Hola de nuevo.
Los desvelos y la inspiración de Mary Morante han dado sus frutos.
Como siempre, agradezco a quienes me han dejado sus review. El siguiente capítulo quiero que sea más sobre Neil, además de que contestare a todos los reviews que me han dejado.
Sin más, espero que les guste y no olviden por favor dejarme un review.
Disclaimer: Candy Candy y sus personajes son propiedad de Keiko Nagita y Yumiko Igarashi. Este fanfic fue creado solo con fines recreativos.
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LAS CONSECUENCIAS DEL AMOR Y LA GUERRA
El Trato de la Tía Abuela Elroy
Durante años, la tía abuela Elroy Ardley, había sido pilar de fortaleza para la familia Ardley. Tomar el control, después de la muerte de los padres y la hermana de Albert, no fue sencillo. Quizás su temple interior y sus años de experiencia, le ayudaron de una u otra manera, a superar la dolorosa pérdida y así, mantener la estabilidad familiar.
La tía abuela Elroy, era una mujer muy respetable, pero quienes la conocían bien, sabían que casi cualquier cosa la escandalizaba. Desde los encabezados en los periódicos, hasta la ropa de moda para señoritas – Demasiada piel expuesta – decía, al ver los nuevos vestidos.
Cuando algo no le gustaba, no dudaba en externar su opinión, ya sea para esclarecer rumores, o enfatizar una idea – ¡William Albert jamás ha trabajado de lavaplatos!… Archibald, como buen caballero Ardley, ha respetado la virtud de la señorita Britter… Esa niña Candice, asiste como enfermera, debido al contagio del espíritu caritativo de los Ardley…
Lo que pocos sabían, es que cuando algo realmente iba mal para la tía abuela, ella callaba. El silencio la invadió, cuando Albert adoptó a Candy. De igual manera, guardo silencio en el funeral de Anthony y Alistar, así como en el compromiso fallido de Neil Leagan.
Últimamente, un nuevo silencio era manifiesto en ella. En cada banquete o celebración, la tía abuela era testigo, de cómo Albert y Candy se volvían cada vez más cercanos. Sin lugar a dudas, esta cercanía le preocupaba mucho, y solo se limitaba a observar desde lejos, expectante.
¿Qué iba a pasar si se enamoran? ¿Y si ya están enamorados? ¿Cómo puede ser marido y tutor al mismo tiempo? Esas preguntas la atormentaban y jamás, le mencionaría a alguien su preocupación. No iba a desatar un nuevo chisme sobre la familia.
En la última fiesta, alguien en algún momento, le hizo esa observación. La tía abuela Elroy arrugo la frente y exclamo – ¡Dios se apiade de nosotros!
c - c - c - c
Una semana antes de la boda de Annie y Archie, Candy se acerco al Dr. Martin, para manifestarle su deseo de irse como voluntaria al ejército – Me sorprende un poco tu decisión Candy – expresa el viejo galeno – Creí que eras feliz aquí en Happy Clinic.
– Y soy feliz Dr. Martin, es solo que… – Candy baja la vista y arruga el periódico que lleva en sus manos, donde se aprecia el titular del último bombardeo – Quiero ayudar a los soldados, para que puedan regresar a casa.
– No voy a negar que me dejas preocupado – Apoya sus manos sobre los hombros de la rubia – Promete que vas a regresar con nosotros Candy, no te olvides de este viejo doctor.
Con lágrimas en los ojos, Candy asiente – Le prometo que regresaré sana y salva.
– ¿Ya le dijiste a Albert?
Con sobresalto, Candy niega con la cabeza – En cuanto tenga la oportunidad, hablaré con Albert.
El Dr. Martin saca un pañuelo y limpia sus ojos. Se acerca a su escritorio y acomoda su nueva maquina de escribir, que compro con el aumento de trabajo, gracias a Candy – Te haré una carta de recomendación. Mi buen amigo Alfred L. Delrick, es médico militar, y estoy seguro de que él te ayudará, en caso de que lo necesites.
Al día siguiente, Candy le había pedido permiso al Dr. Martin y fue junto con Annie al hogar de Pony. Candy le conto la triste situación en el orfanato, y ambas decidieron llevar víveres, telas para confeccionar ropas para los niños y ropas de cama, para ayudar a la señorita Pony y a las hermanas María y Rosario. De nuevo, Alan condujo hasta el hogar de Pony, y ayudo a las mujeres a bajar las cosas y a repartir los dulces que Candy compro.
Con paciencia, Candy espero a la hora de la cena, para hablar con sus madres y con Annie, sobre la decisión que había tomado.
