El presente fic participó del reto "Fictober" del grupo "Yo también estoy esperando un nuevo capítulo de Muérdago y Mortífagos". Hoy, solo está en vísperas de ser terminado. El mundo de "Harry Potter" pertenece a J.K Rowling. Esta autora solo escribe el siguiente contenido por diversión y sin fines de lucro.
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"Cielo"
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Lo más ventajoso de no ser una bruja popular y ser considerada como "rara", era que pasaba fácilmente desapercibida. Y en esos días en los que tenía que escabullirse hacia las mazmorras para ver a Theo, Luna no podía estar más contenta por la falta de atención de sus compañeros.
Encontrar el foso de las mazmorras esta vez fue sencillo y no le sorprendió nada que Sir Nick estuviera esperando frente a una de las tres puertas que ahí había.
Al reconocerla, el fantasma hizo una reverencia cuidadosa y sonrió.
―Buenas tardes, Sir Nicholas―dijo ella, risueña.
―Magnífica tarde, en efecto, señorita Lovegood. ¿Tuvo problemas para llegar?
―Ninguno. Memoricé el camino la última vez.
―Me alegra. Yo estaba cuidando que Peeves no asomara la nariz donde no debe. Afortunadamente, no lo he visto―dijo el fantasma―. En fin, ya no ya entretengo más, el señor Nott la espera.
―Le agradezco de nuevo por dejarnos usar este espacio. Sé que le tiene mucho cariño.
―Solo una vez al año, querida. Los aniversarios de muerte son importantes. Sin embargo, me gusta que tenga mayor significancia ahora―dijo Sir Nick, haciendo una corta venia―. Que tenga una hermosa velada, cuidado al regresar―agregó y, sin esperar respuesta, se elevó y atravesó el techo de piedra.
Un poco nerviosa, como cada vez que se reunían, Luna peinó con sus dedos un largo mechón de su cabello rubio y abrió la puerta.
El aire abandonó sus pulmones ante el escenario que encontró.
Theo estaba a la mitad de la estancia, su túnica se hallaba sobre una silla y alrededor de él flotaban algunas velas, mientras que a sus pies yacía una alfombra verde con lo que parecía ser todo lo necesario para un pequeño picnic: Flores silvestres junto a una botella sellada y sándwiches junto a un par de pudines de vainilla.
Sin embargo, era el cielo sobre su cabeza lo que le había quitado el aliento. Lucía en todo su esplendor, como si no estuviesen en lo más profundo del castillo sino a orillas del Lago Negro contemplando las estrellas que comenzaban a aparecer en un firmamento hermosamente despejado, aunque en realidad afuera estuviera nublado por completo.
Luna se sintió maravillada. Ese cielo no había estado ahí la noche anterior.
"Tranquilo. Llegará el día en que podamos salir juntos sin temor o preocupación por nadie", le había dicho ella a Theo, luego que el Slytherin se lamentara por tener que llevar su relación en secreto.
Y al parecer, él se lo había tomado como un deseo a cumplir. Solo para ella, para hacerla sentir un poco de normalidad.
Sin darse cuenta, pequeñas lagrimitas se reunieron en sus ojos.
―¿Luna?―dijo Theo, preocupado.
Que ella llorara no era parte del plan.
―¿Qué está mal?―preguntó, acercándose―. ¿No te gusta? Puedo hacer que tenga otra vista si tú quieres, ¿Quieres que anochezca? ¿Quizás un amanecer?, lo que tú quieras, yo…
Mientras llegaba hasta ella, Theo comenzó a enumerar todos los espacios que se ocurrían; pero de repente, cuando él estaba por nombrar la vista de las copas de los árboles en el claro del bosque prohibido, Luna alzó su pequeña mano, atrapó su corbata a medio desatar y tiró de él, elevándose a su vez sobre sus puntas para alcanzar sus labios ante el shock del muchacho, quien si bien correspondió a su beso, se quedó con los ojos muy abiertos e inmóvil cuando ella se apartó.
―Es perfecto―sonrió Luna, liberándolo sin que él se enderezara ni pudiera reaccionar―. Todo es perfecto―añadió ella, alzando la cabeza para observar el cielo otra vez―. Oh, Theo… ¡Wow!―gritó de repente.
