de fotos— y no temas abrazarla, que no muerde.
Micro se rascó la cabeza. Miraba vacilante la figura de Sunny. Verla tan decorada le hacía sentir un hormigueo en los dedos.
—Vamos Mic, haz el esfuerzo.
El chico suspiró, miró a Sunny quien asintió y tras una bocanada de confianza le dio un gran abrazo gesticulando una enorme sonrisa.
—¿Ves?, no era tan difícil —dijo Sunny sin soltar el abrazo—. Aquí tienes tu recompensa.
Le dio un beso en la mejilla que logró sonrojarlo.
[Click]
Sonó el teléfono de Sunbed, inmortalizando la perpleja mirada de Chips.
—Esta foto irá al álbum —Exclamó la madre con una risita, dirigiéndose al automóvil.
Micro caminaba cabizbajo por la feria, a pesar de la alegre charla que tuvo dentro del auto. Ver tantas parejas felices hizo que recordara las amenas tardes con Lemon.
—Anímate Micro —dijo Sunny dándole unas palmadas— ni que estuviéramos en un funeral.
—Lo sé, pero no puedo dejar de pensar en… ya sabes quién.
Sunny miro alrededor. Buscaba alguna distracción para animarlo, algo que mantuviera su mente ocupada y le hiciera recuperar el ánimo.
«Bingo» pensó cuando encontró la galería de tiro. El juego estaba compuesto de cuatro armas: dos rifles de balines, una pistola de aire comprimido y una buena imitación del AR-15, también de balines. En la parte posterior estaban los 7 blancos. Tenían un mecanismo que los hacía girar y moverse por el escenario sin un patrón fijo.
—A que no me ganas —desafió Sunny tomando una pistola.
—Preparados… listos… ¡Yá!
Sunny disparó el arma, acertando a cuatro de las cinco dianas.
—Veamos si me superas.
Micro le sonrió altaneramente y pagó por el rifle de asalto, el arma más cara.
—Cuál es el mayor premio —ordenó saber.
El operario señaló un oso de peluche naranjo de tamaño real —Debes acertar los veintiún disparos en los siete objetivos, tres veces en cada uno.
—Que así sea.
Puso el arma contra el hombro e inclinó el cuerpo hacia adelante.
—Preparados… listos… ¡Yá!
Micro vació el cargador bajo a estupefacta mirada de Sunny.
Logro atinar cada disparo en el centro, superando el desafío en menos de 5 segundos.
—¿Y cómo se llama el peluche? —preguntó con arrogancia.
—Timmy.
Al igual que en el teatro, su soberbia fue desplomada con unas simples palabras.
—¿M-me da unos tickets?
—Aquí tienes —dijo el operario—. Los puedes gastar en los otros juegos o cambiarlos por premios.
—¿Y cuáles serían? —Interrumpió Sunny.
—Mmm… Lo que más destacan son los llaveros, cuestan 20 tickets. Las entradas gratis valen 40, hay un set de lápices muy buenos a 70 y con 100 puedes canjear el nuevo manga de My Little Donkey.
—¿Sacaron un manga?
—Sí y están utilizando la feria para promocionarlo.
Micro y Sunny miraron alrededor. Era cierto lo que decía el operario. Los demás juegos estaban adornados con pancartas de las 6 burritas. Algunos locales llevaban la promoción más lejos y decoraban el establecimiento completo, hasta los blancos. Suerte que la galería de tiro se limitó a poner solo un afiche o sería muy incómodo para los padres responder por qué deben disparar a las burritas. ¿Es para que viajen a la granja, igual que el gatito?
—Que no se les olvide los tickets.
Chips se giró para recogerlos.
—¿Solo 20? —exclamó tras contarlos.
—Sí, al menos que quieran llevar al oso —dijo el operario con avara sonrisa. No tardó en darse cuenta del tabú que significaba el nombre Timmy.
Micro miro a Sunny. Su rostro indicaba que no quería cargar con un gran oso llamado cómo su pene.
—Está bien… —dijo de mala gana al aceptar los tickets.
—Aún no me explicas cómo eres tan bueno con las armas —comentó Sunny cuando terminaba el algodón de azúcar.
—Es por Sandalwood.
—¿Tu amigo, el hippie?
