Saintober 2023 - Día 5

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Prompt: Oficina

Personaje: Saga x Afrodita

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OFICINA

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En alguna parte de Grecia

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Afrodita estaba muy nervioso aquella mañana sentado en su lugar de trabajo observando con aprehensión su taza rosita llena a tope con café cargado. En su mente rumiaban los recuerdos de la noche anterior atormentando su mente sin cesar, la culpabilidad por haberse desviado del trabajo involucrándose con uno de los hombres más poderosos de la compañía era demasiada para sobrellevarla solo.

No obstante, ese hombre le hacía inmensamente feliz.

Desde que comenzaron a tratarse, varios meses atrás, la conexión entre ambos fue inevitable. La atracción magnética se sintió desde las primeras veces que Afrodita tuvo que acudir a su despacho por temas de seguimiento y reportes. El joven de los cabellos celestes estaba consciente del peligro que representaba aquello y más por el feo secreto que envolvía su situación.

—¿Amigo… amigo? —la voz de Mu lo sacó de sus pensamientos trayéndolo de vuelta a la realidad— ¿Estás bien?

—Si Mu, todo en orden —respondió fingiendo lo mejor que podía.

—Me alegro, recuerda que tenemos la junta diaria de la mañana dentro de quince minutos. Te veo en la sala de juntas —Mu no agregó más dirigiéndose a dicha sala.

Afrodita suspiró aliviado pensando que debía cambiar un poco la expresión de su rostro a fin de no desatar más preguntas incómodas. Una mañana ajetreada y llena de pendientes era justo lo que necesitaba para dejar de lado sus preocupaciones.

Solo que fue imposible de conseguir. La persona que ocasionaba todos sus malestares pasó justo frente a la puerta de vidrio luciendo su mejor apariencia, una que hizo que Afrodita se distrajera completamente y le mirara embelesado.

Saga iba con paso lento rumbo a su despacho saludando amablemente a todos a su alrededor pues, pese al elevado puesto que ocupaba en la compañía Graude, siempre era amable y accesible.

Iba con un traje azul oscuro de dos piezas, camisa blanca y una corbata a juego que le hacía ver como un sueño, pensó el chico del cabello azulado. Afrodita tuvo que hacer un esfuerzo para contener sus ganas de salir corriendo de la aburrida junta para ir a su encuentro ya que, a pesar de lo mucho que deseaba verle y estrecharle en sus brazos, quería darse a desear.

—Debo ser paciente —se dijo con aprehensión volviendo su ojos a las diapositivas que Shaka explicaba con esmero, pero su mente estaba lejos, en los recuerdos de una pasada noche de pasión.

En cuanto terminó la importante junta matutina de seguimiento Afrodita volvió a su lugar tratando de poner esmero en su trabajo de esa mañana sin embargo, su mente le jugaba malas pasadas y la imagen de Saga, su encuentro apasionado anoche y su relación secreta que llevaban meses tratando de esconder, se dejaban ver cuáles fantasmas interminables en su cabeza. El secreto de ambos que comenzaba a pesar al chico de los cabellos azul claro.

—Ahí va… —se dijo pensativo mirando discretamente hacia el pasillo donde estaba el despacho de su hombre— No debería… —se dijo tratando de contenerse, tratando de detener el impulso de salir corriendo hacia su oficina— Demonios…

Lo vio cruzar el pasillo hacia el archivo, el pasillo más cercano era el de la zona de impresión y cafetería. Ahi podría hacerse el aparecido, pensó maquilando como lograr ese encuentro, que nada tenía de inesperado, con la razón de sus desvelos. Sin pensarlo dos veces calculo un poco el tiempo poniéndose de pie.

Iba despacio por el pasillo principal llevando su bonita taza rosita en alto fingiendo que necesitaba café urgentemente. Saludaba a todos a su alrededor con actitud alegre ocultando lo mejor que podía su nerviosismo. Conocía a Saga desde hace tiempo, pero tenía alrededor de un año que comenzaron a verse de otra forma, no como colegas, y salir en secreto, siendo anoche la primera vez que compartían intimidad en un bonito hotel a las afueras de la ciudad.

Un sitio magnífico así como toda la velada; el restaurante elegante, el bar exclusivo al que lo llevó. Todo eso había logrado que Afrodita perdiera la cabeza.

—Hola —Saga lo sacó de sus pensamientos haciéndole sonrojar—, que bien luces hoy.

—Gracias… también luces increíble —respondió sin pensar— ¿quieres que almorcemos juntos? —volvió a soltar sin miramientos.