Saliendo de su ensimismamiento, el Slytherin usando su fuerza y su obviamente mayor altura, la había tomado en brazos y ahora sus rostros sonrojados se hallaban frente a frente.
―¿Te asusté?―preguntó él, su voz ligeramente enronquecida y sus ojos fijos en los de ella mientras su boca tentaba una media sonrisa.
Luna le sonrió de nuevo y llevó una de sus manos hacia su mejilla.
―Nunca―declaró y esta vez, fue Theo quien buscó sus labios.
Él podía, literalmente, romperla. Luna era consciente de la diferencia entre sus estaturas, entre su fuerza; pero honestamente, jamás se había sentido más a salvo que en sus manos. Y estaba segura de que eso no cambiaría. Bajo esa cubierta que intimidaba a otros, Theo era dulce, protector y con un corazón tan grande que, a veces, ella se preguntaba cómo los demás no se daban cuenta.
«Algún día lo harán», se dijo.
―Eres perfecto, Theodore Nott―le susurró tras un segundo y pequeño beso.
Él, sin embargo, ahogó una risa de total incredulidad.
―Nada más alejado de lo cierto; pero se agradece la intención―le respondió, llevándola después hasta la alfombra, donde la dejó con cuidado, para luego rodearla y sentarse a su lado.
Luna prefirió no replicar. Theo no era muy afecto a aceptar elogios, por el contrario, siempre tendía a restarle importancia a todo lo que hacía, aunque fuera algo tan hermoso como ese firmamento en plena mazmorra. Pero ya aprendería. Luna no se cansaría de repetírselo hasta que terminara por creerlo.
―¿Qué tienes preparado ahí?―preguntó entonces, mirando curiosa hacia la canasta.
Theo agradeció el cambio de tema y, dándole las flores a ella, comenzó a sacar el contenido de la cesta.
―Empanadas de Cornualles, pasteles de caldero, sándwiches de pavo y una botella de hidromiel―fue diciendo.
―Todo luce delicioso. La próxima vez traeré una botella de guardirraíz. A papá y a mí nos gusta mucho.
―Creo que nunca había escuchado de esa bebida.
―Seguro que te gustará―sonrió ella―. Uhmm, todo huele muy bien.
―¿Quieres un poco?―dijo Theo, maniobrando sobre el corcho de la botella de hidromiel―. También traje algo de zumo de calabaza.
―Me gustaría probar―respondió Luna y tomó las copas. Theo sirvió, diligente―. Gracias. Esto es maravilloso, Theo. Jamás había tenido un picnic.
―Me alegra que te guste. Aunque parte de la idea de Sir Nicholas. El picnic, quiero decir.
―Oh; pero el escenario es todo tuyo―dijo Luna, mirando hacia el cielo otra vez.
Theo disimuló y propuso un brindis.
―Por la mejor idea de Sir Nick―bromeó, alzando su copa. Luna tomó la suya y se acercó un poco más.
―Por la hermosura de tu magia, Theo―añadió y chocó su copa, dando el primer sorbo mientras fingía no darse cuenta del sonrojo de su novio―. Oh, Merlín, ¡esto es delicioso!
―Tómalo con calma―dijo él, frenando el tercer sorbo seguido de su novia―. El hidromiel es engañoso. ¿De verdad nunca lo habías probado?
Ella negó.
―Sé que mi papá sí. Solía beberlo seguido cuando mamá vivía; pero cuando ella se fue, dejó de comprarlo―explicó Luna―. Aunque no pudo renunciar por completo al agua alegre, ese es uno de mis favoritos.
Theo sonrió de lado. ¿Acaso le sorprendía? Por supuesto que el "Agua alegre" debía ser uno de sus favoritos. Con Luna todo era eso: Luz, alegría, amor y paz.
―Traeré un poco para la próxima.
Luna, como toda respuesta, dio otro pequeño sorbo, dejó la copa cerca de la cesta y se acercó hasta reposar la cabeza contra el hombro de Theo, quien enseguida la rodeó con uno de sus brazos.
―¿Qué tal tu día?―dijo ella.
―Uhm, nada novedoso. Clases, tareas. Aburrido, de hecho. ¿Y el tuyo?
―Algo de lo mismo. Oh, aunque estuve paseando por el castillo después de clases, y adivina qué.
―Qué.
