El presente fic participó del reto "Fictober 2020" del grupo "Yo también estoy esperando un nuevo capítulo de Muérdago y Mortífagos". Hoy, solo está en vísperas de ser terminado. El mundo de "Harry Potter" pertenece a J.K Rowling. Esta autora solo escribe el siguiente contenido por diversión y sin fines de lucro.

Mensaje para el 13 de octubre 2021:

Vengo con el cono de la vergüenza encima. ¡Disculpen, por favor!

Solo unas advertencias:

1. Es un capítulo de transición. Mención de NottGood; pero desarrollo de Blinny

2. Se narra una relación Non-Con, específicamente con Pansy, así que si no les gusta ese tipo de contenido, solo sáltenselo hasta la parte del Blinny; sin embargo, puedo decir que dicha escena ha sido llevada a cabo de manera necesaria para la trama y lo más cautelosamente posible.

Ahora les dejo con la lectura.

.


.

"Invierno"

.


.

A veces la palabra invierno podía ser más que una estación. Podía sentirse, prodigarse, uno podía personificarlo o incluso interpretarlo como augurio de muerte, como el destino de las flores cuando soplan ventiscas o cuando quedan sepultadas tras nevadas implacables.

El frío, lo inerte, la desolación, todo aquello que caracterizaba al frío invierno era lo que gran parte de la comunidad mágica sentía, vivía, prodigaba, e incluso era en lo que, más tarde, conocerían como la Segunda Guerra.

Sea desde una torre en Hogwarts, o desde los helados parajes del bosque de Dean; entre las frías paredes de Malfoy Manor en Wiltshire o en los sellados muros de la Sala de los Menesteres, la sensación era la misma.

No había esperanza.

Ese invierno parecía haber llegado para quedarse.

―Eso es todo, ¡No puedo más!―exclamó Theo Nott, arrojando la copa de Whiskey de fuego contra la pared de su dormitorio. Claramente no había servido para calmar sus nervios.

―Por última vez, Theo. No vas a lograr nada perdiendo los estribos―dijo Blaise, observando cómo su amigo metía un par de túnicas en una alforja, junto a algunos galeones que mantenía ocultos dentro de un libro viejo―. Es la cuarta vez esta semana, amigo, y como cada una, vuelvo a preguntar: ¿Adónde se supone que vas a ir?

―Donde sea, no me importa. ¡Cualquier cosa es preferible a seguir cruzado de brazos esperando por algo que no va a llegar!

Blaise ahogó un breve suspiro y, usando su varita, regresó los añicos de la copa a su estado original, dejándola suavemente sobre la bandejita que mantenían camuflada en uno de sus armarios.

―Theo, por favor, respira…

―¡Estoy cansado de esto, Blaise!, ¡Llevo meses esperando y no he tenido una sola noticia de ella excepto la de mi…!

―No lo digas.

―Mi padre―completó Theo. Blaise bajó la cabeza―. Él… ellos deben tenerla. Ya su padre dejó de apoyar a Potter en "El Quisquilloso". Mi padre dijo que pasaría y dijo que todo terminaría si yo…

―¡Si tú, nada, Theo! ¿No te das cuenta que es una trampa de tu padre?, ¿De… del que no debe ser nombrado? Todo lo que quiere es un soldado más, quiere que seas como Malfoy―replicó Blaise, tomando su alforja para hacer que desistiera―. Hogwarts ya no es el lugar seguro que solía ser; pero aún con los Carrow y Snape, es mil veces mejor que allá afuera.

Theo dudó de nuevo. Esa costumbre de autopreservación tan Slytherin gritándole a viva voz que su amigo tenía la razón de su lado. Cuando quiso darse cuenta, Blaise se había hecho de su alforja y comenzaba a desarmarla.

―Muchas personas están muriendo. Afuera, o estás en un bando o estás en contra, no hay áreas grises, no allá. Aquí, como quiera que sea, estamos…

―No digas "A salvo"―interrumpió Theo. Blaise lo miró serio―. La vida entre cruciatus, denigración y sin esperanza mientras fingimos que todo está bien, no es vida en lo absoluto. Nada está bien y seguirá siendo así mientras no hagamos algo al respecto. Yo necesito hacer algo al respecto, lo que sea y si eso significa intercambiarme por Luna, estoy dispuesto.

―¿Y qué eres ahora, un Gryffindor, un Hufflepuff?―ironizó Blaise. En ese momento, parecía que la mismísima Ginny Weasley hablaba por la boca de su mejor amigo.

―Autopreservación.

―¡Exacto! ¡Es lo que…!

―Es lo que no entiendes, Blaise―dijo Theo y con inusitada calma, detuvo el quehacer de su amigo y recuperó su alforja, poniéndosela al hombro―. Esta guerra no me importa, ni mi padre ni su desquiciado Lord o el Ministerio o Potter. Pero haré lo que sea necesario por recuperar a Luna porque… porque sin ella yo no existo. Así de simple.

Blaise tensó los labios. No era que no entendiera a Theo. De hecho, sabía muy en el fondo que, si sus circunstancias fueran otras y Ginny no se encontrara oculta en el castillo, él llevaría meses peinando todo Inglaterra para encontrarla. Sin embargo, la idea de dejar que Theo enfrentara una suerte siniestra sin la garantía de éxito lo estaba destrozando. Blaise no veía su vida sin Ginny en ella y por eso no se había marchado a Italia como su madre; pero si Theo desaparecía o si llegado el momento tenía que enfrentarlo, estaba seguro de que no sería capaz de asimilarlo.

«Autopreservación», se dijo aferrándose a sus rasgos más Slytherin posibles.

―¿Y si está muerta?

El semblante de Theo se ensombreció.

―Tu padre te hizo la oferta tras año nuevo, estamos en abril, ¿Qué garantía tienes de que, en el hipotético caso de que la tenga, vaya a entregártela viva? Ha querido destrozarla desde que tuvo apenas la vaga idea de su existencia, ¿Qué te hace pensar que no lo hizo ya?

―Entonces estará feliz de hacerme ver su cuerpo―respondió Theo curvando la boca en un amago de sonrisa―. Mi padre me cree débil, Blaise. Yo también lo creí por años; pero no lo soy. Tendrá un soldado a cambio de Luna si es que está con vida; pero un soldado que esperará la menor oportunidad para volarle la cabeza a él y a cuantos se interpongan en mi camino. Será cuestión de plazos si ha llegado a lastimarla.

―¿Y si solo logra atraparte?―insistió el moreno―. Piénsalo. Puede o no tener a Lovegood, basta que tú lo pienses para que te pongas en sus manos. Puede hechizarte, volverte su esclavo y hacerte recibir la marca. Gane quien gane esta guerra, estarías perdido de todos modos.

―Supongo que es un riesgo que tengo que tomar.

Blaise abrió la boca para responder; pero súbitamente la puerta del dormitorio se abrió y ambos magos elevaron sus varitas en posición de ataque; pero apenas una cabeza rubia se dejó ver, ambos retrocedieron, perplejos.

―¿Malfoy?

―¡¿Cómo rayos entraste a la sala com…?!

―¡Shhh, silencio!―exigió el recién llegado y, cerrando la puerta tras de sí, echó un encantamiento silenciador al recinto―. No tengo mucho tiempo, ¿Bien? Así que ahorrémonos los saludos y bajen las varitas para que pueda…

¡PLAF!

Dos segundos después, Draco estaba en el piso, cortesía del puño de Blaise en su cara.

―¡Por la madre que te…! ¡Demonios!―se quejó el moreno de inmediato, sobándose la mano.

Ese impulso había salido mejor en su mente. Él no tenía la costumbre de emplear sus puños, para eso estaba la magia; pero ese golpe hasta había sido catártico en su caso. ¿Cómo Granger no se había roto la mano en tercer año? Los huesos de Malfoy sí que eran fuertes…

…porque tenía que ser eso, ¿No? definitivamente no podía ser que pegara menos fuerte que una chica. No. Claro que no.

―¡Vaya audacia la tuya!―protestó entonces, mirando al rubio de mala gana.

Draco limpió un hilillo de sangre de la comisura de su boca y miró a sus amigos de hito en hito mientras se elevaba sobre sus codos.

―Supongo que merecía eso.

Sintiendo que la rabia volvía a bullir, Blaise alistó el puño nuevamente; pero Theo lo detuvo.

―¡Basta!

―¡Es lo menos que se merece! ¡Por su culpa estamos todos jodidos!

―¿Sí?, vaya, yo creía que era Draco y no el Señor Tenebroso el que entró sin avisar―ironizó Theo, ganándose un gesto perplejo de parte de Blaise y, la que quizá sería la primera sonrisa sincera de Draco en casi un año.

―¡Suéltame!―protestó el moreno y, agitado, comenzó a andar de un lado a otro, a ver si lograba tranquilizarse―. Ni una jodida alarma, ni un aviso o un mensaje. ¡Nada, Malfoy!―reclamó―. ¿No se supone que éramos tus amigos? ¡¿Tienes idea de lo que ha sido de nosotros desde tu numerito con los mortífagos el año pasado?!, ¡Nos dejaste a nuestra suerte!

―Cálmate, Blaise. Draco ha sido solo un peón. Uno bastante egoísta y cínico, si cabe; pero un peón al fin y al cabo―dijo Theo.

―Y un asesino. No olvidemos el pequeño detalle marca Voldy―replicó él―. Vivir o morir, y escogiste la autopreservación, ¿Cierto, Draco?

Ante ello, el rubio ahogó un gruñido y se puso de pie. Todo rastro de simpatía se fue de su rostro.

No soy un asesino.

