RACING SPONSOR
-Intimidación-
…
Soltó un suspiro pesado.
Giró el rostro, mirando al lado, mirando a su madre que estaba conduciendo, mucho más lento de lo que era su preferencia personal, pero no le daba tanta importancia, ya que mientras más de demorasen en llegar a ese lugar, mejor.
Tenía que pensar en lo que diría, o en lo que no diría.
Ya intentó convencer a su madre, una y otra vez, de cancelar esa reunión, incluso cuando estaba dentro de la ducha, pero fue en vano, era un caos, le era imposible ganar una discusión, ni siquiera los argumentos lógicos funcionaban con su madre, que siempre se salía con la suya. Esta le terminó diciendo que no podía no ir a una reunión con su antigua amiga, que sería muy feo, bla, bla. Jamás había oído de una amiga de la familia que fuese así, una que tuviese un lugar en una compañía tan grande, y le parecía ridículo que justo ahora hiciese sonar que tenía la más maravillosa amistad cuando antes ni palabra de la desconocida.
Si que era extraña la gente que tenía amigos.
Puras apariencias, puros favores.
Al final solo servían para aparentar, por mera conveniencia.
Siempre iba a preferir estar sola, y, de hecho, si pudiese devolver el tiempo, jamás habría aceptado que su madre tomase el puesto de manager, que se involucrase en su carrera, al final, era un dolor de trasero, aunque no tenía muchas opciones, aun no cumplía la mayoría de edad, y en ese tiempo, menos aún, así que no tenía más opción que dejarla que se inmiscuyese en sus asuntos.
Si quería subirse a un auto, si quería meterse en una carrera, iba a tener que aguantar las reglas de su madre. Y la quería mucho, por supuesto, era su mamá, claro que la quería, pero odiaba esa faceta profesional, odiaba tener que seguir sus reglas, seguir cada uno de sus pasos.
Su carrera, terminaba siendo la de su madre, la de su familia, y al parecer, ahora, iba a ser también de una compañía millonaria, y no quería ser como su padre, como su hermana, no iba a permitirlo.
Ya quería zafarse de todo eso y seguir por sí misma, sin nadie entrometiéndose en su camino. Eso hacía en las carreras, dejando a todos atrás, avanzando hasta la victoria, y lo haría también en la vida. Las demás personas la iban a terminar atrasando, así como ahora, podría estar en la pista corriendo, mejorando su récord, pero estaba ahí, obligada a tener una estúpida reunión que no llegaría a nada.
Por suerte su madre no había insistido en que se pusiese ropa formal, o ahí sí que tomaría su auto y se escaparía del país.
Había nacido para estar llena de aceite, para estar perfumada con el aroma a gasolina, para moverse con facilidad en cualquier camino, y esas formalidades claramente no eran lo suyo, esa gente debía de agradecerle que se tomó la molestia de darse una ducha para visitarlos. Nadie merecía más de ella.
Solo la pista.
Solo la meta.
Vio el gran edificio a la distancia, y empezó a sentirse aún más molesta.
Si, si firmaba un contrato con esa compañía, sería una presa de un papel. Y sabía que su madre era cuidadosa con los documentos que firmaba, o decía serlo, pero debía ser ella quien lo leía, quien se aseguraba que no iba a salir perdiendo, que no le pedirían más de lo que estaba dispuesta a dar por una ayuda, y honestamente, no daría nada por ayuda, no la necesitaba, así que mucho menos iba a arriesgarse.
Solo rompería el maldito papel y seguiría con su vida.
No tenía tiempo que perder.
Se metió las manos en los bolsillos, sabiendo que estaba apretando los puños y la mujer a su lado siempre le decía algo cuando lo hacía, regañándola, y no tenía ánimos para eso, ya estaba lo suficientemente aburrida de la situación para enojarse por algo más.
Se bajaron en el estacionamiento del edificio, y caminaron hasta unas puertas de vidrio donde la primera persona con la que se encontraron era una recepcionista. Dejó que su madre hiciese todo, y por mientras miró alrededor, notando lo elegante del lugar, como todos lucían bien vestidos, cuidando su apariencia personal. Todos debían de ser unos falsos, no tenía duda.
Se vio recordando a la vieja que la insultó en su última carrera, y veía a esa mujer tal y como esta gente, pretendiendo ser más de lo que era.
Soltó un bufido, sabiendo que se encontraría con más gente así cuando subiese más de rango, cuando estuviese en carreras más importantes, y se iba a asegurar de hacer que todos esos falsos se comiesen el humo de su tubo de escape cuando los dejase atrás.
