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"Fantasma"

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"… Espero que te esté yendo muy bien en tus vacaciones, Theo. No tienes que responderme si no puedes, ya podremos charlar cuando nos veamos de nuevo

Hasta entonces, cuídate mucho.

L. L"

Una pequeña sonrisa se dibujó en los labios de Theodore Nott en cuanto terminó de leer la carta de Luna mientras sostenía un pequeño paquete en su otra mano.

La joven Ravenclaw le había contado de sus vacaciones en casa ayudando a su padre con su trabajo, también que había estado a punto de pillar a un torposoplo y que "misteriosamente" los Nargles no le habían dado guerra en las últimas semanas, según ella, por estar hibernando.

Él cada vez estaba más seguro que los Nargles tenían de criaturas mágicas lo que él de Hufflepuff; pero ya se las ingeniaría para probarlo cuando regresara a Hogwarts.

Si había alguien detrás de los continuos robos contra Luna, él se los haría pagar.

―Perdone, joven amo; pero es hora de cenar― escuchó la voz de Talula, una de las elfinas de la familia―. Talula no quiso interrumpirle, señor; pero será mejor que se apresure. El amo está esperándolo en el comedor principal.

―Entiendo―contestó él sin poder evitar que un escalofrío le recorriera la espalda.

Las comidas con su padre bien podían emular a sesiones de tortura psicológica. ¡Las odiaba!, pero estando en casa era imposible eludirlas.

―Dile por favor que iré enseguida― La elfina asintió, alcanzando a ver que él guardaba su carta en su mesa de noche antes de desaparecer.

Al salir con prisa, Theo olvidó por completo guardar el pequeño paquete que llegó con su carta; pero sabiendo que volver para guardarlo le daría a su padre la excusa perfecta para iniciar con su sesión de tortura, decidió guardarlo en su bolsillo y corrió hacia el comedor.

Cuando llegó, Thaddeus Nott estaba ya en su lugar a la cabeza de la mesa de madera pulida y oscura, con las manos juntas y su sombría mirada atenta a cualquier movimiento.

―Llegas tarde―pronunció a manera de saludo.

―Me disculpo―respondió Theo, sin atreverse a mirarlo, procediendo a ocupar su lugar lo más rápido que pudo.

Agradeció a Merlín porque los elfos aparecieran en ese momento y se pusieran a servir la cena, al menos le dio un poco de tiempo para controlar sus nervios y normalizar su respiración.

―A esto le falta cocción―dijo su padre al rato, empujando su plato―. ¡Gorky!

Un tembloroso y viejo elfo apareció en el acto.

―Llévate esto, es un asco― le espetó.

―Sí, amo, perdón.

La mirada insana de Thaddeus se fijó en el plato de Theo con malicia y sonrió.

―Espera―dijo al elfo―. Tu comida está bien, ¿Theo?

Al muchacho se le erizaron los vellos de la nuca. Conocía ese tono, lo conocía demasiado bien. Miró a Gorky, quien había comenzado a llorar en silencio, sabedor de lo que le esperaba.

Theo se sintió enfermo. Hiciera lo que hiciera, dijera lo que dijera, su padre terminaría ejecutando lo que seguramente ya tenía en mente.

―Está aceptable―contestó, pensando que quizá una respuesta no totalmente insatisfactoria haría alguna diferencia.

―¿Es así?―siseó su padre y, estirando la mano, convocó―. Accio.

―Padre…

―Silencio―ordenó el señor Nott, cogiendo sus cubiertos para cortar un trozo de la carne del plato de su hijo―. Bien sabes que detesto que intentes rescatar a estas criaturas sucias.

―No estoy intentando…

Una gélida mirada le silenció.

―Si has mentido, también te irá mal a ti―prometió tajante y se llevó la carne a la boca.

Fueron los segundos más largos para Theo, quien solo se permitió respirar cuando vio a su padre hacerle una señal con la cabeza a Gorky para que tomara el plato que él había desechado.

―Se auto castigará el responsable de esta asquerosidad y tú también por atreverte a servírselo a tu amo ―le dijo casi escupiendo odio―. No habrá cena para mi hijo esta noche, eso le enseñará a ser más inteligente la próxima vez.