―¡Ja! ¡Eso sí que es noticia!―dijo Blaise―. ¿Qué sigue ahora en la historia?... ¡No me digas! Ahora va a resultar que el viejo director se dijo: "Dumby, que se las arreglen como puedan" y ¡Bam! Se arrojó de cabeza desde lo más alto de la torre. Poético.

―¿A qué viniste, Draco?―intervino Theo―. No me interesa saber cómo. Rangos y eso, no es de sorprender que puedas acceder a Hogwarts cuando quieras; pero ¿por qué ahora?, ¿para qué?

―¿Por qué aquí?―añadió Blaise.

Draco los observó en silencio algunos segundos. Supuso que tendría ese recibimiento, se había hecho a la idea desde antes de escabullirse de Malfoy Manor; pero vivirlo era cien veces peor.

―¿Tienen algo de whiskey?

―¡No me jodas!―explotó Blaise, Theo elevó la mano pidiendo paciencia.

―¿Hábitos del buen anfitrión?―le dijo a Draco.

―Si se puede.

―¿También necesitaste coraje líquido con Dumbledore?―replanteó Theo. Draco, si bien se sintió agredido, terminó arqueando una ceja al darse cuenta que su amigo parecía evaluarlo.

―Ojalá lo hubiera tenido―contestó.

Theo chasqueó la lengua y pese a la clara reticencia de Blaise, agitó la varita y sirvió una copa que luego hizo levitar hasta Draco.

―Oh, por favor, dime que le diste de la reserva especial para los Carrow, la que tiene veneno de acromántula―ironizó Blaise, cruzándose de brazos cuando Theo le miró de lado―. Del bueno entonces. Bien, ya que las cortesías se sirvieron, di a lo que viniste, Malfoy. Si no, ya te puedes retirar, que aquí no haces falta y menos si quiero convencer a éste de no volverse tu segundón.

Los ojos grises de Draco se clavaron en Theo quien lo evitó de inmediato, concentrado en asesinar con la mirada al moreno. No hizo falta tiempo para que sacara conclusiones sobre lo dicho por Blaise, aunándolo a lo que ya sabía y a los rumores que había escuchado en los pasillos de su hogar.

―No irás a unirte.

―Aún si fuera problema tuyo, Malfoy, que no lo es, no tienes la autoridad moral suficiente para dar consejos―espetó Theo, mirando a Blaise de nuevo―. Y tú, creí que había quedado claro que no…

―¡Solo míralo, Theo!―protestó Blaise, señalando hacia Draco, quien, fuera de su costoso traje pulcramente negro, lucía más enfermizo que en sexto año―. Por muy estúpidamente noble que sea tu causa, ¡es así como vas a terminar si insistes en ir con tu padre! ¿Qué de bueno vas a sacar? ¿Ser un peón como Malfoy?, ¿Un torturador de niños?, ¿Un asesino? ¡¿Crees que ella volvería a mirarte siquiera si haces eso?!

―¡Blaise!

―¡Con un demonio, que no soy un asesino!―protestaron Theo y Draco respectivamente, el último con el ceño fruncido ante la sorpresa―. Un segundo, ¿De qué "ella" están hablando?

―¡De nadie!

―Oh, sí, claro. Y yo pienso adoptar a un Weasley cuando todo termine.

―No te metas en esto, Draco―dijo Theo―. ¿No tienes algo qué decir? Bien. Bebe tu copa y lárgate.

Blaise se mordió la lengua para no insistir en el tema con Theo, sabiendo que había metido la pata al dar pista de Luna delante de Draco.

―Ya oíste, Malfoy―decidió decir―. Y rápido, si nos haces el favor.

Draco apretó la copa en su mano y observó el líquido algunos segundos, como decidiendo qué hacer. En ese punto, no sabía en quién confiar. Había ido con Blaise y Theo en un intento desesperado por aferrarse al pequeño rayo de luz que todavía agonizaba en su interior; pero ante la idea de que todo pudiera ser una farsa, que Theo realmente estuviera considerando convertirse en un mortífago, quedó inseguro de todo nuevamente. ¿Qué tal si confiaba y luego era traicionado? Lord Voldemort no perdonaría su debilidad. Si se equivocaba, muchos pagarían las consecuencias y no solo él.

"Al final, todo se resuelve. Siempre. Necesitas confiar más en ti mismo antes que en los demás, Draco y el primer paso es perder el miedo".

Miedo. Frío, desolación. Era todo cuanto había conocido los últimos meses. Estaba cansado.

Decidió.

―¿Está esto relacionado con ella?―preguntó, sacando de su bolsillo un collar roto de cuentas celestes, del cual pendía un corcho viejo.

Theo, quien lo había ignorado olímpicamente, volteó a insistencia de la mano de Blaise palmeando su espalda. No necesitó de más de un vistazo para reconocer el collar y sentir que el alma se le iba a los pies.

―¿Debo asumir que sí?―preguntó Draco―. No puedo decir nada a menos que alguno de ustedes me confirme que…

Y de pronto, con fuerza abrumadora, se vio de espaldas contra la pared, con el brazo de Theodore Nott apresándolo del cuello y la punta de su varita incrustándose en su piel. Lógicamente, la copa de whiskey quedó hecha añicos de nuevo en el suelo.

―¡¿Por qué demonios tienes esto?!, ¡¿De dónde lo has sacado, Malfoy?! ¡Habla!

―Theo… no… no entiendes… suel… suéltame, no… no respiro.

―¡Me importa una mierda!

―Theo…―intentó decir Blaise; pero fue empujado de un codazo al tocar a su amigo.

Draco comenzaba a ponerse rojo del esfuerzo y sus manos delgadas luchaban en vano por quitarse a Theo de encima. El brillo desquiciado en sus ojos tan solo podía equipararse al del propio Thadeus Nott, solo que a diferencia del gozo que aquél sentía al infligir dolor, en Theo todavía podía notar una rotunda y dolorosa desesperación.

―Por… por favor…―titubeó, sobresaltando a sus amigos―. So…solo intento… a-ayudar.

Theo flaqueó un segundo; pero no tardó en reponerse y apretó con más fuerza.

―Dime de quién obtuviste este collar. ¡Ahora, Malfoy o juro que regresas en pedazos con tu madre!

Los manos de Draco apretaron el brazo de Theo, consiguiendo tomar un respiro entrecortado.

―Lovegood…―dijo―. Fue Lovegood quien me lo dio.

Y como si hubiera realizado un hechizo, Theo lo liberó, dejando que cayera de rodillas a sus pies, tosiendo copiosamente.

Blaise, quien no había sabido cómo intervenir, paseó la mirada entre ambos, varita en mano, como decidiendo a quién de los dos petrificar primero. Lo único que lo detenía era el hecho de que, hasta ese momento, Draco no había empuñado su propia varita.

―¿Qué Lovegood?―preguntó Theo de repente. Draco abrió un ojo y lo miró desde el piso como diciendo: "¿En serio?"―. Última chance, Malfoy. Responde o…

―La única Lovegood que conozco, Theo―dijo él―. Pequeña, rubia, ojos grises… desesperantemente optimista y que no se cansa de repetirme que tengo la cabeza llena de topolocos.

―Torposoplos―corrigió Blaise. Draco y Theo lo miraron, interrogantes―. ¿Qué? presto atención y tú sueles hablar dormido, amigo― miró a Draco―. Así que, sabes dónde está Lovegood.

―Sí.

―¿Desde cuándo?

―Desde que la abdujeron―dijo Draco y titubeó ante las miradas de reproche de sus amigos―. No tenía manera de saber que era importante para ustedes. Además, no lo supe al instante sino hasta que me ordenaron acudir a los… los prisioneros. Al principio creí que la retenían por apoyar a Potter y por ese periódico que maneja su padre; pero…

―¿Está viva?―preguntó Theo. Draco lució apenado―. Por Merlín, responde, Draco. ¿Luna está viva?

―Lo está―dijo; pero la calma de Theo duró poco―. No sé cómo; pero…

―¿A qué te refieres?

―Las… las cosas allá no son fáciles para nosotros y mucho menos para… para ellos. Nada… nada es como prometieron. Dicen que es temporal; pero…

Blaise avanzó frente a Theo, enfrentando a Draco.

―¿Dónde es "allá"?―preguntó. Draco apretó los labios y su gesto se transformó en uno de dolor―. ¿Qué pasa?

―N-No… No puedo…―titubeó él entre dientes.

―¿Cómo que no puedes? ¡Y un carajo, Malfoy, habla de una buena vez!

―¡No puedo!―gritó él; pero lejos de sacar su varita, se tomó los antebrazos con las manos de una manera específica―. No… no puedo…

Blaise lo miró sin entender y estuvo a punto de recriminarle por su cobardía de nuevo, cuando Theo lo detuvo del hombro entendiendo los gestos del rubio.

―Por la madre que te… ¿En serio pudiste ser tan estúpido, Draco? ¿De verdad?, ¡¿Cuánto más vas a entregarle a tu Lord y a tu loca familia?!

―No te… no te piden permiso para hacerlo, Theo… es… es un plus en esta guerra. Una garantía, si quieres.

―¡¿Alguien me quiere explicar de qué hablan?!―protestó Blaise.

―El juramento inquebrantable, ¡Hizo el juramento inquebrantable y por eso hay cosas que no puede revelar!

Blaise abrió los ojos de par en par.

―No lo hiciste.

Draco apretó el puño y no pudo sostenerle la mirada.

―El Lord es… meticuloso esta vez.

Meticuloso. Esa es tu justificación.

―¡No me estoy justificando! Solo… solo es lo que es. No puedo hacer nada para cambiarlo―dijo Draco―. Pero puedo ayudar. A… a eso vine.

Miró entonces a Theo.

