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"Negro"
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Hermione observaba la profundidad de la noche desde la pequeña ventana junto a la cama que le habían acomodado en la cabaña de Bill y Fleur.
No podía dormir.
Sabía todo lo que tenía por delante a solo unas horas de distancia; pero no lograba cerrar los ojos sin que sus recuerdos recientes la atacaran.
Su brazo estaba parchado. Fleur se había estado encargando de cambiar el apósito cada cuatro horas, usando un ungüento especial de su familia para ayudarla a cicatrizar; pero jamás sería del todo.
Maldita.
Bill lo había dicho. No la herida en su brazo, sino el instrumento con el que había sido hecha.
Ni siquiera la esencia de díctamo podía cerrarla. El ungüento de Fleur ayudó, por supuesto; pero las cicatrices jamás se borrarían.
Como tampoco sus recuerdos.
Hermione exhaló y, con mucho cuidado, estiró la mano hacia la mesa de noche, tomando su bolso de cuentas.
Desde que el plan para entrar a Gringotts fue trazado, había tenido la necesidad de cerciorarse cada cierto tiempo que el frasco con el cabello de la mortifaga estuviera todavía en su poder.
Y ahí estaba.
Tan negro como la noche misma.
¿Cómo podía algo tan diminuto hacerla sentir tan vulnerable?
«Y mañana seré ella», pensó con desánimo y luego guardó el frasco otra vez.
—¿No puedes dormir?
Hermione miró a un lado. Harry le observaba desde su propia cama. Él, Ron y ella compartían el mismo espacio así que no era difícil sentir el movimiento del otro, al menos si eran Harry y ella. Ron estaba totalmente entregado al sueño luego de que Bill lo forzara a beber un poco de filtro de paz.
—Deja de pensar en lo que sucederá mañana, Hermione.
La mano de Harry sobre la suya le brindó confort.
—¿Yo? ¿Dejar de pensar?
Un ronquido de Ron los distrajo.
—Comienzo a arrepentirme de no aceptar un poco del filtro cuando Bill insistió.
Harry correspondió con una risita corta.
—Tú y yo.
De repente, Hermione se abrazó las rodillas y agachó la cabeza.
—¿Podré hacerlo, Harry? Mañana… ser… ser ella. Sé que fue mi idea; pero…
Harry elevó una mano y acarició su cabeza, acomodando un mechón de cabello castaño tras la oreja de la chica.
—Llámame idealista, pero hasta ahora no he sabido de nada que tú no puedas hacer.
—¿Y si fallo? ¿Y si se dan cuenta que soy una impostora y nos descubren?
—Pues habrá que aplicar el plan B.
Hermione arqueó una ceja.
—Ya sabes, lanzar algunos aturdidores y correr como si no hubiera un mañana.
Pero el intento de Harry para aliviar la tensión de su amiga solo la empeoró.
—Estaremos bien. Tú estarás bien, además tenemos a Griphook de nuestro lado. Sobornado; pero de nuestro lado. Si sucede algo, sabremos manejarlo en el momento.
—Aún no sé cómo podré fingir ser ella.
—Puedes ser terrorífica.
—Ella es más que eso. Es… es cruel.
—Bueno…procura mirar a todos como si fueran cucarachas—propuso Harry—. ¿Recuerdas la cara de la mamá de Malfoy? ¿Como si oliera estiércol? Algo así, solo que un poco más demente y menos snob.
Hermione volvió a agachar la cabeza. Otra vez, el intento de ayuda de Harry le dio un pensamiento que había estado evitando desde que escaparon de la mansión.
—¿Dije algo malo?
—No. Es… creo que ya estoy cansada—dijo ella, forzando una sonrisa nada convincente—. Vuelve a la cama, Harry. Tú necesitas descansar más que nosotros.
Harry le devolvió una mirada gentil, aunque triste.
—¿Estarás bien?
Hermione leyó entre líneas. Él le preguntaba si quería que durmiera a su lado y su necesidad de sentirse protegida aulló en su cabeza con un rotundo Sí; pero luego miró a Ron y pensó que no sería una buena idea.
¿Ella y Harry amaneciendo en la misma cama, probablemente abrazados? Sería la fórmula perfecta para otra explosión de parte de Ron y, francamente, no tenía energía para tolerar más estrés y mucho menos para tratar de mediar en una segura pelea entre sus amigos.
—Estaré bien.
Harry no tardó mucho en quedarse dormido nuevamente, o eso conjeturó Hermione al escuchar su suave ronquido. Solo entonces se dio la vuelta en su propia cama y se arropó a sí misma con cuidado, mirando hacia la noche por la ventana.
Sin tener a Harry observándola podía dejar de fingir que no había pensado en los Malfoy…o específicamente, en Draco.
La actitud de sus padres la había esperado. ¿La de él? … aún no estaba segura.
Cuando lo llamaron para identificarlos estuvo segura que cantaría como un canario, feliz de poder entregar al Elegido en bandeja de plata. ¿Por qué no lo había hecho entonces? Hermione no era tonta y sabía bien que Draco tampoco. Sabía que los había reconocido al instante, al menos a ella y a Ron.
Y su expresión. Ella había visto muchas expresiones en ese rostro. De curiosidad, tedio, de picardía, de arrogancia, asco, de furia, de desesperación incluso… y la que tenía en la mansión era miedo. Miedo. Rotundo miedo.
Incluso al ceder a la presión de su madre no fue capaz de mirarlos a la cara. Como si no quisiera estar ahí, como si estuviera dispuesto a decir lo que fuera con tal de que todo terminara.
El eco de sus propios gritos resonaron en sus recuerdos entonces e, instintivamente, Hermione se cubrió los oídos y escondió el rostro contra la almohada, donde poco después se formó una pequeña mancha oscura a la altura de sus ojos.
Ya no sabía si los flashes que tenía de esos terribles minutos eran reales del todo; pero su mente parecía insistir en dárselos a manera de consuelo.
Nadie pudo hacer nada contra Bellatrix en la sala de estar de la mansión; pero mientras ejecutaba su tortura, Hermione creyó notar la mirada de Draco sobre ella. Solo unos segundos, quizá lo que duraran un par de parpadeos para luego sujetarse del borde de su fina y extravagante chimenea, casi como si, de no hacerlo, fuera a desmayarse.
Segundos en los que Hermione juró que vio dolor en sus tormentosos ojos grises.
Le recordó en algo al enfermizo Draco que ella notó en sexto año. Quiso creer entonces que, aunque no estaba de su lado, por lo menos algo de humanidad quedaba en su interior. La misma humanidad que debía decirle, de seguro, que eso que hacían con ella no estaba bien y que, de estar en su mano, habría hecho algo para impedirlo o detenerlo.
Tal como cuando la salvó del maleficio que le lanzó Dolohov.
¡Y cómo odiaba tener ese tipo de pensamientos!
Odiaba tener la necesidad de usarlos a manera de consuelo y que, de hecho, sirvieran más y mejor incluso que el que le brindaba Ron o Harry.
Oh. Si ellos supieran.
De nuevo se vio incapaz de dormir.
Giró en su cama. Ron estaba perdido y un hilito de baba le caía por un lado de la boca.
«Al diablo», se dijo y, saliendo de la cama, atravesó la estancia con sus pies descalzos directamente hacia la cama de Harry.
El mago se sobresaltó un poco al sentir peso a su costado y abrió mucho los ojos cuando reconoció a Hermione acurrucándose contra su espalda.
—¿Herm…?
—No digas nada.
Harry cerró la boca de inmediato e hizo , exactamente lo que ella necesitaba que hiciera.
Pensó un segundo en Ron, por supuesto.
Nah. Él hallaría la manera de enojarse con ese motivo u otro de todas formas, ¿cierto?
Hermione necesitaba descansar.
Así que la cobijó bien entre las mantas, rodeándola después con el brazo, acercándola a su pecho.
Allí la sintió exhalar largamente, con alivio, con tristeza, por eso solo cerró los ojos y no dijo nada al sentir también un poco húmeda la tela del pijama que le cedió Bill.
«Al diablo Ron», confirmó entonces, descubriendo poco después que incluso a él le era más sencillo dormir así.
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*•••*
La última noche.
*•••*
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Pansy había dejado la enfermería un par de días atrás y, tanto Blaise como Theo la tenían en calidad de refugiada en su habitación. Las habladurías, por supuesto, no se hicieron esperar y ninguna la catalogó con nada menos que "Zorra" por, supuestamente, saltarse las reglas de los dormitorios y pasar la noche con dos hombres.
Ella; no obstante, era inmune a los comentarios. La excusa de su "intoxicación" le había venido perfecta para saltarse las clases y, prácticamente no salir de Slytherin.
Eso era todo lo que necesitaba y quería por el momento.
Solo Theo entendía bien el por qué.
Pero Blaise no, por lo que esa noche después de la cena, el moreno no pudo sino reaccionar con cólera al volver a Slytherin y hallar a unos cuantos apostando por quién sería el siguiente en obtener los favores de la zorra Parkinson, todo ello con Tracey Davis asegurándoles que primero tendrían que tener bóvedas la mitad de grandes que las de Nott, Zabini o incluso Malfoy.
—Oh, vamos, si la zorra es la puta de un trío de mortífagos, ¿Por qué no de nosotros?
Cabía decir que el comentario tuvo como resultado a 4 Slytherins con serios daños faciales debido a una serie de maleficios punzantes, cortesía de Blaise, quien luego no se detuvo hasta hacer llorar a Tracey Davis, ahuyentándola de la sala común tras asegurarle que la próxima vez que oyera a alguien hablando mal de Pansy o planeando ponerle un dedo encima, entonces terminarían con daños permanentes.
—Hombre o mujer, Davis–añadió el moreno, su voz gruesa y peligrosa–. A mí no me importa pegarle a las chicas.
—¿Ya terminaste de lucirte? Llevamos prisa, por si no te acuerdas—dijo Theo luego que la muchacha y los cuatro incautos idiotas se fueran corriendo como si los persiguiera la parca.
—Solo sentaba límites necesarios.
—Ajá, como si en serio fueras a pegarle a una chica.
—¡Podría!
—Blaise, no le has pegado a nadie en tu vida, salvo a una pared y a Draco y en ambas ocasiones casi te partiste la mano.
—Ah; pero eso Davis no lo sabe ¿o sí? Además, en ciertos momentos, y obvio con la persona adecuada, una que otra palmadita no hace más que encender la pasión.
Theo sufrió un escalofrío.
—A mi bruja le gusta—añadió Blaise muy suelto de huesos—. La primera vez que lo mencioné, de plano dijo que no; pero al calor del momento hasta me dijo que…
—Ew, por favor, ahórrame los detalles.
—¡Oh, vamos!, de alguna manera tienes que obtener experiencia. ¿Qué va pasar si cierta liebre decide ponerse creativa cuando al fin te robe la inocencia?
Theo le dio un zape en la cabeza.
—¡Ouch! ¡Oye!
—Deja de decir tonterías. ¡Y ya, camina, por Merlín! Estamos justo en la hora precisa de la medicina de Pansy. Madame Pomfrey dijo que debía ser muy puntual.
—Claaaaaro, la "intoxicación".
Theo volteó y le arqueó una ceja.
—¿Qué? No pensarás que me creí el cuento, ¿verdad?—dijo el moreno—. Todo el secretismo. Que Pomfrey estuviera tan resuelta a cubrir a Pansy pese a ser quien es, que ella hubiera ido a buscar ayuda en lugar de pedírnosla a nosotros primero… ja, por no hablar de las pociones que debe tomar, es obvio que esto es más complicado que solo una comida que le cayó mal.
—Blaise…
—Y además, no estoy ciego—acotó él—. Elijo fingir que Pansy y tú logran despistarme; pero la veo. Es… diferente. Nuestra Pansy; pero al mismo tiempo no lo es. Casi hay que sacarle las palabras a la fuerza, cuando Merlín sabe que lo difícil siempre ha sido hacerla callar. No hace más que dormir, leer, comer apenas y bajo vigilancia, volver a dormir y despertar solo para quedarse mirando la pared y quedarse dormida de nuevo. Ya ni siquiera le preocupa disimular su apariencia. La Pansy que conocemos pondría el grito al cielo por tener el cabello como lo tiene.
—Blaise…
—No voy a decir nada—le interrumpió él—. Sé que es malo, ¿Bien? Lo que sea que le haya pasado.
—Ella quiere decirte. Lo hará cuando se sienta lista. Si me lo dijo a mí fue porque pensó que sería capaz de mantener la calma. Es lo que necesita ahora y, francamente, lo único que podemos darle, dadas las circunstancias.
Blaise lo miró de lado mientras avanzaban.
Conocía bien a Theo y sus distintas etapas de "calma". Su voz, sus gestos, incluso su andar no denotaban nada fuera de lo común, salvo sus ojos. El azul yacía en tormenta. Podía respetar eso. Detestaba que lo mantuvieran al margen; pero podía respetar el hecho de que Theo estuviera cargando la furia por ambos.
—¿Volverá a ser la Pansy de siempre algún día?— preguntó cuando estuvieron frente a la puerta de la habitación. La expresión de Theo liberó un poco de la tormenta en sus ojos.
—No lo sé.
Blaise solo asintió con pesar.