«Mejor», pensó Theo. No se sentía capaz de probar bocado tras eso.

El elfo se desapareció sollozando.

―¿Puedo retirarme?

―No, no puedes― espetó el señor Nott, sin levantar la mirada de su recién adquirido plato ni deteniendo el quehacer de sus cubiertos sobre la carne.

Theo solo pegó bien la espalda contra la silla y sintió el paquetito que le había enviado Luna haciendo presión en su bolsillo. Discretamente llevó la mano hasta ella y esperó, intentando bloquear su mente, imaginar que no estaba ahí. Con suerte, su padre estaría demasiado ocupado con su comida para idear una nueva forma de provocarlo…

… pero él no solo demoró todo lo que pudo en terminar, sino que, cuando lo hizo, se llevó la copa de vino a los labios y dejó su servilleta de tela a un costado de su plato vacío, alzando la mirada de nuevo hacia él.

―Dime, ¿Has hecho algo de provecho hoy o te la has pasado abstraído, como siempre? Espero que al menos hayas salido a hacer algo de ejercicio, que no se te ha comprado una escoba profesional para que limpies tu habitación. Esperaba que postularas a algún puesto en el equipo de Slytherin el año pasado. Pero supongo que es pedir peras al olmo. ¿Qué capitán con dos dedos de frente te reclutaría?, ni siquiera para un equipo escolar. Mírate, todo enclenque y enfermizo…

Theo apretó las manos bajo la mesa y se forzó a no mostrar ninguna emoción.

―Repasé algunas lecciones del año pasado―decidió responder―. El… el profesor Snape mencionó que, si mantenía el ritmo en mis notas, podría obtener mis TIMOS y EXTASIS en pociones con facilidad.

―Pregunté si habías hecho algo de provecho―dijo el señor Nott―. ¿De qué sirve tener la mente llena de conocimientos inútiles si tu cuerpo es tan frágil como un cristal? Se supone que eres un hombre, no una nenita.

Theo tragó pesado y su rostro se tensó. El señor Nott se burló.

―Pero claro, eres el vivo retrato de tu madre, mente débil, cuerpo aún más débil, ¡Un digno heredero de ella! ¿Qué se podía esperar?

«No digas nada, no digas nada», se conminó Theo, esperando en silencio a que su padre continuara. El señor Nott volvió a beber de su vino.

―Así que, dado que estuviste perdiendo el tiempo todo el día, ¿Qué te hizo llegar tarde a cenar?

―So…solo…

―¡Habla firme!

―No volverá a pasar, padre, ya me disculpé.

―Por supuesto que no volverá a pasar, nadie está discutiendo eso; pero aún no me respondes.

―No… no estaba haciendo nada en especial―respondió Theo, intentando sonar lo más convincente que pudo.

Sin embargo, el señor Nott lo miró sin parpadear.

―¿Seguro?―le preguntó con voz sombría y ante el silencio de Theo, llamó―. ¡Talula!

La elfina apareció al instante.

―¿Sí, amo?

―Fuiste a avisarle a Theodore sobre la cena como te ordené, ¿No es así?

―Sí, amo.

―¿Y qué estaba haciendo?

Theo sudó frío de nuevo. Talula le miró con ojos empañicados, casi a punto de soltarse a llorar.

―No me gusta esperar, criatura. ¡¿Qué estaba haciendo Theodore cuando fuiste por él?!―espetó el señor Nott, tomando bruscamente a la elfina de la oreja.

―¡Ay!

―¡Estaba leyendo, padre!―exclamó Theo.

Particularmente, él no había sido educado para sentir pena o condolerse de otras personas o criaturas. Sin embargo, con esa elfina era diferente. Talula se había hecho cargo de él casi en toda su niñez y además había sido la elfina personal de su madre, ¡Simplemente no podía quedarse callado!

Thaddeus Nott no dejó de elevar a la elfina cada vez más, provocando que pataleara y llorara de dolor.

―¡Dile, Tal…! ¡Criatura…!―se autocorrigió Theo con prisa―. ¡Dile que estaba leyendo, es la verdad!

Talula le miró con ojos llorosos.

―¡Lo es!― gritó―. ¡El joven amo estaba leyendo, señor!, ¡Talula lo jura!, ¡Por favor!

