Capítulo sin beteo.

Disclaimer: la mayoría de los personajes mencionados son propiedad de Stephenie Meyer.

Capítulo 27

Bella

¿Recuerdas nuestra primera cita? Te sorprendí con un gran ramo de rosas rojas en la puerta de tu casa. Entonces, solo te pido que cierres los ojos y te imagines que está sucediendo de nuevo.

Hoy tenemos una cita.

Tuyo, Edward.

Mordí mi labio nuevamente mientras leía la nota que acababa de dejar el repartidor de flores.

Abracé fuertemente el ramo de flores y olí su delicioso aroma.

Mi sonrisa seguía siendo inmensa al igual que la sensación de emoción en la boca de mi estómago.

Tenía una cita con él. Con mi Edward.

Cerré la puerta tras de mí y mis hijas corrieron a ver la inmensidad del precioso ramo floral. Admitía que era demasiado pesado para poder sostenerlo por un minuto más, lo dejé encima de la mesa.

― Es enorme, mami ―Amy canturreó al acercarse a las flores―. ¿Son de papi?

― Sí. Tenemos una cita.

― ¿Saldrán solos? ―indagó Amy sin ocultar la feliz sonrisa en sus labios.

Aline se subió a la silla y empezó a tocar cada flor con demasiada curiosidad.

― Sí, es una cita de dos ―comenté sonriente.

― Oh, mami ―Amy me abrazó de la cintura y me apretó muy fuerte― me gusta mucho que le hayas dicho que sí.

Acaricié sus cabellos.

― Solo que no sé qué vestir ―revelé―, no tengo nada bonito para una cita.

― Debes tener un vestido negro ―Amy tiró de mi mano― buscaremos el más bonito.

― ¡Yo también ayudo! ―Aline corrió detrás de nuestros pasos y sujetó nuestras manos.

Fue cuando el timbre sonó y la pequeña ardilla salió corriendo.

― Aline, ¡espera! ―grité. Mi hija aún no aceptaba que la puerta no debía abrirse hasta saber quién era.

Ella la abrió y Lauren apareció con bolsas de compras que dejó en la encimera.

― Sé que tienes una cita. Edward parece un adolescente y le contó a Ben sobre ustedes ―Lauren explicó sin tomarse una pausa para respirar―. Prometí no ayudarlo, pero se trata de ti y no quiero que luzcas fatal ―encogió los hombros― traje algunos vestidos que pueden servirte.

Las niñas se acercaron a las bolsas y empezaron a observar cada prenda.

― Me doy cuenta que Edward y tú tienen diferencias, ¿quiere contarme?

― Sabes bien que no soy ninguna perita en dulce, hablo lo que pienso sin contenerme. Nunca estuve de acuerdo con él… ya sabes. Sin embargo, se trata de que te sientas bien saliendo con ese hombre tuyo.

― Siempre quisiste mucho a Edward ―murmuré.

― Estás hablando en tiempo pasado ―argumentó―. No quiero que sufras, no mereces siquiera que alguien te haga sentir mal, y Edward es el menos indicado.

Puse atención a su mueca de desagrado y comprendí que era su forma de quererme. Lauren cuando amaba a sus seres queridos los protegía, pero también era capaz de tragarse su orgullo y aceptar lo que la otra persona pudiera desear.

»Deja de verme con esa cara ―protestó sonriente―. Mejor, vamos a elegir un bonito vestido para esta noche.

Edward

― No creí verte en un buen tiempo. ―James comentó sin levantar la mirada de la pantalla portátil―. ¿Cómo está Bella?

― Bien.

James levantó la vista; quitó las gafas de aumento y me vio fijamente.

― No lo dices muy convencido.

Exhalé. Como si el desprender mi aliento me diera la satisfacción que necesitaba. Realmente no lo hizo y mi ansiedad me hizo tirar de mi pelo.

Me senté frente al escritorio y tomé una carpeta con el último contrato, fingí que leía cuando solo estaba buscando un pretexto para que James no hiciera preguntas.

»Me doy cuenta que todo anda mal ―agregó―. ¿Acaso apareció Ángela?

Resoplé. James no dejaría el tema.

― Fui yo quien le conté todo ―le expliqué―. Ahora no sé si fue lo correcto, Bella está confundida y llena de miedos. Piensa que tal vez desarrollé sentimientos por Ángela.

