Capítulo 34
Rust bajó de su camioneta tras aparcar al lado del coche de Sally, el cual ocupaba la plaza del parking del restaurante de siempre.
Sabía que la mujer debía estar por finalizar su turno de aquella noche, pero aún así salió del vehículo encendiéndose un cigarro. Después se apoyó contra el capó rojo, de frente a la entrada del gran edificio.
Como sabía, no tuvo que esperar más que un par de minutos para contemplar la salida de varias personas, entre ellas la propia Sally, quien se encaminó hacia el rubio tras despedirse de sus compañeros con brevedad.
La morena se percató de la presencia de Rust en cuanto puso la vista al frente, cambiando la expresión de su rostro ante la sorpresa de hallarlo allí. Esperando estar lo suficientemente cerca para no gritar, Sally habló mientras se aproximaba.
-¿Tú no deberías estar ahora mismo trabajando?
-Sí, pero Robert se ha quedado a cargo del bar. Marty descubrió algo para continuar investigando, pero estos días está ocupado con algo del trabajo, así que le dije que me encargaría yo. Supuse que te gustaría intervenir; además, te vendrá bien para distraerte.
Ella asintió, posicionándose a su lado contra el capó de la camioneta, murmurando un gracias cuando le pasó el cigarro.
-¿Y qué es lo que ha encontrado? -Preguntó tras exhalar el humo, devolviéndole el pitillo al camarero.
-Después de tantos informes de gente desaparecida, al fin hay algo interesante: ha encontrado a una chica que desapareció hace un año. Marnie Thorne no ha dado señales de vida desde que su madre pusiera la denuncia en agosto. No la veía mucho ni hablaban, pero sí que contestaba al teléfono, y dejó de hacerlo. Marnie es del tipo que le gustan a ese tío: 28 años, prostituta en Lafayette, solitaria y medio yonkie.
-¿Así que ahora vamos al prostíbulo de Lafayette donde trabajaba?
-Sí, eso es. Allí la vieron la última vez. Es aquel tan grande a las afueras, por la autovía del sur ¿sabes cuál es?
-Sí. Vamos entonces. Primero tengo que ir a cambiarme a casa, no quiero que sepan dónde encontrarme si molestamos a alguien.
-Te sigo. -Comentó el hombre cuando se movieron, entrando cada cual en su vehículo para emprender el camino.
A pesar de ser pasada la una de la madrugada, aquel burdel de carretera tenía un gran trasiego, ya visible en la entrada y parking del enorme edificio coronado con fuertes neones.
La pareja quedó en completo silencio cuando el motor de la camioneta fue detenido, haciendo que ambos salieran con parsimonia, escudriñando los alrededores mientras avanzaban hacia la entrada.
El ambiente estaba algo cargado por el humo del tabaco y la afluencia de hombres, sentados ante la enorme barra americana, principal reclamo del local. Además, había otra barra al fondo del establecimiento, esta vez dedicada a la venta de alcohol.
En el lateral izquierdo de la estancia, unas escaleras llevaban a una segunda planta. Los recién llegados entendieron pronto qué sucedía allí cuando vislumbraron a más de una empleada del lugar llevando de la mano a sus clientes hacia puertas diferentes, distribuidas por el largo pasillo del segundo piso.
Sally fue la primera en hablar, alzando la voz por encima de la música para que el hombre la escuchara.
-Creo que deberíamos separarnos para preguntar, esto es enorme.
-¿Estás segura? -Preguntó tras un breve silencio, después de que un par de hombres pasaran mirando de más, y silbando a la morena.
Sally inspiró con discreción antes de mirar a Cohle y mentir, diciendo que estaba bien y aquel ambiente no la perturbaba tras las cosas que le habían ocurrido, hacía no tanto tiempo atrás.
Rust podía leer en su cuerpo y mirada que arrastraba aún parte del trauma, pero lo dejó estar, pasando a dividirse la zona para separarse.
-Si pasa algo no te arriesgues, Sally. Hemos tenido mucha suerte ya.
-Sí, descuida.
Rust asintió levemente tras observar su leve y fingida sonrisa de pocos segundos, pasando entonces cada uno a caminar en direcciones opuestas.
Tras unos primeros minutos de escucha discreta, Rust había decidido comenzar con las preguntas, dirigiéndose a las trabajadoras, tanto fuera como detrás de las barras.
Con un par de ellas no había conseguido muchos datos que no supieran ya de la desaparecida, con lo que se dirigió en busca de una de sus más allegadas en el trabajo, según le habían dicho.
La joven en cuestión, una rubia platino de cabello por los hombros, bailaba en la barra americana, comenzando su show en el momento.