―No sabía quién de los dos reaccionaría ante el collar de Lovegood, ella misma no quiso revelarlo en caso de que me descubrieran; pero claramente eres tú, Theo―continuó―. Si estoy en lo correcto, llegué antes de que te intercambiaras por ella con tu padre.

―¿Y has venido con una mejor oferta? ―replicó Theo―. Adelante, te escucho. ¿Qué es lo que quieres de mí que tan dispuesto estás a usar a Luna para conseguirlo? Di tu precio de una vez.

―Solo intento ayudar.

―Sí, claro.

―No espero que lo entiendas, pero es cierto.

―Ah, y debo suponer que tuviste un momento de consciencia repentino.

Draco bufó.

―No, no fue repentino, es una puñetera hija de puta que siempre me ha jodido la vida; pero más desde el año pasado; así que heme aquí―dijo―. No soy San Potter ni un mártir; pero tampoco soy un asesino despiadado…

―Ja…―farfulló Blaise.

―¡Por enésima vez, Blaise! ¡Yo no maté a Dumbledore!

―Ah ¿No? ¿Y quién fue entonces?

―Snape.

Ambos Slytherin se quedaron perplejos.

―Era mi misión―admitió el rubio―. Yo hice todo, intenté matar al viejo todo el puñetero año y cada vez, fallé. Lo del armario evanescente y la entrada a los mortífagos fue parte del plan; pero lo principal era tomar la vida del director. Mierda. Incluso llegué a acorralarlo en la torre de Astronomía, yo debía matarlo, ¡Era el cierre que me ordenaron; pero…! … pero no pude― pausó, tomando aire por la boca, agitado por recordar ese momento―. Él… él me ofreció ayuda, dijo que podía liberarme del Señor Tenebroso, que me ocultaría, a mí y a mis padres… maldito viejo. ¡Supo lo que estaba haciendo todo el año y se esperó hasta el último momento para intervenir! Y ya era tarde… no podía retroceder, no…

―¿Pero no lo hiciste?―preguntó Blaise.

Draco negó.

―Para… para matar debes tener la intención. No… no basta con decir el hechizo, debes desearlo, así funcionan las imperdonables. Los mayores tienen años de práctica, Dumbledore iba a ser mi primero. Debía acabarlo para probar mi lealtad… pero me tembló la mano, no… no quería ser un asesino. En eso llegó Snape y… y todo acabó.

―Y ahora es el flamante nuevo director―ironizó Blaise―. Sí sabes que todos piensan que fuiste tú, ¿No? Aquí eres persona non grata.

―Blaise…―dijo Theo.

―¿Qué? Dije "Aquí" refiriéndome al castillo, no aquí específicamente. Al menos no desde los últimos dos minutos.

―Y yo que comenzaba a dudar―ironizó Draco, señalándose el rostro.

―Pff… qué delicado. Si hubiera querido deshacerme de ti en serio, te habría noqueado y lanzado al lago, Draco.

Se cruzó de brazos. El hecho de que casi se rompiera la mano sería un secreto que se llevaría a la tumba.

―Además, era lo menos que te merecías―añadió.

―Lo sé.

―¿Perdón? ¿Es un dejo de humildad lo que escucho en tu voz?

―Púdrete, Zabini.

―Yyyyy… ya volvió. Todavía no te perdono el que no nos dijeras nada de lo del año pasado, Malfoy; pero estoy dispuesto a que hagas méritos si quieres recuperar mi valiosa amistad―dijo Blaise, golpeando el hombro de Draco, quien lo miró de mala gana.

―No soy un perro que hace trucos para tu complacencia, idiota.

―Oh; pero puedes ser un hurón complaciente, ¿No?

―¡Serás…!

―Oigan, no quiero interrumpir su amorosa reconciliación; pero, ¿Podrían concentrarse en lo urgente por ahora?―espetó Theo, ambos de pronto recordaron lo que discutían y tuvieron la decencia de bajar la cabeza, apenados―. Bien, Draco no puede decir dónde están los prisioneros, ¿Cierto?

El rubio negó.

―Pero Luna está viva.

―Ha sido maltratada constantemente―confesó Draco―. Nada fuera de lo común. Interrogatorios por la ubicación de Potter, Granger, Weasley o la Orden. Castigos por la reticencia del padre, a veces solo por no rendirse. Todo empeoró cuando tu padre se hizo cargo.

Theo apretó los puños.

―Las excusas eran las mismas; pero los castigos fueron más severos. Pasó mucho tiempo sin una comida decente, con frío. Nott se ensañó más con ella que con los demás desde hace poco. Cada vez se ha tornado más impaciente y se las cobra con ella.

―Tengo que ir―dijo Theo.

―Esa no es una buena idea.

―¿Y qué sabes, Malfoy? ¡Va a matarla si no hago lo que pide!

―Lo hará de todas formas―replicó él―. Tu padre solo halla felicidad en el sufrimiento ajeno, Theodore. Si la tortura es por el mero placer de hacerla gritar esperando a que en algún momento diga tu nombre para así tener la excusa de matarla a ella y luego a ti, posiblemente con ambos de testigos de la muerte del otro.

―Pero él quiere que Theo tome la marca.

―Es lo que quiere el Lord―dijo Draco―. Necesita mentes maleables, frescas, jóvenes… en otras palabras, necesita el reemplazo de nuestros padres, ¿Entiendes? Pero estás loco si crees que tu padre aceptará ser reemplazado.

―Es una trampa entonces―concluyó Blaise―. Haga lo que haga, Thadeus Nott lo matará de todas formas.

―No si lo impedimos.

La mirada de Theo tembló.

―Las intenciones de tu padre las conocen pocos, Theo, entre ellos, Lovegood y yo. Los mayores comentan en los pasillos y… y estuve ahí cuando se regodeaba de sus planes con ella, logré que la dejara a mi cargo argumentando que estaba aburrido de torturar al duende.

―¿Qué tú qué?―dijo Theo, y con la mandíbula tensa, arremetió contra Draco, cogiéndole de las solapas de su traje―. Si le has tocado un cabello a Luna, juro que te mato, Malfoy. ¡Por mi madre que lo hago y no necesitaré de una varita!

―¡Mejor yo que ellos!―replicó Draco, ganándose una sacudida―. ¡Por Merlín!, ¿Qué crees que hacen con los prisioneros en ese lugar, Theo? ¡¿Darles té y galletitas?! Están ahí por información o para morirse. ¡Punto!, no hay lugar para la piedad y mucho menos para los partidarios de Potter. ¿Si disfruto de eso? ¡Jodidos diablos que no! ¡Lo odio! ¡Tengo ganas de vomitar cada vez que lo veo, cada vez que lo escucho! ¡Y sucede a diario!; pero si es por mi mano, te juro sobre la vida de mi madre que, al menos, el dolor y el trauma son cien veces menores para ellos que si vinieran de la mano de cualquiera de los esbirros del Lord.

Si bien Theo no soltó a Draco de inmediato, sí se le quedó viendo por largos segundos, como buscando la trampa o la mentira en sus ojos.

―No hay intención de mi parte, te lo juro―añadió Draco.

―Suéltalo, Theo. Creo que nos dice la verdad―dijo Blaise.

―Lovegood es fuerte. Más fuerte de lo que dicta su apariencia; pero ya lleva más de cuatro meses encerrada, no creo que tolere más―continuó Draco, atrayendo la atención de Theo, quien aflojó su agarre―. Ya… ya no habla como antes. Intenta luchar; pero está cansada, a… a veces parece más ida de lo normal y… y aunque intento darle comida de contrabando, apenas y la toca; pero agradece, siempre me da las gracias. ¡Es enervante! Por eso vine, porque… porque yo… tengo miedo.

Blaise sintió una opresión incómoda en el estómago.

―No sé cómo, pero por ahora ella es lo único que me conecta a la realidad―dijo Draco―. Sin importar lo que hice, sin… sin importar lo que soy, ella no me odia. Es la única en ese lugar además de mi madre que no me odia. La única que pregunta por mi día, aunque sepa de antemano que ha sido una mierda y… y la única que intenta explicarlo, aunque según ella sea obra de los torolocos.

Torposoplos…―dijo Blaise y carraspeó ante la mirada acusatoria de los otros dos―. Perdón, continúa.

―Si dejo que muera será como haber lanzado el Avada yo mismo―retomó Draco―. No… no quiero bajar un día, llamarla y encontrar su mirada vacía. Es… es algo así como una amiga, Theo y no… no quiero que muera.

Theo cerró los ojos. Casi podía imaginar a Luna a través de las palabras de Draco y se le rompía el corazón al saberla lastimada o débil; pero al mismo tiempo no podía evitar sentir un orgullo cada vez más grande por ella, por conservar su luz aún sumergida en el rincón más oscuro.

No podía perderla. Merlín sabía que jamás hallaría a nadie como ella, nadie llegaría a ser ni la mitad que ella.

―¿Entonces qué? Si me quedo, muere y si voy, también, ¿Qué se supone que debo hacer?―preguntó.

―Ayudarme a planear un escape―dijo Draco.

―Claro y será sencillo partiendo del punto de que no puedes decirnos dónde jodidos está―rezongó Blaise.

―No he dicho que será fácil. Tengo… tengo un plan, o algo así.

―Habla ya, Draco.

―El acceso adónde ella está es muy restringido―dijo él―. Apenas consigo entrar yo, y ningún prisionero puede salir a no ser que sea llamado por el Lord; pero los… pero los…―titubeó de repente y el rictus de dolor regresó a su rostro―. ¡Maldición! ¡No puedo…!

―Cálmate, amigo, ven…―acudió Blaise, guiando al rubio hacia una de las camas para que se sentara―. Es el juramento, ¿No?