—¿Deberíamos comprarle dulces? Le gustan los chocolates, podría…
Un ligero temblor interrumpió lo que estaba diciendo.
En cosa de segundos, Theo lo hizo a un lado, entrando en la habitación, varita en mano.
Las cortinas que cubrían los tragaluces estaban corridas y, sobre el suelo de piedra, los baúles estaban fuera de su lugar, rodeados por trozos de espejo y vidrio que reflejaban la luz que se colaba en la habitación.
No había rastro de Pansy en la cama libre que solía ser de Draco. Las mantas estaban en el suelo.
Parecía el escenario de un ataque.
—Asegura la habitación.
Blaise lo hizo de inmediato. Theo por su parte dejó las pociones sobre su cama y se lanzó hacia el baño intentando entrar; pero halló la puerta cerrada.
—¿Pansy?, Pansy, abre—dijo, golpeando un par de veces sin tener respuesta—. Pansy, voy a entrar. ¡Alohomora!
Un sollozo ahogado fue su respuesta, junto a un frasco de loción que Theo logró esquivar usando la misma puerta como escudo.
–Oigan, ¡eso es mío!—se quejó Blaise al reconocer el frasco.
Pero en cuanto él y Theo intentaron entrar de nuevo, una inesperada onda de energía los empujó fuera, azotando la puerta tan fuerte que fue de ida y vuelta contra la pared.
—¡Qué diablos!—exhaló Blaise sujetándose de uno de los pilares de la cama. Theo lucía tan sorprendido como él.
El sollozo de su amiga los hizo espabilar.
Adentro, Pansy se hallaba sentada en el suelo, vestida con su camisón de dormir y abrazándose las rodillas contra el pecho mientras ocultaba su cabeza.
—¿Qué hacemos?
—Es magia accidental, necesitamos calmarla. Coge tu varita.
—¿Y atacarla la va a calmar?
—¡Es para defendernos, tonto! Si esto sigue así los demás en la casa lo sentirán y estaremos en problemas–dijo Theo y avanzó con Blaise de cerca hasta que la magia de la bruja los volvió a bloquear.
—¡Protego!—conjuró Blaise, indicando con la cabeza a Theo que siguiera.
—Pansy, ¡Tienes que despertar!
La magia de la bruja vibró.
—Levanta la cabeza. ¡Vamos, míranos!, ¡Pansy!
—No está funcionando—dijo Blaise, echando un vistazo a los muebles que no dejaban de temblar.
Theo tensó el rostro.
—Theo…
—No digas nada—le cortó él.
Blaise le miró, confuso.
—¿Entendiste, Blaise? No importa lo que escuches, no digas nada—le indicó esperando apenas a que su amigo asintiera para regresar su atención a la bruja—. ¡Pansy, tienes que parar ya!—exclamó—. Estás en Hogwarts, ¡Hogwarts, ¿Me oyes?!
La cabeza de la bruja hizo ademán de alzarse. Theo vio su oportunidad.
—Estás a salvo aquí. Con Blaise, conmigo. Sé que estás herida. Sé que piensas que nada vale la pena y que no vas a poder levantarte después de todo lo que ha sucedido; pero no estás sola. ¿Me oyes? ¡No estás sola!
De pronto, la magia alrededor de ambos magos los volvió a empujar; pero la cabeza de la bruja se alzó de su escondite. Sus ojos ausentes; pero llenos de lágrimas que corrían libres por sus mejillas.
—¡Sigue hablándole!—dijo Blaise, bloqueando el pequeño tapete del piso convertido en improvisado misil.
La mirada azul del mago se tornó sombría.
—Sé que tienes miedo, Pansy—añadió Theo—. Pero aquí no puede tocarte. Jamás volverá a tocarte. Después de Hogwarts te irás conmigo o con Blaise, no lo verás de nuevo si no quieres y si el cerdo intenta acercarse… le haré pagar por cada lágrima. Sobre mi magia, Pansy. Te lo juro.
—Theo…
El sollozo de la bruja fue el preámbulo del final. Los muebles se detuvieron y los pocos objetos que se hallaban elevados sobre las repisas cayeron de pronto con un ruido seco.
Pansy, quien había mirado alrededor, asustada, se soltó a llorar.
—Está bien—le dijo Theo, intentando consolarla—. Tranquila. Ya pasó todo. Ven, regresemos a la cama, ¿De acuerdo?, ¿puedes caminar?
Ella, sin poder controlar el llanto solo asintió; sin embargo, aunque sí logró levantarse, sus piernas débiles cedieron a su peso al intentar avanzar.
De repente, fuertes golpes en la puerta de la habitación los hicieron respingar.
—¡Oigan, ¿Qué tanto hacen ahí adentro?! ¡Abran!
—No dejen que me vean—sollozó Pansy.
—Abre la cama—dijo Theo a Blaise, cogiendo a su amiga en brazos.
Blaise hizo lo pedido sin chistar, invocando después un reparo sobre los objetos rotos en el suelo, mientras Theo acomodaba a Pansy sobre la cama de Draco, arropándola como si nada hubiera pasado.
—¡Si no abren en este momento, llamaré al profesor Slughorn!
A la amenaza le siguieron más golpes en la puerta.
Blaise gruñó por lo bajo.
—Davis… Apuesto a que está ansiosa por ir con el viejo. ¿Desde cuándo estará ahí?
Theo, exhaló con pesadez.
—Quédate con Pansy.
*.*.*
Afuera, Tracey golpeaba el suelo con el pie, molesta. Para nadie en Slytherin había pasado desapercibido el temblor de las paredes y el piso, otra cosa era que se hicieran los desentendidos; pero ella no. Ella siguió la dirección de dónde vino la segunda onda y ¡Cómo no! La llevó hasta la habitación de Zabini, Nott y Malfoy.
—¡Urgh!—farfulló al no lograr escuchar nada más que ruidos extraños que no logró relacionar.
Apartó la oreja de la puerta.
—¡Pues ya está!—exclamó—. ¡Se los advertí; pero no me…!
La puerta se abrió de repente y Theodore Nott emergió tan rápido y tosco que Tracey apenas logró ver un atisbo de la habitación antes de ser acorralada contra el muro contrario del corredor.
—¿Qué?—espetó él. Tracey perdió el aliento y tragó saliva.
—S-Sentí la magia. Es… era muy fuerte y venía de aquí. S-Si están haciendo algo con Parkinson…
—No sé de qué rayos estás hablando—dijo Theo—. Y aún si fuera cierto. Lo que hagamos o no, no es de tu incumbencia, Davis. ¿Acaso no te quedó clara la advertencia de Blaise?
Tracey tembló.
—E-Están haciendo cosas indebidas allá adentro y ya han ido demasiado lejos. ¿Cuánto tiempo creen que podrán ocultarla? Ella no puede estar ahí, es contra las reglas y si el profesor Slughorn supiera lo que…
—Oh y supongo que estás muy ansiosa por ir a decírselo, ¿No?
Ella elevó el mentón de repente.
—Sabes lo que pasará si hablo. Todos aquí les tienen el suficiente miedo o remedo de respeto a ustedes dos; pero yo no les debo nada a sus familias ni me intimidan. Zabini y tú están hasta el cuello en esto junto con Parkinson. Además, si los profesores Carrow…
Una risa ronca la detuvo con más fuerza que un hechizo. Theo sonreía de lado.
Y Theodore Nott nunca sonreía ni reía.
Era escalofriante.
—Ve—le dijo él dando un paso atrás, dejándole espacio para irse si quería.
Tracey sabía mejor que no era bueno darle la espalda, así que se quedó ahí.
—¿No tenías prisa?—apremió Theo—. Ve… trae a Slughorn, a los Carrow, al Señor Tenebroso, si puedes.
—Serán castigados, los tres—presionó Tracey, respingando cuando lo escuchó reír de nuevo.
—¿Y?
—F-Fanfarrón…solo estás jugando conmigo. Quieres que piense que no te importa lo que pueden hacerles, estás…
—¿Lo que pueden hacer? ¿Qué?… Slughorn a lo mucho nos va a sermonear y a quitar puntos…
—Pero los profesores Carrow…
—Ah, los castigos. ¿Te refieres a los crucios? Uhm… es posible. Y tendremos que soportarlos. Pero tú tendrás que tener en cuenta algo muy importante, Davis.
Theo se inclinó a susurrar cerca de su oído.
—Por cada uno, tú recibirás el doble de mi mano.
Tracey lo miró, espantada.
—¿Estás amenazándome?
—No; pero, por supuesto, no espero que entiendas la diferencia—dijo—. ¿Yo, diciéndote todo lo que podría pasar? Es solo una advertencia. Ahora… si hago esto—añadió…
Tracey nunca supo en qué momento sacó su varita, sino hasta que sintió la punta en su garganta.
—Si lo hago, aún sigue siendo una advertencia. Llámalo: una segunda oportunidad… pero si luego comienzo a decir un conjuro, como… no lo sé. Oh… tal vez, Cruci…
—¡No, por favor, no!—exclamó Tracey, cayendo en cuclillas mientras se rodeaba la cabeza con los brazos—. ¡No me hagas daño por favor, no diré nada, lo juro!, ¡Lo juro!
En su pánico no sintió cuándo Theo volvió a alejarse sino hasta que lo escuchó aclararse la garganta. Levantó la mirada.
El muchacho estaba apoyado en la puerta, con los brazos cruzados y tenía una ceja arqueada.
—¿Qué haces ahí, Davis? ¿Se te cayó algo?
Ella boqueó como pez fuera del agua y ya no supo ni qué decir o pensar cuando se dio cuenta de la presencia de dos alumnos de tercer año.
—¿Todo bien? ¿Por qué estás en el piso?—preguntó uno de ellos. Tracey casi se atragantó cuando vio a Theodore encogiéndose de hombros con inocencia.
—Así estaba cuando salí…
Los ojos de Tracey casi se salieron de sus cuencas.
—Pensaba que se le había caído algo y estaba buscándolo; pero ahora que lo pienso, Tracey… estás muy pálida—siguió Theo—. Deberías ir a la enfermería o comentarle lo que pasó a Slughorn o a los profesores Carrow. Seguro podrían ayudarte.
La chica se enderezó de golpe entendiendo claramente la amenaza implícita.
—E-Estoy bien…
—¿Estás segura? No luces muy…—dijo uno de los de tercero.
—¡Dije que estoy bien, métanse en sus asuntos y déjenme en paz!
Cuando la furiosa bruja se perdió de vista, creyeron escuchar un sollozo de frustración. Los muchachos se miraron entre sí y luego ambos miraron a Theo quien volvió a encogerse de hombros.
—Chicas, ¿Eh?, ¿Quién las entiende?
Y dicho eso regresó a su habitación.
—Ya está, no volverá a molestar—dijo, volviendo a su tono y expresión normal.
—Solo queda una más y terminamos, vamos Pans—decía Blaise entretanto, acercando el último vial a los labios de su amiga.
Theo echó un rápido vistazo a la habitación. Las lámparas estaban de nuevo en su sitio, como nuevas. Los baúles cerrados, nada fuera de lo normal, exceptuando por 5 elegantes frascos vacíos que no habían estado ahí esa mañana; pero que ahora yacían tirados en el suelo de piedra.
—Davis los trajo—dijo Pansy al percatarse. Theo frunció el ceño—. No me di cuenta cuando entró, estaba dormida; pero…
—¡¿Entró aquí?!—exclamó Blaise.
—¿Qué son?—dijo Theo.
—Los ha enviado mi madre—respondió Pansy, sus ojos llenándose de lágrimas pese a que ella se frotaba la comisuras con enojo—. Eran para ayudarme con… con el primer mes. La estúpida de Davis leyó la nota, ella… ella sabe y piensa que es… era… ustedes…
Theo ocupó el lado libre junto a ella y Pansy enseguida se refugió en su pecho.
—¿Qué voy a hacer? A esta hora ya todo Slytherin debe saberlo. ¡Es cuestión de tiempo para que algún chisme llegue a oídos de mi madre! Y cuando sepa que estoy aquí, se lo dirá y… y… tendré que volver. ¡Me obligará a hacerlo!
—Pansy, mírame—dijo Theo, tomando su mano en medio de su ataque de histeria—. Tú no vas a volver. ¿Lo entiendes?
—Pero es que…
—No…–dijo él—. Sé que piensas que pueden obligarte; pero no lo voy a permitir. Te voy a proteger. Blaise y yo lo haremos. Nadie llegará a ti sin pasar por nosotros, ¿De acuerdo? Lo digo en serio. Estás a salvo.
Blaise tomó su mano libre.
—Solo di el nombre y prepara una corona de flores, porque habrá un funeral para quien sea que te tenga así.
Pansy apretó sus dedos.
—Ojalá fuera tan fácil.
—Conozco muchas formas, digamos, accidentales de pasar a mejor vida. No que las haya practicado; pero sé que jamás me atraparían y menos con el sistema como está.
—Blaise—le riñó Theo.
—¿Qué? Maquinar no es delito… por ahora—dijo el moreno, acariciando la mano de su amiga—. Solo quiero ayudar a que vuelvas a ser la Pansy que conozco. Secundo la promesa de Theo, ¿Comprendes? También te protegeré, Pans, no importa lo que sea. Tienes mi varita a tu disposición.
Conteniendo un sollozo Pansy asintió y luego miró a Theo.
—Es hora.
