Capítulo 32
Sally abrió los ojos, despertando de aquel sueño profundo y reparador que hacía tiempo no conciliaba, pero al recordar dónde estaba se tensó de inmediato.
La morena se relajó levemente al darse cuenta de que estaba sola en el dormitorio de Rust, y a juzgar por el nulo sonido en el exterior, parecía que no se hallaba dentro de la casa.
Se levantó de la cama buscando con la mirada algo de su ropa, sorprendiéndose de hallarla toda allí, sobre el lado vacío de la cama. Comenzó a colocarse rápido la ropa interior, enfundándose los pantalones vaqueros y la camiseta de tirantes para después dirigirse al baño, el cual comunicaba con el dormitorio.
Adecentándose cuanto pudo, la camarera pasó un par de minutos en el lavabo sin dejar de pensar en las mismas cosas, recreándose en las dudas que asaltaban su mente y tendría que enfrentar al salir al exterior. ¿Sería mejor fingir que no pasaba nada, o hablar con Cohle? A su vez se preguntó, sintiendo estúpida, ¿hablar sobre qué?
-Joder… -Masculló por lo bajo, viendo que el enredo mental se hacía más grande y absurdo a medida que pensaba. Finalmente optó por dejar la mente en blanco, afrontando lo que llegara cuando se encontrara con el hombre.
Una vez lista, al menos físicamente, Sally salió del baño y caminó hasta dejar el cuarto atrás. El alivio de ver que no había nadie en la estancia principal del hogar la inundó, haciendo que sus músculos se relajaran y pudiera caminar hasta su bolso, sacando el móvil.
Comprobó que eran las 9 y media de la mañana, y mientras volvía a guardar el teléfono, la puerta de la calle dio paso a Rust. Al instante su sensación interior cambió por completo.
-Hola. -Saludó él con el cigarro en los labios, dando una imagen de naturalidad total que no sorprendió a la mujer.
-Hola… Iba a irme ya, pero no quería desaparecer sin más; sería demasiado infantil.
-¿Eso quiere decir entonces que, ahora que nos hemos acostado, no vas a seguir evitándome?
Sally recibió su ácido comentario con indignación, a pesar de saber que tenía razón. No obstante, aquello hizo cambiar la actitud de la mujer, relegando la incomodidad y la vergüenza a segundo término para responderle con total sinceridad sin achantarse.
-Sí, eso es. Somos lo suficientemente mayorcitos como para saber que el sexo no tiene por qué ser más que eso. No voy a esconderme, ni a engañar a nadie, Rust, ni siquiera a mí misma; eso sí es infantil... Me gustas, y eso me da miedo; no necesitas que te expliqué el porqué, lo sabemos ambos. Pero a pesar de lo que pueda sentir por ti, y de la necesidad real que tengo de querer a alguien y de que me corresponda, no quiero formar una familia o casarme, ¿sabes? Ni siquiera busco que seamos nada y haya que empezar a catalogarlo todo. Sé lo que quiero, y es simplemente hacer lo que siento que necesito, y que tú necesitas, aunque seas incapaz de manifestarlo, porque cuando se trata de ti eres un cobarde y parece que te hayas rendido.
Rust asintió levemente mientras daba una calada al cigarro antes de apagarlo en el cenicero, para después encarar a la mujer desde aquella posición más cercana. Cuando centró sus ojos en los de ella, habló.
-Ahora que estamos siendo sinceros, te diré que tienes razón. Además, tengo que reconocer que me pone bastante cuando entras en ese modo y te envalentonas tanto, hablando así, sin anestesia.
-Porque eres un poco narcisista, te recuerda a ti mismo. Pero te confieso que a mí eso también me gusta, así que, si llegase el momento en el cual quisieras hacer tú lo mismo y hablar de lo que sientes, llámame; probablemente fuera el polvo de nuestra vida.
El expolicía emitió un leve quejido a modo de risa, sonriendo mientras escudriñaba el rostro de la camarera. Ella continuó sosteniendo su mirada, devolviéndole la sonrisa antes de despedirse escuetamente.