El señor Nott se mantuvo impasible por algunos segundos más y luego la soltó.

―Así que leyendo―dijo, con tranquilidad enfermiza.

―Sí. Sí, amo, el joven amo Nott leía―sollozó lastimeramente la elfina―. Solo leía.

―Mmmm… ¿Y qué leía?

El llanto de Talula paró en seco, con un gemido de auténtico pánico.

―Ta… Talula no…

―¡No te atrevas a mentirme!―rugió el señor Nott y cuando la elfina no hizo más que sollozar, sacó su varita.

―¡Dile!―gritó Theo.

La elfina se cubrió los ojos y se arrodilló en el piso.

―¡Una carta, amo! ¡EL amo Nott leía una carta!

―Tráemela―ordenó el señor Nott―. Algo muy importante debe de ser para que hiciera falta todo este espectáculo. ¡Ve!―le gritó a la elfina, quien asintió y chasqueó los dedos, desapareciendo solo unos segundos y apareciendo de nuevo con una carta abierta entre manos

Thaddeus Nott leyó con atención, haciendo caso omiso del llanto de la elfina hasta terminar. Cuando Theo vio su ceño fruncido supo que venía lo peor.

―¿Quién es L.L.?―preguntó.

―Nadie―dijo Theo.

No iba a ceder, no podía hacerlo. De solo pensar en lo que su padre le haría a Luna si descubría su amistad con ella, se le encogía el alma.

Thaddeus Nott no era un mago que pudiera ser subestimado. En su loca cabeza, vería a la joven Ravenclaw como una debilidad y se las ingeniaría para hacerle daño, si es que no la mataba.

¡Y podía hacerlo!, ¡podía matarla!

―Talula, largo de aquí― ordenó el señor Nott y la elfina no tuvo más remedio que obedecer, no sin antes enviar una lastimera mirada sobre el mago más joven, como pidiéndole perdón por tener que dejarlo solo.

El tenso silencio en el comedor fue roto cuando Thaddeus se levantó de la silla.

―Tal parece que has aprendido a guardar secretos a tu padre, ¿O no, chico?― le dijo―. Preguntaré una última vez. ¿Quién es L.L. y por qué te escribe con tanta familiaridad?

―No es nadie, padre―dijo Theo, estoico.

―Tan importante entonces…

―No lo es.

―No te creo. Me lo dirías si fuera así―dijo el señor Nott―. Te importa. Este… o esta L.L. significa algo si estás tan dispuesto a ocultarlo de mí.

Theo tembló al sentir la mano de su padre apretar su hombro hasta hacerle daño.

―¿Quién es? ¿Un… amigo?

―Yo no tengo amigos, solo aliados y a ellos ya los conoces. Malfoy, Zabini…

―Ah, pero ninguno de ellos coincide con las siglas en cuestión, ¿O sí?―repuso Thaddeus Nott y luego exhaló con hastío―. ¿Qué se supone que debo hacer contigo, Theodore?, pensaba que ya habías tenido suficientes azotes en tu vida; pero parece que no. ¿Es lo que debería hacer? ¿Atarte en las mazmorras y abrirte la espalda otra vez? Sabes que jamás me ha temblado la mano.

Theo estaba tan tenso que no se dio cuenta del momento en que su padre empuñó su varita.

―Intentaremos algo más rápido, ¡Legeremens!

«¡NO!», se escuchó pensar ante la agresiva invasión a su mente. La adrenalina le recorrió el cuerpo, ¡No podía permitir que su padre accediera a sus recuerdos! ¡Si veía a Luna sería el fin para ella! ¡No podía! ¡No podía!

Ah, pero la magia de Thaddeus Nott era poderosa, demasiado poderosa y agotadora.

Supo que la había visto, supo que vio a una joven bruja de largo cabello rubio y desordenado, corriendo descalza por un pasillo deshabitado de Hogwarts mientras él le pedía que esperara. Luna iba a voltear, ¡Estaría todo perdido!

―¡BASTA!―rugió y sintió la magia emergiendo brutalmente, haciendo que tanto él, su padre y algunas sillas salieran volando y chocaran contra los muros del comedor.

No obstante, no con la suficiente fuerza para noquear el demente señor Nott.

