Capítulo 30

Marty despegó la vista de la pantalla de su portátil cuando llamaron a la puerta de la oficina, dejando de lado el trabajo para abrir a Sally. Como era costumbre en ella, llegaba justo a la hora acordada, un par de horas después de que hubiera salido del restaurante.

La mujer sonrió débilmente al ver a su compañero al otro lado, adentrándose en la oficina vacía de Hart. Enseguida él le ofreció asiento en una de las mesas del lugar donde descansaba su ordenador. No se sorprendió al ver que Sally conservaba la emoción de aquellos días de trabajo en soledad y descubrimientos que por fin iba a contarle.

-Fui a todos los desguaces y talleres mecánicos de Lafayette y alrededores como quedamos, y en uno de las afueras ayer encontré información. Uno de los trabajadores dijo que un hombre mayor, afroamericano y con pintas de vagabundo había ido a desguazar justo un modelo de la ranchera que buscamos; como lo había visto en la tele, llamó a la policía. No obstante, como estaba ya allí y me pareció raro de cojones, fui a buscar al tío que describió.

-Oh, joder; Sally…

La morena ignoró el murmullo del hombre, haciendo un gesto con la mano para seguir el relato.

-Claramente, por lo que dijo el trabajador, el hombre era un mendigo; no cuadra que nuestro asesino lo sea. La siguiente deducción era pensar que pagó a alguien para que la desguazara por él, ahora que sabe que le buscan y la poli tiene la información de su puto coche. Total, que tras recorrer todo el puto Lafayette casi encontré a alguien que cuadraba con la descripción y hablé con él. El mendigo me dijo que un desconocido blanco de unos 40, pelo oscuro muy corto y ojos claros paró con la camioneta que buscamos, y le dijo que le pagaría 300 pavos si la desguazaba por él. Le enseñó el dinero en efectivo desde la ventanilla y bajó del coche, yéndose en cuanto aceptó la oferta. Es él, Marty. Tenemos una descripción de ese hijo de puta.

-Bien, eso es muy bueno… ¿Hablaste con la poli? -Agregó, perdiendo parte de su anterior enfado por el desacato de la chica.

-Sí, llamé directamente a Papania y le conté todo. Me dijo que nuestras artimañas no valían de mucho, que aunque sea yo la que hable y haga como que investigo por mi cuenta, sabe que estáis detrás vosotros. Y te recuerda que repases la definición de obstrucción.

Marty se sentó frente a Sally mientras hacía una mueca tras aquella pequeña amenaza, escuchando las nuevas palabras de la camarera, quien continuaba emocionada.

-Creo que ese tío no vive en el sur del estado, que el muy cabrón actúa bien lejos para despistar con su paradero; pero ahora que le están cercando lo tiene mucho más jodido para volver. Aunque, por otro lado, hemos perdido una pista crucial con lo de la camioneta... Había pensado en volver al prostíbulo de Baton Rouge, es uno de los más grandes y transitados, un buen lugar donde podría volver a actuar…

-Eh, eh; para el carro, Pinkman. -Intervino de inmediato, volviendo al tono serio. -Entiendo que llegar al final tras tanto tiempo te acelere, que además imbuirte en esto te distraiga de todos tus problemas ahora mismo, pero no puedes saltarte los planes porque ya has visto que es peligroso, aún siguiéndolos al pie de la letra. No vuelvas a jugártela tanto yendo sola, porque te recuerdo que vamos tras un puto violador y asesino de mujeres. Tienes que relajarte un poco, ¿vale?

Sally inspiró con profundidad tras el monólogo, viendo que Marty relajaba sus facciones y severidad en su última frase. Tenía razón en todo lo que decía, era consciente, pero incapaz de controlarse. Allí estaba de nuevo su chute recordándole que el que es adicto lo es para siempre, y no pudo evitar pensar en una conversación pasada con Rust. De inmediato se sintió culpable y perdida, invadida por aquel vacío existencial del que trataba de huir.

-¿Estás bien? Siento si he sido borde, pero me preocupas. -Habló Hart, devolviéndola al momento presente.

-Lo sé, y te agradezco que me frenes cuando hace falta; yo no puedo, Marty. Y cuanto más tiempo pasa, peor. Gracias.

El hombre le devolvió la tenue sonrisa antes de carraspear y cambiar de tema tras un breve silencio incómodo.

