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Bosque

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«Nargles, Nargles…», repasaba Theo en silencio mientras revisaba rápidamente el índice del decimoquinto libro que ojeaba sobre Criaturas Mágicas.

Los dichosos "Nargles" no aparecían ni siquiera por accidente. Nada, ni una nota o un pie de página, ni siquiera en tomos que hablaban sobre criaturas extintas ni en el de autoría de Newt Scamander.

¿Y por qué estaba él intentando averiguar sobre criaturas inexistentes? Dos noches atrás había escuchado a Luna hablar tanto de ellos en la enfermería que despertó su curiosidad. No era que la chica hubiera insistido en que los dichosos bichos solían robarle sus cosas y que él, secretamente, se hubiera propuesto aprender sobre ellos para detenerlos, claro que no. ¡Era un Slytherin, por el amor de Merlín! Lo suyo obedecía únicamente a fines académicos.

O al menos se lo había repetido hasta el cansancio, para no sentirse como un Gryffinpuff.

Pero tal parecía que había sido tiempo en vano.

Cerró el libro. ¿Qué se suponía que estaba haciendo? ¿Qué propósito perseguía con pasar horas leyendo libros estúpidos sobre criaturas estúpidas que, al parecer, estaban únicamente en la cabeza de una…?

¡Arg!, ni siquiera podía llamarla "lunática" sin sentirse como un patán. Algo definitivamente estaba mal con él. Quizá los "nargles" famosos sí existían, quizá eran los que le provocaban ese malestar. ¡Quizás debería estar leyendo libros de medimagia en lugar de contenido de criaturas mágicas!

―Deja de estrangular al pobre libro. Recuerda que es uno de los novios de Madame Pince. Si te pilla, te vetará de la biblioteca de por vida, amigo.

Theo solo fue consciente de la presencia de Blaise cuando lo vio frente a él en la misma mesa.

―¿Se te perdió algo?―le preguntó, mirando con curiosidad el libro que su amigo comenzaba a ojear: Uno de transformaciones, sugeridos como "complementarios" para los de tercer año.

―¿Qué?

―Corrígeme si me equivoco; pero, ¿No estás en cuarto año, Blaise?

―Ahm, ¿Sí?

―Y estás revisando un libro de tercero, porque…―Theo esperó exactos tres segundos por una respuesta que nunca llegó―. Okay, replanteo: Estás en la biblioteca por primera vez en el año, porque…

Blaise le miró con fingida inocencia.

―¿Porque quiero ser un buen estudiante y ganar puntos para Slytherin?―propuso, a lo que Theo enarcó una ceja―. Porque… uhm, ¿Siempre es bueno repasar para no olvidar? ― planteó y la ceja de Theo se enarcó más, por lo que acabó rodando la mirada―. Bien… es parte de mi nueva estrategia con una chica, ¿Contento?

―Ahora sí puedo creerte―dijo Theo, colocando el decimoquinto libro junto con los demás―. ¿Quién es la víctima esta vez?, creía que estabas a la pesca de la gemela Patil de Ravenclaw.

Estaba dijo la rana―sonrió Blaise, dejando el libro de lado y echando un rápido vistazo por sobre su hombro―. Es una chica linda; pero la vi demasiado acaramelada con un alumno de Beauxbatons en el baile. Dos hombres en una noche, bueno, si contamos como hombre a Weasel. Demasiado trabajo y poca ganancia.

―Como tú eres un ermitaño…

―Ese no es el punto. Solo me llamó la atención alguien más.

―Oh, por favor, no me digas que vas tras Granger.

―¡Hey!, tengo mis principios bien claros, muchas gracias―protestó Blaise―. Admitiré que Granger estaba despampanante; pero eso, mi querido amigo, no le quita su… status. No. Yo me refiero a alguien menos escandaloso; pero de todos modos no totalmente aceptable.

―En este caso, creo que la ignorancia será una bendición―repuso Theo, poniéndose de pie y tomando algunos de sus libros entre brazos―. Si me disculpas, ya perdí mucho tiempo y tengo cosas qué hacer en la sala común.

―¿Desde cuándo te interesan las criaturas mágicas?―preguntó Blaise, prestando atención a un par de los títulos sobre la mesa. Theodore agradeció estar de espaldas, camino hacia la estantería. No estaba seguro de poder disimular el sonrojo que había invadido su cara.

Afortunadamente logró dominarlo cuando regresó por el segundo lote.

