Capítulo 13
-No tienes que hacer esto, Marty.
-Ya… -Susurró el detective mientras terminaba de limpiar el polvo de la estancia principal de la casa del rubio, volviéndose para continuar hablando. -¿Acaso puedes hacerlo tú? Me da que no pensaste mucho en lo que implicaba irte del hospital antes de tiempo, tío.
-Te dije que me las apañaría, y eso haré. -Agregó con indiferencia, poniéndose en pie del sofá con dificultad, recogiendo el cenicero lleno de colillas de la mesa baja que había frente al mueble.
-¿Quieres estarte quieto? No seas infantil, Rust. Voy a ayudarte, tío; acéptalo ya.
Hart le quitó de las manos el objeto y se ocupó de vaciarlo en el cubo de la basura de la cocina, diciéndole al hombre que volviera a sentarse y le dejara hacer. Rust se limitó a obedecer tras un suspiro resignado, continuando con la observación de lo que su compañero hacía, esta vez en la cocina frente a él.
Pasaron unos minutos mientras Marty fregaba unos platos hasta que el silencio fue roto por el sonido de alguien llamando a la puerta con los nudillos. Ambos hombres supieron de quién se trataba, pues habían quedado allí con la camarera tras varios días sin verse ni apenas hablar.
El mayor fue a abrir tras secarse las manos, encontrándose con el ceño fruncido de la mujer ante la sorpresa total que aún no había asimilado, algo que no le sorprendió al ex policía.
-Cuando escuché tu mensaje en el contestador pensé que tenías que estar de coña.
-Me alegro de verte, Sally. -Se burló Hart, dejándola pasar al interior. La morena ni siquiera se fijó en la casa de Cohle, fijando su vista en él al hablar.
-¿Cuántos años tenéis? Deberías estar en el hospital, Rust. Aún no estás bien.
-Ya he estado lo suficiente allí. Estaré bien.
-¡Te han apuñalado! ¿Cómo has podido acceder tú a esto? -Preguntó, esta vez dirigiéndose a Hart.
-Este tío es indestructible, y ya sabes cómo es ¿Qué iba a hacer? De todas formas, me estoy ocupando de todo hasta que realmente esté bien.
-Os recuerdo que sigo estando aquí y las orejas me funcionan a la perfección. -Agregó Rust cuando el detective bajó la voz.
-Sí, sólo tienes 20 puntos en el puto abdomen y otros tantos en el brazo.
-Oye, he pasado por cosas igual de jodidas. Hace años me dispararon en el mismo lado casi; sé cómo tengo que cuidarme. -Rebatió con seriedad a la chica, quien finalmente cedió.
-Muy bien, pues espero que tengas razón y no te comportes como sueles, porque está claro que tú sólo no vas a poder hacerlo todo hasta que estés mejor.
-Oh, eso ya sabe que no puede negarlo, ni negociar que le dejemos en paz. -Se mofó Marty con una leve sonrisa, contemplando como el rubio hacía una mueca de cansancio exasperado antes de redirigir la conversación.
-¿Podemos empezar de una maldita vez con lo que nos reúne aquí de verdad? Marty ha hecho los deberes estos días desde que hablaste con el padre de la chica, y ha encontrado cosas del novio interesantes que quizás lo relacionen con la desaparición.
-¿En serio? Eso no me lo habías dicho. -Comentó ella, dirigiendo la vista al mentado, mientras sacaba su tabaco. El detective privado carraspeó antes de hablar.
Sí, bueno… pensé que sería mejor hablarlo en persona, dadas las circunstancias. -Susurró mientras se miraba las manos, volviendo la vista al rostro extrañado de la morena antes de seguir. -Mis contactos me han pasado de extranjis el expediente del tío; Jackson White, nacido en Texas, pero con domicilios en Luisiana desde los 5 años. Está fichado desde que tenía 17, por abuso sexual. El siguiente contacto con la poli fue a los 23, acusado de asesinato…
-No puede ser él.
Enseguida Sally se acercó a Marty, quien había tomado la carpeta con las fotocopias del expediente de la mesa frente a Rust, arrebatándoselas para contemplar la foto, confirmando los temores que había estado barruntando desde hacía días.
-Joder, es él. No me lo puedo creer. Me sorprende que siga vivo, si soy sincera.
-Parece que ha cambiado más el consumo de meta por la venta, ¿sabes? En el expediente no hay mucho; parece que estuvo unos años en la cárcel entre el 2004 y el 2009 por tráfico de drogas y volvió a Texas hasta el año pasado. Estoy investigándolo ahora para saber más, pero mis contactos han dicho que no creen que él matara a Elisabeth, aunque sí que no tenían una buena relación, y al parecer han corroborado vecinos de la chica que los escuchaban pelear con dureza, que la pegaba. Que no es un santo está claro.