—Sí. Aunque no lo creas, su abuelo es un veterano de Yakyakistan y tiene una galería de tiro. Íbamos casi todos los fines de semanas a disparar un rato, hasta que Laurel tuvo novia y dejé de ir para no alterar a Sunbed.
—Lo imaginaba. Mamá se vuelve loca cuando alguien habla sobre armas.
—Y eso que no estabas en la primera cena.
—¿Qué cena? —preguntó desconcertada.
—La… primera vez que fueron a un restaurante. Laurel me contó que Sunbed casi le abofetea cuando se enteró que él poseía una pistola —explicó rápidamente Micro—. Mejor vamos por más tickets, quiero canjear ese manga.
Sunny levantó la ceja.
—No te hagas la inocente. Sé que también lees los cómics.
—Siempre es bueno tener papel extra en el baño —dijo con indiferencia.
Micro dejó caer la soda.
—No me digas que tu… ahhh, era una broma.
Con esto dicho, ambos jóvenes exploraron la feria buscando conseguir la mayor cantidad de tickets. La fina puntería de Micro, sumado a la fuerza de Sunny, hizo que ganaran en la mayoría de los juegos. A las diez de la noche ya habían pasado por casi todos los puestos y solo le faltaban unos cuantos tickets para canjear el manga.
—¿Cuánto dinero nos queda?
Sunny revisó el monedero.
—Para uno o dos.
—Si volvemos a la galería de tiro, podremos canjear el manga y nos sobrará dinero para el taxi.
—O podríamos jugar a la canasta, conseguir el manga y tendremos suficiente dinero para comer e irnos en taxi.
Una tripa le sonó a Micro.
—Está bien, pero después no te quejes cuando te gane, otra vez.
—El baloncesto requiere fuerza física, algo que solo tengo yo.
—Para qué necesito fuerza si poseo brio mental.
Micro hizo otra vez esa extraña pose con los lentes.
—...¿Brio qué?
—Significa intelecto.
Los jóvenes discutieron sobre qué era mejor, la fuerza o la inteligencia. Daban argumentos tan estúpidos y exagerados que solo dos buenos hermanos serían capaces de compartir. No pararon de debatir hasta que llegaron al baloncesto. Una joven operaria se les acercó antes que iniciaran el juego.
—Les aviso que no tenemos tickets. Una chica bizca vino a primera hora y consiguió llevarse todos los tickets.
—¿De las 3 canastas? —preguntó Chips con el balón en las manos.
Ella asintió.
—Nunca antes había visto a alguien con tanta fuerza y buena puntería.
Dejó el balón y se giró hacia Sunny.
—No me mires a mí, se supone que tú eres el listo.
Micro se puso a pensar. Los juegos comenzaban a cerrar y eran pocos los que seguían ofreciendo tickets. Una opción sería ir a la rueda de la fortuna. Se quedarían sin dinero para cenar, pero podrían canjear el manga.
—Podríamos ir a la noria.
—No —dijo Sunny con marcada uniceja.
—Entonces… —Micro hizo un repaso mental de los puestos que pasaron por alto. Exceptuando los locales que daban pocos tickets, solo les quedaba...
—Dime qué hay otra opción —opinó Sunny desde la entrada de la casa embrujada.
—No, no la hay —respondió de mala gana. Nunca le han agradado las casas embrujadas, sobre todo si la graciosa de Velvet Sky se encontraba cerca.
Pero Sunny era un caso especial, pues sufría de hauntofobia. En la primera casa embrujada que visitó, tuvo la genial idea de escabullirse en la estancia, para asustar a sus padres cuando pasaran. Lamentablemente, la jugarreta fue al revés. La pequeña Sunny se perdió en la casa embrujada, siendo atemorizada por los gritos y risas malvadas. Intentó regresar con mamá, solo para salir corriendo cada vez que un animatronico la asustaba. Tuvo que ingresar bomberos para rescatar a la niña, ya que se había escondido entre las paredes.
—Bueno, ya me has oído gritar —comentó Micro y entró en la atracción.
Sunny caminaba muy pegada a Micro mientras exploraban la estancia. Miraba nerviosa cada rincón y sentía escalofríos cuando otra pareja gritaba. Por su parte, el chico avanzaba con el ego inflado. Ha jugado los suficientes juegos de terror para no asustarse con facilidad, sin contar que los animatronicos estaban mal escondidos y el ruidido de los servomotores alertaban su presencia. Lo que no esperaba es que un robot saltara sobre Sunny, quien gritó y le clavó las afiladas uñas. Chilló de dolor y fulminó a su acompañante. Sosegó el ceño tras notar cómo Sunny intentaba refugiarse en su espalda.
