Hola a todos.
Mary Morante reaparece :)
Antes que nada, agradezco mucho a las personas que han dejado su review, los cuales estoy respondiendo al final de este capítulo. De igual manera, agradezco a aquellas personas que han marcado la historia como favorito, así como los que siguen esta historia.
Sin más, aquí les dejo el capítulo 4.
Disclaimer: Candy Candy y sus personajes son propiedad de Keiko Nagita y Yumiko Igarashi. Este fanfic fue creado solo con fines recreativos.
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LAS CONSECUENCIAS DEL AMOR Y LA GUERRA
Fort Buenaventura
Cuando Neil recupero la consciencia, lo primero que sintió, fue un fuerte dolor punzante en el pómulo izquierdo, así como un amargo sabor metálico en su boca. Poco a poco, abrió los ojos y fue hasta entonces, que se dio cuenta de su situación. Iba sentado en una cabina de tren y, de hecho, no iba solo.
De pronto, recordó todo lo que había pasado antes, de perder el conocimiento. Para Neil, la realidad fue más dura, que el golpe recibido – ¿A-a dónde m-me llevan? – Pregunto con miedo.
Los tres soldados cruzaron miradas y se rieron. Aquel que le dio el golpe, puso una mano en su hombro y lo sacudió – Bienvenido a tu peor pesadilla, jajaja.
El resto del viaje, Neil apenas cruzaba palabras con los soldados, ganándose el apodo de "gallina muda" y la burla constante de los oficiales. Casi no comía, y tenía tanto miedo, que casi no dormía, aunque el cansancio siempre lo vencía.
Cuando llegaron a su destino, le entregaron a Neil una maleta de regular tamaño, donde venían sus pertenencias –Seguramente, papá hizo la maleta – Pensó, y por un breve instante, la soberbia que lo caracterizaba se apodero de él – ¡Oigan ustedes! – Les grito a los soldados, que lo "escoltaron" desde su casa – Les advierto que, si me vuelven a tocar, lo lamentarán – Orgulloso, levanto la maleta que ellos mismos le dieron – ¿Ven esto? Mi familia va a venir a sacarme de aquí.
Dos soldados se largaron a reír, mientras que el tercero, hizo como si fuera a soltarle otro puñetazo. Por supuesto, Neil reaccionó, cubriéndose con la maleta, y eso provoco nuevas carcajadas – Lo que usted diga 'Su majestad gallina', ahora fórmate en la fila de registro.
La valentía de Neil casi se esfumo. Sumiso, se paró detrás de otro joven recién llegado y puso los ojos en su maleta – Mi mamá no dejará que me quede – se decía en su interior – En menos de tres días, yo estaré fuera de aquí.
Nuevamente, Neil se volvió hacia los soldados, que ya se iban – ¡En tres días, mis padres vendrán por mí!, ¡¿me oyeron?! ¡tres días!
c - c - c - c
Una semana después, Neil había conocido todos y cada uno de los músculos que conformaban su cuerpo. O al menos, él podría jurar que era así, ya que todo el cuerpo le dolía.
El campo militar al que llegó, en realidad era un campo en construcción. La fecha calculada, para inaugurar Fort Buenaventura, estaba programada para dentro de dos años. Sin embargo, la premisa de la guerra y la amenaza latente, de que los Estados Unidos de Norteamérica podía entrar en el conflicto bélico, obligaron a que las fuerzas armadas, aceleraran la construcción de la base militar.
Y que mejor mano de obra, que la de jóvenes reclutas, dispuestos a aprender todos los oficios, para servir a su país.
Cuando Neil se registró, desató todo un alboroto, ya que no quería cortarse el cabello. Durante los primeros días, su conducta no mejoró mucho, la mayoría de las veces contestaba con temor, otras con enojo, y otras ni siquiera contestaba, ganándose el peor de los castigos.
– Y ESTO ES LO QUE SE GANAN, CUANDO ALGUNO DE USTEDES, MARIQUITAS, ¡NO CONTESTAN COMO SE DEBE! – Gritaba el sargento Jackson a los demás soldados, apoyando con fuerza su bota militar sobre la espalda de Neil, mientras este hace lagartijas en el lodo.
– ¡SÍ SEÑOR! –Respondieron todos los soldados, incluyendo Neil – ¡S-sí Señor!
Simplemente, Neil no era de los que seguía órdenes, o de los que sabía algún oficio, o de los que toleraba la frustración.
