Hola de nuevo.

Mary Morante tiene un poco de tiempo libre.

Agradezco mucho a ClaudiaCeis, atlas1950, patriciagrandchester22, Elsa de Larios y a los que han dejado reviews anónimos. Como siempre les agradezco de corazón el apoyo, ya que es mi primer fic de Neil y espero que sea de su agrado.

¿Qué si Neil va a sufrir? Bueno, no puedo adelantar mucho, pero si va a sufrir algo muajaja.

Espero que les guste este capítulo.

Disclaimer: Candy Candy y sus personajes son propiedad de Keiko Nagita y Yumiko Igarashi. Este fanfic fue creado solo con fines recreativos.

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LAS CONSECUENCIAS DEL AMOR Y LA GUERRA

Heridas de Guerra

Otro fin de semana había llegado para Candy. Era la mitad de la primavera y en un par de semanas, empezarían las clases de catecismo en el hogar de Pony. Un día antes, Candy se había dado a la tarea de comprar útiles escolares, como libretas sencillas de cuero, lápices, pizarras con gises y algunos tinteros con plumas. A petición de Albert, un chofer estaba a disposición de Candy, y aunque ella rara veces le llamaba, en esta ocasión solicito su ayuda. No iba a poder sola con todo el material.

Así, el chofer de nombre Alan, llevo a Candy hasta la colina de Pony. Unos metros antes de llegar, Candy alcanzo a ver un gran tumulto a las afueras del orfanato. Alan le indico, que trataría de estacionarse cerca, ya que los vehículos del ejército rodeaban el lugar. Una vez que Candy bajo del automóvil, una niña de unos 4 años corrió hacia ella – ¡Candy, Candy! ¡Que bueno que llegas! – Toma su mano y la jala insistente – Ven.

Candy le dio indicaciones a Alan y este empezó a bajar los obsequios. Sin más, la niña llamada Isabel, llevo a Candy hasta donde estaban la señorita Pony, la hermana María y otra sierva de Dios, de nombre Rosario (tenía uno seis meses, que se unió al hogar de Pony) – ¡Candy que bueno que estas aquí! – la hermana María le entrega unos papeles – Por favor, ayúdanos con los registros.

Una vista rápida al sitio, aclaro a la rubia lo que estaba pasando. Por desgracia, esa escena ya la había visto antes – Niños nuevos.

Había alrededor de unos diez niños, llorando y armando todo un pandemónium. Unos niños estaban peleando, hasta que fueron separados por los soldados. Otros tantos, que se veían algo enfermos, estaban siendo revisados por una enfermera militar y la hermana Rosario. El resto lloraba, llamando a su mamá y a su papá.

– Son más huérfanos de la guerra – Le dijo la hermana María, como si le estuviera leyendo la mente – estarán con nosotros, hasta que sean reubicados en otros orfanatos.

Consternada, Candy aun miraba a los más pequeños, que no dejaban de llorar – Pero yo creí, que la semana pasada…

– Fueron los del bombardeo – respondió la señorita Pony, que iba llegando junto a Candy y la hermana María – Qué bueno que llegaste Candy, necesitamos ayuda con el registro de los niños.

El resto del sábado, Candy ayudo con los papeles de los recién llegados. En total era quince niños, sin contar a los nueve que habían llegado la semana anterior, ni a los seis que llegaron hace tres semanas (motivo por el cual, compro los útiles escolares)

Una vez finalizado los archivos, Candy notó por sus documentos, que la mayoría de los niños eran ingleses, los demás eran franceses y americanos. Elevo la vista y a la luz de la vela, vio los pequeños bultos dormidos sobre viejas cobijas, en el frío suelo – Tantos niños perdieron a su mamá y a su papá.

– Es triste, ¿no? – La enfermera militar, de nombre Lauren, se sienta junto a ella – Todos esos niños tenían un hogar, ahora… no tienen nada – Saca un cigarrillo y lo enciende con la llama de la vela – Si tan solo hubiéramos llegado antes… pobres inocentes.

– ¿Qué fue lo que pasó? – pregunto Candy en voz baja.

