Muy buen día para todas ustedes, espero lo estén pasando muy bien. Les recuerdo que mis historias son de mi autoría y no están basadas en otras historias salvo la original, de la cual no me pertenecen los personajes principales, lo hago simplemente por diversión es sin fines de lucro.
La historia NO es para menores de edad, espero que comprendas, gracias.
LÍNEAS DEL TIEMPO
37
LÍNEA 1
Candy despertaba muy emocionada esa mañana, jamás se hubiese imaginado que alguna de sus dos madres o incluso las dos estuvieran bajo su mismo techo. Se levantó y cambió intentando hacer el menor ruido posible, lo bueno de haber dormido en la pequeña sala del departamento era menos probable que despertara a alguna de las dos. Por primera vez en su vida la rubia se había levantado primero que las dos buenas mujeres, lo cual quería decir que habían estado esperándola hasta muy tarde.
-Las sorprenderé con un rico desayuno. – Se dijo Candy con entusiasmo, comenzando a preparar las cosas que utilizaría para hacerlo.
El entusiasmo de Candy lograba que su corazón latiera con emoción, aún más cuando recordaba a cierto caballero de ojos azules y mirada de ensueño sonreírle como lo había hecho al momento de pedirle que fuera su esposa.
-Candy… - Se escuchó de pronto detrás de ella, sin embargo con lo despistada que era y con sus pensamientos puestos en su príncipe de las rosas, la joven enfermera no reparó en el llamado que le hacía la hermana María. - ¡Candy! ¡Buenos días! – Llamó de nuevo la religiosa para lograr sacar de su distracción a la pecosa.
-¡Hermana María! – Decía Candy realmente sorprendida por la religiosa, quien sonreía divertida al ver que había sacado repentinamente de sus pensamientos a inquieta chica. – No la escuché llegar. – Dijo totalmente apenada la rubia. Sus mejillas se habían encendido pero esta vez por la pena de haber sido descubierta en su mundo una vez más.
-Veo que estás muy pensativa. – Dijo la hermana María con una sonrisa que parecía quería adivinar los pensamientos de Candy.
-¿Yo? ¡Para nada! – Dijo Candy intentando no delatarse todavía, creía que debía darle la noticia junto con la señorita Ponny y cuando llegara Anthony, al cual también esperaba porque habían quedado de regresar a Lakewood para poder dejar a sus madres en el orfanato. – Es solo que estaba pensando qué les haría de desayuno. – Dijo Candy con una sonrisa pícara que mostraba como siempre su lado ocurrente. La hermana María le sonrió sin decir nada, pero era casi imposible esconder el anillo que la joven llevaba puesto en su mano y que había olvidado por completo que llevaba puesto.
-Pues ten cuidado o se te quemará el pan. – Dijo la hermana María, advirtiendo a la rubia que el pan estaba a punto de tostarse de más.
-¡El pan! – Dijo Candy levantando la voz angustiada al creer que echaría a perder aquel desayuno que preparaba para sus madres.
-Tranquila Candy, parece como si estuvieran a punto de pedir tú mano. – Dijo la hermana María una vez más. Candy la observó con los ojos muy abiertos, preguntándose de qué manera la había descubierto. – Tú mano Candy… - Le dijo una vez más la religiosa mostrándole con su índice que aquella sortija tan hermosa llamaba mucho la atención.
-Lo había olvidado. – Dijo Candy realmente avergonzada por haber sido descubierta antes de que llegara su príncipe.
-No tienes por qué apenarte Candy. – Dijo la hermana María con un gesto tierno hacia la rubia, quien le sonreía aún apenada. – Al contrario, me alegra mucho que hayas encontrado al igual que Annie a una persona buena que te quiera y sobre todo que cuide de ti. – Le dijo una vez más con amor, acercándose a ella emocionada para abrazarla con todo el cariño que sentía por ella.
-¿Qué está sucediendo? – Preguntó la señorita Ponny, quien también se había levantado sin hacer ruido alguno.
-Nada señorita Ponny, solo que nuestras pequeñas niñas ya han crecido. – Dijo la hermana María a la señorita Ponny, quien observaba con sus tiernos ojos a la rubia que sonreía feliz.
-Eso es verdad. – Dijo la señorita Ponny acercándose a Candy. Acarició su rostro y después posó su mirada en el solitario de compromiso que Anthony le había obsequiado la noche anterior. – Nuestras niñas han crecido y hoy son todas unas lindas mujercitas. – Dijo de nuevo con las lágrimas asomándose a sus ojos, conmovida por darse cuenta que al igual que Annie, Candy pronto daría ese paso.
-Quería decirles cuando Anthony estuviera aquí. – Dijo Candy apenada con ambas mujeres por no haberles dicho antes, sino que ellas mismas lo habían descubierto.
-Creo que una joya tan valiosa como esa es difícil de ocultar, Candy. – Dijo la señorita Ponny nuevamente, ya que al estar abrazada de la hermana María lo que relucía de su mano era el brillo tan intenso que desprendía aquella joya.
-Anthony me lo propuso anoche. – Dijo de nuevo con el rostro encendido de la emoción al recordar simplemente el romántico momento que habían compartido al momento de pedirle que se casara con él.
La puerta sonó de pronto y el corazón de Candy se aceleró nuevamente al saber quién era aquel que llamaba a esa hora de la mañana.