—¿Segura?—dijo él—. Aquí Blaise ya sabe que ocurre algo; pero si no estás lista para decirlo, él va a entender, ¿O no, Blaise?
—Eeeehm, pues…
—¡Blaise!
—¡Que sí! Entendería mejor si me explicaran; pero… como dije, estoy aquí para ti, Pans. Con explicación o sin ella.
Pansy le dedicó una pequeña sonrisa.
—Solo no puedes repetirlo. A nadie. Por mí—dijo.
—Y tampoco puedes salir de aquí los siguientes cinco minutos después de que ella termine de hablar—acotó Theo.
Blaise tragó pesado, anticipando que, fuera lo que fuera que iba a escuchar no sería bueno.
—Es en serio, Blaise—advirtió Theo—. Si no puedes cumplir con eso, lo mejor será continuar como estamos.
Él paseó la mirada entre ambos y asintió con solemnidad, acomodándose mejor a un lado de Pansy.
Entonces ella miró a Theo significativamente y le extendió la mano. Blaise solo observó en silencio, mordiéndose la lengua cuando vio a su amigo sacar su varita y conjurar un "Revelio".
Su rostro se tornó duro como una roca en cuanto vio el anillo de oro en su dedo anular; sin embargo, absolutamente nada lo preparó lo suficiente para la historia de Pansy.
"Me vendieron", dijo ella, contándole cómo tras las últimas vacaciones no pudo volver por estar con su nuevo esposo. Blaise tuvo que esconder las manos bajo sus muslos para no hacer crujir sus nudillos mientras ella titubeaba el abuso sistemático al que había tenido que someterse y, luego, cuando llegó a la parte de su embarazo y el cómo había terminado en la enfermería del colegio, definitivamente se sintió caer en un bucle negro e impío de total desolación.
—… mis padres no lo saben aún. Por eso madre mandó esas pociones.
Sus ojos, que se habían mantenido agachados todo el tiempo, se alzaron hacia los de Blaise.
—Nadie debe saber que estuve en la enfermería, o que no estoy en mi habitación, sino en la de ustedes. Si mis padres llegan a sospechar que está pasando algo que atente contra sus intereses, él me obligará a volver—dijo Pansy, limpiándose los ojos con las muñecas—. Madame Pomfrey dijo que me ayudaría, aún no sé bien cómo porque es casi imposible romper ritos antiguos; pero por ahora es todo lo que tengo. Yo… yo no puedo volver, de verdad que no puedo, si… si vuelve a tocarme…–. La voz se le quebró y sus hombros temblaron—. No. Me mataré antes de que me vuelva a poner un dedo encima, me…
—Eso no va a suceder—la cortó Theo—. No volverás a esa casa y no volverás a ver al puerco a menos que sea ante el Wizengamot, y solo para ver cómo lo llevan a Azkaban.
—Si no es que antes lo llevo yo; pero al cementerio–dijo Blaise–. Solo dime el nombre, Pansy. Es en serio. Nómbralo y dalo por muerto.
Los ojos de la Slytherin brillaron casi con ansia y agradecimiento; pero luego apretó los labios y agachó la cabeza, tratando de ignorar la brasa ardiente de odio y desesperanza en el que su corazón estaba convirtiéndose.
—No puede—contestó Theo por ella. Blaise enarcó una ceja; pero su amigo dirigió la mirada sobre la alianza matrimonial de Pansy, cuya mano estaba hecha puño–. La magia afecta su corazón si intenta decirlo.
—Pero tú lo sabes.
—Usé otros métodos.
Blaise se le quedó mirando unos segundos y luego dejó caer la mandíbula de la impresión.
—Aprendiste más que solo oclumancia en tu año de abstinencia, ¿No?
—Soy mejor oclumante; pero la legilimancia fue parte del proceso. Al menos en teoría. Además, Pansy no colocó barreras para que yo pudiera ver lo que necesitaba ver—explicó Theo, dirigiendo una mirada simpática sobre Pansy antes de continuar—. La han casado con Anton Craven.
Blaise, quien por un momento estuvo a punto de protestar por las habilidades no conocidas de su amigo, de pronto compuso una cara de asco que casi igualó a la de Pansy, para luego cambiarla por una de horror.
—¿C-Craven has dicho? Es… ¡No!—exclamó, poniéndose de pie.
—¿Blaise?
—Blaise, ¿Qué…?
El puño del moreno se estrelló contra el muro de la habitación.
—¡Hijos de puta! ¡Merda! ¡Merda!, ¡Sporcizia, maledetti tutti quelli che…!
Pansy abrió la boca para intentar detener la lucha a muerte que, entre improperios italianos, Blaise parecía sostener con la pared; pero Theo colocó la mano sobre su hombro y negó con la cabeza, indicando en silencio que lo mejor era dejar que se desahogara.
Minutos después, Blaise regresó por su propio pie y ocupó su antiguo lugar en la cama. Pansy apretó los labios al atisbar húmedos los ojos de su amigo.
—Blaise…—intentó. Él alzó la mano pidiendo silencio y se concentró en serenar su respiración antes de hablar.
Pansy casi se puso en firmes cuando la miró.
—Lo siento—le dijo—. Esto. Todo ha sido culpa mía, Pansy. De verdad, yo… no…
—Blaise, ¿De qué estás hablando?—dijo Theo tan confuso como la bruja.
Blaise bajó la mirada.
—El verano después de quinto año—comenzó—. Ustedes… ustedes conocen la reputación que tiene mi madre en el mundo mágico. Ella… maldición… ¡Craven iba a ser su esposo número ocho!
Pansy abrió los ojos de par en par.
—Para nadie del círculo de los mayores es noticia que el jodido viejo cuenta con una fortuna envidiable. Mi madre vio la oportunidad y lo invitó a pasar el verano a nuestra villa en la Toscana. Yo… yo sabía cuál iba a ser el proceso y, por una vez, solo una, deseé pasar unas vacaciones sin otro padrastro próximo a cadáver. Yo…
Alzó la vista hacia Pansy.
—Le advertí. Por eso sigue vivo, por mi culpa. Lo siento, Pansy. Si hubiera dejado que mi madre hiciera lo que quisiera, el maldito viejo jamás se habría acercado a...
—Si no hubiera sido él, habría sido cualquier otro, créeme—le interrumpió Pansy, llevando la mano a la rodilla de su amigo. Blaise la sujetó de inmediato—. No ha sido culpa de nadie, salvo mía. Debí ser más lista o… o por lo menos darme cuenta de las intenciones de mis padres. Tal vez si hubiera reaccionado a tiempo…
—Pansy, ya hemos hablado de esto…—dijo Theo—. Si Blaise no lleva responsabilidad alguna, tú menos.
—Pero soy una Slytherin—objetó ella—. Debí saber lo que mis padres pretendían. Lo único que les faltó fue encerrarme en una vitrina y colocarme un lindo cartelito con precio en el escote antes de ponerme en exhibición.
Ambos magos la vieron limpiarse los ojos antes que las lágrimas cayeran.
—Debí saber que la cena para celebrar mi cumpleaños era una trampa. Digo: cena, baile, un cuarteto de cuerdas… ¿Por mí? No, por supuesto que no—suspiró con ironía—. Fui avisada de mi propia boda luego que cerraran las puertas del gran salón.
Una sonrisa triste se asomó a sus labios, llenándose de sarcasmo después.
—Oh, genial, acabo de darme cuenta de que, además de mi vida, también echaron a perder mi jodido cumpleaños.
—Te emboscaron, Pans—insistió Theo. Ella negó.
—No es suficiente excusa. Debí buscar una forma de escapar. Fingir que lo aceptaba y, no sé, saltar por una ventana, ordenarle a un elfo que me sacara de ahí; pero madre tenía mi varita. No pude pensar en ese momento, no pude…—pausó—. Dijo… dijo que me abandonarían. Que me desconocerían como hija y que no tendría adónde recurrir. ¿Quién eres sin nosotros?, ¿Qué podrías hacer para sobrevivir sin nuestro apoyo?
Una lágrima cayó; pero ella la limpió con rapidez. Theo y Blaise no tuvieron que preguntar para saber que esas preguntas venían de la desalmada madre de su amiga.
—Y tuvo razón—dijo Pansy—. No sé hacer nada más que sonreír, posar, disponer una mesa elegante y ser la bruja perfecta tras el mago sangre pura de renombre. ¿Por qué esperaba algo diferente de mi vida? Quizá ese fue mi primer error, creer que Pansy podía ser alguien sin el Parkinson.
—Por supuesto que debías esperar más—rebatió Blaise—. Porque eres mucho más, Pansy.
Ella se mordió los labios y se limpió las lágrimas de nuevo.
—Es lindo de oír; pero la realidad es muy distinta—objetó con tristeza—. Solía tener un plan; pero… ya no importa. Es tarde. No tengo un prospecto, ni familia, ni dinero. Y mientras no pueda librarme de esto—añadió con menosprecio hacia su anillo—. Ni siquiera tengo mi libertad.
Theo apretó los labios al no poder formar una respuesta rápida. Pansy contaba con él incondicionalmente; pero la realidad era que no sabía bien cómo ayudarla. Podía ofrecerle refugio si intentaba huir y algo de dinero; pero necesitarían de mucho para protegerse de influencias más poderosas…
… y el manejo y control de la bóveda Nott aún la tenía su padre. Dudaba que al terminar Hogwarts quisiera darle un knut después de lo de Luna. Eso si alguien no le hacía el favor de convertirlo en huérfano antes.
Enfrascado en sus pensamientos no se percató del repentino brillo en los ojos de Blaise sino hasta que el moreno le golpeó levemente el hombro.
—¿Qué?—le reclamó, molesto.
—¿Qué? ¡Draco! ¡Eso es el qué!
Theo y Pansy lo miraron sin entender. Blaise rodó los ojos y prácticamente brincó hacia su lado de la habitación, abriendo su baúl y enterrando la cabeza entre su desordenado contenido mientras relataba apresuradamente la última visita de Draco al castillo.
Por supuesto, en el apuro y la emoción, olvidó por completo que Pansy desconocía gran parte de las historias de ambos, así que habló de Luna sin que Theo pudiera hacer algo al respecto, salvo llevarse una mano al rostro.
—… no sé cómo se nos pudo olvidar. Es decir, ¿Quién se olvida de algo así?—dijo, Blaise, volviendo junto a sus amigos y dejando un saquillo sobre el regazo de una anonadada Pansy—. ¡Oh, espera! No es tan pequeño como parece, ¡Engorgio!
—¡Circe!—exclamó Pansy al sentir más peso a medida que el saquillo crecía.
—Bueno, no esperes permiso. Es tuyo, revísalo—dijo Blaise.
Pansy, cuya mente parecía decirle que seguía dormida, no atinó a ordenar sus ideas a tiempo así que solo hizo lo que parecía reflejo y desató el nudo del saquillo para echar un vistazo.
… que fue tan rápido como rápida fue su mano en cerrarla y mirar a sus amigos de hito en hito.
Blaise le miraba con expresión de cachorrito emocionado con dos colas. Theo en cambio parecía estar ocupado hallando la forma de introducir la cara en la palma de su mano.
—Será mejor que alguien comience a explicar.
—Mmm… ¿qué parte?—preguntó Blaise con inocencia.
—¡Todo!—dijo Pansy—. Draco. El que tenga sobre mis piernas lo suficiente como para desaparecer en el continente. ¡¿LUNA LOVEGOOD?!
Cuando Theo gruñó, Blaise cayó en cuenta de que había metido la pata.
—¿Luna Lovegood?, ¿Quién dijo algo sobre Luna Lovegood?—disimuló miserablemente.
—¡Tú!
—¡¿Yo?! ¡¿Cuándo?!
—Blaise…—dijo Theo.
—Un segundo. Pansy, querida, creo que oíste mal, claramente lo que yo dije fue…
—¡Blaise!—insistió Theo—. Ya sacaste al gato de la caja.
Él le miró culpable.
—Fue sin querer.
—Explicaciones, por favor—les recordó Pansy.
Theo exhaló hondo.
—Hace unos meses, mortífagos secuestraron a Luna por las publicaciones de su padre en "El Quisquilloso". Un intento inútil de llegar a Potter y no tan inútil de llegar… a mí.
—De acuerdo. Puedo entender lo de ese periódico extravagante, incluso lo de Potter; ¿Pero tú?—dijo Pansy—. ¿De qué me estoy perdiendo?
—Mi padre intentó utilizarla para hacerme tomar la marca—dijo Theo—. La torturó y aseguró que la mataría a menos que me uniera a su grupo.
—¿Por qué harías algo así?
Segundos de silencio. Segundos de rotundo entendimiento.
Pansy se cubrió los labios con sus dedos.
—Oh… ¡Oh!…. Theo, ¿Tú y ella?
Theo le dirigió una mirada severa.
—P-Pero, ¿Cómo? Quiero decir, son tan…
El ceño de Theo se frunció un poco más… como retándola a completar la frase.
—Es decir… ella no es…
Mala elección.
—…y… y tú no eres…
Aún mala.
Pansy exhaló suave.
—Ahm, ¿Desde cuándo?
Blaise carraspeó.