– ¡Candy! – Grito Annie muy consternada, levantándose de la mesa – ¡No puedes ir a la guerra! – Apretó los ojos y sacudió su cabeza – ¡Te lo prohíbo me oyes, te lo prohíbo!
– Annie calma… – La hermana María se pone en pie y la toca del brazo. Al sentir el contacto, Annie la abraza, llorando en su hombro – ¡Hermana María, prohíbaselo por favor!
Afligida, la señorita Pony va con Candy y toma sus manos – Candy hija, ¿por qué quieres ir a la guerra? ¿Es que acaso te damos muchos problemas? ¿Es eso Candy?
Las cuatro mujeres la miraban expectantes, mortificadas por la triste noticia que acaban de escuchar. Candy da una profunda inspiración – Siento mucho tener que decirles esto, pero mi decisión esta tomada – Con angustia, mira a cada una de ellas, preocupada por el sufrimiento que les causaba su partida – Señorita Pony, hermana María, hermana Rosario… Annie… Vean cuanto dolor y sufrimiento ha provocado esta guerra – Alza una mano hacia la habitación de los niños – Muchas familias sufren, cuando alguien ya no regresa a casa, ellos…
– ¡Y yo también sufriré Candy! – Annie la toma de los hombros y la sacude con desespero – ¡¿Cómo puedes ser tan egoísta?! Snif.. snif..
– Annie entiende, nosotras somos afortunadas – Annie le da la espalda y se abraza a si misma – Tú fuiste adoptada por los Britter, yo fui adoptada por los Ardley, pero estos niños fueron arrebatados de sus padres… quizás los vieron morir en el bombardeo.
Con suma tristeza, la señorita Pony se acerca a Candy. Ella misma tenía que admitir, que Candy tenía razón. La misma Lauren les hablo de lo cruda que era la guerra, y la falta de atención médica – Si la decisión ya esta tomada, solo me queda darte mi bendición hija, y que Dios te traiga de regreso a casa.
La hermana Rosario, tomo su pequeño rosario de perlas y se lo entrego a Candy – Se que este pequeño rosario te cuidará Candy, además de que te acordarás de mi nombre siempre… snif, lo siento.
Con lagrimas, Candy le agradeció a la señorita Pony y a la hermana Rosario – Muchas gracias señorita Pony, hermana Rosario.
La hermana María se acerco y la bendijo con la señal de la Cruz – Que Dios te bendiga y proteja Candy, por favor regresa con bien a casa. Nosotras estaremos haciendo oración por ti.
– Hermana María… gracias.
Abundantes lágrimas se formaron en los ojos de Annie – ¡CANDY! – finalmente, Annie la abraza y llora amargamente en su hombro – ¡Solo prométeme que volverás sana Candy, promételo por favor! ¡No puedes abandonarme! ¡Necesito de mi hermana!
– Regresare Annie, tengo que volver para ver a tus hijos crecer – Candy abrazo con fuerzas a su hermana y lloraron juntas. Aunque no querían que Candy se fuera, en parte entendían su espíritu de bondad y solidaridad con el prójimo; siempre había sido así con Candy.
– ¿Ya le dijiste algo a Albert? – pregunta Annie.
– Le diré, después de tu boda – Candy limpia sus lágrimas – Deseo que pase la fiesta sin preocupaciones. Por favor, no le cuentes a Archie, yo tengo que decirle primero a Albert.
Con resignación y cierto aire de tristeza, las cinco mujeres continuaron cenando. La señorita Pony entendía, que quizás sería su última cena juntas, (sin contar, con la boda de Annie) antes de que Candy regresara de la guerra – ¿Por qué esas caras largas? ¡Candy dijo que volvería!
– Señorita Pony… – Candy se admira, ante el cambio en el estado de animo de su madre.
– Es cierto, debemos festejar que Annie contrae nupcias este sábado, y que Candy salvará muchas vidas en la guerra – Con ánimo, la hermana María levanto su vaso de leche – Brindo por Candy y por Annie.
– ¡Yo también brindo por Candy y por Annie! – pronunció la hermana Rosario, elevando su vaso de leche.
Ya con el ambiente más relajado, Candy y Annie sonrieron entre sí.
Cinco vasos de leche se elevaron – ¡Salud!
c - c - c - c
El día tan soñado para Annie por fin llegó. La Catedral del Santo Nombre en Chicago, fue bellamente decorada con rosas blancas y el ramo de Annie estaba hecho de "dulces Candy" (las rosas que Anthony cosechaba con tanto cariño) Annie se veía realmente hermosa, su cabello estaba recogido y su vestido era corte princesa. Archie no podía sentirse más afortunado, cuando la vio llegar al altar, por supuesto, del brazo del señor Britter.