Caminaron hasta un ascensor, un sujeto apretando el botón por ellas, como si no tuviesen dedos para hacerlo.
Y esa musiquita.
Estaba odiando todo hasta ahora, pero no le sorprendía, ya estaba predispuesta a odiar ese lugar y a negarse a hacer un trato con ellos. Iba a mantenerse firme en sus valores, y sabía que su madre iba a obligarla, siempre lo hacía, pero esta no podría hacer nada si es que la misma compañía se daba cuenta de que era un error y se negaba a darle su apoyo.
¿Qué tendría que hacer para que la rechazaran?
Era buena en hacer que la gente la rechazara.
Existir ya era suficiente.
Llegaron al piso de destino, y vio a su madre avanzar con más euforia de lo que imagino, y ella, por supuesto que no imitó su ánimo. Dio pasos lentos, lo más lento posible. Giró el rostro, mirando alrededor, mirando el tapiz moderno de las paredes o el alfombrado del piso, nada realmente interesante, pero era mejor que seguir a su madre hacia su condena.
Se detuvo cuando vio una máquina expendedora en una de las esquinas del piso.
Justo ahora tenía algo de sed.
Se vio buscando en sus bolsillos traseros por algo de efectivo, y no demoró en encontrarlo, metió el dinero, sabiendo exactamente que escogería. No era la máquina expendedora más económica que había visto, pero era tampoco era lo suficientemente cara para no usarla de excusa para matar el tiempo.
Tomó la lata, la abrió y le dio un sorbo.
No valía la pena pagar tanto, era un completo robo, en su casa las tenía gratis, pero bueno, los pequeños sacrificios que uno tiene que hacer.
Dio un salto cuando escuchó unas pisadas resonar, una tras otra, como una estampida, y cuando giró el rostro, vio a su madre acercándose, para nada con la imagen celestial de madre perfecta que esta solía tener, que solía aparentar frente a los demás, no, era la expresión del diablo que se convertía cuando se enojaba.
Era hipócrita decir que su madre tenía un humor horrible, porque ella lo había heredado.
Era de familia, todos tenían ese mal.
Soltó un grito cuando esta la agarró de la oreja.
Casi la pierde.
"¡Ouch! ¿Qué haces? ¡Suéltame, bruta!"
Pero no la soltó, y no la soltaría.
Así que solo pudo seguirla para no perder la oreja, y evitar botar el contenido de su lata, que ya perdió dinero por esta, y no poco.
Su madre no dijo nada mientras la arrastró por el lugar, y sabía que más de alguien estaba viendo la escena y estaba roja por vergüenza y por enojo, más por enojo probablemente. Odiaba que la arrastrase a esas situaciones, mucho más si la arrastraba literalmente.
Cuando esta la soltó, se vio en una oficina.
Parecía un lugar para hacer reuniones porque veía una mesa enorme con un montón de sillas y papeleo encima de esta. Estaba iluminado y lo hacía ver más grande de lo que era.
Y ahí, vio a dos mujeres, prácticamente clones la una de la otra. Eran tan similares como lo era ella misma con su madre, pero eran pálidas en comparación, así como su cabello claro. La mayor debía de tener una edad similar a la de su madre y la más joven podría tener su edad, ambas estaban bien vestidas, sobre todo la mayor, muy formal. Se notaba que iban a una reunión.
Si, así como ella. Ja.
Iban a pensar muy mal de ella por ir a un evento similar tan casual, tan decepcionadas que no iban a querer hacerla firmar nada, que pena.
Pero debían agradecer que no vino con la ropa que usaba para reparar su auto, porque de ser por ella, así habría sido.
Sintió las manos ajenas en sus hombros, los dedos apretando su carne, y podía sentir la mirada reprobatoria de su madre, bueno, manager. Manager enojada. En serio, no entendía que era lo que esta esperaba, ¿Que se comportase como un angelito cuando la obligaba a hacer algo que no quería hacer? Estaban hablando de su carrera, no aceptaría lo que sea a ojos cerrados.
"Como te iba diciendo, esta es mi hija, Ruby."
Su madre la presentó, y notó como la mujer mayor la observó, juzgándola con sus ojos celestes, y la miró en respuesta, sin dejarse intimidar. Había estado en el ojo crítico muchas veces, su familia siempre teniendo influencia en los medios por sus carreras, por sus trabajos, y sabía cómo reaccionar.
Para su sorpresa, la mujer no parecía disgustada.
Eso no era malo, pero en su caso, tampoco era bueno.
"Parece una chica interesante."
No, no, señora, lo que debe decir es que parece una chica problema y no haré ningún trato con ella, sí, eso.
