Hola :)
Buenas tardes a todos. Lamento el día de retraso que llevo, pero siendo sincera, no tenía claro dónde podía terminar el capítulo. Terminaba una escena como quería y decía, queda abierto, avanza un poco más y así consecutivamente. Es por eso que el capítulo es más largo de lo normal. Considéradlo una compensación al retraso de la semana pasada.
¿Qué esperar de este capítulo? R _ _ _ _ _ _ _ _ _ E S. ¿Son capaces de adivinar la palabra? Les prometo que es fácil.
Disfruten de la lectura, nos vemos en las notas finales.
Disclaimer: Los personajes de Naruto/Naruto Shippuden pertenecen a Masashi Kishimoto.
La trama, salvo la gran mayoría de los personajes, escrita es de mi pertenencia e imaginación. Se va a reportar cualquier señal o advertencia de plagio. Les pido respeto. Gracias.
Engendro del demonio
Sakura apagó la alarma de su teléfono, el cual se encontraba encima de la mesita de noche al lado de su cama. Shiro se movió de su postura a su lado, conociendo la rutina de cada mañana, se estiró por las patas delanteras poniendo el culo en pompa mientras bostezaba, para enseguida acercarse todavía más a su dueña y empezar a olfatearla para intentar despertarla.
La susodicha medio abrió los ojos cuando su perro le lamió el rostro un par de veces, por lo que le acarició el hocico, pero pronto esa mano volvió a caer con cansancio. Pronto el Akita usó su pata para tocar disconforme al ver a su ama volver a caer dormida. Tenía que hacer sus necesidades.
Con un gruñido que no era para nada de enfado ni nada por el estilo, le volvió a demostrar que él no era para nada un animal paciente. Pisando a Sakura como si nada para bajar de la cama, jadeando en lo que volvía a hacer uso de sus patas, intentó despertarla de nuevo con las mismas.
– Vale, vale… ya me levanto, su majestad. – musitó la ojiverde tras un bostezo junto una mirada inquisitiva por atreverse a despertarla.
– No te atrevas a quejarte si te despierto después para el paseo de la tarde. – la Haruno hizo una mueca viendo como Shiro hacía una leve pataleta con una de sus patas delanteras, junto a un ladrido no muy alto, replicando ante las palabras de su ama. Lo había comprendido perfectamente. – Tú empezaste…
El can pareció que hasta volteaba los ojos, por lo que cuando vio que su dueña empezó a incorporarse de la cama, caminó hasta la puerta metiendo la cabeza para abrirse paso en esta tranquilamente.
Levantándose de la cama, Sakura sintió que apenas no había descansado nada. Recordando lo sucedido con Sasuke el sábado. Hoy era lunes y por desgracia además de mala suerte, no había podido tener tiempo con el que pasar con él. Una sonrisa boba apareció en su rostro.
Técnicamente, Sasuke no le había pedido ser su novia… No obstante, la quería a su lado.
A cada rato…
Si eso no era decir alto y claro lo que uno quiere, no sabía lo que era. Sasuke no era de jugar con la mente de las personas.
Recordando el largo rato en el que ambos estuvieron abrazados, recobrando la sensación de sus brazos rodeándola y apretándola contra él, le entraron ganas de soltarlo nunca y que él hiciera lo mismo con ella. Se sentía demasiado bien. Todavía sentía ese olor que el pelinegro desprendía todo él. Se iba a volver adicta.
Mientras se cambiaba con ropa cómoda, escuchó a su perro resoplar después de volver a sacar la cabeza por la puerta, algo que le hizo querer voltear los ojos ante ese comportamiento. El animal se creía el princeso de la casa.
– Ya va, ya va… – informó ella mientras se quitaba la parte de arriba de su pijama con prisas para rápidamente no poder evitar soltar otro bostezo.
Primer día de exámenes de finales de semestre. Ahí empezaba la batalla entre todos los alumnos que luchaban por su futuro, no por cualquier beca. Por LA beca. Algo de lo que Sakura se llevaba preparando desde hace tiempo. Años. Tenía como objetivo, llegar a ganar. No llevaba siendo la mejor estudiante de todo el instituto por ninguna razón, esa beca, aseguraba una base para estudiar lo que ella se proponía para salir adelante sin que su padre tuviera que meterse en su vida, cosa de la que estaba harta.
Llegando al instituto mascando un chicle, haciendo burbujas cada x tiempo a la vez que caminaba con los auriculares puestos escuchando una playlist de música rock actual, no se sorprendió en encontrar a varios alumnos en muchas de sus aulas dando un último repaso a la la primera asignatura de la cual sería su primera prueba. Optó por no ir a la biblioteca, estaba segura de que estaría llena de estudiantes de su mismo año, si quería estar tranquila y concentrada, lo mejor sería quedarse en su aula y no moverse de allí.
El primer periodo iba a ser el más tedioso, ciencias, historia, filosofía y matemáticas. Las cuatro peores asignaturas para los de este curso, ya que estas eran instruidas por los profesores más duros del campus. Orochimaru, Asuma, Kakashi e Ibiki. Sobre todo los dos últimos, quienes parecían disfrutar haciendo preguntas para que los alumnos desarrollaran lo que habían aprendido. El primero quería no solo conocer la vida de los filósofos, sino que explicaras lo que estos planteaban con sus pensamientos lo mejor posible, con muchos detalles y metáforas. En cambio Ibiki, sus torturas eran los ejercicios y problemas con los que llevabas más de cinco minutos en resolver, peor si es que se te daban mal. La mayoría de los exámenes de este hombre eran casi imposibles de terminar, pero ella estaba mentalizada y preparada para ello.
Todo iría bien.
Antes de adentrarse en el aula, se quitó los auriculares con lentamente, bajando su libreta de apuntes pasivamente se quedó quieta cuando escuchó gritos provenientes del aula. Caminando hacia las ventanas que dejaban visible el aula, alzó las cejas cuando vio que se trataba de Sai e Ino.
– ¡Estoy cansado de que trates a Karin de esta manera! ¿Me escuchaste? ¿Qué te pasa por la cabeza para actuar así locamente? ¿Para tratarnos de esa manera, Ino? – manifestó Sai denotando enfado con su mirada hacia la Yamanaka, la cual no terminaba de creer esa osadía por parte del pelinegro.
– Esto, saliendo de la boca del tío que me MINTIÓ en toda la jeta… – sostuvo Ino aguantando las lágrimas, esforzándose para mantener una expresión igual de seria.
– ¿Vas a intentar culparme otra vez, ahora? Menudas agallas tienes, Ino… No eres más que una tóxica de narices, soy yo el que quiere que te mantengas lejos. – escupió con sorna y recelo el Shimura. – Así que deja de exagerar.
Sakura reconoció al instante que esa no era la actitud usual de Sai en absoluto, por lo que debía suponer que algo le había molestado. No entendía nada. Se sintió mal cuando vio a la rubia soltar una lágrima mientras guardaba silencio para rápidamente apartarse de Sai y caminar hacia la otra puerta del aula a paso rápido. La pelirrosa no pudo evitar arrugar el ceño viendo ese destello malévolo y de carencia de empatía en el rostro del muchacho, parecía incluso complaciente con esas palabras, las cuales parecían tener toda la pinta de haber sido expulsadas para eliminar toda la culpa y responsabilidad de sus acciones. Era algo que había visto a menudo con personas "cercanas" a ella, él una de ellas.
Las pocas personas presentes en el aula empezaron a hablar entre sí, claramente incómodos. Cuando la ojiverde regresó la mirada a Sai, notó como este regresaba a su pupitre tranquilamente. Haciendo otra burbuja con su chicle, fue entonces que la pelirrosa ingresó a la habitación, acaparando la atención de todos, por lo que entró en silencio y rápidamente se dirigió hacia su pupitre, en lo que terminaba de liberar sus oídos de los auriculares.
No estaba conforme con esas palabras por parte del Shimura y por más que tuviera unas ganas remotas de bajarle de esa nube llena de narcisismo y carencia de emociones, ella y Ino, junto con el resto… seguían sin hablarse más que lo necesario.
Aun así, estaba cansada. Sí, era costumbre que la gente cruzara sus límites haciéndola enfadar, pero francamente cada vez se sentía con menos ganas de guardarle rencor a la Yamanaka. ¿Debía pasar página? Conociendo a Ino, que no le contara lo de Hinata, a pesar de dolerle mucho y sentirse traicionada, esas acciones no dejaban de ser típicas de alguien que tenía la vena sobreprotectora con las personas que le importan. Lo hacía con Shikamaru y Chouji, lo había hecho con ella en muchas ocasiones… Echaba de menos a su mejor amiga…
Tomando una decisión, agarró su teléfono para empezar a escribirle un mensaje a Temari y a las demás sobre lo ocurrido. Le parecía que eso era lo correcto en ese momento. Ya partiría desde ahí. Cruzándose de piernas para intentar aparentar despreocupación, intentó concentrarse en releer sus apuntes que ya se sabía de memoria.
Pasaban los minutos, quedaba poco rato para que sonara la campana de inicio de clases. La puerta de la habitación se abrió dejando paso a Naruto, seguido de Sasuke. El primero hablaba de quien sabe que cosa mientras que el último parecía estar escuchando las palabras de su amigo en silencio.
Ambos mantuvieron la mirada fija entre ellos en lo que el Uchiha andaba hasta su mesa, la pelirrosa no pudo evitar jugar con el labio inferior de su boca observándolo detenidamente, sin poder evitar que una imperceptible sonrisa apareciera en sus labios mientras apartaba la mirada. Esa afilada mirada ónix le provocaba cosquillas en su bajo vientre.
Sasuke estaba en las mismas, la mirada gatuna de la pelirrosa despertaba sensaciones en él. Era algo que ahora ya no iba ni a plantearse en ignorar, obviamente… pero, debía controlar esas irremediables ganas que tenía de volver a estar cerca de ella una vez más. Ya habría tiempo.
La puerta del salón volvió abrirse para dejar paso a la profesora Orochimaru, quien estaba por cerrar la puerta cuando Ino junto a las demás, llegaron corriendo justo a tiempo sin tener que permanecer afuera sin oportunidad de realizar el examen.
Dentro de su estuche, donde escondía su teléfono que estaba en modo silencioso, la Haruno pudo leer un mensaje proveniente de Temari, en el cual le daba las gracias.
– Bien… – reflexionó ella mirando como Ino se secaba con la palma de su mano su desmaquillado rostro a diferencia de como otras veces. Echando una última mirada encima de Sai, cerró el cuaderno de su mesa, fulminándolo levemente con la mirada.
– Libros, cuadernos, todo fuera de la mesa. Solo quiero ver un bolígrafo ahí. Separad más las mesas. – ordenó Orochimaru dejando su maletín lleno de folios en su mesa de trabajo tranquilamente, en lo que casi todo el mundo se levantaba para cumplir con el pedido, la profesora de ciencias paseó su mirada alrededor, mirando a varios alumnos. Por lo que no dudó en cambiar de sitio a varios para evitar chivatazos. – Uzumaki, tú harás el examen en la mía.
– ¿Por? – habló el mencionado extrañado, temiendo por la prueba ya que no iba a poder recibir ayuda de cualquiera de sus amigos como en otras ocasiones.
– Ya sabes el por qué, así que no me hagas repetir, a no ser que quieras directamente suspender todo el primer trimestre. – informó la mujer mientras dividía las hojas de examen por el número de mesas en fila y las repartía. Algunas risas burlonas se escucharon, logrando que el rubio hiciera un mohín avergonzado en lo que se dirigía a donde se le pedía. – El primero que hable o lo intente, suspende. Ese es el único aviso que les voy a dar en toda la hora. No hay opción a preguntas ni pausas para ir al baño. Comiencen.
Cuarenta minutos más tarde, Sakura apretó el botón de su bolígrafo para cerrar la bolilla del mismo con el pulgar, tras dar el último repaso a la hoja de examinación. Por lo que tras dejar el objeto encima de la hoja se recostó en su silla con tranquilidad.
Desde su asiento, observó a Ino, que parecía llorar en silencio durante la prueba, para seguidamente pasar su mirada en Naruto, que parecía intranquilo en la mesa del profesorado, sufriendo por lo que tenía que desarrollar en la hoja. Estaba claro que no se había mentalizado y preparado para la misma, a diferencia de Sasuke, quien se encontraba concentrado escribiendo en la suya.
– ¿Ha acabado ya, Srta. Haruno? – indagó en voz baja la profesora, algo sorprendida de verla quieta y sin escribir. Los alumnos que rodeaban su pupitre se asombraron al ver que evidentemente así era. Un compañero de clase se quedó boquiabierto al ver la cantidad de letra escrita en las hojas y lo comparó con el suyo cuando la profesora Orochimaru agarró la hoja para empezar a leerla mientras se alejaba de ahí. – Repasa para la siguiente asignatura, entonces.
Un coche rojo aparcó frente la puerta del instituto, del asiento del conductor salió una mujer rubia vistiendo traje de pantalón y blusa escotada color beige y blanco, maquillada aunque los ojos estaban tapados por unas gafas de sol de marca. Seguida por otra mujer de cabello negro corto vistiendo un atuendo familiar, aunque con falda y de color negro.
