Capítulo 27
En total silencio, la pareja entró en la casa de Cohle, débilmente iluminada por aquella lámpara de pie cercana al sofá negro, rodeado de montones de libros de criminología.
La vista de Sally se alejó de las seis latas vacías de cerveza tiradas en la mesa cuando Rust le pasó su cajetilla de tabaco tras encenderse él un cigarro.
-Gracias. En serio, siento esto; no quiero molestarte en tu noche libre. -Agregó con una tirante sonrisa, tratando de relejarse.
-Está bien, tranquila.
La camarera contempló al hombre tras su lacónica respuesta, encontrando en él una seriedad mayor que de costumbre. Pensó que quizás se debiera a que había bebido de más, aunque no estaba borracho. Fuera lo que fuese, no era bueno claramente, porque solía perderse en la botella cuando su tortura psíquica lo sobrepasaba.
El rubio se sentó en el sofá tras recoger una botella de whisky a medio terminar y un vaso, bebiendo de golpe del contenido que se sirvió tras decirle a la mujer que tomara asiento.
Cohle habló antes de que Sally se decidiera a hacerlo, haciendo que la chica lo mirara fijamente para encontrar más respuestas sobre sus teorías acerca del ánimo del camarero.
-Me temo que sin alcohol sólo tengo agua.
-Tranquilo, esto es más que suficiente; gracias. -Respondió alzando levemente el cigarro antes de fumar de nuevo. Volvió a fijarse en él con disimulo, hablando con cuidado tras ver que volvía a beber un chupito. -Rust, ¿estás bien?
-Sí.
-Vamos, dime la verdad ¿Por qué estás bebiendo de esa manera? ¿Qué ocurre?
Él suspiró con intensidad, y sin mirar a la mujer a su lado comenzó a hablar en un débil susurro, mostrándose abatido.
-Hoy es uno de esos días en los que las emociones te atropellan y te dejan sin posibilidad de luchar ante la sorpresa del golpe. He vuelto a soñar con Sofia, y en medio de aquel sueño, no sé cómo, pero he vuelto a sentir todo aquello que te conté en el hospital… esa sensación de tenerla allí.
Sally se mordió el labio inferior sin saber qué decir, observando con tristeza como él trataba de no derramar lágrimas. Tras tomar aire, pasó a hablar con delicadeza, sintiéndose impotente ante la sensación de vacío que no podría llenar ningún discurso.
-Emborracharte sólo hace que por un momento anestesies el miedo y el dolor, pero siempre volverá si no lo enfrentas, Rust. ¿Recuerdas lo que hablamos esa noche en el hospital? Debes dejar que tus emociones fluyan, mirarlas a la cara para poder avanzar. No tienes que hacer esto tú sólo, ya lo sabes, Marty y yo te ayudaremos en lo que necesites, pero debes dejarnos entrar y alejarte de esto. -Dijo mientras señalaba los restos de la mesa frente a ellos. -Sé que es muy fácil decirlo, y que tú ya sabes todo esto, pero si insisto es porque realmente creo que puedes lograrlo y que te sentirás mejor; lo necesitas.
Cohle asintió levemente, terminando por controlar las lágrimas y secar sus ojos en un denso silencio, roto de nuevo por la camarera, quien intentó sonar firme.
-¿Por qué no me hablas de ella, de Sofía? Es un buen ejercicio por el cual empezar. Enfréntate, Rust, con cualquier cosa que recuerdes, a tu ritmo.
Él dudó unos instantes, luchando contra aquella parte de él que llevaba gobernando tantos años y le obligaba a ser insensible. Finalmente logró empezar a susurrar con una sorpresa que fue desapareciendo mientras dejaba fluir su mente, conectada a sus cuerdas vocales. Sally tenía razón, y desde el hospital había sentido que la hora de abandonar aquella habitación cerrada de su cerebro había llegado; tenía que ser valiente de una vez.
-Era muy rubia, con el pelo rizado… También había heredado de Claire los ojos, un color verde oliva apagado. Sin embargo, su forma de mirar era como la mía. Se fijaba en todo y era muy curiosa. Vivíamos en Texas, y en esa época yo trabajaba en robos y tenía un horario bastante uniforme. No sé cómo lo hacía, pero sabía cuándo tenía que llegar a casa. Yo solía escuchar mientras abría la puerta de casa como venía corriendo a trompicones por el pasillo para buscarme… siempre sonreía al verme, y yo a ella. Nunca había sido tan feliz como en esos momentos, y siempre sueño con eso.
Sally sonrió, aunque Rust perdió el gesto poco antes de finalizar su monólogo. No obstante, el hombre volvió a mirarla de nuevo un instante antes de inclinarse para coger la botella.
-No lo hagas -intervino Sally, inclinándose para detener el brazo el hombre. -Lucha, Rust; no sigas haciéndote daño, por favor.
Ella tragó saliva mientras sentía latir su corazón con velocidad al encontrar los ojos del rubio clavados en los suyos. Por un momento temió que él fuera borde, pero se sorprendió al ver que lentamente Rust se alejaba de la botella, suspirando con ganas.