Durante su primera semana, el joven Leagan tuvo que aprender a despertarse temprano, a hacer ejercicio físico intenso, a cortar madera, a usar el martillo, a instalar tubería, a arar la tierra, a sembrar, a alimentar a animales de granja, a lavar platos, a lavar ropa, a cocinar (incluyendo no quemar la comida, o cortarse con el cuchillo), a tender su cama, lavar baños, barrer, trapear, planchar su uniforme, pulir sus zapatos, a no cortarse mientras se afeita, etc.
Incluso, cortarse las uñas, era algo nuevo para él. Siempre había una sirvienta a su disposición, que le ayudaba con su arreglo personal, el cual se vio severamente afectado en esas primeras semanas.
Además, Neil conoció nuevas sensaciones, que antes ignoraba. Aprendió a tener mucha hambre, a tener mucho frío, a sentir mucho sueño en las noches y a dormir agotado, hasta que el toque de la trompeta, les indicaba el amanecer de un nuevo día, (si es que las 04:30 de la mañana, era el amanecer)
No obstante, la esencia de Neil se mantenía. A pesar de que muchos soldados, a estas alturas, ya tenían amigos, Neil mantenía su distancia, evitando relacionarse con cualquiera, a quien no consideraba de su clase – Hola Leagan, ¿cómo estás? – Llega un joven de cabellos castaños claros, ojos verdes y lentes, cargando una charola con comida, sentándose junto a él.
El joven moreno no respondió, solo asintió con la cabeza y continúo comiendo. La única razón por la que Neil no protestaba, era porque el joven que lo acompañaba, era sobrino del expresidente Theodore Roosevelt, y aunque su nombre era Oswald Brown Roosevelt, le apodaban "Teddy", como su tío.
– ¡Oye Teddy! – Desde otra mesa, le gritan un grupo de soldados – ¡No deberías de sentarte solo con las gallinas, ven y come con nosotros!
Momentáneamente, Leagan dejo de comer y apretó el tenedor, sin voltear a verlos – ¡No estoy solo, estoy con mi buen amigo Leagan! – Les responde Oswald – No les hagas caso Neil, pero creo que ya deberías de intentar relacionarte por aquí.
– No estaré aquí por mucho tiempo, Oswald – respondió Neil – Pronto mi familia…
– Vendrá por ti – Oswald finalizó por él – Vamos Leagan, llevas diciendo eso desde hace tres semanas, y tu familia ni siquiera te ha escrito – Oswald empieza a comer – Creo que deberías de olvidarte de eso.
– ¡Vendrán! – Neil elevo la voz, silenciando un poco el comedor – ¡Y cuando lo hagan, tú serás testigo de eso, ya lo verás!
– Esta bien Neil – Oswald levanto las manos, en son de paz – Solo no te enojes.
Oswald (o Teddy) era muy observador. Sabía que la actitud de Neil, solo demostraba que un gran coraje y resentimiento, crecía en su interior; como una bomba que haría explosión en cualquier momento.
Solo esperaba, que no fuera en el momento equivocado.
c - c - c - c
Unas semanas después, en los dormitorios, se estaba armando una pequeña discusión. Dos soldados disputaban la fotografía, de una jovencita no mayor a diecisiete años. La foto, aunque en blanco y negro, daba la apariencia de que el cabello de la doncella era rubio y sus ojos eran claros – ¿Cómo es posible que mi hermana, te haya dado su foto favorita? – cuestionaba el más molesto.
– Ya te dije, estoy cortejando a Judy – Respondió su interlocutor, sujetando con firmeza la foto – Le escribiré cartas, y cuando termine la guerra, me declarare formalmente.
– ¡Mentira! – Con fastidio, el primero, de nombre Angus Howland, trata de arrebatarle la fotografía – Mi hermana me cuenta todo, ella me habría pedido permiso de salir contigo.
Los demás reclutas veían entretenidos, como ambos discutían por una simple foto. En el forcejeo, la fotografía salió volando, cayendo a los pies de Neil. Este se inclinó y con cuidado, tomo la fotografía – ¡Oye Leagan! – Exigió el joven pretendiente, de nombre Johnny Bullock – ¡Devuélveme esa foto, antes de que el idiota de mi cuñado, me la quite! – ¿A quién le llamas cuñado?
Mientras los dos se sujetaban, Neil revisaba con atención la imagen plasmada en el papel. Para su desdicha, la chica le recordaba a Candy – Cabellos rubios ondulados, ojos claros – De repente, sintió como el gran odio desde el fondo de su ser, se elevaba cual espuma de cerveza – ¿Y para que quieren la foto de una chica tan fea? – pregunto con burla y acidez.