– Señora Tsunade, vamos tarde. – informó Shizune cerrando la puerta del coche dejando que la dueña del vehículo lo cerrara pulsando el botón de la llave como si nada.
– ¿Y? Hiruzen puede irse a la ñonga, siempre hace lo mismo. Quiere hablar conmigo en persona a sabiendas que estoy fuera del país constantemente y por una vez que tengo dos semanas de vacaciones, me hace venir a su preciado instituto lleno de pubertos… ¿No le habrás chivado mi calendario verdad? – la morena a su lado escondió los labios con terror y se mantuvo callada siguiendo a su jefa. – ¿Shizune?...
– Para nada… – mintió incómoda aferrando la agenda con los quehaceres de la Senju. Si ésta se llegaba a enterar no quería imaginar los gritos que iban a llegarle.
En la entrada del edificio, suspiró con molestia y hastío a la vez que se quitaba las gafas, mirando a su asistente personal y aprendiz con sus ojos avellana, guardó el objeto en su mano dentro de su bolso de edición limitada.
– Bien, veamos qué quiere ahora el viejales… – habló la rubia soplando con aburrimiento empezando a entrar con seguridad por la puerta, calzándose unas zapatillas de interior para invitados junto a Shizune y seguidamente abrirse paso hasta la sala de profesores y la oficina del director, donde le esperaba su ex tutor. Se sabía el camino de memoria, ella también había estudiado ahí hace años.
– Señora Tsunade, fue su tutor… – respondió Shizune temerosa de la respuesta.
– ¡Deja de llamarme Señora! – riñó Tsunade con cierto recelo, odiaba que la trataran de la tercera edad. Se seguía viendo joven.
– ¡Sí, señora!, digo… Perdón. – la fea mirada que le envió la senju le puso los pelos de su nuca en punta. – Me callo.
Tsunade no hizo más que suspirar con cierta molestia. Podría estar en Macao ahora mismo de no ser por el inoportuno de Sarutobi, siempre le jodía en muchos de sus días libres, que eran pocos. Instantes después de entrar a la sala, habiendo acaparado la atención de casi todos los de dentro.
– Vaya, vaya… Reconocería esa figura y cabello en cualquier parte del mundo. – comentó una voz a sus espaldas. Una que Tsunade conocía demasiado bien, por lo que detuvo su andar.
– Sr. Goketsu. – dijo Shizune a la vez que se inclinaba con respeto ante él, el hombre le miró de arriba abajo, apreciando su figura.
– ¿Te has perdido, Jiraiya? Esto no es un burdel… – criticó la rubia estudiando de arriba abajo su ex compañero de clase de años atrás.
– Tan encantadora como siempre. – respondió Jiraiya, maravillado de ver la prevaleciente belleza de la Senju, que se apreciaba con el vino. Ibiki y otros miembros del personal que les escuchaban no pudieron evitar soltar algunas risas ante el comentario de la mujer. – Trabajo aquí.
– Tú… ¿Aquí? ¿Otra vez? – comentó escéptica Tsunade sin poder creer ese nuevo detalle.
– Claro, como profesor de literatura japonesa y extranjera. Siempre ha sido un pasatiempo al que me dedico a la vez que escribo mis libros. – presumió Jiraiya con orgullo delante de la mujer que seguía amando en secreto. En eso que esos dos hablaban, Shizune se acercó a la recepcionista para decirle que el director les esperaba. – Orochimaru también está de profesora aquí.
– Pobres críos… – comentó la Senju tras varios segundos después, sin poder llegar a creer lo que escuchaba, disfrutando al ver como se le quitaba la sonrisa de la cara al hombre frente a ella.
– ¡Ei! – se quejó con cierta molestia e indignación el escritor, Tsunade no dejaba desinflarle el ego con lo que fuera.
La puerta del despacho se abrió y de la habitación salió el subdirector Danzou, quien tras ver a la rubia arrugó la frente y negando con la cabeza, caminó a su ritmo hasta su despacho y cerró la puerta con obvio desdén.
– Danzou Shimura… ¿Esa sanguijuela sigue viva? Lástima. – denigró Tsunade libremente en su mente. Repudiaba ese hombre con todo su ser. Machista, misógino, clasista, racista y mucho más. Conocía demasiado bien sus intenciones, llegar a ser director del campus. Estaba obsesionado con ello, conocía y había vivido los propósitos del pelinegro. Que Sarutobi hubiera sido el elegido de nuevo después de su predecesor, Minato Uzumaki, quien falleció lamentablemente hace años junto a su mujer, no le gustó en absoluto y seguía con intenciones de robarle el puesto en el momento que pudiera. – El muy testarudo…
Segundos después, Hiruzen abrió la puerta de su habitación para invitar a pasar a las recién llegadas en su despacho, indicando a la secretaría que preparara te.
– ¿Cómo te va en Singapur, Tsuna? – empezó Hiruzen tomando asiento en uno de los sofás de su despacho, invitando a ambas mujeres a imitarle en el otro frente al mismo.
– Mucho trabajo, muchos enfermos, pocos días de descanso, lo mismo de siempre… – respondió ella dejando la americana y el bolso a su lado. – Veo que este lugar no ha cambiado nada desde la última vez que lo visité.
– De eso hace más de veinte años, ¿Nostálgica? – bromeó el anciano aferrando ambas manos en el soporte de su bastón, recto entre sus piernas, tocando el suelo. Su sonrisa se agrandó al ver como la Senju se alzaba de hombros.
– ¿Por qué me citaste? – interrogó Tsunade queriendo terminar la reunión cuanto antes, tenía un avión que tomar.
– Me sorprende que no tengas una ligera sospecha a estas alturas, teniendo en cuenta que dentro de poco más de un mes es mi aniversario. – contestó él cerrando los ojos con serenidad. – Ha llegado la hora, Tsunade.
– ¿La hora de qué? – quiso saber ella cruzándose los brazos, no le gustaba el camino que estaba tomando esta conversación.
– De que tomes mi puesto como directora de este centro. – dictaminó con firmeza el anciano, mirando fijamente ambas mujeres sin un ápice de broma en su tono de voz.
Tsunade tomó aire con seriedad, manteniéndose callada, devolviéndole la mirada a su antiguo profesor y tutor con seriedad, en lo que Shizune miraba preocupada a la rubia a su lado.
Sakura miraba despreocupadamente su teléfono sentada bajo la sombra del manzano del patio del campus a la vez que daba un sorbo desde la pajita del zumo que sujetaba con la otra mano.
Dando un like a un video de Shino en Instagram, en la que salía Hana bailando, no pareció darse cuenta de que Sasuke se sentó a su lado, asustándola sin querer, aunque pronto se le iluminó el rostro al verle.
– Hola. – musitó ella colocando un mechón de su melena detrás de su oreja. – ¿No vas con tus amigos, hoy?
– Toma. – dijo el pelinegro entregándole una pequeña bolsa de cartón que la Haruno no dudó en tomar y mirar el contenido dentro. Dangos con sirope, su favorito. No pudo evitar sonrojarse con el detalle.
– Gracias… – respondió ella sacando el primero de los cinco pinchos que sostenían el dulce. Antes de empezar a comer, ella se fijó en cómo él no parecía traer almuerzo, como solía hacer a veces. Mirando a su bento, Sakura le ofreció el suyo que contenía variedad de alimentos condimentados. – Termínate el mío, si quieres.
El pelinegro no dudó en aceptar el manjar en silencio, le apetecía comer de nuevo la comida de Sakura, por lo que no iba a desaprovechar la oportunidad. La pelirrosa parecía cocinar bien. Tomando los palillos de ella tranquilamente, metió el restante pedazo de lo que tenía pinta ser tamagoyaki, saboreando el gusto a cebolleta y cangrejo, para después disfrutar del rebozado de maíz que acompañó con algo de arroz condimentado. Tenía un toque salado, pero no de manera exagerada.
– ¡Aloha, Sasukin! ¿Qué tal Haruno? ¿Cómo lo llevas? – saludó Suigetsu invadiendo su burbuja de nuevo como si nada, sentándose al lado de la pelirrosa, la cual solo parpadeó ante ese saludo extrovertido, mientras masticaba la mitad de la primera bola de dango. Cuando el albino bajó la mirada a la comida que Sakura sostenía en su mano, no pudo evitar salivar un poco. – ¿Me das uno?
– No. – respondió ella rápidamente de manera adorable mientras le miraba inocentemente a la vez que masticaba disfrutando del sabor.
– ¿Qué comes, tío? – quiso saber el Hozuki mirando como un cachorro hambriento a Juugo, que masticaba un enorme bocadillo de atún y mayonesa.
Él por desgracia se había dejado monedero y almuerzo en casa, por lo que no tenía de lo que comer y le daba cierta cosa pedirle prestado algunas monedas para comer algo. Sus tripas sonaron, lamentándose mentalmente por haber sido torpe y despistado el día en que tenía que hacer más uso de sus neuronas.
– Aish, me voy a morir de hambre… – se lamentó con exageración tumbándose en el césped bajo el árbol, frente al grupo quienes siguieron comiendo tranquilamente.
– Dramático… – comentó burlón Juugo con una sonrisa antes de dar otro mordisco a su comida, obteniendo una mueca de berrinche por parte de Suigetsu.
– Toma. – terminó por ofrecer Sakura tras cambiar de opinión, viendo que el muchacho tenía hambre de verdad, logrando que este se incorporara con prisas mediante un impulso, observando la oferta fijamente.
Suigetsu aceptó el alimento lentamente ante la atenta mirada de la Haruno que contenía una sonrisa amigable, que le transmitió paz, por lo que se la devolvió. Dejando el dango encima del papel alval de Juugo, tomó la mano de ella con las suyas.
– Dios te bendiga por esa bondad tan bondadosa y que te lo devuelva con la más bondadosa de las bondades… – entonó con voz dramática a la vez que colocaba una mirada seria frente a todos los presentes tras toser un par de veces. Sakura no hizo más que inclinar la cabeza extrañada a la vez que alzaba una ceja, escuchando el discurso en silencio.
– Que no te extrañe, es así a cada rato. – explicó Juugo mirando a su amigo hacer un numerito frente a la amiga de Sasuke. Sakura solo les sonrió ante esas palabras para seguidamente, antes de que Sasuke tuviera que tomarle del brazo o apartarla del Hozuki, apretó con fuerza la mano del albino sorprendiéndolo mucho. Sintió los dedos de su mano tronar debido a la presión del agarre.
– Pero mujer… ¿Qué es lo que comes? ¿Titanio, Hierro? ¡No te rías, Sasuke! – se quejó Suigetsu sacudiendo la mano que se había quedado dormida y entumecida. – Ni la loca tiene tanta fuerza…
– ¿Es ella tu novia, Sasuke? – comentó Juugo de la nada sin borrar la sonrisa de su rostro ante lo que acaba de suceder. Había percibido la expresión algo molesta y vigilante que le dedicaba a esa sujeción de manos. No había pasado por alto que cada vez que esa muchacha estaba cerca, su amigo era atento con ella. Era una faceta que no le había visto tener con nadie.
Sakura le miró y no pudo evitar sonrojarse apartando la mirada hacia su regazo, algo que le hizo sonrojarse él también solo que menos notorio.
– ¡Aaaah~! Pillín… Así que es ella, ¿eh? – insinuó con rintintin en su voz alzando las cejas varias veces para seguidamente golpear al Uchiha con una mano en el hombre de él.
– ¿Desde cuándo? – indagó Suigetsu moviendo sus hombros hacia delante y atrás intentando parecer coqueto y adorable. Cuando nadie le respondió relajó su postura con desgana e hizo otro mohín. – Oh, venga ya… Guardaré el secreto, no se lo diré a nadie.
– ¿Decirle a nadie el qué? – cuestionó Naruto apareciendo de la nada acompañado de Sai. Sasuke y Sakura se miraron en silencio, comprendiendo mútuamente que debían encontrar el momento adecuado para que el primero se enterara de lo suyo. Antes de que Suigetsu abriera la boca para hablar y decir según qué, Juugo fingió toser varias veces mirándole además de negar con la cabeza, esperando que entendiera el mensaje, solo logró que este le pasara un poco de agua mirándolo raro.
Naruto, todavía de pie, quiso sentarse al lado de Sakura, intentando hacerse un sitio entre ella y Sasuke, pero el pelinegro no se dejó sin apenas moverse, ignorando la persistencia del rubio.
– Siéntate a otro lado, ¿Quieres? – se quejó el Uchiha, la torpeza mezclada con la tozudez de su amigo casi conseguían que el almuerzo que le dejó Sakura cayera al suelo debido al impulso, pero la razón principal era que estaba ya harto de su comportamiento.
El rubio colocó la mandíbula inferior más adelante, haciendo una mueca a la vez que rechinaba los dientes con molestia. Terminó por sentarse en frente a ellos dos.
– ¿De qué hablaban? – volvió a insistir Naruto haciendo que la Haruno optara para agachar un poco la cabeza y así mirar al suelo, mordiendo otra bola de dango en silencio ante la atenta mirada del chico frente a ella.