Draco no respondió; pero sus labios se tensaron más.

―Quizá… quizá si usas otra palabra y no la que querías, puede funcionar―propuso Blaise.

―Los sir… los emp…―intentó Draco; pero falló en cada uno, llevándose una mano al corazón―. No puedo… no… no puedo decir la forma de cómo en…entrar; pero la sé, lo juro que la sé.

―Okay, entonces sí hay una forma de entrar y salir de Honeydukes que no tenga relación con los mortífagos.

Draco se le quedó mirando un momento antes de asentir, maravillándose por no sentir dolor.

―Excelente, Blaise―dijo Theo―. Bien, Draco. Entonces Honeydukes está muy resguardado.

―Casi como Gringotts, excepto que sin duendes. Bueno, hay uno… ahm, pero no tiene que ver.

―De acuerdo, y… el plan de escape es, usar a uno de esos que pueden entrar y salir de Honeydukes.

Draco asintió.

―¿Cuándo?

―No lo sé.

―Eso no ayuda, Draco. Dijiste que Luna no soportaría más tiempo.

―Las cosas están agitadas en… en Honeydukes―dijo el rubio―. Todos están alterados y pasar desapercibido hacia los… los… ahm… los almacenes, es muy complicado. E…Están muy lejos y… y hay muchos… muchos… niños cuidando los dulces.

―Está muy mal que se me antojen unos dulces de regaliz en este momento, ¿No?

―¡Blaise!

―¡Un poco de seriedad aquí!

Theo sacudió la cabeza, implorando por paciencia.

―Y… los niños ¿No toman descansos o algo?

―A veces…―contestó Draco tratando de pensar en algo. Ciertamente, no había creído llegar tan lejos―. Podría manipular a alguno.

―¿Una imperdonable?

―Bueno, no van a acceder si solo se los pido por favor.

―Podrías intentarlo. Cuando lo dijiste hoy, por poco y me desmayo―dijo Blaise y al recibir miradas asesinas, elevó las manos en señal de rendición―. Imperius, entonces. ¿Algún voluntario en particular?

Draco se tensó de nuevo. Blaise suspiró.

―Adivino…

―Juramento inquebrantable―completó Theo al unísono con él.

―Tengo a alguien en mente―dijo Draco―. No es precisamente talentoso y es muy fácil de distraer, de preferencia le dejan los turnos del mediodía en adelante.

―Fácil de distraer y a cargo de los almacenes. Con razón Voldy necesita nuevos reclutas―dijo Blaise. Draco se permitió reír.

―Tienes suerte que "Voldy" no sea tabú. Eso y que Dumbledore nunca te haya escuchado decirle "Dumby".

―Porque nunca se lo dije en su cara…―musitó Blaise, divertido―. Entonces, volviendo al plan y diciendo que logramos que Lovegood salga del almacén. ¿Después qué?

―Quizá puedan ser capaces de rastrearla, no estoy seguro; salvo que sea llevada a un lugar lo bastante lejos para que la magia no deje rastros.

―¿Quieres aparecerla?

―Algo así. Necesitará de un lugar dónde puedan tratarla. Diría que San Mungo; pero está custodiado. Traerla aquí sería inútil y…

―¿Qué es lo peor de lo que debe ser tratada?―interrumpió Theo. Draco lució incómodo―. Entiendo que tuviste que hacerlo, no lo estoy reprochando, Draco, solo… solo dime o no podré ayudar.

―Cruciatus―respondió el rubio. Su amigo pareció sufrir un espasmo involuntario―. Lo siento, Theo.

―¿Cuántas?

―Theo…

―Pregunté cuántas―rebatió él―. Y como me digas "Muchas", te noqueo.

Draco respiró y exhaló hondo.

―Por mi mano, diez―dijo―. El resto fue esporádico, de mano de más de uno, entr cada dos días desde diciembre a enero. Luego bajaron a dos y por último a una si era requerido, salvo que… que se tratara de tu padre. Saca las cuentas.

Theo lució enfermo y, sin saber qué otra cosa hacer arremetió contra el muro más cercano comenzando a molerlo a golpes.

―¡Maldición! ¡Los mataré! ¡Mataré a cada uno por tocarla, lo juro!, ¡Maldición, maldición, maldición!―gritó, descargando toda su ira una y otra vez.

―Lo si….―intentó decir Draco; pero Blaise lo detuvo.

―No lo dice por ti, déjalo―le susurró―. ¿Cómo es que ha resistido tanto?

―No lo sé―dijo Draco―. Ella dice que es porque tiene una buena razón para no rendirse. Nunca dijo exactamente cuál; pero…―miró a Theo, cuyos puños todavía golpeaban la pared de piedra―. Talvez es por él.

―Sí, eso debe ser… cosas que ni tú ni yo entendemos, ¿Cierto?―dijo Blaise, codeándolo ligeramente.

―Sí…―musitó Draco. Ambos evocando a una bruja en específico cada uno.

―Theo. Theo, ya deja la pared. Está hechizada; pero a este paso la derrumbarás―dijo Blaise, adelantándose―. Vamos, ya te desquitaste, ahora piensa como Slytherin―le dijo, tomándolo de los hombros―. ¿No recuerdas la poción de tu madre?

―¿Qué?―musitó él, confundido y cansado.

―La poción de tu madre. ¿No recuerdas? El viejo Thad por poco y te mató una vez a punta de crucios. Con la poción estuviste como nuevo en apenas unos días.

Y como si Blaise le hubiera dado un poco de filtro de la paz, Theo sintió tanto alivio que le temblaron las piernas.

―Cuando todo esto termine, recuérdame comprarte alguna de las extravagancias que te gustan. La que quieras, solo pídela y es tuya―le prometió, volviendo después a Draco―. ¿Tienes forma de recibir correo?

―Todo el correo que venga de Hogwarts es revisado en… en Honeydukes.

―¿Y de Honeydukes?―preguntó Blaise―. Quiero decir EL Honeydukes. Digo, comen en el lugar donde están, ¿No?, quiero decir, no viven de beber sangre de mestizos, muggles y Potter fans.

Draco compuso una cara de asco al recordar brevemente a Nagini engullendo a la profesora Burbage.

―Del encargo de los comestibles se encarga… ahm… alguien―dijo tocándose el cabello.

―¿Y ese alguien revisa los comestibles?

―Ehm, no… solo que sean los de la lista.

―Bien, en ese caso, tendrás que añadir un paquete de golosinas en la lista, ya nos encargamos nosotros de hacértelo llegar―dijo Blaise―. Theo, ¿Cuándo puedes tener lista la poción?

―Unos tres días.

―Y Lovegood tendrá que usarla al menos cuatro para estar medianamente bien. Lo que entre fallos y contratiempos nos da un plazo de dos semanas para el escape.

―Aún queda saber adónde podrían llevarla. Si esa poción que dicen ayuda, genial; pero hay más cosas qué sanar y necesitará estar segura. No creo que la casa de su padre sea una opción ahora mismo―dijo Draco.

―Bueno, pues tenemos tres días para pensar en algún lugar. Creo que yo puedo ayudar en eso―dijo Blaise. Los otros dos le miraron con curiosidad―. ¿Qué? es lo justo. Theo hace la poción, Draco rescata a Lovegood, por lo menos en algo tengo que aportar.

―Sin levantar sospechas, Blaise―advirtió Theo. Draco enarcó una ceja―. No solo la vida de Luna; sino la de Draco están en riesgo. Si algo sale mal por confiar en quien no debes, les vas a seguir tú.

―Perdón, ¿Y ahora de quién estamos hablando?―preguntó Draco.

―De nadie―dijo Blaise.

―Ajá…

―Digamos que Blaise tiene… contactos del otro lado.

―¿La Orden?―dijo Draco, asombrado.

―¡Pff! ¡Tengo estándares, muchas gracias!

―Tibio, tibio…

―¡Hey!―protestó Blaise, lanzando una mirada de advertencia―. A ver, ténganme algo más de confianza, ¿Bien? Sé lo que hago, cómo lo hago y con quién lo hago.

―Ya quisieras hacer algo, además de servir de despensa a pedido para tu… estándar.

―Una palabra más, Nott…

―Cero―dijo Theo―. Entonces, Draco. ¿Tres días?

Él respiró hondo.

―Tres días―prometió y aunque lo que seguía era marcharse, metió las manos a los bolsillos y miró a sus amigos de nuevo―. Oigan… no sé si podré volver pronto, hay… hay algo que debo pedirles.

―No ocultamos mortífagos, no fabricamos banderines de Voldy ni espiamos Potter fans―advirtió Blaise, mitad broma y mitad en serio.

―Nada de eso, es… es sobre Pansy.

―No ha regresado desde el mes pasado, viejo. Carrow dice que sigue enferma; pero… no sé, la última vez que Pansy se enfermó nos llenó de cartas contándonos los pormenores y exigiendo flores, dulces y hasta un Pygmy puff. Como dije, ya va un mes y no hemos recibido nada.

El rostro de Draco se ensombreció.

―¿Qué es lo que sabes, Draco?―inquirió Theo. El rubio empuñó su varita y sacó un pequeñísimo saquillo de su bolsillo.

Engorgio―conjuró y el saquillo creció en su palma hasta un tamaño considerable.

―¿Es lo que creo que es?―preguntó Blaise al oír un tintineo conocido.

―¿Qué pretendes, Draco?, ¿Pansy está en problemas?

―No es una historia que me corresponda contar―dijo Draco―. Solo sé que le hice una promesa que no pude cumplir a tiempo―. Elevó el saco en su mano―. Necesito que le entreguen esto en cuanto la vean, díganle… díganle que contiene mi promesa y mi culpa y… y que lo use como mejor le plazca.

