Nuestro ex-virgen entró en la habitación, listo para continuar follando. Lo primero que notó fue a su querida hermanastra arropada en la cama. Llevaba la camisa abrochada y leía un cómic de las burritas. Específicamente, una remasterización de las primeras publicaciones.
—Me sorprende que te guste esa saga —dijo Micro.
—Está mucho mejor narrada.
—Puede ser, pero los errores ortográficos y las caras bizarras eran parte del encanto.
Sunny se estremeció. No le agradaba recordar los perturbadores diseños de las primeras ediciones, pues tenían los rostros exageradamente detallados.
Micro no tardó en arroparse a su lado y leer juntos la compilación de cómics. Pasaban las páginas al ritmo de Sunny, quien ojeaba cada escena con cuidado, prestando atención a los detalles y pequeños guiños hacia la cultura pop. De vez en cuando, Chips desviaba la atención para mirar los morados labios de Sunny. Tan suaves, tan hermosos que le gustaría pasar el resto de la noche acariciando.
—¿Puedo? —susurró el joven, casi suplicando.
Sunny rodó los ojos ante la petición. Esperaba que Micro fuera más directo tras todo lo que había metido y lamido. ¿Le molestó? Por supuesto que no. Le gustaba ser tratada como una reina, una musa, una obra de arte que uno debe atesorar en cada gesto. Por eso no objetó cuando el joven acortó distancia y le acarició los labios con gentileza.
El primer beso fue sobrio, insípido, pues Micro se limitaba a tocarlos. Con calma empezó a moverlos, a jugar y asomar los dientes para acabar cada beso con un rose de estos.
Esto animó a la dama a poner más de su parte y aventurarse en tierras aliadas con la diplomática lengua. La primera junta fue formal, nada del otro mundo, solo un ligero abrazo. Las siguientes fueron más animadas, conocía mejor las tierras extranjeras y el comercio de "licores" empezaba. A pesar de todo, la milicia albina acosaba al diplomático con sus afilados escudos. Una lástima, porque ella también tenía sus combatientes.
Micro abrió los ojos de golpes cuando sintió una punzada en los labios. Trató de pronunciar auch aún estando atrapado, ganándose unas risitas. Decidió pagar con la misma moneda, pero en vez de atacar los labios prefirió masticar el cuello. A ella no le gustó… mucho. De a poco fue bajando por la tersa piel, alternando entre los labios y los dientes, mientras sentía a la dama tambalear de placer, más aún cuando se encontraba cerca de los senos. Fue despejando los botones con la ayuda de las manos hasta llegar a la planicie compartida entre los gemelos tesoros, indeciso sobre cual atacar primero. Levantó la cara y acercó despacio a uno de los pezones con la boca abierta. Sonrió cuando Sunny dio un respingo tras sentir el cálido aliento abrazar uno de sus pezones, luego otro al caer saliva alrededor.
Lastima para Sunny que la sonrisa no era de soberbia, sino de venganza.
Micro no olvidaba de la manera que Sunny lo hizo sufrir, de cómo lo obligó a mantenerse estirado en la cama, sin permitirle saborear la tan preciada naranja. Por eso dejó a la dama con el libido al hilo tras moverse al otro pezón y repetir la maniobra. Esta vez rozó los dientes y un poco la lengua alrededor de la tetilla sin llegar a tocar. Fue alternando hasta que las ansiosas manos de Sunny le rodearon la cabeza y lo jalaron con tanta fuerza que escuchó su cuello tronar.
—¿Estás bien? —preguntó Sunny.
Un pulgar arriba le indicaba que sí. No pudo responder con la boca, pues se encontraba ocupada saboreando la teta y dándole alguna que otra mordidita. Todo esto cómo distracción para las inquietas manos que bajaron cómo shinobis hasta la húmeda retaguardia.
Sunny dobló la espalda al sentir dos invasores en su zona íntima con la misma habilidad cazatesoros de antes. Gemía, retorcía las piernas y lo presionaba contra su pecho al ser embriagada de placer por las acciones del chico. Por eso le sorprendió que haya dejado de masturbarla tan abruptamente.
