Saintober 2023 - Día 9
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Prompt: Fantasma
Personaje: Deathmask
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FANTASMA
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El Santuario, Atenas
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Pasear por en medio de los desolados y silenciosos caminos de algún cementerio local al caer la noche, era algo que Deathmask disfrutaba mucho hacer cuando las actividades al final del día se lo permitían. A veces, por las noches, salía del Santuario sin ser visto aprovechando su elevado estatus dirigiendose a los cementerios antiguos de las ciudades cercanas los cuales recorría a la luz de la luna tomandose su tiempo, gozando de la vision que le ofrecían las lápidas antiguas ocultas bajo las sombras de los árboles que crecían desordenadamente aqui y allá.
—Que sitio tan tranquilo —se dijo fumando un cigarrillo despreocupadamente caminando con calma desde la calle hasta la entrada de herrería antigua del camposanto frente a él.
De un salto logró atravesar la puerta de la entrada, pese a estar rodeada por una gruesa cadena y un candado abierto al parecer observando un poco el lugar frente a él, era obvio que no estaría solo esa noche ya que el candado abierto era una señal muy evidente de que un saqueador descuidado se introdujo en el cementerio en búsqueda de algo en particular o bien, en búsqueda de otra cosa.
Deathmask recorrio sigiloso los caminos entre las tumbas no deseando asustar o importunar a aquellos que se escondían en el recinto. Esperaba que estos presintieran que un fantasma había salido de su eterno descanso a dar un paseo nocturno a la luz de la noche, más que otra cosa, deseaba ser la aparición que les causara un paro cardiaco fulminante. Literalmente, que los matara del susto.
Recorrio la zona este del cementerio dirigiendose a la parte más antigua observando la débil luz de una lámpara de aceite a pocos metros de ahí. Estando a una distancia prudente, es que se mantuvo oculto cual felino entre los árboles sin hacer ni un solo ruido, limitandose a observar qué hacían esos ladrones y cuántos eran.
Uno estaba de pie al lado de un amplio hueco en el terreno, habían abierto una tumba antigua, seguramente guiados por las habladurías de que en alguna de esas habría algo valioso que robar para vender en la tienda de segunda mano más cercana. Al parecer había otro dentro del hueco ya que del interior salían unas olas de tierra una tras otra.
—Que divertido —pensó Deathmask sonriente sacando una bocanada de humo de tabaco—, no son más que un par de pobres diablos que no tienen en qué caerse muertos.
Mientras esperaba a que estos terminaran y cerraran la tumba abierta, Deathmask pensó en las máscaras del cuarto templo; sus tesoros, sus medallas, como él las llamaba, a veces los fantasmas de los humanos que solían ser esos rostros muertos, divagaban un poco por el vestíbulo de la casa de cáncer cada tanto tiempo.
Los fantasmas de la casa de cáncer eran su compañía constante y no le alteraban en lo absoluto. Eran el recordatorio de los enemigos que derrotó, de los que se opusieron al régimen del Patriarca y los que se le atravesaron por el camino en un mal momento. Así como esos dos ladronzuelos que, dentro de poco, formarían parte de sus tesoros.
Se llevaría sus almas consigo para alimentar los fuegos del Yomotsu.
Solo un poco más, se decía paciente, fumando otro cigarrillo con calma sin quitar los ojos de encima de esos dos, de sus siguientes víctimas. Sonreía divertido al verlos lidiar con el ataúd, las expresiones de su rostro al levantar la tapa le resultaron deliciosas asi como su torpeza ante la tarea que trataban de ejecutar lo mejor que podían.
Los saqueadores de tumbas eran tan patéticos y entretenidos que mirarlos hacer tonterías era todo un circo. El santo de cáncer observó la brillante luna sobre sus cabezas confirmando que sería cerca de medianoche, era momento de actuar o se le haría más tarde y el camino de regreso al Santuario era largo.