—Larga historia; pero deja, te lo resumo yo—dijo—. Un incidente en el baile en cuarto, un año de abstinencia, absurda, si me preguntas, otro incidente con una quaffle de juguete que acabó con Longbottom en la enfermería de seguro, algo en el bosque que cierta persona no me quiso contar, y ¡Pronto! Nuestro siempre apático Theodore Nott acabó perdidamente enamorado de Lovegood.
Theo lo miró como decidiendo si estrangularlo o lanzarle un Avada. Pansy los miró a ambos mientras respiraba hondo.
Pero no alcanzó a pronunciar palabra cuando, de pronto, Theo explotó.
—¡Blaise le ha quitado la novia a Potter!
Los ojos de Pansy por poco y se salieron de sus cuencas.
—¡Oye!—protestó Blaise—. En primer lugar no es su novia. En segundo lugar, ¡Era secreto!
—¿Y qué? ¿Lo mío era un panfleto público?
—¡Se me escapó sin querer, fue un accidente!
—Pues lo mismo digo.
—¡Oh, por Merlín!, ¡Blaise Zabini, ¿Estás tirándote a Weasley?!—exclamó Pansy, aún si decidir si estaba espantada o asombrada.
—Mejor que eso. Está enamorado.
Pansy volvió a cubrirse la boca con la mano.
—Gracias, Theo. Tan gentil como siempre.
—¿Lo ves? No lo niega.
—Como si tú no bailaras al son que toca Lovegood.
Theo abrió la boca con algún argumento oportuno; pero las palabras murieron en la punta de su lengua.
—El punto es…
—El punto es que mis amigos se han vuelto todos locos, ¡Y yo aquí pensando que el único era Draco!—dijo Pansy.
Blaise y Theo le miraron con la ceja arqueada.
—¿De nuevo, por favor?—dijo Blaise—. Obvio, uno tiene que estar un poco chalado para dejar que le decoren el brazo con magia oscura; pero algo me dice que no es a ese tipo de locura a la que te has referido.
Pansy se enderezó y cogió la cuerda del saquillo sobre sus piernas. Arqueando ambas cejas con elegancia.
—Por supuesto que me refería a eso—contestó con un tono de voz que seguramente habría usado su madre para deslindarse de lo que no le convenía.
Theo no lució nada convencido; pero se lo guardó para sí.
—¿De verdad Draco dijo que esto era mío?—retomó Pansy, tomando un galeón del saco.
—Mencionó que te explicaba todo en una carta. La hechizó para que solo tú pudieras abrirla…—dijo Blaise. Pansy y Theo lo miraron con las cejas respectivamente arqueadas—. ¡No que haya intentado abrirla!… bueno, sí.
—Blaise...
—Solo fue por precaución—se defendió él—. En ese entonces no había noticia de Lovegood y solo teníamos su palabra como garantía. Guste o no, la marca en su brazo pesaba más que...
—Tiene la marca porque no le quedó otra opción, Blaise. Lo hizo para que liberaran a su padre, sabes que siempre sintió adoración por él—dijo Pansy mientras hurgaba entre los galeones hasta encontrar el sobre sin remitente ni destinatario.
—Eso lo entiendo ahora–dijo Blaise mientras ella comenzaba a leer.
—Es la forma que tienen de obligar a los demás a que hagan lo que ordenan. Toman lo que es valioso para ti y te amenazan con destruirlo—acotó Theo—. Draco podrá ser un cabrón mimado; pero le debo una muy grande después de lo que hizo por Luna.
—Pensé que había escapado por otros medios—dijo Blaise.
—Así fue; pero fue porque Potter apareció de la nada. Hizo todo un show en la mansión Malfoy. Yo me refería a lo que hizo contra los remanentes del cruciatus en ella.
—¿Y por qué hasta ahora me estoy enterando?
—Creí que Weasley te había dicho algo.
La expresión de Blaise se endureció un poco. Si Lovegood sabía lo de Potter, era lógico que Ginny también lo supiera. La había visto dos días atrás y, ahora que lo pensaba, había estado un tanto nerviosa sin razón aparente.
«No asumas, no asumas, no asumas», se dijo entonces, respirando hondo para no echar a volar su imaginación.
—Así que, ¿Qué hizo el palurdo cuatro ojos? ¿Intentar prenderle fuego a Malfoy Manor?
—Luna dijo que rompió el tabú sobre el nombre de Quién -tú-sabes. Dieron con él, con Weasley y Granger y los llevaron a la mansión. Escaparon apenas, pero hasta donde sé, Granger resultó herida.
—No me digas que Draco…
Pansy, que había estado ausente tras darle una lectura rápida a su carta, espabiló.
—¿Qué dijiste de Granger?
—Pansy, ¿Estás bien? Te has puesto pálida.
—¿La carta dice algo malo?
—No te desvíes, Theo, dijiste algo sobre Granger.
—¿Por qué te importa tanto Granger?
—¿Puedes responder?
Theo la evaluó algunos segundos.
—Fue atrapada junto con Potter. Carroñeros. La llevaron a Malfoy Manor.
—Y al parecer está herida. ¿Ya nos dices por qué te importa tanto?—dijo Blaise, mirando luego a Theo—. Draco no hirió a Granger, ¿O sí?
—No. Fue Bellatrix Lestrange. Luna dijo que ahm, la hirió en el brazo con una daga. Ahora, ¿Pansy? Si fueras tan amable…
—Fue simple curiosidad—dijo Pansy, volviendo su atención a la carta un momento antes de doblarla y meterla en el saco—. Tenemos que contactar con Draco—añadió y salió de la cama de repente—. Es urgente. Debemos comunicarnos hoy mismo.
—Pansy, la mansión es nido de mortífagos en este momento, no podemos solo mandar una lechuza.
—¡Dijeron que se comunicaron con él!
—Sí, en código y usando su lechuza.
—¿Nos quieres decir qué está ocurriendo?— intervino Theo.
Pansy, que había comenzado a dar vueltas en la habitación, se detuvo y lo miró fijo. No quería decir lo que no debía, después de todo se trataba de defraudar la confianza de Draco. Pero por otro lado, la carta era, a su parecer, una despedida que le estaba generando gran angustia. ¡Y para colmo habían pasado semanas desde que fuera escrita!
No había ocurrido lo de Granger todavía. Draco debía estar peor que nunca.
—Pansy…
—Me ha nombrado su heredera—soltó ella. Theo y Blaise se pusieron de pie—. La carta… no parece que fuera escrita por el Draco que recuerdo, me… me pide perdón, me pide que cuide de ustedes dos; pero que no lo intente con Crabbe y Goyle. Es, es como si estuviera despidiéndose, ¡¿Quién a esta edad piensa en hacer un testamento, salvo alguien que sabe que tiene los días contados?!
—¿No crees que es exagerar un poco?—dijo Blaise—. Pansy, la carta lleva semanas ahí. Si necesitara ayuda, nos habría dicho algo.
—No, no lo entienden.. Él no está bien. Puede… puede que esté planeando hacer alguna estupidez en este momento.
—Y estás segura de eso porque…
—¡Solo lo sé, Blaise!
—No. Tú sabes algo más—dijo Theo—. Pansy, confiamos en ti dos secretos que ponen en peligro a personas importantes para nosotros. Pedimos lo mismo de ti. ¿Qué es lo que sabes de Draco que te tiene así de preocupada?
Pansy apretó los labios.
—N-No puedo decirlo.
—¿Por qué no?–dijo Blaise—. ¿Es Draco? ¿Hiciste un juramento de varita o…? Por las bolas de Salazar, si te ha obligado a una inquebrantable juro que le lanzo un hechizo de calvicie permanente la siguiente vez que lo vea.
—Relájate, Blaise—advirtió Theo y regresó su atención a Pansy—. Digas lo que digas no saldrá de aquí…. Y Blaise no hará comentarios burlones.
—¡Oye!
Theo lo ignoró.
—Pansy. Si es tan importante que piensas que pone en peligro a Draco, dinos. Tal vez podamos ayudar.
Pansy bufó exasperada y caminó hacia uno de los baúles agitando los brazos en el aire.
—¡Está bien, ya, ustedes ganan!—aceptó, cruzando los brazos después—. Pero antes sepan que no tengo ni la más remota idea de cómo comenzó ni mucho menos entiendo el por qué. Para mí, Draco está más loco que ustedes dos juntos, si me preguntan.
—¿Y el motivo de la locura es…
Pansy hizo una mueca.
—Es por Granger—dijo—. Draco tiene, ahm… algo raro con ella. No son ni fueron novios ni nada por el estilo; pero… urgh, creo que a él le…¿Simpatiza?
—Pansy…
—¡Urg! Bien, Theo, que sea como quieres. Le gusta. ¿De acuerdo? A Draco le gusta Granger. ¡Ya está!, ¡Lo dije!
El impacto del momento se reveló cuando Blaise no dijo absolutamente nada.
—Por eso es importante que sepamos si está bien. Aún cuando Draco estaba en el castillo, en lo posible intentó protegerla, ¡Diablos! ¡Le salvó la jodida vida luego de la pequeña aventura de Potter en el Ministerio! Sí recuerdan que la sabelotodo estuvo semanas en la enfermería, ¿No? Pues bien, si no hubiera sido por Draco, ella no habría salido. Punto.
Pansy tuvo que respirar hondo para controlar su enfado, dejando fluir su preocupación mientras se dejaba caer sobre uno de los baúles.
—Por eso debemos saber de él ahora. No digo que esté actualmente perdido de amor por Granger; pero verla herida en su propia casa debió afectarle. Lo sé. Lo conozco.
Theo se pasó la mano por la cabeza.
—De acuerdo. Veré qué puedo hacer; pero no será hoy, Pansy, lo siento. La correspondencia de Hogwarts es revisada. Habrá que esperar a la salida a Hogsmeade y, con un poco de suerte, sabremos algo de Draco para el domingo.
—¿Tanto?
—Es lo mejor que tenemos—dijo Theo, sentándose a su lado sobre el baúl—. Velo de esta forma, si algo realmente malo hubiera sucedido, a estas alturas lo sabríamos de seguro.
Pansy agachó la mirada y asintió.
—Supongo que es mejor que nada.
—Solo espero que tengas razón—acotó Theo. Pansy arqueó una ceja—. Ojalá y lo de Granger haya sido algo sin importancia, una chiquillada y nada más… porque, si no lo fue, puedo imaginar el suplicio por el que debe estar pasando.
Blaise alzó la mano con cierta timidez.
—¿Puedo decir algo?—. Sus dos amigos le miraron con cansancio; pero no objetaron nada–. No te enfades, Pans, pero ¿Tú y Draco no eran novios en sexto?
Pansy suspiró.
—Solo en apariencia, Blaise. Yo le servía de coartada y él me respaldaba para mantener a raya las intenciones de mi familia.
Blaise parpadeó perplejo.
—¡¿Cómo no me di cuenta?!
—Estabas distraído peleándote con muros en nombre de Weasley—dijo Theo.
—Un segundo, ¿La vez que casi te abriste la mano y dijiste que fue un accidente…—dijo Pansy; pero se detuvo enseguida–. Oh, olvídalo. No quiero saber.
—Sí, bueno… supongo que todos hemos tenido nuestros secretos—dijo Blaise, ocupando el breve espacio libre sobre el baúl—. Al final resulta que estamos un poco locos, ¿No?
Los tres suspiraron como unos jodidos Hufflepuff.
—¿Quién iba a decir alguna vez que estaríamos en esta situación? Yo, enamorado de una Weasley. Theo, enamorado. Punto.
—Ja-ja.
—Draco gustando de Granger. Esa sí que no me la vi venir. ¿Será que tiene alguna vena masoquista? Si su padre llega a enterarse no solo lo deshereda, lo entierra vivo—dijo Blaise. Theo y Pansy respaldaban la teoría—. ¿Qué falta? ¿Que Pansy esté secretamente enamorada de Potter?
—¡Cierra la boca, idiota!—reaccionó ella, pegándole en el muslo.
—Uhh, lo haré otra vez…—dijo el moreno, acercándose a su oído—. Potter.
—¡Blaise!
—Potter…
—¡No es gracioso!
—Potter, jeje… Pot… ¡Ouch!
—¡Para que se te quite lo payaso!
—¡Theo, dile algo!
—Te lo buscaste—dijo su amigo. Blaise jadeó, indignado.
—Ay, mi pobre orejita. ¡Qué violencia, mujer! ¡Solo estaba jugando!—exclamó luego, sobándose la oreja que Pansy por poco le arrancó—. Además, fue por tu bien. Esto es lo más cerca que has estado de dejar a la Pansy aletargada de los últimos días. ¡Por una vez que el idiota de Potter sirve para algo y así me pagas!
Y de pronto, en ese día de confesiones impensadas y hechos aún más impensados, Theo se rió.
Blaise automáticamente tomó a Pansy de los hombros, usándola como escudo humano.
—Ahora sí ya enloqueció.
Ella rodó la mirada y negó con la cabeza, sintiéndose por primera vez en meses un poco más ligera. Como si por esos preciados momentos todo lo negro del futuro incierto que les rodeaba se aclarara de repente.
Miró a Theo y Blaise. Había extrañado a esos dos. Había extrañado la que era su vida.
—¿Volveremos a sentirnos como jóvenes alguna vez?—suspiró.
—¿Disculpa? Yo todavía huelo a bebé–se quejó Blaise.