―Magia accidental, ¿Por una chica?―masculló, levantándose de entre los escombros de una silla.

Jamás admitiría que esa muestra de magia lo había sorprendido; pero más que otra cosa, tenía que conocer el motivo.

―¿Quién es?―preguntó, apuntándole con la varita a un Theo desorientado en el suelo―. ¡Dime el maldito nombre!

Theo enfocó la vista. Su sentido de supervivencia le exigió darle lo que quería; pero muy dentro suyo sabía que sería en vano. Su padre lo lastimaría de cualquier forma y Luna terminaría siendo un daño colateral.

―¡Habla o te…!

―¡¿O qué?!―exclamó Theo―. ¿Qué harás?, ¿Golpearme? ¿Abrirme la espalda? ¿Matarme? ¡Adelante, hazlo!

―¡Mocoso estúpido!, ¿Crees que no seré capaz?

Theo se puso de pie, con la respiración agitada.

―Oh, no, claro que te creo capaz. No sería la primera vez, ¿O sí?, ¿Qué importa si soy tu único hijo? ¡Nada!, ¡No importa una mierda como no importó que mi madre fuera tu esposa!

El señor Nott perfiló una sonrisa cruel.

―¡Eso es, ríete! ¡Lo hiciste con ella, te burlaste en su cara y luego la mataste! ¡Yo lo vi! ¡Te vi, aunque luego obligaste a todos a decir que había resbalado de su balcón! Yo sé que no fue cierto, porque ella no resbaló, ¡La mataste y luego la arrojaste al jardín como si fuera nada!

―¡Sí!―respondió su padre con sadismo―. ¡Sí, lo hice! ¡¿y qué?! ¡Ella era mía para hacer lo que se me diera la gana! ¡Y lo habría hecho antes de saber que traería al mundo a una patética excusa de mago como tú!

Theo sintió la rabia emerger y vio rojo.

―¡Maldita basura!―exclamó, lanzándose contra Thaddeus; pero él lo repelió con un solo movimiento de su varita, lanzándolo contra uno de los muros.

―¡Hasta que al fin actúas como hombre!―le espetó―. Qué desperdicio de motivaciones. ¿Quieres vengar a tu zorra madre muerta, Theo? ¡No me hagas reír! No puedes hacer nada. Está muerta… tanto como lo estará tu pequeña amiga en cuanto descubra quién es.

―No lo harás―escupió Theo

―Oh, ¿Quieres apostar?... cuando acabe contigo, cantarás como un pequeño jilguerito el nombre, dirección y señas de tu amiguita, y lo harás deseándolo, ¡Porque nadie pone su propia vida en juego por otra persona! ¡Menos tú que no lo hiciste ni por tu propia madre!, porque me viste ¿No es así? Y te ocultaste como una rata. Me viste ¡Y no hiciste nada!

―¡Cállate!

―No te dolerá tanto perder a la rubia, hijito. Créeme. Los Nott nos hacemos fuertes con cosas como estas y te lo voy a probar. ¡Legeremens!―gritó de nuevo y Theo gritó.

De nuevo, su padre buscó la imagen de Luna en el pasillo, la vio con la cabeza metida en la rendija de la puerta del Gran Comedor, a punto de voltear.

―¡Sal de mi cabeza, maldición!―exclamó, logrando expulsarlo y esta vez fue él el que vio un recuerdo fugaz.

"No me sirves más y sabes lo que hago con lo que ya no me sirve", le decía su padre a una mujer preciosa, de oscuros cabellos y mirada azul profunda.

"Thaddeus, por favor, no… por Theo, te lo suplico".

"Ah, precisamente por él", siseó su padre, alzando la varita. "Tus ridículos mimos lo harán débil y necesito un heredero como yo, no un niño llorica que corre a ocultarse en las faldas de una mujer siempre que puede. Esto lo hará fuerte".

"Thaddeus…"

"Fuiste una buena cogida… la mayor parte del tiempo, al menos", se burló su padre, vio a su madre llorar antes del momento cúlmine. "¡Avada Kedavra!"

―¡FUERA!―gritó Thaddeus Nott y el recuerdo terminó.

Theo jadeaba impotente sobre el piso.

¿Cómo había hecho eso? Ni siquiera él lo sabía; pero ya tenía confirmado que su padre era un asesino a sangre fría y un maldito hijo de puerca.