Ambos contendientes detuvieron su lucha – ¿Cómo te atreves? – ¡Repite eso y verás! – protestaron ofendidos y se apresuraron hacia él. Neil sin más, rompió la fotografía en varias partes; de la misma manera, que había roto el boleto de Candy en el teatro.
– ¡¿Cómo pudiste?! – Angus se hincó para recoger los pedazos que cayeron. En tanto Johnny, enfurecido, lo tomo de las ropas y lo golpeo contra la pared – ¡Eres un malnacido! ¡¿Por qué rompiste la fotografía?!
– Te hice un favor – Responde Neil con cinismo – Esa foto ya la había visto en otra base militar – Sonríe, como sonreiría una serpiente con sus mentiras – Seguramente, anduvo repartiendo la misma fotografía, para ver a cuantos engatusaba jajaja – Entrecierra los ojos y lanza el último veneno – ¡Tu novia es una zorra cualquiera!
Los demás soldados se asustaron, e intercambiaron comentarios confusos. No porque alguien hubiera provocado la furia, de los dos novatos más fornidos; sino porque ese alguien, era precisamente Neil Leagan, alias el "gallina" – A perdido la razón – era la idea generalizada en la barraca.
– ¡Te tragarás tus palabras Leagan! – ¡Ahora verás hijo de perra! – Una lluvia de golpes cayeron sobre Neil. Algunos soldados alentaban el desigual encuentro, otros pocos aprovecharon para golpearle, simplemente porque les caía mal. Teddy, junto con otros tantos, corrieron a auxiliarle, pues estaba seguro de que, si no intervenían, lo iban a matar – Y estalló la bomba – pensaba, mientras trataba de quitarle a Johnny de encima.
c - c - c - c
El tiempo para Neil se detuvo. Nunca recordaría lo que paso durante la pelea, tampoco como fue, que llegaron oficiales de alto mando a su barraca, y mucho menos, como lo sacaron de ahí, para llevarlo a la pequeña construcción de enfermería, que estaba a unos metros del comedor.
Todo eso, se convertirían en borrosas imágenes, si es que intentaba recordar algo.
Lo que jamás olvidaría, fue lo que vio con el único ojo que podía enfocar bien, una vez que recupero la conciencia.
Inclinada sobre él, curando las heridas de su rostro con suma paciencia, estaba la más hermosa de las enfermeras. Cabellos dorados, ensortijados con rebeldía, peinados a dos coletas. Nariz respingada, cubierta con una suave salpicada de pecas. Ojos tan verdes, como frescas hojas de menta, sumergidas en el agua más pura y enmarcadas en espesas pestañas. Boca pequeña, labios gruesos, con un delicado toque color melocotón.
Su mente no le daba más explicación. La lógica le gritaba en silencio, que no podía ser ella, era imposible. El corazón, por el contrario, se aceleraba tan solo con el suave contacto de sus dedos, sobre su piel herida.
– ¿Acaso enloquecí? ¿Morí y estoy en el cielo… o en el infierno? – Se cuestionaba mentalmente – ¿Estoy alucinando… o estoy soñando?
Con debilidad, Neil hace una inspiración – ¿Huele a rosas?
– ¡Ahora sí que la has liado, Neil! – Le reprendió molesta – Mira nada más como te dejaron.
Esa voz.
Esa dulce, angelical y regañona voz, solo podía pertenecerle a una persona. ¿Pero qué hacía ella, en un lugar como ese? – Can… Ca…argh – Neil trata de incorporarse, pero el fuerte dolor corporal limita sus movimientos.
– Oh no – Con cuidado, Candy lo regresa a su lugar – No te vas a levantar, tienes un par de costillas rotas. Si te mueves, me van a regañar por tú culpa.
Si bien, antes hubiera hecho lo posible, por meterla en problemas; ahora no quería ni imaginar, cuál sería el castigo que iba a ganarse por su culpa. Sin protestar, Neil se recostó en la cama, observando en silencio a la que lo atendía.
Candy llevo manos a la cintura, abrió la boca para decir algo, no obstante, el toque en la puerta de enfermería la interrumpió – ¿Otra vez están llamando? – La pecosa elevo ojos al cielo y fue a atender la puerta.
Al abrir la puerta, un joven soldado retira su gorra y aprieta un ramo de cinco rosas amarillas – Bu-buenos días, señorita enfermera.