-Me enteré antes de ayer por Rust, que había ido a declarar formalmente a la poli por lo del bar, que habían conseguido detener a Jackson; lo pillaron entes de irse a Texas.

-Sí, lo sé; Papania me lo contó. Me dijo que estará en prisión preventiva hasta el juicio, al que tendré que ir a declarar por todo lo que ha hecho… me agobia mucho eso, la verdad.

-Tardará un poco, tranquila. No tienes que enfrentarte sola si no quieres, yo puedo acompañarte, Sally. Lo importante es que ese cabrón dejará de molestar de una vez.

Ella sonrió un instante, dándole las gracias antes de que el silencio volviera a caer a plomo. No pudo aguantar más su curiosidad y necesidad, con lo que su voz surgió de forma quebrada, inundada por la duda.

-¿Cómo está Rust? ¿lo has visto hace poco?

-Sí, hemos estado con lo de los desguaces y algún que otro club de carretera. Lo vi por última vez antes de ayer cuando fuimos por Leesville y eso. Está bien, ya hasta le han quitado los puntos del brazo.

-Bien, eso es genial. -Susurró tras un leve carraspeo, haciendo que Hart dudara unos instantes antes de hablar, yendo al grano sin poder evitarlo.

-Oye, sé que no estoy en tu situación y no es fácil, pero creo que deberías hablar con él; incluso eso le vendría bien a Rust para ser consciente de cosas que intenta negarse a sí mismo.

-No, no… ¿para qué? Sabes cómo es, joder, Marty ¿quieres que vaya a inmolarme a su puerta, a humillarme? Que yo esté enamorada de él no quiere decir nada respecto a sus sentimientos. Nada cambiará, así que esta mierda sólo puede resolverse de este modo. Me alejo y ya se me pasará, porque él pasa de toda emoción.

-¡Venga ya! Ahora tú estás siendo como él, joder. -Se quejó con exasperación el detective, mirándola a los ojos con fijeza. -Precisamente porque le conozco te digo esto; Rust está actuando como siempre, de la única forma que sabe porque es un cobarde emocional. Está negándose lo que sabe que necesita, y realmente le gustaría, pero como tiene callo mental tras tantos años bebiendo de su historia inventada, es incapaz de ver la realidad. Tú sabes eso, lo ves en él. Como yo, has debido ver también que le gustas, está bien contigo.

-Aún así, su forma de pensar no tiene por qué cambiar, Marty. Tú lo has dicho, ha bebido de su historia hasta creérsela. ¿Cómo puedo tirarme a esa piscina que sé que está vacía? ¿Qué pasaría en el futuro? y no te hablo a largo plazo, pueden ser un par de meses… ¿Y si él no puede quererme?

-Nunca lo sabrás si no lo intentas. Y sabes también que aferrarte ciegamente a esos pensamientos de que todo es inmutable y blablablá, como hace Rust, es tan jodidamente estúpido como hacerlo con todo lo contrario, y pensar que todo será maravilloso. Sally, no deberías dejarte acobardar por lo que podría ser, porque en realidad no tenemos ni idea cuando se trata de sentimientos, y el que menos, Rust. Demuéstrale que está jodidamente equivocado y muerto de miedo; es hora de que alguien le baje de su pedestal. Y si no, hazlo por ti, por quedarte a gusto diciéndole la verdad sin tapujos, y ya está. Podrás con lo que sea que ocurra, aunque sea el peor de los casos, porque eres fuerte… y como tu amigo estaré para ayudarte en lo que necesites.

Sally no pudo evitar sonreír con sinceridad, contemplando el mismo gesto en el rostro de Hart mientras le daba las gracias, recordándole una vez más que era un regalo que había caído en mitad de su solitario camino vital.


El atardecer bañaba de luz anaranjada la carretera mientras Sally volvía a casa abstraída en sus pensamientos, tanto, que ignoraba por completo la música de la radio.

Desde su salida de la oficina de Marty no había dejado de pensar en aquella conversación. Las palabras del expolicía habían removido su interior, haciendo que sus dudas se hicieran más grandes, así como sus ganas de actuar y seguir el consejo de Hart.

Estaba echa un completo lío, y la lucha interna que se libraba en ella estaba volviéndola loca ante la incapacidad de salir de la discusión en su cabeza.

Finalmente, harta de tantas emociones confusas, aceleró hasta alcanzar un cambio de sentido que tomó con elevada velocidad. Había llegado la hora de ser valiente.