—Poco a poco, supongo. Aunque en realidad no sé bien cómo se siente ser joven—dijo Theo. Pansy asintió en comprensión.
—Oh, vamos. Tenemos que ser un poco optimistas. Al menos estamos juntos—dijo Blaise y automáticamente después se dio un zape en la frente.
—¿Y ahora qué te pasa?—dijo Theo.
—¡Que eso fue cursi! Yo no soy cursi, a mí me da alergia lo cursi.
—Culpo a Weasley. De verdad, si esto va en serio, no logro imaginarte con una docena de bebés pelirrojos tragones diciéndote "Papi"—dijo Pansy.
—Estoy con Ginny, no con la Comadreja, gracias.
Pansy arrugó el rostro.
—Ew, Blaise, ¡Ew! Imagen totalmente innecesaria—añadió, volteando hacia Theo con mirada suplicante—. ¡Rápido! Dame algo en qué pensar, no dejo de imaginármelo con la Comadreja.
—Oh, por favor, como si él no tuviera ninguna mala influencia. Adelante, Theo, dile cómo te leíste media biblioteca buscando no sé qué de unos bichos que tu noviecita se inventó— dijo Blaise sonriendo divertido.
Theo le lanzó dagas con los ojos.
—Que no haya encontrado información no significa que no existan.
—¡Ja! Ahí está, ¿Ves? No soy el único.
—¡Oh, Merlín, ampárame!, ¡todos mis amigos están locos!
—¿Por qué la sorpresa? Creía que ya había quedado claro—dijo Blaise con seriedad—. Mejor ve pensando con quien puedes unirte al grupo.
Pansy lo miró como si le hubiera salido otra cabeza del cuello.
—¿Disculpa?
—Es en serio, Pansy. Vamos a verlo desde esta perspectiva. Theo-Ravenclaw, Draco y yo-Gryffindor… Cuando el vejestorio pase a habitar en los jodidos infiernos, te quedaría Hufflepuff para equilibrar. ¿Qué tal Ernie Macmillan?… o, bueno, puedes escoger un Ravenclaw, supongo, ¿Hay Ravenclaw solteros entre las águilas? Tienes tarea, Theo, pregúntale a Luna.
La bruja parpadeó perpleja, miró a Theo buscando confirmación; pero él solo entornó la mirada y se encogió de hombros.
—Oh, está bien, eres libre de escoger la casa. Ginny tiene varios hermanos que… ¡OUCH!—acabó quejándose Blaise cuando Pansy le dio un zape en la nuca—. ¡Oye!
—Eres…un… ¡tonto!—exclamó ella, haciéndolo de nuevo.
—¡Oye, tranquila, solo era una idea!
—¿Idea? ¡¿Idea?! ¡Ahora yo te voy a sacar unas cuantas! ¡Ven acá!
—Espera, Pansy, no… ¡Ouch!—protestó Blaise, sin poder librarse de su zape—. ¡Theo, auxilio!
—Ah, no, a mí manténganme fuera de esto.
—¡Ven acá, Blaise!—rugió la bruja correteando al moreno por la habitación—. Tratar de volverme una Weasley. ¡A mí! ¡Cruzaste la raya!
—¡Solo era una sugerencia!—dijo Blaise, saltando sobre la cama para librarse de su amiga mientras cogía una almohada como escudo—. ¡Haz algo, Theo, me va a matar!
El aludido, quien había cogido un libro de su baúl, le sonrió tranquilo mientras se acomodaba en su propia cama.
—Es bueno que haga algo de ejercicio.
—¡Suelta eso, Blaise!—exigía Pansy intentando quitarle la almohada.
—¡Tus manos de cemento pretenden lesionar mi hermosa cara! ¡Ni loco!
—¡Oh, espera a que coja mi varita!
—¡Ahhhhh!
Theo ahogó una breve risa mientras abría el libro en la página que había marcado. "Ritos antiguos, origen y cómo romperlos"- Capítulo cuarto.
«Y pensar que antes me era imposible concentrarme con tanto ruido», pensó.
Pansy, con inusitada fuerza, tenía a Blaise contra el colchón mientras él pedía perdón y juraba no volverlo a hacer.
Theo sintió como si la guerra de pronto no existiera.
Quizá, si todo marchaba bien y el bando de Potter ganaba, esa podía ser su vida en adelante.
Uno solo podía desear.
*…*
Por supuesto, la paz solo fue la calma antes de la tormenta.
… y los tres Slytherin, lo vivieron de manera distinta.
.
Para Blaise y Theo comenzó cuando, de la nada, luego del horripilante mensaje de Voldemort en la cabeza de cada habitante de Hogwarts, Pansy, completamente fuera de sí, no tuvo mejor idea que exclamar que entregaran a Potter para salvarse ellos.
En mitad del gran comedor y con toda la población estudiantil presente.
—No podemos dejar que la encierren—dijo Theo luego que McGonagall ordenara a Filch que se llevaran a su amiga.
Blaise asintió mientras intentaba encontrar una cabeza pelirroja en específico en Gryffindor. No halló ninguna.
Potter estaba hablando con la profesora McGonagall. Ginny no estaba ahí. Eso, en medio de todo el caos, le dio un poco de alivio.
—Andando, Blaise, tenemos que interceptar a Filch—apremió Theo, tirando de su manga.
Nadie sospechó de que se unieran al tropel de Slytherins dirigiéndose a las mazmorras, tampoco de que se abrieran paso entre las filas de estudiantes tratando de llegar primero.
Filch y Pansy no podían estar lejos.
—¿Por qué diría algo así? Estaba bien hasta esta mañana. Solo la descuidamos un poco en el desayuno, ¿Qué pudo pasar?
—No lo sé. Pero estaba asustada.
—Todos lo estábamos. Es decir, esa voz… por un momento creí que Voldy se materializaría delante de mí.
—No. No ese tipo de miedo—dijo Theo mientras avanzaba lo más rápido que le permitían sus piernas sin ponerse a correr—. Fue como cuando supe de Craven. Su cara. Estoy casi seguro que la voz del Lord Tenebroso fue un punto de quiebre para ella; pero no la causa de que haya dicho lo de Potter. No. Hay algo más.
—¿Su madre, tal vez?… no, habría sido imposible, estuvo con nosotros la mayor parte del tiempo.
—Excepto en el desayuno. ¡A un lado!—gruñó Theo, apartando de mala manera a un Slytherin demasiado lento para el momento—. Ya solo están los de primero, debemos correr.
Blaise asintió; pero ambos no habían trotado ni 5 metros cuando los pasos, o mejor dicho, retumbos de Crabbe y Goyle viniendo en dirección contraria, los interceptaron.
—¿Adónde van? La batalla será del otro lado—dijo Crabbe.
Blaise a duras penas logró reconocer al regordete muchacho con el que prácticamente había crecido.
Parecía excitado. Como si en lugar de una guerra, hubieran anunciado un banquete.
—Mejor díganme qué hacen ustedes dos viniendo de las mazmorras. ¿No deberían haberse quedado en el Gran Comedor y tratar de atrapar a Potter?—dijo Theo, haciendo un breve gesto con la mano para detener a Blaise de expresar su desconcierto.
Crabbe sonrió.
—Yo quería; pero Goyle se preocupó por Pansy. Le dije que sería inútil; que ella podría con el sucio Squib.
—Lo encontramos desmayado cerca de la entrada a Slytherin—explicó Goyle. Su rostro parecía indiferente; pero su voz estaba llena de miedo.
—¿Entonces dónde está Pansy?
—A saber. Solo encontramos al squib. Tal vez ella ya esté de camino a los exteriores del castillo. Y es adonde vamos nosotros para encontrarnos con los demás, ¡Venga, vamos todos!—dijo Crabbe.
Theo tensó el rostro. No encontraba ninguna buena razón para hacer lo contrario. Y eso decía mucho de sus emociones en ese momento. Merlín… ¡Eran Crabbe y Goyle, no los Carrow!
—No podemos ir a ningún lado hasta cerciorarnos que Pansy esté bien m—se adelantó Blaise. Crabbe lució afrentado y Goyle confuso. Blaise pensó rápido—. A menos claro que a alguno de los dos se le ocurra algo realmente convincente para explicarle a Draco el por qué no cuidamos de su novia en su ausencia.
Eso pareció detener un poco a Crabbe.
—Oh. Bueno, sí. Nosotros no llegamos a entrar a la sala común.
—Y ustedes no la vieron de camino, ¿Verdad?—dijo Goyle.
—Por algo corremos hacia Slytherin y no hacia la batalla, como debemos, ¿O no?—acotó Theo.
—Adelántense, nosotros los veremos después—dijo Blaise, dándole a Theo un breve empujón en su brazo—. ¡Vamos, vamos, ¿No oíste que la batalla nos espera?!
—¡No demoren!—dijo Crabbe, jalando de la túnica de Goyle para continuar su camino, no llegando a escuchar a Blaise mascullar en su contra.
Estúpidos
—O-Oye, no estás pensando en serio unirte a la pelea, ¿O sí?—preguntó Theo, no muy acostumbrado a la seriedad en Blaise.
El moreno se detuvo en seco y le miró, bufando como si hubiera escuchado la cosa más absurda de toda su vida.
—¿Se te ha pegado la estupidez de Crabbe, Theodore? ¡Por supuesto que no! Solo lo dije para librarnos de esos dos. El plan es ir por Pansy, asegurarnos que está bien y luego, no sé tú; pero yo me largo a encontrar a Ginny.
—Ni ella ni Luna estaban en el Gran Comedor.
—Pues entonces habrá que encontrarlas. Así que mejor apurémonos.
No tuvieron que llegar muy cerca a Slytherin cuando escucharon las gritos que profería Filch a todo el que se cruzaba. El conserje tenía un serio chichón en la frente y a su condenada gata en un brazo.
—¡Detención! ¡No, no, no, expulsión! ¡Esa pequeña traicionera pagará por agredirme! ¡Soy personal de Hogwarts, maldita sea!, ¿Dónde está? ¡Oh, en cuanto la encuentre se va a acordar de mí por el resto de su vida! , ¡la mocosa Parkinson!, ¿Donde está?, ¿Tú la has visto, niño? ¡¿tú?!… ¡¿Acaso tú?!
—¡Eh, quita las zarpas, squib chiflado!
—¡Te atreves a insultarme! ¡DETENCIÓN!, ¡Ven aquí mocoso malcriado, veremos lo que el profesor Slughorn tiene que decir al respecto!
—Vamos, no lo mires—apremió Theo. Ambos colándose entre los alumnos que trataban de encontrar refugio en su sala común.
Llegaron a su habitación; pero no había nadie y de camino a la salida se toparon con Tracey Davis a quien Blaise retuvo sin la menor caballerosidad.
—¿Dónde está Pansy?
—¡No sé ni me importa! Haberle asegurado mejor la correa, ¡Suéltame!
—Si le ha pasado algo y no quieres decirlo, Davis, atente a las consecuencias.
Tracey tembló al percatarse que el moreno iba acompañado de Nott.
—¡No sé nada! Pero si algo le sucedió, ¡Me alegro! se lo merece por zorra.
No teniendo tiempo que perder y experto en leer tanto las indirectas como los gestos de las personas cuando ocultaban algo, Theo empuñó su varita y le apuntó con ella al rostro.
—¿Qué es lo que sabes?… ¡Habla!
De pronto, Tracey esbozó una sonrisita malévola.
—¿O qué? ¿Me torturarás en medio de la sala común? ¿Con decenas de testigos?
—Mira a tu alrededor, Davis y pregúntate si alguien da una mierda por lo que te pase en este momento.
Para horror de Tracey, era cierto. La sala común estaba abarrotada; pero todos iban y venían, empañicados. Blaise la tenía sujeta, Theodore tenía la varita hincándole la mejilla ¡Y nadie decía nada!
—Última oportunidad, Davis, dinos lo que sepas de Pansy o…
—Vete al diablo, Zabini.
—Oh, Salazar—gruñó Theo—. En serio no tengo tiempo para esto, ¡Legilimens!
La prisa y la poca empatía por su compañera no detuvo a Theodore aún cuando fue consciente de estar siendo demasiado brusco. Las defensas de Tracey eran vagas, por no decir inexistentes, así que encontrar lo que buscaba no fue difícil.
Y cuando salió de su mente no pudo evitar la expresión de asco en su cara.
—¿Cuál es tu jodido problema, Davis?
—¿Qué? ¿Qué pasó?, ¿Qué viste?—dijo Blaise.
—Le escribió a la Lady Parkinson ayer. Le dijo que Pansy estaba durmiendo con ambos, y por dormir no me refiero a esa actividad en específico. Luego, esta mañana se sentó a esperar la respuesta que obtendría Pansy en el desayuno.
Blaise soltó a la bruja como si de pronto hubiera estado agarrando estiércol. Tracey cayó sin mucha gracia sobre el reposabrazos de uno de los asientos de la sala común. Una lágrima rodando por su mejilla ante el dolor de la invasión a su mente.
—Maldita sea, entonces sí fue por su madre—dijo Blaise, mirando a Tracey con desprecio—. Eres vil, bruja del demonio. ¡¿Acaso tienes idea de lo que has provocado?!
—No. No la tiene—dijo Theo—. Cree que solo ha conseguido molestar a Pansy y que a lo sumo la castigarán, según ella, por ser una zorra que quiere a todos los chicos para ella. Está celosa, porque aunque blandeé una bandera de dama intachable, en el fondo quisiera tener la supuesta suerte que tiene Pansy.