―Draco…

―No me pregunten. Ella no querría que se los dijera, solo… solo denle esto. Adentro hay una carta, además de lo obvio. Solo puedo confiar en ustedes y sé que se lo harán llegar a Pansy. Yo no puedo. Por favor.

Theo tomó el saco y le echó un vistazo rápido, ensanchando la mirada.

―¿Le piensas comprar un país?

Draco esbozó un amago de sonrisa triste.

―Si pudiera, un mundo nuevo―dijo y entonces exhaló hondo―. Ya debo irme o notarán mi ausencia en… en Honeydukes. Escribiré mi pedido de dulces en tres días. Y Theo…

―¿Sí?

―No cometas una estupidez en vano―le dijo Draco, tocándose el antebrazo―. Aún tienes opciones, no las arrojes por la borda. Créeme, nada lo vale.

―¿Vas a estar bien, Draco?―preguntó Blaise.

Él solo se encogió de hombros.

―No llamen mucho la atención. Los Carrow reportan todo―dijo.

Luego, tan fugaz como llegó, se escabulló entre los oscuros pasillos del castillo hasta llegar al punto de aparición y volver a… Honeydukes.

.

.


Sin saber que lo hacían al mismo tiempo, desde puntos distintos, Hermione Granger y Pansy Parkinson contemplaban la nieve caer. Una, sentada al borde de una tienda de campaña, intentando retener el calor entre su bufanda y guantes mientras fingía entender de una buena vez el libro que le habían legado; y la otra, a través de una límpida ventana en una elegante casa que no era la suya, o que al menos no la sentía como tal.

Ambas tenían frío de diferentes maneras. Hermione por estar expuesta al clima, Pansy por sentirlo desde el fondo de su corazón, pese a que cada chimenea de la casa estaba encendida.

―Te helarás si sigues ahí.

La voz de Harry hizo espabilar a Hermione, quien le brindó una pequeña sonrisa condescendiente.

―Solo un poco más, pronto va a anochecer.

―Hermione…

―No lo digas. Lo sé, es… es que tiene que reaccionar en algún momento, ¿no? Siempre lo hace… al final.

Harry exhaló un suspiro y se mordió la lengua para no dar la respuesta realista que tenía atorada en la garganta. Como todos los días, esperaba a que Ron apareciera en el horizonte y, como todos los días al irse acercando la noche, toda esperanza era en vano.

―Sí―dijo, sentándose del otro lado de la entrada―. ¿Lees?―señaló el libro en el regazo de su amiga. El mismo que llevaba leyendo desde que se lo entregaron en el testamento de Dumbledore.

―Casi lo sé de memoria―aseguró ella sin poder disimular un mohín insatisfecho después―. Aún no logro descifrar qué es lo que tiene que ver en… en la búsqueda. Lo intento; pero no parece más de lo evidente, solo cuentos para niños mágicos.

―Hey, no te presiones tanto―la animó Harry―. Anda, dámelo. Intenta relajarte.

―Ojalá pudiera―suspiró Hermione―. Llevamos meses sin avanzar, solo moviéndonos y… y nada. Encima está lo de Ron.

La primera de sus lágrimas cayó.

―¿Cómo pudo hacerlo? ¿Cómo puede estar por ahí, tranquilo mientras nos deja a nosotros imaginando lo peor? ¿Y qué si lo encontraron? Hay carroñeros por todas partes, ¡Ron es un tonto!

Harry se acercó de inmediato y, antes de abrazarla, le quitó el horrocrux-relicario, dejándolo a un lado sobre la nieve.

―Estoy bien, no es necesario que…―titubeó Hermione, intentando recuperarlo; pero el abrazo de su amigo lo impidió―. Harry, no puede estar sin un portador por mucho tiempo.

―Cinco minutos, Hermione―replicó él, sintiéndola sollozar, así que la apretó un poco más―. Regálate y regálame cinco minutos, solo eso. Lo merecemos, ¿O no?... respira, llora, grita si quieres, aquí estoy.

Un nuevo sollozo precedió a la acción de sus brazos aferrándose a él con ahínco.

―No te vayas nunca, Harry―lloró Hermione―. Promételo. ¡Eres todo lo que me queda en el mundo!

―No iré a ningún lado sin ti. Estaremos bien mientras estemos juntos, ¿Verdad? Tú tienes el cerebro y yo la fuerza bruta.

Hermione sonrió.

―Creí que ese era Ron.

―Yo también puedo ser fortachón. Aunque, aquí en confianza, le tengo mucho miedo a tu derechazo.

―Ow, Harry…―rio ella, pegándole en son de broma.

―Oye, necesito ese brazo. Soy El Elegido, recuerda.

―¡Bobo!

―Lo digo en serio. En un mundo sin magia, tu derechazo podría ganar esta guerra. Mira nada más lo que le hiciste a Malfoy. Quizá otro derechazo le habría acomodado las ideas el año pasado―comentó Harry, despejándole la frente con afecto.

―¿Por qué mencionas a Malfoy ahora?

―No lo sé. Quizá porque me habría gustado que tuvieras razón y solo hubiera estado paranoico respecto a él. Últimamente tengo tiempo para pensar en muchas cosas. Es decir, Ron, tú, Malfoy y yo tenemos casi la misma edad. Siempre creímos que el hurón era un cretino sin remedio y que nosotros éramos los buenos.

―¿Y no es así?

―Sí; pero podemos ser cretinos si nos lo proponemos. Es decir, mira a…

―Ron―completó Hermione―. Sí, supongo que tienes razón. Pero son personas distintas. Pensar que Malfoy es bueno es…

―¿Cómo asimilar que Ron puede ser muy idiota a veces?

―No es lo mismo.

―¿Y si quitamos de la teoría los apellidos?

Hermione enarcó una ceja.

―Di que son dos personas distintas, no Ronald Weasley ni Draco Malfoy―dijo Harry, ella asintió, echando a andar su mente lógica―. Ahora, supón que hacen lo que ellos.

―¿Qué uno se vuelva mortífago y otro nos abandone por sus estúpidos celos y ansias de grandeza en el momento más crucial de nuestras vidas?

―Ahm, sí, algo así. ¿Crees que harían algo diferente si sus circunstancias fueran otras?

―Creo que estás tratando de entenderlos, Harry; pero la respuesta es simple: Ambos están mal―dijo Hermione―. Tuvieron opciones. Draco Malfoy pudo negarse a entregar el colegio pedir ayuda y no venderse de esa forma, ¿Y Ron? Él pudo extraer la cabeza de su trasero un segundo y escucharnos, pudo respirar dos veces antes de decidir que estábamos haciéndolo menos y aclarar sus sentimientos con nosotros; pero no lo hicieron. Si me preguntas, ambos están mal y ambos son un par de idiotas con problemas de control de ira.

―Más bien con problemas de control de miedo―dijo Harry―. Es lo que vi, Hermione. En la torre con Malfoy, no era ira lo que vi en sus ojos; sino miedo. De no haber sido por Snape, dudo que Dumbledore muriera, no al menos por la mano de Malfoy. Y en cuanto a Ron, debajo de todos sus gritos y acusaciones, en el fondo sé que no nos quería dejar, es… es que no supo cómo manejar su miedo y terminó huyendo.

Hermione negó con la cabeza y se puso de pie.

―¿Te sentirías mejor si me oyeras decir que simplemente es un idiota?

Ella negó.

―¿Entonces?

―Pasa que yo también tengo miedo―dijo Hermione―. Cada día, si no os veo cerca de mí, temo que no los veré más. ¿Crees que no podría huir? Podría… podría buscar a mis padres, olvidarme que existe el mundo mágico, vivir como cualquier otro muggle y esperar a que llegue el día en que termine por créermelo; pero no puedo hacerlo. Sé que sería más fácil, así como sería más fácil rendirme ante los que creen que moriré de una u otra forma; pero no puedo. No podría dejarte, no soportaría vivir un solo día en la ignorancia y tampoco de rodillas. Tengo opciones, ¿Ves? como ellos, pero si voy a morir, entonces será peleando por lo que creo que es correcto, no importa el precio que deba pagar.

Segundos de silencio se instalaron entre ellos y luego Harry la abrazó por la espalda, siendo correspondido por una breve caricia en su brazo.

―Hermione Granger, verdaderamente eres la bruja más lista de nuestra edad; pero también la mejor mujer y la mejor persona que he tenido la suerte de conocer.

Se quedaron un rato más contemplando la nieve hasta que el frío venció la batalla contra su escaso abrigo.

―Supongo que tampoco regresará hoy―susurró Hermione―. Mejor entremos.

Harry asintió; pero al ver que su amiga recuperaba el relicario, le retuvo de la mano antes de que consiguiera alejarse.

―¿Harry?

―Yo lo usaré esta noche. Necesitas descansar.

―Estoy bien.

―¿Por favor?

Ella lo miró a punto de echarse a llorar; pero se contuvo y le sonrió un poco.

―Okay… solo esta noche, ¿Sí? Has tomado muchos turnos y… y necesitas estar fuerte.

―Tú también. Me ocupo yo del desayuno mañana, ¿Bien? No prometo maravillas; pero haré el intento.

Hermione se limpió los bordes de los ojos y se acercó a besar la mejilla de su amigo.

―Eres el mejor, Harry.

Él le correspondió con un abrazo.

―Ya verás que el invierno terminará pronto, Herms. Nos aseguraremos que así sea.

Hermione exhaló hondo y se acurrucó en el hueco de su hombro. Sabía a qué invierno se refería y, aunque en ese punto, entre el miedo, el hambre y el frío no estaba segura de nada, agradeció infinitamente por tener al menos ese par de brazos para refugiarse y, en silencio, deseó no tener que perderlo nunca.

