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"Plateado"

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¿Por qué un Slytherin había querido ayudarla? Eso todavía era un total misterio que no estaba segura de querer resolver.

Lo único real para Ginny Weasley en ese momento era que su trabajo de transformaciones había obtenido el único "Extraordinario" de la clase y que la profesora McGonagall le había elogiado frente a sus compañeros, dándole 20 puntos a Gryffindor en compensación.

¿Cómo explicarle a los demás que ese "Extraordinario" se lo debía en parte a Blaise Zabini? Ni ella misma lo terminaba de creer.

―¡Ginny! Dicen las malas lenguas que eres la honra de nuestra familia, después de Percy― escuchó y al instante, George y Fred aparecieron cada quien a un lado suyo en el sofá largo de la sala común.

―Sorprendiendo a la profesora McGonagall, ¿eh, Gin? ―continuó Fred―. No seas tan lista, nos vas a dejar mal. Nosotros que ya estábamos tranquilos con Ronniekins.

―Oh, callaos ustedes dos.

―Ya en serio, hermanita. Si comienzas con los "Extraordinarios", nos vas a obligar a hacer algo absolutamente terrible―dijo George.

―¡Catastrófico!

―¡Trágico!

Los gemelos se miraron en actitud dramática.

―¡ESTUDIAR!

Ginny rodó la mirada.

―Sutil manera de demostrar su orgullo, chicos. Sutil, en serio― ironizó Hermione, levantando la mirada del libro que leía en un sillón unipersonal, no lejos de la chimenea.

―Oh, estamos orgullosos, ¿No, hermano? ―dijo Fred, mirando a su gemelo.

―Por supuesto, hermano― contestó él―. Es solo que tenemos…

―…que cuidar…

―… nuestra reputación―dijeron ambos y chocaron los puños por encima de la cabeza de Ginny.

Hermione cerró su libro y caminó hasta ellos.

―Pues yo creo que es fantástico. Ginny no solo sacó un "Extraordinario", sino que ganó puntos para Gryffindor, sin contar que hizo un trabajo difícil en el que casi nadie obtiene la calificación máxima y menos en vísperas de año nuevo―comentó, dirigiendo una sonrisa gentil hacia la pelirroja―. Solo por curiosidad, ¿Revistaste algún material extra?

Ginny negó con la cabeza.

―Solo los libros sugeridos para la materia― contestó, aunque en su mente recordó a cierto moreno de sonrisa pícara, ayudándola, demasiado cerca de su hombro derecho. Hermione disminuyó un poco su sonrisa.

―¿Segura? ¿Nada más?

«Más bien, alguien más», pensó Ginny; pero lo desechó de inmediato.

―No, ¿Por qué?

―No es nada en especial.

―¿Qué pasa, Granger?, ¿Son celos lo que huelo por aquí?― dijo Fred, levantándose de repente y colocándose junto a Hermione, mirándola con picardía. George no tardó en imitarlo y ocupar el lado restante de su amiga.

―Sí, dinos, ¿Cuánto sacaste en el trabajo el año pasado?

―¡Eso no tiene nada que ver!―protestó ella, un poco avergonzada.

―Oh, me parece que sí―ronroneó Fred―. De hecho, creo recordar ese trabajo en específico. El terror de tercer año en transformaciones desde hace por lo menos una década.

Casi nadie ha obtenido la calificación máxima―continuó George, moviendo los dedos frente al rostro de Hermione―. Y los que lo lograron jamás revelaron el secreto. Así que tal parece que nuestra pequeña hermana sacó una calificación que ni la gran Hermione Granger pudo conseguir.

La aludida se sonrojó y su boca se volvió un punto en su rostro.

―Bueno, si tienen que saberlo, obtuve un "Supera las expectativas", ¿Contentos?―les reprochó a los gemelos, para luego mirar a Ginny―. No te lo pregunté por celos, en serio, es que de verdad tengo curiosidad. Cuando me tocó hacer ese trabajo el año pasado, la profesora McGonagall solo me dijo que me faltó poner más atención a detalles; pero no me dijo qué detalles.

―No sabía eso del "terror" de tercer año― dijo Ginny―. Pero en serio, no hice más que usar el material sugerido.