—¿Y bien? ¿Piensas quitarle el puesto al guardabosques o qué?

Por supuesto, cuando a Blaise se le despertaba la curiosidad era casi imposible que quitara el dedo del renglón. Theo puso su mejor cara de indiferencia.

―Hasta tú podrías quitarle el puesto al guardabosques, y no creo que sepas diferenciar entre un Knarl y un puercoespín corriente.

―Uy, perdón, sucesor de Scamander―rio Blaise, siguiendo a su amigo que intentaba esquivarlo de nuevo―. Y para tu información sí sé la diferencia. Que no ande levantando la mano en clase cada cinco minutos no me hace Goyle, ¿Sabes? Pero no nos alejemos del punto. Tú no te acercarías a un Knarl ni aunque tu vida dependiera de ello y dudo mucho que hayas leído tantos libros solo para saber de esos bichos, así que, ¿Qué estás planeando? He de añadir que has estado muy raro estos últimos días, Theo y no te hagas el que no entiendes, ayer te pillé contando tus zapatos antes de dormir.

Theo apretó inconscientemente las manos en el último par de libros que le quedaba por poner en su sitio. Blaise lo había acorralado.

Nota mental: Subestimar a Blaise era un error. Podía jugar a hacerse el tonto la mayor parte del día o encontrar salidas cómicas e incómodas por el solo hecho de fastidiar; pero de tonto no tenía nada. Tenía buenas notas y terminaba rápido sus tareas, además era hábil con la varita, aunque, de primera impresión uno pensara que era un poco desobligado.

"Memoria prodigiosa y talento natural", solía jactarse él. Sí. En ocasiones, Blaise podía ser tan presumido como Draco.

―¿Alguna razón en particular para que me estuvieras observando con tanto detenimiento?―replanteó, ganando tiempo, hasta que decidió darle a su amigo una cucharada de su propio chocolate―. Cuidado, Blaise. Empezaré a creer que tu alguien no menos escandaloso; pero no totalmente aceptable soy yo―guardó el último libro, volteando hacia Blaise con una sonrisa torcida en el rostro―. Lamento romper tus ilusiones; pero… no eres mi tipo.

Blaise boqueó, sorprendido.

―¡¿Pero qué bicho te ha soltado la lengua?!―exclamó sin querer.

―¡Guarde silencio, señor Zabini!―reclamó Pince luego de un "¡Shhh!" colectivo.

Theo aprovechó la distracción para escabullirse.

―Theo, ¡Theo, vuelve aquí! ―murmuró Blaise lo más fuerte que pudo sin lograr detenerlo; pero sí ganándose una segunda mirada reprobatoria de la bibliotecaria.

Afortunadamente para él y su ánimo, el alguien por quien había ido hasta ese lugar no tardó en aparecer.

―Buenas tardes, Madame Pince. Estoy buscando el libro sugerido de Gwendolyn Mckellen para transformaciones de tercer año.

Blaise enfocó todos sus sentidos en la presa. Ya Theo le daría explicaciones cuando lo pillara en los dormitorios más tarde.

Por ahora, prioridades eran prioridades.

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«Mi túnica, solo quiero mi túnica de regreso», se repitió Theo rato después para no sentirse un idiota mientras bajaba rápidamente las escaleras cambiantes.

Había logrado ver a Luna desde una ventana, saltando feliz fuera del castillo ¡Y con su túnica de gala puesta! Decidir seguirla fue casi instantáneo y antes de detenerse a pensar si era una buena idea, ya estaba en los exteriores, escudriñando con la mirada en búsqueda de una desordenada y larga cabellera rubia.

―¡Eh, tú! ¿Has visto a Luna Lovegood? Es de tu casa― exigió saber de un Ravenclaw de primer año que iba caminando por ahí. El niño palideció del susto y no fue capaz de pronunciar palabra, únicamente levantó el dedo tembloroso y señaló a la derecha, hacia donde estaba la pradera aledaña al Bosque Prohibido―. Espabila niño, ahí no hay nadie.

El chico tragó pesado.

―Se… se fue por ahí, ¡Lo juro!―gimoteó el Ravenclaw―. Es difícil no verla, siempre está dando brincos por donde va.

Theo lo meditó un segundo.

―Tu nombre―ordenó.

―D-Dorian Page.

―Bien, Dorian Page, más te vale que no me estés mintiendo o ya verás que no amenazo en vano. Ahora vete.