-Creo que ha llegado un príncipe. – Dijo la señorita Ponny con travesura al ver la expresión de felicidad que Candy mostró.
-Debe de ser Anthony. – Dijo Candy con una sonrisa radiante, una sonrisa que demostraba que efectivamente quien había tocado la puerta era su príncipe de las rosas.
-Pues me parece que no es correcto hacerlo esperar más tiempo. – Dijo la hermana María haciéndose a un lado para que Candy saliera de la pequeña cocina en donde permanecían las tres. – Yo terminaré el desayuno. – Le dijo guiñando un ojo en complicidad porque la pecosa no había terminado ni de freír un huevo.
-Buenos días mi príncipe. – Le dijo Candy en cuanto abrió la puerta del departamento, al mismo tiempo Anthony sonreía radiante, parecía un modelo de revista que había escapado de la portada y se encontraba frente a ella iluminando una vez más su mañana.
-Buenos días princesa. – Le dijo Anthony sin dejar de sonreír, maravillado con el bello rostro de la pecosa, el cual lucía radiante y natural, sus pecas estaban más marcadas que nunca y era algo que él amaba ver. - ¿Llego muy temprano? – Preguntó asomándose al interior del departamento.
-Para nada joven Andrew. – Dijo la señorita Ponny mientras preparaba la mesa con los platos. Anthony saludó cordialmente a las dos mujeres, quienes esperaban que entrara para comenzar a desayunar.
-Con su permiso. – Dijo Anthony visiblemente nervioso por estar ahí, sabía que había llegado el momento de hablar con ellas y por alguna razón tenía la certeza de que ambas mujeres ya sabían a lo que había ido.
-Siéntate Anthony. – Dijo Candy mostrando la silla que debía ocupar para comenzar a servir. Anthony obedeció a la rubia mientras la señorita Pony se sentaba junto a él y Candy y la hermana María ponían todo en la mesa para comenzar.
Candy comenzó a servir la comida a cada uno, pero sus manos podían descubrirla que estaba totalmente nerviosa. Anthony le sonreía y advertía que llevaba el anillo de compromiso y que al parecer había sido el culpable de arruinar la sorpresa que había planeado con la rubia.
-Creo que ya están enteradas del por qué estoy aquí tan temprano. – Dijo Anthony con un poco de pena. La señorita Ponny le sonrió, lo mismo que la hermana María, ambas veían a Candy quien se ponía más colorada que de costumbre y veía con pena a su prometido. Anthony le sonrió demostrándole que no le molestaba que hubiera dicho sus planes.
-El anillo que Candy luce en su mano izquierda es difícil de ocultar. – Dijo la señorita Ponny con ternura, intentando minimizar la culpa de la rubia. Anthony sonrió al recordar que la noche anterior únicamente sus primos se habían dado cuenta de ello.
-Perteneció a mi madre. – Dijo Anthony orgulloso de ello. Candy le sonrió al observar sus lindos ojos que la miraban con intensidad. – Y siempre fue su deseo que la mujer que yo eligiera como esposa lo portara con orgullo. – Dijo in poder despegar su mirada de los ojos de su amada, quien lo miraba realmente conmovida por descubrir que ella era quien a los ojos de su príncipe era la elegida para portarlo.
-Yo le puedo asegurar joven Andrew, que no hay nadie más perfecta y digna que Candy para llevarlo con orgullo. – Dijo la señorita Ponny emocionada por escuchar lo dicho por Anthony.
-Lo sé. – Dijo Anthony con emoción, no podía despegar su mirada de la rubia, y ella estaba igual de emocionada que él, ninguno podía ocultar el amor que los ataba y que los hacía vibrar de la emoción. – Es por ello que estoy aquí ante ustedes para pedirles formalmente la mano de Candy. – Dijo por fin el rubio para dejar de darle tanta vuelta a su intención, se sabía descubierto, sabía que las dos mujeres estaban al tanto de los sentimientos de él hacía Candy y de Candy hacía él. – Puedo asegurarles que no hay nadie en este mundo a quien ame yo más que a ella. – Dijo conmovido. La señorita Ponny pudo observar la emoción en la voz del rubio. – Candy se ha convertido en mi razón de vivir, en mi razón de ser, ella es la única persona en este mundo que me hace sentir la emoción de vivir un día más, de despertar un día más. – Decía cada vez más emocionado. – Ella es la mujer que he elegido para ser mi compañera de vida y puedo asegurarles que me sentiría muy honrado y dichoso que ustedes me aceptaran como parte de su familia. – Para cuando Anthony terminó aquellas palabras las tres mujeres, sobre todo Candy ya tenía las lágrimas asomándose de sus esmeraldas, lo mismo la señorita Ponny y la hermana María, quienes estaban totalmente conmovidas por lo que Anthony les había dicho.
-Pocas veces me ha tocado escuchar hablar a alguien con tanta emoción y entusiasmo de sus sentimientos para una persona y créame cuando le digo joven Andrew, que usted ha sido el primero que logra que mi corazón se estremezca de emoción al ver el amor y la devoción que muestra por nuestra niña. – Dijo la señorita Ponny permitiendo que las lágrimas se desbordaran de sus ojos. – Para nosotras sería un honor aceptar tan hermosa pedida de mano, a pesar de que no tenemos ninguna autoridad legal con Candy. – Dijo de nuevo, reconociendo que la rubia ya era mayor de edad y que al haber sido adoptada cuando era adolescente, ellas ya no tenían poder sobre ella.