—¿Y sabe dónde está?
Theo negó con la cabeza.
—Aún si lo supiera, nunca se los diría—dijo la joven con la voz llena de rencor.
—Estás enferma—reprochó Blaise—. ¿Qué suerte es la que envidias, eh, Davis? ¿Crees que nosotros estamos al lado de Pansy o que la defendemos porque ella nos hace favores especiales? ¡Idiota! ¡Lo hacemos porque es nuestra amiga!
—Amiga, sí, claro.
—¡Tú…!
—Blaise—interrumpió Theo, tomándolo del brazo—. Déjala, no lo vale.
Y cuando Tracey lo miró entre dolida y retadora. Él añadió.
—No sabes del peligro en el que la has puesto. Ruega porque ella esté bien, Davis. Porque si algo le ha sucedido por culpa tuya, la batalla allá afuera será un juego de niños en comparación a lo que yo te haré a ti.
Luego tomó a su amigo del brazo.
—Vamos, Blaise—acotó y mientras salían de Slytherin puso su mente en marcha lo más rápido que pudo.
—¿Qué haremos ahora? Pansy debe haberse ocultado en algún lado. No va a ir corriendo a entregarse al castigo de su madre.
—Debemos separarnos.
—¿QUÉ?
—El castillo es muy grande, Blaise. Pansy podría estar en cualquier lugar. Además, aún debemos encontrar a Luna y a tu pelirroja.
—El piso donde está la Sala de requerimientos debe estar vigilado. No creo que podamos acercarnos. Pero sí, entiendo tu idea. Ve hacia el área de enfermería, Pansy confía en Madame Pomfrey, tal vez se ha ido con ella.
Theo, que no había considerado esa posibilidad creyó, una vez más, que Blaise funcionaba muy bien bajo presión.
—De acuerdo, ¿Adónde irás tú?
—Revisaré de nuevo el Gran Comedor, quizá haya ido a buscarnos o algo. Nos vemos en las escaleras principales en ¿Treinta minutos?
—Hazlos veinte. Ve con cuidado, Blaise.
—Igual tú. Cualquier cosa te enviaré un patronus.
—¿Patronus? ¿Desde cuándo tú…? Oh, olvídalo.
Con una última mirada de camaradería ambos corrieron por rutas separadas.
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Blaise checó en el Gran Comedor por Pansy y luego los alrededores. Incluso logró ver a la profesora McGonagall junto a los demás maestros lanzando hechizos protectores para rodear todo el castillo. Luego vio cómo, lo que él siempre consideró como estatuas, resultaban ser gigantescos guerreros de piedra.
—¡Proteged el castillo!
«Bien. Pansy no está aquí. Ojalá Theo haya tenido suerte», se dijo y giró sobre sus talones, buscando un lugar seguro para conjurar su Patronus.
Su felino de niebla se lamió la pata y agitó la cola con elegancia al aparecer frente a él.
—Ve con Theodore Nott y dale este mensaje: No vi al ave, voy camino a las escaleras.
El gato agitó la cola una vez más antes de salir volando y atravesar uno de los muros.
Blaise no había dado un par de pasos para alejarse cuando todo el lugar retumbó y los primeros escombros cayeron como pesada y mortal lluvia sobre las cabezas de algunos alumnos que salieron despavoridos, buscando dónde refugiarse.
Luego otro fuerte estruendo lo hizo voltear. Las protecciones de los maestros caían y columnas de humo negro sobrevolaban el castillo, entrando por los agujeros creados en los techos.
—¡Mierda!—masculló él, volviéndose a ocultar.
Dos mortífagos, varita en mano comenzaron a atacar a quien pudieran, sin importar que solo fueran unos niños.
—¡Debemos encontrar a Potter!
—Llévate de encuentro a quien tengas que hacerlo. La prioridad es el maldito mocoso—dijo otro de ellos. Blaise no conseguía reconocerlos por sus máscaras—. Espera, ¡Allá!, ¡creo que es él!
—¡¿Dónde?!
—¡Allá! ¡Quítate del camino!—dijo el mortífago, apuntando con su varita—. ¡Absorvere!
Blaise sudó frío y siguió el curso del hechizo, que le dio a un alumno en la pierna, haciéndolo caer y rodar al tiempo que profería un grito desgarrador.
El hechizo rompe huesos que tenía como toque extra un acelerado proceso de gangrena si es que no era tratado a tiempo.
Una vez lo había visto en acción. Fue horrible. Ni siquiera a Potter le deseaba algo así.
«Mierda, si es Potter, estamos jodidos», pensó después, observando todo desde su escondite.
Los dos mortífagos corrieron hasta el muchacho que se retorcía de dolor, dándole vuelta sin cuidado alguno.
—¡Este no es Potter, estúpido!
—¡Pero parecía!
—¿La vista no te sirve sin Bella a tu lado, Lestrange?, ¡este mocoso es negro!
—¡Cállate, Rowle!
Blaise se permitió un respiro de alivio; pero, aunque su mejor instinto le dijo que aprovechara el momento para largarse de ahí, no pudo dejar al infortunado muchacho a merced de esos asesinos.
—¡Ustedes jamás llegarán a Harry!
«Estúpidos Gryffindor y su lengua que no conecta al cerebro a la hora de hablar», pensó Blaise al reconocer a Dean Thomas.
—Ah, ¡un fan!, descuida, muchacho, Potter no tardará en reunirse contigo en el otro mundo.
—Oh, por Merlín, ¡deja de hablar y mátalo de una vez, Lestrange!
Blaise tuvo segundos para pensar rápido. Y dado que no tenía la suficiente cabeza loca para inmolarse por Thomas frente a dos experimentados mortífagos, buscó con la mirada por alguien que sí la tuviera, dando con la diminuta figura del profesor Flitwick no lejos de ahí.
Era mejor que nada.
Así que mandó un ligero hechizo punzante a su canilla, haciéndolo voltear y ver lo la amenaza contra el Gryffindor.
Había que darle crédito al pequeño profesor. Lo que le faltaba de estatura lo compensaba en poder. Blaise jamás vio posible transformar pedazos de escombros en estacas puntiagudas y mortales; pero él lo hizo, enviándolos contra los mortífagos, clavándose en sus túnicas y no en sus genitales… por desgracia.
—¡Fuera!, ¡Fuera del castillo!—gritó el profesor y, aunque los mortifagos intentaron contraatacar, más escombros-estacas se dirigieron hacia ellos, obligándolos a huir y desaparecerse para evitar ser acribillados.
«Fiu, ¡eso fue genial!», se dijo Blaise, distrayéndose solo ante el alarido de Dean, quien ya lloraba mientras se sujetaba la pierna.
Por un segundo vio al profesor agacharse a su lado y revisarle. Ya estaba, ¿O no? Él se encargaría.
Giró una vez más para irse; pero el llanto de Thomas lo detuvo de nuevo.
—¡Mi pierna! ¡Profesor, por favor, haga algo!
—¡Eso intento, muchacho! Venga, estate quieto, voy a… ¡Oh, por Merlín!
Las manos de Flitwick se alejaron en cuanto rompió la tela del pantalón de Dean. Su pierna tenía un aspecto terrible. Fractura, sin duda, expuesta; pero con claras señales de putrefacción que no eran normales. Era magia oscura.
—Debo llevarlo a la enfermería cuanto antes, señor Thomas. Intente no moverse, lo levitaré. ¡Mobilicorpus!
—¡Aargh! ¡No! ¡Bájeme, bájeme! ¡Mi pierna!
—¡Si lucha será peor!
Blaise bufó diciéndose a si mismo que iba a arrepentirse por el tiempo perdido; pero acercándose de todas formas cuando Flitwick había dejado a un sollozante Dean sobre el piso nuevamente.
—¡Deja de moverte, Thomas!
Tanto el herido como el maestro giraron a verle, parpadeando perplejos cuando el Slytherin se agachó junto a ellos.
«Mierda, el hechizo fue poderoso», se dijo Blaise, sacando su varita. La única vez que vio el hechizo antes fue unos tres años atrás. Su madre era adepta a organizar sesiones de duelo en sus reuniones sociales.
"Entre más se mueva, la gangrena avanzará más rápido", recordó decir a su madre Lenora Zabini.
Ella bebía tranquilamente de su vino mientras en su pequeña arena el mago caído se retorcía de dolor mientras el otro proclamaba su victoria.
"Mira, Blaise", le riñó cuando el adolescente volteó el rostro, asqueado por la escena. "Magos de nuestra clase no se ensucian las manos solo por figurar. Pero debemos saber a qué atenernos si somos atacados a traición o por accidente".
Lenora Zabini entonces gesticuló con la mano y ante la muda indicación, uno de los espectadores descendió a la arena con mucha frialdad y, casi aburrido, inmovilizó el brazo del mago herido.
"Hará que pierda un pedazo de músculo, al menos", le dijo Blaise con una suave sonrisa en el rostro, "Sabe lo que hace, se está vengando por haber rechazado la mano de su hija en matrimonio. Qué poético… Para referencia futura, Blaise, antes de inmovilizar, debes…".
—¡AAAAAAH! ¡No! ¡Aléjate! ¡Profesor, no lo deje acercarse!
El grito de Thomas lo distrajo de sus recuerdos y detuvo su varita a un segundo de realizar el hechizo del que su madre le había hablado.
—Señor Zabini, suelte la varita, ahora—advirtió Flitwick.
Tener al profesor apuntándole sí que parecía la cereza de su pastel ese día. Blaise rodó la mirada.
—Claro, profesor. Solo me sentaré aquí a ver cómo se le separa la pierna del cuerpo. Porque es lo que sucederá si sigue moviéndose o si usted no hace algo para detener la gangrena.
—Madame Pomfrey podrá…
—Ella puede hacer crecer huesos, no piernas. Seguimos discutiendo y sus probabilidades bajan, ¿En serio quiere continuar?—dijo Blaise, mirando luego a Dean—. Sé qué hacer. Puedes seguir berreando y berrear aún más cuando te quedes sin pierna o dejar que te ayude.
—¡¿Por qué debería creerte?! ¡Eres uno de ellos!
«¿Por qué, aparte de bocazas, son tan testarudos?», pensó Blaise.
—Oye, tengo cosas mejores de las que ocuparme, así que tienes tres segundos para decidir. Francamente a mí me da igual si te quedas cojo o no. Comienzo: UNO.
—O-Oye, pero…
—Además por si no lo notaste, no llevo máscara. DOS.
—Señor Zabini, espere un segundo…
—No. Decide, Thomas. ¡TRE…!
—¡ESTÁ BIEN!
Blaise no necesitó de más permiso y, ante el asombro del profesor Flitwick, hizo una floritura pequeña sobre la herida de Dean.
—Tergeo.
Dean frunció mucho el ceño, aguantando el dolor. Blaise continuó.
—Mínimam Glaciem.
Dean abrió los ojos de par en par cuando sintió un ligero alivio. No obstante, volvió a asustarse al ver una ligera capa de algo que parecía hielo rodear la herida.
—¿Q-Qué has hecho? ¿Me has congelado la pierna?
—¿Por qué? ¿Temes que la rompa un poco más? ¡Claro que no, llorica!, solo he tratado de detener un poco la necrosis. ¡Ahora cierra el pico, que todavía no acabo!
—Señor Zabini ¿Acaso tiene experiencia en magia curativa?—preguntó el profesor.
—Déjeme mostrarle mis credenciales después, ¿Sí?—ironizó él—. Muy bien, Thomas. Esto no te va a gustar.
—¿Q-Qué vas a…?
Antes que él terminara la pregunta, Blaise colocó el hueso de su pierna en su sitio, realizando después otra floritura sobre ella.
—Férula.
—¡Por la mierda, Zabini! ¡Pudiste avisar!
—Dije que no iba a gustarte. Oh, y esto tampoco va a hacerlo—acotó Blaise logrando ver la palidez del muchacho un par de segundos—. ¡Petrificus totalus!
Dean quedó tieso.
—¡Señor Zabini, eso no ha sido…!
—¿Qué? ¿Necesario? Podrá comprobar después que sí lo fue, profesor. Ahora al menos no se va a quedar sin pierna. Adelante, llévelo a la enfermería. Dígale a Madame que el hechizo usado fue un absorvere.
—¿Cómo es que sabe algo así?
Blaise rodó la mirada de nuevo. No iba a explicarle nada de su madre y sus duelos de entretenimiento.
—Lo escuché. Y, solo por si no quedó claro, también fui yo quien lo trajo a usted aquí. Hechizo punzante. Disculpe, por cierto.
—P-Pero…
—Oiga, con el debido respeto, no creo que sea el momento ni el lugar para charlar, ¿Usted sí?—rebatió Blaise, gesticulando al castillo siendo atacado—. Lleve a Thomas ahora. Mientras más tiempo pase, empeorará.
Flitwick miró alrededor un segundo antes de tomar su decisión.
—Lo levitaré.
—Aparézcase. Será más rápido.
—No se permite en Hogwarts la…
—¿No vio a esos mortífagos hacerlo hace un rato?—replicó Blaise—. Profesor, estamos en plena batalla, las defensas del castillo han caído. Prácticamente están lloviendo mortífagos. No van a cederle el paso solo porque usted siga queriendo jugar limpio.