Técnicamente era cierto. Que Zabini le hubiera explicado unos pies de página en el libro de Gwendolyn Mckellen no podía ser el "secreto" del triunfo. Aunque, si Hermione había mencionado los "detalles", ¿Eso significaría…?

―¿Crees que puedas prestarme tu trabajo un día de estos?―le pidió Hermione, sentándose a su lado para escapar de los gemelos.

―Sí, claro, no hay problema. Te lo llevaré al Gran Comedor para la cena―respondió Ginny―. Pero, ¿En serio ninguno sacó un "Extraordinario" en ese trabajo antes? ¿Ni siquiera alguien de su año, George?

―En nuestros tiempos, ninguno―corroboró su hermano mientras Fred asentía.

―Tampoco cuando Percy llevó ese curso. Lo recuerdo lloriqueando detrás de MGonagall para "discutir" los parámetros de calificación―acotó.

―En nuestro año sí lo logró alguien― murmuró Hermione. Los pelirrojos giraron hacia ella al unísono.

―¿Oí bien? ¿Hermione Granger fue superada DOS veces consecutivas?

―Ouch, eso sí debe doler―rió Fred. Hermione les miró de mala gana.

―¿Y quién fue?―preguntó Ginny, sintiendo que ya conocía la respuesta, en especial por la mueca de desagradado que se dibujó en el rostro de Hermione.

―Un Slytherin. Blaise Zabini.


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Esa noche, Ginny cruzó una rápida mirada con Blaise al entrar al Gran Comedor. Afortunadamente nadie lo notó, ni siquiera los gemelos ni Hermione, los primeros por estar enfrascados en una charla sobre Quidditch y la segunda porque estaba demasiado interesada en el trabajo de transformaciones como para notar otra cosa. Por supuesto, Harry ni siquiera notó que llegó tarde y Ron ni siquiera levantó la mirada de su plato. «Típico», pensó, sirviéndose algunos panecillos y un trozo de pavo. Tenía poco tiempo antes del toque de queda de todas las noches y todavía tenía pendiente practicar un encantamiento para la siguiente clase con McGonagall.

―Oh, ahora entiendo lo de los detalles―comentó Hermione rato después, todavía con el trabajo de Ginny entre las manos―. ¿Cómo no se me ocurrió antes?, de verdad fuiste muy meticulosa, Ginny.

―Caray, Hermione, ¿Es que nunca dejas de leer?―dijo Ron, dándole un sorbo a su bebida―. Si no aprendes a darte respiros de vez en cuando, un día de estos vas a colapsar.

―Me conmueve tu interés, Ronald― contestó ella, al menos esta vez no había hablado con la boca llena―. Y Ginny, esta parte―añadió, señalando el pergamino―. ¿De dónde lo sacaste? Citas a Gwendolyn Mckellen; pero estoy segura de haber revisado su libro muy bien y nunca hallé nada al respecto.

―Ahm… sí, tampoco lo encontré al principio―dijo Ginny, intentando no recordar la sonrisa de Zabini cuando le señaló su "obvio" error―. Estaba en un pie de página, muy breve de hecho, fue casi suerte que me fijé dos veces.

―Mmmm… creo que tendría que revisarlo por mí misma― habló Hermione para sí.

Ginny ahogó una risita y la disimuló cubriéndose la boca con su panecillo. Entretanto, Ron entornó la mirada.

―Bueno, los dejo. Os veré más tarde―anunció Ginny, guardándose su tercer panecillo en una servilleta y metiéndolo al bolsillo de su túnica, para después coger su bolso.

―¿Y ahora adónde vas? ¡Apenas has cenado!―protestó Ron.

―Tengo tarea que terminar. Además, ya estoy satisfecha. No todos somos pozos sin fondo, Ron.

―Ja, ja, ¡Qué graciosa! Vela, Harry, un "Extraordinario" y ya tenemos a la copia fiel de Hermione―dijo Ron, codeando a su amigo, quien espabiló, apartando su atención de la mesa de Ravenclaw, o específicamente, de Cho Chang.

―Perdona, ¿Qué?

Ginny ahogó un suspiro. Era casi rutina sufrir la indiferencia no intencional de Harry Potter.

―Ignóralos―sugirió Hermione, a lo que ella le sonrió cortamente.