El camarero se sentó frente a ella, y tras encender su cigarro habló cuando la joven posó sus ojos claros en los de él.
-¿Tú eres Cindy?
-Depende ¿Qué quieres y cuánto dinero tienes?
-Sólo quiero hacerte unas preguntas sobre una compañera tuya qué desapareció. No soy poli, tranquila. -Agregó al ver el cambio de su expresión mientras bailaba.
-No puedo quedarme aquí para hablarte, tengo que bailar para que me llenen el tanga de billetes, y quedarme con mi parte después de que el capullo del dueño de esto se quede la mitad.
-Te pagaré por el tiempo que me dediques, que no serán más de diez minutos, y no hará falta que te desnudes. Solo finge que bailas y echaré billetes a la barra, Cindy, por favor.
-Está bien. Es por Marnie, claro... ¿Qué quieres saber?
-Lo que recuerdes de los últimos días en los que coincidiste con ella ¿Viste que actuara raro? ¿Alguien que pasara por aquí varios de esos días y hablara con ella de más?
-Marnie solía tener varios clientes recurrentes, pero no la vi preocupada o cabreada con ninguno. Hace ya un año que desapareció ¿Creen que está muerta?
Rust exhaló lentamente, pasando a soltar un nuevo billete antes de hablar.
-Pinta mal, desde luego, Cindy. Hay un tío por ahí matando mujeres desde hace un tiempo. Las últimas de las noticias son suyas. Intenta recordar si viste algún tipo que no fuera de sus habituales con ella. Busco a uno de unos cuarenta, blanco, pelo rapado oscuro y ojos claros.
-Sí... El de la camioneta negra antigua. Intentó que me fuera con él a su motel, y eso es algo que aquí está prohibido.
-¿Ese tío fue también con Marnie? -Preguntó con interés el expolicía, sabiendo que aquel era su hombre.
-Sí... Vino varios días. El último que vi a Marnie se fue con él... Fue el segundo sábado de agosto, creo. Cuando estuvo conmigo en el reservado le pregunté si era de por aquí, y me dijo que no, que era de la zona de Shreveport. Todo el mundo suele mentir en las cosas que dice por aquí, pero lo cierto es que su acento si era del norte del estado. Oh, joder ¿Es ese tío al que buscas?
-Sí, creo que sí ¿Este sitio tiene cámaras que graben algo más que las cajas?
-No. Nadie quiere cámaras en un puticlub. No hay grabaciones de ese cabrón, y yo no tengo más datos que dar. Estuvo varias noches sentado en este sitio mirándonos, eligiendo a por quién iba a ir... -Dijo con consternación, deteniéndose en su contoneo mientras Rust se levantaba.
-Has sido de gran ayuda. Si vuelves a verlo llama a la policía estatal, Cindy.
Cohle dejó los billetes a los pies de la sorprendida joven, quien contempló cómo se alejaba raudo hacia la salida, sin entender aquello.
Rust había visto desde su posición a Sally correr hacia el exterior con demasiada premura, y aquello no podía ser nada bueno, aunque esta vez nadie la seguía.
Al salir al aparcamiento, pudo ver a la morena con las manos apoyadas sobre el capó de la camioneta. Parecía respirar aceleradamente, tratando de calmarse.
-¿Estás bien, Sally?
La mentada se giró abruptamente al sentir aquel toque en el hombro, asustada y nerviosa hasta contemplar a su compañero. Él enseguida preguntó qué había pasado, alejándose un paso para no avasallarla ante la escasa distancia.
-Encontré a un tío que conocía a Marnie, habitual por aquí desde hace tiempo. Nada es gratis en la vida, así que quería pasárselo bien un poco por hablar, y ha empezado a sobarme... Entonces ha venido de nuevo esta puta ansiedad y el miedo, porque, joder ¿a quién voy a engañar? Soy débil, no estoy bien, ni preparada para nada de esto, y ya ni siquiera soy capaz de fingir o dominar esto, Rust...
El hombre se acercó al ver que su ansiedad se acrecentaba y le cortaba la respiración, y sujetando su rostro la obligó a mirarle fijamente para hablarle.
-Tienes que relajarte, Sally. Ahora estoy contigo, no pasa nada; respira despacio. Han sido muchas cosas en poco tiempo, pero estarás bien porque eres fuerte, ¿vale? Sé que podrás hacerlo, tú también: si no, no lo diría, ya lo sabes.
Ella trató de asentir y reponerse, pero las lágrimas resbalaron por su cara a pesar del esfuerzo, y pasó a ocultarlo enterrando el rostro en el pecho de Rust, abrazándolo en silencio. Enseguida notó como él la envolvía con lentitud, respondiendo a su gesto sin romper el silencio.