-Tienen la autoridad del amor. – Les dijo Anthony con seguridad. – Candy es su hija, ustedes la cuidaron y velaron por su salud por muchos años y les puedo asegurar que no hay poder legal más importante que el que nos da el corazón. – La señorita Ponny y la hermana María sintieron el orgullo más fuerte en su corazón al escuchar el valor que Anthony les daba en la vida de Candy. – Y eso es suficiente para mí para querer desear su bendición y sentirme orgulloso de formar parte de su familia. – Agregó poniéndose de pie para acercarse a la rubia y tomar su mano para recibir la bendición que les regalaba la hermana María, quien con las lágrimas brotando de sus ojos hacía lo posible por hablar.
-Anthony… - Fue lo único que Candy pudo decir, estaba realmente conmovida y emocionada por las palabras de Anthony, quien no tenía ninguna objeción en tomarla como esposa a pesar de no tener claro su origen, no había conocido a sus padres, no sabía de dónde venía, lo único con lo que contaba era con aquellas dos buenas mujeres que le habían dado los valores y el amor necesario para convertirse en la mujer que era hoy en día y que para Anthony era suficiente para amarla.
-Les doy mi completa bendición para que pronto puedan unirse en matrimonio. – Dijo la señorita Ponny haciendo la señal de la cruz para bendecir a la joven pareja. Candy y Anthony sonreían agradecidos por el gesto de la mayor, quien al igual que ellos sonreía gustosa.
-Sé que serán muy felices. – Dijo la hermana María con los ojos inundados de lágrimas, ella era la más fuerte de las dos, la que ocultaba sus emociones por evitar que la señorita Ponny se descompusiera con sus propias emociones, sin embargo el ver que su adorada Candy comenzaba a formar su propia familia, algo que siempre había anhelado por fin se estaba haciendo realidad.
-Muchas gracias. – Dijo Anthony con una sonrisa al ver que las dos madres de Candy lo aceptaban con gusto para su hija predilecta.
-¿A qué hora saldremos hacia Lakewood? – Preguntó la señorita Ponny. La buena mujer tenía ansiedad por llegar al hogar de Ponny, ya que sus pequeños eran demasiado traviesos para quedar a cargo de un viejo y gruñón vaquero.
-En cuanto ustedes estén listas yo estoy dispuesto a hacerlo. – Dijo Anthony caballerosamente, dispuesto a regresarlas a su hogar.
-Pues en cuanto terminemos de limpiar la cocina. – Dijo la hermana María dispuesta a dejar la cocina de Candy más limpia que un espejo.
-De ninguna manera, ustedes van a descansar y yo me encargo de la cocina. – Dijo Candy dispuesta a lavar la vajilla que habían utilizado.
-Yo te ayudo princesa. – Le dijo Anthony dispuesto a recoger la mesa para comenzar la limpieza junto a su amada.
La señorita Ponny y la hermana María, decidieron ir cada una a la habitación que habían ocupado para recoger las pocas pertenencias que habían llevado, no habían llevado mucho, sin embargo eran demasiado ordenadas y querían dejar todo impecable en el Magnolia.
Anthony llevó todos los platos, vasos y cubiertos que había en la mesa y junto con Candy comenzaron a lavarlos, entre jugueteos y miradas tiernas los dos jóvenes avanzaban en la limpieza de la cocina.
-Jamás me imaginé que fueras tan bueno en las labores de limpieza. – Le dijo Candy sorprendida por la habilidad del rubio para lavar la vajilla. Anthony sonrió por su comentario.
-Siempre me ha gustado ser independiente. – Dijo Anthony seguro que no necesitaba que los sirvientes le hicieran todos.
-¿También sabes cocinar? – Preguntó Candy con cierta pena al recordar que ella no era muy buena en esa actividad. Anthony sonrió al ver que la joven se sentía apenada.
-También sé hacerlo. – Le respondió besando su frente.
-Los muchachos siempre me molestan por mi falta de habilidad en la cocina. – Dijo recordando la veces que Annie y Archie se habían mofado de ella por haber olvidado algún ingrediente de alguna receta. Anthony sonrió al ver que ella se preocupaba por ese detalle.
-No importa. – Dijo Anthony acercándola a él. – Yo no soy exigente. – Le dijo de nuevo seguro que para él no tenía importancia ese detalle. – Siempre podemos hacerlo juntos. – Dijo advirtiéndole que él podría ayudarla siempre que lo necesitara.
-¿Cómo aprendiste a cocinar? – Preguntó Candy curiosa, porque sabía bien que Anthony era un chico que tenía todo y que aprender a cocinar no era una necesidad que tuviera.
– Para mí cocinar se volvió una manera de tranquilizar mis emociones. – Respondió Anthony con un profundo suspiro, recordando que siempre que tenía un mal día se metía a la cocina y comenzaba a cocinar para bajar las emociones negativas que se formaban en su interior.
-¿Controlar tus emociones? – Preguntó Candy sin comprender lo que decía el rubio. Anthony asintió.