El chiquillo no necesitó mayor excusa y salió corriendo rumbo al castillo.

Theo estaba enfadado. Más que con el muchachito ¡Con él mismo por no saber controlarse y pasar por alto la intriga que le causaba Luna Lovegood!

«Solo quiero mi túnica», se repitió, concentrándose en la senda hacia la pradera antes de comenzar a andar. Quizás si hubiera echado un segundo vistazo habría reconocido cierta cabeza rubia demasiado cerca de otra de cabello castaño y enmarañado.

Estando un poco más allá de lo que jamás había estado en el Bosque Prohibido, comenzó a arrepentirse. ¿Y qué si el chico de Ravenclaw se había equivocado o si le había dado un dato falso solo por salir bien librado? El bosque estaba "prohibido" por algo y si alguien lo pillaba saliendo de allí podía meterse en problemas y perder puntos para Slytherin. Snape lo mataría, Blaise y Draco también ¡Y todo porque no podía quitarse de la mente a Luna y sus "nargles"!

―Suficiente, me largo de aquí―masculló, deteniendo su caminata y girando sobre sus talones.

Dos pasos más tarde, una risita cantarina lejana lo detuvo. ¿Estaría imaginando cosas?

Avanzó un poco más, pero al volver a escuchar aquella risa giró de nuevo, inspeccionando la zona con los ojos.

Árboles, rocas, tierra, una niebla ligera… ¿Qué se supone que estaba esperando que…?

―Aquí. Ven aquí, no tengas miedo.

Bien, eso no lo había imaginado.

Caminó lo más rápido que pudo y trepó por una ladera rocosa, Lo que vio desde su improvisado mirador le dejó sin aliento.

Ahí estaba Luna, en medio del bosque, descalza sobre las piedras, vistiendo su túnica de gala que le quedaba demasiado grande y rodeada de… ¡Unas bestias esqueléticas con aspecto demoníaco!

―¡Lovegood, no te muevas!―exclamó sin pensar, empuñando su varita y saltando frente a aquellas horrendas criaturas para rescatarla―. ¡Atrás, bestias!

―¡Theodore, no!―exclamó la rubia, interponiéndose en su campo visual con los brazos extendidos mientras que aquellas criaturas retrocedían con las cabezas gachas, aunque golpeando sus patas contra las piedras. Tres de ellos rodeando a uno más pequeño que debía ser una de sus crías―. ¡Los asustas, baja la varita!

―¡¿Qué YO los asusto a ellos?!―dijo Theo, totalmente descolocado. Una de las criaturas pareció gruñirle―. ¿Qué…?, ¿Qué diablos son esas cosas, para empezar?

―Baja la varita. No se acercarán si creen que puedes lastimarlos―explicó Luna, mirándole con sus grandes ojos y sus manos moviéndose suavemente hacia abajo―. Confía en mí, son inofensivos.

―Lucen como todo, menos inofensivos para mí―se quejó Theo. Luna le miró con súplica―. Bien, pero que se queden donde están o si no…

―Créeme, no van a acercarse―prometió ella y, no sin cierta renuencia, Theo bajó la varita; pero no la guardó.

―Gracias―dijo Luna, volteando hacia las criaturas―. Está bien, tranquilos. Él es un amigo.

Theo enarcó una ceja. No sabía qué le causaba más extrañeza. Que ella les hablara a esas cosas como si fueran una manada de gatitos bebés, que ellos parecieran escucharla o que, sin darse cuenta, ella lo había llamado "amigo".

Si Luna supiera lo que esa palabra significaba para él, quizá no lo habría dicho con tanta facilidad.

―Ven, acércate. Ellos se quedarán donde están, lo prometo―le dijo Luna. Él lo dudó un poco; pero avanzó―. ¿Desde cuándo puedes verlos?

―¿Desde cuándo? ¿A qué te refieres?, Estoy menos de diez minutos aquí.

―Oh, ya veo… no sabías que podías verlos―conjeturó Luna y, por alguna razón, lo miró con comprensión infinita, para luego devolver su atención a las criaturas, que habían comenzado a mimar a la cría―. Son Thestrals―explicó con voz risueña―. Son algo así como caballos, solo que pueden volar. He sabido que a veces tiran de carruajes en el castillo―. Theo solo escuchaba―. Son de verdad muy gentiles, no te miento. Quizá un tanto...

―Horribles―acotó él.