―Os veo en la torre. Provecho.

Salió lo más aprisa que pudo y no se detuvo hasta estar en el cuarto piso, en una de las aulas en desuso que había encontrado casi al comenzar ese año en Hogwarts.

Sin querer tener tiempo para dedicarle un pensamiento más a Harry, por lo menos esa noche, se dispuso a ordenar todos sus materiales, dejando los objetos que había logrado reunir, uno junto al otro en el piso: Un zapato viejo, un caldero tan usado que estaba al borde de desintegrarse por sí mismo, un tenedor sin un diente que un elfo le había proporcionado y algunos de los cromos de "Albus Dumbledore" que había sacado de las cosas de Ron. A fin que tenía demasiadas repetidas.

Luego se quitó la túnica y el suéter, quedando solo en su blusa, falda y la corbata de Gryffindor un poco desanudada. Solo lo necesario para la labor que le esperaba.

―Bien, manos a la obra―se dijo, dejando a un lado una pequeña jaula que Hagrid le había prestado. Entonces sacó su varita y apuntó al zapato viejo―. ¡Snufflifors!

«No lo pienses demasiado».

―¡Snufflifors!―conjuró hacia el caldero.

«No te cuestiones de más».

―¡Snufflifors!― conjuró hacia el tenedor.

Pero en ninguno de sus intentos la luz azul logró su cometido. El zapato terminó con orejas, una cola de cuero y bigotes saliendo de la parte de enfrente; el caldero ni siquiera cambió de forma y el tenedor acabó como una cola de dos dientes reptando por el suelo. Ginny bajó la varita y suspiró frustrada.

―¡Estúpido hechizo! ¡¿Quién va a perder el tiempo convirtiendo cosas en ratones?! ¿El flautista de Hammelin?―exclamó mirando con enfado hacia los objetos.

Había leído mucho sobre el dichoso hechizo, casi tanto que ya se sentía, como dijo Ron, como una copia de Hermione. También había repasado el movimiento de la varita, ¿Qué se supone que estaba haciendo mal?

Se agachó a coger el "cola-tenedor" que ya había chocado contra su zapato.

―Vaya pérdida de tiempo―masculló, lanzándolo dentro de la jaula con demasiada fuerza.

―Fiiu, ¿Mal día, roja?

Ginny saltó del susto y la jaula resbaló de su mano, causando gran estrépito.

―¡Merlín!

―Ah, ah, casi. Blaise. Ya tenías el gustosonrió él, entrando en el aula con envidiable confianza.

―¿Qué haces aquí, Zabini?

―Supervisando a mi pupila favorita, ¿Qué más?

Ginny le miró ceñuda y se cruzó de brazos.

―Por cierto, tu floritura estaba mal―añadió él, caminando hasta donde ella había dejado su ropa, levantando su suéter―. ¿Noche calurosa?

―Deja eso donde estaba―ordenó Ginny. Él soltó la prenda, obediente, aunque se llevó los dedos sutilmente a la nariz―. ¿Desde hace cuánto estás espiándome?

―Uhm, déjame ver. Sí, creo que fue un poco después del "Cola-tenedor" y un poco antes de tu pequeña rabieta―dijo Blaise. Ginny achinó los ojos―. Pero no estaba espiando.

―No, seguro. Solo pasabas por aquí y decidiste entrar de pura casualidad.

―Woohoo, andamos de mal humor, ¿eh, roja?

―No me llames roja.

―Pelirroja es muy largo, y sí eres roja. La casa, el cabello, el carácter y ese fuego que tienes en los ojos ahora mismo, probablemente deseando practicar tu hechizo conmigo. Todo en ti es rojo―contestó Blaise acercándose sinuoso hasta estar a un palmo de narices de la pequeña Weasley.

Ginny elevó la varita, tocando su pecho con la punta.

―No me des ideas.

Él levantó ambas manos y retrocedió un paso.

―Vamos, vamos, ¿Esa es la forma de tratar a los amigos?

―No somos amigos.

―Pero bien que te gustaría―rebatió él, sonriéndole con su típico cinismo. Ginny rodó la mirada―. Te simpatizo, aunque lo niegues. Es casi imposible odiarme, roja.