―Encontré un par de mis tennis―dijo Luna, risueña―. Estaban colgando de un arco de piedra, los ataron de las hileras. Algo parecido me pasó el año pasado. Harry estuvo ahí.
Theo ahogó un suspiro. Todavía le molestaba un poco el que Potter hubiera llevado a su chica a la fiesta de Slughorn; pero se obligó a centrarse en lo que le estaba contando.
―¿Cuándo vas a hablar con Flitwick sobre tus zapatos?―le preguntó―. No puedes seguir permitiendo que tus compañeros te hagan esas cosas. Flitwick está en la obligación de poner orden.
―Oh; pero este año solo desaparecieron tres pares, no todos―excusó Luna con simpleza―. Asumo que es la fuerza de la costumbre, seguro el próximo año ya no pasará.
Theo se apartó para mirarla.
―No he investigado quienes están detrás de todo esto solo porque me lo pediste; pero si continúa…
―No puedes hechizarlos, te meterías en problemas.
―¿Y si no me importara?―replicó él―. No me gusta que te lastimen. A veces pienso que, si supieran que estoy aquí para defenderte, no se atreverían jamás a volver a mirarte siquiera en son de burla.
―No me lastiman―dijo Luna con suavidad y cuando Theo resopló con ironía, procedió a sentarse sobre sus rodillas y le miró con dulzura―. Al principio sí. No entendía por qué no les agradaba si estábamos en la misma casa. Mi primer año no fue fácil. Después, Ginny fue mi primera amiga y ella me conectó con los demás y… y cuando te conocí a ti, todo se fue haciendo más sencillo de soportar. Ahora ya no me lastiman, además todos los intentos de tomar mis cosas disminuyeron. Por eso creo que no debería hacer nada para frenarlos del todo, ya lo están haciendo y… y quizá si yo les doy la importancia que quieren, entonces sí lograrán herirme otra vez.
Como por encanto, el enfado de Theo se esfumó y acortó aún más la distancia entre ellos, acoplando su mano en la mejilla de ella.
―Nadie va a lastimarte nunca más, confías en mí en eso, ¿Cierto?―dijo Theo. Luna asintió sin dudarlo―. Solo quiero que seas feliz. Quiero que, al mirar atrás, a estos días en los que crecemos en este castillo no tengas nada que lamentar o resentir.
―Cuando llegue ese momento, si acaso pienso de nuevo en el pasado, no serán los malos días los que recordaré, sino días como este, como todos los que he pasado y pasaré contigo.
Theo cerró los ojos al sentir que escocían y, suavemente, apoyó su frente en la suya.
Luna, en cambio, lo observó con detenimiento tratando de grabar en su mente cada rasgo de su apuesto rostro. El tiempo era incierto y ella, desde la muerte de su madre había aprendido a no subestimarlo. Por eso, no dejaba pasar día sin decirle a ese extraordinario mago cuánto lo quería y cuánto valoraba que compartiera su tiempo con ella. Solo por si acaso, pues nadie tenía total dominio del mañana.
Luna estaba determinada a crear recuerdos hermosos para Theo.
―¿Quieres contar estrellas conmigo?―le preguntó, adorando el choque de la mirada azul profundo de Theo sobre la suya.
Entonces enlazó su mano y se recostó suavemente, aguardando pacientemente a que el muchacho la siguiera.
Y, negándose a soltar su mano, él lo hizo.
Con sus corazones latiendo tranquilos, hurgaron la profundidad de aquel cielo encantado.
Y contaron estrellas.
«Merlín, que jamás terminen».
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Fue así como los halló Blaise un par de horas después.
Él había estado rumiando sus amarguras en su habitación vacía, tratando de enfocar su mente en la mejor forma de volver a su antiguo "Yo". El Blaise que le restaba importancia a todo, el chico divertido y atrayente para las chicas, el que vivía la vida en eterno Carpe Diem.
Si lo pensaba detenidamente, ¿Desde hace cuánto no tenía un buen polvo?
Tres palabras como respuesta: Desde. Ginny. Weasley.
―¡Pues no más!―declaró, alzando el puño en alto desde su cama.
Suficiente tiempo le había dedicado ya a esa pelirroja. Y eso iba a acabar ese mismo día. Como que su nombre era Blaise Zabini.
