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"Chocolate caliente"
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Draco estaba enfadado. Pansy había estado insoportable desde el baile de Navidad y más empalagosa que nunca, preguntándole a cada momento si la encontraba bonita y siguiéndole a todas partes, ¡hasta a la biblioteca! De dónde, por cierto, acababan de ser echados por Madame Pince luego de que la pillara enrollada cual serpiente en su brazo mientras él fingía leer.
―Qué exagerada, ¿No crees? Mejor vámonos a la sala común, mi madre me ha enviado unos pendientes que adoraría enseñarte y…
―¡Ya déjame en paz!―explotó Draco―. Llevo tolerándote dos días, Pansy, ¡Ya no puedo más!, ¡No, no me pareces bonita!, ¡Odio que me sigas como la peste y ya no voy a tolerarlo!, ¿Quieres escribirle a mi madre y decirle lo que según tú pasó con Granger en el baile? ¡Hazlo!, ¡Escríbele a mi padre también si quieres y envíale saludos de mi parte; pero YA-DÉJAME-EN PAZ!
Pansy boqueó como carpa fuera del agua y no fue capaz de detenerle.
A lo lejos Draco escuchó: "¡Me las pagarás, Malfoy!"; pero siguió y no se detuvo hasta estar cerca del lago negro.
Por fin en silencio, por fin solo, ¡Por fin sin Pansy!
―Oh, lo que me faltaba. ¿Qué estás haciendo aquí, Malfoy?
Volteó enseguida y todo fue tan rápido que no pudo disimular su sorpresa al ver a Granger, sentada al pie de un árbol con un gran abrigo encima, su bufanda de Gryffindor al cuello, un extraño artefacto con cuadritos coloridos y, cómo no, un libro en la mano.
Su cabello tan enmarañado como siempre. ¿No se suponía que debía volver a ser la ardilla dentona de siempre a sus ojos?, ¡¿Por qué rayos la seguía encontrando linda?!
«Diablos».
―¿No deberías estar en tu hábitat natural, Granger?―respondió―. O con tu nuevo novio Vicky.
―¡No le digas así!―dijo Hermione, molesta―. Si no se lo tolero a Ronald, mucho menos a ti. Su nombre es VIK-TOR.
―Qué intensidad―siseó Draco, caminando hacia ella como quien no quiere la cosa―. ¿Y bien? Si tanto le defiendes, ¿Por qué no estás con él? ―le preguntó, malicioso―. ¿No será que ya se aburrió de ti?
―Está estudiando. Él a diferencia de ti, es el campeón de Dumstrang y está ocupado resolviendo lo que hará en la segunda prueba―dijo Hermione, frunciendo el ceño.
Draco sonrió más y, sin previo aviso se sentó cerca.
―Claro y como a ti estudiar se te da fatal, lógicamente dejaste a tu novio hacerlo por su cuenta―ironizó. Hermione bufó, indignada.
―No es que sea de tu incumbencia; pero Viktor no es mi novio.
―Ah, cierto, lo olvidaba. Potty y Weasel siguen debatiendo quién tendrá la mala suerte, ¿no?
―¿Qué es lo que quieres, Malfoy? Si es molestar para sentirte bien contigo mismo, vas por mal camino. No tengo ganas de aguantar tus tonterías. Por si no lo notaste no había nadie aquí aparte de mí, adivina por qué. Quiero estar sola.
―Wohoo, alguien se levantó con el pie izquierdo hoy, ¿Eh?
―Podría decir lo mismo de ti; pero ya que ese es tu estado natural…
―Ja-Ja, muy graciosa.
Hermione curvó la boca y cerró su libro, cuidando de colocar un marcapáginas antes. Luego tomó el artefacto extraño, sacó lo que evidentemente era una taza y desenroscó una tapa, acercando la nariz al humillo y la boquilla después a sus labios. Saboreando algo que la hizo sonreír.
―¿Qué es eso?―preguntó Draco. Ella le miró de lado.
―Veneno, ¿Quieres?
Inesperadamente Draco se acercó un poco más; pero para sorpresa mayor de Hermione no solo pareció ignorar sus palabras; sino que fijó toda su atención en lo que tenía en las manos.
―¿Por qué tu taza tiene otra taza?―preguntó Draco. Hermione alzó las cejas.
―No es una taza. Es un termo. ¿Nunca habías visto un termo?