―¿Puedo dormir contigo?

Harry sonrió. Quizá era esa confianza que Hermione le brindaba lo que había logrado confundir a Ron. Y a muchos otros, si valían verdades. Él se sentía con la libertad de abrazarla, de recibirla entre sus brazos, de dormir a su lado, de permitir que le besara la mejilla y que lo animara o lo regañara de ser necesario sin que ello supusiera que tenían una relación. Si alguien le preguntaba si amaba a Hermione, él respondería que sí sin lugar a dudas; pero había una gran diferencia entre amarla y estar enamorado de ella.

Era eso lo que los demás no entendían y, francamente, en ese punto de su vida, podía importarle menos la opinión de nadie al respecto. En ese bosque, en ese momento, solo la opinión de Hermione importaba en su corazón.

«Eres un gran, gran idiota, Ron», pensó por milésima vez desde la marcha de su amigo y procedió a besar la frente de quien había aprendido a considerar como su única familia.

―Me parece bien. Vamos a la cama, señorita Granger.

―Bobo…―rio Hermione, pegándole en el hombro, pero aceptando luego su mano para regresar a la tienda de campaña.

Mientras estuvieran juntos, todo estaría bien.

.


Era una suerte que no todos compartían.


.

―No vas a pasar toda la noche ahí, ¿O sí, florecilla mía? Anda, vuelve a la cama.

Que Pansy espabilara de su tiempo tras la ventana no fue por la dulzura ni la calidez de una voz amiga, como el caso de Hermione. Por el contrario, esa voz rasposa y gruesa hizo que se le erizaran los vellos de la nuca y que de pronto su preciada sangre se sintiera como cal por sus venas.

―Florecilla.

Aquél horrible apodo, pronunciado esta vez con tono autoritario la hizo respingar y mirar por sobre su hombro. Su marido yacía sobre el amplio colchón con tan solo una sábana blanca cubriendo perdiéndose en hilera entre su redonda, grasienta y horrenda anatomía, gracias a Merlín, tapando de su vista su vomitiva y pequeña entrepierna.

«Voy a vomitar», pensó con asco y, aunque lo intentó no pudo disimular el sentimiento, arrugando la nariz y tragando pesado, como si estuviera observando y oliendo un gran pedazo de estiércol servido en una bandeja de plata.

Y es que la imagen no se diferenciaba mucho que digamos, al menos para ella.

―No tengo que recordarte tu parte en nuestro acuerdo, ¿o sí, mi hermosa florecilla?― la voz del hombre pretendió sonar aterciopelada. Pansy la sintió como dagas cortando sus oídos. Lo suficientemente amenazantes como para tragarse las repulsivas náuseas que le provocaba y sonreír como la perfecta damita sangre pura que su madre había entrenado.

―Solo contemplaba la nieve, esposo mío. Talvez me distraje de máscanturreó.

«O tal vez estaba ideando la forma de lanzarme y caer sobre mi cuello», pensó, lamiéndose la parte posterior de sus dientes. Cada palabra y en especial el apelativo todavía sabían a hiel.

―Mucho mejor―sonrió a su vez el hombre, mirándole con mal disimulado desdén, para luego recorrerla de pies a cabeza con su lasciva mirada―. Ahora, se una buena niña y vuelve aquí, ya he descansado lo suficiente.

Pansy se erizó como si de pronto alguien hubiera abierto la ventana dando lugar a que el invierno le helara hasta el alma. Apretó las manos en puño, odiando como nunca la sensación de su alianza matrimonial en su dedo, luego su sonrisa tembló en sus labios. Debía cumplir su "Parte del acuerdo", pero sus pies se negaban a moverse.

―¿Podría tener una taza de té?―preguntó con lo último de su ingenua valentía.

―Claro―dijo su esposo; pero su sonrisa cobró malicia de repente―. Puedes tener todas las que quieras después que me haya dormido. Recuérdalo, florecilla. Todos los días, las veces que yo quiera hasta que llegue el tiempo pactado o hasta que vea esos hermosos pechos tuyos rebosantes de alimento para mi futuro heredero.

Pansy tuvo el impulso de cubrirse el busto, como si su camisón no estuviera encima.

Y es que era casi como no tenerlo. Tan pequeño y de mal gusto, con todas esas aberturas e hileras tan delgadas y fáciles de romper, apenas tapando zonas estratégicas. Parecía una puta, quizá peor que ellas, por lo menos las del callejón Knocturn tenían faldones y no ese… ese guiñapo que su amado esposo le había dado como… uniforme.

Humedeció sus labios. Necesitaba ganar tiempo. Cada minuto sin sus horribles, callosas y torpes manos contaba como un tiempo de gloria, aunque luego fuera arrancada de ella y sumergida en el sofocante infierno de su sudor y babeos. Había tenido más de un mes repitiendo la grotesca escena, necesitaba descansar o posiblemente moriría antes del tiempo pactado.

―E-Estoy… estoy un poco adolorida, Anton, querido, ¿podríamos esperar un poco?―intentó decir lo más dulcemente que pudo.

―No, no podríamos―sentenció él y con la mayor de las simplezas, conjuró una poción con su varita, bebiéndola de un solo trago, para luego palpar el bulto entre sus piernas―. Quiero tu dulce y suave coño aquí, ahora, mi adorable señora Crane. No me hagas darte un incentivo para que me obedezcas.

Las ganas de vomitar le regresaron a la joven bruja nada más imaginar aquella cosa horrible y arrugada metiéndose en su tráquea sin piedad y, como si el viejo Crane, tan viejo que incluso era mayor que su propio padre, hubiera conjurado un accio, puso un pie luego del otro regresando a la cama, siendo halada de su brazo con tanta prisa que, cuando apenas recuperó el aire, ya tenía el seboso y maloliente cuerpo de su marido sobre el suyo.

―Eres una buena, buena niña, ¿No, mi florecilla?―lo oyó decir contra su oído, el cual lamió después con su asquerosa lengua mientras sus manos rudas ascendían por sus muslos y apretujaban su cintura.

Los ojos se le llenaron de lágrimas. Merlín, ¡Como si no hubiera llorado lo suficiente!

―Uhmm… si hay algo no se le puede criticar al buen Héctor Parkinson es que sabe hacer buenas hembras―dijo Antón, jadeando contra su cuello―. Eres un monumento de mujer y eres toda mía, florecilla.

―A-Anton, por favor… despacio, te… te lo ruego―se rindió Pansy al sentir que volvía a profanar su irritada piel.

El rostro de Antón se llenó de insano placer y la única rebelión que la joven bruja tuvo permitida en ese momento fue la de ladear su rostro para que no pudiera besarla; no obstante, Anton rio malvado y empujó con mayor fuerza, incrustando los dedos en las níveas caderas para que no pudiera eludirlo. Pansy estuvo segura de escucharlo reír de nuevo al verla llorar, así que cerró los ojos con fuerza.

―… pon de tu parte y hasta lo disfrutarás.

―¡Primero muerta!―sollozó ella, con rabia.

―Callada―ordenó él, presionando uno de sus dedos contra su boca, de modo tal que el quejido doloroso de Pansy feneció tras sus dientes apretados―. Recuerda, Pansy, eres mía.

Dolor.

―Mi pequeña y hermosa florecilla…

Dolor.

―…y las florecillas no hablan,

Dolor.

―, solo lucen hermosas,

Dolor.

, se tienen hasta que pierden su aroma…

Dolor.

―…y luego se arrancan.

.

.


.

Algunas ventajas de ser meticuloso y de gustos refinados en un castillo plagado de adolescentes (y ahora encima mortífagos como maestros), eran conocer ciertos rincones escondidos y áreas de uso común tan poco frecuentados que se tornaban exclusivos. Blaise se encontraba en uno de esos.

Una lechucería. Y sí, Hogwarts tenía dos. Una, la de uso frecuente, completamente atiborrado de las aladas mensajes y plagado de sus malolientes desechos, mismos que Filch consideraba limpiar muy de vez en cuando. Y otra, la exclusiva, donde él estaba, con apenas cinco o seis lechuzas, menos sucia que la otra y hasta con una agradable vista de la parte posterior del castillo. Lugar adonde pocos iban, principalmente por tener que rodear todo Hogwarts para llegar.

Pero era exactamente lo que necesitaba. Un lugar discreto, con más de una vía de escape y donde los alumnos flojos y los mortífagos (que también eran unos flojos, a menos que se tratara de infligir castigos de tortura) no quisieran acudir, salvo que fuera necesario (O salvo que conocieran su ubicación, en primer lugar).

Checó su reloj de bolsillo luego de cansarse de la vista. La hora del toque de queda estaba cerca.

Una de las lechuzas aleteó.

―Ya sé, ten paciencia, en un rato te la doy―le dijo Blaise, apretando la carta que tenía en su mano derecha solo por si acaso le ganaba la impaciencia a la emplumada mensajera.

Era la desventaja de esa lechucería. Como los alumnos le daban tan poco uso, sus habitantes siempre estaban ansiosos por echarse a volar a la primera carta recibida.

―No me mires así, no es mi culpa. Es culpa de la pelirroja que nos tiene esperando más de lo debido. Claramente, le dije que el tiempo era importante; pero como siempre ella hace su reverenda gana, pues aquí me tienes―. La lechuza ladeó su cabeza y él alcanzó a ver una luz pequeña aproximándose a la estancia.

Pasos suaves, discretos, aunque poco podía ocultar con el estúpido lumos guiando a quien quiera que fuera. ¡Ni siquiera estaba tan oscuro!

―¡Ouch!―escuchó de pronto. La lechuza aleteó contenta y Blaise reconoció la voz en el acto.