Un grupo de ataque… Llegaron hasta una de las bases militares principales, fue un ataque sorpresa y muchos murieron al instante – Lauren respira profundo y da una bocanada a su cigarrillo – El enemigo avanzo, llegando hasta las tiendas de enfermería – su voz se quebró – Tantos médicos… snif… todas esas enfermeras… – bajo la mirada y cubrió su rostro.

Candy estaba horrorizada, no podía ni siquiera imaginar, el escenario que vio Lauren cuando llego – Éramos tan pocos… – Continuo la enfermera militar – Si hubiéramos sido más médicos… más enfermeras… quizás, muchos de ellos no estarían aquí.

Siguiendo la mirada de Lauren, Candy comprendido a que se refería. Abrazo con cuidado a Lauren y ambas salieron a tomar un poco de aire fresco – Hiciste lo que pudiste – Candy le da consuelo – No te sientas culpable, seguramente habrás salvado la vida de muchas personas.

– Es solo que… – Lauren enjuga sus lágrimas – Somos tan pocos…

Estupefacta, Candy no podía percibir la magnitud de los enfrentamientos, al grado de que Lauren confesara, como los heridos sobrepasaban la capacidad de atención médica – En el hospital de Chicago donde laboraba, algunas de mis compañeras se enlistaron para ir al frente.

– ¿Eres enfermera? – Ante la respuesta afirmativa, Lauren prosiguió – No solo nos faltan enfermeras, también necesitamos médicos, auxiliares para traslado a hospitales, soldados que nos protejan… ¿entiendes a lo que me refiero?

Sin saber que contestar, Candy permaneció callada. Después del silencio incomodo, Lauren niega con la cabeza – Perdóname Candy, es solo que… he visto a tanta gente morir, muchos por falta de atención médica.

– No tienes por qué disculparte – Aseguro Candy – Has pasado por mucho – Ambas quedaron en silencio, siendo acompañadas por el fresco aire nocturno y el cielo inmensamente estrellado – Candy, quizás no debería preguntar, pero… ¿te gustaría enlistarte? – Lauren toma sus manos – Necesitamos toda la ayuda que podamos en el frente.

Dubitativa, de nuevo Candy no sabía que responder. Ir a la guerra no estaba ni remotamente en sus planes, menos ahora, que todo marchaba bien en su vida – Lo pensaré.

Candy y Lauren ingresaron de nuevo al orfanato, pues ese día había sido muy agotador y necesitaban descansar. La tranquilidad de la noche, ayudo a que Lauren durmiera de inmediato, a diferencia de Candy, que no dejaba de pensar en lo que Lauren le había contado.

El fin de semana transcurrió rápido, y pronto, inicio una nueva semana. Aún en Happy Clinic, Candy no dejaba de pensar en los niños, ni en las palabras de Lauren.

A esos niños no los habían abandonado, no como a ella. Esos niños tuvieron mamá y papá, y ahora, tendrían que esperar para ver si una buena familia los acogía – En todos lados, hay familias como los Ardley – Se decía a si misma, de manera optimista.

También hay familias como los Leagan – Ese pensamiento, era el que más la preocupaba.

Su vida con los Leagan había sido, en pocas palabras, una pesadilla. No solo le habían levantado falsos, había tenido enfrentamientos y también derramo lágrimas por su culpa. Eliza y Neil, le demostraron cuan malvado puede ser el mundo que te rodea.

Los huérfanos de la guerra, no merecen más sufrimiento – afirmo Candy, más como una suplica al cielo.

– ¿En que piensas, pequeña Candy? – Le preguntó Albert al verla tan distraída.

Su mente divago tanto, que no se percato de lo rápido que había pasado la semana. Casi era fin de semana y Albert la había ido a visitar – No, no pienso en nada.

De nuevo, la vida para Candy volvía a la normalidad, y por un breve instante, esa tarde de jueves olvidaría la miseria que hay en el mundo, gracias a la dulce compañía de Albert.

Sin embargo, su alegría se esfumaría el sábado.

Esta vez, Candy llegó más temprano de lo normal, solo para mirar cómo los militares separaban a los niños más grandes, y los subían a sus vehículos oficiales.