-Bien -susurró Sally, esforzándose por controlar sus nervios mientras guiaba su mano hasta la de Rust, la cual descansaba sobre el sofá. -Sigue hablando, si quieres de otra cosa; no hay que correr.
-¿Qué quieres saber? -Preguntó tras un breve silencio, pasando a mirarla. La mujer entonces retiró su mano de la de él, cogiendo su cigarro del cenicero mientras hablaba.
-Háblame de ti, no sé… ¿Eres de Texas? ¿Naciste allí?
-Sí, aunque me fui muy pronto de allí; me críe en Alaska con mi padre.
-¿Y qué pasó con tu madre? -Preguntó apoyando la cabeza sobre su mano, contemplando que él se encendía un cigarro, viendo algo más relajado.
-Nos abandonó cuando yo era muy pequeño, así que no tengo ninguna relación con ella desde que eso pasó.
-Lo siento mucho. ¿Fue en Alaska donde conociste a Claire? -Cambió de tema, a pesar de que no parecía que eso le afectase. Rust exhaló mientras asentía, hablando acto seguido.
-Sí. Empezó a trabajar en una gasolinera cerca de nuestra casa; teníamos como 17 años y empezamos a vernos, ya sabes… En Alaska no había nada que hacer, así que la compañía era algo de agradecer. Ella iba a ir a Texas a la universidad, allí tenía familia materna. Yo no tenía intención de seguir estudiando, no teníamos dinero para eso, así que pasado el verano ella se fue. Al cabo de los años regresé a Texas para trabajar en la poli y la busqué, ya estaba enamorado de ella; me bastó aquel verano. Ella estaba saliendo con alguien entonces, así que pasó algo más de tiempo hasta que lo dejó y fue ella quién me buscó a mí y empezamos a salir; unos años después nos casamos, y el resto de la historia ya lo sabes.
-Es una bonita historia. ¿Cómo te sientes hablando de esto?
-Es extraño… doloroso, pero a la vez deja una leve estela de algo bueno al recordarlo. Es algo que no me permito hacer, pero cuando estoy en este estado… cuando he bebido de más no puedo controlar mi mente, ¿sabes?
-Sí, claro. Es contraproducente al final porque justo ocurre lo que intentabas evitar. Me pasaba lo mismo cuando pasó lo de Jessica. Todos hemos buscado en las drogas la huida de lo que hemos sido y sentido, pero la culpa y el dolor siempre vuelven de ese modo. No pretendo engañarte, sé que no podría igualmente… pero sí puedo asegurarte que alejarte de intentar anestesiarlo todo a la larga es mucho mejor; ves con claridad en cierto momento y puedes llegar a saber quién eres.
-Sé quién soy tras todos estos años, Sally. Yo soy esto que ves. -Agregó abriendo los brazos para apuntar a su alrededor, hablando con sinceridad mientras la miraba. -He aceptado mi verdadera naturaleza con los años, soy débil, y en realidad nunca he luchado; No he intentado salir de mi dolor por miedo a no ser capaz, o a que vuelva a pasar algo que me arrebate una posible esperanza en términos sentimentales. Elegí la soledad, y es lo mejor para todos.
El rostro de la mujer mostró enseguida su inconformidad con aquello, haciendo que cambiara de postura para rebatir con seriedad al hombre, mirándolo fijamente.
-No, claro que no, Rust. Eso es lo que has intentado hacerte creer, pero no estás bien así… y esto que está ocurriendo es una prueba de ello, entre otras muchas que los dos sabemos, podríamos mencionar. Puedes ser quién quieras, nunca es tarde para luchar en ese aspecto. Por supuesto es un camino duro, de día a día, pero merece la pena recorrerlo, joder. Puedes lograr vivir de otro modo si nos dejas ayudarte, y empezar es tan sencillo como coger el teléfono en vez de la botella. Tú me dijiste hace algún tiempo que la oscuridad no gana, ¿te acuerdas? A veces no lo parece, pero en esos momentos de mierda sólo hay que detenerse y pensar que la luz volverá a vencer como siempre; no hay que desesperar, sólo seguir caminando… y junto a alguien es mucho más sencillo.
Rust asintió levemente. Sabía que ella tenía razón, y tras tantos años el momento de las excusas ya había acabado. Aquella fortaleza de la camarera no dejaba de sorprenderlo, más aún viendo aquella actitud tras haber sufrido un nuevo susto. Había apartado todo lo relacionado con ella para centrarse en él, en ayudarlo y acompañarlo, mostrando aquella generosidad y ternura que cualquiera en su situación habría perdido para siempre.
-Gracias, Sally. -Susurró finalmente, de una forma sincera que hizo que ella sonriera.
-De nada, Rust; para cuando necesites.
Sally acarició la mejilla áspera del rubio tras sus palabras, pasando segundos después a alejarse rápido para marcharse, sintiendo de nuevo aquellas ganas insoportables de besarlo.
Balbuceando que tenía que irse, la morena avanzó rauda hacia la puerta para salir de allí antes de sucumbir, notando de nuevo aquella amarga y desesperante sensación dentro de estar más que jodida.
