Hola de nuevo.

Como siempre, agradezco el apoyo que me han manifestado por este nuevo fic. Meribet agradezco infinitamente tu review, se ve que sigues fiel a la historia de Neil y Candy, en serio te lo agradezco de corazón. Te dedico este capítulo y espero que te guste.

Disclaimer: Candy Candy y sus personajes son propiedad de Keiko Nagita y Yumiko Igarashi. Este fanfic fue creado solo con fines recreativos.

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LAS CONSECUENCIAS DEL AMOR Y LA GUERRA

Soy Chicago

Unos días antes…

– ¿Te vas? – Albert pregunta, entre perplejo y sorprendido.

La semana siguiente a la boda, en miércoles por la mañana, la tía abuela Elroy mando a su chofer particular, para recoger a Candy con sus pertenencias. Esto la tomo de improviso, por fortuna, ya había guardado la mayoría de las cosas, que llevaría a la guerra. Al llegar a la mansión Ardley, también estaba Albert, invitado a comer por la tía abuela.

Elroy Ardley, tenía que manejar cuidadosamente sus cartas. Sabía muy bien, que no podía simplemente separar a Candice de su lado, sin despertar la desconfianza de William. Cada paso que daría en esto, lo haría de manera meticulosa, para no provocar sospechas en él – A decir verdad William, yo también estoy sorprendida, de que Candice accediera amablemente en ayudar, a mi querida amiga Clementine.

– Candy es muy noble, tía abuela – Albert cruzo miradas con Candy, vigilando sus gestos. Él necesitaba saber, si era verdad que decía la tía abuela Elroy.

– Sé que es muy repentina, la enfermedad de Clementine – La tía abuela, da un sorbo a su taza de té – Pero así son las enfermedades, ¿No piensas lo mismo, Candice?

La joven enfermera bajo la vista y asintió – So-solo será por un tiempo, Albert – Candy dijo al fin – Si no fuera tan importante, te aseguro que no me iba.

Albert suspiro, viendo de reojo a la tía abuela. En su interior, algo le advertía de que las cosas, no eran como ellas decían. Sin embargo, no tenía más opción, que confiar en su pequeña Candy – ¿Sabes cuándo regresarás?

Una lagrima traicionera, resbaló por la mejilla de Candy – Yo… No sé…

Con cariño, Albert toma la mano de Candy, acariciando sus nudillos y al mismo tiempo, alterando los nervios de la tía abuela Elroy – ¡No tienes por qué llorar, Candice, ya te dije que estarás en buenas manos! – Protesta molesta, se levanta y aprieta su pañuelo – Además, podrás escribirle a Albert cuantas veces quieras.

La comida finalizó y Albert se despidió de Candy, pues la tía abuela "coincidentemente", le encargo un asunto muy importante que atender – Se que serás una excelente enfermera, Candy – Con dulzura, Albert peina su flequillo hacia atrás y deposita un tierno beso en la frente – Te estaré esperando.

– Gracias Albert, espero poder ser de gran ayuda – Expresa Candy, sabiendo muy bien a que se refería, aunque Albert ignoraba por completo su verdadera misión.

Una hora más tarde, Candy fue acompañada por la tía abuela Elroy, hasta la estación del ferrocarril. Como era de esperarse, Elroy Ardley compro boletos de primera clase, para que Candy viajara hasta la base militar – Aquí tiene una carta para Annie y mi lista de deseos, tía abuela.

Fingiendo desinterés, la tía abuela le pasa los sobres a su chofer – Me encargaré de que se cumplan tus peticiones, Candice.

El silbido del tren, anuncio su salida. Candy no sabía cómo despedirse de ella, así que solo hizo una reverencia, cogió su maleta y subió los escalones – Candice…

Candy detiene sus pasos – ¿Sí?

Haciendo un gesto extraño, la tía abuela Elroy voltea su rostro, arrugando un poco la frente – Por… cuídate en el campo de batalla.

Agradecida por el gesto, Candy no puede evitar una pequeña lágrima – No se preocupe, regresaré a casa – Rápido, entro a su cabina privada y se asomó por la ventana – ¡Regresare, lo prometo! – Agita su pañuelo para despedirse.

La tía abuela Elroy solo afirmo con la cabeza y no se movió de la estación, hasta que el tren se perdió de vista.

c - c - c - c

Por el sonido lejano de la trompeta matutina, Candy despertó alrededor de las 04:30 am. Al principio, no ubicaba dónde estaba, hasta que miro la cama frente a ella y reconoció al paciente – Neil...

Sin poder evitarlo, Candy rememoró su reencuentro con el joven Leagan...

.oOo.