– ¡No, no! ¡Hermano, hermano! – Era el clamor de los más pequeños – ¡Hermana! ¡No nos separen por favor!

– Lo sentimos mucho, son órdenes superiores – Respondió el soldado, tomando con fuerza a la niña de unos trece años, dejando a un lado a dos menores – ¡Hermana, hermana!

– ¡Señorita Pony! – Candy se apresuro a su encuentro – ¿Qué esta pasando?

– Un orfanato en New York, ha aceptado a los niños mayores de doce años – respondió con tristeza – Tendrán que separarse.

Apenas iba a protestar Candy, cuando un jovencito de unos catorce años se adelanta – ¡No lloren Cecil, George! – gritaba desde el coche militar – ¡Seré mayor de edad y regresaré por ustedes, no me olviden!

Sin poder aguantar más, Candy busca con la vista a Lauren. Seguro ella sabría que hacer, para evitar separar a las pequeñas familias que quedaban – ¿Dónde esta Lauren, hermana Rosario?

Con pesar, la hermana Rosario negó con la cabeza – Regreso a la guerra, Candy – Con cuidado, la hermana cargo a una pequeña, que no dejaba de llorar – Me pidió que te entregara esto – Candy toma el sobre y saca la carta:

"Querida Candy.

Muchas gracias por haberme escuchado esa noche, realmente necesitaba desahogarme y hablar con alguien, ya que en el frente, tratamos de no llorar delante de los heridos.

Como sabrás, cuando leas estas líneas, estaré en camino de regreso a la guerra. No mentiré al decirte que no tengo miedo, sin embargo, daré mi mejor esfuerzo para salvar a más personas. Eso evitará que haya más huérfanos en el mundo.

Creo firmemente, que todos tenemos derecho a regresar a casa con nuestras familias. Y con la ayuda del buen Dios, pronto regresaré a mi casa.

¿Sabías que estoy comprometida con un doctor? Eso me da ánimos para volver.

Siento mucho haber tratado de convencer, para que te unieras a la guerra. Candy, haz oración por mi y por los médicos y enfermeras, que estamos en el ejercito. Necesitamos de todas las oraciones posibles, y se que eres buena persona, Dios también te escuchará a ti.

Me despido, deseándote una vida maravillosa y de nuevo gracias por escucharme.

Tu amiga.

Enf. Lauren Sullivan."

Al terminar de leer la carta, sin querer, Candy escucho a la señorita Pony hablando con la hermana María – Si continúan llegando niños, no tendremos dinero suficiente para alimentarlos a todos.

Con frustración e impotencia, Candy apretó la carta entre sus manos y corrió, sin prestar atención a los llamados de la señorita Pony. Con abundantes lágrimas bajando por sus mejillas, corrió tan rápido como sus piernas se lo permitieron, hasta llegar al viejo padre árbol. Apoyo sus brazos en el grueso tronco y lloro hasta que se calmo.

– Dios mío… ¿qué puedo hacer? No me quiero quedar aquí, viendo como llegan más huérfanos de la guerra, y los separan de sus hermanos… Si tan solo yo…

– He sido muy egoísta…

Un suave viento, revoloteo sus rizados cabellos de oro, ayudándole a pensar con más calma – No… No me quedaré con los brazos cruzados.

Haciendo una profunda inspiración, Candy empezó a gritarle al horizonte – ¡Anthony…! ¡Stear…!

– ¡No me voy a quedar de brazos cruzados…!

– ¡…Cuiden de mí en la guerra!

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ConTinUarÁ…

Al ver el gran dolor que deja la guerra, Candy no dejaba de pensar en los niños que han quedado sin padres. Después de todo, ¿quién como un huérfano, para entender el dolor de otro huérfano?

Aún y con el peligro que representa ir a la guerra, Candy se armará de valor, y se esforzará mucho para salvar vidas y evitar más sufrimiento, en las familias que se han separado.

El problema para Candy ahora será, ¿cómo decirle a sus seres queridos que ha tomado esa decisión?

En cuanto a Neil, ¿cómo le estará yendo en el ejercito?

Nos leemos después ;)

MaRyMoRaNTe:)