― Pero nada de eso ocurrió.

― Bella no lo sabe.

― Ángela se alejó de ti ¿no?

Puse los ojos brevemente en blanco. Ese era otro tema que estaba posponiendo y definitivamente necesitaba cerrarlo.

― No deja de molestar. De llamarme, me tiene cansado.

― Qué tontería, no tiene por qué buscarte. Ella sabe que Bella está de regreso en tu casa, ¿qué puede querer?

― Ni idea. Te juro que me tiene harto su hostigamiento, llama todos los días, me estresa a tal grado que prefiero apagar el celular. No tengo interés en saber nada de Ángela.

Me incorporé mientras que James volvía a perder su vista en la portátil.

»Hoy me iré temprano ―avise― tengo una cita con Bella.

James sonrió a la vez que movía la cabeza con asentimiento.

― Suerte matador.

Sonreí. Me dirigí a mi oficina y me puse al corriente con los contratos atrasados, me sumergí en trabajo y llené mi mente de planos.

Apenas tuve una oportunidad y llamé a Bella para saber cómo estaba todo en casa.

― Hola, estamos bien. Amy está tranquila, funcionó el helado.

Sonreí estúpidamente al escuchar su suave voz. Bella era capaz de lograr que un día cargado de estrés y trabajo, se volviera ágil y denotara toques de alegría en mi sistema.

― Has hecho un gran trabajo, Bella. Yo no hubiera sabido qué hacer.

― Lo hubieses hecho excelente. Eres un gran padre, Edward.

Ansioso por los ruidos que escuchaba de fondo, acerqué el celular a mi oreja.

― ¿Estás con alguien? ―No quería sonar celoso, sin embargo por el tono de mi voz fue imposible ocultarlo.

― Sí. Aquí está Lauren.

― ¿Solo ella?

― Y las niñas.

― Ah. ¿Está hablando mal de mí?

Escuché su suave risa.

― No. Lauren está ayudándome a estar presentable para esta noche.

― Estoy ansioso, nena ―me sinceré―. Quiero estar a solas contigo.

Exhaló ruidosamente. Por un momento pasó por mi mente que fuera demasiado pronto para ella. Abrí la boca y su voz se escuchó.

― No niego que estoy nerviosa. No sé si pueda soportar la música a un volumen exagerado, no sé cómo me sentiré rodeada de tanta gente…

― Bella ―la interrumpí― si no quieres ir o aún no estás lista, dímelo.

― Sí quiero, Edward. Así que te estaré esperando.

― Estaré ahí a las 6pm.

― Bien. Aquí te espero ―suspiró.

.

Cuando despegue mi vista del ordenador supe que era hora de irme y encontrarme con mi Bella.

Cerré la laptop y me incorporé al escuchar los débiles toquidos en la puerta.

― Hola.

Mis hombros cayeron y el dolor de estómago se incrementó al ver a Ángela en la puerta, se veía dubitativa y también desarreglada.

Froté mis manos en la cara.

Era exasperante verla.

»No respondiste mis llamadas ―dijo suavemente mientras se aproximaba―. Estoy desesperada, Edward, no sé con quién más acudir. Necesito tu ayuda.

Ella sujetó mis manos y su cuerpo empezó a temblar.

Era demasiado malo para consolar a una persona abatida, porque así era como Ángela lucía.

― ¿Qué te sucede?

Empezó a llorar desconsoladamente. Su llanto impedía que entendiera lo que intentaba decirme.

― Necesito que me hagas un préstamo, no tengo cómo una habitación de hotel, no tengo un trabajo y estoy…

― Respira, por favor. Habla más despacio.

― Yo no tengo quién me ayude ―sollozó― tu mamá me prometió ayuda y no fue verdad. Ella me engañó.

― ¿Mi mamá?

Ángela asintió sin dejar de llorar.

― Esme me pidió que te enamorara a cambio me daría una suma suficiente para poder establecerme en el país. Tu madre me lo prometió ―sollozó― no miento, Edward, ella rentaba el apartamento y me ha echado.

Bueno, Ángela decidió ser honesta. Haré lo posible por actualizar pronto. Les cuento que tengo una historia de romance por si gustan echarle una mirada.

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