De modo que cambió su túnica arrugada por una regia e impecable, se echó un vistazo al espejo y perfiló su mejor sonrisa de conquista.
A esa hora ya podía interceptar a una que otra palomilla abandonando el Gran Comedor luego de hacer los deberes. Al menos las que valían su tiempo, puesto que las que se quedaban usualmente eran las comelibros, como Granger. Y por supuesto, la biblioteca quedaba totalmente descartada.
"Aunque fue en la biblioteca donde hablaste con Ginny la primera vez", le recordó el subconsciente; pero él negó de inmediato.
―Oh, no, no, roja, no me vas a echar a perder la cacería.
Entonces se giró; pero no bien dio algunos pasos rumbo a la puerta, alcanzó a oír un gran barullo in crescendo.
Al llegar a la sala común, halló a varios Slytherins corriendo de un lado al otro, especialmente los de los primeros años mientras los prefectos trataban de controlarlos. Además de ellos, varios de años mayores, incluyendo a Crabbe y Goyle discutían a voz en cuello los pros y contras de salir de las mazmorras en ese momento.
Toda la situación era por demás estrafalaria. O al menos eso pensó Blaise hasta que escuchó a Crabbe, quien algo más que histérico había comenzado a zarandear a Goyle.
―¡Tenemos que encontrar a Malfoy!
―¡NO!, sal tú si quieres, yo no pienso poner un pie fuera de aquí. Además, Draco no nos dijo que lo acompañáramos. ¿Y si hacemos algo mal? Él dijo que esto solo podía hacerlo él.
―Pero…
―Deja que se encarguen. Los mortífagos sabrán qué hacer.
―¡¿Mortífagos?!―intervino Blaise, tomando el lugar de Crabbe para zarandear a Goyle―. ¡Repite eso!, ¿Has dicho mortífagos?
―Entraron al castillo―informó sin ser requerida la prefecta Penélope Padgett―. A saber cómo; pero recibimos la orden de cuidar a los pequeños. Parkinson fue a ver si quedaba alguno fuera de la sala común. ¡Eh, tú, niño, por Merlín, deja de llorar!
Luego siguió con sus tareas.
Blaise volvió a encarar a Goyle.
―¿Dónde está Draco?
―No…no lo sé…
―¡Goyle!
―¡Te digo la verdad!, él no nos lo dijo! Solo… solo se fue…
―Ustedes dos saben lo que está pasando―acusó el moreno―. ¡Están protegiendo a Malfoy! ¡¿Dónde carajos está?!
―¡Oye, ya suéltalo!―reclamó Crabbe, rescatando a su amigo―. ¿Por qué te pones así? Draco estará bien, todos vamos a estar bien, solo tenemos que esperar.
Blaise los miró conteniendo un insulto; pero luego su ágil mente le obligó a centrarse en algo más importante que ese par de lerdos.
La mayoría de Slytherins estaba en la sala común. Pansy seguramente había usado la excusa de "Buscar niños" para ir por Draco. ¡Pero Theo no tenía ni idea de lo que estaba pasando!
Sin pensarlo más se dirigió a la salida, ignorando los llamados de Crabbe y Goyle. Una vez fuera volvió a detenerse.
El castillo se sentía extraño, era como si cada maldito ladrillo anunciara el peligro y Blaise de pronto volvió a sentirse dividido.
A la izquierda estaba su mejor amigo junto a su novia. Ambos en mortal peligro si entre los intrusos se encontraba Thadeus Nott; no obstante, a la derecha estaba todo lo demás.
Y por todo, se refería a Ginny.
«Calma. Calma, Blaise, tienes que ser práctico», se conminó, diciéndose que ella seguramente tendría su ejército de leones custodiándola. Theo solo lo tenía a él.
―Mierda, roja―masculló, tomando su decisión y girando hacia la izquierda para luego echar a correr mientras decía―. ¡Si te atreves a ponerte en peligro por cara rajada de nuevo, yo mismo te lanzaré un crucio!
De ese modo y armando un muy improvisado plan de acción, entró a trompicones a la fosa de las mazmorras, sobresaltando a Theo y a Luna.
―¡Blaise!, ¿Qué rayos…?
―Explicaciones luego, ¿Quieres?, ¡Vamos, vamos, de pie, no tengo todo el día!, Y Lovegood, quítate eso…
―¿Perdón?―dijo ella, sin entender. Blaise rodó la mirada.