―Lo que digas. Ya terminé aquí―dijo ella, pasando por su lado para comenzar a recoger sus objetos.

―¿Cómo te fue en tu trabajo de transformaciones?

Ginny se detuvo y soltó de mala gana el caldero y el zapato dentro del bolso, olvidando los cromos de Ron.

―¿No lo sabes?―le preguntó.

―No, temo que entre mis múltiples talentos no se encuentra la adivinación.

―Deja de jugar al ingenuo―rebatió ella, confrontándolo―. Sabes perfectamente que obtuve la máxima calificación en el "terror" de tercer año.

―Okay… y exactamente estás molesta conmigo porque… no sé, ¿Te fue más que bien? Tienes una forma muy extraña de dar las gracias, roja, ¿Te lo han dicho antes?

―Gracias―dijo ella como si estuviera mordiendo algo muy amargo―. Ahora, ¿Por qué lo hiciste?

―¿Por qué hice qué?

―¡Ayudarme!―reclamó Ginny―. Escucha, no soy tonta, ¿De acuerdo? Al principio desconfié de tus consejos en la biblioteca; pero probaste que no estabas tratando de tomarme el pelo al mostrarme los pies de página en el libro. Te di un voto de fe pensando que quizá te había pillado en el día mundial de "Ser amable con alguien" de Slytherin; pero ¿Qué me entero después? Que casi nadie saca la máxima nota en ese trabajo en específico, ¡Ni siquiera Hermione! Y que encima, el que logró la gran hazana el año pasado ¡Fuiste tú!...

―Oh sí, es un día que recordaré siempre. Hubieras visto la cara de Granger cuando McGonagall me dio 10 puntos por mi trabajo. Creí que se soltaría a llorar o que hechizaría a la profesora―sonrió él. Ginny le miró con incredulidad―. En fin, sigo sin entender por qué estás tan molesta. Sacaste una calificación perfecta gracias a mí, ¿Dónde está la tragedia?

―¿Por qué lo hiciste? ¿Por qué me ayudaste?

―¿Preferirías que no lo hubiera hecho?

―Esa no es una respuesta―dijo Ginny―. Pensándolo bien, es demasiado raro que tú tuvieras el libro de Mckellen ese día. Es parte de los textos para tercer año y tú estás en cuarto.

―Solo repasaba.

Ginny se cruzó de brazos y enarcó una ceja.

―¿Qué? ¿Estaba prohibido?

―Buenas noches, Zabini―dijo ella, colgándose el bolso al hombro y agarrando su ropa de un zarpazo. Demasiado concentrada en irse como para notar el gruñido de Blaise.

―Lo hice para acercarme a ti―soltó él de repente. Ginny volteó como por obra de conjuro.

―¿Qué?

Del Blaise cínico y gracioso no quedaba nada. Estaba serio, muy serio y con el ceño ligeramente fruncido.

―Ya me oíste, no pienso repetirlo.

Ginny le miró con desconfianza.

―¿Por qué?

―Dime, ¿Lo denso es porque te juntas con Granger o es una cualidad de ustedes los Gryffindor?―dijo Blaise, sonando aburrido―. ¿Por qué una persona se acerca a otra, roja?

Ella lo analizó por algunos segundos sin perderlo de vista.

―¿Es este algún plan macabro para jugarle una broma pesada a mi hermano o a Harry?

―Oh, ¡Claro!, porque el mundo solo gira alrededor de Harry Potter―ironizó Blaise―. Tengo mejores cosas en las que invertir mi tiempo, muchas gracias.

―Bueno, ¿Qué esperas que piense?―rebatió Ginny―. Que un Slytherin ayude a un Gryffindor solo porque sí no es algo que suceda todos los días, no sin un motivo oculto.

―Ajá, tú dime esto: ¿Qué habrías hecho si me hubiera acercado a ti camino al Gran Comedor?

Ginny lució insegura.

―Yo te diré lo que habría sucedido. Me habrías hechizado, habrías salido huyendo o tus hermanos se me habrían ido encima. ¡Y ni siquiera habría alcanzado a decir "Hola"! ―dijo Blaise―. Mi manera fue más sutil. Para empezar, fuiste tú la que se acercó.

―No era que tuviera más opción. Tenías el único ejemplar de Mckellen disponible.