-Adiós, Rust.
Sally acarició la mejilla del hombre, pasando a besar sus labios antes de girar sobre sus talones y salir de la casa.
Eran las 9 de la noche cuando Sally se adentraba en la zona privada del restaurante, comenzando su descanso de la jornada para la cena.
La mujer tomó su mochila negra del amplio despacho del jefe, sacando el sándwich envuelto en papel de plata y la manzana, sentándose en el sofá que reposaba debajo de la ventana.
Sally sacó su teléfono móvil, observando que tenía una llamada perdida. No se sorprendió de ni haberse dado cuenta de la vibración del objeto en su bolsillo mientras trabajaba, puesto que había estado más que distraída pensando en lo que había pasado con Rust el día anterior. Todo aquello quedó apartado de su cabeza al ver el nombre en la pantalla. La chica entonces pasó a devolver la llamada a la mujer que aún seguía siendo vecina de su madre.
-Hola, Rosalie. Siento si es algo tarde, pero estoy en el trabajo y no he podido llamarte antes. -Comentó, tratando de no sonar preocupada y nerviosa. La anciana al otro lado sonó tan afable como siempre.
-No te preocupes, cariño. Sabes que me acuesto tarde, no pada nada. Si estás trabajando quizás sea mejor que hablemos mañana…
-No, no. Está bien. Estoy en el descanso, tengo media hora. ¿Ha pasado algo con mi madre, Rosalie?
-Lo cierto es que sí. Se desmayó en el trabajo al mediodía. Me llamaron a mí, ya sabes que me tiene como contacto, así que fui al hospital y el doctor me contó que está enferma del corazón. Parece que no es algo de ahora, y el estadio en el que se encuentra es complicado. No sé si lo sabría y se calló, o simplemente decidió no tratarse porque su póliza no cubre todo. Ya está en casa, pero no ha querido contar nada; sólo me ha dicho de mala gana que se tomará las pastillas que el médico le ha mandado ya de por vida. No voy a engañarte, Sally, el médico ha dicho que el asunto es grave, que no se puede arreglar. La medicación le dará tiempo y calidad de vida, pero no resolverá el problema. Lo siento, cielo.
-Gracias, Rosalie; muchas gracias por todo lo que has hecho siempre. Si hay que pagar algo avísame, intentaré hacer lo que pueda; como siempre, sin que se entere, ya sabes.
-¿Vas a intentar hablar con ella? -Preguntó la mujer tras un silencio, casi leyéndole el pensamiento a la camarera, quien respondió tras un profundo suspiro, sincerándose.
-Llevo un tiempo pensando en volver a llamar, ¿sabes? Esto aún hace que me lo planteé con más fuerza, aunque no creo que cambie nada ni en esta situación… ni siquiera con lo que quiero decirle.
-¿Has conseguido algo nuevo en tu investigación por fin?
-Sí, no mucho, pero un buen comienzo para llegar al final. La policía está investigando de verdad por fin. Creo que voy a lograrlo, Rosalie; atraparán al culpable.
-Seguro que sí, ya lo verás. Has trabajado mucho, Sally; has dado tu vida por todo esto, cariño, ahora te toca vivir de una vez. Intenta hablar con ella, aunque sea por que tú necesitas decirle cosas.
-Ya, sí… lo pensaré. Gracias por llamar, Rosalie; muchas gracias.
-De nada, cuidaré de ella. Hasta pronto, Sally. Cuídate.
La camarera colgó y dejó el teléfono sobre el sofá, atropellada por las nefastas noticias que colapsaban su cerebro. El tiempo se le agotaba, y continuaba viendo el panorama igual de complicado que antes, alejándola de la posibilidad de conseguir el perdón de su madre.
Sally se llevó las manos al rostro, suspirando con angustia sin saber qué hacer, cerrando los ojos con fuerza para tratar de calmar su fuero interno y afrontar lo que le quedaba de trabajo por delante.
