Capítulo 38
El sol ocupaba la parte más baja del horizonte cuando el coche de Sally entró en Shreveport, tras un viaje algo más largo de lo normal.
La pareja apenas había intercambiado palabras en el trayecto. Ella estaba demasiado enfrascada en sus pensamientos, y Rust era plenamente consciente de ello, sabiendo que estaba más que ocupada en enfrentarse a sus miedos ante la inminente oleada de monstruos del pasado que tendría que combatir al llegar.
Sally no estaba preparada para afrontar todos los recuerdos y el dolor que le provocarían; estaba aterrada, y por ello el rubio había estado observando cómo la morena había conducido demasiado lento la mayoría del tiempo, pero no dijo nada. Sin embargo, ya no podía retrasar más lo inevitable.
El coche se detuvo suavemente en un barrio de casas de mediano tamaño, donde algunos vecinos paseaban o salían a sus jardines ante la puesta de sol.
La mujer se atrevió a despegar la mirada del volante, llevándola a la casa ante la cual había aparcado; su antiguo hogar, de fachada blanca algo destartalada tras el paso del tiempo y el nulo mantenimiento. Sally tragó saliva y habló, luchando porque su voz fluyera.
-Tengo que ir a buscar las llaves a casa de mi vecina.
-Te esperaré aquí; iré sacando las cosas. -Agregó el expolicía con calma, vislumbrando en su mirada aquella necesidad de unos momentos en soledad.
Ella asintió con falsedad antes de salir del vehículo, pasándole las llaves al rubio antes de alejarse hacia la casa anexa a la suya, de fachada crema y muchas plantas alrededor.
Sally podía sentir la rigidez en cada uno de sus músculos mientras caminaba, a la par que el nudo de su garganta amenazaba con asfixiarla. No obstante, la joven luchó por centrarse en su respiración y no pensar, llamando al timbre.
-Sally, cariño. Qué alegría verte. -Saludó la anciana en cuanto abrió; una mujer encorvada de melena blanca recogida en un moño.
-Hola, Rosalie, lo mismo digo; ojalá fuera en otras circunstancias.
Ambas se abrazaron con cariño, manteniendo un breve silencio hasta que se separaron, y la anciana habló de nuevo.
-Lo siento mucho, cariño ¿Cómo estás? No deberías haber conducido.
-Estoy bien, Rosalie. Si no hubiera salido al momento, no sé si hubiera sido capaz luego.
-Bueno, tranquila; estoy aquí para ayudarte, cariño, en lo que necesites. Me he encargado de llamar a la funeraria; el seguro que le tenías contratado se hace cargo de todo lo básico, así que no hay que pagar nada extra. Me he encargado de elegir las cosas, no sé si tú querrías haberte ocupado…
-No, no; has hecho bien, demasiado, como siempre. Muchas gracias, Rosalie, no sé cómo podré agradecerte todo. -Murmuró con dificultad, haciendo que la mujer la cortara.
-No pasa nada, cariño, tranquila. El entierro será mañana por la tarde, y el velatorio por la mañana, en el tanatorio de la carretera del sur.
-Vale, pues mañana si quieres vamos en mi coche a las 10.
-Claro, cariño. Ahora intenta descansar un poco. Necesitas las llaves, ¿verdad? Pasa, pasa. Toma algo antes de irte. -Agregó, amagando con pasar dentro, pero la camarera intervino rauda.
-Rosalie, no he venido sola… así que si no te importa dejar para mañana después del funeral todo el reencuentro, te lo agradecería.
-Oh, claro, claro; sin problemas. ¿Quién es él? No me habías contado que tuvieras un novio. -Dijo mientras se asomaba desde su umbral, contemplando a Rust en la lejanía, pasando a sonreír pícaramente.
-No es mi novio; Él y yo… es uno de los detectives que me ayuda; fue uno de los policías que llevó el caso del loco aquel de las chicas con cuernos y eso en los 90.
-Oh, sí; lo recuerdo. Bueno, cariño; mañana ya haremos las presentaciones, entonces. Dame un segundo y te doy las llaves.