—Eh… ¿estás bien? —dijo con cuidado. No esperaba que la fobia fuera tan grave.
Sunny no respondió. Seguía bajo el cobijo de la espalda y no se animaba a levantar los ojos.
Otra vez, la mente del muchacho trabajó a su máximo poder. Tenía tres opciones: Uno, volver al inicio y cruzarse con todos los animatrónicos; dos, buscar la salida de emergencia; o tres, ayudarla a superar su miedo.
«Lo más probable es que Sunny hubiera tenido planes para hoy y los abandonó para devolverme la sonrisa».
El joven recordó los amenos momentos que pasó con Sunny. Las charlas en las tardes, el apoyo que recibió y los consejos que le sirvieron. Sin ella, Micro jamás hubiera conocido a Lemon, ni el valor para invitarla a salir; aunque después le partiera el corazón.
«Está decidido, la ayudaré a superar su trauma. Solo espero no cagarla»
—Sunny… —dijo Micro con delicadeza, la misma que usó para levantar el terso mentón de la dama—, sé cómo te sientes. De pequeño le temía a la oscuridad. Necesitaba dormir con la luz encendida e ir al baño acompañado, pues temía que algún monstruo apareciera entre las sombras.
Se detuvo un momento, principalmente para ordenar sus ideas.
—Fue gracias a Velvet que ya no le temo. Si, la misma Velvet Sky que me juega bromas a cada rato. Le pedí que me acompañara al baño en nuestra primera pijamada. Ella aceptó con una condición y era que guiara el camino. Fue difícil, sobre todo cuando chocaba con los muebles, pero al final llegamos al lavado, en mitad de la noche y con las luces apagadas.
Con la manga limpió los húmedos párpados de Sunny.
—Desde ese día no le temo a la oscuridad, pues tuve una amiga que me ayudó a enfrentarme a mis miedos, y eso mismo haré yo. Te ayudaré a superar tus temores, ¡Aunque sea lo último que haga!
Terminó de decir con una pose tonta y exagerada, lo suficiente para hacerla reír.
— Ahora, ¿qué tal si vuelves a ser esa chica valiente, amenazadora de excuñadas y continuamos? —dijo estirando la mano.
Sunny la tomó sin vacilación. Era la primera vez que no temía agarrarle la palma. Ya no le preocupaba que la vieran paseando con un perdedor o que tuviera la mano pegajosa (si sabes a lo que me refiero). Ambos continuaron su camino por unos… cinco segundos. Otro robot asustó a Sunny, quien saltó sobre Micro. El no se lo esperaba y cayeron torpemente contra el suelo.
—¿Estás bien?
—No —respondió con dolor. Algo le decía que iba a ser una travesía muy larga.
Tras canjear el premio, los chicos esperaban el taxi a las afueras del parque. Estaba planeado que Laurel los recogiera, pero ambos padres se quedarían hasta tarde «contribuyendo» a la caridad. Micro leía el manga con sumo interés, mientras Sunny revisaba los mensajes. La mayoría eran de amigas invitando a salir o preguntando por qué no contestaba.
—¿Sigues jugando con esa chica? —preguntó Sunny tras responder los últimos mensajes.
—¿Cuál de todas? —dijo sin levantar la vista.
—La única que te habla.
Micro entrecerró los ojos.
—Si. Ziurumaxy7 suele ser una chica relajada, a menos que juguemos una Ranked.
Sunny ladeo la cabeza.
—Significa clasificatoria. Tienes que ganar a otros jugadores para subir de rango. Usualmente los juegos te emparejan con personas de tu mismo nivel.
—¿Acaso es un juego de citas? —dijo con falsa inocencia.
Micro se limitó a continuar el manga.
—Es broma, es broma. Sé que es una ranked, también juego videojuegos.
—¿De verdad? —preguntó con recelo.
—Si, suelo jugar Free Fire en el móvil.
Chips la miró por unos instantes y soltó un despectivo «ah». Salió corriendo mucho antes que Sunny levantara el puño.
—Y luego dicen que los hombres somos violentos.
—¡Acércate y dímelo a la cara! —dijo enfadada. Le cabreaba que la menospreciaran por jugar Garena.