Su madre, ¡Su pobre madre!, ¡¿Cuánto habría tenido que tolerar de esa bestia a la que fue entregada como esposa?! ¡¿Cuánto?!

―¿Es así como quieres jugar, eh mocoso?―escuchó la voz de su padre y cuando alzó la mirada, vio la punta de su varita otra vez dirigida a él―. Bien, jugaremos entonces, ¡te vas a arrepentir por oponerte a mí!

Theo solo tuvo tiempo de respirar una vez antes de comenzar a gritar.

―¡CRUCIO!

Cientos de agujas invisibles atacaron su cuerpo, obligándole a retorcerse y gritar de dolor. Su padre lo maldijo una y otra vez, insultándolo a él o a la memoria de su madre entre hechizo y hechizo y, preguntando por la identidad de Luna de vez en cuando, prometiéndole parar su tortura si solo se rendía.

―¡Dilo y todo acabará! ¡Hazlo!

Para ese entonces, Theo ya sangraba por la nariz y sentía dolor con solo respirar; no obstante, miró a su padre a los ojos. Moriría, estaba seguro; ¡pero lo haría sin darle el maldito gusto!

―Vete a la mierda…

―Tú lo quisiste. ¡CRUCIO!

Los gritos se reanudaron, sorprendiendo incluso al pobre Theo, quien había creído que no tendría fuerzas ni siquiera para ello. No supo exactamente cuándo se detuvo. Tampoco supo el momento en que su padre abandonó el comedor o cuándo la estancia dejó de iluminarse con los mortales rayos rojos. Su mente se sintió obsoleta, aletargada, como si estuviera decidiendo si estaba viva o muerta; pero largo rato después sintió sus párpados abriéndose débilmente.

Vio los escombros en la oscuridad. Seguía en el comedor, inesperadamente vivo, lo supo al sentir de nuevo el dolor y el frío rodearle. Intentó pararse; pero estaba tan agotado que ni siquiera logró mover los brazos de donde los tenía dentro de su posición fetal sobre el suelo.

De repente, la estancia se vio tenuemente iluminada por una luz azulina.

«La luna», se dijo, seguro de que tarde o temprano las fuerzas se le extinguirían. Estaba agonizando, podía adivinarlo… pero al menos… al menos Luna estaba a salvo, al menos había valido la pena.

Sonrió. Ya podía rendirse.

Shhh…―escuchó suavemente contra su oído y se sobresaltó, abriendo los ojos de inmediato y quedándose sin aliento al contemplar una figura tristemente conocida emergiendo de la luz azulina de la luna.

Luego una fría mano le rozó la mejilla, tan tenue que bien pudo ser el viento.

Tranquilo…―susurró el fantasma―. Todo estará bien, mi querido… todo estará bien, no tengas miedo.

A Theo le dolió el corazón.

―Ma…Madre…

En el hermoso rostro del fantasma se dibujó una sonrisa.

―Madre… ya no puedo… no puedo más.

Shhh… Sí que puedes―dijo el fantasma―. Mi niño, aún no es tu tiempo.

Theo lloró.

Tienes que resistir―continuó su madre―. Mi Theo, eres más fuerte de lo que piensas y no por obra de tu padre o por seguir vivo después de lo que te ha hecho; sino porque en ningún momento consideraste rendir tu corazón y tu alma a su maldad para salvarte. Sé que duele ahora, pero un día, mi cielo… un día la pesadilla será solo eso, un mal sueño y tú vas a ser feliz, tan feliz… por eso tienes que resistir, por eso no puedes rendirte, ¿Lo entiendes?

Theo intentó seguir el frío tacto con su mejilla y asintió.

Lo siento, no hice nada por ti.

Sí que hiciste―rebatió ella―. Naciste. Tú has sido lo mejor de mi vida, cariño. No te cambiaría por una segunda oportunidad. No te cambiaría por nada, mi Theo.

―Pero no estás más.

Yo siempre estoy―dijo ella―. Siempre estuve y siempre estaré contigo, aunque no puedas verme.

Theo sintió algo similar a un beso en su frente.

No te des por vencido, hijo… lucha… lucha…

Un sonido agudo llenó sus oídos en ese momento y la vista se le nubló.