-Después de que te fuiste. – Dijo respirando profundamente. – Tuve un período de enojo que duró mucho tiempo. – Dijo sonriendo de lado, con melancolía al recordar al joven huraño y de expresión triste en el que se había convertido. Candy lo observaba con la misma melancolía con la que él hablaba. – Después me sentía frustrado por la exigencia de los Leagan para casarme con Eliza. – Dijo recordando con alivio que eso ya había quedado en el pasado. – Así que muchas veces me escondí en la cocina porque sabía que era el único lugar en el que Eliza no entraría ni por todo el oro del mundo. – Dijo con travesura. – Ahí permanecía incluso horas y pues para no aburrirme comencé a cocinar hasta que aprendí algunos trucos. – Dijo mirando a su prometida con una gran sonrisa. Candy lo miraba con ensoñación solamente de imaginarlo cocinando para ella.
-Creo que yo seré la única que no tiene una buena sazón para cocinar. – Dijo Candy avergonzada por reconocer que así era. Anthony le sonrió y tomándola por la cintura se acercó a su boca para besarla lentamente.
Candy se dejó llevar por aquel dulce beso, cerrando sus ojos para recibir la caricia que tanto añoraba, desde que lo había recibido había deseado robarle un beso, pero la presencia de sus madres lo había impedido.
-Anthony… - Le dijo apenada observando para todos lados que nadie los hubiera visto. Anthony sonrió al ver que su prometida se estaba cuidando que no los descubrieran estando tan cariñosos. El rubio giró su rostro hacia la entrada de la cocina y una vez que se cercioró que no había nadie cerca, tomó a Candy por su cuello y la acercó tiernamente a él para besar su boca con delicadeza, un beso lento y tierno comenzó entre ellos, un beso que significaba mucho para ambos porque estaba cargado de todo el amor y todos los sentimientos que se generaban en sus corazones.
-Vamos. – Le dijo tomándola de la mano para llevarla hacia la sala, pero antes de hacerlo otro beso llegó.
-¡Ya estamos listas! – Dijo la señorita Ponny saliendo del cuarto de la rubia, no sin antes hacer ruido de más y anunciarse que ya estaba lista para partir, todo esto con el único propósito de hacer que los rubios estuvieran conscientes que ya no estaban solos.
-Ustedes mandan. – Dijo Anthony con una sonrisa, saliendo de la cocina con Candy de la mano. La pecosa aunque sonriente podía revelarse en su rostro el sonrojo que le había producido la dulce caricia recibida.
-También estamos listos. – Dijo Candy con una sonrisa tímida a su madre, quien sonrió complacida al imaginarse que los dos tortolitos acababan se habían dado un gesto de amor.
-También yo estoy lista. – Dijo la hermana María saliendo de la habitación de Albert. – Anthony se apresuró a tomar las pequeñas maletas en las que habían puesto cada una sus pertenencias para comenzar a salir del departamento.
-Ojalá pudieran quedarse más tiempo. – Dijo Candy con un suspiro de desánimo. La señorita Ponny se aferró a su brazo con amor.
-Nuestros niños nos necesitan Candy. – Dijo la hermana María con el mismo cariño con el que la señorita Ponny le hablaba.
-Es verdad, el señor Cartwright debe de estar volviéndose loco con tanto chiquillo corriendo alrededor. – Dijo la señorita Ponny imaginando a los más tremendos de sus chicos corriendo y haciendo travesuras al por mayor.
-Creo que Jimmy sabrá manejarlos bien. – Dijo Candy segura que el joven Jimmy Cartwright ya había madurado y podía muy bien entretenerse con los chicos. – Además puede jugar con los niños enseñándoles a lazar. – Dijo la rubia convencida de que era un buen entretenimiento para los pequeños.
-Es lo bueno que dentro de los niños están los más traviesos. – Dijo la hermana María recordando que las niñas eran mejor portadas.
-Siempre los niños son los más traviesos. – Dijo la señorita Ponny con una sonrisa dulce.
-No siempre señorita Ponny, no siempre… - Dijo la hermana María con una risita volteando a ver a Candy directamente para indicar que ella había sido una niña bastante inquieta y traviesa en su niñez. Candy sonrió apenada de tan solo pensar que Anthony se enterara de las barbaridades que apenas ella recordaba y de las otras que sus madres les contaban.
Anthony había advertido a su tío que tendría que ir a Lakewood, más específicamente al hogar de Ponny a llevar a las madres de Candy, y que esta lo acompañaría al tener una licencia especial en el hospital.
El camino era el mismo de siempre, algo lento y lleno de obstáculos por los caminos terrosos que rodeaban el pueblo, esto y el cansancio que Candy tenía por el desvelo anterior logró que la rubia pronto se durmiera junto a la hermana María, ya que por comodidad la señorita Ponny viajaba delante junto a Anthony, así que la hermana María la ayudó a acomodarse de una mejor manera para que así pudiera descansar.
La plática entre las dos mujeres y el atractivo chico pronto comenzó, Candy hubiera no haber querido dormirse si hubiese escuchado las anécdotas que relataban a su prometido.
-Candy siempre fue una niña muy especial. – Dijo la señorita Ponny con su mirada perdida en los recuerdos. Anthony la observaba viajar a su lado y podía ver en su expresión cuanto amaba a su prometida. – Desde que llegó al hogar demostró tener una valentía que pocos niños desarrollan en su infancia, era como si ella estuviera consciente que había sido abandonada. – Decía con la voz entrecortada mientras observaba dormir a la rubia. La hermana María la escuchaba con la misma emoción evocada por los recuerdos. – Se adaptó rápidamente a su realidad y siempre esperaba pacientemente a ser alimentada, comenzó a caminar antes que Annie e incluso era ella quien le colocaba el chupón cuando a ella se le caía, así descubrió que ella se tranquilizaba..., pienso que a partir de ese momento ella decidió cuidar de su hermana en lugar de cuidar de sí misma. – Dijo la señorita Ponny mirando a Anthony con verdadera confianza.
