Do a chore that your partner would typically complete.


«Y tan profunda es mi fé y tanto eres para mí, que en todo lo que yo creo sólo vivo para ti»

—Paul Verlaine.

Soi Fong estaba enferma.

Había despertado en mitad de la noche con un espantoso mareo, tal que no pudo levantarse de la cama y tuvo que tomar un par de respiraciones profundas antes de poder darse la vuelta, apenas logró llegar a tiempo a su baño, tambaleándose antes de precipitarse sobre la taza y empezar a vomitar. Jon, con su mega delicado oído sumado a su sueño ligero y al ya no sentirla a su lado en el futón no tardó en correr a socorrerla. La chica terminó de vomitar pero estaba terriblemente débil, Jon la cubrió con su chaqueta y la llevó volando, aún en pijama al cuarto escuadrón cuidando de que Soi Fong tuviese el rostro enterrado en su pecho para que el movimiento no la hiciese sentir peor, la dejó con un Shinigami sanador y se rehusó a marcharse al pasillo mientras la chequeaban.

En un principio Jon estaba angustiado al considerar un posible envenenamiento, pero Soi Fong con un hilo de voz lo tranquilizó diciendo que ella era resistente a la mayoría de los venenos. Momentos después el sanador descartó por completo la posibilidad de envenenamiento letal y dijo que probablemente era una simple indigestión producto de una carne mal cocinada y helado, y salsa de caramelo y wasabi. Jon no le había entendido puesto que la capitana nunca comía carne y mucho menos con todo eso junto, pero Soi Fong para sus adentros sentía deseos de matar a la teniente del décimo escuadrón.

Hace sólo dos días, antes de que Jon llegara la capitana había tenido un picnic con la asociación de mujeres Shinigami, donde Matsumoto les había dado comida preparada por ella. Lo peor era que no era la primera vez que las rarísimas mezclas que la teniente rubia aplicaba al cocinar terminaba tumbando a alguna de las miembros, incluso a todas a la vez en una ocasión.

Jon se había reído cuando Shaolin le contó esa experiencia por teléfono y seguido de eso le había dicho en broma que Rangiku podría haber aplicado su horrible cocina como arma contra los Arrancar o los Quincy, pero ahora no podría estar tranquilo cada vez que su novia le dijese que iba a estar con sus compañeras Shinigami, sin problemas podrían matarla por envenenamiento involuntario, uno que el cuerpo de Soi Fong no podía soportar.

En fin; Jon le agradeció al Shinigami luego de que este los dejase irse tras recetarle los cuidados necesarios, ya más tranquilo volvió a cargar a su debilitada novia y la llevó cubierta con la chaqueta. Ya de vuelta en los aposentos ella se sentía algo mejor, Jon le llevó agua temiendo que estuviese deshidratada y sin más se volvieron a acostar, aunque el muchacho seguía intranquilo. La joven se acostó dándole la espalda para evitar que terminase vomitándole encima a Jon si el episodio del mareo se llegaba a repetir y como si quisiese darle algún consuelo, el joven le rodeó la cintura por detrás lo más suavemente que pudo y enterró la nariz en su pelo negro. El aroma de su pelo siempre conseguía relajarlo, y la cercanía de Jon ayudó a que la capitana no se sintiese tan mal por haber caído enferma justo el día en el que estaba de visita.

—Prefiero que te hayas enfermado ahora que puedo ayudarte, a que te haya sucedido mientras estoy lejos y aunque muera por hacerlo mis deberes me tengan atado de manos—le dijo el joven héroe con tono sincero.

No pasó nada más el resto de la noche y pudieron dormir relativamente tranquilos, pero en la mañana Soi Fong volvió a sentirse tan débil y mareada como antes, sólo que ésta vez no vomitó. Se quedó tendida con la permanente sensación de tener algo atascado en la garganta y no poder regurgitarlo y con la cabeza dándole vueltas cada vez que intentaba pararse, encima de eso cuando Jon la tocó se dio cuenta de que tenía fiebre, aunque de antemano eso se podía deducir debido al intenso sonrojo en el rostro de la capitana. Todo esto claramente incapacitaba a Shaolin para hacer su trabajo al menos por ese día y en realidad la joven se sentía tan mal que ni ganas tuvo de protestar.

Era definitivo, Matsumoto enfrentaría las consecuencias.

—Puedes enojarte en otro momento, Shao. Ahora no te hará bien —le dijo con cariño el muchacho mientras le apartaba el flequillo sudado de los ojos. Ella quiso responder con algún comentario mordaz o una amenaza quizás, pero lo único que pudo dejar salir fue una débil queja.

—Tengo frío... Pero la cara me arde.

Las cejas de Jon se fruncieron con preocupación.

—Iré a hacerte algo para que comas ¿Quieres? —Jon se puso de pie y Soi Fong hizo un movimiento, como si quisiese retenerlo.