—Me encantaría, ¿te veo a la misma hora de siempre? —pregunto Saga en tono seductor logrando que el hombre frente a él se sonrojara.

—Claro…

—¿Por qué no te pasas por mi despacho dentro de un rato? No me has dicho "Buenos días" —le guiñó un ojo.

—Iré en un momento.

Saga se sirvio un poco de café dedicándole una amplia sonrisa la cual fue correspondida con creces haciendo que el corazón de Afrodita se acelerará cual vehículo de carreras. Volvió a su lugar flotando en medio de un sueño delicioso. Todos a su alrededor lo notaron, no obstante el joven del cabello celeste ignoro a todos a su alrededor ahora que su mañana había mejorado considerablemente.

—Claro que iré a verte más tarde —dijo en un suspiro.

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Afrodita no pudo esperar gran cosa para levantarse de la silla e ir a ver a Saga a su bonito despacho ubicado al final del pasillo, pegado justo al lado de una gran sala de juntas que, afortunadamente, separaba el despacho del hombre de la oficina principal de la Señorita Kido, la presidenta de la corporación.

Saga se encontraba desocupado en esos momentos haciendo una señal de que entrara y cerrara la puerta. Afrodita tomo asiento delante del escritorio mientras el atractivo hombre frente a él le dedicaba una larga y seductora sonrisa.

—¿Cómo estas Afrodita? Anoche fue memorable, ¿no lo crees?

—Por supuesto, me hiciste muy feliz. Fue una velada hermosa y única, no esperaba todas las atenciones que tuviste conmigo y te agradezco.

—No tienes que agradecer, lo mereces. Una persona como tu, que me hace tan dichoso y me llena de vida luego de tantos años de…

No pudo terminar la frase porque su teléfono móvil comenzó a repiquetear con fuerza sobre el escritorio haciendo que la sangre de Afrodita hirviera; era demasiado temprano para sentir semejante incomodidad, pero ahí estaban. Trató de ocultar su molestia notando como Saga le pedía cinco minutos para atender la llamada haciendo lo que más enfadaba al joven de los cabellos celestes: se encerraría en el baño privado a fin de que la conversación no se escuchara.

En ese instante, Afrodita volvio a sentir el peso de esa relación y lo que conllevaba: Saga era casado y su pareja era quien llamaba cada mañana sin falta. No podía evitar responder la llamada y decirle dos que tres palabras matutinas y rutinarias a la persona al otro lado de la línea, gesto que enfurecía e incomodaba a Afrodita de cien formas sin poderlo evitar. Así mismo, no podía pedirle a Saga que no respondiera el teléfono.

Meses y meses saliendo y viéndose a escondidas gracias a la fastidiosa persona al otro lado de la línea. La persona a su lado, la que le esperaba en casa por las tardes y tenía encadenado a Saga, era el obstáculo entre ambos.

—Tenía que atender la llamada —Saga se dispensó dejando un beso en los labios de Afrodita el cual, gracias a un misterioso poder, logró disipar el mal humor y se permitió disfrutar esos minutos charlando en la oficina de aquel atractivo Vice Presidente.

—Aún te disculpas luego de todo este tiempo —comentó Afrodita con suavidad—, creo que deberías dejar de hacerlo. Yo entiendo. Sé por qué lo haces.

—Todavía no he podido revelar lo nuestro… no creo que sea conveniente por ahora, se armaría tremendo alboroto. Perdóname, no mereces esta clase de trato, no mereces que te esconda de esta forma y…

—No sigas por favor. Te quiero demasiado como para pasar todo eso por alto, al menos por ahora.

—Gracias. Te vere a la hora del almuerzo. Tengo una junta con la señorita Kido en quince minutos —Afrodita se puso de pie despidiéndose brevemente.

Sin deseos de volver a sus actividades, Afrodita bajo a la cafetería cara y pretenciosa ubicada en la planta baja del edificio, más que el café caro y de mala calidad que se vendía ahí, lo que más deseaba eran unos minutos para si mismo, para poner sus sentimientos en orden. Tras ordenar un bocadillo al azar y tomar asiento, recargo los brazos en la mesa cubriéndose el rostro con ambas manos. Amaba a Saga con locura, mucho más de lo que quería confesarse realmente, pero la persona al otro lado de la línea, esa molestia, esa piedra en el zapato de Saga le molestaba demasiado.

Le odiaba con todas sus fuerzas porque, si no fuera por esa persona, no se esconderían, no se habrían visto en un hotel, por muy lujoso que fuera, y podrían realizar las actividades de una pareja ordinaria si él fuera libre.