Después de dos días de viaje, Candy finalmente arribo a Fort Buenaventura – Llega en el momento justo, enfermera Ardley – Expresa el médico militar, Dr. Alfred L. Delrick, quien sale de su oficina, seguido de cerca por un oficial de alto mando – Deje sus cosas aquí, nos están esperando en la enfermería.

Obediente, Candy dejo su maleta, y acompaño a toda prisa al Dr. Delrick, hasta la pequeña enfermería. La enfermera Clara Miller, estaba revisando al paciente, cuando el Dr. Delrick llego junto con el oficial y Candy – Esta inconsciente Dr. Delrick – Afirmo Clara.

Al ver lo malherido que estaba el cadete, el Dr. Delrick vociferó enojado – ¡Esos inútiles! – Alza las manos y niega con la cabeza – ¡Si tantas ganas tienen de matarse, deberíamos de ahorrarnos su entrenamiento y mandarlos a la guerra de una buena vez! – Se aproximó a una cómoda y empezó a sacar material de curación – Enfermera Miller, enfermera Ardley, vayan desvistiendo al paciente.

Ambas chicas comenzaron su labor. La enfermera Miller le desvistió de la cintura para abajo, mientras que Candy, se encargo de la parte de arriba – Su rostro… me recuerda a alguien – Al desabrochar su camisa, nota escoriaciones en el tórax, de lado izquierdo y con cuidado palpa la zona – Dr. Delrick, el paciente tiene costillas rotas – indico Candy.

El médico se acercó y exploró al paciente – Muy bien enfermera Ardley, en la cómoda hay unas vendas, tráigalas por favor.

De inmediato, Candy fue por el material, cuando la puerta de la enfermería se abrió – Señor, aquí están los documentos que solicito, señor – Declaro el soldado Oswald B. Roosevelt, haciendo su saludo militar.

– Deje el expediente del soldado en el escritorio – Señaló el Dr. Delrick – ¿Conoce usted al herido?

– Sí señor, su nombre es Neil Leagan, señor.

La charola con las vendas, resbaló de las manos de Candy, provocando un sonido sordo – Enfermera Ardley, tenga cuidado con las vendas.

Oswald ve que Candy no responde, da un paso hacia ella y se arrodilla, para recoger la charola y las vendas – Permítame ayudarle, enfermera Ardley.

Atribulada, Candy sacude su cabeza – Si gracias – Se inclina junto a él y Oswald le guiña un ojo – No se preocupe señorita, mi amigo Leagan es muy resistente – le susurra.

Por la forma de expresarse, Candy supo de inmediato, que Oswald era amigo de Neil – Yo… Gracias.

Por la forma en que titubeo, Oswald entendió que Candy conocía a Neil – Por nada.

.oOo.

Candy sacudió su cabeza y se levanto de la cama, apretando sus mejillas con las manos – No Candy, no traigas esas imágenes a tus recuerdos – Curiosamente, nunca había visto a un hombre joven en calzoncillos. La mayoría de sus pacientes, estaban divididos entre adultos mayores y niños. Ver a Neil Leagan en ropa interior, realmente la perturbo – ¿Que pensarían la señorita Pony y las hermanas Rosario y María?

No había nada romántico, ni sensual en sus pensamientos, sino todo lo contrario. Después de que Neil casi la obligo a casarse con él, el odio que sentía aumento. Ahora, encontrarse con él en esas circunstancias, fue bastante incómodo para ella. Además, creía que invadía su intimidad sin su consentimiento.

Aun era muy temprano, el sol todavía no salía y los soldados se veían a lo lejos, haciendo calistenia. Despacio, se acercó a Neil, que dormía profundamente – Tan pacifico que te ves – Pone manos en la cintura – ¿Quién pensaría, que eres un mocoso maleducado? – Coge de nuevo su pañuelo y limpia algunas gotas de sudor.

Tratando de no perturbar su sueño, con cuidado cambio el paño que cubría su ojo– Vas a recuperarte de tus heridas y regresarás a casa – Ve la hora, bosteza, y se sienta en el escritorio – Este lugar, no es para niños mimados como tú.

De pronto, Candy recordó su extraño comportamiento. El mismo Neil Leagan que ella conocía, lloro sin decir una palabra y contrariamente a esto, hubo momentos en los que parecía querer decir algo – Neil nunca ha actuado de esa manera, normalmente es muy directo al decir las cosas – Candy lo ve girarse hacia su lado derecho – Siempre ha sido muy hiriente y malo conmigo... Sin embargo... – De nuevo va junto a él y peina sus cabellos, para acomodar el paño – Quizás lo que querías decirme, es que te sientes incómodo si yo soy tu enfermera.