A la celebración, asistieron también Patty y su abuela, Tom, la señorita Pony y las hermanas Rosario y María. Candy estaba tan feliz por su hermana, que por el resto de la tarde olvido el tema de la guerra. Al menos, hasta que se acerco a felicitar a los novios.
Al verla aproximarse, Annie tomo la mano de Candy y la jaló, para apartarse de todos y hablarle en secreto – Candy… ¿aún piensas ir a la guerra?
Con pesar, Candy no respondió, solo asintió – Todavía no le digo nada a Albert.
Las lágrimas se agrupaban en los ojos de Annie – Por hoy… solo por hoy, Candy… promete que no irás a la guerra – Aprieta sus manos – No importa que sea mentira… solo dilo.
Conmovida por la suplica de Annie, Candy asintió – Te prometo que hoy no iré a la guerra.
– Candy… yo…
El sonido de cristales rompiéndose las interrumpió. Al volverse, notaron que una persona las había escuchado – Eliza…
Para sorpresa de muchos, tres miembros de la familia Leagan habían asistido a la boda, pero Candy estaba tan contenta, que no los había notado. Además, Eliza ahora lleva su cabello castaño rojizo al hombro, vistiendo un hermoso conjunto en azul turquesa. Temblando, la joven Leagan trata de contener las lágrimas y sale corriendo, dejando olvidado el regalo, responsable del sonido y que, seguramente, resbalo de sus manos – ¡Dios mío…! – Candy se asustó – ¡Le va a decir a Albert!
Con angustia, Candy dejo a Annie y corrió a buscar a Albert entre todos los invitados, sin localizarlo. Miraba a todos lados y cada minuto que pasaba, Candy lo sentía como una eternidad – No debe enterarse por Eliza – Pronto sería el brindis para la nueva pareja, y seguro Albert daría unas palabras – Tengo que encontrarlo antes que ella.
El sonido de una cuchara golpeando una copa, anuncio el inicio del brindis – Escuchen todos por favor… – menciono Albert, desde el otro extremo del salón, encontrándolo por fin – Es obvio – Pensó Candy – Albert estaría cerca de los músicos, para llamar la atención.
Con premura, Candy avanzo hacia Albert, pero una mano la sujeto del brazo, deteniendo sus pasos – ¿Tía abuela Elroy?
Con entrecejo fruncido, La tía abuela Elroy hizo un gesto y pronto, un mesero le trajo una copa de champagne para Candy – Brinda por Annie y Archibald, Candice – indico la tía abuela sin soltarla, además sus palabras sonaba más como una orden.
Extrañada, Candy obedeció y espero a que Albert terminara de dar el brindis. Una vez finalizado, todos brindaron y aplaudieron a los recién casados. Albert estaba solo y Candy quería aprovechar el momento para llegar a él, pero para su sorpresa, la tía abuela Elroy todavía no la soltaba – Acompáñame un momento Candice – expreso la tía abuela – Quiero hablar contigo.
– ¿Qué querrá conmigo? – En silencio, ambas fueron caminando hasta llegar a una oficina. La tía abuela abrió la puerta y espero paciente a que Candy pasará, encontrando a una persona en el interior – Eliza…
– ¡Candy va a ir a la guerra, tía abuela! – Reclamo Eliza con coraje. Desconcertada, Candy ahora sabía por que la tía abuela quería hablar con ella, pero lo que no entendía, era por que la voz de Eliza parecía quebrarse – ¡Dile que tiene que ir por…!
– ¡Eso es todo Eliza, puedes retirarte! – le interrumpió la tía abuela.
– Pe… pero tía abuela…
– Déjanos solas, Eliza – sentencio la tía abuela, apretando el pomo de la puerta, esperando a que saliera. A regañadientes, Eliza salió, no sin antes cruzar miradas con Candy.
Una vez solas, la tía abuela camino hacia una sillón grande y se sentó – Tengo entendido Candice, que vas a enlistarte al ejército.
Con temor, Candy asintió, ya que estaba segura de que le prohibiría irse – Verá tía abuela, en el hogar de Pony…
– ¿Todo por un orfanato? – pregunto con desdén, incomodando un poco a Candy.
Armándose de valor, Candy continuo – Esos niños no eran huérfanos, la guerra los hizo huérfanos, porque mucha gente esta muriendo y faltan médicos y…
– ¡Basta! – De pronto, la tía abuela se puso en pie y despacio, camino hacia un secreter – Aún así Candice, ¿sabes que William no te dejará ir, verdad?
– Estoy segura, de que si hablo con él…
– ¡No te dejará! – finaliza y camina hacia ella – Sin embargo, quiero hacer un trato contigo.