—No gracias, quiero vivir.
Mitad enojada, mitad juguetona, Sunny persiguió al chico por la parada. Rápidamente se transformó en un juego, donde ambos corretearon hasta la llegada del taxi. Subieron al vehículo más animados que antes.
—Me sorprende que no tengas novia, lo digo en serio. Eres gracioso, mantienes interesante las conversaciones y apoyas a los demás sin importar cómo te sientas.
—Bueno, la respuesta está aquí —dijo señalando el rostro.
—Admito que ser feo tiene su desventaja, pero no te impide conquistar mujeres —Sunny reemplazó su relajado temple por uno más serio—. La pregunta es: ¿qué has hecho para que no quieran salir contigo?
Frare miraba inquisitivamente. Necesitaba saber si los rumores eran ciertos. Encerrado en el taxi, Micro no podía escapar del interrogatorio, muchos menos eludir los puñetazos que recibiría si trataba mentir.
Entre tanto, el adolecente giró la cabeza. No podía mirarla a los ojos. De todas las estupideces que ha hecho, era con creces la peor. Pasó las manos por el rostro en un intento de controlar la vergüenza y arrepentimiento. Sabiendo que Sunny no lo dejaría en paz, decidió responder, principalmente porque también tenía una incómoda pregunta qué realizar.
—Puse cámaras en el camarín —dijo con pesar. Continuó al no recibir ninguna bofetada—. Nos colamos en mitad de la noche y pusimos cámaras en la ducha de las mujeres, tan bien puestas que no las encontraron hasta el final del semestre.
Un silencio incómodo se formó entre ambos. La mente de Sunny era un caos. Muchas dudas y muchos deseos de quitarle los dientes inundaban su cabeza. Decidió calmar el avispero soltando unas preguntas.
—¿Me tomaste fotos desnuda? —dijo con cierto asco.
—No, las cámaras no estaban cuando participaste en los juegos de la amistad, fueron quitadas meses antes.
Sunny suspiró aliviada. No tendría que romper todas las computadoras de Micro.
—Me sorprende que sigas en la escuela.
—No tenían suficientes pruebas para culparnos a mí, Wiz o Bright, aunque todos sabían que éramos los responsables.
—¿Y las fotos?¿Velvet no dijo nada?
—Fuimos lo bastante astutos de guardarlo en la memoria ram del teléfono. Un simple reinicio y ¡pop!, todo se borraba. En cuanto a Velvet, ella nos pidió hacer lo mismo en el camarín de los hombres, así que estamos a mano.
Sin ninguna otra duda, Sunny lo dejó tranquilo. Estaba satisfecha con las respuestas, aunque una avispa le susurraba que las preguntas no acababan.
El viaje en taxi fue rápido y llegaron al hogar antes que comenzaran las precipitaciones.
—Un minutos más y estaríamos corriendo bajo la lluvia —comentó Micro Chips tras cerrar la puerta.
—¿Qué lluvia? —Sunny preguntó.
—Esta —dijo al chasquear los dedos… y nada pasó.
—Dije, esta.
Otra vez lo tronó.
—¿Acaso tratas de hacer... esto? —Sunny chasqueó los dedos confiada. También había leído el reporte del tiempo dentro del taxi.
Micro y Sunny volvieron a tener otra boba competencia, esta vez para ver quien se alineaba mejor con los truenos.
—¿Ya estás cansada? —comentó al verle la frente sudorosa.
—Por favor, soy la mejor jugadora de Free fire en la escuela.
—Y yo uno de los mejores jugadores de Starcraft de la región. Para mi esto es solo el calentamiento.
Micro tronó los dedos con mayor rapidez al usar el pulgar, índice, anular y corazón. Gracias a su técnica, el cielo quedó iluminado por los relámpagos a la par que sonaba los dedos.
—Me deberías enseñar ese truco.
—Algún día —comentó yendo a la cocina—. Te avisaré cuando la cena esté lista. Haz lo que quieras hasta entonces, excepto entrar a mi pieza. Algo me dice que pasaré todo el día ordenándola.
—Pero si la ordené.
—Y eso me preocupa.
Con un puchero. Sunny subió las escaleras, no sin antes darle una última mirada y sacarle la lengua.