– Suigetsu pedía las preguntas del examen de Kakashi… – respondió Sasuke con seguridad, sin importarle que eso resultara ser una mentira por toda la cara. Juugo se rascó la cabeza incómodo mirando al albino a su lado recordando las escenas del rubio con la muchacha, igual que Suigetsu quien apartó la mirada ante el drama, quien cuando el Uzumaki colocó la mirada en él, simplemente se alzó de hombros.
– Yo te las diría, pero es que me eché la siesta matutina en medio de la clase… – se burló Uzumaki riendo y mostrando una flamante sonrisa, Sakura de pronto le miró y sonrió levemente ajeno que eso no significada nada más que una expresión entrañable ante su usual comportamiento divertido, toda la clase había tenido que aguantar como pudo la risa debido sus ronquidos.
– Es de las pocas cosas que se te dan bien… – afirmó con ironía y sarcasmo a la vez el Uchiha, dando a entender que le insultaba, definiéndolo como un inútil. Naruto no hizo más que torcer la boca ante ese innecesario comentario por parte del pelinegro.
– ¡Naruto, Sai! ¡Uchiha!– gritó Shikamaru desde la lejanía, al borde de la zona libre para jugar al fútbol, mientras Chouji sujetaba una pelota entre su brazo y costado. Kiba, Lee, junto otros compañeros de su salón parecían querer jugar a un partido, antes de tener que volver a los exámenes. – ¡¿Os apuntáis?!
– Gracias. – comentó Sasuke cerrando con la tapa el bento que se había terminado y se lo tendió de nuevo a Sakura, quien le sonrió de vuelta y le musitó un –De nada– despreocupado, Naruto miró extrañado la interacción.
– Maldito afortunado… – mirando como el pelinegro parecía haber logrado probar la comida preparada por la pelirrosa, Sasuke se encontraba ignorándolo abriendo su lata de refresco y dando un largo sorbo.
– Ahí estáis, ¿por qué no me escribisteis diciendo que os encontráis aquí? – dijo Karin acercándose por la espalda de Sasuke, Suigetsu no pudo evitar resoplar con desgana ante su presencia al ver que esta se sentaba con ellos.
– Me apetece ese partido, ¿Juugo, Sasuke? – propuso el Hozuki mientras mordía el palillo del dango entre sus dientes, levantándose del suelo. El de cabello naranja negó con la cabeza, apenas sabía jugar bien a ello, en cambio Sasuke accedió y mientras se levantaba, le tendió la lata sin terminar a la Haruno, ofreciéndole un sorbo.
Sasuke ignoró como si nada a la pelirroja situada a una leve distancia de él desde que apareció, hasta que al mirarla, enfrió su expresión y sin decirle nada, bajó de la leve colina, de donde se acercó, junto a Suigetsu, hacia el grupo de chicos, quienes ya estaban dividiéndose en equipos.
Naruto aprovechó para colocarse al lado de la Haruno, algo que a ella no pareció importarle, porque mientras daba un sorbo de la lata, se distraía mirando por las redes sociales de su teléfono. Tras un par de minutos mirando a los chicos empezar a jugar, el Uzumaki quiso intentar entablar algún tipo de conversación.
– Ayer conocí por primera vez a tu padre, Sakura… Igual que a tu hermana. – empezó el rubio con una sonrisa, la mencionada posó sus ojos verdes en él. Consiguiendo acaparar su atención.
– Hermanastra, querrá decir… – pensó dando otro sorbo del refresco, pillando infraganti la furibunda mirada que la pelirroja le dedicaba brevemente a la vez que pasaba sus ojos de ella al objeto en sus manos varias veces. – Ah…
– Ya lo sé. – respondió ella como si nada, apartando todo el cabello de sus hombros y volviendo a colocar, con una misma mano, los mechones rebeldes de su flequillo, detrás de sus orejas.
– Me cayeron bien, tú y tu padre os parecéis… – manifestó con alegría, habiendo olvidado completamente lo dicho ayer en la fogata, a diferencia de los demás, también sin recordar lo que le dijo Sasuke no hace mucho.
– ¿No dijo esa estúpida rubia con la que tenías algo que su padre la había abandonado o algo por el estilo? – se burló Karin levantando retadoramente una comisura de sus labios sin importancia. Juugo arrugó la frente con decepción ante ese comentario innecesario.
Conteniendo su ira, a sabiendas de que habían vuelto a hablar a sus espaldas sobre algo privado libremente y que había sido Ino, ni más ni menos, la Haruno guardó silencio y regresó la mirada a su teléfono.
– Puedes ahorrarte las burlas, querida… Porque cuando vienen de una robanovios que se va con el primer tío que se parece a Sasuke en algo, después de ser rechazada minutos después. – comentó Sakura cerrando los ojos ante semejante atrevimiento por parte de la pelirroja. – Sí que sobrepasa los límites de lo ridículo.
– ¿Qué ¡¿Ridícula?! – amenazó Karin herida ante su comentario, Sakura simplemente soltó una risita que logró molestar a la Uzumaki todavía más. Se quedó callada cuando unos segundos después, la Haruno le respondió con un sí, bien sonriente.
– ¿Estúpida rubia? Para tu información, no le llegas ni en la suela de los zapatos a Ino, porque para enrollarte con un idiota como él… – informó la pelirrosa señalando a Sai mientras se incorporaba de su postura para poder alejarse de ahí. – En fin…
– No me conoces de nada, zorra embustera… – insultó Karin cada vez más harta del trato de los demás hacia ella, justificando sus acciones. Naruto arrugó la frente ante esa forma de hablarle a la Haruno.
– Oh, Oh no… ¡Me ha insultado! – se indignó Sakura abriendo la boca y colocando una mano frente a la misma falsamente para seguidamente quitarla y cambiar a una expresión de burla mirándola de arriba abajo sin nada de timidez ni miedo, poniendo los ojos en blanco, ¿Dónde había escuchado eso antes? Karin solo pudo apretar las manos con furia abriendo los ojos molesta mientras la observaba fijamente ante esas humillaciones. – ¿De qué presumes? Si no pareces darte cuenta de lo que se dice de ti a tus espaldas, a fin de cuentas… Sai no es el primero, ¿verdad? Kanako me dijo que te mandara recuerdos…
Kanako Wada, su archienemiga desde principios de instituto. El odio entre las dos era mutuo, pero cuando ella se enrolló con el chico de la morena, que también era pelinegro de ojos oscuros afilados bastante apuesto, no dudó en intentar captar su atención. Algo que no había salido a la luz en su instituto hasta la fecha, ni Sasuke, junto a los demás sabían de eso, pese los rumores que circulaban.
– Sakura… – avisó Sai con enfado tomando esas palabras personalmente, observando como Karin tenía los ojos llorosos y le temblaban los labios.
En eso las chicas, quienes salían de la cafetería por la puerta, pasaron cerca y empezaron a escuchar atentamente. Ino tragó saliva incómoda, pero no menos curiosa. Junto a las demás se acercó para poder escuchar lo que se decía. Temari colocó sus manos en los hombros de la Yamanaka a modo de apoyo a la vez que Tenten le tomaba el brazo con la misma intención. Hinata se quedó cerca, colocando la mirada en Naruto, quien la mantenía fija en la Haruno. Nada sorprendente.
– Cállate. – le interrumpió la ojiverde descansando su vista en él, mirándole con desagrado y cruzando los brazos decididamente, volteando todo su cuerpo para encararlo directamente, pasando a ignorar a la prima de Naruto. – ¿Quién crees que eres para tratar a Ino de esa manera, pedazo de escoria? ¿Te atreves a culparla a ella de ilusionarse cuando pudiste perfectamente decirle que te empezó a gustar esta de la nada? Fuiste tú el que decidió actuar por la espalda, tú eres el tóxico de mierda aquí Shimura.
– Eres igual que el misógino y cretino de tu abuelo. – afirmó convencida Sakura, molestando severamente a Sai. – No vuelvas a tratar así a mi amiga ni a nadie ¿Me entendiste? O se repetirá lo de la otra vez y no te imaginas cuanto lo llevo esperando, Sai.
Sintiendo algunas miradas curiosas en ellos de los pocos estudiantes que se encontraban fuera, Sai, avergonzado y puesto en el punto de mira, optó por guardar silencio y bajar la mirada de desprecio que mantenía en su rostro, la cual intentaba disimular con dificultad hasta que finalmente se giró, deteniendo su andar al toparse con la mirada fría de las chicas. La helada expresión de Ino le hizo sentir insignificante, algo que hace apenas unos días parecía ser totalmente lo contrario, hasta que finalmente tragando saliva con disconformidad, empezó a marcharse.
La pelirrosa mirando por unos segundos la espalda del Shimura, no dudó en mirar a las chicas, concretamente a la rubia, que la miraba como queriendo decirle algo. Parpadeando un par de veces para salir del trance, seguidamente suspiró para calmar su estado de ánimo, regresó su vista hacia Karin y le dedicó una sonrisa forzada para finalmente acercarse a ella solamente un paso y se inclinó a su altura.
– ¡Ei! – llamó su atención la pelirrosa chasqueando los dedos una vez frente la cara de la Uzumaki quien la miró tragando saliva. – Métete conmigo todo lo que quieras si tan aburrida estás, pero te burlas de mis amigas de nuevo y te haré lamer las canchas de tenis hasta que queden bien limpias…
Tras agarrar la bolsa con los dangos restantes del suelo junto a la lata que le dio Sasuke, la cual no se terminó, colocó esta en la mano de Karin.
– ¡! – La susodicha no pudo evitar mirar sorprendida al objeto de su mano, para seguidamente mirar con extrañeza a la Haruno, que le sonrió con burla.
– Es lo único que voy a compartir. Tómala, te has pasado mucho rato mirándola desde que Sasuke me la regaló. – finalizó la ojiverde logrando provocar a la chica frente a ella con maestría, dejando claro con quien estaba Sasuke. No pudo evitar soltar un bufido de risa al ver que Karin apretaba la lata prácticamente vacía y la dejaba caer al suelo. Antes de voltearse para largarse de ahí, miró a Juugo, quien siendo su amigo, no optó en defenderla en absoluto.
– Panda de imbéciles… – pensó Karin enfurecida empezando a caminar, dándose cuenta de la presencia de las chicas, Ino y sus amigas, que la miraban con desprecio.
Los curiosos husmeando lo que habían presenciado, sacaron pronto sus teléfonos y empezaron a esparcir lo ocurrido. Sai Shimura era un tóxico infiel, Karin Uzumaki había sido rechazada por Sasuke Uchiha y se entrometía entre otras parejas para superarlo.
Cuando Naruto volvió a mirar hacia Sakura para darse cuenta que ya se alejaba con sus pertenencias, por lo que corrió tras ella.
– ¡Sakura, espera! – habló bien alto sin conseguir que la mencionada le hiciera caso.
Desde la lejanía, después de chutar la pelota hacia Lee, alzó la mirada y se topó con que su novia se alejaba con Naruto pisándole los pies mientras que Karin se iba en otra dirección. Algo había ocurrido.
– ¡Pero espera, Sakura! – pidió el Uzumaki andando con prisas tras la pelirrosa que se encontraba masticando otra bola de dango con molestia, saboreándolo a medias mientras intentaba calmarse cerrando los ojos a la vez que andaba.
– Estúpida embustera y cretina de mierda… – musitó su consciencia rechinando los dientes, ahora entendía el desgaste que había sentido la Yamanaka con la mera presencia de Uzumaki, cuando estos se lo proponían, eran cansinos.
– ¡Ei, Sakura! – la frenó Naruto tomándola de la mano y girándola, ella se soltó del agarre con impaciencia.
– ¿Qué? – terminó por decir ella agotada de tanto escándalo, esta vez fue Naruto quien suspiró.
– Debes disculpar a Karin, ella… – empezó él rascándose la cima de su cabeza intentando buscar la manera de solucionar lo ocurrido.
– Si la tocapelotas de tu prima quiere disculparse, ya es mayorcita para hacerlo por su cuenta, Naruto… No le inventes excusas, porque sus intenciones eran claras. ¿Estamos? – zanjó Sakura mirándole para nada sorprendida de sus intentos de mantener la paz en los momentos menos inoportunos siendo él después el primero en amenazar con golpes en otras muchas ocasiones. – ¿Con qué derecho se atreve a burlarse de mí sobre mi padre?
– Pero tu padre vino y… – dijo el Uzumaki sin entender demasiado el tema.
– ¿Y qué? Él, su familia y yo, no somos cercanos. Ni planeo serlo. No estamos hablando de eso.– aseguró la ojiverde volviendo a caminar, acercándose a una máquina expendedora de bebidas frías para pagar un zumo de naranja bien frío.
– ¿Por qué? Ambos parecen querer saber de ti, tu hermana preguntaba muchas cosas… – comentó el rubio mientras Sakura le observaba con una mirada impasible dando el primer sorbo a su zumo. En cierto modo le molestaba suponer que Naruto se había dedicado a responder asuntos de su vida a Shion libremente, pero él no tenía idea del tipo de relación que tenía con ambas ramas de su familia.
