Capítulo 28

Marty salió de su coche tras aparcarlo frente al bar de carretera, como era costumbre, prácticamente vacío en aquella tarde de domingo.

Entró en el pequeño local y se acercó hasta la barra, sentándose en un taburete tras dedicarle una leve inclinación de cabeza a Robert. Pocos segundos después, Rust se acercó hasta él tras terminar de servir a un par de hombres en el otro extremo.

-¿Quieres una cerveza?

-Vale, ponme una. Supongo que podemos empezar, porque Sally me dijo que no iba a venir. -Agregó mientras Rust le pasaba el botellín, mirándolo para que continuara con los detalles. -La llamé justo después que a ti cuando supe las novedades, pero me dijo que tenía que hacer horas extras y no podría reunirse mucho. Me parece extraño, ha sido demasiado repentino y no debería haber un excesivo trabajo. Estaba rara, esquiva.

-Es por mí, Marty.

El detective privado dejó la cerveza sobre la barra para hablar a ceño fruncido, escudriñando al hombre y su eterna actitud serena.

-¿Por qué? Me dijo que vuestra visita a Beaumont había ido bien, que se sentía más calmada respecto a ti y eso. ¿Qué me he perdido?

-El jueves por la noche acabó en mi casa después del trabajo; creyó que la seguían otra vez y se asustó. Estuvimos hablando después; no me pilló en un buen momento, porque ese día sólo podía pensar en mi hija y en lo que te conté cuando casi la palmo. Sally intentó consolarme, ya sabes cómo es. Supongo que anteponerme a sí misma aquella noche no le fue muy bien.

-Es una buena mujer; quiere ayudar y lo hace desinteresadamente, porque le importas. Pero supongo que habrá que respetar vuestras decisiones, aunque estéis equivocándoos.

Hart volvió a beber de su cerveza tras susurrar el final de su frase, mirando de reojo a Cohle. Sabía que pensaba en aquello, aunque fingiera que le daba igual y pasaba del tema. Podía ver algo diferente en él, y aunque no estaba seguro de qué era, pensaba continuar adentrándose en aquella rendija.

La voz de su antiguo compañero le devolvió a la tierra, haciendo que tragara con calma mientras lo escuchaba evadir el tema.

-Bueno, ¿qué traes? ¿Qué ha dicho Papania?

-Pues en las cintas del banco había algo, efectivamente. La ranchera aparecía, y han conseguido obtener la matrícula. Me dijo que estaba a nombre de un antiguo dueño, o sea que el asesino no había puesto en orden los papeles desde que la compró hacía tantos años. El antiguo dueño murió, pero han hablado con el hijo para ver si sabía algo, y efectivamente confirma que el tío pagó de más a su padre para hacer las cosas a su modo y evitar registros nuevos.

-¿Él no vio al tío, o alguien de su familia en ese entonces?

-No, eso es lo malo. Él era un crío y vivía con su madre; padres divorciados… así que sólo sabe la historia que le contó su viejo.

-Joder.

-Sí… pero eso no es todo. Parece ser que alguien ha filtrado información y han publicado las novedades sobre la camioneta. Papania está cabreado, y me parece que va a cerrar el grifo a la de ya, se la está jugando. Nos quedamos solos y en un callejón sin salida otra vez.

Rust encendió un cigarro tras un suspiro de su compañero, pensando en aquellas noticias y sus implicaciones. Tras unos segundos exhaló el humo y su expresión cambió, hablando de nuevo.

-Puede que esas filtraciones nos vengan bien, Marty.

-Explícate, porque no lo veo así para nada.

-Puede que tengas razón y el tío ya no la use, la oculte o qué se yo… pero si no lo hace con mucha inteligencia, podremos pillarlo por ahí. Quizás trate de deshacerse de ella en un desguace, tirándola a un lago o algo así. Ahora todo el mundo sabe cómo es su coche; hay que estar atentos a cualquier cosa para al menos acotar el radio en el que está ubicado.

-Bueno, llamaré a desguaces y talleres que puedan ayudar. Él no sabe que tienen la matrícula, quizás la cague por ahí.

-Eso es, hay que estar atentos. Hagamos una lista de los desguaces y talleres del sur del estado y repartámonos el trabajo. Tengo el portátil en casa; toma, tráelo y empecemos a buscar. -Agregó tras pasarle las llaves a Marty.

Hart suspiró mientras asentía varias veces, levantándose acto seguido para salir del pequeño local, mentalizándose de las horas de trabajo venideras.


En cuanto cruzó la puerta de personal del restaurante, Sally encendió el cigarro que colgaba de sus labios, inspirando con ganas y placer.

Dio gracias porque la ola de calor estuviera remitiendo al fin y no se siguiera notando el bochorno incluso a media noche; le gustaba el verano, pero cuando era tan extremo sentía menguar su productividad en general, lo que hacía que se pusiera de mal humor.

La mujer descolgó la mochila negra de su espalda y buscó las llaves del coche mientras caminaba por el casi vacío parking de su trabajo, nada raro en una madrugada de lunes. Sin embargo, antes de meter las llaves en la cerradura, observando a su alrededor, encontró un coche conocido.

Era el todoterreno blanco que había creído que la seguía días atrás, no podía ser una coincidencia, con lo que su mente comenzó a trabajar frenética. Sally optó por fingir no haberse dado cuenta y meterse en su vehículo, aprovechando para mirar más.

Rápidamente todo cambió en cuanto vislumbró que el conductor era el mismo afroamericano de aquella noche; ya no había lugar para las dudas, y la tensión de sus músculos se lo hizo saber de inmediato.

Estaba cansada de tener miedo constantemente, con lo que una idea pasó por su cabeza, y decidió tener el valor de llevarla a cabo. Lentamente dirigió su mano a la guantera y sacó el arma de Rust, para después abrir la puerta y salir del coche ocultando la pistola.

Sally la ocultó en su espalda para ir hacia la puerta de personal, rodeando el restaurante por fuera rápidamente al perder al coche de vista hasta llegar por detrás de la zona de parking, donde el extraño se hallaba apostado.

Pudo vislumbrar como el tipo dentro volvía a calmarse y dejar de mirar en todas direcciones al verla aparecer, pero no pudo reaccionar a tiempo cuando halló a la morena en su ventanilla, apuntándolo con la pistola.

El hombre joven apretó la mandíbula al verla, bajando la ventanilla cuando ella le hizo un gesto con el arma, escuchándola hablar con firmeza y frialdad.

-Deja las manos encima del volante para que las vea. ¿Quién coño eres y por qué me sigues desde hace días? Contesta, joder. Estoy ya muy cabreada, tío.

-Jackson me contrató para que lo hiciera, ¿vale? No voy a hacerte nada, él no quiere nada de eso.

-¿Entonces qué mierdas haces todo el día pegado a mí? La verdad o te prometo que dispararé y te quedarás sin hombro.

-Quiere ir a por el tío ese que entró en su casa, el mayor de pelo largo. Me dijo que te siguiera para averiguar dónde trabaja y vive porque quiere ir a por él. La otra noche ya lo descubrí así que se lo conté todo a Jackson y hoy iba a buscarlo de madrugada, por eso estoy aquí; me dijo que me asegurara de que tú estabas ocupada y no fueras a joderle el plan.

Sally no pudo más que maldecir antes de correr hacia su coche, abandonando el arma en el asiento del copiloto para ponerse rumbo al bar mientras buscaba su teléfono móvil. El miedo la golpeó cuando observó que la batería del objeto era mínima, y deseó que aguantara para poder llamar a la policía.