―Sí, sí, lo sé, pequeña y plumífera amiga. Es desesperante. ¿Qué importa que haya mortífagos sueltos con crucios en la punta de la lengua? Nada para ella, apuesto a que desde la última vez anda deseando que me atrapen solo porque no se atreve a darme mi "merecido" por decirle la verdad.

―Lo último que faltaba, Zabini. ¿Tan pocos amigos tienes que tienes que hablar con una lechuza?

Blaise volteó el rostro por encima de su hombro y le arqueó una ceja con altanería.

―¿Y tan aburrida es tu nueva madriguera que tienes que espiarme a ver si consigues darle algo de diversión de calidad a tu vida, roja?―contestó.

Ginny, que se había apoyado de lado contra el arco de la entrada, perfiló una mueca y ahogó un bufido mientras hacía una maniobra con su varita, como tratando de reafirmar que su ingenioso comentario le importaba tanto como lo haría la de Alecto Carrow sobre el cambio de estación; pero…

―Expelliarmus―dijo Blaise de la nada y el rostro de la chica enrojeció de ira.

―¡¿Qué se supone que haces?!

―Salvarte el pellejo por enésima vez este año. De nada.

―¡Dame mi varita, Zabini!

―Guarda las garras, roja, solo estaba evitando que tu genial aviso de "¡Hey, estoy aquí a deshoras, tortúrenme!", llamara la atención―dijo el moreno, arrojando la varita a sus pies―. Ahora a lo que viniste―dijo sin más y apuntó su propia varita a una de las esquinas de la lechucería―. Nunc apparet…

Y no lejos de sus pies cobraron forma un par de alforjas.

―Lo mismo de siempre. Pan, un poco de tarta de melaza que sobró de la cena de hoy, dos botellas de zumo de calabaza que con mi hechizo estará fresco aún por la mañana, conservas que me regalaron los elfos, algo de fruta, ah… una manta, no sé que tanto sirva; pero me la dieron así que la puse, además está algo fea así que seguro combinará excelente con tu nueva morada. ¿Qué más, qué más?... Oh, sí. Añadí algunas vendas y un poco de esencia de díctamo…

―¡¿Díc…?!

―Y antes de que termines eso. Sí, díctamo. No fue precisamente fácil de conseguir así que no anden sanando cortaditas minúsculas, hoy en día es bastante costosa y esa es especialmente eficaz.

Ginny lo miró de hito en hito, casi sin parpadear por medio minuto.

―¿Qué?―dijo Blaise.

―¿Por qué haces esto?

El moreno rodó la mirada.

―¿Sabes? Cuando alguien te hace un favor, lo común es dar las gracias, no someter a quien te ayuda a un interrogatorio.

―No es un interrogatorio, es una simple pregunta.

―Bien. Es por la bondad de mi oscuro, serpentino y traicionero corazón. Así dijiste que lo tengo el otro día, ¿no? Pues bien, ahí lo tienes, no estaba del todo podrido―dijo Blaise, cruzándose de brazos.

Ginny bajó la mirada.

La última vez que se vieron en ese mismo lugar, la charla acabó en discusión luego que Blaise dijera no entender por qué en lugar de ocultarse con su familia, arriesgaba todo lo que era y conocía por un palurdo como Harry Potter.

«―Se llama: Amor, Blaise. Aunque no espero que un corazón oscuro, serpentino y traicionero como el tuyo conozca la palabra», le respondió ella, y tan pronto lo dijo, se arrepintió, en especial por alcanzar a ver el dolor fugaz en los ojos de Blaise.

«―Sí, supongo que tienes razón y soy naturalmente incapaz de sentirlo. Es más solo ando por ahí arriesgando mi pellejo por el puro gusto de sentir la adrenalina del momento».

A la mente de la pelirroja acudió el recuerdo del día de la muerte de Dumbledore. Los mortífagos en el castillo por poco y la atraparon, de no haber sido por Blaise que les lanzó un confundus a tiempo, posiblemente hubiera muerto ahí mismo o habría terminado abducida como Luna.

«―No quise que sonara así, yo…»

«―Oh, Salazar, ¡No insultes mi inteligencia, ¿Quieres?! Por supuesto que fue tu intención. Y sí, Weasley, soy muy inteligente, a diferencia de Cara Rajada. Ya me di cuenta de cómo son las cosas, jamás seré lo suficientemente bueno a menos que de pronto me salga una condenada cicatriz en la frente. ¡Así que, al carajo!―explotó―. Soy tu contacto conveniente y, por los buenos tiempos, seguiré así hasta que me aburra; pero no me colmes la paciencia. Ahora ¡largo!, vete a prenderle velas al retrato de Potter o algo, no quiero volver a verte a menos que sea absolutamente necesario».

«―Blaise, yo…».

«―Es Zabini, para ti», espetó él y salió primero de la lechucería.

Tenso. Solo esa palabra podía describir el final de esa charla. Así como la que tenían en ese momento.

Exhaló. Con la actitud persistente de la pelirroja, lo natural habría sido salir de ahí con toda la falsa seguridad y dignidad que claramente no sentía; pero fuera de llenar la despensa de la terca Gryffindor como venía haciendo desde que decidió ocultarse de los Carrow, tenía un asunto pendiente que tratar con ella.

―Di…Dije eso porque me hiciste enojar, Zabini. No… ay, tú sabes que no pienso eso de ti―dijo Ginny, atrayendo su atención―. Pero es que eres muy confuso a veces. Aún no sé si sigues siendo mi amigo o… o si toda tu ayuda es solo tu forma de sumar puntos que garanticen tu bienestar si las cosas no salen a tu favor al final de la guerra.

Blaise bufó.

―Claro, porque una vez de Slytherin, la traición y la malicia rige nuestras vidas, ¿no?―ironizó.

―No, no es lo que quise…

―Ahórratelo, Weasley. Y ya que tan poca confianza te genero, pongamos las cuentas claras. Ya que soy incapaz de hacer algo desinteresadamente, te diré mi precio.

Ginny frunció el ceño. No solo por ser llamada "Weasley", lo cual era prueba de que Blaise estaba enfadado con ella; sino también por la inherente mala espina que le generó el que el moreno le mencionara un "Precio" por su ayuda.

Blaise adoptó una pose calculadora y fría.

―Te he ayudado, no solo a que no te pillen desde que decidiste formar el frente de resistencia con Longbottom y tus leones; sino que también les he procurado suministros y materiales de curación; pero a cambio ¿Qué recibí? Sospechas, insultos, peleas y una gran, gran cuota de ingratitud, pues, sin importar lo que haga, sigo siendo un infame e innoble Slytherin destinado a convertirme en un mago tenebroso.

―Zabini…

―¡No he terminado de hablar!―interrumpió él, tajante y esperó a ver que ella apretara los labios para continuar―. Hasta ahora no he pedido algo a cambio; pero dado que me cansé de intentar ser bueno, la dinámica va a cambiar. Requiero un… ahm, vamos a llamarlo: favor. Necesito que te contactes con los tuyos y averigües de algún lugar seguro fuera de Hogwarts donde puedan tomar el cuidado de una persona. Necesito la información dentro de dos días, a lo mucho.

―¿A qué te refieres con "tomar cuidado"? ¿De quién…?

―Ese no es tu problema. ¿Puedes o no puedes averiguar algún lugar? No me hagas perder el tiempo.

―Tengo que saber quién es la persona.

―No, no tienes, quieres hacerlo, que es diferente. Solo date por bien servida al saber que es uno de los que apoyan a tu noble, valiente e inigualable San Potter.

―¿Quién es?

Blaise y ella se mantuvieron la mirada con terquedad.

―Tiempo perdido―masculló luego él y, ondeando su túnica al más puro estilo de Snape, pretendió abandonar el recinto―. Gracias por nada. Deja una nota en blanco en el lugar de siempre cuando requieran más reservas.

―No, un momento, no puedes soltar esa información y luego irte como si nada―dijo Ginny reteniéndole la mano; pero Blaise se soltó con rapidez.

―Obsérvame.

―¡Blaise!― exclamó ella y al ver que no se detenía, lo apuntó con la varita en la nuca sin pensar.

―¿Atacarás a traición, Weasley?―siseó Blaise, quedándose muy quieto y de espaldas a ella―. No es muy Gryffindor que digamos, ¿o sí?

―No estoy atacándote, te estoy deteniendo. Por las malas, ya que aparentemente contigo no sirve un "Por favor".

―Pues dado el caso, es pura semántica. Además, no dijiste por favor.

―¡Es la única forma de que escuches, testarudo cabezota!

Blaise volteó y, aunque Ginny pensó que por una vez la rudeza sacaría el lado jocoso del que hasta entonces había sido su amigo, se equivocó. Los ojos de Blaise jamás lucieron así de furiosos con ella.

¿Testarudo?

―Blaise…

―¿YO soy el testarudo, Ginevra Weasley?, ¡¿Yo?!―espetó él, avanzando sin importar que la varita de ella hincara ahora su cuello.

―Haz-Hazte para atrás.

―No, querías detenerme, ¡Bien! ¡Lo conseguiste! Y, adivina qué, pequeña comadreja, ¡Mi paciencia se terminó!―dijo Blaise, y solo paró cuando la tuvo contra uno de los muros de la lechucería―. Ahora tú y yo vamos a hablar claro y tendido, de testarudo a testaruda insufrible―. Ginny quiso protestar; pero él azotó las manos a cada lado de su cabeza, callándola―. Oh, sí, testaruda insufrible, porque es todo lo que eres en este momento. No, no. ¡DESDE SIEMPRE!... Al principio creí que era algo bueno. Por Salazar, eras fuego puro y tan, tan poco valorada por los que te rodeaban y hasta por ti misma que me dije: "Blaise, alguien tiene que mostrarle la luz"… ¡Y lo hiciste!, te convertiste en una bruja fuerte, en una mujer decidida y valiente; pero a la vez tan… tonta.