Diferentes―corrigió Luna―. Creo que las personas los malentienden. Parecen peligrosos; pero solo atacarán si se sienten realmente amenazados o si una cría está en riesgo, ¿Y quién no atacaría en ese tipo de situación, verdad?―continuó, sonriéndole un poco antes de llegar a la parte difícil de la explicación―. Hasta hoy, creía que era la única que podía verlos.

―Ah, ¿Cómo a tus nargles?―se mofó él sin querer; pero ella no pareció afectada.

―O los Torposoplos―respondió―. Pero con los Thestrals es… un poco más complicado. Como dije, antes creía que solo yo podía verlos; pero cuando vi que Hagrid alimentaba a uno de ellos, no pude evitar preguntar, por él supe cómo se llamaban, aunque no quiso contarme más. Un año después me explicó por qué.

Entonces pausó y miró a Theo de nuevo.

―Mi madre era una bruja extraordinaria, ¿Sabes? Le encantaba experimentar y siempre que pudo me dejó estar cerca para aprender―continuó, cambiando de repente el tema, en opinión de Theo―. Un día, cuando yo tenía nueve años, un experimento salió mal. Todo fue muy rápido. Un momento mamá estaba por enseñarme un nuevo encantamiento y, al siguiente, la luz de su varita rebotó contra ella―pausó de nuevo―. La vi morir.

Una de las defensas más arraigadas de Theo cayó como un cristal hecho trizas en ese preciso instante. Su mente trabajó a mil por hora. Había querido pensar que Luna estaba divagando; pero ahora sabía que la había subestimado. Ese pequeño relato perseguía un fin. Uno que podía deducir si sumaba dos más dos; pero que ya no estaba seguro de querer oír.

Miró a las criaturas de nuevo. Tétricas, flacuchentas, desagradables, cadavéricas. Luego las palabras salieron por sí solas.

―Solo pueden verlos quienes presenciaron la muerte.

―Y quienes están conscientes de lo que significa―completó Luna y antes de que Theo pudiera preverlo, sintió su pequeña mano tomando la suya―. No tienes que hablar de ello si no quieres.

El corazón de Theo se le encogió en el pecho y, aunque todo de sí clamó por alejarse de Luna, reclamarle su atrevimiento por tocarlo, decirle loca y salir corriendo de ahí, no lo hizo. Se quedó de pie a su lado, con la vista fija en los tétricos caballos y con el calor de la mano de Luna entibiándole el alma.

Jamás hubiera pensado que tendría tanto en común con ella, mucho menos que lo descubriría en un lugar tan insólito como el Bosque Prohibido. Claro. Su historia era más oscura; pero como ella había dicho, no tenía que hablar de ello si no quería.

«Talvez algún día».

―Lamento lo de tu madre―respondió y apretó su mano un poco más antes de soltarla, con excusa de guardar adecuadamente su varita―. ¿Y ahora qué?

Luna sonrió y palpó suavemente el bolso que le colgaba a la altura de la cadera.

―Terminar de alimentarlos―respondió, metiendo la mano dentro y sacando un gran trozo de carne cruda―. Así, mírame.

Y dicho ello caminó tranquilamente sobre las rocas y la tierra hasta estar a poca distancia de los Thestrals, arrojando la carne al hocico del más grande con estupenda puntería.

―¿Te gustaría intentarlo? Una vez que los adultos coman, dejarán que me acerque a la cría.

Theo ladeó la mirada, incómodo.

―Quizá en otra ocasión―respondió. A Luna le brillaron los ojos un momento y luego volvió a su tarea―. Oye, Lovegood, ¿Y tus zapatos?

Nargles de nuevo―dijo ella con simpleza. Theo se tragó una ironía.

―Debes tener frío.

―Un poco―. Luna se encogió de hombros―. Por eso decidí ponerme tu túnica, como dijiste que estaba encantada para que se acoplara al clima. Espero que no te moleste, prometo que te la devolveré limpia.

―No me molesta―dijo él, sorprendiéndose a sí mismo―. Ahm, pero ¿Por qué viniste hasta aquí? es decir, estas… ahm, los Thestrals son criaturas del bosque, ¿O no? Deben estar acostumbrados a conseguir su propio alimento.

―Por lo general sí; pero les es más difícil cuando tienen crías qué cuidar, son muy curiosos y tienden a ponerse en riesgo―explicó Luna, dándole su ración al otro Thestral adulto, para luego al fin acercarse a la cría―. Yo descubrí que había nacido en uno de mis paseos, ya había leído mucho sobre ellos, así que pensé que un poco de ayuda no les vendría mal.