Draco le miró de mala gana. No le gustaba ese tonito de sabelotodo. ¡Lo odiaba! Hermione lo tomó como el gesto de un niño curioso al que le dejaban la duda sin respuesta y se compadeció de él.
―Es para mantener las bebidas calientes―le explicó, inclinando su termo un poco para que viera el contenido―. ¿Ves? Chocolate. Los termos son muy útiles en temporadas frías. Este me lo envió mamá por Navidad, eso y todo lo necesario para preparar chocolate caliente. Lo hice en mi caldero y…
―Tenía que ser muggle para ser tan aburridamente complicado―dijo Draco, retrocediendo un poco, disimulando que el artefacto muggle le había parecido interesante―. ¿No defiendes ser una bruja, Granger?, si tanto quieres una bebida caliente pues pídesela a los elfos o encanta una copa para que nunca se enfríe.
―No todo debe de solucionarse con magia, Malfoy―dijo ella, dando un sorbo. Draco nuevamente vio algo interesante―. ¿Qué?
―Parece que te ha crecido un bigote―señaló él. Hermione se limpió el labio rápido antes de darle más tiempo para una nueva burla―. ¿Por qué tu chocolate es tan oscuro?, ¿Qué? ¿La leche fue demasiado costosa para tus muggles padres?
Hermione achinó la mirada; pero luego decidió jugarle una pequeña broma.
―Mi mamá dice que un buen chocolate caliente es como un buen beso―dijo con soltura.
Era mentira; pero Draco cayó en la trampa, así que era todo lo que importaba.
—A mí me gusta caliente, aromático, que pueda saborearlo―añadió, esforzándose por no reírse de la cara embobada de Malfoy ni del sonrojo en sus mejillas o de que al mínimo avance de ella, él pareciera retroceder―…. sentirlo llenar mi boca, jugar con mi lengua y después deslizarse por mi garganta mientras me calienta el…
No pudo seguir. Malfoy había resbalado de donde estaba.
―¡Granger!
Ella fingió inocencia
―… cuerpo―finalizó su charla en doble sentido―. Con mucha leche no es lo mismo para mí. Prefiero el chocolate caliente espeso. Créeme, una vez que lo pruebas, se hace adictivo.
Draco no salía de su asombro y estaba seguro de que su cara debía de ser un farol en ese momento. Tuvo ganas de maldecir, de sacar su varita y ponerle dientes de castor de nuevo a la sabelotodo ¡o de ahogarla con su condenado chocolate!
Se enderezó, sacudiéndose la tierra de su espalda y frunciendo fuertemente el ceño. ¡Ya vería esa peloarbusto!
Estaba en eso, o mejor dicho, estaba en trayecto de recuperar su dignidad cuando de repente tuvo frente a él una taza llena hasta la mitad de chocolate caliente y humeante.
―¿Quieres un poco?―preguntó Hermione. Los ojos grises de Draco volaron hacia los suyos y, a ser posible, sintió más caliente la cara cuando ella le sonrió―. Dale un sorbo al menos, sabrás de qué hablaba.
Draco parpadeó perplejo. Tendría que tomar la taza y bañar su horrible cabello con su horrible chocolate, ¡Eso tendría que hacer! Y, de hecho, la idea lució tentadora por un segundo; pero al siguiente, el aroma de la bebida caliente inundó sus sentidos y acabó aceptándola.
Le miró con natural desconfianza. Luego a Hermione de nuevo, quien volvía a apoyarse en el tronco del árbol y a darle un sorbo más a su bebida en su termo.
―Tranquilo, no es veneno para sangres puras―dijo ella, enroscando la tapa una vez más para después tomar su libro y abrirlo en la página que había marcado. Sonriendo de lado al ver que Draco le daba un minúsculo sorbo a la bebida―. Distinto y delicioso, ¿no?
―Es horrible―dijo él, arrugando la nariz. Hermione enarcó una ceja.
―Oh. Bueno, en ese caso dámelo…―añadió, estirando la mano; pero Draco alejó la taza de su alcance.
―Es mío―defendió. Ella ahogó una risita y regresó a su posición anterior.
―Como digas―contestó―. Se libre de quedarte si quieres. Solo no me interrumpas, estoy estudiando.
―Qué novedad―murmuró él, volviendo a dar un sorbo, esta vez más largo.
Y ciertamente, no volvió a interrumpirle por un rato.
Para Hermione no fue sorpresa que, cuando decidió hacerlo, fue para pedirle /exigirle más.
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Nombre: "Un segundo de felicidad", de Paola Alarsil.
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