—Eso es… —se dijo— Podría comenzar a presionarlo de nuevo para que se divorcie cuanto antes —aquella táctica ya la había aplicado antes obteniendo sólo largas por respuesta—. Creo que lo merezco y así no tendríamos que escondernos. No tendría por qué ser un amante o el otro cuando bien podría ser su pareja. Su esposo.

Sus ensoñaciones lo llevaron a concebir pensamientos violentos y macabros los cuales desechó enseguida asustado por los oscuros recovecos a los que se iba su obsesión por aquel hombre que no estaba disponible, lanzó un largo suspiro tratando de calmarse.

—Tal vez debería irme a casa temprano —se dijo autoconvenciendose.

No obstante, no fue así, al terminar el día Saga lo invitó a cenar nuevamente a lo que Afrodita no pudo negarse, llegando a casa a eso de la medianoche tras una velada apasionada y romántica que no hizo más que meter más ruido en la cabeza del chico del cabello celeste.

Las ideas más disparatadas continuaban rumiando en su cabeza, pese al enorme esfuerzo que hizo en concebir el sueño.

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Esa mañana Saga no se dejo ver por la oficina en todo el día, Afrodita le escribió varios mensajes a la app móvil sin obtener respuesta ocasionándole molestias y chaquetas mentales. Pasadas varias horas es que este le escribio un mensaje de respuesta, en el informaba que tuvo que quedarse en casa ya que su cónyuge tuvo una emergencia médica, pero mañana estaría de vuelta y moría por verle.

¿Cómo podía permitirle llevar una relación así? Todo el tiempo ocultándose, todo el tiempo con la falsa promesa de un divorcio a futuro que no se cumplía y muchos fines de semana perdidos ya que Saga debía pasarlo en casa a fin de no levantar sospechas y demás. ¿Cómo permitía Afrodita que lo trataran de esa forma?

—Todo es culpa de esa persona que vive con Saga, si no fuera por su molesta presencia, él sería mío y no tendríamos que ocultarnos. Me daría el lugar que merezco —pensó enfadado saliendo del edificio a pensar un poco—. Presionarlo para que se divorcie no está funcionando, debo pensar en otra cosa.

Si tan solo Saga estuviera disponible, si tan solo esa persona se marchara… si tan solo desapareciera, pensó culpable.

—No, no… saca esas ideas locas de tu cabeza —trató de ahogar sus penas en latte expresso solo deseando que llegara el día siguiente para ver a Saga.

Más tarde recibió una avalancha de mensajes de su parte repletos de toda clase de disculpas y promesas de compensación. Saga le decía que lo amaba, que quería verlo mañana e ir a almorzar a un sitio estupendo. Por un instante, Afrodita lanzó un largo suspiro olvidándose de su molestia y deseando más que nunca que llegara el día siguiente. Durante esos breves momentos, aquellos pensamientos violentos hacia la pareja de Saga, desaparecieron.

Aunque la idea seguía ahí, en alguna parte, envenenando su mente.

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Sin embargo, Saga tampoco se presentó al día siguiente para enfado de Afrodita. Este le escribió a lo largo de la mañana que la recuperación de su pareja tomaría otro día y no quería levantar sospechas que pudieran afectar a ambos.

—Una vez que se haya recuperado, podré tocar el tema del divorcio con calma. Se paciente, por favor —le aseguró por mensaje de texto.

—Si claro… ¿cuánto más tengo que esperar? —pensó molesto arrojando el celular sobre su escritorio— ¿otros seis meses o seis años?

Necesitaba pensar con calma y eso hizo. Sabía más o menos donde vivía el objeto de sus desvelos, pero no quería parecer un loco acosador, sino planear con cuidado su estratégia y el modo de quitar a la molesta tercera persona del camino de ambos. Del sendero que debían recorrer como pareja sin la fastidiosa intromisión de nadie más.

Para poder confirmar la dirección del hogar de Saga necesitaba hablar con alguien, Aldebarán de Recursos Humanos o Aioria de Reclutamiento. No obstante, no tenía mucha relación con ambos, tenía que analizar quién pudiera ayudarle a conseguir la información, luego pensó en la tonta asistente del hombre, pero no sabía cómo aproximarse a ella ya que, lo más probable, sería que no pudiera obtener gran cosa. Shura, el auditor interno, o Camus de contabilidad tampoco eran opciones viables.

—Lo más razonable sería esperar a mañana y, en una oportunidad, revisar su carnet de manejo en su billetera. Si, así podría confirmar donde vive. Si no puedo lograrlo, debe haber otro modo de acceder a la base de datos de los empleados.