– ¿Y eso debería importarme? Mantengo lo dicho, no les quiero en mi vida. – habló ella volteando a mirar a su compañero de clase tras retirar la pajita de entre sus labios, no se dio cuenta de cuando Naruto colocó sus ojos azules en ellos. – Eso significa que no quiero que se les cuente nada de mi o al revés.
Naruto parpadeó varias veces, captando esa afirmación por parte de la chica que le gustaba. No estaba de acuerdo con ello, pero quería aclarar algo antes.
– ¿Es cierto, entonces? Eso de que tu padre te… , que tu padre te abandonó – cuestionó él sentándose a su lado en el borde de la ventana. El silencio le valió como respuesta. – ¿Cuándo?
– Sakura, soy tu amigo. – Comentó el Uzumaki sin gustar del silencio de la Haruno. – Creía que me contabas todo…
– Naruto… – dijo ella cerrando los ojos tras dar un sorbo más. – Dices que eres mi amigo, ¿pero cuantas veces lo has sido? Siempre estás aferrado a la idea de tener algo más que eso conmigo. ¿De qué te sorprendes para que recién ahora te enteres de lo de mi padre? En esa época, tú y Sasuke estabais mal, como para repararos de lo que me ocurría a mi. Si no os lo comenté entonces, fue por creer que lo mío no tenía punto de comparación con vuestro sufrimiento y aún así, de no ser porque ayer coincidiste con mi padre, ni te habrías enterado.
– Pero… – quiso interrumpir él pero Sakura siguió hablando.
– Siempre antepuse vuestro bienestar, siempre estuve dispuesta en apoyaros de cualquier forma… y es más, por eso te mentí ese día en la estación. – comentó ella con amargura mirando al exterior con pasividad. – Aun así, en los claros indicios de problemas en mi vida, nunca estuviste o te diste cuenta.
– Tampoco soy de las que cree que los amigos tengan que saberlo todo el uno del otro, nunca se sabe cuando alguien te puede dejar tirado o traicionarte… – soltó ella alzando las cejas una vez, convencida de esas palabras. – Por eso intento no guardaros rencor por ello…
– Pero si Sasuke lo sabía… ¿Por qué yo no? – cuestionó él intentando no obviar demasiado su envidia. Sus celos.
Sakura abrió la ventana corredera y se apoyó dejando que una brisa moviera su melena junto a la del Uzumaki, a lo lejos, le vió jugar concentrado con los demás chicos. Podría decirle que Ino y compañía estaban al corriente de igual que el Uchiha, ahora junto a los demás… pero, la pregunta solo mencionaba al pelinegro, lo que le dio entender que Naruto tampoco ignoraba ciertos detalles. Irremediablemente suspiró con serenidad…
– Porque todavía le quiero… – respondió la pelirrosa sin mirar en ningún momento a su acompañante, quien disimuladamente apretó las manos en puños, dejando los nudillos blancos.
– Él tiene novia… – Sakura negó con la cabeza a la vez que sonreía con suficiencia y algo de gracia ante semejante respuesta. ¿Qué decirle?.
– No todo va sobre ti, Naruto… – le cortó la Haruno, quien no estaba sorprendida de su actitud en lo más mínimo. – Soy yo quien decide, quién, cómo y cuándo en cuestiones así ¿De acuerdo?
Apartándose del extremo de la ventana, Sakura la cerró de vuelta y, habiendo terminado su zumo, se alejó de ahí votando el paquete dentro de una papelera. Agradeciendo de que por una vez, Naruto no la siguiera. Este último, por su parte desde la ventana, apoyando el pie en el respaldo de la misma, observó a su mejor amigo marcar un gol dentro de la portería en silencio, arrugando la frente y apretando más los puños.
Kizashi dejó su teléfono encima de la mesa auxiliar de la habitación del hospital dónde su hijo menor de casi cinco años se encontraba ingresado. Sakumo Fuji. Su salvación. Él y Ume no tenían pensado en tener más hijos, teniendo a Shion, ya eran felices. Tras nacer Sakura, creía haberlo perdido todo, pero una luz se le iluminó cuando su suegro le comentó que debía responsabilizarse sí o sí del bebé, su bebé.
Este se encontraba durmiendo ahora mismo, privándole de ver sus llamativos ojos verdes iguales a los de él, como su otra hija.
Metástasis de riñones con insuficiencia renal, lo mismo que en su momento, terminó por acabar con la vida de su abuelo hace años. Los médicos les dieron mal pronóstico, informando que Sakumo necesitaba con urgencia un trasplante de riñón. Verle conectado a quién sabe cuántas máquinas todo el día le desgastaba el alma. Su hijo no se merecía eso…
Él, el resto de su familia se habían hecho las pruebas para ser donante, ninguno era candidato y aparte de eso se les había hecho saber que la lista de espera era larga, a no ser de que hubiera otro pariente…
Con los padres de la pareja teniendo problemas renales, ya de genética, solo tenían una opción.
Sakura.
Su hija más mayor, sus investigaciones de análisis que había indagado usando fajos de billetes en el hospital dónde estuvo ingresada hace poco, apuntaban que era la vía más rápida de salvarle la vida a su único hijo varón.
– Papá… – susurró Sakumo despertando de su dormida.
– Hola, campeón… ¿Dormiste bien? – respondió él acariciando la cabeza de su hijo, que se encontraba con un gorro de su superhéroe favorito tras perder su cabello debido a la quimioterapia.
– ¿Y mamá? – preguntó él sonriendo feliz, sorprendido al poder ver a su padre que usualmente siempre estaba ausente por temas de trabajo y no a su madre, como casi siempre.
– Se fue a casa a descansar un poco, vendrá por la tarde, con Shion. – respondió él sentándose encima de la cama con cuidado de no aplastar ni mover ningún cable, obteniendo una sonrisa radiante y feliz ante la noticia, quien apenas podía ver casi nunca porque básicamente vivía en el hospital. – ¿Estás contento?
– ¡Sí! – afirmó él asintiendo con su cabecita, apoyándose en el brazo de su padre cariñosamente.
Tras jugar un poco con él encima de la cama con un par de muñecos de acción, etc. Se pusieron a ver el canal de dibujos animados en la televisión del cuarto.
– ¿Sabes que tienes otra hermana? – Eso llamó la atención de Sakumo, quien volteó a ver a su padre con curiosidad. – Se llama Sakura y tiene la edad de Shion.
– ¿Vendrá ella también? – indagó él confundido volviendo a jugar con los muñecos en sus manos.
– Hoy no, pero un dia de estos… La conocerás, se parece mucho a ti. Tiene el cabello rosa, como tú, y yo…, pero ella lo tiene largo, liso y bien cuidado. – describió Kizashi con tranquilidad pasando una mano encima de la cabeza de su hijo de nuevo.
– Tiene que ser muy bonita, entonces… – comentó Sakumo imaginándose a una princesa como hermana mayor.
– Lo es… – dijo su padre con una sonrisa afable.
Era cierto, si es que a pesar de que Sakura había heredado su color de ojos, su color de cabello, cabía destacar que la belleza había sido heredada de su madre… Mebuki. Cómo describía su nombre, tan bella como la luna, algo que no podía ignorar, pese a ser ambas completamente diferentes en términos de personalidad.
El sonido de su teléfono le sacó de sus pensamientos, tomándolo de donde lo dejó, contestó la llamada, era un número de un fijo desconocido.
Fue en la primera hora de la tarde cuando alguien logró entrar al edificio donde Sakura residía tras hacer sonar todos los timbres del telefonillo exterior de una. Una vez entrando al rellano de la planta baja, lleno de buzones, se encontró con el ascensor del mismo con una cartel que decía "Fuera de servicio", la mujer no pudo evitar suspirar con molestia.
Tener que subir con tacones hasta el piso de su hijastra no era ideal, pero qué se le iba a hacer, la mujer sacó una llave falsa e intentó hacer girar el pomo intentando probar suerte.
Haciendo fuerza y empujando para intentar abrirla, finalmente intentó sacar la llave, pero no pudo. Decidiendo sacar una tarjeta para intentar traspasar el lugar a la vieja usanza, escuchó un perro empezar a olfatear por debajo de la puerta y enseguida ladrar desde dentro contra la misma puerta, algo que le sorprendió e inmovilizó por unos cuantos instantes.
– Maldita y jodida puerta… ¡Ábrete! – habló con furia volviendo a intentar abrir la puerta sin freno, creando un escándalo.
Dentro del apartamento de los Uchiha, se encontraba Obito en su día de descanso ofreciéndole compañía a Izumi, cuidando de que no le pasara nada ni se muriera de hambre. De los pocos que habitaban en esa casa, aparte de Sasuke, era de los únicos que sabían cocinar algo mínimamente decente, fuera de lo extravagante.
Ambos escucharon el escándalo proveniente de fuera de casa, por lo que Obito fue a ver quién se encontraba armando tal alboroto. Lo más raro es que Chiyo no hubiera asustado a esa persona con su bastón o de alguna otra forma, como la vez que le asustó a él vistiendo albornoz, rulos y crema facial violeta en su arrugada faz al abrirle la puerta de su casa, queriendo devolver un objeto prestado a petición de Itachi.
Por lo que al ver por la mirilla lo que sucedía, se encontró con una imagen que no le gustó, un comportamiento sospechoso. ¿Alguien intentando forzar la puerta de sus vecinos? No con él ahí presente.
De su maletín, sacó identificación como capitán de policía y de ser necesario, otro equipamiento.
– ¿Ocurre algo, Obito? ¿Vas a algún sitio? – cuestionó Izumi adentrándose al pasillo con él curiosa de lo que hacía.
– Llama a la casera, alguien está intentando adentrarse al apartamento de enfrente y quédate dentro. – respondió él con seriedad mientras se acercaba a la puerta ya calzado junto todo lo que necesitaba.
– ¿Qué? Pero… – bramó escandalizada y preocupada, sacando el teléfono sin poder evitar acercarse a la puerta de entrada que Obito había dejado semi abierta, obedeciendo la primera orden de inmediato.
– Disculpe, ¿Quién es usted y qué está haciendo? – preguntó Obito acercándose sin temor a la mujer que dejó de mover la puerta para voltearse a él algo inquieta, Obito la vio tragar saliva.
– Me he equivocado de llave al meterla en la ranura, necesito agarrar algo de dentro… – el Uchiha arrugó el entrecejo, marcando sus arrugas de adulto, poco convencido.
– Con el debido respeto, la única persona que reside ahí, no es usted… – avisó Izumi con algo de temor, la mujer, atrapada en la mentira, optó por guardar silencio hasta que al fin optó por hablar.
– Soy la madre de la joven que vive ahí… – intentó la rubia a la vez que se acomodaba el bolso en el otro hombro.
– Documento de identidad, por favor. – solicitó Obito profesionalmente, a lo que la mujer soltó un bufido burlón sin acabar de creer la osadía de ese hombre.
– ¿Usted quién se cree, un policía? No me haga perder el tiempo, venga… – cuando la mujer vio la placa de policía en las manos de Obito casi se atraganta con su propia saliva.
– Por las buenas o por las malas, usted me mostrará su identificación… – avisó Obito mirándola con frialdad, acostumbrado a lidiar con personajes así. En silencio, observó detenidamente que la mujer no intentara ningún drama mientras abría su bolso para sacar su cartera para mostrar lo que se le había pedido.
– Ume Fuji, usted no vive aquí. ¿Me puede decir que hacía forcejeando la puerta de una casa ajena? – indagó Obito manteniendo la mirada encima de la rubia frente a él todavía sin devolverle el carnet.
– No diré nada sin un abogado presente. – soltó ella mirando al pelinegro escéptico.
– Perfecto entonces. – dijo una voz desde el piso de arriba. Era Chiyo, la abuela de uno de sus mejores reclutas en comisaría. Sasori. A pesar de haberla visto en otras ocasiones menos favorables, nunca habían interactuado demasiado, solo aquella vez, todo lo demás venía de lo que le contaba el pelirrojo junto a las fotos que resguardaba en su mesa de trabajo. Cuando la anciana llegó a donde ellos con ayuda de su bastón miró a Ume con superioridad. – Me gustaría presentar una denuncia contra esta mujer, Capitán Uchiha. Hoy mismo.
Estaba harta de que personas vinieran a causar dramas y desperdicios en sus edificios, ahora el ascensor, que si la alarma, que si no se qué. Incluso, no era la primera vez que veía esa clase de comportamiento ahí mismo. ¿Qué le ocurría a la gente?
– ¿No hará falta llegar tan lejos no lo cree? ¿Puede incluso permitírselo? – habló con desdén la mujer altiva después de volver a guardar su carnet dentro de la cartera y lanzar la misma dentro de su bolso como si nada. Chiyo se ofendió, obviamente, mientras Obito empezaba a llamar a su comisaría para hacer venir a un par de coches patrullas.
– Para ello, señora Akasuna… Tendrán que acompañarme ambas a comisaría. – parando la inminente disputa de entre las dos. Izumi se quedó observando a la mujer que intentó adentrarse al apartamento de Sakura firmemente, no dudaría en contárselo.