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No resultó difícil después de todo. El santo de cáncer apareció delante de ambos inesperado y espectral y, al menos uno de ellos tuvo un infarto tal y como estaba previsto, mientras que el otro cayo al interior de la tumba abierta rompiéndose el cuello al chocar contra la barra de cemento que separaba un cajón del otro ubicado más abajo.
Deathmask decidió devolverles el favor hecho al muerto regresando al interior de la caja todo lo que habían sacado. Como premio de consolación para el par de muertos, los dejaría en el interior acompañando al esqueleto, así no estarían solos en el camino al más allá. Tras colocar lo mejor que pudo la tapa del ataúd de madera, regreso a la superficie devolviendo la tierra a su lugar mientras sonreía maliciosamente.
—Habría sido más divertido enterrarlos vivos, pero qué más da. Ya está hecho. La paz de este lugar no debe perturbarse asi que, estos dos se irán conmigo a mi templo. Ahí podrán deambular sin descanso por el resto de la eternidad.
Dos pequeños fuegos fatuos revoloteaban a su alrededor. Eran sus almas las que ahora le pertenecían.
Aplanó la tierra tanto como pudo llevando la pala hasta la entrada. Tras cerrar el candado de la reja principal, salio del sitio de un salto encaminando sus pasos al Santuario.
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Un par de días después, Afrodita lo encontró observando embelesado la pared repleta de rostros, como era su costumbre, teniendo que interrumpir su hobby a esas horas de la mañana.
—Amigo —le dijo sacándolo de su trance—, necesitamos hablar sobre esto —le mostro la pagina de un diario que mencionaba la desaparicion de dos sujetos ocurrida tras una visita al cementerio local—. Dime si tuviste algo que ver en este evento.
—¡¿Y por qué piensas que estoy involucrado en cada muerte y desaparición que ocurre en los pueblos cercanos?! —replicó Deathmask indignado lanzando una mirada perforante a su amigo.
—Te conozco, no es la primera vez que sucede —indicó Afrodita susurrando molesto—. Las otras veces si fue tu culpa.
—Bien…
Deathmask sujeto el diario leyendo la nota una vez que reconoció los rostros de los dos ladrones de tumbas a los que amablemente sepultó en la tumba que pretendían robar.
—La creciente cantidad de rostros en tu templo te delata. Dime la verdad amigo, ¿estuviste involucrado?
—Quizás… no lo recuerdo bien —respondió burlón y evasivo sintiendo los ojos taladrantes del santo de Piscis— Oh está bien, lo confieso oficial, si tuve que ver con esos dos.
—¡Sabes bien que no tienes autorizado bajar al pueblo a matar indiscriminadamente, ¿es que has perdido la cabeza?!
—En absoluto. De hecho, los habitantes del pueblo deberían agradecerme por haberlos librado de un par de parásitos a los que nadie extrañará.
—No lo has entendido…
Afrodita sintió que había alguien más observando rápidamente a su alrededor topándose con dos fantasmas cuyos rostros eran los mismos que estaban publicados en la nota del diario matutino.
—Amigo, deja de hacer esto, ¿quieres?
—Afrodita —dijo Deathmask en un tono que este le conocía y que le intimidaba—, ¿no tienes un jardín repleto de rositas que cuidar?, ¿no te espera el patriarca o algo así? Creo que vas tarde o no, amigo.
Ambos intercambiaron miradas furiosas mientras Afrodita salía del cuarto templo. Sabía cuando el otro estaba bastante fastidiado de sus discursos así que lo más sano era dejarlo solo por un rato. Ya hablaría con él de nuevo más tarde.
Deathmask sonrió malicioso tomando asiento en el suelo del recinto observando a los fantasmas danzar de un lado al otro del templo. Había hecho un servicio social a esa comunidad, además, el diario decía que los dos estaban desaparecidos; él no había secuestrado a nadie pues esos dos sujetos estaban justo donde los dejó.
Muchos metros bajo tierra.
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F I N