– ¿Un trato conmigo?
– Te ayudaré a ir a la guerra – Explica la tía abuela Elroy – Te haré una carta de recomendación y te encomendaré al cuidado de un viejo amigo, es doctor militar. Estoy segura que él cuidará de ti y no te dejará exponerte al peligro. Si todo sale bien, yo mandaré por ti y te llevare hasta el area de entrenamiento médico .
– ¿No exponerme al peligro? – Candy dudaba, si de esa manera podría ayudar a las victimas de combate – Pero yo quisiera estar…
De inmediato, protestó la tía abuela Elroy – ¡Eso no esta a discusión, Candice! – Apretó el pañuelo que llevaba en las manos – No aceptare una muerte más, de un miembro de esta familia.
Ante esa declaración, Candy se sintió más Ardley que nunca – Gracias tía abuela.
– No me agradezcas aún Candice – De nuevo, la tía abuela se sienta en el sillón – Te ayudaré, con la condición de que nadie más, en especial William, se enteren de que vas al frente.
– ¿No quiere que Albert se entere? – Pasmada, Candy sacude su cabeza – ¿Pero por qué?
– Si Albert se entera, querrá irse contigo – la tía abuela pasa su pañuelo por la frente, retirando sudor imaginario – Él estaría expuesto a más peligro que tú, ya que tú solo formarías parte del cuerpo médico.
Reflexionando lo dicho por la tía abuela, Candy comprendió que tenía razón. Quizás Albert no le prohíba irse a Europa como voluntaria, pero lo que si era seguro, es que él insistiría en acompañarla. Albert ya había tenido una lesión muy grave cuando perdió la memoria, y ella no dejaría que se arriesgara por su culpa.
La decisión de irse de voluntaria era de ella, no de Albert – Pero… ¿cómo explicaré a Albert, que me iré por un tiempo?
– Yo le diré que te mande a un hospital de New York, como un favor muy especial. Si quieres escribirle a William, primero me mandarás las cartas a mí y yo se las entregaré. Tambien me escribirás a mí Candice, no lo olvides.
Sin más remedio, Candy acepto las condiciones que pedía la tía abuela – Esta bien.
– Y bien Candice, ¿qué quieres a cambio?
– ¿A cambio?
Con impaciencia, la tía abuela Elroy se endereza en el sillón – Si niña, ¿qué quieres a cambio de este favor?, por Dios.
Al ver la reacción de la tía abuela, Candy dudo en decirle que no necesitaba nada – Verá, en el hogar de Pony…
– ¡Otra vez con los huérfanos! – La tía abuela se puso de pie y frunció el ceño. Candy solo se encogió de hombros y sonrió – Esta bien – dijo al fin – Entrégame por escrito tus peticiones y haré que se cumplan. Puedes retirarte.
Candy salió de la habitación y cerro la puerta. Lo que Candy no sospechaba, era que la tía abuela Elroy la quería lejos de Albert. Esta era la oportunidad que estaba esperando para distanciarlos. La tía abuela Elroy tampoco permitiría que Candy se enterará, de que Neil había ido a la guerra – Ese par pelea, como un viejo matrimonio.
Aún aturdida por la actitud de la tía abuela, Candy iba analizando su propuesta. Nunca pensó, que ella se ofrecería a ayudarla en algo tan importante – Candy…
Al darse la vuelta, ve a Eliza detrás de ella – ¿Eliza? – Las dos están solas en el pasillo y de nuevo, nota que el rostro de Eliza, refleja un inmenso dolor, y sus ojos ya están rojos, por aguantar tanto tiempo el llanto – ¿Qué quieres Eliza?
Con el labio inferior temblando, Eliza trata de articular palabra, pero no puede – En la guerra… snif, mi padre… lo obligo… snif, él no quería…
Confundida, Candy no entiende que es lo que quiere decir – ¿Qué...?
Quebrándose por completo, Eliza se suelta a llorar – ¡Todo es tu culpa me oyes...! ¡Todo es culpa tuya! – Sin más, la castaña sale corriendo, dejando a Candy más confundida de lo que estaba.
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ConTinUarÁ…
El trámite para enlistarse al ejército, ha quedado en manos de la tía abuela Elroy. Candy no entiende la razón de su apoyo, pero ha aceptado cooperar con ella.
Por su parte, Eliza estuvo a punto de pedirle a Candy, que buscara a Neil en la guerra y le ayudará a volver a casa. Por desgracia, el orgullo no le permitió hablar, culpando de todo a Candy.
Ahora le tocara a Neil enfrentar la realidad, de los entrenamientos militares.
Nos leemos después ;)
MaRyMoRaNTe:)