―¡La túnica, mujer! ¡Quítate la túnica!―exclamó él mientras se quitaba la suya.
―Blaise, ¡¿Qué demonios te sucede?!
―Sucede que tienes menos de cinco minutos para callarte y tú, Lovegood, el mismo tiempo para hacer lo que te digo si quieren salir vivos de esto.
―¡¿Qué?!―exclamó Theo, cada vez más confuso, y peor se puso cuando Blaise le lanzó su túnica encima.
―Pónsela a Lovegood, es lo suficientemente grande como para ocultarla y grita Slytherin por donde lo veas―indicó―. Escucha, vas a agarrar a tu novia y la vas a llevar a nuestros dormitorios y no vayas a salir hasta que regrese, ¿oíste? Crabbe y Goyle están en la sala común, no vayas a detenerte a hablar con ellos, son unos palurdos; pero no están ciegos y la idea es que ella pase desapercibida hasta estar a salvo. Los dos, de hecho.
Luego respiró hondo y miró a su amigo entre alarmado y arrepentido por arruinar el momento.
―Hay mortífagos en el castillo.
Olvidando por completo la confusión y el enojo, Theo pasó al completo espanto.
―¿Mi padre…..?
―No lo sé, talvez… mira, la cosa es que no pensarán buscar a Lovegood en Slytherin. Y si acaso te encuentran a ti, bueno… confío en tu varita tanto como confío en la mía, así que…
―Tengo…―titubeó Luna―. Tengo que hallar a mis amigos, si hay un ataque, yo tengo…
―¡Luna, no!―exclamó Theo―. No tienes que hacer nada, ¿Entiendes? Mucho menos correr a inmolarte.
―Pero Theo, es que…
―¡Ellos son más!―dijo él―. Potter y todos ellos son más, no te necesitan. ¡Además, están los profesores y Dumbledore! ¡Tú no tienes que ir! ¡¿O es que me vas a hacer pasar por lo mismo?! Pudiste morir en el Ministerio. ¡Y ahora con más razón!
Blaise los miró, incómodo. Luna tenía los ojos muy abiertos mientras que la expresión de Theo se había tornado desesperada.
Luna entonces bajó la cabeza, miles de escenarios perfilándose en su mente, miles de situaciones que se desencadenaban ficticiamente a partir de un "No" o un "Sí". Quedarse significaba ocultarse y ella no se sentía capaz de traicionar a sus amigos; pero, por otro lado, irse en ese momento, ¿No sería también como traicionar a Theo que prácticamente le estaba rogando que se quedara con él?
Recordó entonces su mirada rota aquella noche en la enfermería luego de la batalla en el Departamento de Misterios. No quería verla de nuevo, sería desandar todo el camino que ya habían recorrido.
―Está bien―aceptó, alzando la mirada y buscando su mano hasta entrelazar sus dedos―. Me quedo contigo.
El alivio fue inmediato y, pese a tener a Blaise de espectador, Theo la estrechó con fuerza contra su pecho.
―Ejem… oigan, no quiero ser mal tercio; pero ¿Tienen que hacer eso con el peligro amenazando?―les dijo, ambos se separaron, apenados―. Hagan lo que les dije y estarán bien, yo iré a buscar a Pansy.
―¿A Pansy? ¿Por qué?―preguntó Theo mientras ayudaba a Luna con el intercambio de túnicas.
Blaise desvió la mirada.
―Se fue a buscar "niños", alguien tiene que cuidarle las espaldas―dijo Blaise―. ¡Apresúrense, nos vemos más tarde!
Y sin más salió corriendo de nuevo.
Buscar a Pansy sería su excusa. Y claro que la buscaría, o por lo menos lo iba a intentar una vez que se asegurara que su primer objetivo estuviera a salvo.
―Esa pelirroja será mi muerte― masculló, saliendo de las mazmorras.
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¡Hola!
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¡Doble actualización! Un poco cortas; pero espero que les haya gustado.
¡Gracias por leer hasta aquí!
¡Un abrazo a todos, lectores!
Cariños
Paola Alarsil.
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Muchas gracias de antemano a quienes lo hagan.
Nombre: "Un segundo de felicidad", de Paola Alarsil.
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Mil gracias.