—No... Tengo hambre —musitó ella. De hecho estaba bastante segura de que si se llevase algo a la boca terminaría devolviéndolo en cualquier momento.

—Pero estoy seguro de que te sentirás mejor cuando tengas algo en el estómago ¿Sí?

El hijo de Superman se volvió a inclinar, mojó un paño en un tazón agua que tenía a su lado y abrió con cuidado el flequillo de la frente de la capitana para colocárselo allí, Soi Fong se estremeció ligeramente por el frío inesperado, se aseguró de mantenerla cubierta con la manta hasta los hombros y se volvió a levantar tras darle una pequeña caricia con el pulgar en la mejilla enrojecida. No le dijo que volvería porque a Shaolin esa promesa siempre solía ponerla nerviosa, aunque nunca le explicó el porqué.

Jon se metió en la cocina y se puso manos a la obra, se decidió por lo más simple y lo que su madre siempre le cocinaba cuando estaba enfermo, sopa de pollo: Se arremangó las mangas, calentó el agua para después hacer el caldo y dejó este haciéndose mientras sacaba las verduras, la tabla de cortar y el cuchillo. Una persona entró a las cocinas cuando él estaba cortando zanahorias. Era Marechiyo Omaeda, fácilmente reconocible por su enorme cuerpo y ostentosos adornos.

—Buenos días, Omaeda-san.

—¿Cuánto tiempo llevas aquí, Kent? ¿Dónde está Soi Fong-taicho? —preguntó en respuesta el teniente, Jon se reprimió de hacer una mueca ante la falta de modales del otro hombre y prosiguió a cortar el apio.

Cosa complicada porque odiaba el olor.

—Está indispuesta hoy, Omaeda-san —contestó tranquilamente el héroe, se detuvo para poner los cuadritos de zanahoria en el caldo.

—¿Le hiciste algo, Kent?

—¡Por supuesto que no!

—¡Si le has hecho algo a mi capitana te las verás conmigo!

De un momento a otro Omaeda lanzó su puño directo a la cara de Jon, quien apartó finalmente day vista de la tabla de cortar y bloqueó el puñetazo con su antebrazo. Alcanzó a escuchar como la muñeca del teniente sonaba al torcerse y pudo notar las pequeñas lágrimas de dolor que se le salían a Omaeda. Le causó un poco de pena a Jon, pasaba a menudo debido a sus músculos tan densos.

—Tranquilícese, Omaeda-san —le dijo con la misma calma con la que lo había saludado—. Sé que está preocupado pero Soi Fong sólo está enferma. Seguro para mañana se sentirá mejor —le sonrió— ¡De hecho le estoy haciendo algo para que se sienta mejor!

—¿Qué? —Omaeda apenas podía hablar por estar reteniendo el llanto de dolor por su brazo torcido, tendría que asistir ahora al cuarto escuadrón.

—Tiene una indigestión —explicó Jon—. Algo ligero para comer le sentará bien.

Dicho esto Jon apartó el brazo del teniente y volvió a centrarse en su cocina. Pudo notar que el teniente se quedaba ahí un momento, luego buscaba algo en una alacena, probablemente un empaque de galletas, y se iba. Suponía que era natural que estuviese preocupado por su capitana que no faltaba por cualquier cosa al trabajo. Aunque el ataque había sido innecesario.

Mejor que ella no se entere por ahora, pensó el muchacho.

Cuando la sopa estuvo lista Jon la sirvió con cuidado en un cuenco y sopló un poco para enfriarla —no quería convertirla en hielo—. Cuando se la llevó a Soi Fong ella parecía estar yendo y viniendo de la inconsciencia en su cama y ya el paño en su frente se había secado, Jon primero la acomodó de tal forma que ella pudiese sentarse a comer sin que se sintiese tan mareada, luego volvió a mojar el paño para colocárselo y le tendió la primera cucharada. Soi Fong mostró resistencia.

—Será tu culpa si te la devuelvo encima —dijo ella con un hilo de voz.

—Cambiaré las sábanas si eso ocurre —contestó Jon—. Tú sólo come.

Sin ganas de discutir la muchacha abrió la boca para aceptar la cucharada y tragó con dificultad, las arcadas sí las tuvo, pero Jon esperó pacientemente a que procesara cada bocado para volver a darle. Cuando la chica "acabó" había dejado casi la mitad del plato, pero Jon comprendió su malestar y no la obligó a comer más. La acomodó para que intentara dormir un rato.

Jon la miró por un momento, su frente húmeda por el sudor y el paño húmedo, su flequillo separado y el rostro enrojecido por la fiebre, aunque ya no la sentía tan acalorada como antes. Se puso de pie y salió de los aposentos cerrando la puerta con todo cuidado.