Al llegar a su destino, Sasori se sorprendió al encontrarse con su abuela, el cual no dudó en acercarse preocupado, temía que le hubiera pasado algo al único familiar que le quedaba vivo.
– ¿Estás bien? ¿Qué ha pasado? – dijo el Akasuna mirando a Chiyo, quien simplemente le golpeó la mejilla con cariño para tranquilizarlo.
– Todo bien, solo vine a denunciar a esa mujer de ahí por intento de traspaso en vivienda. – respondió la anciana quitando la mano de su nieto. – ¿Ya vas comiendo como corresponde? Hijo, estás muy flaco…
– ¡¿Que hizo qué?! – dijo él pelirroja alzando la voz con enfado mirando a Ume con molestia.
– Solo vuelve a tu trabajo, Sasori. Llamé a Baki, no tardará en venir. Oh, y ven esta noche a cenar, cocinaré tus favoritos. – mandó Chiyo con firmeza, siguiendo a Obito quien había vuelto a acercarse e invitaba a ambas mujeres a seguirle.
Tras ser guiadas enfrente de una mesa de trabajo donde había un oficial encargado de documentación, Obito les dio instrucciones. Ofreciéndoles a ambas una llamada a ambas desde su fijo para contactar a quienes le necesitaban. A Chiyo no le hizo falta, en cambio, Ume si la aceptó, aprovechando para llamar a su marido.
Veinte minutos más tarde, acompañado de otro policía, entraron Baki y Kizashi, quienes se encontraron en la puerta. El primero cargaba un maletín, mientras que el ojiverde no llevaba más que su teléfono, llaves y cartera.
– ¿Dónde está Hayate? – quiso saber Ume de brazos cruzados mirando a su esposo, sin poder creer que llegara solo. Baki reconoció ese nombre al instante.
– No vamos a demandar a nadie, Ume. – zanjó Kizashi con seriedad, sentándose a su lado después de que se le comentara lo sucedido, lo que su esposa había hecho.
– Lo van a necesitar de todas formas, encantado. Mi nombre es Baki Awada, el abogado del imperio Akasuna. – interrumpió Baki tendiéndole el papel de denuncia listo para el policía atendiéndoles y una copia a el, quien lo tomó suspirando exasperado ante lo ocurrido, aceptando también la tarjeta de contacto del bufete dónde él trabajaba, para después observar como este se marchaba con una leve inclinación. – Enviénle saludos a Hayate Gekko de mi parte, ya que me pareció escuchar su nombre, aparte de esa documentación, para que se ponga en contacto conmigo sobre este procedimiento. Buenos días.
– ¿Dijo imperio? – pensó Ume cada vez más arrepentida que nunca de sus acciones para mirar hacia la anciana sentada a su lado, quien parecía tranquila e inmóvil, como una roca. Claramente tendría que haberse fijado más en el bolso de Manolo Blahnik junto a su caro atuendo de marca, antes. Esa anciana era rica.
– Tal vez, si lo habláramos antes de proseguir con la denuncia… – empezó Ume, queriendo librarse de temas legales.
– No. – respondió Chiyo tajante sin mirar a la rubia, que le reprochó con la mirada.
– ¿Sra. Akasuna, verdad? Podríamos pagarle los desperfectos de la puerta si lo desea… – pero Chiyo no le dejó terminar, ya habiendo terminado de hacer todo el papeleo, se levantó de la silla y dejó con la palabra en la boca a Kizashi, sin molestarse a negarse a ello.
Cuando el matrimonio salió por la puerta, Kizashi guió a su esposa hasta al parking con destino a su coche.
– Lo que hiciste fue estúpido, Ume. ¿Qué te pasa por la cabeza al intentar entrar a casa de Sakura? – la mencionada se cruzó de brazos con enfado.
– Muchas gracias por defenderme allí dentro, cariño. De saberlo, ni te llamaba. – despotricó la rubia acomodando su coleta baja con frialdad a la actitud de su marido. Claramente las cosas podrían haber ido bien diferentes, pero le salió todo al revés de como se imaginaba.
– Si no te defendí fue porque cometiste un delito, cielo. – habló Kizashi con seguridad mirándola casi sin pestañear, por un día libre que tiene para pasar un rato con su hijo y ocurre esto.
– ¿Delito? El engendro de ese demonio vive a tu costa y le proporcionas manutención mensual con nuestro dinero. ¿Debo recordarte todo lo que esa… maldita mujer nos debe? ¿De la vergüenza que nos hizo pasar presentándose en Atami innumerables veces? ¡Ni muerta nos libramos de ella, Kizashi! – manifestó alzando la voz aprovechando que no parecía haber nadie por los alrededores. – Quiero esos tres mil millones de yenes de vuelta ¿Me escuchaste? Tu hija los tiene, por algún lado en esa casa y con el dinero que le has estado dando, es más que suficiente hasta que se independice. De sobra.
– ¿Eso es lo que más te importa, Ume? ¿El dinero? – dijo seriamente su marido aportando una postura seria.
– ¿Qué otra cosa quieres que mantenga en mi mente Kizashi? – discutió ella harta de esa disputa, con los ojos llorosos, perdiendo los estribos.
– ¿Qué te parece en Sakumo? Nuestro hijo se encuentra en estado crítico, Ume. Necesita un trasplante de riñón y por lo que se ve, la lista de espera es muy larga… ¡Eso es lo que deberías estar pensando! – gritó él acallando a su mujer bien alterado, ésta soltó la primera lágrima y se tapó la boca intentando prevenir las ganas de llorar escandalosamente.
– Sabes perfectamente que entiendo tu desprecio hacia Mebuki, yo también he vivido ese infierno, pero ahora está muerta. – afirmó Kizashi acercándose a su esposa para colocar sus manos en los hombros de ella amorosamente. – Nuestros hijos, son lo primero…
Ume asintió llorando silenciosamente, dejándose abrazar a la vez que escuchaba el rugido de una moto pasar por su lado, por lo que se hicieron a un lado.
– ¿Entonces es definitivo? ¿Es candidata? – preguntó sollozando Ume mientras miraba a Kizashi, quien entendió que se refería a Sakura.
– Sí, lo es. – afirmó él con serenidad, separándose del abrazo, empezando a guiar a su mujer al coche, ambos con intenciones de volver al hospital con su hijo menor.
Los exámenes habían terminado por hoy. Cuando sonó la campana de fin de clases, Sakura empezó a guardar sus pertenencias en su bolsa, que eran pocos al dedicarse a traer solo sus apuntes en fechas de exámenes y poco más.
Mirando hacia el frente, reflexionó en las pocas ganas que tenía de asistir al entrenamiento de las animadoras como capitana que era. Aunque pensándolo mejor, le convendría distraerse un poco después de tanto exámen, a pesar de que estos fueron apenas un reto para ella en general.
Cerrando su mochila y colocándola en su hombro, fulminó con la mirada a Sai, quien la observó brevemente en lo que se dirigía a una de las puertas del aula en silencio, siendo él de los primeros en salir. No se sentía mal en absoluto sobre todo lo que le dijo, se lo tenía bien merecido.
Ignorando la fija mirada que Naruto mantenía en ella, se marchó con el objetivo de caminar hasta los vestuarios. Una vez en el pasillo, comprobó como Sai ignoraba a Karin.
– Te lo mereces… – pensó la pelirrosa mirando de reojo a la pelirroja al pasar por su lado en silencio. Se podían ver a varios alumnos apuntando con la cabeza a la Uzumaki a la vez que parecían cuchichear en su espalda. Algo de lo que no se sentía demasiado orgullosa, pero bueno.
Karin por su parte, se quedó quieta frente a la puerta de su aula, dejando el paso libre a los demás estudiantes, esperando a Juugo y a Suigetsu. Rutina de siempre. Mirando hacia atrás, se encontró con que esos dos ya no estaban en el aula, miró por el pasillo y tampoco los vio. ¿Se habrían ido sin ella? Se sorprendió al toparse con Sasuke parado frente a ella, con los dos primeros siguiéndole por detrás, eso le hizo suspirar con tranquilidad.
No se daba cuenta que el camino al que ella estaba acostumbrada, esta vez, iba a ir por otro rumbo.
Sasuke avanzaba con destino a su casa, seguido de Suigetsu y Juugo. Naruto por otra parte, también se encontraba ahí, algo más atrás de su mejor amigo. Las palabras de Sakura permanecían en la mente del Uzumaki.
Por que todavía le quiero
Su mente le estaba taladrando con todo tipo de pensamientos, que acompañaban al primero que surgía cada dos por tres con la voz de la pelirrosa.
– ¿Qué? Eso no… ¿Me estará mintiendo? Puede… Esto parece una broma de mal gusto… – Si… Sakura podía seguir estando enamorada de él, pero eso no era nada. No a su modo de ver. Nunca los había visto cercanos de primera, por lo que… Con él teniendo novia, seguía sin cambiar nada. Lo bueno es que no le gustaba Neji, una preocupación menos importante.
Con suerte y persistencia, planearía la manera de conseguir cualquier tipo de avance con ella y así pudiera ver sus sentimientos y aceptarlos. Ocurriría, tenía un buen presentimiento.
Entrando a casa del bastardo, el grupo no tardó en aparecer en el salón dónde se toparon con Itachi hablando por teléfono, Sasuke fue el primero en ver a Shiro, escuchando como el can se acercaba a él para saludarle mientras se alzaba de sus patas delanteras y restregaba su cabeza en su vientre, queriendo caricias.
– ¿Qué hac…? – cuestionó Naruto hablando a la vez que su mejor amigo.
– ¿Qué hace Shiro aquí? – habló Sasuke esperando a que su hermano le explicara, pero este simplemente le frenó con la mano, pidiendo que le dejaran escuchar a la persona en la otra línea. Obito, quien le estaba poniendo al corriente de la situación.
– Alguien quiso entrar en casa de Sakura por la fuerza, Obito le está informando a Itachi de lo ocurrido… – explicó Izumi quien apareció por el pasillo, saliendo el cuarto de la colada tras poner una lavadora.
– ¡¿Qué?! – pensó Naruto alarmado.
Sasuke arrugó la frente con molestia, no le había gustado oír eso en absoluto.
Shiro, habiendo vuelto sus patas al suelo, olfateó al pelinegro curiosamente para pronto pasar entre Suigetsu y llegar hasta Juugo, a quien sí decidió hacer lo mismo. El grandullón no dudó en acuclillarse frente al animal, dejando que Shiro le oliera el rostro para finalmente lamerle la mejilla del mismo. Juugo no dudó en acariciarlo por el cuello y hocico.
– ¿De quién es el gran chucho? – indagó el Hozuki mirando al animal, esperando que Sasuke le respondiera.
– Es el perro de Sakura, Kakashi nos pidió que estuviera con nosotros mientras esperamos el cerrajero que pidió Chiyo. – añadió la morena volviendo a lo que estaba haciendo, cocinar una receta de magdalenas de chocolate. – Veo que sois menos que el otro día, bueno… Luego os traeré la merienda.
Luego de adentrarse en la habitación de Sasuke, seguidos de cerca por el can, los chicos dejaron sus cosas encima de la cama, menos el pelinegro, que fue directo a su escritorio para dejar su bolsa ahí.
– ¿Y si fue obra de Zaku y Dosu? Parece que esos cabrones no saben cuando parar… – reflexionó malhumorado él ignorando que Naruto le estaba llamando. Empezaba a creer que debía incapacitarlos el mismo, a la próxima, no dudaría en actuar. Si bien sabía que Sakura era capaz de defenderse sola, eso no le iba a impedir meterse en medio por ella. Ya investigaría sobre el tema.
– ¿Me estás escuchando, bastardo? – presionó Naruto con una mueca impaciente, ya sentado en el suelo, igual que los demás. Sasuke simplemente volteó la cabeza para mirarle.
– ¿Qué? – contestó él sacando los libros de su mochila como si nada.
– ¿Por qué no está Karin con ustedes? – dijo el Uzumaki encontrando extraño que ni Sai o su prima fueran a ir con ellos a casa de Sasuke. Algo ya de por sí usual, menos en los días de entrenamiento de Kendo, claro. Sai le había dicho que no estaba de humor hoy, lo entendía pero pese Karin estando involucrada en el drama de hoy con Sakura… Algo no cuadraba.
– Porque no la quiero aquí. – respondió el pelinegro de manera tajante. Naruto miró a Suigetsu y a Juugo, quienes cada uno simplemente optaron por indicarle, mediante una mueca, que era verdad. El primero hizo una mueca labial, mientras el Juugo se alzaba de hombros mientras seguía acariciando a Shiro, quien pronto se acercó de vuelta al Uchiha, alzándose en el escritorio para husmear lo que este estaba haciendo, recibiendo una caricia encima de su cabeza.
– ¿Por? – dijo el ojiazul extrañado, arrugando la frente. No esperaba que Sasuke dijera eso de una de sus amigas cercanas. – ¿No es amiga tuya? Aparte de eso también se trata de mi prima… ¿La llamo?
– No. – ordenó Sasuke simplemente girándose hacia el rubio a la vez que Shiro hacia lo mismo. – Te dije que no la quiero aquí.