Anthony observaba por el retrovisor el bello rostro de su amada Candy dormir plácidamente, podía ver que estar junto a la hermana María era lo mismo que descansar con una madre y que esta a su vez la cuidaba y evitaba que los saltos del auto la despertaran o la hicieran moverse con brusquedad.
-¿Jamás nadie mostró interés por adoptarla? – Preguntó Anthony con curiosidad, le parecía imposible que una niña tan linda, tan valiente y tan sobreprotectora con los demás jamás hubiera tenido la fortuna de encontrar una familia.
-Muchas veces intentaron hacerlo, sobre todo cuando era una pequeña bebé. – Decía la señorita Ponny evocando aquellos años. – Pero como le digo joven Anthony, era como si Candy supiera que pertenecía al hogar, se las ingeniaba para hacer que se arrepintieran de su elección. – Dijo la buena mujer comenzando a reír por las travesuras que recordaba de la pequeña Candy, la cual iba desde mojarse en repetidas ocasiones cuando la estaban cargando, hasta vomitar encima de aquellos que se habían encandilado con su belleza. – Cuando el señor Britter llegó junto a su esposa al orfanato era con la intención de que conociera a Candy. Él se había enamorado de ella y la quería como hija, sin embargo Candy les hizo creer que aún mojaba la cama y esto hizo que la señora Britter se escandalizara. – Dijo con una risita que demostraba que ahora le causaba gracia su ocurrencia.
-¿Por qué hizo tal cosa? – Preguntó Anthony sorprendido por la actitud de su pecosa, ya que jamás se hubiera imaginado que los Britter la hubiesen considerado como primera opción en la adopción.
-Por amor… - Dijo la señorita Ponny con el corazón estrujado, reconocía que Candy había sacrificado el tener una familia amorosa con tal de quedarse al lado de su querida hermana. Anthony miró a la señorita Ponny esperando continuara. – Candy renunció a una familia por amor a Annie… no quería separarse de ella y si la adoptaban era lo que sucedería… - Dijo la buena mujer mirando el camino fijamente.
-Pero Annie si fue adoptada por los Britter. – Dijo Anthony para saber cómo había sucedido todo lo contrario a los planes que tenían primero la familia Britter.
-A la señora Britter no le gustó la alegría y la espontaneidad de Candy. – Dijo de nuevo la señorita Ponny, consciente que desde un inicio el que quería adoptar a Candy era el señor Britter, pero la señora Britter buscaba una niña más sumisa y obediente y Candy… Candy no encajaba con la idea de la hija perfecta y obediente que buscaba. – Así que cuando conoció a Annie, encontró en ella a una niña tímida y responsable, callada e incapaz de cuestionar una decisión y se enamoró de ella. – Dijo con una sonrisa triste, aún le dolía recordar cómo se había dado la separación entre las dos pequeñas.
-Pudieron simplemente adoptar a las dos. – Dijo Anthony como comentario, haciendo ver que para él hubiera sido la mejor opción de todas las que había.
-Siempre me pregunté por qué no lo hicieron. – Dijo la señorita Ponny. – El señor Britter se dio cuenta que lo de las sábanas había sido un truco de Candy. - Dijo para aclarar que la rubia no mojaba la cama.
El resto del camino continúo con anécdotas más alegres, como la vez que Candy había ganado a Tom a lazar, o la vez que la rubia se había subido hasta la rama más alta del padre árbol y al intentar bajarla la hermana María, había provocado que se cayera de la primera rama.
-¡Fue tan gracioso ver como caía! – Decía la señorita Ponny recordando ahora con gracia el momento.
-No fue tan gracioso recibir el golpe. – Dijo la hermana María también riendo por los recuerdos mientras parecía dolerle una vez más sus posaderas por la caída sufrida.
Llegaron hasta el orfanato ya entrada la tarde, Anthony había manejado directamente hasta ahí para permitir que las dos mujeres descansaran un rato antes de tener que ir por los pequeños.
-Princesa. – Le dijo Anthony a la rubia para comenzar a despertarla, no cabía duda que el sueño de Candy era tan pesado que no había despertado a pesar de que el auto ya no se encontraba en movimiento. – Hemos llegado mi amor. – Le decía con ternura, acariciando su rostro para que ella despertara.
-¿Llegamos? – Preguntó Candy sorprendida porque ahora sí podía decir que el camino había sido muy rápido.
-Así es hermosa. – Dijo Anthony con una sonrisa al ver que los verdes de su prometida brillaban intensamente al ver el paisaje que le regalaba la colina de Ponny.
-Se me hizo tan rápido el camino. – Dijo la joven para después bajar del vehículo.
-A nosotras también se nos hizo muy rápido. – Dijo la señorita Ponny con una gran sonrisa.
-Sobre todo por las historias que contó de Candy. – Dijo la hermana María para advertirle a la rubia que habían contado solo "algo" de su vida en el hogar.