Cuando salió vio el escritorio de Soi Fong, había una pila de papeles ahí puesta en el lado donde sabía que Soi Fong colocaba sus reportes pendientes y el lado de los ya terminados estaba vacío. El muchacho se acercó y tomó la primera hoja para darle una ojeada.

—Menuda sorpresa encontrarte aquí, Jonatan.

Una voz masculina habló desde la ventana abierta y Jon se dio la vuelta para encontrarse a un gato negro sentado en el alféizar.

—Hola, Yoruichi-san —contestó el joven.

La aludida brincó de la ventana hasta el suelo y con su andar felino se acercó a donde estaba parado Jon.

—¿Dónde está Soi Fong? —preguntó Yoruichi.

—Durmiendo. Está enferma.

—Soi Fong nunca se enferma.

—Tiene una indigestión desde anoche.

Un momento de silencio, hasta que la mujer felina volvió a hablar.

—Comió comida de Matsumoto ¿No es así?

El héroe asintió y Yoruichi suspiró.

—¿Querías hacer su papeleo? Que adorable —si un gato tuviese la capacidad de sonreír Yoruichi seguro que lo hubiera hecho. Más aun cuando Jon se sobresaltó y enrojeció mientras dejaba el papel en su lugar.

—No lo había pensado. Sólo me dio curiosidad —se excusó el joven—. Ya sabe, de las cosas que hace.

—La mayoría del papeleo es muy simple. Sólo firmar cosas para confirmar que las leíste, o qué Soi Fong las leyó —dijo la maestra en tono provocador. Jon frunció el ceño. Sabía a dónde quería llegar la mujer.

—¿Shao no se enojará conmigo por meterme con su trabajo?

—Quizá —respondió Yoruichi—. Pero al menos podrás tenerla para ti solo el resto de su día especial ¿No te agrada eso?

Jon no respondió, pero Yoruichi sonrió por dentro al darse cuenta de que él lo estaba considerando.

—Iré a ver cómo está la pequeña abeja.

Dicho esto la mujer felina se acercó a la puerta de los aposentos de Soi Fong, pero vio que estaba cerrada. Jon se dio la vuelta justo cuando Yoruichi tomó su forma humana con un chasquido y desnuda abrió el pomo de la puerta para entrar a la habitación, miró a Jon con una sonrisa astuta y su cuerpo cubierto por la puerta.

—A ella también le conviene, le quitaría muchísimo estrés saber que la has ayudado con la tarea que más le fastidia —y luego Yoruichi cerró.

Jon apretó los labios y volvió a mirar la hoja, luego el escritorio. Tomó aire y luego buscó la pluma de Soi Fong, se sentó sobre la mesa del escritorio y leyó con todo el cuidado posible para intentar comprender lo que decían. El reporte de un miembro nuevo. Falsificó la firma de Soi Fong en el reporte y lo dejó en el lado de papeleo completo, luego tomó otra hoja.

Mientras leía y firmaba los reportes simples, qué eran la mayoría, Jon no se dio cuenta de que habían pasado ya dos horas. Con razón decían que Soi Fong era una adicta al trabajo, se iba el tiempo haciendo estas cosas. Jon pudo decir con orgullo que más de la mitad del papeleo de Soi Fong estaba completo y sólo quedaban los que, según pensaba, requerían sí o sí el criterio de la capitana.

Se levantó del escritorio para ver cómo estaba la chica, abrió con cuidado la puerta y la vio todavía dormida mientras Yoruichi, ya vestida, caminaba en silencio por los aposentos de esta como si buscase algo. Yoruichi pareció sentir su mirada, porque se giró hacia él, le dio esa misma sonrisa traviesa y se llevó un dedo a los labios pidiendo silencio, luego señaló a la capitana dormida e hizo un gesto para que Jon saliera, como diciéndole que ella se encargaría de Soi Fong por él.

Sin muchas cosas más que hacer Jon hizo caso y se quedó mirando por las ventanas de Soi Fong un rato, las que le daba vista a casi todo el patio donde entrenaban los soldados, todo estaba normal. Hasta que Jon fijó la vista en un punto y se dio cuenta de que un grupo de hombres peleaban con mucha más violencia que los demás, agudizó su oído y pudo escuchar quejidos e insultos. Era una riña.

El joven saltó por la ventana que estaba abierta y voló rápidamente al lugar donde sucedía la pelea. En efecto, muchos de los soldados enmascarados estaban rodeando un grupo de ellos que peleaban con movimientos que nada tenían que ver con la rutina de entrenamiento —Jon había pasado sobre ellos las suficientes veces como para memorizar dichos movimientos— y efectivamente, se decían cosas desagradables el uno al otro. Al parecer habían exagerado con la competitividad.

—¿Qué está pasando aquí?