Luego caminó de regreso a Theo.

―¿Terminaste?―. Ella asintió―. Bien, ahm… te… te acompaño de regreso al castillo.

―Eso sería lindo. Me gustaría mucho.

Sin embargo, ninguno de los dos esperó que la cría Thestral fuera tras ellos y llamara su atención mordiendo el bolso de Luna.

―¡Hey!―exclamó Theo, a la defensiva; pero cuando Luna vio que la cría retrocedía, lo detuvo.

―¿Qué pasó? ¿Qué quieres, pequeñito?―le preguntó a la cría, quien movió sus alas e inclinó la cabeza huesuda en dirección a su bolso―. Oh, ¿Todavía tienes hambre? Pero ya no tengo más.

La cría agitó la cabeza de arriba hacia abajo y golpeó la pezuña contra las piedras.

―De veras, ya no tengo, mira…―le dijo ella abriendo su bolso de nuevo; pero ahogando un murmullo de sorpresa después.

―¿Qué ocurre?― preguntó Theo, acercándose y provocando que la cría retrocediera asustada.

―Espera, despacio―indicó Luna, deteniéndolo del pecho esta vez. A Theo se le coloraron las mejillas―. Ha olido un pedazo más de carne, por eso está tan ansioso, ¿ves? ―continuó Luna, enseñándole la comida.

―Bueno, dáselo―dijo Theo.

―¿No lo quieres intentar?―preguntó ella―. Es fácil, yo te digo cómo.

―No creo que sea buena idea. El bicho me tiene miedo, ¿No lo ves?

―Es solo que no te conoce―dijo Luna―. Si le das de comer, confiará en ti.

«Es que no me importa que confíe en mí», pensó Theo, buscando una manera de zafarse del lío sin tener que ser desagradable con ella. No era que no supiera cómo serlo, la cosa era que no quería que Luna viera esa parte de él. No aún, al menos.

―Te aseguro que no te hará daño, Theo―le insistió ella, tomando de nuevo su mano con la suya.

Theo entró como en trance. Para cuando quiso darse cuenta de lo que hacía, Luna le había puesto el trozo de carne en la palma extendida y había colocado la suya de soporte.

―Estira un poco el brazo, deja que se acerque―le guió, sonriéndole al sentirlo temblar un poco―. Tranquilo, no te morderá. A él solo le interesa la carne.

«¿Y de qué estoy hecho, de espuma?», pensó Theo; pero un gruñido del pequeño thestral hizo que enfocara todos sus sentidos en él. Tragó pesado y no pudo evitar mirarle amenazante.

―Relájate―dijo Luna, tomándole del hombro con la mano libre. Theo se sonrojó de nuevo. ¡Ella estaba demasiado cerca!―.Míralo como lo que es, un bebé con mucho apetito y mucha curiosidad―sonrió Luna, completamente ignorante de lo que le provocaba.

En eso sintió algo húmedo que le hizo regresar la mirada hacia la cría. Su nariz huesuda olisqueaba ansiosa, sus ojos fijos en los suyos. "Relájate", susurró Luna de nuevo y él lo hizo. Relajó su ceño fruncido y quitó tensión en sus dedos, mirando en las orbes oscuras de la cría hasta creer hallar cierto brillo juguetón.

Dos segundos después, la carne desapareció de su palma con un lengüetazo y luego sintió la huesuda cara de la criatura acariciándole los dedos, para luego verlo alejarse trotando alegremente hacia sus padres.

―Te dio las gracias―le dijo Luna―. Creo que le gustaste.

Y dicho ello, sacó un trozo de tela de su bolso y comenzó a limpiarle la mano.

―Lo hiciste muy bien, Theo Nott.

Él respiró hondo y fue como si no hubiera respirado jamás en su vida hasta ese momento.

Distinguió cada aroma, el de las hojas en los árboles del bosque y el del musgo entre las rocas mezclándose con algo que parecía ser floral… que venía de ella, de Luna.

Sonrió. Y Luna lo hizo también, sin imaginar ni por un segundo que esa sonrisa era una de las primeras que Theodore Nott daba con total sinceridad. Y que era completamente… suya.

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¡Hola!

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Gracias por estar aquí. Espero que el capítulo te haya gustado. Déjame un review para saberlo. Mil gracias a todos los que ya tienen entre sus favoritos a "Historias pre-guerra".


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