– Serpiente… – Desde su perspectiva, Neil no alcanzaba a ver de quien se trataba, pero reconoció la voz de la persona que hablaba – Hola, buenos días – responde Candy con educación.
– Perdone señorita, traigo este hermoso ramo de flores – expresa el soldado, de aspecto regordete, con intenso rubor en las mejillas.
Resignada, Candy toma el ramo de rosas – Que amable, estoy segura que le encantarán al paciente y le ayudarán en su recuperación.
Descorazonado, el soldado, de nombre Dennis Smith, trata de explicarse – Ah… no señorita, las rosas son…
– Muchas gracias, que tenga un buen día – Con suavidad, Candy cierra la puerta, se recarga en ella y divertida, cubre su boca – Jijiji, debes de ser muy popular aquí, es el cuarto ramo de flores que traen – Se acerca a una mesa y toma un pocillo de peltre – Este servirá, voy por agua para las rosas.
Una vez que salió Candy, Neil se tomó su tiempo para revisar la enfermería. La habitación no era grande, de paredes blancas, con dos camas frente a él y una al costado. Una mampara de hospital separa las camas, hay mesas de noche, cuatro sillas, un escritorio y por supuesto, material de curación.
– No sé de dónde sacan estas flores – Candy regresa con el improvisado florero en sus manos, y lo pone a un costado de la cama. Neil eleva la vista y nota los bouquets de rosas rojas, blancas y fucsia, que adornan la mesa – Espero no se estén metiendo, en la granja florista que… – Como instinto, Candy baja la mirada, al sentir una presión en su mano – ¿Neil?
Con esfuerzo, Neil alargó la mano y tomo la suya – No Neil, ni creas que me vas a convencer – Trata de librarse de su agarre, pero él se niega a soltarla – ¡Neil, es que…! – Con sorpresa, la rubia nota la lágrima, que resbala por su mejilla – Neil…
Sin poderse contener, Neil llora delante de ella, al menos con el ojo derecho, que puede abrir. El ojo izquierdo, se ocultaba tras una masa amoratada. Sus labios rotos, mostraban un ligero temblor, como si quisiera decir algo, pero las palabras no salían de su boca.
Con desconcierto, Candy trata de entender su reacción, pero sobre todo, su mutismo. ¿Desde cuándo Neil Leagan, no decía una palabra? Incomoda, parpadeo un par de veces – ¿Quieres que busque al doctor? O tal vez, ¿quieres a otra enfermera en mi lugar?
Despacio, Neil negó con la cabeza.
No, el joven Leagan no iba a dejarla ir. Candy era la conexión más cercana que tenía como familia, el recuerdo de quien era él, y de toda una vida lejos de ese infierno, llamado campo militar.
Teniendo cuidado de no lastimarlo, Candy logra liberar su mano – Nunca dejarás de ser un niño llorón – Molesta, se da la vuelta y camina unos pasos, deteniéndose en seco. A pesar de que lo odiara mucho, ella no era capaz de tratar mal a una persona, mucho menos a un paciente tan delicado – ¿Qué diría la hermana María? – Arrepentida de sus palabras, Candy se gira hacia él, apenada – Perdóname Neil, no debí decirte eso, creo que los golpes te duelen más de lo que se ven.
Una sonrisa lastimera, se dibujó en la parte no inflamada de su rostro – Vamos, no llores – Candy saca un pañuelo bordado, idéntico al que una vez uso para vendar su mano y limpia su mejilla – ¡Ya se que te va a animar! – Con entusiasmo, se acerca a una cómoda y abre un cajón – Mira, conseguí pegamento y pude pegar algunas piezas.
La expresión de Neil lo decía todo. Con asombro, reconoció la foto que Candy había pegado en un cartoncillo – Creo que quedo bastante bien – Sonríe satisfecha – La encontré entre tus ropas, el día que te trajeron a la enfermería.
Consternado, fija la mirada en ella, ruborizando sus mejillas. Pronto, Candy entendió lo que pasaba por su cabeza – ¡Tenía que desvestirte! – Protesta enrojecida, poniendo la fotografía a un lado de las flores – Además, no estaba sola, estaba con el Dr. Delrick y la enfermera Clara.
El reloj de la enfermería toca una campanilla, marcando el mediodía – Por Dios, tienes que tomar tu medicina – De inmediato, Candy regreso a la cómoda, preparo un sobre con polvos medicinales y fue con él, sujetando un pequeño papel y un vaso con agua – Tienes que tomar tu medicina, te ayudará a recuperarte.