«¿Habré exagerado demasiado?» pensó al verlo distante.
No tardó en percatarse que Micro buscaba los condones, los mismos que estaban al lado de los gruesos lentes. Sunny rió y señaló la mesita de noche. Vió al chico ponerse el condón algo decepcionada. Esperaba que jugara un poco más antes de ponerse serio.
«Cuántas veces tendré que recordarlo...
¡ES!
¡SU!
¡PRIMERA!
¡VEZ!
Es normal que esté ansioso y quiera meterla rápido ¿o acaso olvidaste tu primera vez?»
Aulló una voz en la cabeza. Rápidamente la ignoró cuando el joven se posó sobre la cama y alineó las caderas. Ahora, Sunny se encontraba estirada, con las piernas abiertas, besando el rosado casco de Timmy.
El primer gesto de Micro fue respirar profundo, mirar el cielo y admirar lo rápido que desaparecieron las nubes. El firmamento brillaba con esplendor, tanto que su luz irradiaba las cuatro paredes de la habitación y le llenaba de energía. Era cómo si un ser divino (ejem, el escritor) lo motivara a continuar.
Su siguiente gesto fue persuadir a Timmy para que atravesara el arco del triunfo, sin prisas ni vacilación, hasta llegar a la mitad del camino. Luego miró a la dama quien le sonreía y pasaba la mano por la mejilla, anonadada por la ternura de Micro; en su lugar, Sunny hubiera embutido hasta la rodilla. El chico retrocedió para repetir el acto, luego otra y otra vez, aumentando el ritmo con cada estocada. Solo detenía el vaivén para acomodar el trasero y subir la frazada cada vez que bajaba. Puede que esté excitado y todo eso, pero una brisa fría acariciando la espalda (sobre todo las nalgas) mataba la pasión más rápido de lo que uno creía.
Mientras tanto, la dama susurraba gemidos a medida que el asedio continuaba. Sin bajar la mano, lo rodeó con las piernas en un indicativo que deseaba sentir más de él y su soldadito. Sus plegarias fueron escuchadas a tal punto que profesó un profundo gemido ante la creatividad del chico. La anterior estocada tuvo una curvatura en medio del trayecto: un giro a la derecha en forma de media luna logró rozar el punto especial de la dama.
—¿Te dolió?
Sunny iba a responder con un ácido comentario, hasta que notó la sinceridad en el tono de Chips, le preocupaba hacerle daño.
—No, sólo me sorprende que hayas encontrado el punto G.
—Espera, ¿esa verruga era el punto G?
Sunny asintió.
—Yo pensaba que era una costra.
La dama rió otra vez por la inocencia del chico, quien se vengó mordiéndole la nariz. Ella hizo un puchero, Micro le saco la lengua y ambos rieron.
Las enfocadas continuaron. Micro movía la cadera con cada entrada y salida. Le daba curvas o lo giraba al caballerito dentro de la vagina, poniendo atención en los gemidos de la dama, hasta el punto de crear una imagen mental de las zonas más placenteras; y ahora te preguntarás, ¿por qué no sigue el mismo patrón que los dedos? La respuesta es bastante simple: le faltaba habilidad, no puede mover la cadera con la misma tenacidad que la mano. No ha jugado días y meses al starcraft con ellos. Por eso debe utilizar una estrategia diferente, una que le cause placer a la dama y no mermara sus energías.
El esfuerzo rindió frutos, pues escuchó a Sunny emitir un gemido agudo acompañado de un abrazo de piernas más ajustado. Micro respondió acelerando el vaivén y dejando la diligencia de lado, cómo si compitiera en un rally. Dejó los movimientos extraños y apuntó cada estocada a la "costra". Como resultado, los gemidos aumentaron en decibeles y la dama lo apresó con los brazos.
Tuvo que hincarse, mucho peso para el escuálido cuerpo, pero no dejó de penetrar y escucharla gemir al lado del oído. Sentía que lo iba ensordecer e igual continuó a pesar de los calambres y del fuerte apriete propiciado. Puso atención en los gemidos y logró comprender que Sunny se encontraba al borde del clímax y que solo necesitaba un extra de placer para acabar. No puede acomodar los dedos y juguetear con el clítoris, es incómodo en esa posición y tampoco puede embutir más profundo al caballerito.