Su otra alternativa serían Milo o Deathmask, los de sistemas y soporte, quizás alguno de esos dos pudiera acceder a esas carpetas en la nube de la compañía. Si, esa sería la otra alternativa. Deathmask era buen amigo suyo y, no deseaba involucrarlo, salvo si no lograba obtener lo que buscaba de Saga.

Con la primera parte del plan trazado, volvió a su lugar a terminar su turno por ese día no sin antes revisar sus mensajes, Saga le había enviado una foto digital de unas rosas haciéndolo sonreír. Ahí estaba, era el destino el que mandaba que estuvieran juntos por siempre. Si los dioses no tomaban cartas en el asunto, lo haría él.

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Finalmente, Saga se presento al día siguiente luciendo estupendamente su traje gris de dos piezas y su corbata roja. Se paso por el lugar de Afrodita más temprano que de costumbre dejando una rosa encima del escritorio mientras este no estaba. Le encantará, pensó risueño, encaminando sus pasos a su despacho.

Afrodita volvio más tarde encontrandose con la bonita sorpresa que lo hizo sonreír.

—Es una señal del destino. Las señales no se ignoran —se dijo colocando su termo con café caliente a un lado.

Más tarde alcanzó a Saga en su oficina esperando que el molesto teléfono móvil sonara cuanto antes. Apenas sucedió y Saga se movió a la pequeña habitación donde tomaba la llamada, Afrodita noto que la billetera estaba en su portafolios. Saga no la guardaba en sus bolsillos pues afirmaba le resultaba incomodo asi que, con el portafolios abierto, tuvo su oportunidad de oro. Se deslizó con cuidado, abrió la billetera donde no había fotos de la molesta otra persona sacando la licencia de manejo a la cual le hizo una foto rápidamente.

Reviso la foto tras acomodar todo en su sitio confirmando que las letras eran nítidas.

Saga salio esbozando una sonrisa, lo tomo de la mano haciendo que se levantara de la silla deseoso por abrazarlo y besarlo. Nada como ser estrechado por ese par de brazos musculosos sintiendo el suave aroma de la loción que el Vicepresidente despedía de su cuello para hacerle olvidar todos los malos ratos de los dos días anteriores.

—Te extrañé mucho —susurró Saga a su oído—, lamento haberme ausentado, pero fue una situación inevitable.

—Lo entiendo, lo importante es que estás aqui hoy.

—Luces increíble. Te llevare a almorzar al sitio que te comenté el otro día y vamos a cenar más tarde, ¿qué opinas?

—Podremos ir a cenar sin llamadas molestas u otros sucesos "inesperados", ¿crees que sea posible?

—No puedo apagar mi teléfono, pero lo pondré en silencio. Usaré la vieja excusa de "trabajar hasta tarde".

—Bien… Te veré a eso de las dos.

Por un momento, Afrodita pensó que estaba exagerando con todo el tema del cónyuge de Saga, a fin de cuentas pensaba compensarle los dos días que no pudieron verse cómo hacía los lunes cuando volvían del fin de semana. Sin embargo, esos "premios de consolación" comenzaban a ser insuficientes.

—Tal vez sólo estoy divagando de más —se dijo al fin luego de volver del almuerzo.

Solos Saga y él en un bonito restaurante cercano a la oficina. Nada como esos momentos de intimidad entre ambos ya fuera compartiendo la comida o la cama.

Se vieron por la noche, saliendo de la oficina, para ir a cenar como acordaron pensando que el romanticismo continuaría y lo fue a medias pues, para variar, el grillete de Saga aparecía con insistencia en la pantalla del teléfono móvil haciendo que él tuviera que moverse a otro sitio a tomar la llamada.

—¡Ah esto es demasiado! —se dijo Afrodita lanzando una mirada de odio hacia la zona donde estaba Saga tomando la molesta llamada—. Estoy harto de esa otra persona.

Era momento de tomar acciones contra aquella molesta tercera persona, la que le apartaba de Saga y lo hacía pasar por esos momentos de rabia. Con la cabeza fría analizó un poco la situación llegando a una conclusión: estaba decidido a quitar del camino a esa persona por las malas y de forma definitiva.

Decidió matarla. Solo tenía que decidir cómo y cuándo.

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Varios días más tarde, Saga le anuncio algo inesperado que le daría a Afrodita la oportunidad perfecta para llevar a cabo su macabro plan ahora que sabía muy bien donde vivía su hombre. Un fin de semana, decidió buscar su hogar sin que este supiera llegando sin problemas a la imponente residencia donde vivía el Vicepresidente.