Con cuidado, seca su sudor – No te preocupes Neil, trataré de solucionar las cosas.

c - c - c - c

Cuando Neil despertó, ya eran pasadas las 07:35 hrs. (bastante tarde, comparado con despertarse a las 04:30 am) y vio a una joven enfermera, de piel aperlada, cabello castaño, corto a cuatro centímetros por encima del hombro – ¡Que bien, ya despertaste! – Le extiende una mesa de madera con comida – Yo soy Clara Miller – Sonríe – Toma tu desayuno, antes de que se enfríe.

Perplejo, Neil se incorpora con dolor y antes de decir algo, el llamado a la puerta de enfermería lo interrumpe. Clara rueda los ojos y va a la entrada – De seguro, es 'otro' herido – Alisa su uniforme y abre la puerta.

– Bu-buenos días – Un joven pelirrojo lleno de pecas, se asoma al interior de la enfermería – ¿Se encontrará la otra enfermera? – Clara entrecierra la puerta y él retrocede – Es que, creo que lastime mi tobillo.

Ese es Zanahoria – Neil lo reconoce por la voz – Lo siento, pero la enfermera Ardley no volverá – Clara sonríe amablemente – Que tenga un buen día.

– ¿Me podrías atender tú? – Pregunta el soldado y sin más, Clara cierra la puerta – Vaya, esos chicos sí que son persistentes.

– ¿No volverá Candy? – Pregunta Neil, llamando la atención.

– ¡Claro que volverá! – Clara se acerca a la cómoda, para tomar un sobre de medicamento – Pero no es necesario, que todos esos galantes jovencitos lo sepan, ¿no crees? – Le guiña el ojo.

Un suave rubor, cubrió las mejillas de Neil – Gracias.

– Imagino que deseas verla – Antes de darle su medicina, Clara toma el cartoncillo con la fotografía – Como se parece a tu novia, seguro que te trae buenos recuerdos.

Neil coge el cartoncillo, revisando la foto que arreglo Candy – No yo... la rompí.

La enfermera Miller regresa junto a él, con un sobre de medicina y un vaso de agua – ¿Rompiste con ella? Qué lástima – Neil toma su medicina y bebe el vaso de agua – Bueno, se que la enfermera Ardley es soltera, aunque si prefieres a una chica sin pecas, Alina Jones es muy popular entre los soldados.

De repente, Neil sintió que esta nueva enfermera, era muy parlanchina – Habla demasiado – pensó – ¿Alina Jones?

– Oh, creo que hablo demasiado jajaja – Con cuidado, Clara toma el vaso de agua y lo deja en la cómoda – Ella tenía novio, pero ya lo dejo.

Además lee la mente – Analizo Neil, teniendo cuidado de no mencionar mucho a Candy – Yo... Creo que comeré y dormiré un rato.

– Descansa, yo estaré aquí por si necesitas algo.

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Tres días pasaron, y Neil no había visto a Candy durante el día. Por desgracia, en el transcurso de esas noches, le había dado mucha fiebre, y a pesar de que sentía su presencia, el estado febril confundía sus recuerdos – La otra enfermera es muy bonita – Le anima Oswald – Que suerte tienes de verla aquí, Leagan.

Oswald aprovecho la hora de comida, para ir a visitarlo. Por su parte, Clara decidió dejarlos a solas, para que platicaran en confianza – Me está evitando, Teddy – Responde con desamino.

Pensativo, Oswald pone una mano en su mentón y baja la mirada – Cuando te vio malherido, pude notar su cara de preocupación.

– No tiene caso – Neil suspira y se recarga en la almohada, mirando hacia el techo – Ella me odia, por eso no viene durante el día.

Al recostarse sobre la almohada, esta se movió y Oswald notó algo debajo. Mete la mano y saca el pañuelo bordado de Candy – Vaya, mira lo que encontré.

Extrañado, Neil abre sus ojos (el izquierdo aún no abre por completo, mostrando una hemorragia subconjuntival) y toma el pañuelo – Quizás si te odia como dices, pero el odio es mejor que la indiferencia ¿no crees?

La incredulidad silencio a Neil. No imaginaba, por qué Candy le dejaría su pañuelo, otra vez – Sabes Leagan, si tan solo no fueras un perfecto imbécil, ella te vería con buenos ojos.

– Ja ja, gracias Oswald – Molesto, Neil cruza sus brazos y voltea su cara – ¿No tienes nada mejor que hacer?

– ¡Vamos Neil, piénsalo! – Oswald toma el cartoncillo y se lo muestra – Dijiste que la enfermera lo arregló para ti – Neil no responde – Si ella quiso arreglar las cosas ¿Por qué tú no?