– Sí, no estoy sordo, lo que no entiendo es el motivo. – aclaró él de vuelta con insistencia, bufando cuando el pelinegro se quedó callado de nuevo.
– Karin no está aquí porque yo se lo pedí a Sasuke… Estos días casi ni la aguanto. – dijo Suigetsu evitando que Sasuke tuviera que dar la verdadera explicación. Que era la manera en como trataba a Haruno constantemente por estupideces, debido a sus celos. – ¿Por qué la defiendes después de su comportamiento con Sakura? Hasta yo me hubiera mosqueado con ella con semejantes palabras…
Fue entonces que Naruto cerró la boca literalmente, asimilando esas palabras arduamente como si le cayera una enorme piedra encima de su cabeza.
– Me da igual que sea tu prima, Naruto. – dijo Sasuke acaparando la atención de Naruto y los demás. – Te repito que estás en mi casa.
He visto más que tú, sé más que tú…
Ella y tú nada, inútil. Te lo ha dejado bien claro, pero solo haces lo que te da la gana…
Por que todavía le quiero...
– Y yo te recuerdo que de no ser por mí, no estarías aquí ahora mismo… – respondió de la nada el Uzumaki mirando con cierto enfado al pelinegro, quien ante esa frase, pese ser en parte cierta, no pudo evitar soltar un bufido encontrando gracioso ese reproche.
– Si volví aquí, no fue solo gracias a ti. También influyó mi hermano y demás personas, cosas… – aclaró Sasuke sin apartar la mirada seria de su mejor amigo, que le miraba de la misma forma. – No creas que no agradezco tu ayuda en su momento, tío... Pero...
– No eres nadie, para opinar sobre a quién quiero cerca de mi ¿Entiendes? – avisó el Uchiha con seguridad sin cambiar ni un ápice su expresión. – No todo, va sobre ti.
No todo va sobre tí, Naruto…
Ofendido, enfadado con esas palabras, Sasuke observó como Naruto intentaba controlar sus emociones, esperando una posible respuesta a esa conversación para así pasar a otra cosa. De esta manera poder seguir como siempre.
Que el Uzumaki decidiera agarrar su mochila y salir de la habitación como solía hacer cuando se molestaba, no le sorprendió. Era lo habitual cuando las discusiones terminaban así, que era amenudo. Suigetsu y Juugo le miraron, comprensivos, pero el pelinegro negó con la cabeza alzando las cejas sugiriéndoles que cambiaran de tema. Era lo mejor.
Naruto chocó con Itachi en el pasillo cuando se ponía en marcha fuera de allí, este último le saludó, pero cuando el rubio no le dijo nada y se marchó, no pudo evitar extrañarse, pero antes de que pudiera decirle nada escuchó el jadeo de sorpresa de Izumi desde la cocina, un familiar olor a quemado no tardó en hacerse presente en la habitación. Había vuelto a quemar comida.
– Realmente uno de nosotros tiene que aprender a cocinar… ¿Qué va a comer nuestro hijo, si no? – se lamentó mientras lloraba internamente por el desperdicio de comida semanal cada vez que uno de ellos quería cocinar algo que no fuera pasta o vegetales.
Kage, quien se despertó debido al olor, tras estornudar y soltar un lloriqueo, se alejó de ahí y se dirigió hasta la habitación de Sasuke.
– Suertuda, a ti no te queman la comida…
Faltaban cinco minutos para que Sakura abriera el entrenamiento, esperando que el equipo empezara a juntarse, vio a la mayoría de las presentes empezar a estirar los músculos sin que ella se lo dijera.
La puerta del gimnasio se abrió, haciendo que las animadoras se sorprendieron un poco al ver a Ino decidir aparecer en el entrenamiento, a pesar de que no hubiera faltado demasiados días. Por detrás, Sakura debió haberlo supuesto al ver a Tenten y Hinata en las gradas.
– Escuché que reñiste a Shimura y la prima de Naruto… – comentó Shino sentado frente a su portátil conectado al equipo de música.
– Solo me encargué de ponerlos en su lugar por como son. Nada más. – respondió ella dejando su botella de agua fría encima del banquillo, justo detrás del Aburame, quien no pudo evitar que una imperceptible sonrisa socarrona apareciera en su rostro.
– Es lo mismo. – manifestó Shino conectando un usb en su ordenador tranquilamente. No es que esos dos le cayeran mal, no le habían hecho nada, pero conociendo a Sakura como empezaba a hacer, era fácil suponer que en algo la habían molestado como para hacer que ambos fueran el punto de mira y tema de conversación en el campus. Como lo fue en su momento Hinata, y consecutivamente la Watanabe, lo mismo con Dosu y Zaku.
– ¿Hablarás con las chicas? Deberías saber que, Kiba me comentó que Ino se siente verdaderamente mal… Sobre todo cuando el Uchiha les recriminó a ella y a Hinata lo que te hicieron, el día en el que te llevaron al hospital. Está intentando encontrar la manera de hablar contigo. – señaló Shino tranquilamente, habiendo logrado acaparar la atención de la Haruno sobre lo de Sasuke.
– No sabía que él había hecho eso… – comentó bajito la pelirrosa conmovida por la acción proveniente del pelinegro, sin fijarse que Kakashi se encontraba llamándola, cerrando su mochila de nuevo.
– Le daré las gracias en otro momento… – aseguró mentalmente incorporándose y finalmente volteando hacia su equipo.
– Pista cinco, ¿De acuerdo, Shino? – el mencionado asintió, marcando la canción y esperando a más instrucciones.
– Bien chicas, nueva coreo. – empezó Sakura hablando alto quitándose la chaqueta de su conjunto deportivo, dejando ver su top. Dando el inicio del entrenamiento.
Hora y media después, las chicas empezaron a caminar hasta los vestuarios, mientras Sakura se limpiaba el sudor de su cara con su toalla y daba un sorbo de agua. Temari motivó a Ino para que se acercara a la pelirrosa para intentar hablar con ella.
Ino se quedó callada cuando Sakura se volteó, quieta de pié a varios pasos de su mejor amiga, tragó saliva e inspiró con algo de dificultad. En ese entonces, Hinata ya no se encontraba presente.
– Lamento no haberte dicho lo de Hinata. Lo siento y … Gracias por lo de Sai. – Sakura miró de arriba abajo a la Yamanaka, hacia atrás, se encontraba Temari observando a la rubia. Asintiendo agradeciendo esas palabras, quedó a punto de irse sin decir nada, pero había algo que tenía en la punta de la lengua y que quería salir, pero no era el momento.
– Te perdono. – habló Sakura mirando a Ino, sin un ápice de enfado. Observó cómo movía los dedos de ambas manos con nerviosismo.
Lamiendo su labio inferior para seguidamente esconder el mismo detrás de sus dientes incisivos, sentía como su boca empezaba a temblar. Algo que la Haruno conocía perfectamente de la rubia, le ocurría eso cuando intentaba hacerse la fuerte para no llorar. La hacía ver como una adorable ardilla.
– Quiero de vuelta a mi mejor amiga. – pidió Ino prácticamente aguantando las lágrimas. – La echo de…
– ¿Sakura? – interrumpió Kakashi acercándose a ella rápidamente antes de que Ino pudiera terminar la frase. – Necesito hablar contigo urgentemente. Dúchate y cámbiate rápido, te llevo a casa.
Entendiendo la expresión de Kakashi a la primera, Sakura inspiró aire y tras una última mirada hacia Ino, a pesar de estar en medio de una conversación, obedeció a ese pedido mientras las dos chicas restantes en el gimnasio la miraban irse. Kakashi no tardó en irse a buscar sus pertenencias para poder ir a buscar su coche lo más rápido posible.
Saliendo de los vestuarios, Sakura tomó su teléfono, encontrándose con tres llamadas perdidas de Kakashi y siete de su padre.
– Fantástico… ¿Ahora qué? – rumió con hastío, mientras se cambiaba sus deportivas por sus tacones. Sí, todavía no había comprado los mocasines reglamentarios, pero al ver que muchas otras chicas empezaron a hacer lo mismo, no dudó en hacerlo.
Viendo el 4x4 de Kakashi aparcado en la entrada, se acercó para subirse al asiento del copiloto y cerró la puerta rápidamente. Mientras se ponía el cinturón, el Hatake encendió el motor.
– ¿Tienes idea de por qué mi padre me ha llamado? – preguntó ya dando sentado que tenía que saberlo, de lo contrario no habría tanta insistencia.
– Olvidaste mencionar que fuiste a cenar con Kizashi y compañía, Sakura. – empezó Kakashi aparentando tranquilidad con la vista en la carretera y manos al volante. Sakura le miró brevemente para seguidamente apoyar la cabeza al respaldo del asiento. – No estoy molesto, sino que me hubiera gustado saberlo.
– Si accedí fue para hacerle dejar de insistir. – respondió poniendo los ojos en blanco. No había servido de nada ya que a la mañana siguiente este y Shion aparecieron de la nada.
– ¿Algo interesante que destacar durante la cena? ¿Algo que quieras contarme? – pidió Kakashi manteniendo la vista en frente. Sakura se mantuvo en silencio por un rato, hasta que frenaron en un semáforo rojo.
– Nada, solo hablaron de su vida y poco más. – resumió ella recordando lo poco que ella había compartido sobre su vida personal. – Cosa que carece de mi interés. Todo sea por una cena en un restaurante de tres estrellas Michelin gratis.
– Tu respuesta no me convence, enana… – dijo Kakashi usando uno de los apodos que sabía que la Haruno aborrecía, ser llamada pequeña. Una sutil sonrisa apareció bajo su mascarilla cuando la pelirrosa le miró con cierta molestia. – ¿Entonces todo normal durante esa salida con tu padre y su familia? ¿Muy aburrido?...
– Tuvo sus momentos… – contestó Sakura jugando con un mechón de su larga y lisa cabellera, recordando la escena que esos tres montaron al no encontrar las llaves ni la cartera de su padre para pagar. Fue lo mejor de toda esa experiencia. – Pero no es algo que me apetezca repetir.
– Tu padre no piensa igual. – avisó Kakashi volviendo a poner en marcha el coche mirando por el retrovisor al coche detrás de ellos con molestia. – Por si no lo sabes, apareció durante el festival…
– Sasuke me lo dijo, no hace falta que lo hagas tú… – interrumpió la Haruno mirando hacia su tutor. – También lo sospeché al ver a Shion con Naruto.
No le había gustado ver a ese par juntos, en verdad. Quién sabe lo que Shion podría haber dicho o Naruto… Algo que le incomodaba todavía más.
– ¿Qué ha pasado ahora, Kakashi? – indagó ella frenando cualquier otro intento por parte del mencionado en empezar la conversación de manera plausible.
– La mujer de Kizashi intentó adentrarse a tu apartamento a la fuerza, no se sabe el por qué. – terminó por acceder el profesor.
Sakura alzó su mirada distraídamente dejando de mover sus dedos que seguían sujetando el mismo mechón de antes, asimilando esa información, sorprendiendo a Kakashi, viendo que esta no se alarmaba en absoluto.
– Sakura, estamos hablando de alguien a quien apenas conoces intentando entrar en tu caso con quién sabe qué intenciones… – habló aparentemente consternado al asunto, a diferencia de su alumna. – Es algo serio.
– ¿Olvidaste la clase de persona que era mi madre, por casualidad? – dijo Sakura tranquila, Mebuki era una persona que le gustaba fisgonear y hacer desaparecer la mayoría de sus pertenencias para conseguir dinero de alguna manera, fuera a la fuerza o no. Algo que Kakashi estaba al corriente desde hace tiempo. – Que no sea ella quien lo haga esta vez, no contrarresta a que ya esté acostumbrada a este tipo de acontecimientos…
– No sabemos si quería llevarse algo, Sakura… – añadió el Hatake recordando el recuerdo de Mebuki frente a él como algo escalofriante.
– Por favor, Kakashi… Con lo poco que me has dicho, es obvio constatar que lo ocurrido pasó mientras yo seguía en el instituto, y eso implica que vino a buscar algo con urgencia, para no encontrarme ahí. – afirmó con seguridad soltando su cabello y cruzándose de brazos.
– Buen punto… – accedió Kakashi estando de acuerdo, pero eso no borraba lo alarmante del asunto.
En cualquier caso, si esa mujer hubiera logrado entrar, habría tenido que lidiar con Shiro. El cual no solía reaccionar bien a extraños, fueran o no mujeres. Si cuando se encontró al perro atado con esas cadenas en el descampado donde Zaku y Dosu la traían a menudo hace años, apenas confiaba en ella pese a seguirla hasta su casa, qué le hacía pensar a Kakashi que lo sería con alguien que actúa sospechosamente. Ahora entendía las llamadas de su padre de hoy.
– ¿Algo de valor que haya en tu casa que puedan querer? – volvió a preguntar Kakashi, queriendo saber todos los detalles posibles. Sakura le miró de reojo para rápidamente suspirar cansinamente.
– Sabes perfectamente que toda pertenencia de mi madre fue vendida para pagar deudas de hacienda y demás, quemando el resto. – zanjó ella, Kakashi asintió al descubrir eso, satisfecho.