Obediente, Neil se incorporó lo suficiente, para tomar la amarga medicina, haciendo una mueca al tragarla – Toma agua, se te pasará el mal sabor – Con cuidado, bebió el agua que le ofrecía y se volvió a recostar. Candy se gira y siente que algo jala sus ropas – Tengo que dejar el vaso y preparar el material de curación – Se explica, sabiendo que la está deteniendo.
Al no recibir respuesta, Candy se voltea – ¿Piensas que me voy a ir? – Neil movió la cabeza – No puedo, hasta mañana me releva otra enfermera y hoy tengo mucho que estudiar.
Niel la soltó, Candy dejo el vaso en la cómoda, separo varios papeles y se puso a preparar pequeños sobres, con la medicina que indicó el Dr. Delrick.
Por largo rato, el silencio, se hizo presente en la enfermería. En su interior, Candy sentía que algo no iba bien con él. El Neil Leagan que conocía, ya se hubiera burlado de ella, o habría hecho algún comentario desagradable, acerca de su humilde profesión. Muy diferente a este Neil, que permanecía callado, vigilando sus movimientos desde la cama.
De vez en cuando, lo miraba de reojo, solo para asegurarse de que estaba bien. Después de todo, ella era la enfermera encargada de su cuidado – ¿Hay algo que te moleste? – le pregunta, después de casi una hora de silencio.
La mirada de Neil, fue todo un enigma para ella, pues no hablo, ni hizo gesto alguno, que pudiera responder a su pregunta. Candy ignoraba, que detrás de ese semblante serio, había una fuerte lucha interior.
Por dentro, Neil quería decirle muchas cosas; tantas, que no sabría ni siquiera por donde empezar. Necesitaba desahogarse, necesitaba sentirse escuchado, necesitaba sentirse comprendido, y lo más importante, necesitaba no sentirse solo. Sin embargo, comprendía que nunca tuvo ese nivel de confianza con ella.
¿De que podían hablar ellos dos? ¿Del clima? ¿De la guerra? ¿De que las rosas que traían, no eran para él? ¿De los Ardley? ¿De los Leagan? ¿De Daisy Dillman?
¿De Terry Grandchester?
Haciendo una profunda inspiración, Neil cerro su ojo y negó con la cabeza. Si era sincero consigo mismo, tenía miedo de hablar. Pensaba que si decía algo, este sueño donde Candy lo acompañaba, se esfumaría en el aire, y el toque de la trompeta lo despertaría, para empezar otro día de entrenamiento.
– Entonces trata de dormir – Candy tomo un paño húmedo y lo coloco sobre su ojo izquierdo – La medicina te va a relajar y seguro te dará sueño.
Ante el gesto afirmativo, Candy se fue a sentar frente al escritorio y abrió un libro. Pronto Neil se acomodaría, para caer en un profundo sueño.
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Alrededor de las 00:30 horas, Neil despertó sintiendo dolor. Era obvio que para esa hora, el efecto de la medicina ya había cedido. Abrió su ojo y vio a Candy dormida, apoyada sobre el escritorio. La habitación era levemente iluminada por una lámpara de aceite, y el fresco aire nocturno, removía con suavidad sus bucles dorados. Por el ritmo de su respiración, entendió que dormía profundamente.
Para Neil, aguantar el fuerte dolor, valía la pena, con tal de no perturbar el sueño de Candy.
Sin advertirlo, esta era la primera vez (quizás en toda su vida), que pensaba en alguien más, que no fuera él. Simplemente, verla dormir tan pacíficamente, le hacía olvidar momentáneamente, cualquier trago amargo del último mes.
El reloj de la enfermería toco su campanilla, despertando a la joven pecosa – Yawn... – Se estiro en su asiento y paso una mano por sus cabellos, soltando sus rizos – Es hora de tu medicina... – Adormilada, tomo uno de los sobres, sirvió el vaso de agua y fue junto a Neil – Toma.
De nuevo, Neil se incorporó para tomar su medicamento y beber el agua. Candy tomo su pañuelo y con cuidado, seco el borde de sus labios.
– Te ves hermosa – Declaro Neil con voz ronca.
Somnolienta, Candy sonrió y asintió. Fue a dejar el vaso a la cómoda y sin pensarlo, se recostó en la cama frente a la suya. Evidentemente Candy estaba más dormida que despierta, y no presto atención a las palabras de Neil.