Su madre se puso frente a ella, sonriéndole, o más bien amenazándola con la mirada, antes de apuntar a la mujer mayor.
"Ruby, ella es Willow, una antigua amiga, y es la cabeza de la compañía Schnee."
Oh.
La cabeza.
Pensó que solo sería una empleada más de la compañía, de marketing, lo usual, nunca creyó que se vería frente a frente con la dueña de una marca así de conocida. Quería decir que se arrepentía de sus actos, de verse así, pero no lo haría porque no quería ser esa clase de persona. No se arrepentía nunca, esa era su forma de ver el mundo. De mantenerse firme en sus convicciones.
Pero si se sintió un poco más incómoda al saber esa información nueva.
Era una presión diferente, a la que no estaba preparada.
Su madre rápidamente le señaló a la chica que debía tener su edad.
"Y ella es Weiss, la hija de Willow."
La chica la miró a través de unas gafas que tenía puestas, saludándola con un movimiento de su cabeza, tranquila, calmada.
Rodó los ojos, esa situación era realmente inconveniente. Demasiadas presentaciones y formalidades, y todo sería innecesario porque no planeaba que estas personas frente a ella la aceptaran de ninguna forma.
Podía ser la cabeza de la compañía tomándose el tiempo de hablar con ella, si, era decir mucho, una oportunidad que no todos podían tener, pero no iba a dejarse amedrentar. No iba a darles lo que querían.
Podría ser el presidente del país, poco le importaba.
"Hemos estado analizando las carreras de tu hija, creemos que tiene mucho potencial para entrar en carreras de mayor nivel."
Se vio resoplando.
Esa mujer podía inflar su ego lo más que quisiera, pero no iba a conseguir nada.
No iba a convertirse en un títere de esa gente rica.
"Weiss ha desarrollado un amplio interés en el tema, por eso mismo quería ofrecerles el hacer un trato."
Los ojos de la mujer llegaron a ella.
Y la miró de vuelta.
"No."
Notó la mueca de horror en su madre apenas contestó.
Sintió el brazo de esta en su hombro, apretando su carne, mientras reía nerviosa.
"No escuches lo que dice, Willow, estamos realmente interesadas en oír tu propuesta."
Pero no dejó que su madre la intimidara. No dejaba que nadie la intimidara, nunca. Eso le había enseñado su familia, y ya estaba harta de dejarse pisotear. Estaba harta de ser vista menos por tener menos edad, menos experiencia, menos dinero o por el mero hecho de no entender ni aprobar su comportamiento. No iba a aceptarlo ahora ni nunca.
No sin pelear.
"Yo no lo estoy."
El enojo en su madre era palpable.
Pero su propio enojo era superior.
Dio un paso adelante, zafándose del agarre de su madre, sus ojos aun mirando a la dueña de esa compañía. Pero esta no parecía molesta, y eso le molestaba. Se veía tranquila, calmada, pero no era una mueca falsa como solía poner su propia madre, era algo genuino.
No era para nada como imaginaba a alguien a la cabeza de una compañía.
Pensó que la regañaría por hacerle perder el tiempo, pero no, solo guardó silencio, esperando.
Y no la iba a hacer esperar mucho.
"No sé qué le habrá dicho mi manager para tener esta reunión, pero está perdiendo el tiempo, no necesito tener una empresa como esta sobre mi hombro para impulsar mi carrera, no quiero avanzar así, lo haré a mi manera."
Los celestes la observaron, impávidos, ni siquiera un mínimo de sorpresa, como si supiese lo que le iba a decir, y se sintió incómoda. La gente solía perder los estribos con ella, fácilmente, su propia familia, por ejemplo, y la querían, los que no reaccionaban incluso peor, pero ahora no obtenía nada.
Necesitaba recibir una reacción de la mujer, pero dudaba conseguirla.
La mujer alejó la mirada, y creyó que lo había conseguido, pero notó una sonrisa en esa cuando miró a su hija.
"Es como tú."
La voz de la mujer resonó, y se vio desviando la mirada hacia la chica de su edad, quien miraba a su madre, cierta sorpresa en sus ojos ante la súbita atención.
¿Era así?
No creía que tuviese nada en común con esa cuatro ojos.
Eran de dos mundos diferentes, eran completamente diferentes, eso era imposible.
Se vio sin saber que decir cuando la mujer volvió a mirarla a los ojos, y en ese punto ya no sabía que más decir. Su enojo se había desplomado, siendo completamente reemplazado con confusión.
¿Cómo no podía estar enojada con una chica así de insolente?
No tenía sentido.