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Para cuando pudo volver a enfocar, se halló en su cama, ya cambiado con uno de sus pijamas y con Talula a su lado, lloriqueando entre hipidos.

―Mi joven amo debe luchar, Talula no puede dejar que mi joven amo muera, no, no puede―sollozaba la elfina limpiándose la nariz con su muy sucia ropa―. Mi señora, ¡Oh!, ¡cómo se pondría de triste mi señora si Talula deja al joven amo morir así!

―Lula…―musitó él, descubriéndose la garganta tan seca como si hubiese tragado dos kilos de arena. Intentó enderezarse; pero con solo mover sus manos, un dolor horrible le atacó. ¡Parecía como si tuviera roto cada hueso de su cuerpo!

Al oírlo, la elfina dio un brinco y se acercó presurosa.

―¡Amo Theodore!―lloriqueó―. ¡Está vivo, está vivo!

―D-Duele…―logró balbucear él.

―¡Oh!, ¡Sí!, es hora de la poción. Talula la tiene aquí―dijo la criatura y corrió al baño―. Talula la ocultó del Señor, sí, lo hizo; pero se la dará al amo Theodore, ¡Se pondrá bien, ya verá!

Theo no pudo poner mucha resistencia cuando la elfina lo obligó a beber; no obstante, si bien no ayudó a la sed en lo absoluto, sí sintió cómo el dolor era apartado de su cuerpo como por encanto.

―¿Se siente mejor, amo?

Él asintió, logrando enderezarse muy lentamente.

―¿Qué me pasó?

―El amo castigó al amo Theodore―dijo le elfina, liberando nuevas lágrimas―. Talula solo pudo ayudar cuando el amo se fue de la mansión. Gorky me ayudó a curarlo y luego Talula recordó una vieja receta que mi señora solía preparar para sus reservas, Talula recordó que solía usarlo cuando el amo…

La voz de la elfina se entrecortó y se soltó a llorar de nuevo. Aquella poción, su señora la había inventado específicamente para las secuelas del cruciatus. Oh, su pobre señora, ¡cuánto había sufrido su pobre señora bajo aquella terrible maldición!

―Yo… solo espero a que el amo Theodore esté bien para plancharme las manos. ¡Talula tuvo la culpa de todo!

―Lula, Lula, cálmate―dijo Theo―. No te plancharás las manos ni te harás nada y es una orden. ¿O es que acaso esperas que me cuide solo?

Eso pareció medianamente justo para Talula, quien dejó de llorar y solo se puso a hipar de vez en cuando.

―¿Hace cuánto tiempo estoy aquí?

―Oh, casi dos semanas, amo Theodore―explicó la elfina―. Al principio, Gorky y Talula pensamos que no lo lograría; estuvimos muy tristes, sí… lo estuvimos.

―¿Y mi…?...―Theo titubeó―. ¿El amo Nott sabe que me ayudaron?

―El amo no ha vuelto a casa desde ese día.

―Entiendo.

Lo más seguro es que su padre se hubiera inventado un viaje repentino para tener una coartada. Casi podía imaginarlo armando su teatro para convencer a todos que la muerte de su hijo le había dolido en el alma.

―No se lo dirán―ordenó―. Si pregunta, le dirán que me levanté solo y que pedí ayuda a Blaise… mañana mismo me pondré en contacto con él. Pasaré el resto de las vacaciones en su casa, así las cosas estarán tranquilas por aquí y mi padre no tendrá excusa para hacerles daño a ti o a los demás elfos.

―Sí, amo Theodore.

―¿Dijiste que la poción que me diste es receta de mi madre?

La elfina asintió.

―Cuando el amo se deshizo de sus cosas, Talula guardó los recetarios y algunos diarios.

―¿Los tienes aún?―preguntó Theo con gran ansiedad.

―Talula se los dará al joven amo si los quiere.

―Eso me gustaría― dijo él, suspirando luego―. Soñé con ella, Lula, me dijo que tenía que resistir, que debía luchar… Yo… creo que la vi, fue… no, no fue un fantasma, creo… se desprendió de un rayo de luna y…

Pausó de pronto.