Mientras Micro cocinaba, decidió matar el tiempo con una ducha. Quería quitarse el sudor del cuerpo, sin contar que le gustaba bañarse cuando llovía. En la privacidad del lavado, Intentó replicar el chasquido de Micro. Nunca antes había visto a alguien con tanta habilidad en las manos, ni siquiera a Sour Sweet, quién era lesbiana.
«Me pregunto cómo hará las pajas» Pensó la dama.
Su mente imaginó a Lemon estirada en la cama, gimiendo de placer al ser asediada por las habilidosas manos de Micro. El chico circulaba los dedos en un patrón inusual, casi errático, mientras Lemon agitaba las piernas al compás de los dóciles dedos, jadeando cada vez que rozaba la vulva.
El pensamiento se esfumó cuando sintió un agradable aroma irrumpir en el lavado. Sunny recordó que la campana de la cocina estaba debajo del baño, permitiéndole oliscar los deliciosos sazones. Gracias a esto podía saber si tendría un agradable almuerzo o sufriría por la mano de Sunbed. Sin resistir más el hambre, terminó de bañarse en tiempo récord, se puso el pijama y bajó las escaleras con prisa.
—Huele rico, ¿qué quemaste? —bromeó terminando de secar su cabello.
—Nada importante —dijo con indiferencia al servir pollo arvejado, junto a puré de papas—, solo tu plato preferido.
Sunny le dio un fuerte abrazo.
—No tenías que hacerlo.
—Sí debía —respondió el chico mientras intentaba nivelar la sartén—. Me levantaste el animo y debía compensarlo de alguna manera.
—Recuerda que tengo cuenta bancaria —dijo Sunny sentándose en la mesa.
Ambos comieron sin decir una palabra. No la necesitaban, la compañía de ambos ya amenizaba la cena. Solo se escuchaba el tintineo de los cubiertos y la llovizna de fuera. Fue en este silencio que Micro navegó entre sus pensamientos alrededor de una duda que daba vueltas en su cabeza.
«¿Será un buen momento para preguntar? Total, lo peor que puede pasar es que me arroje el plato»
Micro chips pronunció el nombre de la dama, logrando que ella se enderezara. Ese tono de voz no presagiaba nada bueno.
—¿Cómo fue tu primer noviazgo?
Sunny desvió la mirada.
—N-no debes responder si no quieres.
—No es eso, solo…
Sunny mantuvo la frase en el aire, no estaba lista para hablar. La inexperiencia, los celos y no ser consciente de los sentimientos ajenos hizo que fuera uno de los peores noviazgos.
—Te lo diré —dijo rendida. Ser tan cotorra le jugaba otra vez en contra.
—Fue en la primaria. Se celebraban los Corazones Cálidos y llegué tarde por una falla mecánica.
—¿Del bus escolar? —dijo Micro.
—Del ascensor. Mamá no quería bajar por las escaleras y esperamos que lo repararan. Como sea, iba por mis cuadernos cuando ví a Green Light frente mi casillero, con un sobre entre las manos. Se quedó quieto pensando que pasaría de largo. En vez de eso, me acerqué, le robé la carta y le dí un beso —Sunny tuvo que parar porque las risas no le dejaban hablar— ¡Y luego se fue corriendo para quitarse los gérmenes de niña!
Soltó una fuerte carcajada, acompañadas de otras débiles.
—… Y desde entonces fueron novios —comentó Micro Chips.
—Si, aunque no le gustaba mostrar su afecto en público. Era muy nervioso y asustadizo, como un gato. También era todo un caballero: me ayudaba con las tareas y animaba cuando discutía con mamá. Fui bastante feliz con mi primera relación, hasta que la cagué… lo siento, olvidé que estábamos comiendo.
Con un gesto le indicó que continuara.
—Otro chico estaba interesado en mí. No sé por qué, pero empezamos a coquetear —Puso su dedo sobre los labios de Micro—. Lo se, fue bastante estúpido, pero tener a dos chicos comiendo de mi mano me hacía sentir, no sé, mejor. Debo recordarte que en esas fechas se separaron mis padres.
Un trueno resonó en la lejanía.
—Todo se vino abajo cuando Green Light nos encontró besándonos. Algo se rompió dentro de él, pues fue directo a golpearme. Tuvieron que intervenir los profesores y a Green lo expulsaron del colegio. En cuanto a mí, entré a clases de taekwondo y no aprendí la lección hasta que mi siguiente pareja fue infiel. Desde entonces supe cómo se sentía cuando jugaban con tu corazón.