"Weiss quiere administrar un equipo, y esta compañía podría tener la administración de cualquier corredor famoso y talentoso, tenemos el dinero y los contactos para conseguir al mejor, pero mi hija insiste en empezar de abajo, en empezar con un corredor nuevo en las grandes ligas, no alguien ya consolidado."
La mujer dio un paso al frente, y se vio retrocediendo por inercia.
No se iba a dejar intimidar, sí, eso dijo, pero vaya mujer más extraña.
Los ojos de la mujer no dejaron de mirarla, y se vio tragando pesado. Se moría de sed en ese instante, pero era incapaz de llevarse la lata a la boca. Esa mujer era más intimidante que su propia madre, y esta tenía razón, tenían el dinero y los contactos para lograr lo que sea, así que tuvo miedo de pararse frente a esta, de luchar contra esta, no quería hacer un trato con esa compañía porque podrían hundirla, pero llevarle la contraria y faltarle el respeto podía llevarla por el mismo camino.
Y debía morderse la lengua para mantener su sueño alcanzable.
Nadie iba a arruinar su carrera, su futuro.
"Te ofrezco mi compañía como sponsor, te ofrezco un equipo de ingenieros y mecánicos, y además, te ofrezco a mi hija como jefa del equipo, y sé que ella es joven, pero sabe exactamente cómo funcionan las cosas dentro de la pista, las carreras son su pasión."
¿Qué?
La mujer le dio una sonrisa, una sonrisa capaz, y se vio apretando los dientes, sintiendo algo de ira subir. Estaba siendo intimidada, y estaba a punto de hacer algo de lo que se iba a arrepentir.
Porque era demasiado.
Era demasiado tentador…
Era todo lo que necesitaba y más.
"No podrás entrar a las grandes ligar sin tener un equipo, y aun no tienes los recursos para conseguirlo."
Y no los conseguiría fácilmente, porque se rehusaba a pedirle dinero a su familia, todo lo que tenía en las manos era por participar en carreras y ganar, se llevaba un premio, la mayoría era de apuestas, y tenía para arreglar un poco más a su auto, y solía quedarle algo de efectivo, pero no mucho más.
No ganaba mucho, porque solo las grandes ligas daban buen dinero, y ella, abajo del todo, no podía acceder a eso, mucho menos podía arreglar lo suficiente su auto para calificar, sino que tampoco podía tener dinero para tener el equipo que las grandes ligas requerían.
Bajó la mirada, pensando.
Pero siempre dijo que lo iba a hacer sola.
Arreglaba su auto por sí misma, ella misma era el ingeniero y el mecánico que necesitaba, pero para entrar, para ser parte de una carrera de ese nivel, necesitaba un mayor nivel como corredora, necesitaba tener registrado a un equipo que la ayudaría a competir, y sabía que su madre podría conseguirlo, pero sin tener sponsors, sin tener el dinero, no podría lograrlo. Su familia quiso ayudarla con los gastos, pero se negó, porque de nuevo, quería subir por sí misma.
Ese ofrecimiento era bueno.
Demasiado bueno para ser real.
Levantó la mirada, mirando a la chica de su edad, quien parecía sorprendida al ser observada, intimidada, no como su madre, y quizás su rostro no era el más amigable, pero claro que no lo era, estaba enojada, mucho.
No sabía si la chica esa era realmente buena, si era capaz de administrar un equipo de la mejor manera, pero no podía decir nada de su edad, porque ella misma había golpeado a personas que la miraron en menos por su edad, así que no iba a ser como ellos. Pero si sabía qué, si realmente era capaz o no, no importaba, porque era claro que iba a ser más capaz de lo que era su madre, que se encargaba de los negocios, no de los temas que concernían en una carrera, así como lo que ocurría con su auto, de eso se encargaba ella misma.
Comprar los repuestos, arreglar las fallas, su madre no se metía en esas cosas, no conocía ese mundo como ella lo hacía.
Soltó un suspiro pesado, y recién ahí se dio cuenta que había apretado la lata en su mano, abollándola.
Miró a la mujer, esta observándola desde su posición, tranquila, demasiado para su gusto.
No estallaba como ella, como su madre, y le parecía impresionante.
Pero no podía aceptarlo.
Eso era a lo que más se negaba.
Era su sueño, de nadie más. No podía aceptar cuando dijo que iba a rechazar cualquier oferta.
E iba a ser consecuente.
Iba a negarse, su futuro estaba en sus propias manos, y no dejaría que nadie se involucrase, nunca. Iba a encontrar la forma de volverse una profesional en lo que hacía, y no iba a detenerse hasta lograrlo.
No iba a dejar que lo fracasos del pasado la intimidasen.
No se dejaría intimidar nunca.