Al no recibir respuesta, continúa – ¿Alguna vez has intentado ser amable?

De nuevo, el silencio fue lo unico que ofreció Neil. Resignado, Oswald se levanta de la silla – Vendré mañana a verte, Leagan.

Antes de salir, la voz de Neil lo detiene – Teddy… ¿Puedes conseguir papel, lápiz y goma de borrar?

– Seguro que sí, Chicago.

c - c - c - c

Al día siguiente, Neil estaba en mejor estado. Ya podía sentarse sin tanto dolor, teniendo cuidado, del vendaje que mantenía a las costillas en su lugar. Alrededor de su cama, había al menos seis bocetos a lápiz, con la imagen de la fotografía.

Si, Neil Leagan tenía un talento, que era el dibujo. Tal vez, no era un talento como el de Albert, que tocaba la gaita y se relacionaba con animales, o Terry, que tocaba la armónica y era bueno en actuación. Su talento lo mantenía oculto, lejos de la mirada inquisidora de sus padres, sus primos y en especial, Eliza – Al menos, no soy un "bueno para nada" después de todo.

Tan distraído estaba en su último boceto, que no presto atención, al cambio de turno de enfermería – Déjalo dibujar – Aconseja Clara a su compañera – Es muy buen dibujante, además que se entretiene.

De reojo, Neil vio unos mechones rubios y al instante, bajo su soporte de madera. La enfermera delante de él, era muy atractiva. De cabellos rubios ondulados, por encima del hombro, piel blanca y ojos tan azules, como un cielo sin nubes. Sus facciones son suaves y delicadas, con una pequeña y refinada nariz, largas pestañas y labios delgados. Siendo su estatura, un poco más alta que la enfermera Clara, mientras que su cuerpo está bien proporcionado.

– Neil, te presento a la enfermera Alina Jones – La mencionada asintió y bajo la vista.

Un rápido vistazo a la tímida enfermera, hizo comprender a Neil, porque Alina Jones tenía tantos admiradores en Fort Buenaventura. Alina Jones, era una mujer hermosa en toda la extensión de la palabra, y podía robar los suspiros de cualquier caballero.

No obstante, para Neil, su presencia solo significaba una cosa – Hoy tampoco viene Candy – reparo con melancolía – Mucho gusto – Replicó secamente y continuó dibujando.

– Ves, te dije que se entretiene mucho – Afirmó Clara y llevo a Alina al escritorio, para explicarle la dosis de medicamentos y los horarios de toma.

Horas después, Alina fue junto a Neil con el sobre de medicina, más el vaso de agua – Tus dibujos son increíbles – Expresa con admiración – La joven del retrato es muy afortunada.

– Gracias – Dudoso, Neil decidió aclarar el dibujo – Es... para un amigo.

– Entonces, tu amigo es muy afortunado – Sonríe con dulzura, peina sus cabellos hacia atrás y regresa al escritorio. De nuevo, Neil se tomó su tiempo, para apreciar la belleza de Alina. Tenía que admitir, que la enfermera Jones era encantadora – Tiene una voz dulce, y en verdad es muy bonita... pero no es Candy – Baja la vista y regresa a su labor.

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El jueves por la mañana, la barraca de Neil tomaba sus habituales clases de alemán – Repitan conmigo – El profesor anota en el pizarrón – Wo ist der nächste fluss?, ¿Dónde está el río más cercano?

– Wo ist der nächste fluss? – Repitieron los soldados con parsimonia.

Inesperadamente, las puertas del salón se abrieron de par en par, creando una conmoción generalizada al ver a Neil Leagan, con su uniforme impecable y cara de disgusto – Señor, pido permiso para reincorporarme, señor – Neil hizo el saludo militar.

El docente vio de reojo a los soldados, antes de hacer una seña con la mano, autorizando su entrada. El joven Leagan apretó el fajo de hojas, que llevaba bajo el brazo y camino en línea recta, donde estaba Johnny Bullock – Soldado Leagan, no quiero peleas en mi clase – Advirtió el maestro.

Todos estaban a la expectativa. Johnny y su grupo rieron de él, mientras que el resto, esperaban atentos al desenlace – No hagas una tontería – Teddy suplicaba en su interior.

Sin mediar palabra y con brusquedad, Neil puso sobre la mesa de Johnny, todos los bocetos de Judy Howland, junto con el cartoncillo que tenía pegada la fotografía – ¡Wooow, mira esto Angus! – Maravillado, Johnny le paso uno de los retratos a su "cuñado". Varios cadetes se levantaron, para admirar la imagen plasmada en el papel – ¡Excelente retrato! ¡Que buen dibujo! ¡Quiero uno de mi novia!