La anciana se adentró en el hogar, haciendo que Sally emitiera un sonoro suspiro al estar sola, llevándose la mano a la frente mientras se giraba para contemplar al rubio fumando, ajeno a lo que sucedía.
-Toma, Sally; aquí están. Si necesitas cualquier cosa, estoy aquí mismo, cariño.
-Lo sé, muchas gracias, Rosalie, de verdad. -Susurró a la par que la abrazaba con ternura, sonriéndola al volver a hacer contacto visual antes de despedirse.
La camarera caminó hacia Cohle, contemplando cómo él tiraba la colilla del cigarro, pasando a recoger del capó las bolsas de ambos ante la llegada de ella.
Ninguno dijo nada mientras caminaban lentamente hacia la puerta de la casa, parándose frente a ella tras unos instantes donde el tintineo de las llaves era lo único que se escuchaba cuando la morena trataba de encajarlas en la cerradura.
El hombre observaba como las manos de la chica temblaban, incapaz de controlar sus emociones ante la inminente entrada.
-Joder… -Murmuró Sally cuando las llaves se le cayeron. Rust intervino rápido, cuando ella las recuperó, tomándola de sus manos.
-Lo haré yo.
Rust abrió despacio, adelantándose a Sally para entrar en el pequeño recibidor, vacío de mobiliario salvo por una pequeña cómoda y un espejo. El hombre notó que la morena no se movió tras él, pero lo ignoró para dejarla ir a su ritmo, abandonando las mochilas en una esquina de aquel pequeño pasillo.
Cuando al fin ella entró al henchirse de valor y cerrar tras de sí, el rubio la siguió al salón con cocina americana, donde los pocos muebles tenían una fina capa de polvo.
Ambos contemplaron su alrededor con dedicación en la tarea, hasta que Sally susurró que iba a la planta de arriba, dejando a Rust observar las fotografías que descansaban en una estantería cercana: La mayoría eran de Jessica, y antiguas de la familia al conjunto, cuando el padre de las hermanas vivía y ellas eran pequeñas.
El expolicía caminó por la estancia, fijándose en aquellos detalles que hablaban del estado mental de aquella atormentada mujer; pastillas para dormir y botellas de alcohol vacías o a medio terminar por varios de los muebles. En uno de aquellos aparadores reposaban montones de fotos de la joven asesinada anunciando su desaparición, como recortes de periódicos de la época entorno al crimen.
El excesivo silencio tras la marcha de Sally alertó a Cohle, quien dejó de lado el examen de la sala para ir en busca de la morena, subiendo las escaleras con calma para no hacer ruido y molestar, pensando que quizás quisiera estar sola.
Tras pasar el dormitorio de matrimonio y una habitación vacía, Rust llegó al umbral de la última habitación, la cual parecía ser la de Jessica, intacta tras los años pasados.
La cama estaba desecha, y varias prendas de ropa reposaban sobre los pies de la misma, revelando que la madre de la camarera dormía allí.
-¿Sally?
La camarera no reaccionó al susurro del hombre, quien se adentró en la estancia para poder mirarla a la cara, encontrando que observaba fijamente una foto que sostenía donde salían ella y su hermana junto a su madre.
Al ver que estaba en shock, el rubio volvió a nombrarla a la vez que sujetaba su hombro con tacto, pero al no obtener respuestas aún así, llevó la mano diestra a su rostro, quitándole la fotografía.
Por el rostro de la morena empezaron a caer lágrimas silenciosas, hasta que no pudo evitar los sollozos al romperse por completo, haciendo que Rust la abrazara con delicadeza. No obstante, el camarero tuvo que sostenerla con fuerza al sentir que ella se abandonaba, incapaz de aguantarse de pie, arrastrada totalmente por el sufrimiento.
Con cuidado, el hombre se dejó caer hasta el suelo para quedar de rodillas y poder abrazarla mejor, juntándola contra su pecho sin decir nada, dejando que Sally drenara todo su dolor entre aquel terrible llanto que tanto había aguantado dentro.