– Házme un favor y no respondas el llamado de tu padre estos días. Chiyo ha denunciado a su mujer y él seguramente querrá que te entrometas para frenar este alboroto legal. – pidió el profesor apagado el motor de su coche, habían llegado a su destino. Después de quitar el seguro del coche mientras escuchaba como Sakura se desabrochaba el cinturón. – Te lo pido por favor Sakura. Es por tu bien…
Cabizbaja, habiendo escuchado estas palabras, las cuales ella agradecía desmesuradamente a pesar de no decirle al Hatake, solo se dignó en asentir con la cabeza, ganándose una caricia encima de su cabeza, eliminando momentáneamente su amargura sobre lo ocurrido.
– Recuerda que nada de esto es culpa tuya… – terminó Kakashi antes de tomar su maletín de los asientos traseros, llenos de juguetes de perros y pelos de animal para seguidamente abrir la puerta y salir de su coche. Sakura hizo lo mismo.
– Tu coche apesta, Kakashi. – se dignó a comentar mientras cerraba la puerta, dejando a Kakashi quieto frente la puerta del conductor. Dejando que la pelirrosa se adentrara dentro de la puerta que daba acceso al semi-muro de para llegar al portal, el peli plateado volteó a mirar hacia atrás, justo en el momento que cierto coche que reconocía pasaba por la calle que no hace ni cinco minutos habían cruzado con el suyo para llegar aquí. Sabiendo perfectamente de quién se trataba.
– De no ser por su cabello y ojos, me sorprendería que fuera hija tuya… – asimiló mentalmente negando con la cabeza decepcionado.
– ¿Qué tienes en contra de mi 4x4? – indagó Kakashi llegando hasta ella a la entrada de su edificio, abriendo con llave el mismo.
– Huele fatal. – respondió sin miramientos la Haruno tomando una revista saliente de su buzón, empezando a subir por las escaleras. – Cuando se tiene ocho perros y los llevas en tu coche a diario, lo ideal sería lavarlo a menudo. Tu novia lo agradecerá, créeme.
– ¿Y si te digo que eso a ella no parece importarle? – comentó con diversión el profesor mirando hacia su alumna.
– Si se trata de esa sofisticada doctora, como me imagino, lo dudo… – dijo dando por sentado el detalle, dejando de nuevo al adulto consternado con la cantidad de información acertada que su alumna sacaba de sus mangas mientras hacía una mueca algo avergonzado.
– Tenemos que ir a casa de Sasuke, Shiro está ahí y Chiyo les encomendó tu nueva llave del apartamento. – respondió simplemente decidiendo no responder sobre lo otro conociendo la astucia de su alumna preferida.
Eso era algo que Sakura ya daba por sentado. Estando él en el instituto mismamente, dudaba que Chiyo hubiera sido capaz de controlar a su enorme perro, que en casas ajenas se ponía a investigar todo hasta el punto de dar zoomies emocionados.
Fue Kakashi quien llamó a la puerta, justo en ese momento, Sakura percibió cómo su teléfono emitía la melodía de llamada entrante. Cómo no se trataba de su padre, bloqueando el teléfono volviendo su pantalla negra, no respondió.
Izumi les abrió la puerta, invitándoles a entrar en su casa, amablemente. Sorprendiendo a Sakura cuando la morena le colocó un brazo detrás de sus hombros como si nada y la llevó hasta la cocina.
Por otro lado, Kakashi fue recibido por Obito e Itachi, quienes se encontraban en el sofá del salón.
Itachi fue el primero en levantarse del mismo y pronto se encaminó hacia la Haruno con motivos de saludarla, quien le sonrió educadamente. Obito miró la observaba atentamente, mientras Kakashi se acercaba a él.
– ¿Cómo van las clases, profesor pervertido? – saludó solo para él y para el hombre a su lado, quien sonrió ante ese insulto tan poco creativo.
– Capitán gafotas. – le devolvió el saludo el Hatake en lo que el pelinegro de cabello corto miró con enfado a su antiguo compañero de escuadrón por el recuerdo de tener que usar unas gafas especiales de pequeño, para luego soltar una sonrisa burlona ante el viene y van de insultos que se regalaban sin rencor.
– Tu cría se parece un poco a Rin, ¿No crees? – comentó el Uchiha mayor mientras miraba conocedoramente al peli plateado.
– Un poco, no lo voy a negar. – concordó Kakashi mirando a su alumna. Un silencio incómodo se instaló en los dos hombres.
– Rin me lo ha contado, así que tranquilo. Me alegro por ustedes dos. – avisó Obito con serenidad habiendo aceptado la realidad de la situación de su triángulo amoroso. Él ya había tenido su oportunidad, esperaba que la Nohara por fin pudiese ser feliz. Era lo que quería para ella.
– No me dijo que iba a hacerlo… – suspiró él mirando hacia su alumna hablando entretenidamente con Izumi e Itachi tranquilamente.
– Pues prepárate, no será la última vez… – avisó Obito sin malas intenciones, Kakashi ya se lo sabía, por lo que simplemente asintió estando de acuerdo.
En eso salió Sasuke, acompañado de Juugo y Suigetsu, dispuestos a ayudarle a traer algo de merienda en su habitación. Los dos últimos, asombrados de encontrarse a su profesor de filosofía en casa de su colega. Como no, el menor de los Uchiha fue el primero en darse cuenta del único elemento rosa de la habitación, ella, percibiendo la mirada de alguien volteó su rostro y sonrió levemente mientras volvía a mirar a Izumi, sonrojándose ligeramente, lo que le hizo apartar la mirada de ella a la vez que colocaba una mano en su nuca intranquilo.
– Huh… ¿Sasuke tiene algo con Haruno o son imaginaciones mías? – susurró Obito observando como su por como el menor no apartaba la mirada de la muchacha. Habiendo vivido y experimentado los efectos de la sonrisa de su ex, podía entender el comportamiento del joven, pese no reaccionar de la misma manera. En cierto modo ambos hermanos se parecían, solo que Itachi es más cómodo expresando sus emociones a diferencia del renacuajo.
– Para alguien que solo les ha visto una sola vez, debo felicitarte, me sorprendes… – comentó Kakashi afirmando a la pregunta de Obito, quien empujó con el codo a su amigo ante esa pulla innecesaria.
– Hace años que se gustan, solo que Sasuke se ha tomado su tiempo en darse cuenta, sumando lo ocurrido con Itachi y Madara. No tardarán en dar el paso, créeme, ya han llegado a cuarta base y todo… – explicó Kakashi con diversión mientras quitaba un brazo de la postura para colocarla bajo su mentón pensativo.
– ¡Pero… , Oye!... Eso es información que realmente no me gusta saber, cotilla pervertido. – dijo el pelinegro mirando al Hatake con algo de grima.
– Tú preguntaste. – respondió su amigo tan campante, emocionado por lo inevitable que iba a surgir entre sus alumnos.
– No sobre su vida sexual, cachondo depravado… – aclaró Obito sin dar creces de la actitud de Kakashi.
– Haber especificado. – terminó este haciendo que el Uchiha frunciera la boca ante esa respuesta que sonaba como tomadura de pelo.
Momentos después Shiro hizo acto de presencia, can con el que Kakashi, efectivamete se había encariñado, como todos los demás que había adoptado. Había sido un reto entrenarle, con su agresividad hacia el género masculino, había costado atravesar esa barrera capa por capa, pero con confianza y paciencia, lograron que se estableciera respeto y confianza. Sakura le había ayudado, el can le había adoctrinado el título de dueña y alma gemela a ella. Algo que escocía un poco, hecho que a la Haruno le causaba gracia.
En lo que se agachaba esperando que el animal se acercara a él, desde al lado de Sasuke y demás, reconociendo el olor de Sakura, no dudó en correr rápidamente moviendo la cola hasta su dueña, como si hubieran pasado años de no haberse visto. A diferencia de él, que si que no había podido saludarle en días.
– Auch… – se quejó el peli plateado al ver a su alumna dedicarle una mirada de superioridad mientras acariciaba al precioso perro. Sabía que era en una de las cosas que le ganaba, aparte de astucia, podía tener más experiencia y sabiduría que ella, pero ¿Subestimarla? Eso es un error que no quería cometer. Le recordaba a cierta rubia, la alumna de Hiruzen.
– Quise hornear magdalenas pero no salieron bien, pensaba traerte algunas más tarde… – comentó Izumi mientras Itachi musitaba –Mala idea–, ganándose un pellizco en su costado por parte de su novia ante el atrevimiento que no le causó nada, solo una sonrisa. – pero… ¿Estás bien? Después de lo ocurrido… No se ni que pensar, de verdad.
– Estoy bien, no fue nada… – calmó Sakura sonriendo afablemente, no queriendole dar la importancia que se merecía al asunto. Se dio cuenta de que la pareja no parecía concordar con eso, por lo que quiso cambiar de tema. – ¿Qué clase de magdalenas querías cocinar?
– Una mezcla de alquitrán con arena… – bromeó Itachi haciendo que su novia se tensara y le mirara con cierto enfado.
– ¿Tu quieres dormir en el sofá esta noche, verdad? – sugirió la morena mirando hacia su prometido con los brazos en su cintura, este simplemente sonrió ante su respuesta, mirando hacia el intento de merienda que su chica había intentado hornear. Una de las magdalenas presentaba un tenedor clavado, uno que él mismo había intentado usar para cortar un pedazo. Un tenedor menos. – ¿Me río yo cuando tu, Obito y Shisui casi queman la casa haciendo una pizza al horno?
Sakura observó los ingredientes que Izumi había usado, la verdad es que la cocina estaba hecha un desorden, era algo que a ella también le había pasado al principio de aprender a cocinar.
– No es justo. – murmuró Izumi sintiendo los ojos humedecerse debido a las hormonas del embarazo, dejando que Itachi la acercara a él sin poder evitar encontrar gracia a lo que estaba sucediendo. – Realmente pensaba que saldrían bien… , tengo hambre.
Todos se quedaron observando cómo Izumi se apartaba de Itachi de sopetón, caminaba hasta el cuenco lleno de fruta y agarraba un plátano, lo abría y daba el primer mordisco tras mostrarle la lengua a este primero, quien parecía estar ya acostumbrado de los cambios de humor de ella.
– Puedo ayudarte si quieres, al principio a mi también me costó aprender… – ofreció Sakura como si nada, haciendo que de la nada fuera abrazada por la Sairenji con fuerza habiendo quedado conmovida. Itachi negó con la cabeza a la vez que se rascaba la cabeza, como si ese comportamiento no le extrañara.
Si bien Sasuke no había tenido que experimentar las hormonas de su cuñada como su hermano hacía a diario, sí que las había visto en apogeo pocas veces. La primera vez fue cuando esta se puso histérica cuando él y ella se quedaron encerrados en el ascensor debido a una avería sobre la excedencia de peso, el menor vio la vida del técnico de reparaciones pasar frente los ojos de este cuando la castaña le amenazó con un tenebroso – ¿Me está llamando, gorda? – y unos días después, mirando la película de Hachiko estuvo llorando hasta el punto de que Kage les suplicaba con la mirada que la alejaran de ella.
– ¿Significa eso que habrá merienda o no? – susurró Suigetsu más para Sasuke que para Juugo, estando él en medio de ambos.
Karin se encontraba secándose las lágrimas con la palma de su mano, sentada frente al escritorio de su habitación en su residencia de estudiante para menores. Mismo sitio en donde residía junto a Juugo y Suigetsu.
Eran casi las doce de la noche, no había bajado a cenar. Al haber visto al albino llegar junto a Juugo más tarde de lo normal, no tardó en suponer que ambos habían estado en casa de Sasuke.
" – ¡Sasuke! – saludó con una sonrisa feliz con la esperanza de que Juugo y Suigetsu le hubieran propuesto al pelinegro a invitarla a su casa de nuevo.
– Creí haber sido suficientemente claro contigo, Karin… – escuchó que decía el Uchiha con una mirada fría aunque tranquila, impasible, quedando ella nerviosa, conociendo los hechos de ese mismo día.
– Solo fue un… – empezó ella con intenciones de excusarse, para plantear su versión de los hechos.
– Lo de hoy, junto los de otros días… Que no se repita, Karin. – zanjó el pelinegro apartándose un poco junto a los demás para dejar pasar a los demás estudiantes.
Esto era el colmo, ella podría haberla provocado, no iba a negarlo… pero ¿Dónde había dejado el respeto con ella, la Haruno? Tenía que ser una broma…
– ¿Le dirás lo mismo a ella después de que ella me humillara frente a Juugo y otros estudiantes, Sasuke? Esa niñata… Me hizo quedar como una cualquiera y no de una manera simple, para que lo sepas. Seguro no fui la única… ¿Tal vez en un futuro te haga lo mismo? ¿Estaré yo para consolarte, entonces? – habló con desdén sobre la pelirrosa, tenía todo el derecho a estar mosqueada con ella.
– Heh… – escuchó que musitaba Sasuke, le vio cerrar los ojos con una sonrisa de suficiencia que parecía encontrar algo divertido en lo que había dicho, lo que la crispó severamente. – ¿Alguna vez te pedí que formaras parte de mi vida, Karin? ¿Qué te hace pensar así?