-¿Historias? ¿Qué historias? – Preguntó Candy con un sonrojo en su rostro al imaginar el tipo de historias que pudieron haber relatado a su prometido. Anthony comenzó a reír al ver la expresión contrariada de la rubia.
-Historias muy buenas de tu infancia en este lugar. – Dijo Anthony sin dejar de reír, demostrando que aún se divertía con lo que le habían contado. – Procuraré no hacerte enojar jamás. – Le dijo con travesura acercándose a ella, mientras Candy sentía que el color rojo la invadía repentinamente desde los pies a la cabeza por la pena de saber lo que pudieron haberle dicho a su amado Anthony.
-¡Señorita Ponny! – Dijo Candy a modo de reclamo, sorprendida por lo que pudiera haber contado.
-Tranquila Candy, son travesuras que tal vez un día hereden sus hijos. – Dijo la señorita Ponny haciendo alusión que tal vez aquellas travesuras hechas por la joven rubia podrían ser heredadas por sus hijos.
-Sería muy divertido para mí vivirlas con ellos. – Dijo Anthony con una sonrisa de ensueño, imaginándose ser cómplice de sus hijos en travesuras y aventuras.
-¡Anthony! – Dijo Candy avergonzada tan solo por recordar las diabluras que ella había hecho de pequeña y que al recordarlas pensaba que eran demasiado fuertes para soportar. Aún no comprendía la paciencia que tenían aquellas dos buenas mujeres, a quien tantos sustos les había provocado en su infancia.
Las risas se dejaron escuchar por parte de Anthony y las dos madres de Candy, mientras Candy continuaba con el bochorno en su rostro por la pena que sentía. Momentos después llegaban los niños en compañía de Jimmy y el Sr. Cartwright, quienes como sabían las dos encargadas del orfanato llegaría ese día por la tarde.
Candy y Anthony regresaron más tarde rumbo a Lakewood y la rubia iba con todas las recomendaciones que pudieran hacerle sus madres para que se mantuviera resguardada hasta que volvieran a Chicago y que no cometiera ninguna imprudencia con su prometido. Candy sonrió con pena al comprender a qué se referían con "estar resguardada".
-¿Tienes hambre? – Preguntó Anthony una vez que entraron a la mansión. Candy negó con una sonrisa, se notaba feliz pero cansada, a pesar de haber dormido todo el camino de Chicago hasta el orfanato podía decir que tenía mucho sueño.
-Me siento muy cansada. – Dijo Candy intentando controlar un bostezo. Anthony sonrió al ver el cansancio de su novia.
-Te acompaño a tú habitación. – Dijo Anthony dispuesto a llevar a Candy hasta la habitación que tenía en la mansión de las rosas.
-Hasta mañana. – Dijo Candy una vez que estaban de pie frente a la puerta de su habitación. Anthony sonrió dispuesto a retirarse pero antes de irse quería un beso a manera de despedida.
-Hasta mañana pecosa. – Le dijo muy cerca de sus labios. Candy sintió que su cuerpo se estremecía por la cercanía del rubio, quien observaba para ambos lados del pasillo solo para cerciorarse que no había nadie observándolos. Candy retenía su aliento esperando aquel dulce contacto.
Anthony la acorraló contra la puerta, colocando sus manos a los costados de la rubia y apoyados en la puerta de la habitación. Cerró sus ojos y buscó sus labios, Candy hizo lo mismo, cerró sus ojos para recibir el cálido y anhelado beso que había estado esperando desde la mañana.
Los labios de Anthony comenzaron a besarla de una manera lenta, tierna, buscando poco a poco profundizar el beso, el suave sonido que desprendían sus bocas era el preludio para incendiar sus cuerpos, los cuales poco a poco comenzaban a sentir que aumentaban su temperatura. La lengua de Anthony se introdujo en la boca de Candy, quien abrió el espacio suficiente para que él jugueteara en su interior, buscando hasta encontrar su lengua la cual pronto se enredó sobre la de él buscando el liderato.
-Te amo Candy… - Decía Anthony entre besos y caricias tiernas, besos que comenzaban a ser más intensos y caricias que se detenían al llegar a los lugares que estaba prohibido alcanzar.
-Y yo te amo a ti Anthony… - Decía Candy con la calidez de su boca muy cerca de sus labios, ninguno quería despegarse del contrario, querían continuar con aquella demostración de amor que para ellos hasta ese momento era la más atrevida, podían sentir sus respiraciones confundirse al ser expulsadas de sus bocas, podían sentir la excitación del momento, la emoción de tener tan cerca al ser amado y que lograba que sus pieles se erizaran de la emoción.
-Buenas noches. – Dijo Candy de pronto al recordar las advertencias que le habían dado sus madres, no comprendía qué tenía de malo estar con su prometido a solas, si infinidad de veces había estado a solas con Terry o con Albert, incluso con Archie y Stear en la habitación del colegio y lo único que hacían era charlar, nada de lo cual pudiera sentirse avergonzada. La rubia aun no comprendía por qué las personas tomaban tan mal que un hombre y una mujer permanecieran juntos y a solas en una habitación.
Candy abrió la puerta. Anthony seguía ahí esperando que ella entrara a la habitación, pero la rubia creía que quería pasar junto con ella. Ella se hizo a un lado para permitir su entrada y en un momento de debilidad Anthony aceptó aquella que había creído una invitación de su parte.
