Capítulo 31
Rust alzó la vista del libro que leía ante la llamada insistente de alguien a su puerta, lo que le extrañó e hizo que mirara el reloj de su muñeca.
Con parsimonia se levantó, abandonando el libro sobre el sofá oscuro para ir a abrir. Una leve expresión de sorpresa surcó su rostro al ver allí a Sally. Parecía nerviosa, respirando con algo de celeridad mientras centraba sus ojos en los de él momentáneamente.
-¿Qué pasa? -Preguntó finalmente, haciendo que ella inspirara, pero no hablara.
De inmediato se introdujo dentro de la casa para atreverse a hacerlo a bocajarro, mirando al hombre con fijeza.
-Mira, estoy confusa, mucho... pero no puedo más con esto y necesito hacer lo que estoy a punto de hacer, aunque pueda ser peor después. Voy a besarte, Rust. Párame si quieres, pero voy a hacerlo y veremos entonces qué pasa, ¿vale?
-Vale. -Susurró, a la par que veía como se acercaba hasta quedar a escasos centímetros de él.
Sally reunió toda su entereza para aguantar su profunda mirada, nada nerviosa, sino curiosa y atenta.
La morena se acercó cuanto pudo, alzándose levemente de puntillas para llegar con lentitud hasta los labios del hombre en un beso casto.
Tan solo unos instantes después, Sally se atrevió a posar sus manos sobre el pecho de Rust al notar que él abrazaba su cintura con más seguridad de la que ella demostraba.
Aquello animó a la camarera a acariciar el rostro áspero del expolicía, dejando paso a una mayor pasión cuando sus lenguas se juntaron en un beso más profundo de varios segundos más. Sally fue la primera en alejarse, igual de despacio que había comenzado.
-¿Bien? -Preguntó ella, de nuevo perdiéndose en aquellos ojos azules, ahora de mirada diferente.
-Sí… muy bien.
Sally actuó al instante de escuchar aquel susurro, abalanzándose en busca de los labios del rubio con total pasión, enlazando sus brazos tras el cuello de Rust. Él no se quedó atrás, aferrándola con fuerza de la cadera un segundo antes de enredar su mano diestra en el cabello de la camarera.
La velocidad y el ardor corrían de la mano al paso de los segundos, haciendo que Sally hubiera obligado al hombre a deshacerse de la camisa que cubría aquella interior de tirantes. Enseguida volvieron a unirse con frenesí.
El expolicía retornó a abrazarla, descendiendo sus manos hasta el trasero de la mujer, pasando a deslizarlas nuevamente en su viaje de vuelta a la cadera. En cuanto la empujó contra la pared buscando con sus labios el cuello femenino, Sally intervino, deteniéndolo de repente.
-¿Tienes condones?
-Joder… no.
-Espera -agregó tras un segundo de silencio-; creo que tengo en el coche.
Rust no tuvo tiempo de decir nada, viéndola correr hacia el exterior de la casa tras sacar las llaves del vehículo de su bolso. En aquellos instantes su cabeza comenzó a funcionar de nuevo, teniendo oportunidad de pensar en lo que estaba pasando.
No obstante, no tuvo mucho tiempo cuando Sally regresó igual de rápido, cerrando la puerta de un golpe seco mientras hablaba.
-Hubo suerte; no están caducados. -Habló a la vez que los tiraba junto con las llaves en la mesa frente al sofá.
Ambos actuaron prácticamente a la vez, yendo en busca del contrario hasta retomar la pasión de besos y caricias, esta vez enfocadas con un objetivo claro que ninguno quería abandonar.
Los dos empezaron a desnudarse con premura, buscando la boca del contrario con una necesidad casi animal. Nuevamente la morena se alejó del rubio, recogiendo con celeridad los preservativos para volver a besar apasionadamente a Rust, haciendo que comenzara a guiarla hacia el interior de la casa, yendo al dormitorio.
Ninguno sabía cuánto tiempo había pasado desde que habían entrado en aquel dormitorio, sólo estimaban que el suficiente, ya que el sol se había ocultado por completo.
Ambos se hallaban tumbados en la cama, desnudos después de haber demostrado una pasión que ocultaba un deje ansioso, tras tanto tiempo de soledad y tensión sexual que no habían querido admitir. Pero ahora todo aquel deseo que nublaba la mente había desaparecido, dejando paso a un silencio denso e incómodo.
Sally no se atrevía a moverse, y menos a mirar al hombre tumbado a su lado de cúbito supino, que de reojo no le parecía tan incómodo como ella. No obstante, el cerebro de la camarera empezó a funcionar con velocidad pensando en qué vendría ahora, y en el miedo que el rechazo del rubio le podría provocar.
Rust se movió para alcanzar el tabaco de su mesilla de noche, haciendo que Sally disimulara un respingo, pero aún así no lo miró directamente hasta que lo escuchó hablar.
-¿Quieres fumar? -Preguntó, pasándole el pitillo tras darle la primera calada.
-Claro… gracias.
Por primera vez la mujer lo miró para tomar el cigarro, contemplando en aquellos instantes el rostro sereno de Rust, indescifrable. Ella fumó con parsimonia, pensando precisamente en si él ocultaba lo que podía estar pensando, o realmente no le preocupaba en absoluto. Fuera como fuese, aquella atmósfera la estaba matando.
Sally le volvió a pasar el cigarro murmurando un leve "gracias", antes de carraspear y cambiar de tema, tratando de no sonar tan nerviosa como se sentía.
-Creo que será mejor que me vaya. -Susurró, pasando de inmediato a incorporarse, sentándose en el borde de la cama. Antes de levantarse escuchó la voz del rubio detrás de sí.
-No tienes por qué irte, Sally.
-No lo hagas por compromiso si no quieres en realidad, de verdad.
-No es eso.
La morena se sorprendió al escucharlo, girándose entonces para leer su rostro. Él se había incorporado levemente para apoyar la espalda contra el cabecero, fumando de forma pausada. Las miradas de ambos se encontraron al hablar Sally.
-¿Estás seguro?
-Sí. Quiero que te quedes.
No pudo ocultar la sorpresa de escuchar aquello, y menos al encontrar en sus ojos azules sinceridad, y algo diferente que no supo identificar.
Sintiéndose conmovida por aquello, con el corazón acelerándose levemente, Sally volvió a su antigua posición para quitarle el cigarro al expolicía, dejando la colilla en el cenicero del mueble ante la atenta mirada de Cohle. Automáticamente después, lo miró fijamente antes de acariciar su mejilla y pasar a besarle con cariño y lentitud.
Rust no tardó en responder a aquel gesto, incorporándose para abrazarla a la altura de la espalda, guiado por el mismo sentimiento que emanaba de Sally.
Había tenido serias dudas sobre todo aquello, de toparse con algo que había perdido hacía mucho y le daba miedo volver a enfrentar, pero a cada beso de la morena empezaba a sentir que todos esos sentimientos eran desplazados por la confortabilidad, que el calor de sentirse querido, provocaba.
Así pues, tras que aquellos pensamientos cruzasen su cabeza unos segundos, Cohle se dejó llevar por lo que su cuerpo pedía, apagando la mente.