Del pasmo, Ginny pasó a la furia y así lo demostró su rostro, tan rojo como su cabello ante el último calificativo.

―¡Aléjate de mí, Zabini! ¡¿Quién te crees que eres?! ¡No tienes derecho a hablarme así!―le gritó, intentando apartarlo; pero consiguiendo solo que Blaise apretara más su cuerpo contra el suyo.

―¡Te hablaré como mejor me parezca!―gruñó él―. Y sí, eres tonta. Tonta, terca, cabezota y jodidamente ciega, ¡Incluso más que el cuatro ojos de la lamentable excusa que tienes por novio!

Ginny lo miró con rabia.

―Ah, claro, disculpa. Mi error. No es tu novio, es tu EX, porque te dejó para ir a salvar el mundo, ¿No? Oh, y se llevó a Granger―continuó Blaise con hiriente ironía―. Luego de años y años de babear el piso por donde el palurdo camina, no lograste más que, ¿Cuántas? ¿Dos, tres semanas de noviazgo?

―¡Cállate!―exclamó ella con lágrimas en los ojos.

―Aun así, te dejó―siguió Blaise―. Como si no tuvieras una varita, como si no pudieras patearle el trasero tan bien como Granger o como si no corrieras tanto peligro en este jodido castillo como en el exterior. Y eso te dolió, ¿No es así?, no solo eso. Te enfada, ¡Te hierve la sangre de solo pensar que te considera una damisela en apuros incapaz de defenderse a sí misma!

―¡Basta, Blaise!

―Pero, ¿Qué haces tú al respecto, eh? ¡Nada! Al contrario, ves solo lo que quieres ver. Crees que su abandono es sacrificio, sueñas conque él en verdad quisiera estar aquí contigo o que, en el fondo, muy en el fondo quisiera que en lugar de Granger estuvieras tú. ¡Eso es lo que te convierte en una tonta!, porque crees que Potter es lo máximo y, por ende, tu mayor aspiración en la vida es ser la futura Señora Potter, ¡Y ni siquiera sabes si es lo que quieres!; pero ahí estás. Tonta, esperando al cuatro ojos en brillante armadura y tan ciega con tu ilusión de niñita enamorada de un ideal que eres completamente incapaz de ver a quien sí ha estado contigo todo el jodido tiempo. ¡YO!

Los ojos de Ginny se abrieron de par en par y, por un momento inconsciente, agradeció porque el cuerpo de Blaise la aprisionara. De otro modo, sus piernas temblorosas no la habrían sostenido más.

―¿No te ayudé con tus hechizos? ¿No entrené contigo, acaso? ¿No te traté como mi igual en todo momento?―continuó Blaise, incapaz de contener su rabia―. ¿Quién te salvó cuando los mortífagos entraron a Hogwarts? ¡Yo!... Pude quedarme en las mazmorras; pero no, ¿Qué fue lo que hice? Ir en contra de todo sentido común y dirigirme de cabeza contra la muerte, ¡Por ti!

―D-Dijiste que fuiste por… por P-Parkinson…

―¡Pansy fue mi excusa!―exclamó Blaise sin dejarse conmover por la lágrima resbalando por la mejilla de la pelirroja―. Por supuesto que me preocupaba; pero no más que tú. Desde que tuve la mala suerte de fijarme en ti, nada ni nadie ha importado más que tú. ¿O por qué demonios crees que sigo aquí? En este momento podría estar con mi madre en Italia, ¡Lejos de todo esto!; en cambio heme aquí, arriesgando mi pellejo para traerte comida y medicinas cuando lo requieres.

―E-Es… tenemos… tenemos una causa común, no… no querrías que Tú-sabes-quién ganara esta guerra, no…

―Oh, Salazar ¡Dame paciencia!―exclamó Blaise, elevando la mirada al techo unos segundos―. ¿Puedes ser tan densa y testaruda aún después de todo lo que he dicho?

Ginny tembló de expectativa, rabia y un poco de ansiedad; pero no apartó la mirada de la suya y casi lo observó con desafío.

―¿Por qué lo haces entonces? Si no es por la causa, si no es porque sabes que es lo correcto, entonces ¿Por qué me ayudas?

Blaise tragó pesado y respiró sobre su rostro. El aire caliente formando un humillo a causa del choque con el frío del ambiente. Afuera comenzó a nevar.

Ya había dicho tanto. ¿Qué más daba un poco más o todo? Que Theo lo perdonara por no cumplir con su parte para resolver el embrollo de Luna; pero si no soltaba todo lo que llevaba dentro de una buena vez, estaba seguro que explotaría.

―Porque no quiero que pases hambre―dijo, rendido―. Porque no quiero que te lleguen a atrapar por intentar ayudar a la resistencia de Longbottom. Porque no soy capaz de irme de este castillo y dejarte a tu suerte, no importa qué tan fuerte seas. Estoy tan jodidamente loco que la única manera en la que consideraría marcharme sería si pudiera llevarte conmigo.

―Blaise…―jadeó Ginny, el color de sus mejillas pasando a un espléndido rosa mientras que los latidos de su corazón comenzaban a hacerse sentir en su garganta.

―¿Crees que me importa la guerra?, ¿Voldy? ¿Potter?―interrumpió él―. Por mí, que se los cargue la Parca, o Cerbero o quien demonios se lleve a los que malgastan el aire. ¿Pero a ti? Si alguien te daña no les alcanzaría la vida para pagarlo, ni siquiera la muerte los salvaría de mi ira. Porque, bien, según todos ustedes y tu preciada Orden, Potter salvará al mundo. Pero entretanto, Blaise Zabini empeñará su vida y su tiempo a intentar mantenerte a salvo a ti. Porque tú, tonta, testaruda y cabezota pequeña Weasley… tú eres todo su condenado mundo.

Y tras eso, la besó como llevaba años deseando hacerlo. Escuchó un pequeño quejido en su voz; pero se negó a considerarlo, ni eso ni el que la varita de ella todavía estuviera presionando su cuello. Simplemente le sostuvo con fuerza del rostro, apretó su cintura apegándola a él y movió sus labios con total experticia sobre los de ella, reemplazando el frío de su piel con la calidez de su aliento y saboreando su suave cavidad como si se tratara de la misma ambrosía.

Más lágrimas resbalaron entretanto por las mejillas de Ginny; pero no había tristeza en ninguna de ellas. Mucha confusión, sí y, al mismo tiempo, una sensación sobrecogedora que le impedía pensar con claridad; pero que parecía gritarle que era exactamente ahí donde debía estar. El calor de Blaise era subyugante, así como la fuerza de sus manos y su entera presencia como muda garantía de que estaba a salvo mientras estuviera con él.

Uno a uno, los recuerdos en los que estaba involucrado desfilaron por su mente a la par que sus palabras sonaron como ecos sobre las imágenes. Había dicho la verdad. Él siempre había estado ahí para ella, incluso antes y sobre todo más que el mismo Harry.

Y la verdad, no quería que fuera de otra manera.

Pero… ¿Qué pasaría con Harry?

No lo quiso pensar. No quería ser como Hermione sobre analizando las cosas en lugar de vivirlas.

Por eso soltó su varita y desterró sus dudas, aunque fuera solo por unos minutos. Luego, sus manos se dirigieron a la nuca de Blaise y respondió a su beso con todo de sí, con ese fuego del que él había hablado minutos atrás y que ella había dejado agonizar por meses.

Y junto con él, ardió en una fría noche de un nevado e incierto invierno.

.


.

¡Hola!

.


.

Y bueno… un capítulo más, casi a la mitad del Fictober 2021 jaja.

u.u solo prometeré que terminaré el fic. No sé cuándo, ya no pondré fechas; pero de que no quedará en hiatus, ténganlo por seguro.

Cariños y disculpas de nuevo.

Paola Alarsil.

.


.

.

Reviews

.

.

HambrePresente- Mil gracias y mil disculpas por la demora. Sé que ha pasado mucho y que no he puesto una lucha de Luna en este momento; pero ya pronto. Estoy tratando de rebelarme contra la trama original; pero al mismo tiempo no del todo. Si sigues por aquí, deseo de corazón que hayas disfrutado este capítulo. Un abrazo y que estés muy bien =).

.

Grilspower- ¡Hola!, Muchas gracias por tu comentario, ojalá mis demoras no te hagan perder el hilo o interés en ella. Como ya mencioné, no dejaré la historia en hiatus. Un abrazo y, espero que te haya gustado el capítulo.

.

R4NAR3NE.- ¡Muchas gracias por tu review! Lo valoro mucho, así como tu apoyo, además que alegraste mi día cuando recibí tu comentario. Espero que este capítulo también haya sido de tu agrado. Un abrazo enorme!

.

Mención de gracias también a Loremarquez.- No sabes la alegría que me dio tu mensaje y audio y saber que la historia te gustó. hashtag: CorazónDeGelatina ¡Un abrazote!

.


.

ESPACIO PUBLICITARIO

.

.

Mi novela original se encuentra disponible para la venta en Amazon, en sus diversas plataformas, de descarga gratuita para Amazon KDP. Les invito a darle una oportunidad y ayudarme a crecer.

Muchas gracias de antemano a quienes lo hagan.

Nombre: "Un segundo de felicidad", de Paola Alarsil.

TAMBIÉN, si gustan, pueden seguirme en mis Facebook. Me encuentran como Paola Alarsil-Escritora.

Mil gracias.