Saintober 2023 - Día 19

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Prompt: Congelado

Personaje: Milo

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CONGELADO

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El Inframundo

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El Cocytos, el infierno de hielo, el sitio más infame del Inframundo y reservado para aquellos que cometen alta traición a los dioses era el lugar donde se encontraba ahora. Milo no podía abrir los ojos ni moverse, ni sentía la gruesa capa de hielo en la que estaba hundido, no obstante podía escuchar todo a su alrededor, su cerebro funcionaba perfectamente permitiendo entender su situación poco a poco.

—Así que este es el Cocytos del que hablaba Radamanthys —pensó con calma—. No puedo moverme, apenas si respiro. Mu y Aioria están a mi lado, quizás la situación sea la misma para los tres. Estamos conscientes sin embargo, no podemos movernos ni hablar. Dioses…

Milo quería gritar por ayuda ya que su cuerpo era capaz de sentir la corriente helada que llegaba por un lado y otro congelando su piel poco a poco así como percibir lo que había a su alrededor. Tras varios intentos por mover su cabeza o alguna parte de su cuerpo, terminó por dejarlo pues era inutil. La batalla contra el espectro fue difícil además de injusta ya que la barrera protectora del castillo representaba una clara desventaja de la que aquel despreciable hombre sacó ventaja.

—De haber podido usar nuestro poder al cien por ciento, habríamos salido vencedores. ¿Qué sucederá con nosotros a partir de ahora?

Era evidente que se quedarían bajo el hielo congelándose por el resto de la eternidad, se dijo el caballero dorado desesperanzado aunque trataba de mantener la calma, simplemente no podía, en su cabeza gritó una y otra vez pidiendo auxilio a pesar de saber que nadie lo escucharía. Tampoco podía encender su cosmos confirmando que estaba totalmente imposibilitado para lo que fuera.

Buscando calmarse un poco fue que llevó sus pensamientos a sitios más agradables y nostálgicos.

Milo sintió que su vida transcurría despacio frente a sus ojos: su pasado y presente. Su llegada al Santuario fue como una sucesión de imágenes inanimadas en cámara muy lenta; su maestro, los colegas con quienes convivió por poco tiempo antes de trasladarse a la isla donde llevó a cabo su entrenamiento y de ahí, las visiones en su mente se proyectaron en ráfaga: su entrenamiento, su vuelta al santuario y posterior amistad con dos o tres colegas a pesar de los tiempos oscuros por lo que pasaba el recinto.

—El Patriarca malvado… —pensó— La batalla de las doce casas y Hyoga.

Supo por boca de Camus sobre sus planes de meter al chico en un cubo de hielo y las razones detrás de ello. La constante percepción que el santo de Acuario tenía sobre su propio discípulo le sorprendían pues jamás dejó considerarlo demasiado sentimental y blando, casi un fracaso, pues Camus se esforzó mucho quitarle sus emociones lo más que fuera ya que deseaba con una obsesión casi frenética que el rubio tuviera un temple de hielo y analizara todo a su alrededor con la cabeza fría.

Pero más que eso, deseaba arrancarle aquello que lo hacía humano y que lo hacía él. La esencia misma del chiquillo.

Milo confirmó que en realidad el santo de acuario lo había subestimado más de lo que Hyoga merecía: la batalla en el octavo templo le demostró al santo de escorpio que el cisne era todo lo que Camus proyectó en él y mucho más.

—Hyoga en el cubo de hielo… Yo en medio del infierno congelado. Tenemos más en común de lo que parece… Lamento no haberle visto una vez más, me habría gustado charlar con él como buenos colegas. Me habría gustado conocerlo más a fondo.

Aquella pequeña idea le llenaba de esperanza.

No obstante, ya no había tiempo para ello pues solo quedaba esperar a que esa muerte en vida acabara con su mente lentamente. Sus días se irían en medio de aquella extraña catalepsia por la que pasaban los tres provocada por las leyes del Cocytos dentro del Inframundo.

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La voz de Seiya retumbó en su cabeza, no podía reaccionar pero la voz del caballero pegaso lo sacó de un extraño trance en el cual continuaba viendo escenas de su pasado sin cesar. Seiya combatía con otro espectro, negociaba con él algo sobre una "armadura de Atena" de tal forma que el sujeto llamado Valentine de Arpía lo sacó del hielo congelado combatiendo con él por un rato.

Milo lo escuchó todo, entonces aún había esperanza de salir de ahí o de no morir en vano congelado en el infierno de Cocytos.

—Entonces, esa es la armadura de Atena —dijo Valentine lentamente con voz sedosa—, ahora que la tengo en mis manos, la victoria de nuestro ejército es un hecho. A Pandora le agradara esto.

Algo llegó hasta los sentidos de Milo, algo que le hizo reaccionar un poco a su helado cuerpo: el cosmos de Seiya que inundaba el Cocytos poco a poco. El mismo espectro estaba igualmente sorprendido.

—Aún después de recibir "la avaricia de la vida" este sujeto… No, sigue totalmente inconsciente. ¿Cómo es que no se rinde a pesar de que haya perdido la conciencia?

Por lo visto Seiya se aferraba a la vida, a su misión como santo de Atena, a la armadura que llevaba con él dispuesto a no rendirse ante el espectro. Valentine confirmó que el cosmos del pegaso ardía tanto así que logró salir de su trance atacando a Valentine retirándose de ahí al poco tiempo ya que debía llegar a Giudecca y ayudar a los demás que estuvieran esperándolo.

—Seiya está vivo… aún hay esperanza —se dijo Milo positivo llenándose de energía y paciencia.

Fue entonces en que el cosmos de Atena se dejó sentir por todo el Cocytos, su cosmoenergía pura y sanadora les ayudó, tanto a él como a Mu y Aioria, a ponerse de pie encomendándoles una última misión: el Muro de los Lamentos. Debían llegar allá y apoyar a Dohko y los demás caballeros dorados.

—Nuestra última tarea —dijeron los tres dirigiéndose hacía allá a toda prisa.

Milo se sintió afortunado e inmensamente feliz y lleno de vitalidad cuando salió de aquel infierno congelado ya que nada le llenaría de más orgullo que morir al lado de sus doce colegas.

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FIN