La primera parte del plan estaba trazada, solo faltaba ajustar detalles.

—La Señorita Kido me ha pedido que la acompañe a atender un par de negocios a la filial en Japón, así que estaré fuera casi tres semanas —le dijo en un hilo de voz tratando de evitar su mirada—. Me duele dejarte pero no puedo llevarte conmigo ni siquiera como viaje de negocios, habría soñado con eso.

—Y… ¿te irás solo o llevarás a…?

—Oh no, no me acompañará. Iré con Saori únicamente.

—Ya veo —ahí estaba la oportunidad de oro que tanto deseaba, servida en bandeja de plata—. Estaré bien, no te preocupes. Solo llamame a diario, ¿de acuerdo?

—Gracias por ser tan comprensivo.

Las fechas ya estaban programadas y solo quedaba decidir qué día ejecutaría su plan. Todo debía ajustarse a la perfección para no dejar rastros o huellas.

Así, dedicó dos semanas enteras a vigilar la casa saliendo de la oficina tomando nota de los horarios de salida y llegada de esa otra persona. Qué hábitos tenía y demás decidido a llevarlo a cabo ese sábado sin falta.

Y así transcurrieron esas dos semanas hasta la fecha indicada.

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No fue difícil, se dijo cuando salió de la casa de Saga la noche programada, pillar a esa persona por sorpresa no supuso un reto ni quitarle la vida como tal pues el exceso de alcohol en su sangre lo facilitó todo. Dejó el cuerpo en el fondo de la piscina de la casa saliendo por la puerta trasera.

Todo ejecutado fríamente y con precisión.

—Ahora es mio y solo mio —se dijo triunfante llegando a casa para lavar la ropa manchada aplicando agua oxigenada para sacar las manchas y lavarla hasta diez veces de ser necesario—. Nada se interpondrá entre nosotros de ahora en adelante.

Sonrió malicioso delante del espejo borrando todo rastro de lo ocurrido horas atrás con un buen baño y una larga rutina de skin care.

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La última semana, Saga se comunicó a diario con él indicando que su pareja no le había llamado en días sintiendo un gran alivio pues, según él, la diferencia de horarios era una maravilla, aunque notaba algo extraño en sus ausencias no prestó demasiada atención ya que sus días se le iban en el trabajo y en mantenerse en contacto con su chico adorado.

—Te tengo una sorpresa, te la daré apenas aterricemos pues no tengo tiempo de ir a casa.

—Ya veo —dijo Afrodita agradecido porque no pudiera ir a casa antes a encontrarse con aquel espectáculo que yacía en lo profundo de la piscina—, te esperaré en la oficina entonces.

—Si, te veo en un par de días. Te amo.

Afrodita sintió como si el mundo se detuviera a su alrededor al escuchar esas hermosas palabras salir de la boca de su hombre y, cuando descubriera que era ya un sujeto libre, podría decirselas a diario una y otra vez sin parar.

—Estaré ahí para consolarlo cuando vea lo que ocurrió con la otra persona. Seré el hombro que le de apoyo —se dijo sintiéndose un ángel misericordioso.

Saga volvió a la oficina el día programado deseoso por ver a Afrodita olvidándose del teléfono móvil, el cual seguía sin sonar resultando ya un tanto extraño, pero no había tiempo para eso aún. Apenas piso la oficina, hizo un gesto a su chico de cabellos celestes para que fuera con él.

—¿Qué sucede, por qué tanta prisa? —respondió divertido.

—Ya lo verás.

Afrodita tomo asiento delante del bonito escritorio mientras Saga dejaba su maleta de viaje por allá colocando el portafolios encima abriendolo para deleite del chico del cabello celeste quien esperaba ver un obsequio o algo parecido.

—Revisa estos papeles —le dijo Saga sonriente con expresión de triunfo.

Afrodita tomó los folders sin entender hojeando con cuidado mientras sentía como su alma se iba al suelo y se quedaba sin habla.

—Esto es…

—Es la llave de mi libertad, la que nos hará una pareja oficial en el futuro cercano, ¿no te hace feliz?

El chico del cabello celeste sintió como su corazón latía con tal intensidad que pensó le daría un ataque al corazón. Lo que Saga puso delante de él, era aquello que había deseado con ansias locas semanas atrás, aquellos documentos que pensó tardarían meses en aparecer y el otro lo hubiera olvidado.

Eran los papeles de divorcio.

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FIN