-No es correcto Candy. – Dijo Anthony estando ya dentro de la habitación. Candy se sonrojó al ver que él creía lo había invitado, sin embargo también temía que creyera que lo estaba echando de su lado.
-Lo sé. – Dijo Candy al tiempo que la puerta aún permanecía entreabierta esperando la salida del rubio.
Anthony le sonrió dispuesto a despedirse de ella y evitar así algo de lo cual pudiese arrepentirse. Era lo que siempre le habían dicho que si se aprovechaba de alguna dama o de su prometida se arrepentiría de haberlo hecho y la verdad es que no sabía de qué manera podría arrepentirse pero ciertamente no quería averiguarlo.
Se acercó a ella con cierto temblor en su cuerpo, sentía una sensación extraña estar con ella a solas y no es que jamás lo hubiesen estado, pero no era la misma estar a solas en un lugar público, caminando por el parque o afuera del hospital que estar a solas en la habitación de la joven. La besó con mayor timidez que antes y con el mismo temblor en sus manos la abrazó por la cintura, era un movimiento suave, delicado, un movimiento tan sutil que en lugar de disminuir la tensión en el ambiente la aumentaba. Anthony besó su mejilla para intentar retirarse, pero la suavidad de su piel lo llamó y continuo bajando por su cuello, Candy se estremeció por el contacto y gimió suavemente, aquel apenas audible gemido pero fue bien recibido por el rubio, quien se aferró más a la cintura de la joven intentando controlar sus reacciones.
-Candy… - Gimió Anthony en su cuello, besando con delicadeza aquella nívea parte de su cuerpo. Llegó hasta sus hombros pensando en que podría detenerse cuando quisiera, sin embargo le era imposible parar con aquellas caricias, sus manos comenzaron a acariciar su espalda mientras su boca se deslizaba por todo su cuello, pasándose al lado contrario para proporcionar las mismas caricias.
Anthony besó su cuello hacia el lado contrario llegando a su barbilla y después a sus labios una vez más, solo que esta vez el beso era más osado, sus manos se movían más rápidamente por la espalda de la joven hasta llegar a su derrier y terminar fijas ahí, mientras el caballero le pedía detenerse y el hombre que luchaba por salir de su cuerpo le pedía que por favor lo dejara continuar.
Candy comenzó a caminar hacia atrás, Anthony continuaba con sus besos y pronto cayeron sobre la cama de la pecosa. Ambos jóvenes se sorprendieron con la caída y abrieron los ojos para ver cómo habían quedado uno encima el otro, sus cuerpos se tocaba completamente sobre sus ropas, la transpiración había comenzado a ser presente por la pasión contenida y sus miradas dilatadas se encendían observándose uno al otro.
Ninguno habló más, Candy miró sus labios y Anthony la besó apasionadamente mientras sus manos acariciaban sus blancas piernas. El suave y cálido contacto de las manos de Anthony sobre sus muslos la hizo estremecer, pudo sentir que su cuerpo reaccionaba de una manera extraña mientras sus labios recorrían una vez más su cuello hasta llegar al nacimiento de sus senos, el cual estaba cubierto por el vestido que usaba, sin embargo las caricias del rubio se habían extendido sobre sus ropas, podía sentir el delicado y esbelto cuerpo de Candy sobre ellas, podía sentir la erección debajo de su pantalón y la necesidad que tenía este de salir, jamás se había sentido de esa manera, jamás había sentido tal nivel de excitación y deseo en su cuerpo. Candy estaba temerosa de lo que pudiera pasar comprendiendo hasta ese momento a qué se refería la señorita Ponny con "estar resguardada".
Un destello de consciencia llegó hacia Anthony, quien de pronto se detuvo de sus caricias y se levantó de golpe de encima de ella.
-¡Perdón Candy! – Dijo realmente arrepentido de haberla ofendido de esa manera, porque eso era para él lo que había hecho, una ofensa en contra de la honra de la mujer amada. – Te prometo que no era mi intención aprovecharme de la situación. – Le dijo hincándose frente a ella, quien ahora estaba sentada en la orilla de su cama. – Yo te amo y te respeto y he prometido que serás mi mujer hasta que estemos casados. – Decía mirando a sus ojos buscando su perdón.
Candy sonrió con timidez y ternura al ver la preocupación en el rostro de su amado príncipe de las rosas. Le sonrió dulcemente y acarició su rostro.
-Anthony, estoy bien. – Decía la rubia sin alcanzar a dimensionar que el rubio había estado luchado en contra de sus instintos naturales para no continuar con la exploración de su cuerpo, sin embargo Candy aún era demasiado inocente y para ella a pesar de saber que no era correcto lo que estaban haciendo no lo presagiaba tan malo porque para ella había sido un acto de amor entre dos personas que se aman.
Anthony terminó saliendo de la habitación con el corazón acelerado, sintiéndose terriblemente mal por lo sucedido, ahora comprendía el por qué le habían dicho que se arrepentiría, el remordimiento que sentía en su interior era terrible para él.