―Gran sacrificio, Weasley.

―¿Soy Weasley, ahora?

―Eres Weasley cuando no me simpatizas.

Ginny pareció bajar la guardia y dejó el bolso en el suelo, sujetándose un brazo con una mano, incómoda.

―A Hermione todavía le duele que la superaras el año pasado―comentó, sin mirarlo directamente―. George y Fred dijeron que estaba celosa de mí porque saqué la calificación máxima. Hasta me pidió mi trabajo prestado.

―Supuse que lo haría. No podía pedírmelo a mí, ¿O sí?

Ella alzó la mirada.

―Entonces… ahm, me ayudaste porque te interesa ser… uhm, ¿mi amigo?―preguntó.

Blaise ladeó la cabeza.

―Merlín. Gryffindors densos…―rodó la mirada―. Sí, Weasley. No prometo convertirme en tu mejor amigo, ni tu confidente o tu paño de lágrimas, tengo mis límites y una reputación que mantener. Pero eres una chica interesante, no sé… me parece que vales mi tiempo.

Ginny le miró con un sonrojo muy leve que no pasó desapercibido. Blaise confirmó entonces que no estaba acostumbrada a recibir la atención de los chicos y, honestamente, después de pasar algunas horas con ella en la biblioteca por lo del trabajo de transformaciones, él había desistido por completo de su plan de casanova.

No iba a fingir que no le atraía; pero la pequeña Weasley era precisamente eso, pequeña, todavía una niña que posiblemente se espantaría con la sola idea de besar a alguien por largos minutos en un sofá o en un salón abandonado.

Sin embargo, no mentía. Era lista, hábil y, lo más importante, en poco tiempo había aprendido a mantenerlo interesado en solo charlar, aunque eso no lo admitiría en voz alta ni bajo amenaza de muerte.

―Okay… ―aceptó ella―. ¿Y ahora qué?

Él carraspeó.

―Ahora nos ocuparemos de tu terrible hechizo de hace rato.

Ginny boqueó, indignada.

―¡No estuvo tan…!―intentó protestar, pero Blaise enarcó una ceja―. Okay, sí, fue un desastre. ¡Es que no entiendo qué estoy haciendo mal! ¡Ya leí mucho sobre el hechizo, practiqué y…!

―A dos decibeles menos, por favor―interrumpió Blaise, frotándose el oreja―. Y relájate, la magia no se trata de libros y poses únicamente, tienes que dejarlo fluir.

―Bueno, ya viste qué tan bien "fluyó".

―Eso es porque tu floritura estaba mal, ya te lo dije―explicó Blaise―. Saca la varita y hazla, yo te diré en qué parte tienes que corregirlo.

Ella aceptó de buen talante y dibujó el trazo en el aire.

―Ahí― la detuvo Blaise. Ella detuvo el movimiento de su mano―. Das tres picos continuos hacia arriba y el trazo final lo haces muy cerrado. Es más curvo y después recto hacia la derecha.

Ginny asintió y repitió la floritura tratando de corregir lo que Blaise le había señalado.

―No, un poco más abierto, más suave―dijo él, observándola fijo, negando con la cabeza cuando la vio fallar de nuevo y rabiar en consecuencia―. No. Y no reniegues, que tensa te va a salir peor―añadió y acto seguido avanzó hasta estar tras ella, rodeándola tenuemente hasta sujetar su mano con la suya―. No sueltes la varita y siente lo que hago.

Ginny volvió a sonrojarse; pero asintió, decidida.

―Uno, dos, tres hacia arriba―le guió Blaise, hablando cerca de su oído―. Luego la curva suave y abierta―susurró―. Y recto a la derecha. Eso es, una vez más.

―Es bastante complejo para ser un hechizo tan bobo―dijo ella.

―Yo prefiero llamarlo hechizo de entrenamiento―dijo Blaise, guiando su mano de nuevo―. Son de los que sirven para practicar los movimientos de muñeca. Una vez que dominas lo básico, lo realmente complejo se facilita un poco.

Ginny lo miró de reojo.

―Eso diría Hermione.

―¡Hey! Te estoy ayudando, ¿Por qué el insulto?―protestó Blaise, alejándose―. Ahí tienes, hazlo tú sola.