Sunny terminó de hablar y bajó la cabeza, lista para ser reprochada. Se sorprendió cuando sintió unos delgados brazos rodearla. El abrazo era especial, pues le transmitía que no la recriminaba por sus errores.
—Me sorprende que seas tan comprensivo —dijo respondiendo al abrazo—, parece que vas mejorando.
—Qué puedo decir, tengo una buena maestra.
Dicho esto le dió un ligero beso en la mejilla. Sunny ni se inmutó.
—Pensé que te sonrojarías.
—Solo funciona si yo lo hago.
—Veamos —desafió y ladeó la cabeza.
Sunny se acercó con cuidado. Le sujetaba el mentón en un intento de evitar el accidente anterior. Estaba a milímetros de la mejilla, cuando cambió de planes y le mordisqueó la oreja.
—¿Vez? solo funciona si lo hago yo —dijo divertida.
Tras una rápida ducha, Micro se sentía mejor. Estaba listo para dormir y terminar con el ajetreado día, solo para encontrarse con Sunny allanando su alcoba. En los diez minutos que duró la ducha, se las arregló para acabar con tres bolsas de papas fritas y esparcir las migas por toda la cama.
—¿Y qué haces aquí?
—Veo la lluvia —respondió sin quitarle la vista al cielo. Era espectacular ver las nubes arremolinarse con prisa y los esporádicos truenos iluminar los cielos.
—Mejor ponte a ordenar —dijo guardando el secador.
—Para qué si tengo criada.
Molesto, Micro tomó la toalla de Sunny (ni eso fue capaz de colgar) y se la lanzó. Ella respondió arrojando la almohada, Micro también y en menos de cinco segundos iniciaron una pelea de almohada. La batalla fue corta, pues Micro no pudo contra la fuerza de Sunny. Rendido se lanzó a la cama, esperando terminar la batalla. Solo empeoró, ya que Sunny se abalanzó encima y comenzó a golpearlo con las dos almohadas. El muchacho se limitó a protegerse, recibió los felpudos azotes sin piedad hasta que Sunny perdió el aliento. Recién en ese momento pudo abrir los ojos. Notó una pestaña caída en el párpado de la dama que quitó con delicadeza.
Otro trueno iluminó la habitación. Con el extra luz pudo contemplar mejor la belleza de Sunny.
—Si que eres hermosa —pensó el joven, o eso creyó. La ligera sonrisa de Sunny le hizo entender que escuchó el cumplido.
A contrario de otras ocasiones, Sunny encontraba adorable la boba mirada de Chips, la misma que tuvo cuando se conocieron. No sentía repulsión ante la neardental expresión, sino todo lo contrario.
Le atraía…
Sunny bajó la vista hasta las caderas. Un pequeño túmulo afloraba en los pantalones de Chips. Una protuberancia que Flare sintió durante la pelea de almohadas y fue la principal razón por la cual continuó atacando.
Mientras tanto, Micro seguía anonadado. Sentía el corazón latir a mil y las hormonas revolotear por todo el cuerpo. Literalmente no sabía qué hacer, pues nunca había llegado tan lejos con una mujer, lo cual es lamentable.
«¡Aprovecha la oportunidad teniente Chips! —dijo una voz en su cabeza— Pasará mucho tiempo antes que otra fémina desee estar tan cerca de tí y del cabo Timmy».
Micro tragó saliva con fuerza, lo suficiente para llamar la atención de Sunny. Se relamió los secos labios y espetó:
—KYERES FOYAR.
Lo dijo de la peor manera posible, hasta el punto de lanzarle saliva al rostro.
Sunny arrugó el rostro con la petición. Fue el peor cortejo que ha recibido, superando al etílico vagabundo del año pasado, y por alguna extraña razón le encantó. Tal vez sea por lo esporádica o su cómica ejecución, pero Sunny aceptó la propuesta, mucho antes de que Micro comprendiera el peso de las dos palabras. Ver a Chips querer ser tragado por la tierra hizo que Sunny riera con fuerza, tanto que las lágrimas afloraron.
—Si lo vamos a hacer, deberé mostrarte algunos consejos. ;)
—… eso significa...
Sunny suspiró.
—Si, follaré contigo.
Un gran agradecimiento a Un Simple Escritor por ayudarme a corregir el capítulo. La lectura sería menos fluida sin su ayuda.