—y si…
Con ese susurro, Micro bajó la mano hacia las nalgas, les dió una caricia y, por qué no, un agarrón mientras las dirigía donde terminaba la espalda.
Sunny no tardó en enterarse de las intenciones y se preparó tanto física cómo mentalente para el traqueteo. Acomodó la cadera, cerró los ojos y respiró profundo, pues no le agradaba los anales. Los hombres eran demasiado brutos: Al principio actuaban gentiles, pero dejaban la delicadeza de lado una vez que ganaban terreno y obedecían a sus más primitivos instintos. Tal vez por eso susurró «sé delicado» antes que el muchacho introdujera los dedos.
Dolor y placer fueron las sensaciones que Sunny tiene cuando micro exploró los labios negros.
—¿Quieres que continúe?
Ella asintió aún con el gesto dolido. Se dejó llevar mientras le perforaban ambos agujeros, uno con intensidad y el otro con precaución. No tardó en volver a gemir y desear ser abrazada. Susurró lo último y sus deseos fueron respondidos con torpeza. ¿Cómo lo supo? porque estaba viendo ambos reflejos en el espejo. Soltó carcajadas que fueron mezcladas entre los gemidos ante la poca ortodoxa postura de Micro. Si él también se viera, seguramente le preocuparía dislocarse el brazo. Ese pensamiento fue el último que su mente emanó antes de tener la vista borrosa y gemir en un tono más agudo. Las estocadas junto con la iniciativa de los dedos lograron colapsar la balsa del placer y estaba a punto de provocar una inundación. A Sunny ya no le preocupaba dejarle la espalda marcada, clavó las uñas y le sujetó con las piernas con mucha más fuerza que antes, a la par que gritaba «más y más» a cada nueva estocada.
Micro embutía todo lo que podía a su muchachito en un intento de apaciguar a la fiera. El placer fue cambiado por dolor ante las últimas acciones de la dama. Para Micro estaba claro que Sunny había llegado al clímax y quería acabar… con un orgasmo o la vida del chico. Por suerte, el último esfuerzo hizo que Sunny derramara el néctar femenino alrededor de Timmy. Ahora solo debía soportar el rompehuesos abrazos y todo había terminado.
Sunny Flare se desparramó en las sábanas después de emanar las últimas gotas lujuriosas. Respiraba pesado, apenas podía abrir los ojos y sentía que debía pedir disculpas después de casi partirle la espalda, ni hablar de los arañazos que dejó marcados. Una buena mentira para encubrir los arañazos sería algo difícil de inventar. Nadie dejaría unos rasguños tan profundos sin una buena razón y no iba a contar que Micro le hizo sentir un orgasmo… excepto a él.
—Quién lo diría: el virgen de Micro, quien con suerte tuvo novia y nunca llegó muy lejos, me hizo sentir en las nubes con solo un par de dedos y poniendo mucha atención al detalle.
Sin mirarle pudo saber que estaba enojado.
—Ehh, ¿sabes que te he escuchado?
Las risitas le dijeron que sí.
Sunny palmeó la almohada en señal que pusiera su cabeza. Micro no tardó en hacerle caso, descansando por primera vez en la noche. Los jóvenes contemplaban en silencio las tormentosas nubes volver y reclamar la bóveda con los fuerte estruendo, mientras Morfeo los convencia de viajar a sus llanuras.
Y hasta aquí llega el primer arco de la historia, sólo me falta el prólogo que trataré de subirlo lo más pronto posible. No esperaba que un fanfic basado en otro fanfic durara tanto, mucho menos que uno de los autores que segía aceptara mi solicitud de revisar mis escritos. Los dos años que pasé escribiendo los disfruté y espero que los siguientes sean igual de placentero.
Hasta el próximo y capítulo y un agradecimiento a Un Simple Escritor por revisar mis escritos.