—¿Qué hará usted?
—Cuidar mi cuello.
Flitwick le dirigió una mirada incrédula y le arqueó una ceja. Blaise se puso de pie.
—No soy un héroe. Nadie levantará su varita para defenderme, no mientras mi corbata sea verde. ¿Por qué debería alzarla yo por ellos?
Flitwick miró a Dean. «Eso no es cierto», pensó y buscó alguna frase sabia qué decirle; pero cuando volvió a alzar la mirada, Blaise ya se había marchado.
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Theo llegó a la enfermería sin encontrar mayor obstáculo en su camino; pero antes de abrir los portones, estos se abrieron estrepitosamente y un par de mortifagos, con las máscaras rotas, salieron volando por los aires cayendo como marionetas destartaladas por la escaleras que él subía.
Volteó asustado y asombrado por igual. En la entrada de la enfermería, Madame Pomfrey, con su cofia algo ladeada, tenía la varita en alto y una furiosa expresión en sus ojos.
—Atacar niños y el único lugar donde pueden conseguir ayuda, ¡Debería daros vergüenza!
Theo miró a los mortifagos. Uno claramente inconsciente, el otro levantándose apenas solo para colocar un gesto de horror al tiempo que se sujetaba el brazo que caía a su lado y se balanceaba de forma extraña. Como lo haría una manga sin nada que lo llenara.
—¡Tú! ¡Perra, me quitaste los huesos!—aulló el mortifago.
—¡Y le quitaré la lengua como siga incordiando! ¡Accio varitas!
Theo sintió un pequeño escalofrío cuando su propia varita tembló en su mano.
Madame Pomfrey daba miedo.
—¡No!—exclamó el mortífago al verse despojado y, presa de una rabieta, se quitó la máscara que ya caía en pedazos.
—Sarlic. ¿Por qué no me sorprende? Sus pataletas no han cambiado desde sus días de estudiante.
El mortífago tenía otro insulto en la punta de la lengua; pero cuando Madame Pomfrey dio un paso al frente, lo olvidó y se pegó contra la pared, mirando un segundo a su compañero caído antes de salir corriendo de ahí gritando: "¡Volveré, zorra!".
—¡Cuando quiera!—contestó la enfermera, dirigiendo su varita hacia el mortífago caído—. ¡Incarcerous!
Theo tragó pesado cuando la buena mujer lo miró.
—¿Y bien, señor Nott? ¿Debo desarmarlo también?
Era capaz y algo le decía a Theo que no hablaba solo de quitarle la varita.
—No, señora—dijo, tentando a acercarse—. ¿Está bien?
El rostro de Madame Pomfrey se suavizó.
—Tan bien como es posible. ¿Por qué está aquí?
—Vine buscando a Pansy, Ya sabe que Potter está en el castillo, ella… Ahm…
—Hable sin rodeos, señor Nott—dijo Madame—. No he visto a la señorita Parkinson; pero claramente todos estamos en peligro, ¿Qué ha sucedido?
Theo exhaló breve y terminó de subir las escaleras mientras hablaba.
—Dijo algo estúpido en el Gran Comedor. La profesora McGonagall ordenó que la llevaran a Slytherin. Ni Blaise ni yo entendíamos por qué hizo lo que hizo; pero luego supimos que recibió una carta de su madre más temprano. Una idiota de nuestra casa le escribió diciéndole que Pansy… Ahm, que ella no tenía un comportamiento adecuado conmigo y con Blaise.
Madame Pomfrey lo analizó unos segundos.
—¿Y por qué escribiría algo así?
Theo se sonrojó un poco.
—Ha estado durmiendo en nuestra habitación.
—¡¿Qué…?!
—¡En la cama vacía de Malfoy!—acotó Theo—. No queríamos dejarla sola y habría tenido que dar muchas explicaciones de volver a su dormitorio—dijo—. El punto es que ella estaba alterada antes de que Potter apareciera y todo esto se desatara.
—Ay, esta juventud…
—Nada pasó.
—No pongo en duda eso. Yo…
El castillo tembló de repente.
—Será mejor movernos, señor Nott, es posible que la enfermería no sea más un sitio seguro. Venga, por…
—¡Ahí!, ¡Bombarda!
El hechizo los tomó a ambos por sorpresa y Theo reaccionó por instinto, empujando a Madame Pomfrey fuera del camino.
—¡Matad a la vieja, destruid la enfermería!
—¡Bombarda!
Los portones volaron en pedazos y Theo logró escuchar el grito de Madame Pomfrey.
—¡Expulso!
«¡Por las bolas de Salazar…!», se dijo al ver cómo en medio del polvo levantado por los escombros, uno de los mortífagos salía volando escaleras abajo, justo por encima de su cabeza.
—¡Callrham!… Pagarás por eso, vieja de mierda, ¡Avada Keda…!
—¡Captus Lapis!—exclamó Theo sin pensarlo, fundiendo al mortifago con el muro del castillo.
Respirar se hizo difícil por el polvo y lo que acababa de hacer.
No que importara, en realidad; pero ahora era, oficialmente, un traidor.
Pensar en la cara de su padre si lo viera, por poco lo hizo sonreír de oreja a oreja.
—¿S-Señor Nott?
Él espabiló y entró a la enfermería, ayudando a Madame que había caído estrepitosamente tras una camilla.
—¿Está bien?
—¿Q-Qué hizo? El mortífago…
—Próximo a estar inconsciente—dijo Theo, gesticulando para que lo siguiera y viera por sí misma.
Dentro del muro, el encapuchado golpeaba con ambos puños, desesperado por salir y, claramente luchando por retener el aire en sus pulmones.
Madame no supo si estar contenta, asombrada o aterrada. Segundos después, considerando que Theo la había salvado de la maldición asesina, decidió que lo dejaría solo en asombro.
—Deberíamos sacarlo de ahí—sugirió.
—Sí, deberíamos. En un rato—dijo Theo y, ciertamente, esperó hasta que el mortífago se desmayó para liberarlo.
Pomfrey no protestó. Ni ante ello, ni ante el tosco ruido que provocó el pesado cuerpo del hombre contra el piso.
Contusión, de seguro. Y ella no le iba a curar.
—Incarcerous—musitó sin ganas.
En eso un gato de niebla blanca apareció corriendo entre los muros y se detuvo frente a Theo.
"No vi al ave, voy camino a las escaleras", anunció la voz de Blaise y luego el gato se desvaneció.
Pero como si se hubieran puesto de acuerdo, apenas la cola del animal desapareció, una conocida liebre llegó saltando y lo rodeó una vez antes de dejar otro mensaje.
"Estoy bien. Ayudé a Harry y me dirijo al Gran Comedor".
Su corazón dio un vuelco en su pecho ante la voz de Luna.
Por supuesto que ella iba a pelear.
Y él lo haría también. Lo sabía aunque parte de su mente le insistía en que ese no era su problema.
Miró de lado a los mortífagos caídos.
Bueno. Era un poco tarde para que no fuera su problema ahora, ¿Cierto?
Carraspeó.
—¿Qué hará ahora, Madame? Vendrán más…
—Oh, lo sé; pero en este momento deben estar por todo lado, ¿O no? Permaneceré aquí todo cuanto pueda.
—Y-Yo… yo puedo quedarme, si quiere…
Madame le miró con algo parecido a cariño y Theo se quedó sin habla cuando le tocó el brazo brevemente.
—Necesita proteger a sus amigos, así como yo necesito proteger a mis niños. Llegarán, por desgracia, en cualquier momento. Vaya ahora, señor Nott, encuentre a la señorita Parkinson y, si es posible, sáquela del castillo.
Theo asintió y comenzó a bajar las escaleras; pero se detuvo a la mitad y volteó de nuevo.
—Madame—La llamó. Pomfrey giró a verlo—. Son asesinos, recuérdelo. Si llega el momento, olvide las reglas.
Los labios de la enfermera temblaron; pero luego ella cuadró los hombros, levantó el mentón con suma seriedad y asintió solemne.
—Por favor, cuídese.
Cuando el profesor Flitwick y Dean Thomas se aparecieron casi a su lado, Theodore ya no estaba a la vista.
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^•••^
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Todo era caos.
Theo jamás esperó vivir para ver al castillo así.
Alumnos aterrorizados corrían en diferentes direcciones, columnas de humo negro los sobrevolaban, materializándose de vez en cuando en mortífagos dispuestos a matar. Juró que pudo notar la mano de alguien demasiado pequeño bajo un enorme bloque de piedra.
Era una locura.
Eso no tendría que estar pasando. No en Hogwarts. No con niños que apenas aprendían a controlar su magia.
Mientras corría intentaba hacer lo que podía para ayudar, aunque se llevara como pago intentos de desarme por parte de quienes lo consideraban el enemigo. No obstante, no se detuvo, ni siquiera ante insultos o los gritos de quienes lo llamaban mortífago.
Su mente estaba fija en encontrar a Blaise, trazar un nuevo plan e ir por Luna.
Merlín. Solo rogaba que no estuviera herida.
Concentrado en eso, no se dio cuenta de que había llamado la atención de un mortífago en especial.
Su padre.
Thaddeus Nott se había hecho cargo de romper uno de los muros que daban a los patios interiores del castillo, dando paso a Greyback y parte de su manada. Incluso le había entregado a una mocosa que intentó desarmarlo y se hallaba deleitándose con los horribles gritos de la zorra cuando vio a su hijo corriendo a contracorriente por la mar de estudiantes ansiosos por huir.
Por un momento, al ver que portaba su varita, quiso pensar que había entrado en razón y, desde su posición, siguió su carrera, apretando los dientes cuando lo vio lanzar hechizos protectores sobre compañeros y aturdidores contra sus camaradas mortífagos.
Su nombre estaba cayendo en desgracia con cada uno de ellos. ¡¿Cómo se atrevía?!
—Muy bien, Theodore. Así lo has querido—masculló entre dientes, levantando su varita.
Un solo pensamiento antes de desaparecerse: Si su hijo solo iba a deshonrar su nombre, entonces era mejor no tener ningún hijo.
Entretanto, Theo ya se acercaba a la bifurcación donde él y Blaise se habían separado.
No había rastro de su amigo. No entre tantos alumnos corriendo o luchando. Iba a ser imposible solo pararse a esperar.
—¡Nott, ¿Qué haces aquí, serpiente?!, ¿Apoyando a los tuyos? ¡Confringo!
Theo esquivó el ataque por reflejo, lanzando un ligero hechizo punzante que hizo gritar de dolor al Gryffindor, que resultó ser Cormac McLaggen.
—¡Infeliz! ¡Mi cara! ¡¿Qué le hiciste a mi cara?!—vociferó Cormac, cuyo ojo se había hinchado tres veces su tamaño normal.
—¿Es en serio? ¡Tú quisiste hacerme explotar, idiota!
—¡Porque eres un mortífago!, ¡Pero no te dejaré ganar!, ¡Confrin…!
—¡Impedimenta!—gritó Theo y acto seguido lanzó un nuevo hechizo punzante sobre el otro ojo de Cormac, aprovechando el momento para quitarle la varita manualmente.
—¡Ahhhh! ¡Estoy ciego! ¡Me dejó ciego!, ¡Alguien, ayúdeme!, ¡AUXILIO!
Theo rodó la mirada. «¡Qué nenaza!», pensó. Ni Draco en sus peores pataletas había sido así de dramático.
—No te he dejado ciego, llorica—le dijo—. Finite incantatem.
Cormac dejó de sujetarse la cabeza y sus ojos volvieron a su tamaño real. El Gryffindor vio a Theo con una mezcla de ansiedad y terror.
Maldita empatía, gruñó el Slytherin para sí y estrelló la varita de Cormac contra el pecho del muchacho, quien, aturdido, casi la dejó caer.
—P-Pero eres de Slytherin…
—Y tú eres un idiota, sin embargo, no me ves lanzándote alguna imperdonable, ¿O sí?
Cormac lució como si no decidiera entre estar arrepentido u ofendido. Theodore se frotó el puente de la nariz.
—Escucha, no hay tiempo para esto. Puedes seguir aquí parado haciendo nada o puedes ayudar a los pequeños a escapar. ¡Mira a tu alrededor!
Cormac lo hizo. Hechizos iban y venían, vio algunos rayos verdes y supo lo que significaba.
Él había ido a esa área pensando en ser el héroe; sin embargo había tenido demasiado miedo para lanzar algún hechizo contra los mortífagos. De hecho, solo usó su varita para protegerse y para tratar de hacer explotar a Nott.
De pronto se descubrió a sí mismo ya no queriendo ser un héroe. Solo quería sobrevivir.
Los pequeños, pensó entonces. La profesora McGonagall había ordenado la evacuación inmediata; pero él sabía que muchos niños debían estar en la torre de Gryffindor todavía.
Entonces Cormac lo supo. Su lugar no estaba en el frente abierto, estaba en las trincheras, donde pudiera proteger y protegerse.
Tal vez ser un poco Slytherin no estaba de más en ese momento.
—Muy bien—dijo, echándose a correr escaleras arriba.
—¡Y deja de lanzar hechizos a lo estúpido, ¿oíste, McLaggen?!, ¡O por lo menos apunta a los de las máscaras!