Orgulloso, Teddy se levanta y le da unas palmaditas a Neil, antes de que este se siente a su lado – ¡Cadetes, basta de charlas! – Regañó el profesor – ¡Tenemos que seguir con la lección!

Neil no menciono nada, pero por primera vez en su vida, se sentía bien consigo mismo.

Durante la comida del sábado, el grupo de Johnny y Angus se aproximaron a la mesa de Neil y Oswald. Johnny saco una navaja y la clavo con violencia en la mesa – Siete días – Sentenció Johnny, alias "León" y se alejó, siendo seguido por el resto.

Algo preocupado, Neil cruza miradas con Oswald – ¿Qué significa eso?

Oswald negó con la cabeza, pues no estaba permitido hablar del "séptimo día" – Confía en mí, todo saldrá bien.

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El séptimo día llegó. A las doce de la noche del domingo, cubrieron la cabeza de Neil con una funda de almohada. Forcejando, lo trasladaron bajo la lluvia a una parte lejana del área de entrenamiento, lo amarraron como "animal de carga" a una carreta, donde estaba recostada una vaca – Bienvenido al séptimo día, soldado Neil Leagan – Escuchó una voz a través de la funda – Esta noche, cumplirás con la prueba final, para convertirte en hombre.

Al quitarle la funda, Neil comprendió en que consistía la prueba. Tenía que arrastrar la carreta con la vaca encima, hasta llegar a los establos, con los demás animales. Oswald estaba nervioso, Neil no había entrenado por sus heridas, y estás aún no sanaban por completo – ¡¿Es que se han vuelto locos?! – Protesta Neil, tratando de soltarse de las muñecas.

– Vamos Neil, todos hemos pasado por esto – Le anima Oswald – ¡Sé que tú puedes!

– Les dije que era una gallina – Johnny se burla, haciendo ruidos y pantomima de gallina – Coo, coo coo.

Furioso, Neil aprieta el tiro de la carreta – ¡Deja de llamarme gallina, idiota! – Haciendo uso de toda su fuerza, Neil empieza a jalar la carreta, siendo vitoreado y apoyado por toda la barraca.

La lluvia aumento de intensidad y el lodo dificultaba el movimiento de las ruedas – Rayos, no puedo avanzar… ¿Qué haré? – Neil apretó los ojos, pues la lluvia no le dejaba ver más allá de sus narices.

– ¡Vamos Chicago, concéntrate! – Grita Teddy bajo la lluvia – Enfoca tu objetivo y podrás avanzar.

¿Enfocar el objetivo?... ¡Los establos! – De pronto, Neil se imagino a Candy en los establos, como cuando vivía en su casa de Lakewood. La imagino saliendo de ahí, riendo y acariciando un hermoso ejemplar.

La imagen de Candy esperándolo en los establos, le renovó las fuerzas y pudo continuar. Los minutos se convirtieron en pesadas horas para Neil, pero finalmente, después de un gran esfuerzo físico, logró llegar a los establos. Todos festejaban con entusiasmo y cuando Neil volteó a ver a la vaca, notó que algunos de sus compañeros, habían subido a la carreta – Por eso era cada vez más pesada – Recapacitó – ¡Idiotas, eso fue trampa!

A pesar de los insultos que Neil les profería, los soldados estaban feliz por él, en especial Oswald – ¡Leagan, Leagan, Leagan!

– ¡Esperen un segundo! – Reclamo Johnny, silenciando al resto – Tiene que tener un apodo, para finalizar la iniciación.

Todos callaron, pues era obvio, que ya no podían llamarlo "gallina". Oswald se acercó a él, e intento levantarlo en hombros – ¡Chicago, Chicago! – Teddy alzo la voz con todas sus fuerzas.

– ¡Chicago, Chicago, Chicago! – El resto de los soldados, empezó a corear junto con Teddy, el nuevo apodo de Neil Leagan, al tiempo que lo llevaban en hombros, festejando su triunfo del "séptimo día" – ¡Tontos, me duelen mis costillas! – Protesta Neil, aunque sus quejas ya no eran reales.

De ahora en adelante, "Chicago" era uno con la barraca, y eso le agradaba.

El resto del domingo, Chicago la pasó recostado en su cama, recuperándose de sus heridas, otra vez.

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ConTinUarÁ…

Neil Leagan se ha ganado un lugar, como soldado digno del ejército.

La pregunta ahora es ¿dónde está Candy?

Nos leemos después ;)

MaRyMoRaNTe:)