―Creo que ya lo tengo―le sonrió ella, acercándose de dos saltitos a su bolso para sacar sus objetos de nuevo―. Esta vez sí me va a salir― añadió aprisa y entonces apuntó al primer objeto―. ¡Snufflifors!

Y el zapato a medio transformar se convirtió en un ratón. Emocionada, Ginny lanzó el hechizo sobre los demás objetos sin detenerse y en poco tiempo, seis ratones comenzaron a dar vueltas a su alrededor.

―¡Lo hice!

―Espléndido; pero si no te importa…―siseó Blaise, sacando su varita―. ¡Inmóbilus!, ¡Finite incantatem!

Todos los animalitos volvieron a su forma original. Ginny miró al mago con una ceja alzada y una expresión divertida.

―¿Qué? No me gustan los ratones.

―Gracias―dijo ella, esta vez con total sinceridad―. Me estaba molestando mucho no poder con un hechizo tan bobo. No lo habría logrado sin ti, Blaise.

Él sonrió de lado. No por el agradecimiento; sino por el hecho de que le había llamado por su nombre.

―Como dije, es parte de los hechizos de entrenamiento. Practícalo seguido y harás más diestros tus movimientos. Pero eso sí, practica ese hechizo muy lejos de mí o no respondo.

―Anotado―prometió ella―. Aunque no imagino qué hechizo "complejo" podría tener como base la floritura del Snufflifors.

Blaise lo miró entre retador y divertido. Luego alzó la varita y la agitó una vez, apagando las antorchas que iluminaban el salón.

―Prepárate para sorprenderte, roja―le dijo y apuntó hacia el techo, realizando hábilmente una floritura similar a la del Snufflifors, pero con una curva redonda final―. ¡Stella Cascadia Clausus!

Y cuando la oscura estancia se llenó de una lluvia de estrellas, Ginny se llevó las manos a la boca, completamente anonadada.

Jamás había visto algo tan hermoso. El plateado de las estelas cayendo a su alrededor casi podía tocarse. Era como estar dentro de un sueño, uno en el que solo faltaría un Pegaso para completar la escena; uno en el que le gustaría existir por siempre si pudiera hacerlo.

―¡Es bellísimo!―exhaló, comenzando a reír y a casi bailar en círculos de lo embelesada que estaba.

―Lo es―dijo él, aunque sus ojos oscuros no miraban precisamente a las estrellas.

Ese tipo de magia Blaise lo había aprendido para impresionar a las chicas, muy aparte porque siempre le habían atraído las cosas bonitas de ver; sin embargo, aunque el resultado de ese hechizo era bonito, ver la reacción que provocó en Ginny, verla danzando entre las estrellas, rodeada de su luz plateada, la hizo una magia particularmente bella ante sus ojos.

Blaise tomó conciencia de su decisión cuando estuvo en su cama esa noche: No volvería a usar Stella Cascadia Clausus con nadie que no fuera Ginevra Weasley.

―Finite―recitó, no obstante, en el salón abandonado―. Hora de irse, roja. Ya estamos cerca del toque de queda.

―Ow…―lamentó Ginny, pero luego le miró con más confianza.―. Debes prometer que me enseñarás ese hechizo algún día.

―Claro, cuando hagas méritos y me encuentre de buen humor―bromeó él. Ginny le golpeó el brazo en son de protesta y se puso a recoger sus cosas de nuevo―. Dime, ¿La agresión es un medio usual de los Gryffindor? ¡pegas duro, chiquilla!

―Tengo seis hermanos, crecí con cuatro de ellos, ¿Qué esperabas?―dijo ella, colocándose la túnica―. En serio, Blaise, promete que me enseñarás ese hechizo.

―Bien, bien…―se rindió él―. Lo que sea por otros diez puntos para Gryffindor, ¿no? Incluso si van por cortesía de un Slytherin―añadió, abriendo la puerta para ella.

Ginny pasó por su lado y le sonrió de lado.

―Veinte―corrigió―. McGonagall me dio veinte puntos.

Blaise tardó un poco en asimilar la información y cuando lo hizo, Ginny ya estaba a medio pasillo.

―¡Y luego dicen que Snape tiene favoritismos!

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¡Hola!

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Gracias por leer hasta aquí. ¡Un abrazo!


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