«A ver si el pomposo sirve de algo», se dijo Theo, procediendo a esquivar uno que otro hechizo furtivo.
Demonios. Así no iba a poder avanzar.
—Blaise, ¿Dónde estás?—dijo, agazapado tras los barandales de piedra.
Fue en ese momento cuando lo vio.
Su amigo estaba al inicio del último tramo de las escaleras. Tenía la varita en su mano y algo sucio el uniforme; sin embargo, fue la expresión de su rostro lo que le dijo a Theo que algo no estaba bien.
Blaise lucía petrificado. Sus ojos oscuros abiertos de par en par y su boca haciendo una mueca de dolor. «¿Qué rayos?», se dijo Theo intentando seguir el curso de atención de su amigo.
Y entonces los vio.
Harry Potter y Ginny Weasley besándose.
Mierda.
No duró mucho. De hecho, más se prolongó la interrupción de Longbottom que el beso; pero eso no importaba, ¿O sí?
Blaise los había visto y, si Theo conocía bien a su amigo, no iba a perdonárselo a Weasley ni aunque se lo suplicara de rodillas.
Y Weasley también lo supo en cuanto se dio cuenta de su presencia. Para entonces Potter ya se había ido y ella tuvo la decencia de lucir deplorablemente culpable.
Theo casi adivinó la intención de Blaise de largarse de ahí. El cambio brusco de sus gestos lo vaticinaron; no obstante, para sorpresa suya y pavor de Weasley, su moreno amigo subió las escaleras con porte, elegancia y letalidad en la mirada. Casi como si no estuviera llevándose a cabo ninguna batalla alrededor o como si no le importara recibir un Avada con tal de llegar hasta la pelirroja.
Theo intentó dejar su pequeño refugio; pero le fue imposible. Bastaba que asomara la cabeza y los hechizos furtivos le obligaban a resguardarse.
Solo podía observar.
Vio a Blaise tomando de los hombros a Weasley, luego lo vio sujetar su cuello y parte de su cara con una sola mano mientras se inclinaba hacia ella, hablándole entre dientes, reclamando algo que ella solo respondía con lágrimas.
Y entonces ocurrió.
Seamus Finnigan, creyendo que estaba atacando a Ginny, lanzó un Diffindo contra Blaise, hiriéndolo en el brazo.
—¡Apártate de ella, mortífago!
—¡No!—gritó Ginny cayendo junto a Blaise sobre el escalón—. ¡Seamus, para! ¡No es lo que piensas!, ¡Blaise! ¡Blaise, ¿estás bien?!
—¡¿Qué haces?! ¡A un lado, Ginny!
Finnigan tomó dos intentos en tomar del brazo a la pelirroja, sin prever que al conseguirlo, ella lo empujaría con fuerza para volver junto a Blaise.
—¡Te ha lanzado un Imperio!—vociferó Seamus.
Ginny y él comenzaron a discutir.
Gryffindors. ¿Es que acaso todos eran igual de obtusos?, se preguntó Theo, listo para intervenir; cuando inesperadamente vio a Blaise sujetar a la pelirroja del talle y desaparecerse con ella ante el horror de Finnigan.
—¡Fred! ¡Fred! ¡George!, ¡Algún Weasley! ¡Han secuestrando a Ginny! ¡Han secuestrado a…!
—¡Desmaius!—conjuró Theo dándole de lleno a la espalda de Seamus, quien cayó y rodó escaleras abajo—. Mierda.
Se le había ido la mano.
Aún esquivando uno que otro hechizo llegó hasta el gryffindor, comprobando aliviado que no estaba muerto.
—Okay, Finnigan. No es nada personal—le dijo después apuntando a su sien con la varita—. Obliviate.
No había tiempo para pensar en consecuencias. Lo que primaba era asegurar que Blaise no tuviera a la manada de Weasleys cazándolo cual si fuera Voldemort. Al menos así le había comprado algo de tiempo.
—Rennervate—conjuró después, llevando al aturdido mago hasta un lugar cerca de los barandales—. Eso es. Respira. ¿Estás bien, Finnigan?
—¿Q-Qué me pasó?
Theo sacó su mejor lado Slytherin.
—Te dieron por la espalda. Rodaste varios escalones.
—¿Lo hice?—preguntó Seamus mirando hacia las escaleras—. ¿Qué estaba haciendo aquí?
Efecto del Obliviate, comprobado.
—No lo sé, yo solo te vi caer y…
—U-Un segundo, ¿Tú me ayudaste? ¿P-Por qué? ¿No eres un Slytherin?
Theo rodó la mirada.
—Ajá y por eso, según ustedes, Gryffinbobos, todos somos mortífagos en entrenamiento, ¿No?
Seamus se mordió la lengua. Claramente, la respuesta era sí; pero aún el impulsivo mago se sentía mal de pensarlo después de recibir su ayuda.
O eso pensaba. Nunca lo sabría, ¿Cierto?
—Ahm… bueno, esto… gracias. Supongo.
—De nada. Supongo.
Theo también se sentía un poco hipócrita; pero se cuidó bien de no demostrarlo.
—Yo que tú iría a que me revisen el golpe. La enfermería aún está funcionando, hasta donde sé.
Seamus asintió, aún medio patidifuso.
Theo, por su parte, se dispuso dirigirse al Gran Comedor cuando de la nada la voz de Luna lo detuvo en seco.
—¡Theo!
Giró de inmediato y la vio. Dos tramos de escaleras arriba. Ahí estaba, con el cabello un poco enmarañado, el suéter un poco roto en las mangas y algo de polvo en el rostro, pero con una sonrisa de alivio que pareció iluminar toda aquella cruenta escena en la que estaban inmersos.
Theo no se detuvo a meditar en la cantidad de espectadores que tendrían. Mortífagos o no. Solo corrió a su encuentro, recibiéndola entre sus brazos cuando Luna prácticamente saltó tres escalones hacia él.
Seamus, que todavía estaba al final de las escaleras los vio abrazarse, se talló los ojos, los volvió a mirar, esta vez compartiendo un beso y luego gruñó al rascarse la cabeza.
—Sep, me golpeé muy duro—concluyó mientras se iba.
Porque eso no estaba sucediendo.
Debía ser producto del golpe.
Definitivamente.
—Gracias a Merlín. Luna, ¡Estaba enfermo de preocupación!, ¿Estás bien? ¿No estás lastimada?—decía Theo entretanto intentando encontrar heridas y deteniéndose en un raspón en su frente.
—No tiene importancia, tranquilo. Logramos vencer a los Carrow, Theo. Harry está muy cerca de vencer a ya sabes quién, ¿No es increíble?
—Increíble es lo que menos usaría para describir este día, Luna—dijo él, agazapándose para esquivar un hechizo—. Esto se pondrá peor, ¿Potter al menos tiene un plan?
—Sí. Está en la fase final—sonrió Luna—. Le ayudé en su misión. Pronto acabará todo esto, solo debemos resistir.
—Más fácil decirlo que hacerlo, ¡Protego!—conjuró Theo—. ¿Podemos al menos salir del fuego cruzado?
—Vamos al Gran Comedor. La profesora McGonagall está reuniendo fuerzas allí—dijo Luna, tomándolo de la mano con fuerza.
«Dudo que quieran de mis fuerzas sin previo interrogatorio», se dijo Theo; pero se dejó hacer como Luna dispusiera.
Ya lo había decidido incluso desde la enfermería.
Si Luna peleaba, él lo haría también.
Por ella.
—Vaya, vaya, vaya. Pero qué tierna escena. La pequeña zorra y su amado traidor.
A Theo se le heló la sangre.
En el lugar donde había dejado a Finnigan. Un mortífago encapuchado los esperaba. No requería poner su rostro al descubierto. Reconocería esa voz y esa varita de color tan negro donde fuera.
—Padre.
—No tienes derecho a llamarme así después de todas tus faltas, Theodore.
Él alzó la varita, colocando a Luna tras de sí por instinto.
—Vete, Luna. Lo distraeré cuanto pueda, debes irte.
—P-Pero, Theo…
Thaddeus se burló con ganas.
—¿Me distraerás, Theodore? Pequeño y torpe engendro, ¿Con quién crees que estás tratando? Para cuando tu pequeño angelito de un paso, mi varita ya la habrá partido en dos.
—¡Por encima de mi cadáver!—declaró Theo.
—Oh, no, no—dijo Thaddeus fingiendo suavidad; pero perfilando una sonrisa por demás sádica—. Pienso guardarte para el final. Vas a morir dos veces este día, traidor. Primero oyendo cómo le arranco vena por vena. Tengo un hechizo especial para eso, seguro lo recuerdas.
Theo quiso vomitar al recordar lo que le hizo a un elfo cuando él era un niño. Castigo por darle un poco de agua cuando no debía hacerlo. La criatura se desangró hasta morir.
—Y después, oh, después…—siguió Thaddeus—. Vas a suplicar. ¡Pedirás de rodillas tu muerte para reunirte con tu zorra en el apretado infierno!, ¡CRUCIO!
Theo cayó sobre sus rodillas gritando. Los Cruciatus de su padre siempre habían sido particularmente dolorosos. Y ese tenía toda la intención de destrozarlo.
—¡Pare! ¡Por favor, pare!
—¡Luna, no!—exclamó Theo, forzándola a permanecer detrás.
—¡Sal de ahí, pequeña rata rubia! ¡CRUCIO!—conjuró de nuevo Thaddeus, arrancándole otro alarido a Theo—. ¡¿Qué esperas, ratita?!, ¡¿O es que lo dejarás sufrir para salvarte?!, ¡CRUCIO!
—¡BASTA!, ¡Saldré! ¡Saldré!, ¡No lo lastime más, se lo suplico!
Al cesar el hechizo, Theo plantó una mano al frente mientras jadeaba.
—N-No—logró decir, sujetando a Luna de la muñeca con las fuerzas que le quedaban.
—Te matará si no lo hago—dijo Luna. Theo aún se rehusó a dejarla ir—. Theo, tienes que confiar en mí.
—Eso es, y suelta la varita, angelito. Si sales ahora te prometo una muerte rápida.
—Confía en mí.
Theo ya no tuvo la fuerza para retenerla y luego vio con horror que Luna dejaba su varita en el suelo y que muy discretamente se asomaba por un lado, sin llegar a pararse y deslizando los dedos por su brazo, rumbo a la mano que todavía empuñaba su varita.
—Eso. Rápido. No tengo todo el día—dijo Thaddeus.
—P-Padre, por favor…
—¡Cállate! Te vi, Theodore. Atacando a los nuestros, protegiendo sangres sucias y a traidores a la sangre como tú. Siendo débil. ¿Qué carajos te enseñé siempre? ¿Cuántas veces repetí la necesidad de liberarse de esos sentimientos baratos?… ¡Y ahora mírate! ¡Dispuesto a dar tu vida por esta basura!
Theo le sostuvo la mirada. No tenía la menor intención de hacer entrar en razón a ese loco maníaco que tenía por padre. Solo estaba ganando tiempo, llevando su atención hacia él y alejándolo de Luna, cuya mano pequeña y suave era lo único que lo mantenía consciente.
—S-Si la dejas ir, ha-haré lo que me pidas. Por favor. S-Solo déjala. Deja que se vaya.
—Me das asco. Débil como tu madre. ¡No tuve un hijo sino un jodido mariquita llorón!, ¡Reniego de haberte dado mi nombre alguna vez! ¡No vales una mierda ante mis ojos!
Fue ahí cuando Luna empuñó su varita como aquella noche en cuarto año.
Su varita, que respondía a ella como si también le perteneciera. Justo como el corazón que palpitaba en su pecho. El que ella rescató y moldeó a su antojo, haciéndolo suyo.
Suyo.
—El sentimiento es mutuo—espetó a su padre.
Thaddeus, quien ya estaba satisfecho de que las súplicas comenzaran tan pronto, retrocedió ante el súbito cambio.
Luego solo logró ver las sonrisas que ambos muchachos le dirigían antes de que desaparecieran del lugar.
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¡Hola!
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Llegó la que sube conti una vez al año, ¿Cómo van? (Nuevo lema: Si no puedes con la adversidad, ríete de ella) jaja.
A un paso de trminar el fictober 2022 y aquí una apenas avanzando el del 2020. Lalala, al menos no lo he dejado 🙊.
Entre otras noticias, Fanfiction sigue sin notificarme nada de review ni nada. Seguro ya están al tanto del drama de su supuesta dada de baja; pero en fin, falta mucho y mientras tanto, seguro que acabo este fictober.
También les aviso que estaré subiendo los capítulos a mis cuentas de AO3 y wattpad, me encuentran como PaolaAlarsil.
Un saludo y abrazo a todas ustedes que siguen teniéndome fe y beatífica paciencia.
Espero les haya gustado el capi.
¡Hasta el próximo año!
(Broma, broma… o eso creo 🙊)
Cariños.
Paola Alarsil
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(Y así nomás, como quien no quiere la cosa, les dejo el espacio publicitario)
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ESPACIO PUBLICITARIO
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Mi novela original se encuentra disponible para la venta en Amazon, en sus diversas plataformas, de descarga gratuita para Amazon KDP. Les invito a darle una oportunidad y ayudarme a crecer.
Muchas gracias de antemano a quienes lo hagan.
Nombre: "Un segundo de felicidad", de Paola Alarsil.
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