-¿Cómo es posible que hayas fallado de esa forma Anthony? – Se decía él mismo reclamándose su comportamiento. – Candy no merece un trato indigno como ese, ella es una dama, es la mujer que amo, es la mujer que debo honrar, venerar y respetar hasta que recibamos la bendición ante el altar. – Se decía siendo excesivamente duro con él. Los principios enseñados por su tía abuela comenzaban a martillar su mente. - ¿Cómo la miraré de nuevo a los ojos? ¿Qué le diré a Albert y a la tía abuela? – Decía ya en la soledad de su habitación. – Tengo que reparar esta falta, Candy no merece sufrir más. - Se decía nuevamente.
Estaba frente al espejo mirándose con recriminación, estaba molesto con él mismo y más porque no sentía arrepentimiento de lo que había hecho, sentía pena, sentía coraje por haberse propasado con ella, por haber puesto en entre dicho su honra, pero no se arrepentía de haber sentido sus formas sobre la ropa y eso lo hacía molestarse más con él mismo al creer que estaba mal que lo sintiera de esa forma..
-¡Debes controlarte Anthony! ¡Estuviste a tiempo de marcarla! – Se regañó una vez más, sin embargo su cuerpo comenzó a excitarse una vez más, no podía frenar las imágenes de la rubia debajo de él, sus ojos, sus labios, la suavidad de su cuello y sus piernas, tan firmes y tan cálidas a su contacto.
Terminó con un baño frío a media noche, sus azules cerrados mientras permanecía en la bañera cubierto hasta el cuello, buscando la manera de enfriar más rápido sus pensamientos.
La mañana llegó y era inevitable encontrarse con ella, debían volver a Chicago lo antes posible. Una mirada tímida obtuvo de su prometida, quien le sonrió ruborizada por los recuerdos de la noche anterior.
-Buenos días princesa. – La saludó con la misma timidez de un inicio. - ¿Cómo dormiste? – Preguntó por cortesía, sabía que tal vez por culpa de él no había podido conciliar el sueño.
-Bien. – Respondió la rubia con timidez. - ¿Y tú? – Preguntó con inocencia, sin imaginarse que el pobre rubio había pasado una noche terrible, marcado por la culpa y el deseo que no lo abandonaba ni por un momento.
-Bien. – Mintió con una sonrisa tierna, no quería que ella se diera cuenta de los pensamientos que lo asaltaron en medio de la noche.
Regresaron a Chicago y el máximo contacto que tuvieron fue tomarse de la mano, Candy se extrañaba de su comportamiento y Anthony creía que ella así lo prefería, no quería asustarla, no quería que creyera que lo único que buscaba de ella era poseerla, la amaba demasiado para solo buscar su propia satisfacción.
-¿Nos vemos mañana? – Preguntó Candy cuando llegaron al departamento de la rubia.
-Nos vemos mañana princesa. – Le dijo con una tierna sonrisa, acercándose a ella para después darle un casto beso en los labios, uno tan tierno y recatado que la hizo recordar el primer beso que habían compartido. Los ojos de Candy estaban totalmente dilatados y encendidos, lo amaba tanto que deseaba un beso más osado que el recibido, se acercó a él sorpresivamente y tomándolo por el cuello se atrevió a besarlo apasionadamente. Anthony reaccionó a aquel beso con la misma espontaneidad que había surgido en la joven, sintiendo en su corazón un gran alivio al comprender que su princesa no se sentía ofendida por lo sucedido en su habitación.
Continuará…
Por hoy llegamos hasta aquí, espero que les haya gustado. Muchas gracias a cada una de ustedes por estar al pendiente de cada actualización y por dedicarme unos minutos de su tiempo. Les mando un fuerte abrazo a cada una de ustedes.
TeamColombia:
Hola hermosas, espero que estén muy bien. Me alegra que les haya gustado el capítulo anterior, lo hice con mucho cariño para ustedes. Creo que Annie es insegura del amor de Archie ya que este le ha demostrado que aún no le cae el veinte en el departamento de maduración, así que está insegura de creer en sus palabras y creo que es con justa razón, ya veremos qué pasa después. Hermosas les mando un fuerte abrazo, espero este capítulo también les haya gustado.
Rose1404:
Hola hermosa! como siempre un placer leer tú comentario y saber que estás muy bien al igual que tú pequeño. ¿Quién no se ha despertado en medio de la noche con ganas de acción? jijijijii creo que Candy no puede ser la excepción jajaja. Muchas gracias por leer hermosa, te mando un fuerte abrazo.
lemh2001:
Hola amiga! Me alegra saber que tu mami está mejorcita, y si hay que tener que seguir indicaciones médicas hay que hacerlo todo sea por su bien, bendiciones también para ella y que mejore su salud primero Dios. Creo que existen ya pocas mujeres que toleren lo que Annie ha soportado, pero todavía las hay así que esperemos que el gatito no vuelva a sus antiguos hábitos. Muchas gracias por comentar hermosa, te mando un fuerte abrazo.
Mayely León:
Hola hermosa, ¿Cómo estás? Espero que muy bien, creo que no solo Candy despierta a esas horas de la noche, no sé porqué se me hace que tú haces lo mismo jajajaja, digo ¿Quién no lo ha hecho alguna vez? jajaja. Muchas gracias por comentar amiga, te mando un fuerte abrazo.
Muchas gracias a todas y cada una de las personas que comentan y a las que no se animan también muchas gracias por leer y estar al pendiente de cada actualización.
Espero que este mes que comienza esté lleno de dicha y felicidad para cada una de ustedes y sus seres queridos. Dios las bendiga!
GeoMtzR
01/11/2023.