―Salazar―pronunció, palpando el costado de su pantalón―. Tenía algo en mi bolsillo la noche que mi padre…

―¿Un paquete pequeño?―interrumpió Talula, yendo aprisa hacia el baúl de Theo que estaba al pie de la cama―. Talula lo encontró bajo la mesa del comedor. Tenía el nombre del joven amo, así que Talula lo guardó.

Luego, brincó sobre la cama y le entregó el paquetito.

―Talula no lo abrió, señor, lo jura.

―Te creo―dijo él, aliviado de tener el paquetito consigo―. Gracias. Por un momento pensé que mi padre había dado con él. Ni yo sé lo que contiene; pero sea lo que sea, en manos de mi padre solo significaría peligro.

Talula asintió con pesar mientras él rompía el papel que tenía escrito: "Para Theo".

Resultó ser una pequeña esfera transparente que tenía escrito a su vez: "Abreme". Cuando Theo lo hizo, partiéndolo en dos, de su interior salieron algunas chispas, como polvo de estrellas y acto seguido se materializaron en una especie de brazalete extraño.

―¿Está hecho de… corchos?―preguntó en voz alta. Talula pensó que se lo preguntaba a ella, así que se acercó a mirar el brazalete con detenimiento.

Efectivamente, siete corchos pintados con los colores de Slytherin conformaban el brazalete; pero lo que hizo que las orejas de Talula se movieran alegremente, no fue el material sino las figuras talladas en cada uno de los corchos.

―Es su nombre―le dijo a Theodore, quien miró más de cerca su obsequio.

―¿Esos grabados raros?

―Son runas. Las siete runas que completan su nombre―dijo Talula―. Es Futhark antiguo.

―¿Sabes de runas?

Talula se sonrojó.

―Muy poco, amo; pero mi señora sí que sabía. Una vez, Talula la vio dibujar esas mismas runas en uno de sus diarios. Mi señora me explicó que era su nombre…

―Pero no creo que Luna sepa de runas y…

Theo se llevó una mano a la boca y gimió de dolor por la rapidez en sus movimientos. Talula brincó.

―¡Amo! ¿Se encuentra bien? Todavía no puede moverse así, ¡está muy lastimado! ―dijo la elfina―. Necesita dormir o no tendrá fuerzas mañana para salir de la cama. La poción de mi señora es buena; pero no hace milagros. Talula irá por un poco de poción para dormir.

―No― dijo Theo deteniéndola―. Si el amo Nott regresa, necesito estar alerta, Lula.

La elfina le miró indecisa.

―Descansaré, ¿Sí?, no hace falta la poción, te lo prometo.

―Entonces, el joven amo debe dormir ya.

―Lo que digas―aceptó él y se recostó de nuevo, luego de colocarse su brazalete―. Lula, espera, necesito que me prometas algo.

―Lo que sea, señor―dijo la elfina, feliz de complacerlo.

―Si alguna vez mi padre te pregunta por la carta que recibí o si te obliga a decirle que me ayudaste, debes jurar que jamás dirás el nombre de Luna. Es muy importante para mí, ¿Lo entiendes? De vida o muerte.

La elfina lo miró con sus grandes ojos irritados de desvelo y por tanto llorar, luego juntó las manos sobre su vientre, como meditándolo y después le sonrió.

―Talula solo escuchó al joven amo decir… Lula. Sí, solo Lula.

Theodore sintió la calma invadiéndole el pecho y, por primera vez en su vida, alzó la mano y acarició la cabeza de Talula, quien poco acostumbrada al afecto de los humanos, tuvo que frenarse para no soltarse a llorar de la emoción.

―Eso es. Ahora te encargo preparar todas mis cosas para irme donde Blaise, ¿Está bien? Incluye mis uniformes del colegio, la escoba y mis libros. Creo que todo cabrá en mi baúl. Yo dormiré lo que pueda mientras tanto.

―Sí, joven amo. Confíe en Talula.

―Ah, antes que lo olvide. Incluye los diarios de mi madre y el recetario donde hallaste la poción que me diste, ¿Sí? Creo que la voy a necesitar.

―Descanse, amo Theodore.

―Gracias, Lula.

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¡Hola!

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Esa vez fue algo angst de nuevo.

Gracias por leer, si gustas déjame un review 😊

Paola Alarsil.

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