-Los años le han vuelto peor de lo que era, está claro también. -Susurró Sally mientras terminaba de leer el informe, volviendo a contemplar la foto del muchacho de cabello castaño, aunque en la foto casi lo llevaba rapado.
-Aún no sabe ni la poli dónde está. Desapareció de la ciudad más o menos cuando lo hizo la chica; no están seguros de si antes o no; aún investigan.
-Tendremos que hacerlo nosotros también, ¿no? Eso es sospechoso, aunque no le hiciera nada.
-Sí, claro. Seguiremos esa línea de investigación para averiguar si el verdadero culpable es nuestro asesino, pero nos preguntábamos si esto quizás no fuera demasiado personal para ti; igual no te sientes muy cómoda.
Hart miró de reojo a Rust antes de volver la vista a la mujer, quien se lo pensó un instante antes de negar con la cabeza de manera firme, respondiendo mientras dejaba el informe sobre la mesa.
-No, está bien; todo eso pasó hace mucho tiempo y mi objetivo es mucho más importante que la incomodidad de poder volver a ver a un tío con el que me acostaba y drogaba hace 11 años. Preguntaré por mi trabajo a ver si alguien lo ha visto o sabe algo; pasa mucha gente por allí estos días.
-Vale, como tú veas, Sally. Pero no te vengas arriba con la investigación por tu cuenta, aunque lo conozcas y pienses que puedes controlar la situación y eso…
-Te mentiría si te dijera que no voy a hacer nada sin consultar antes, Marty; no sé con qué puedo encontrarme, ni cuándo.
-Ya, y lo entiendo; tienes razón, y sabía que dirías algo así, así que he pensado que podríamos darte un arma; no para que la uses a la mínima, está claro… como elemento disuasorio y de protección, por si algo vuelve a ponerse feo y estás sola.
-Es una buena idea. -Comentó el rubio, viendo que la chica dudaba sin pronunciarse. -Yo puedo dejarle la que tengo de mi época en narcóticos, no está registrada, así que si pasa algo no nos meteremos ninguno en líos y podremos ocultarlo fácil.
-No sé ni cómo se usan. No he cogido una en la vida.
-Joder, pues debes ser la única en todo el estado. -Rió Marty, antes de que Rust le dijera que la buscara en su habitación.
Hart se acercó hasta el armario del dormitorio, encontrando una caja rectangular metálica que reconoció tras los años pasados. Al abrirla encontró las mismas armas y objetos del pasado, así como la nueve milímetros negra que tomó para volver al salón, donde encontró a la camarera fumando con un deje de ansiedad mientras parecía abstraída en sus pensamientos.
-Debo irme hoy antes de tiempo, chicos. -Dijo tras entregarle el arma a Cohle, quien habló tras asentir.
-Le enseñaré a usarla. Gracias, Marty.
-No hay de qué. Pasaré mañana con la comida y traeré las medicinas. Pórtate bien, Rust, y tú también, Sally.
La morena no pudo evitar sonreír, despidiéndose mientras lo veía desaparecer del hogar, para después aplastar la colilla del cigarro en el cenicero que Marty había dejado limpio sobre la mesa. La voz del rubio dirigiéndose a ella la distrajeron.
-Vale, ven aquí y te enseñaré cómo va esto. Es muy fácil, ya verás.
Sally obedeció y se sentó junto a Rust en el sofá oscuro, contemplando la pistola en sus manos con tanta naturalidad como si fuera una extensión más de su cuerpo. El hombre empezó a hablar mientras le mostraba los movimientos lentamente.
-Así sacas el cargador, tiene 12 balas, ¿ves? -agregó mientras sacaba unas pocas, para después volver a meterlas dentro, volviendo a posicionar el cargador en su lugar. -Haciendo esto la cargas, la preparas para disparar; eso es sencillo, apuntas sosteniéndola con las dos manos, con los brazos extendidos, pero levemente flexionados para controlar el retroceso, y aprietas el gatillo después de una forma suave. Aquí está el seguro, activas y desactivas. Llévalo siempre puesto por si acaso, pero no lo olvides, ¿vale? Ahora hazlo tú, despacio, como yo.
La mujer asintió y tomó el arma con una extrañeza que trato de ocultar, repitiendo lentamente todo lo que Rust había hecho ante su atenta mirada, murmurando las palabras del rubio para recordar el proceso. Al finalizar buscó sus ojos azules, sosteniendo el arma aún con incomodidad.
-Bien, Pinkman; ahora vamos ahí fuera para ver qué tal llevas la puntería.