La campana de anuncios sonó avisando cualquier cosa, en lo que ellos cuatro permanecían en silencio. Ya sin apenas quedar alumnos en el pasillo, Karin volvió a apretar los nudillos de la mano que sujetaban su bolsa escolar con furia.
Miró a Suigetsu, quien también la miraba impasible en silencio, – ¿Ni un comentario nefasto, niño piraña? – para seguidamente voltear a ver a Juugo. – ¿Se lo dijiste tú, a qué sí? –.
– ¿Con qué estamos en esas, eh? – asumió la Uzumaki claramente decepcionada.
– Iros a la mierda, en especial tú, Juugo. – dijo finalmente Karin dándose la vuelta y empezar a andar deprisa en dirección contraria a la que ella sabía que los tres iban a tomar por inercia, volteando a ver una vez más a los tres, fijándose que ni uno de ellos volteaba a mirarla y enseguida se ponían en marcha.
– Aparta de mi camino, imbécil… – manifestó mientras empujaba a un pelinegro que hablaba con su amigo mientras subían por la escalera para poder bajar y salir de ahí. Ambos muchachos se quedaron mirándola irse."
Golpeando el dedo índice contra la madera de la mesa, con la cabeza apoyada en su otra mano mirando el teléfono, Karin miraba la foto de Sasuke en su fondo de pantalla, algo de lo que tiempo atrás presumía en Hokkaido ante las demás chicas que gustaban de él, junto a ella.
Empezaba a arrepentirse de sus acciones, de todo en general. Llevaba tiempo colada por el Uchiha. Sabía que su actitud no era la mejor, pero ella era así. ¿Por qué no podía darle la oportunidad? Ella no era siempre de la manera en que se aferraban a verla.
– Lo arruinaste, Uzumaki… Mostraste lo peor de ti, frente a él. – bramó con amargura la pelirroja volteando la pantalla de su teléfono mientras apoyaba sus brazos encima del escritorio para descansar la cabeza en ellos, sin poder controlar que un sonoro sollozo se le escapara. ¿Qué más daría? Nadie iba a consolarla. – Estúpida, estúpida, estúpida, estúpida… Todo esto, me lo merezco.
Encendiendo el mechero para volver a encender su cigarro que él mismo elaboró con hierba, Zaku observó como diversos miembros de la pandilla del sonido apalizaban a Dosu continuamente. Observando la hora en su reloj caro de edición limitada, noto que ya habían pasado dos horas desde que empezó todo.
– Vale, tíos… Ya es suficiente por ahora. – frenó el pelinegro levantándose de su improvisado asiento, que no era más que un escritorio viejo grafiteado lleno de abolladuras debido a los golpes, etc.
Los chicos no tardaron en obedecer a esas palabras, dejando que Dozu quedara arrodillado debido al dolor, mientras un hilo de sangre resbalaba de su boca y nariz. El Abumi se acuclilló frente a él, observando la hinchazón en el rostro del cabeza-rapado, feliz del trabajo y no menos asombrado del trabajo de los demás.
– No me gusta ser así contigo, Dosu… – dijo Zaku mientras el mencionado alzaba la cabeza hacia él con dificultad. – Después de todo lo que hemos vivido juntos por años, comprenderás que decidas ir por otro rumbo sin consultarlo antes conmigo… Es una falta de respeto, no solo hacia mi ¿eh? Hacia El Sonido y lo que representamos.
El Kinuta no pudo evitar sisear de dolor cuando Zaku colocó una mano en su hombro y le agarró con fuerza a propósito mientras con la otra le sujetaba la cara obligándole a mirarlo.
– Te recuerdo, que tú eres tan culpable como yo en numerosas ocasiones por diversas razones… ¿Creías que podías desaparecer del mapa? El Sonido, se escucha estés donde estés, ¡EN TODOS LADOS! – aclaró con furia acercando su rostro al de Dosu, quien permanecía callado. – Así que… Como comprenderás, la única forma de mostrarles a los demás lo que puede pasarles si cometen el mismo error que tú, era castigándote.
– Mi jefe me pidió esconderme de todos… Haruno sabe de la mercancía. – se excusó el Kinuta, consiguiendo que Zaku le soltara el rostro en silencio y segundos después dar otra calada a su cigarro. – De lo contrario, vendrían a por mí…
– ¿Haruno, huh? – después del incidente de la cafetería, es cierto que había decidido mantener unas distancias prudenciales tras haberse ganado el traumático recuerdo de una mísero bolígrafo tener que ser extirpado en urgencias, su padre había puesto el pie en el suelo y cerrado sus cuentas bancarias hasta nuevo aviso, lo que le jodió bastante, sin olvidarse de que parece conocer a ese tipo de la moto. – Debiste habérmelo dicho, pedazo de imbécil… A fin de cuentas, tengo planes para mi preciosa gatita y compañía.
Tumbada en la cama completamente destapada de sábanas, Sakura notó como Shiro se volvía a acomodar encima de su cama con las patas arriba mostrando su barriga. Desperdigado de la misma manera en que ella misma solía sorprenderse al despertarse de la misma manera, con alguna postura rara, acaparando el espacio de toda su cama.
No podía dormir. Debía admitir que internamente, si le había parecido algo aterrador que Ume se tomara esas libertades en una casa ajena, pero no por el hecho de que esa mujer le diera miedo. Cuando su madre llegaba a casa de improvisto, se aseguraba de guardar todo lo que podía en diversos lugares para que Mebuki no diera con ellas. Tenía un pestillo en la puerta y uno portátil de refuerzo, cuando las cosas se complicaban y debía encerrarse en otra habitación, tenía que descifrar si sus pasos se dirigían hacia donde ella era algo que había tenido que aprender.
Incorporándose de la cama minuciosamente mientras su mascota roncaba, se dirigió hasta el cajón escondido que había en la parte baja de su armario, sacando de allí, una caja rectangular ancha y aplastada de tela blanca, donde se encontraban las pocas cosas con las que se había quedado de su madre. Casi todo lo que había ahí eran documentos. Su acta de nacimiento, recibos y papeles de testamento y antigua documentación del trabajo de su madre.
– Les gusta creer que soy una cría ingenua… – murmuró para sí sola mientras tomaba la fotocopia del justificante del recibo del generoso cheque que el feliz matrimonio le había dado a su madre para librarse de ella. No se esperaban que esta fuera a quitarse la vida, pero mucho menos que aun así él esa cantidad de dinero fuera cobrada igualmente.
Volviendo a poner todo en su sitio, bien escondido, se incorporó para salir de su habitación con el teléfono en su mano para tomar algo de agua. Hacía demasiado calor.
Decidida a no pensar más en lo ocurrido mientras se servía agua en un vaso, dio un sorbo con tranquilidad. Asustándose un poco cuando se escuchó el sonido del portal dar un portazo escandalosamente, pronto pasos apresurados empezaron a dar más eco a medida que se acercaban. Sigilosamente, se acercó a la puerta y comprobó que estuviera cerrada. Al parecer los pasos iban a un siguiente piso, por lo que por un segundo se relajó hasta que alguien llamó a su puerta, sobresaltándola.
Shiro, gruñendo, se acercó trotando con prisas hasta la puerta, soltando ligeros ladridos contra la puerta hasta que al colocar su hocico en la base de la puerta tras un par de olfateos, paró, empezando a rascar la puerta como si quisiera que la persona al otro lado entrara a casa.
Extrañada, miró por la mirilla de la puerta, sorprendiéndose al encontrar a Sasuke ahí. No dudó en abrir la puerta, tardando un poco al tener que pasar la llave y quitar el seguro.
– ¿Sasuke? – habló ella ante esa inesperada aparición.
El mencionado, miró de arriba abajo a su chica. Vestía el mismo pijama blanco de la otra noche, no pudo apreciarla demasiado con el puesto. Se le hacía difícil no mirar hacia abajo y más allá.
– Ei, erhm… – saludó él de vuelta viendo como los ojos de Sakura se acostumbraban de nuevo a la luz encendida del rellano. Antes de que pudiera decir algo más, Sakura abrió paso para que entrara a su casa, pronto solo estuvieron ellos dos a solas y Shiro, quien actualmente se encontraba sentado a su lado dejándose acariciar la cabeza con la lengua afuera.
– ¿Querías algo? – preguntó Sakura sin molestarse en prender la luz mientras avanzaba por el pasillo de la entrada. Sintió como Sasuke la seguía.
– Solo, … Tú… ¿Cómo estás? – logró decir Sasuke a pesar de que su cerebro le decía que preguntara "¿Estás bien?" Algo es algo, hasta su conciencia parecía aplaudir.
A pesar de las muchas ganas de reírse al encontrarlo así de nervioso y tímido con ella, no creía conveniente provocarle un poco, por más raro que fuera que viniera en medio de la noche a preguntarle eso. No estaba de más creer, que por pura lógica, se había enterado de algún que otro detalle por parte de Izumi o quien sabe más sobre lo de su madrastra.
Ver a Sasuke hacer esa clase de esfuerzo en mostrar preocupación en ver de ser ella como solía hacerlo, a duras penas, le brindaba calor en el corazón.
De la nada, se acercó a él y le tomó de la mano para empezar a guiarlo suavemente hasta su habitación, a diferencia de otras veces en el pasado, cuando ellos dos eran solo amigos, Sasuke podía dejar que ella le agarrara la mano, pero no presionarlo. Sabía que eso le obligaba a soltarse, eso ahora mismo era todo lo contrario. Esta vez, él seguía sus pasos, a su lado.
– Vamos a la cama… – habló ella repasando que su teléfono tuviera las alarmas encendidas y que el teléfono no estuviera en silencio para no dormirse.
Fue Sasuke la que se tumbó primero en ella, dejando espacio a que ella dejara su teléfono encima de la mesita de noche, hasta que ella se ató el cabello en una coleta baja para seguidamente recostarse a su lado, sin privarle a él de abrazarla quedando su cabeza encima de su pecho, feliz de poder ser capaz de sentir su aroma y el suave tacto de su piel. Lo mejor de todo fue cuando sintió las manos de ella empezar a acariciar su cuero cabelludo como en un masaje, no pudo evitar mover los dedos de los pies feliz ante esas agradables sensaciones.
Pero ese momento fue arruinado cuando en su mente apareció el recuerdo de su breve disputa con Naruto en su casa.
– Me alegro que estés aquí conmigo… – dijo Sakura como queriendo responder a la pregunta que el Uchiha le hizo nada más entrar, con los ojos cerrados, sin dejar de pasar las manos por la negra cabellera del chico encima de ella.
– Tengo que encontrar el modo de decírselo… – meditó Sasuke con los ojos entreabiertos, cada vez más relajado en esa postura, pensando en la mejor manera de hacerle saber al Uzumaki que él y Sakura estaban saliendo, que eran más que amigos.
– Hn. No pares. – pidió con voz relajada casi medio dormido cuando sintió que Sakura dejó de pasar la mano por su melena, alzando su cabeza para mirarla, ella también parecía estar ya adormecida, pero aun así con una cariñosa sonrisa volvió a darle las caricias que pedía.
Antes de que la idea se le eliminara de la cabeza por completo ya a punto de caer rendido en los brazos de morfeo, volvió a alzar la cabeza para besar a la pelirosa suavemente.
Eso era algo de lo que no se cansaría nunca y que no compartiría nunca.
Lo siento, Naruto… yo también lo daré todo por estar con ella.
Siempre.
Hello there~
Antes que nada, sé que en este capítulo ha habido escasez de romance por parte de la parejita. Sé que esperaban más intimidad, pero como les comenté al principio, terminé alargando mucho hasta que encontré el momento perfecto para dejarles con algo de intriga. Les digo eso porque genuinamente creo que les junté muy poco, pero aun así ya me dirán qué les parecieron esas escenas.
Si es que no habían tenido suficiente con lo del capítulo anterior referente a Sai y Karin, habrán comprobado que esta fue la segunda parte. Al estar escribiendo a un Sai narcisista y con falta de empatía, etc. Creía idóneo elaborar una escena dónde el recupera el "control" para quedar como la víctima ante los demás, culpando a Ino. Que la Yamanaka les pusiera en su lugar me pareció idóneo, pero alguien tenía que ser más tajante con esos dos.
¿Interesante lo de Ume y Kizashi? Por fin se sabe quien es Sakumo. ¿Qué les parece?
La verdad es que, o no se me da bien mentir a mi o ciertos lectores, son bien astutos. *guiño, guiño a HIkari* Si, Kakashi y Rin están juntos. ¿Por qué? Bueeeeno, hice pito pito gorgorito para decidirme… No es broma haha, pero si ya escribí, aunque solo por parte de Rin, que lo suyo con Obito no tenía arreglo, se me hacía más lógico. A ver qué pueden decirme de ellos, pese no ser una pareja principal ni mucho menos.
¿Qué vibra perciben con Zaku? ¿Alguna hipótesis o ligera idea que se les venga en mente? ¿Han notado algo interesante?
¿Les gustó el capítulo? Díganme su opinión en un review si así lo desean, por favor 3
Un saludo y hasta el próximo capítulo.