Tanto los soldados que sólo eran espectadores como los que estaban peleando se detuvieron para mirar al joven héroe, que justo antes había colocado los pies en el suelo. A pesar de su gran altura y evidente musculatura no lucía muy intimidante con sus ropas casuales y sus ojos de ciervo azul violáceo. Por eso al muchacho no le sorprendió demasiado cuando a través de sus máscaras los hombres de Soi Fong lo mirasen con ojos burlones.

—¿Se te perdieron tus padres, niño? Este no es un lugar para alguien como tú.

—¿Alguien como yo? —repitió Jon.

—¡No te involucres, mocoso!

Jon frunció el ceño. ¿Mocoso? ¡Tenía veintiún años!

—No soy un niño —respondió Jon—. Y a su capitana no le agradará verlos causando disturbios en los entrenamientos.

Todos dejaron salir alaridos sarcásticos.

—¿Vas a correr a decirle a la capitana? ¿Harás algo al respecto?

—Tendré que detenerlos yo mismo porque la capitana está indispuesta —replicó Jon.

—¡Inténtalo niño! ¡No tienes ni idea de la clase de entrenamiento que tenemos!

—Les dije que no soy un niño —gruñó.

Uno de los sujetos se lanzó para aventarle un puñetazo a Jon y luego otro, pero este los esquivó sin trabajo y luego apartó al tipo común derechazo. Justo detrás de este venía otro tipo al que Jon pateó en las piernas haciéndolo tropezar. Por atrás Jon sintió como uno de ellos se le arrojaba encima tratando de hacerle una llave en el cuello mientras otro se dirigía a golpearlo. Jon que era más fuerte que ellos se apartó haciendo que el tipo golpease a su propio compañero y agarró luego ambos brazos de este, enredados en su cuello, para inclinarse bruscamente y con su espalda lanzar al sujeto hacia su compañero al frente.

Uno tras otro se arrojaba a golpear a Jon y uno que otro intentaba atacarlo por detrás. Pero Jon los arrojaba contra sí mismos o de una patada o golpe los dejaba inconscientes. Lo cierto era que el muchacho reprimía severamente su fuerza aunque desde afuera pareciese que no les estaba teniendo ninguna piedad a los soldados dislocándoles extremidades y arrojándolos a sus compañeros, ya que Soi Fong le había enseñado tácticas para poder defenderse sin necesidad de incapacitar a sus oponentes de forma tan severa.

Cuando el último de los problemáticos peleadores cayó inconsciente y gritando de dolor por su muñeca lesionada, el hijo de Superman con su respiración agitada levantó la vista para ver al resto. Estos se replegaron lentamente aunque trataban de mantenerse firmes. Jon suspiró pesadamente y relajó el cuerpo.

—Como ya dije, a su capitana no le agradará saber que estalló la violencia en el entrenamiento y menos que por mero impulso atacaron a un tercero —les dijo con tono serio—. Y aunque yo no le diga sé que ustedes saben que lo sabrá. Es una mujer muy observadora y sabe reconocer que hubo disturbios. Nos vemos.

Todos los soldados de negro gritaron sorprendidos cuando de repente Jon empezó a flotar en el aire y a alejarse en dirección a la oficina de Soi Fong, pero se detuvo un momento para decirles.

—¡Por cierto, deben mejorar su sincronización y reflejos! Un ataque sorpresa no funciona si más bien parece un batallón.

Dicho esto Jon abandonó el patio de entrenamiento. Fue una suerte para él que la ventana siguiese abierta, sólo que Yoruichi estaba asomada en ella y a juzgar por su sonrisa, lo había visto lidiando con los problemáticos subordinados de Soi Fong.

—Menudos movimientos —dijo la morena— ¿Soi Fong te ha estado enseñando?

Jon se rascó la nuca con timidez. —Sí. Desde que nos conocimos la convencí de enseñarme a luchar como ella —confesó.

—Lo he notado —Yoruichi dejó salir una carcajada— ¿Por eso empezó a gustarte? ¿Porque te pateaba el trasero?

La mujer morena se volvió a reír con fuerza al ver como el rostro de Jon se colocaba tan rojo como su chaqueta y comenzaba a balbucear lo que parecía una negación o una justificación.

—¡Mejor ve con Soi Fong en lugar de tartamudear, Jonatan! Despertó y casi le da una crisis nerviosa al no verte cerca.

Yoruichi no tenía necesidad de decirle al chico que le había dicho a Soi Fong que Jon había hecho el papeleo por ella para quitarle la carga un poco, menos que había visto desde la ventana de los aposentos de Soi Fong su pelea con los soldados y se la había narrado toda a Soi Fong. A juzgar por la cara que esta puso Yoruichi podía notar que la joven no estaba imaginando cosas muy "comunes y corrientes" al escuchar todo eso. A ver cómo podría enfrentar al héroe ahora.