En cambio, Neil se sentía satisfecho. No importaba mucho si ella no lo había oído, para él lo más importante, fue que pudo hablarle, y ella no se esfumó, ni se enojo.
Complacido, Neil se acomodo para dormirse – Buenas noches, Candy.
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ConTinUarÁ…
Por azar del destino, Neil se ha encontrado con Candy en el campo de entrenamiento, siendo toda una sorpresa, dada las circunstancias de su encuentro.
Por la situación, Neil no ha reflexionado la verdadera razón, por la que Candy esta ahí, y Candy piensa lo mismo que él ¿qué hace Neil ahí?
¿Qué sucederá después, ahora que se han vuelto a ver? (no adelantaré nada)
Espero sus comentarios.
Nos leemos después ;)
MaRyMoRaNTe:)
ClaudiaCeis: Tienes razón, yo también creo que Neil necesitaba una lección muy dura de la vida, para convertirse en el hombre que atraiga la atención de Candy y por esa razón me inspire para escribir este Fanfic.
Como ya habrás leído, aunque Elisa quiera pedirle ayuda a Candy, su orgullo es más fuerte y lo único que puede hacer, es culpar a Candy por la desgracia que ha caído en su familia.
El encuentro de Candy y Neil, ha sido en las circunstancias menos esperada (o al menos espero que nadie haya imaginado esto jaja)
Muchas gracias por decir que te gusto mucho el capítulo, y espero que puedas leerme hasta el final. La verdad me gusta más Neil para Candy, que los otros príncipes perfectos.
atlas1950: Como bien dices, la decisión del señor Leagan es muy ruda, pero al mismo tiempo, él siente que su hijo necesita mano dura, para convertirse en un caballero respetable. Aunque no quisiera, tengo que hacer sufrir un poquito a Neil (espero no haberlo hecho sufrir mucho, desde tu punto de vista claro)
patriciagrandchester22: Que bueno que te encantan los fic de Neil, (confieso que cada fanfic que leo de Neil, hace que me enamore más de él) Con respecto a los happy end, la verdad no quiero adelantar mucho, pero estoy segura que no decepcionare con mi final (sea cual sea)
Con respecto a las cachetadas para Eliza, estoy pensando en hacer algo al respecto muajaja.
También agradezco mucho lo que comentas de mis fanarts, créeme que eso me da ánimos de seguir con mis dibujos.
Elsa de Larios: Como dices, es un acontecimiento desafortunado, pero la desdicha la lleva más Neil (tienes razón, se enamoro de la tipa equivocada) En la guerra aún no sabemos cómo le va a ir, pero créeme, esta experiencia le va a cambiar la vida.
¿En que momento se volverán a encontrar Candy y Neil…? Bueno, ya viste su reencuentro… y no, no adelantaré más jajaja.
atlas1950: Siempre he pensado que todas las guerras, sean civiles o mundiales, es una completa estupidez, donde el ser humano muestra lo peor de sí mismo. Y uno de mis objetivos en el fic, es tocar la fibra sensible (en este caso de Candy) en relación a los daños colaterales que ocasionan las guerras.
El nuevo encuentro con Candy ha sucedido, de la manera menos esperada para ambos.
Meribet: Muchas gracias por tu apoyo, actualizaré siempre y cuando tenga tiempo de escribir.
Dickens1985: Después de muchos pesares, Candy pensaba que era feliz, pero no podía ser feliz, viendo como sufren los huérfanos de la guerra.
El autoexilio de los Leagan ha sido lo mejor, sobre todo porque le dio tiempo para reflexionar al jefe de familia, sobre lo que estaba pasando con sus hijos. Obviamente Albert aparecerá, pero no puedo adelantar mucho, espero lo entiendas.
El reencuentro entre Candy y Neil ha sucedido, y aunque no puedo adelantar mucho, espero que este encuentro te haya gustado. El final no puedo decirlo, pero creo que va a ser del agrado general.
Carlos Martnez Trujillo: Gracias por el apoyo y decir que mi historia es interesante.
Elsa de Larios: La tía Elroy sabe lo que hace jajaja, espero que te haya gustado y dejes tu opinión. Me gustan mucho tus dibujos por cierto.
Meribet: Ahora tendremos que ver, si Neil aprovecha la oportunidad que le da la vida y pueda enamorar a Candy (no digo nada, solo seguiré escribiendo)
Jenny Leegan: Muchas gracias por decir que te gusta mi humilde fic, y espero que este capítulo te haya gustado.
